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Corona De Luciérnagas

Capitulo 2

Sabía a qué se refería con eso, pero prefirió hacerse el tonto para no recibir una golpiza o algo peor que eso. Ya le había pasado una vez cuando demostró ser mas inteligente que él y su hija de diecisiete años, lo hizo lamer la mierda de caballo que quedaba en las botas del cuidador que era un sirviente. No quería pasar esa clase de cosas que le hacían querer odiar más la vida. Su amo le señaló un trineo que era de metal con una cuerda que estaba repleta de púas y agujas, haciéndole señas para que tirara de él como si fuese una clase de animal el que estaba de frente y no un niño como era realmente. Comenzó a tirar de el con cuidado mientras su amo caminaba la bajada de una colina, pero al llegar a la subida que los llevaría de vuelta al pueblo, su amo se subió al trineo y le dio con un látigo para que avanzara lo más pronto posible. Intentó subir con todas sus fuerzas, logrando avanzar siete pasos largos, pero con un dolor inmenso por las agujas que se clavaron tan profundamente en sus hombros y manos, mientras que las púas le rasgaban la piel poniéndola al rojo vivo, llenándose de sangre por ello.

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Las miradas juzgadoras habían comenzado, todos los pueblerinos salían de sus casas para observar como tiraba con sus pocas fuerzas el trineo con su amo en él. Empezaron a criticar al amo, aunque eso no le ayudaba, algunos le miraban con pena y tristeza. Sabía la verdad sobre todos ellos <> pensó, pero sabía que todos los seres humanos eran como monedas, no por lo valiosas, sino por lo doble caras. No podía esperar menos de la gente rica y adinerada, con sus ropas siempre nuevas y limpias de diseñadores, sus mansiones de lujo, repleta de esclavos, sirvientes y mayordomos. Los únicos que no sufrían tantas humillaciones como ellos, eran los cocineros que contrataban y las sanadoras. Una mujer de avanzada edad se acercó para ayudarle a empujar el trineo. El peso tan grande desapareció de un momento a otro, haciendo que llegara más rápido de lo que esperaba a la mansión más lujosa del pueblo. Quiso agradecer a la señora que se había tomado parte de su tiempo y esfuerzo en ayudarle con su trabajo, pero al voltear no había nadie más que el amo.

-Me impresionas cada vez más… Rata inmunda… - comenzó a decir su amo a regañadientes, como si no le gustara admitirlo – Se ve que has crecido y con ello té has vuelto cada vez más fuerte, ahora ve por mi querido caballo pura sangre.

- Si mi amo... – dijo Tristán con una voz apagada y átona.

- ¿Te atreves a hablarme de vuelta? – dijo mientras tocaba con su mano el látigo.

Tristán se preparó para recibir el impacto, pero llegó el mayordomo para vestir al amo, guiñándole a Tristán y señalándole la puerta de la cocina en donde se encontraba la mujer que hace un momento le había ayudado, corriendo sin hacer ruido para darle las gracias. Su amo ya estaba lo suficientemente lejos como para observarlo, la mansión era de madera de pino, con decoraciones de oro, siempre estaban los jardines verdes y con gardenias por ser las favoritas de la familia. Sus ojos se encontraron con los de la anciana, pero no paso mucho tiempo para que llegara la sanadora Ágata junto con sus herramientas de trabajo.

-Abuela, te agradezco por ayudar a mi pequeño amigo, pero si el amo te hubiera visto… hubiera caído el mismo infierno en Tristán…- dijo Ágata con seriedad mientras hablaba con la mujer mayor.

-Así que ese es su nombre, ¡Un placer conocerte Tristán! Mi nombre es….

Antes de que acabara de hablar, la sanadora le cerró la boca con un trapo limpio mientras él se quedaba confundido por la situación. Ellas se dieron cuenta de eso, pero la sanadora le escribió una nota para que supiera el contexto entre ellas.

Ella es mi abuela, vino de visita y el amo permitió que se quedara por esta semana.

Es la primera vez que viene a este lugar, por favor no le digas a nadie más que te ayudó hace un momento.

Sus ojos se pusieron en blanco al leer esa nota, pero eso explicaba el porqué estaba una sanadora en la cocina, era para curar a su abuela, no a él, eso estaba prohibido para todos, si alguien le ayudaba le hacían un castigo peor al que le ayudaba. Le agradeció a la señora lo más rápido posible para luego marcharse al lado de su amo, aunque su amo estaba listo para salir a celebrar junto con sus colegas. Sintió unas manos que le recorrían su espalda, bajaban cada vez más esas manos.

- ¿Cuándo será el día en el que me hagas tuya en una mañana como esta? – dijo una voz femenina que resultaba irritante, aun susurrando esa pregunta.

No hacía falta que volteara para ver de quien se trataba, las únicas que le hacían caricias eran la hija y la esposa de su amo.

-Nunca llegará ese día, señorita Clarisa. – se alejó lo más rápido de ella para alcanzar a su amo.

Clarisa era una mujer delgada con su tono de piel claro, aunque no era blanca o morena, parecía estar entre los dos. Sus muelas estaban podridas, pero sus dientes estaban derechos al igual que él, aunque él nunca tuvo un diente picado o podrido, no comía dulces o azúcar. Su cuerpo era delgado y con un busto grande, recordaba que siempre le repetía que era talla D sin haberle preguntado, pero era una persona horrible por dentro.

-Esclavo, ven ahora a menos de que te quieras quedar haciendo algún otro castigo.

Miró en frente de él para subir a la parte trasera se la carroza, al menos la vista era muy hermosa, pensó en las familias de un momento a otro, siempre quiso tener una familia en la cual pertenecer, pero todas las mujeres eran iguales, todas eran delicadas y con su mente llena de hombres guapos y musculosos. Él no quería una mujer común, quería alguien con quien compartir todos sus gustos, una mujer que no le importaran los modales y el qué opine la gente. Al reflexionar en ese tipo de cosas, comenzó a pedir a dios una señal para reconocer a su pareja y así no equivocarse de mujer.

-Dios, si es que me escuchas te pido que mi pareja cuando la encuentre, esté llena de lodo y tierra seca. – dijo mientras miraba al cielo.

Sus ojos se iluminaron al ver una mariposa lunar posando en su nariz, eso significaba que si le había escuchado y que lo cumpliría. Ese mensaje fue suficiente para que se pusiera tan feliz en ese momento.

- ¡Gracias, gracias, gracias! - dijo con tanta emoción. – No te pediré nada para mí, pero protege a mi pareja de todo mal que le intente hacer daño.

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Capitulo 3

Llegaron a un burdel el cual era un edificio de tres pisos, pero en su interior no había habitaciones, solo cortinas transparentes de todos lo colores en las cuales se encontraban los clientes de ese lugar, se podía ver todo lo que estaba pasando en ese momento, viera donde viera solo podía ver cuerpos desnudos de pies a cabeza empapados de sudor, podía escuchar como esas mujeres y algunos hombres suspiraban y se quedaban sin aliento mientras eran embestidos tan fuertemente. Por un momento ese olor tan peculiar que dejaban las personas antes y después de excitarse le comenzaron a marear, no podía soportar ese olor para nada, los cuerpos al desnudo le daban asco, quería salir corriendo de ahí en ese preciso momento, aunque eso significara tener un castigo de parte de su amo. Volteó su mirada a su amo, pero ya estaba como todos ahí, con una chica que parecía un año mayor que él, odiaba la idea de que una niña estuviera trabajando en ese tipo de lugares… Acaso… ¿Él era el único que lo veía mal?, su amo le lanzó dinero sin avisar, cosa que era muy rara de parte de él.

-Pásala bien con quien quieras, elige cualquier puta que quieras cogerte este día hasta el anochecer. – Dijo gritando de alegría mientras gozaba de tres mujeres a la vez.

No tuvo otro remedio más que aceptar el dinero y actuar como si estuviera emocionado por buscar a una persona solo para eso. Una mujer que llevaba una máscara de porcelana y pintada de una muñeca se le acercó, tenía un vestido de fiesta color rojo y con encajes color negro. Su voz era muy dulce e hipnotizante, pero no podía escucharla muy bien por los ruidos del lugar.

-Disculpe señorita, no le escucho bien por el ruido...

Ella se agachó inmediatamente al escuchar esas palabras. - Dije que yo estaba libre, si estás aquí es por los servicios que ofrecemos en este lugar.

 Observó sus manos en donde tenía las monedas, pero estaba seguro de no querer los servicios que tenían esas personas. Asintió a la mujer con una sonrisa, pero la llevó afuera del edificio para poder caminar tranquilamente.

-Escuche lo que le diré, le pagaré al final lo que pida, pero no quiero esos servicios para nada. - dijo mientras veía a la mujer. - Lo que vamos a hacer será caminar en este lado del pueblo y comeremos algo, tengo hambre, no he comido en días.

La mujer se sintió preocupada por ese pequeño, le observó por unos segundos para entender.

- ¿Dónde están tus padres? – salieron sus palabras entrecortadas por sus ganas de llorar. -Si quieres comer algo… yo te invito, pero no tienes que pagarme por pasar tiempo contigo de esta manera… ¿Está bien?.

Sus ojos se iluminaron al escuchar la invitación para comer después de tanto tiempo. Tanto era su deseo de comer algo que la llevó al primer puesto de comida que encontró, era un puesto que vendía sopa y guisados de carne de pollo, pero la mujer con la máscara seguía llorando y sonriendo al ver a ese pequeño tan feliz.

-Podemos comprar eso de ahí, ¿verdad? - decía emocionado mientras sostenía de la mano a esa mujer.

Pero ella no dijo ni una sola palabra, solo caminó al puesto para poder pedir una sopa y un pollo rostizado para el pequeño que para ella era un huérfano y vagabundo sin lugar a donde ir. Las personas que estaban alrededor del puesto parecían conocer bien a la mujer, tanto que le llamaban por su nombre y pedían que se quitara la máscara que llevaba puesta. El cabello de la mujer era rubio y entrenzado. Cuando dejó ver su cara, pudo ver que era una cara muy fina, pero su cara estaba algo desfigurada, su labio estaba partido, como si alguien le hubiera arrancado esa parte que faltaba en sus labios rosas. No quiso preguntar la razón de esa desfiguración en su rostro para no incomodar a la dulce mujer, pero ahora sabia el porqué de la máscara. El dueño del puesto de comida pudo ver la cara de curiosidad del pequeño, así que se acercó lentamente a su lado y comenzó a explicarle la razón.

-La señorita Camila tiene una enfermedad llamada ´´noma´´, fue contagiada por un hombre que la quería solo para él, por su locura ese hombre se contagió de un niño en muy malas condiciones para así contagiarla a ella. – miró a la mujer de reojo y continuo. – Ella es muy protegida por este lado del pueblo, quien es su amigo es nuestro amigo, pero si es enemigo… Se convierte en el nuestro, ese hombre fue asesinado por nosotros…

-Deja de contarle eso al pobre niño, él es bueno y es un amigo

Tristán se quedó traumado, se podía ver en su cara, pero actúo como si hubiera escuchado muchas historias de terror. La mujer se acercó para jalarlo y darle su comida.

-Me llamo Camila Herrero de Ignacio, mi familia es dueña de un bar y una cafetería para todo público, ¿Qué me cuentas de ti? – dijo mirándolo con una sonrisa.

-Soy Tristán Firefly, me pusieron ese apellido por que me siguen las luciérnagas a donde quiera que vaya, las puedo ver en las noches y jugar con ellas, mi familia me vendió a mi amo…

-Así que fue ese tipo el que te hizo daño… ¿Cómo se llama tu amo, puedes decírmelo? - decía mientras hacía señas a las personas, inmediatamente todos se callaron.

-Bueno, realmente no me deja llamarlo por su nombre o incluso nombrarlo, la ultima vez que lo dije me dejó dentro de un cofre que tenía lagartijas.

- ¿Hay algo con lo que se pueda identificar a tu amo?... Debes decírmelo.

-Es el más rico de todo el pueblo, tiene la mansión más lujosa y bonita, ¡además de que es muy pero muy obeso! – dijo con toda la sinceridad de su corazón.

Ella hizo otra seña, pero él no le tomó importancia y comenzó a comer tan desesperado. Sus lágrimas salían por el manjar que era volver a comer, su estómago comenzó a gruñir mientras su fuerza volvía junto con su energía.

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Ya había llegado la noche, tenían que regresar al burdel para continuar cada quien con lo suyo. Su amo se estaba vistiendo para marcharse de ese lugar, Camila estaba con su mascara otra vez aun después de haber estado sin ella durante todo el día. Él se despidió con un abrazo algo débil para despedirse de ella.

-Tristán, te traje para divertirte no para enamorarte de cualquier puta que encuentres por aquí. – dijo su amo mientras lo jalaba de regreso al carruaje.

Capitulo 4

El pasillo era oscuro, se podía oír la madera crujir con cada paso que daba, se sentía más pesado de lo normal por haber comido tanto. Sus ojos estaban atentos a cualquier movimiento que pasaba a su alrededor, necesitaba salir lo antes posible de la casa antes de ser encontrado por la esposa de su amo, podía oír esa respiración arriba del techo, al menos tendría la oportunidad de la ventaja al momento de correr directo a la salida. Una vez más… las pisadas se hacían mucho más cercanas a él, estaba a punto de correr lo más lejos posible, pero ya era tarde para eso… una mano delgada le tomó del hombro, estaba justo detrás de su espalda ahora mismo. No tuvo la valentía de aguantar las lágrimas que le recorrían todo su rostro. Estaba llorando por el miedo de ser tocado por esa mujer, pero esa mano nunca bajó un solo centímetro. Miró hacia arriba para encontrarse cara a cara con la esposa de su amo, pero no encontró esa cara en ningún lugar, únicamente encontró la cara de una anciana, sus ojos al igual que sus acciones se aliviaron al ver a la abuela de la sanadora. Pero no podía bajar guardia tan rápido, así que se alejó de la mujer mayor lo más pronto posible para irse al bosque a dormir. Sabía que no estaba seguro en esa mansión estuviese donde estuviese, pero la abuela lo detuvo y le puso en sus manos una piruleta de gran tamaño con un color blanco y rayas rojas. Sé confundió un poco por el obsequio de la señora, pero ella solo le hizo señas con su mano de que se callara y se fuera.

-Cómetela en donde quieras y cuando quieras, es tuya. – dijo susurrando mientras se iba a la habitación de invitados.

Se quedó de pie por un momento, pero recobró el sentido y siguió su camino a la puerta principal. Pero no podía encontrar una razón por la cual alguien le diera una paleta sin conocerse en absoluto. Con la señorita Camila era diferente, por que eran casi del mismo mundo, solo que ella ganaba dinero y no le pegaban hasta sangrar.

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Ya era de día, el bosque estaba tranquilo al igual que los animales que habitaban ahí. Vio la piruleta de reojo por un corto tiempo, no sabía lo que podría tener ese dulce, tal vez estaba hecha de cosas repugnantes o estaba caducada… Incluso podía contener veneno o alguna droga mortal. Cualquiera que fuera la verdad, no hubiera sido la primera vez que lo hicieran. No caería en la trampa otra vez. Caminó directo a la mansión antes de que viniera otra vez su amo por él, corrió lo más rápido que podía, pero era difícil correr con una pierna rota. Podía sentir como sus huesos crujían y se despegaban cada vez más de su lugar, pero no podía darse el lujo de tardarse un segundo más, traía aún la piruleta en la mano por si acaso la mujer era buena y no como los demás. Estaba empapado de sudor, pero pudo llegar a tiempo para despertar con unas cuantas campanadas a toda la servidumbre de la mansión, lo único que tenía que hacer era tirar de una cuerda roja que se encontraba en la cocina, pero siempre era aplastada por el perro de la casa, era un Mastín Tibetano, un cachorro que le gustaba jugar con lo que usaba de ropa cada que le veía.

-No me rompas mi costal de favor… No tengo más. - dijo mientras tiraba de la cuerda.

Al sonar las campanillas el perro despertó sin emoción, pero al oler a Tristán comenzó a lamerle y querer jugar con el niño. El cachorro comenzó a morder los pies descalzos del pequeño para qué jugará con él, pero lo único que logró fue que Tristán se irritara más de lo que ya estaba en ese momento, sintiendo presión por ello, comenzó a tener un ataque de ansiedad muy fuerte.

-Calma, solo es un cachorro... No sabe que te duele todo el cuerpo...- Pudo sentirse más ansioso de lo normal.

Solo se comenzó a rascar el pecho y la espalda hasta sacarse la sangre el mismo, empezó a gritar con desesperación mientras se rascaba y jalaba su propio cabello. Pudo oír al perro llorar por lo que estaba presenciando, no podía ayudar en nada, solamente era un perro. No tardó en llegar su amo al escándalo que estaba provocando por su ataque, solamente le dio una patada muy fuerte en su espalda, haciendo que tronara al instante. Él se detuvo tan repentinamente, el amo se alejó para ir a esperar el desayuno, pero Tristán fue gateando lentamente hasta tomarlo por los pies, sus manos esqueléticas subían con fuerza. Se quedó hincado, llorando y gritando, era algo insoportable, comenzó a rasgar el pantalón de su amo mientras intentaba subir más.

-¡HAGA QUE PARE.... QUE SE CALLE POR FAVOR!. - Gritaba mientras Tristán le comenzó a rasgar la piel con sus uñas delgadas y largas.

Ágata se acercó para amarrarlo de pies a cabeza, seguía moviéndose mucho, pero su abuela le ayudó para llevarlo al cuarto de ella hasta que se calmara.

-Sanadora, cure todas sus heridas para que no tenga ninguna excusa la próxima... Es una orden.

-Si señor David, pero tardará unos días en recuperarse por completo.- dijo mientras agarraba de los pies al pequeño.

Al amo no le importó quedarse sin esclavo por unos días, solo asintió y le dijo que le pagaría el doble por eso. No le gustó mucho la idea de curarlo y que al primer día de trabajar de nuevo, estuviera talvez peor de lo que estaba en esos momentos. Entendía por qué Tristán estaba al límite en todos los sentidos, necesitaba atención y buenas personas.

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Ágata ya estaba cansada por el trabajo, había estado odo el día atendiendo a Tristán. Cuándo se había calmado por completo, lo que hizo fue querer bañarlo, pero tenía miedo y comenzaba a llorar y querer pegarle a ella con puños y patadas. Su abuela fue la única que logró acercarse y poder ayudarle a bañarse sin ser atacada, lo único que ellas notaron fue que alguien que vivía en esa mansión, abusaba de ese niño o que incluso tal vez era violado. Antes de que pensara en cómo saber quién era, su abuela utilizó magia para descubrir quien lo había hecho, pero no tenía mucha energía por no comer en todo el día, pero logró hacer una luz que comenzó a hablar.

-No fue solo una persona, son dos muje...-no pudo continuar por la poca magia que contenía su creadora.

Aún con esa información, podía comenzar a investigar, pero no sabía quiénes eran esas mujeres, había muchas sirvientas, cocineras y la familia que vivía en ese lugar. Tenía que sacarles la información de una forma que no sospecharan de algo. Tristán estaba cansado, podía ver qué estaba tratando de irse, su abuela lo quiso llevar a dormir, pero él se resistió y se agarró de la mesa en dónde dejaba sus hierbas medicinales. Al final accedió a dormir con su abuela con la condición de que ella no se le acercara al dormir, amenazando que si se acercaba le golpearía muy fuerte en el estómago. Pudieron lograr que durmiera en una cama y no en el bosque.

-Abuela... Tú tienes mucho dinero, podrías comprarlo y cuidarlo como lo hiciste conmigo.- dijo con una voz dulce mientras acariciaba la cabeza de Tristán.

-Puedo intentarlo, pero si no acepta no podré hacer nada. Por ahora duerme y recupera tus fuerzas.

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Después de tanto tiempo durmiendo en el frío, pudo sentir la calidez de unas cobijas y tener ropa, aun si era demasiado grande para él, era suficiente, despertó cuando eran las doce de la noche. No sabía que hacer, estaba cosido en muchas partes de su cuerpo, cada vez que movía alguna extremidad le dolía demasiado, pero no sé sentía seguro en esa casa, ya estaba comprobado que la anciana era buena, pero su nieta era reservada y nada social, daba miedo cuando se acercaba a un lugar o estaba presente en dónde se encontraba él. No podían confiar en ella del todo.

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