Una mañana hermosa con un cálido ambiente, mariposas volando y flores muy hermosas hacían que el día se vea más precioso y decorado. Los niños jugaban en aquel ambiente, correteando y riendo mientras jugaban entre sí. Todos estaban felices, a excepción de una pequeña niña, aquella misma niña, miraba a través de la ventana del castillo, sus rizos castaños eran peinados por ella misma y no se daba cuenta lo mal que lo estaba haciendo, puesto que se quedaba más cabellos en el peine de lo normal al tirar con brusquedad, también sucedia eso por no prestar atención, ya que su mirada estaba en aquella escena con una expresión decaída y al mismo tiempo, aquella expresión facial era acompañada por una enorme envidia.
La niña, al terminar de peinarse, dejo el peine de marfil sobre su mueble, el cual, tenía detalles de mariposas tallados en el, y dejo de ver por aquella ventana. Se acomodó el vestido que era demasiado desmesurado para su gusto, le gustaba que sea de color rosa, ya que era su supuesto color favorito, pero aun así, era muy incómodo como para poder sentarse sobre su cama sin sentir molestia alguna. La niña soltó un suspiro al poder sentarse sobre su cama, luego de tener una pequeña batalla con su vestido, al apenas sentarse, escucho unos pasos acercarse, la pequeña de rizos castaños hizo una pequeña mueca que intento cambiar cuando por fin los pasos ya se había detenido dentro de su habitación.
—Catherine, ¿Qué haces aquí?, se supone que debes de estar abajo practicando—le regañaba una mujer con los mismos cabellos que tenía la niña y que vestía con una túnica de color rojo, en su rostro se veía claramente como tenía su ceño fruncido demostrando molestia.
—Mamá, estoy cansada de practicar siempre, no quiero practicar hoy—respondía la pequeña ante la molestia de su madre.
—Pero es tu deber hacerlo, tu eres la única que puede gobernar. Todo hubiera sido más fácil si en lugar de nacer tu como niña hubiera nacido un bebé varón, ya te lo explicamos con tu padre—seguía regañando sin pensar bien en lo hirientes que eran sus palabras, aunque la niña no entendiera muy bien el dolor de ellas, solo le provocaba algo de enojo porque no podría hacer lo que ella quisiera hacer como una niña normal.
—Lo sé, pero quiero tan solo un día sin hacer eso, quiero al menos un día salir y poder jugar con los demás niños.
La madre soltó una risa amarga.
—¿No tuviste mucha diversión con los días que te escapabas del castillo?, Esos días, tu padre y yo estuvimos como locos buscándote pensando que te había pasado algo grave.
—Ya pedí perdón por eso, yo solo quería salir—murmuraba ya sin saber como convencer a su madre para dejarla salir.
—Un perdón no basta con lo que paso Catherine, ve a practicar ahora en este instante si no quieres que le diga sobre esta rebeldía a tu padre.
Catherine miro a su madre con su expresión decaída. No dijo más nada ya que no quería más problema con ella como era de costumbre, cada conversación, por alguna razón, terminaba en una discusión en la cual su padre terminaba interviniendo, pero regañándola de una forma peor. La niña siempre estaba confundida, no entendía porque todos se molestaban con ella o la miraban mal, no comprendía porque no podía salir tan solo unos minutos afuera para jugar o juntar flores, lo único que podía hacer, era mirar la belleza de las flores desde la distancia por su ventana o también a las mariposas que volaban. Cuando escapaba del castillo, que eran muy pocas oportunidades, solo logró acercarse un poco a una flor de color amarillo, pero que se notaba que a su alrededor tenía aún más flores de ese mismo color, lastimosamente termino siendo sorprendida por detrás por uno de los caballeros del castillo, el cual no escucho sus suplicas y solo la llevo nuevamente a su hogar que casi consideraba como una celda.
—Catherine presta atención, camina bien, así no caminan las princesas, ni mucho menos las reinas, tu postura está demasiado mal, ¿Acaso no estuviste sentándose derecha?—le regañaba una mujer de mayor edad que saco de sus recuerdos a Catherine, no se veía muy feliz al ver los pequeños avances de la niña.
—Perdón abuela—se disculpo Catherine sin ver a aquella mujer de edad avanzada, siempre le intimidaban aquellos ojos de color miel, aún cuando eran iguales a los suyos—no recuerdo si estuve sentada derecha, pero creo que si lo eh hecho.
—Un "Creo" No me ah de servir Catherine, camina más derecha—le exigía sin ningún tipo de amabilidad en su tono.
La niña soltó otro suspiro y empezó con sus prácticas y lecciones diarias sin ningún tipo de descanso o protesta. En todo momento, Catherine miraba por la única ventana que había en aquella sala, la vista daba a una parte del reino, en la cual solo se veía un muro hecho de piedra que la separaba de un lugar desconocido que siempre la dejaba con la idea de explorarlo, en su imaginación, tras el muro se vería muchas flores y mariposas coloridas, que al apenas poner un pie, la percha de mariposas saldrían volando dando un hermoso espectáculo que le fascinaría ver.
Una exploración que parecía de sueños, pero que le encantaba imaginarlo de esa manera tan ensoñadora.
(...)
La luna estaba sobre la sima del cielo, haciendo que todo se oscurezca, pero dando una pequeña fuente de luz como para ver a medias el camino de las personas que volvían a sus casas para dormir. En la noche, todo era silencio, lo único que se escuchaba, eran los ulular que transmitían los búhos, acompañado con las estridulaciónes de los insectos como el de los grillos que eran de lo más frecuente. A muchos le molestan esos ruidos, ya que no los dejaba dormir bien, pero a la pequeña princesa ensoñadora, le encantaban, le transmitían demasiada calma. La pequeña miraba por su ventana a las aves que volaban rápido hacia distintas direcciones, con su rapidez, no podía identificar si era un ave cualquiera, búho, o hasta alguna lechuza. De lo lejos que estaba del suelo, no podía ver que era lo que transmitía aquel sonido tan característico de los grillos, sabía sobre algunos animales e insectos por libros que hablaban sobre ellos, pero nunca logró ver uno o tocarlo por más comunes que eran. Los pensamientos de la pequeña de rizos castaños nuevamente fueron interrumpidos al ver una sombra pasar por detrás de un árbol. Catherine enfocó su vista a aquel lugar con curiosidad, para descubrir de que animal se trataba, pero solo vio lo que parecía ser una mano asomándose por el árbol. Ladeó la cabeza confundida al no entender que era, lo más lógico que llegó a su cabeza, es que era una persona normal y corriente que daba un paseo nocturno, cosa que era raro, sin embargo, sabía que no era eso al ver que aquella mano era completamente esquelética. Se asomó aún más por la ventana teniendo su cuerpo apoyado en el marco para tener mejor vista de que o quien podría ser aquello que estaba detrás del árbol y se escondía, pudo visualizar como el cuerpo de aquella cosa se asomaba más mostrando solamente puros huesos y partes esqueléticas, la cabeza fue la última parte en salir de atrás del árbol para mostrar sus cuencas vacías y oscuras que parecían verla fijamente. La cabeza de la criatura se ladeó y le fue inevitable para Catherine empezar a hiperventilar al ver eso.
Catherine dio pasos hacia atrás, con sus piernas temblorosas, aún sin apartar su mirada llena de miedo de aquella criatura, sus pasos se detuvieron en seco cuando la criatura empezó a correr a lo que parecía ser en dirección hacia ella, subió el castillo con una facilidad extraordinaria hasta finalmente llegar a la ventana de la pequeña. Ambos se quedaron mirando fijamente, la criatura por afuera de la ventana y Catherine por dentro de ella, temblando de miedo. Los labios de la de rizos castaños se movían intentando pronunciar alguna palabra o decir algo, cosa que finalmente logró al ver que la criatura hizo un movimiento con la mano que no sabía para que era, pero no espero a que lo haga y soltó un fuerte grito alertando a muchas personas.
—¡¿Catherine?!—el rey entró al cuarto azotando la puerta, haciendo así, que choque con la pared provocando un estruendo que asusto aún más a la pequeña princesa llena de terror y lágrimas.
—Y-yo, yo, vi, lo vi, e-esta ahí—decía tartamudeando y apuntando la ventana mientras no apartaba la vista de su papá que se acercaba a ella confundido.
—¿Qué viste Catherine?, ¿Qué es lo que viste?—pregunto desesperado, pensando que abría sido alguna persona de mente perversa queriendo aprovecharse de la inocencia de la pequeña niña.
—¡U-un monstruo!, ¡v-vi un monstruo por la ventana!—decía la pequeña entre gritos desesperados, mientras seguía apuntando la ventana y esta vez si dirigió su vista a la ventana donde la criatura esquelética ya no se encontraba—e-estaba afuera, pero escalo el castillo y... Y... E-entonces-
Pero la voz tartamuda de la pequeña se detuvo al sentir un golpe demasiado fuerte en su mejilla que le hizo perder el equilibrio de sus propios pies, terminando en el suelo. Catherine miro a su padre, sus ojos se llenaron aún más de lágrimas y empezó a emitir sonidos de sus sollozos que se le escapaban de sus labios al ver el rostro furioso de su padre y los puños que tenía demasiado apretados a los lado de su cuerpo. Catherine se dio cuenta que nuevamente hizo enojar a su padre por su conducta, pero su mentalidad normal de seis años no lograba descifrar el que había echo mal.
Otro día cálido, otro día con risas de niños, otro día con flores y mariposas, pero era un día distinto. Una pequeña princesa de rizos castaños y ojos miel no miraba la ventana, en lugar, miraba su mano izquierda donde tenía un diente, mientras con su mano derecha tomaba su mejilla colorada.
—Catherine, es hora de cenar, baja y tira ese diente a la basura—aviso la reina al apenas entrar al cuarto de la niña que tenía la vista perdida.
—¿El hada de los dientes no va a venir de nuevo para tomar mi diente?.
—Deja de inventarte criaturas que por eso terminas sin dientes, baja a comer.
Catherine miró a su mamá, aquella mujer estaba de espaldas y con sus brazos cruzados, los pasos de la soberana estaban en movimiento para salir de su habitación, demostrando el cuan poco le importa la gravedad de las heridas de la pequeña. La pequeña niña miró su mano, esta vez donde tenía su diente, que por enojo terminó arrojandolo contra una pared en un intento de desvanecer aquellas ganas de llorar.
(...)
La comida fue silenciosa. Catherine no miraba a sus padres y solo se concentraba en comer, aunque sentía la mirada de sus progenitores en ella.
—Mamá, no puedo cortar la carne, ¿Me ayudas?—preguntó Catherine levantando la vista hacia su madre.
—Hazlo tu sola—dijo su madre con un notable tono de enojo—si puedes escaparte del castillo sola, vas a poder cortar por tu cuenta la carne.
Catherine al escuchar eso, no dijo más nada. La pequeña tomó el objeto afilado para cortar el alimento de su comida, sin tener alguna idea de qué cosa podría salir mal.
(...)
Cayó la noche demasiado rápido para Catherine que estaba sentada sobre su cama frotando su mano derecha, donde tenía una curita en uno de sus dedos. Ese mismo día, fue uno de los peores en su vida, cortarse la mano e ir corriendo siendo regañada por sus padres, fue un extremo dolor de cabeza para la pequeña.
¿Acaso alguna vez se preocuparán por ella?, ese era un pensamiento que tenía cada día.
La pequeña de rizos castaños se asomó por la ventana, ya sin la misma emoción que antes. Miraba la nada misma al estar perdida en sus pensamientos sobre lo que paso en ese momento, pero al ver un movimiento, sus ojos miel se posaron donde provenía aquello, pensando que por fin podría ver aquella lechuza negra que siempre se cruzaba volando por alguna extraña razón, pero solo termino viendo la misma criatura esquelética de ayer. Catherine solamente la miraba fijamente intentando que el miedo no la consuma de nuevo al ver cómo la criatura nuevamente corría en su dirección para treparse como lo hizo la noche anterior. La criatura miró a Catherine fijamente a los ojos por detrás del vidrio de la ventana, e intento abrirla con aquellas manos de puro huesos para entrar. Catherine retrocedió tapándose la boca para no gritar, al ver que la criatura seguía intentando abrir la ventana se escondió debajo de su cama tapándose los oídos muy fuerte para no escuchar su alrededor y solo escuchar la voz de su cabeza diciéndole que no se preocupe, esa es tan solo una ilusión suya, pronto se irá y todo estará bien.
Pronto se irá, todo estará bien.
Escucho el ruido de la ventana que intentaba ser abierta de una forma más brusca cada vez. Se tapó aún más los oídos al escuchar aquellos sonidos que hacían latir bastante su corazón.
Pronto se irá, todo estará bien.
Poco a poco empezó a escuchar que el ruido se hacía menos fuerte, entonces suelta un suspiro para dejar de contener el aire.
Pronto se irá, todo estará bien.
Al ya no escuchar nada, dejo de taparse los oídos escuchando así solamente el sonido de su corazón latiendo en su pecho de forma constante, lo escuchaba a la perfección al no haber ninguna clase de ruido en su habitación, sus oídos en un momento escucharon un pequeño ruidillo agudo por parte del silencio que pronto logró calmar al tranquilizarse. La pequeña asomo su cabeza para analizar su alrededor y paro su mirada en la ventana, la cual, estaba cerrada, al asegurarse de eso, salió de la cama con una sonrisa.
—Se fue... todo está bien—se dijo así misma muy feliz al poder superar su miedo. Catherine volteó su cabeza hacia la cama, ya que iba a recostarse en ella para dormir tranquilamente, pero se quedó completamente helada y con su boca abierta al ver a la criatura sobre su cama, mirándola fijamente con aquellas cuencas vacías y profundas—e-esto... n-no es real... p-pronto te irás... esto solo es una fantasía—decía, intentando recordar cuál era la palabra que dijo hace unos segundos en el momento en que estaba escondida debajo de su cama como método para tranquilizarse, pero cuando la criatura acerco su mano esquelética hacia ella con intenciones de tocarla, Catherine empezó a gritar con todas sus fuerzas haciendo que la criatura aparte su mano de manera brusca y se aleje de ella arrastrándose por la cama, la criatura abrió su boca haciendo un ruido raro como si estuviera gritando, creando así un sonido tan fuerte con la combinación de los dos gritos al unísono.
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Los reyes se despertaron asaltados al escuchar los fuertes gritos de su hija, se miraron entre ellos y negaron al mismo tiempo como si estuvieran de acuerdo en estar irritados por el comportamiento de su hija.
—Si hubiéramos tenido un hijo, nada de esto sucedería—se quejó el rey de forma amarga.
—Si fueras un padre más presente en la vida de Catherine, esto no sucedería—reclamo la reina molesta, ya que desde que Catherine nació, su esposo fue distante con ella por el capricho de querer un bebé varón.
—Ya te había aclarado que esto sucedería si nacía una niña, por lo menos ve rezándole a los dioses que busque a un príncipe de alta altura para que su título real sirva de algo.
La reina decidió no decir más nada, ya sabía que siempre cuando hablaban del mismo tema de conversación, terminaba en las mismas discusiones y en los mismos dolores de cabeza, entonces para evitar que eso suceda, decidió no hablar más y preferir el silenciar su propia voz.
˚ · .˚ ༘🦋⋆。˚
Una vez que a la de rizos castaños le dolía la garganta de tanto gritar, se calló, viendo así como la criatura esquelética también cerraba su boca para dejar de soltar esos ruidos extraños, se quedaron mirando el uno al otro un par de minutos hasta que ambos extendieron sus manos al mismo tiempo, y al ver la acción del contrario, se asustaron y dejaron de extender sus manos. Catherine tragó saliva y se sentó en el borde de la cama para quedar un poco más cerca de la criatura, la cual, al ver como Catherine se movía, empezó a retroceder más en la cama.
—Tranquilo, no te are daño, solo soy una niña... Pero tampoco me hagas daño a mí, porque tú si puedes hacerlo, eres más grande que yo y más tenebroso—decía intentando sonar calmada para no espantar a la criatura, la cual ladeo la cabeza al escucharla—me llamó Catherine, este es mi cuarto y es aquí donde vivo—habló esta vez con más confianza, haciendo que la criatura se acerque a ella rápidamente provocándole nerviosismo a la pequeña. La criatura solamente la inspeccionaba, y despacio, acercó uno de sus esqueléticos dedos para tocar su mejilla y rápidamente apartó su mano asustado y tembló un poco, cosa que dejó confundida a la castaña—Oye... Dije que no te are daño, soy pequeña, ¿Cómo puedo hacerte daño?—se quejó, ya que no le gustaba que la criatura la vea como alguien peligrosa.
El esqueleto se deja de cubrir y volvió a tocar su mejilla con su dedo algo tembloroso, haciendo que hasta sus huesos hagan pequeños ruidos por el chocar de los mimos, pero al ver que Catherine no le hacía nada, tomo sus mejillas con ambas manos esqueléticas y luego tomo sus cabellos rizados de color castaños.
—¿Ves? No muerdo—dijo sonriendo al ver que la criatura se notaba fascinada por la anatomía de esta—aunque tú tampoco pareces morder—dijo más que nada para sí misma antes de tomar ambas manos de la criatura para comprobar cómo era la sensación de tocar sus huesos expuestos que tan raros se les hacía, pero sus manos de esqueleto solo temblaban por la repentina acción—wow... Se siente raro...
La criatura dejó de temblar y está vez se sintió más en confianza, el esqueleto tenía sus cuencas vacías posadas en las manos de la niña. Con su mano, señaló las curitas que cubrían las heridas de la pequeña, heridas echas por lo que pasó en el accidente a la hora de la cena. La criatura no entendía para qué servían, por eso se las señaló curioso, mientras tenía su cabeza ladeada.
—¿Estás?, Son curitas, sirven para curarte de alguna herida, y tiene esos dibujos de mariposas porque me gusta dibujarlas para que queden lindas—explicaba mientras mostraba bien sus manos para que la criatura vea fascinada aquellas curitas qué tal y como dijo la pequeña, tenía dibujos de mariposas—¿Quieres alguna?—pregunto haciendo que la criatura asienta rápidamente, contento.
Catherine sonrió al ver cómo la criatura estaba interesado en tener algo que para ella era tan simple y con poco valor. La niña de rizos castaños se levantó para abrir su mueble de madera, donde tenía sus cosas guardadas, y al hurgar un poco, encontró una curita que tenía el dibujo de una bella flor de color amarilla, con cuidado se acercó a la criatura y puso aquella bandita alrededor del dedo índice esquelético de la criatura.
—Listo, ¿Te gusta?—pregunto viendo como la criatura miraba su dedo con su boca abierta. La pequeña no entendía si hacía eso como una expresión de felicidad, o de que no le gustaba para nada, pero optaba por creer más la primera, ya que no dejaba de ver el objeto—veo que si—dijo riendo leve, pero sus risas se detuvieron al escuchar los pasos de alguien acercándose—¡Rápido, escóndete!, ¡Deben ser uno de mis padres!—dijo rápidamente entre susurros. La pequeña tomó la mano de la criatura para indicarle su escondite, mientras el contrario se encontraba confuso—escóndete aquí—mandó y la criatura no dudo en seguir la orden al no entender lo que sucedía.
—Catherine, ¿Por qué gritaste?—pregunto la madre de la pequeña niña de rizos, una vez que se encontraba en la habitación de la pequeña son sus brazos cruzados. Claramente, estaba molesta con su hija por aquellos gritos.
—Bueno... Perdí el equilibro y caí—mintió la pequeña, mientras intentaba no estar nerviosa. Catherine dio algunos pasos hacía la derecha para alejarse de la cama donde estaba aquella criatura esquelética escondida, escuchando y mirando de manera sigilosa lo que ambas hablaban.
—¿Y hacía falta que todo el reino se entere de que te caíste?. Deja de gritar así y compórtate como una niña grande Catherine, tienes ya suficiente edad como para andar gritando o llorando por idioteces.
—Perdón mamá... Pero... Si escuchaste que grite, ¿Por qué no viniste a verme?—pregunto mirándola, pero su madre aparto la mirada.
—Ya suponía que era una idiotez por la que gritaste, siempre gritas por todo—se excusó de una manera muy mala, ya que ni su hija de seis años creía aquellas palabras envenenadas por una asquerosa mentira—no vuelvas a gritar por alguna estupidez, tu padre y yo estamos bastante cansados y ya causaste muchos problemas.
Catherine asiente, haciendo que su madre salga de aquella habitación para volver a dormir tranquila y sin pensar en sus palabras crueles y dolorosas, como siempre, las palabras de aquella soberana siempre eran así para la pobre niña que intentaba no pensar mucho en eso, la niña solo se concentró en la criatura aquella que seguía escondida. Catherine se acercó a la cama y se puso de rodillas para buscar a su nuevo amigo ya mencionado.
—Hey, ya se fue, puedes salir—le aviso a la criatura, la cual, no dudo en salir de la cama para mostrar la gran diferencia de altura que había entre ambos—bueno... Creo que ya es hora de que vuelvas de donde vienes, no es seguro que estés aquí, hay muchos guardias—le explicaba, mientras se acercaba a la ventana y volteó su rostro para ver a la criatura que solo se quedaba en el mismo lugar mirándola con sus cuencas vacías, parecía como si no quisiera irse de allí—somos amigos ahora, puedes venir cuando quieras, pero ahora debes irte.
El esqueleto siguió mirando a Catherine por un rato, aun sin moverse, pero luego camino hacia la ventana y le echo una última mirada a la pequeña de rizos castaños por un momento, antes de salir de un salto y aterrizar sin problema en el suelo, la criatura corría hacia aquel lugar que Catherine desconocía y siempre tuvo curiosidad por conocer.
(...)
Catherine de nuevo estaba frente la ventana, cepillándose el cabello castaño y rizado que tanto la identificaba, mientras miraba a los niños jugando a través del cristal, aunque esta vez no estaba con sus habituales pensamientos, lo que paso anoche es lo único en lo que pensaba, ya que no sabía si fue real o un producto de su sueño, cosa que dudaba un poco, ya que el regaño de su madre es muy real. Sus dudas se fueron descartando por completo al ver un árbol desolado donde se asomaba levemente un cráneo de cuencas vacía que la miraba directamente a ella. Catherine sonrió y sacudió su mano en modo de saludo, en lo cual, después de un rato, terminó recibiendo el mismo gesto por parte de la criatura.
—Catherine, ¿Por qué no estás en tus prácticas?—pregunto la voz de su madre que estaba en el marco de la puerta cruzada de brazos, justamente de la misma forma que ayer, como si quisiera dar a entender que aún seguía molesta con su hija o que siempre lo estaba, porque siempre estaba de aquel modo que producía algo de miedo a la pequeña.
La pequeña se sobresaltó un poco y la miró con una pequeña mueca—ya voy mamá, solo me estaba preparando.
—Pues prepárate rápido, tu abuela no tiene todo el día—y al decir eso, su madre se fue, haciendo que la pequeña baje su mirada y deje el peine de marfil en su mesita.
La pequeña estaba caminando a la salida, pero al escuchar el ruido de la ventana, miro justamente en aquella dirección para saber de que se trataba, viendo así a su amigo esquelético entrando por la ventana de forma rápida para que no lo descubran.
—¡¿Qué haces?!, ¡Vete ya!—se quejaba la pequeña en susurros para que su madre no vuelva. Se acercó a la criatura, la cual, al ver a su amiga, tomó uno de sus mechones castaños con sus dedos esqueléticos los cuales Catherine apartó con delicadeza—hey, en serio debes irte, puede que te descubran—seguía insistiendo, pero al escuchar la voz de su madre llamándola desde los pasillos del palacio, rápidamente se alejó de la criatura para salir de la habitación e ir con ella algo nerviosa por el miedo de que su mamá o algún guardia descubra a la criatura.
—Catherine, no volveré a repetirlo, ve ahora mismo a tus lecciones—dijo su madre firme y teniendo una expresión de molestia, ya que era la segunda vez que tenía que repetírselo
—Si madre... Enseguida—dijo Catherine, y con pasos temblorosos, se encaminó a donde estaba su abuela esperándola, seguramente igual de molesta por tardar en ir a sus lecciones, o esperándola para quejarse de ella por la más mínima cosa.
El día fue bastante estresante para la pequeña de ojos miel, quien mientras hacia sus prácticas, de vez en cuando debía de mirar las cortinas de la ventana, ya que su amigo, la criatura esquelética, se asomaba por aquellas cortinas para verla y saludarla con un gesto de mano, cosa que ponía aún más nerviosa a la pequeña princesa al pensar que su abuela, que estaba sentada mirando atentamente los movimientos de la pequeña, viera a la criatura.
—Catherine, deja de estar en las nubes y has bien las cosas—le regaño su abuela como por tercera vez, haciendo así que cada vez la voz de la anciana sea aún más ruda para la pequeña.
—Sí... Lo siento abuela—se disculpó la pequeña por tercera vez también, aunque seguía desconcentrada por sus nervios.
Luego de las prácticas, ya era hora de la cena. La pequeña caminaba por los pasillos para ir hacia el comedor, mientras miraba como la criatura se movía de un lado a otro para esconderse, siguiendo cada paso de Catherine, cosa que seguía haciendo poner de los nervios a la de rizos castaños. Aun cuando la pequeña le susurraba a aquella criatura que se vaya o se detenga, la criatura hacía caso omiso.
—Esta vez intenta no cortarte Catherine—dijo su padre con su típico tono frío. No miraba a la pequeña, no miraba a nadie, solo miraba la comida que se llevaba a la boca—y también intenta mejorar en tus prácticas, a tu abuela no le gusto para nada las lecciones de hoy.
—Está bien papá—dijo Catherine mientras cortaba su comida con cuidado, pero buscaba con la mirada a la criatura que no encontraba, hasta que sintió un roce en su pierna, haciendo que mire por debajo del mismo objeto, encontrándose así con aquellas cuencas vacías y profundas. Rápidamente, volvió a su postura normal para que sus padres no la vean de forma sospechas por aquel comportamiento extraño que estaba teniendo, pero todo fue en vano al tirar su cubierto y luego su plato con torpeza a causa de los nervios. La pequeña miraba atentamente como aquel objeto frágil caía en cámara lenta hasta llegar al suelo y romperse en muchos pedazos que se esparcía por todos lados. No se sobresaltó para nada al escuchar el chirrido de una silla moverse de manera brusca, ni tampoco intento huir al escuchar unos pasos acercándose a ella, aun sabiendo perfectamente el porqué se acercaban, pero solo cerro sus ojos esperando aquel golpe que seguramente le ara llorar unas horas.
La pequeña abrió sus ojos al escuchar el grito de su padre y sus pasos retroceder, no entendía por qué tuvo esa repentina reacción, hasta que lo entendió perfectamente al ver a su amigo esquelético parado a su lado con dos pedazos rotos del plato, pareciera como si intentará unirlos de nuevo.
—¡Guardias! ¡Guardias!—gritaba la reina de forma alterada al tener miedo de aquella cosa hecha de huesos. Los guardias no tardaron en ir con ellos por el llamado de la soberana, pero se quedaron en un estado de shock al ver aquella criatura que parecía ser sacada de un cuento de hadas, era difícil de creer lo que estaban viendo, pensaban que solo era producto de su imaginación o alguna pesadilla de la cual ahora deseaban despertar.
—¡¿Qué esperan?!—grito el rey mientras algunas gotas de sudor caían por su frente—¡Mátenlo!.
Los guardias salieron de su shock, y con sus espadas ya listas, empezaron a correr hacia esa criatura para darle muerte. Catherine, que hace unos momentos estaba igual de perpleja, al no saber que hacer, se posicionó frente a su amigo para que no le hagan ningún daño. Los guardias se detuvieron enseguida al ver a la pequeña princesa.
—¡Esperen! ¡No le hagan daño!.
—¡Catherine apártate de esa cosa si no quieres que la criatura esa o los guardias te maten!—grito su padre molesto al ver que su hija estaba haciendo lo que para él era una gran estupidez.
La pequeña de ojos miel iba a hablar, sin embargo, no se le fue posible, ya que la criatura la cargo entre sus esqueléticos brazos para empezar a correr de forma bastante rápida hacia la salida de aquel lugar. Los reyes gritaron el nombre de la niña estando bastantes histéricos. Guardias empezaron a correr para intentar atrapar a la criatura, la cual ágilmente los esquivaba y seguía corriendo sin soltar a la de cabellos rizados, aun cuando la misma gritaba que se detuviera o la dejase. El exterior del castillo se llenó de gritos al ver a la criatura que seguía corriendo para escaparse de aquellos guerreros que aun sin rendirse los seguía, aunque poco a poco se iban deteniendo del cansancio. La criatura, una vez que salió por completo del reino, se adentró al bosque para que su rastro se pierda por completo y los gritos de Catherine sean menos audibles para los guardias.
—¡Ya bájame!—siguió gritando Catherine—¡¿Por qué hiciste eso?!, ¡Tengo que volver!.
Catherine miró a la criatura con lágrimas en sus ojos, pero solo vio como la criatura ladeaba la cabeza con confusión, ya que pensó que estaban escapando juntos y no quería dejar de verla por culpa de aquellos que querían matarlo.
—Esto está mal, tengo que volver a mi casa, ¿Si?, Necesito volver.
La criatura bajo a la pequeña, pero tomo su mano y empezó a caminar aun más adentro del bosque, haciendo así que Catherine termine siendo llevada, aunque intentaba quedarse quieta o quitar la mano del contrario para que la soltara.
—¡Hey!, ¡En serio debo volver!—siguió quejándose, pero se detuvo al mismo tiempo que la criatura al ver algo que hizo que sus ojos se iluminen—son... Flores...—murmuro al ver un gran acúmulo de inflorescencia que la rodeaba y no presto atención. Al sentir que la mano de su amigo criatura la soltó, no dudo en acercarse a las flores para tocarlas y sentir su aroma. Sintió como su corazón empezó a latir con fuerza en su pecho por alguna extraña razón.
¿Eso era la felicidad?, ¿Por eso sonreía?.
Hasta el pensar que estaba sintiendo felicidad la volvía aún más feliz. Aquello era una sensación extraña para ella, aun teniendo seis años, vivió toda su infancia con un vacío, no sabía que era lo que le faltaba, hasta que lo conoció...
Los ojos miel de la pequeña se posaron en la criatura que estaba de pie, mirándola atentamente, como si estuviera esperando algo, y por alguna razón, Catherine entendió que era ese algo que esperaba. Era una decisión difícil y complicada que hacían poner nerviosa a la de rizos castaños.
Pero quería seguir.
Quería seguir sintiendo esos golpes en el pecho por parte de su corazón, quería seguir sonriendo, quería seguir sintiendo ese libramiento en su piel, quería seguir viendo cosas tan comunes como aquellas flores blancas que seguía tocando.
Tal parece que su decisión fue tomada. Sus ojos miel se posaron en las cuencas vacías de aquel ser hecho de huesos y su cabeza se movió para asentir, dando así su respuesta final.
—Está bien, estaré contigo, iré contigo a donde vayas para que nos hagamos compañía mutuamente, para que ninguno de los dos se sienta solo y sufra en la horrible soledad, yo iré contigo, y aunque eso signifique que me puedan castigar... Me niego a dejarte solo, o a dejarte morir en este caso, después de todo, ahora somos amigos—dijo la pequeña de rizos castaños como juramento. Ella extendió su mano hacia la criatura, la cual, no entendió esa acción—debes tomar mi mano, será como una promesa, o un juramento—explico, y miro atentamente como la mano esquelética de aquel ser se acercó a la mano a la suya hasta tomarla, haciendo así, que ambos terminen por aceptar aquella promesa.
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