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Corona De Luciérnagas

Capitulo 4

El pasillo era oscuro, se podía oír la madera crujir con cada paso que daba, se sentía más pesado de lo normal por haber comido tanto. Sus ojos estaban atentos a cualquier movimiento que pasaba a su alrededor, necesitaba salir lo antes posible de la casa antes de ser encontrado por la esposa de su amo, podía oír esa respiración arriba del techo, al menos tendría la oportunidad de la ventaja al momento de correr directo a la salida. Una vez más… las pisadas se hacían mucho más cercanas a él, estaba a punto de correr lo más lejos posible, pero ya era tarde para eso… una mano delgada le tomó del hombro, estaba justo detrás de su espalda ahora mismo. No tuvo la valentía de aguantar las lágrimas que le recorrían todo su rostro. Estaba llorando por el miedo de ser tocado por esa mujer, pero esa mano nunca bajó un solo centímetro. Miró hacia arriba para encontrarse cara a cara con la esposa de su amo, pero no encontró esa cara en ningún lugar, únicamente encontró la cara de una anciana, sus ojos al igual que sus acciones se aliviaron al ver a la abuela de la sanadora. Pero no podía bajar guardia tan rápido, así que se alejó de la mujer mayor lo más pronto posible para irse al bosque a dormir. Sabía que no estaba seguro en esa mansión estuviese donde estuviese, pero la abuela lo detuvo y le puso en sus manos una piruleta de gran tamaño con un color blanco y rayas rojas. Sé confundió un poco por el obsequio de la señora, pero ella solo le hizo señas con su mano de que se callara y se fuera.

-Cómetela en donde quieras y cuando quieras, es tuya. – dijo susurrando mientras se iba a la habitación de invitados.

Se quedó de pie por un momento, pero recobró el sentido y siguió su camino a la puerta principal. Pero no podía encontrar una razón por la cual alguien le diera una paleta sin conocerse en absoluto. Con la señorita Camila era diferente, por que eran casi del mismo mundo, solo que ella ganaba dinero y no le pegaban hasta sangrar.

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Ya era de día, el bosque estaba tranquilo al igual que los animales que habitaban ahí. Vio la piruleta de reojo por un corto tiempo, no sabía lo que podría tener ese dulce, tal vez estaba hecha de cosas repugnantes o estaba caducada… Incluso podía contener veneno o alguna droga mortal. Cualquiera que fuera la verdad, no hubiera sido la primera vez que lo hicieran. No caería en la trampa otra vez. Caminó directo a la mansión antes de que viniera otra vez su amo por él, corrió lo más rápido que podía, pero era difícil correr con una pierna rota. Podía sentir como sus huesos crujían y se despegaban cada vez más de su lugar, pero no podía darse el lujo de tardarse un segundo más, traía aún la piruleta en la mano por si acaso la mujer era buena y no como los demás. Estaba empapado de sudor, pero pudo llegar a tiempo para despertar con unas cuantas campanadas a toda la servidumbre de la mansión, lo único que tenía que hacer era tirar de una cuerda roja que se encontraba en la cocina, pero siempre era aplastada por el perro de la casa, era un Mastín Tibetano, un cachorro que le gustaba jugar con lo que usaba de ropa cada que le veía.

-No me rompas mi costal de favor… No tengo más. - dijo mientras tiraba de la cuerda.

Al sonar las campanillas el perro despertó sin emoción, pero al oler a Tristán comenzó a lamerle y querer jugar con el niño. El cachorro comenzó a morder los pies descalzos del pequeño para qué jugará con él, pero lo único que logró fue que Tristán se irritara más de lo que ya estaba en ese momento, sintiendo presión por ello, comenzó a tener un ataque de ansiedad muy fuerte.

-Calma, solo es un cachorro... No sabe que te duele todo el cuerpo...- Pudo sentirse más ansioso de lo normal.

Solo se comenzó a rascar el pecho y la espalda hasta sacarse la sangre el mismo, empezó a gritar con desesperación mientras se rascaba y jalaba su propio cabello. Pudo oír al perro llorar por lo que estaba presenciando, no podía ayudar en nada, solamente era un perro. No tardó en llegar su amo al escándalo que estaba provocando por su ataque, solamente le dio una patada muy fuerte en su espalda, haciendo que tronara al instante. Él se detuvo tan repentinamente, el amo se alejó para ir a esperar el desayuno, pero Tristán fue gateando lentamente hasta tomarlo por los pies, sus manos esqueléticas subían con fuerza. Se quedó hincado, llorando y gritando, era algo insoportable, comenzó a rasgar el pantalón de su amo mientras intentaba subir más.

-¡HAGA QUE PARE.... QUE SE CALLE POR FAVOR!. - Gritaba mientras Tristán le comenzó a rasgar la piel con sus uñas delgadas y largas.

Ágata se acercó para amarrarlo de pies a cabeza, seguía moviéndose mucho, pero su abuela le ayudó para llevarlo al cuarto de ella hasta que se calmara.

-Sanadora, cure todas sus heridas para que no tenga ninguna excusa la próxima... Es una orden.

-Si señor David, pero tardará unos días en recuperarse por completo.- dijo mientras agarraba de los pies al pequeño.

Al amo no le importó quedarse sin esclavo por unos días, solo asintió y le dijo que le pagaría el doble por eso. No le gustó mucho la idea de curarlo y que al primer día de trabajar de nuevo, estuviera talvez peor de lo que estaba en esos momentos. Entendía por qué Tristán estaba al límite en todos los sentidos, necesitaba atención y buenas personas.

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Ágata ya estaba cansada por el trabajo, había estado odo el día atendiendo a Tristán. Cuándo se había calmado por completo, lo que hizo fue querer bañarlo, pero tenía miedo y comenzaba a llorar y querer pegarle a ella con puños y patadas. Su abuela fue la única que logró acercarse y poder ayudarle a bañarse sin ser atacada, lo único que ellas notaron fue que alguien que vivía en esa mansión, abusaba de ese niño o que incluso tal vez era violado. Antes de que pensara en cómo saber quién era, su abuela utilizó magia para descubrir quien lo había hecho, pero no tenía mucha energía por no comer en todo el día, pero logró hacer una luz que comenzó a hablar.

-No fue solo una persona, son dos muje...-no pudo continuar por la poca magia que contenía su creadora.

Aún con esa información, podía comenzar a investigar, pero no sabía quiénes eran esas mujeres, había muchas sirvientas, cocineras y la familia que vivía en ese lugar. Tenía que sacarles la información de una forma que no sospecharan de algo. Tristán estaba cansado, podía ver qué estaba tratando de irse, su abuela lo quiso llevar a dormir, pero él se resistió y se agarró de la mesa en dónde dejaba sus hierbas medicinales. Al final accedió a dormir con su abuela con la condición de que ella no se le acercara al dormir, amenazando que si se acercaba le golpearía muy fuerte en el estómago. Pudieron lograr que durmiera en una cama y no en el bosque.

-Abuela... Tú tienes mucho dinero, podrías comprarlo y cuidarlo como lo hiciste conmigo.- dijo con una voz dulce mientras acariciaba la cabeza de Tristán.

-Puedo intentarlo, pero si no acepta no podré hacer nada. Por ahora duerme y recupera tus fuerzas.

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Después de tanto tiempo durmiendo en el frío, pudo sentir la calidez de unas cobijas y tener ropa, aun si era demasiado grande para él, era suficiente, despertó cuando eran las doce de la noche. No sabía que hacer, estaba cosido en muchas partes de su cuerpo, cada vez que movía alguna extremidad le dolía demasiado, pero no sé sentía seguro en esa casa, ya estaba comprobado que la anciana era buena, pero su nieta era reservada y nada social, daba miedo cuando se acercaba a un lugar o estaba presente en dónde se encontraba él. No podían confiar en ella del todo.

Amor a primera vista.

No podía quedarse quieto por tanto tiempo, sentía muchas partes de su cuerpo entumecidas por estar acostado todo ese tiempo, era raro para su cuerpo la palabra descanso, nunca había estado en reposo por algo tan vergonzoso en su vida. Recordaba cada minuto el como se había comportado el día anterior, pero ya no podía hacer nada para cambiar ese momento, ahora sería uno de sus recuerdos más vergonzosos de su vida.

-Veo que has despertado ya.

Él solo pudo voltear su cabeza un poco, era la anciana. Observo que traía el desayuno en sus manos, pero no le vio importancia y siguió viendo al techo.

-Es para ti, no te vas a morir de hambre mientras yo esté aquí. - dijo mirando a Tristán.

-No lo necesito, te regañara el amo por eso.- dijo mientras se sentaba en la cama.- Luego de regañarte a mí me castigará con algo horrible y no tendré escapatoria.

La anciana se acercó para dejarle el desayuno en la cama, ella se veía muy feliz por eso, pero él solo pensaba en el castigo que tendría por comer un poco de eso. Decidió rechazar otra vez la comida, pero no verbalmente, solo se acostó esperando que se rindiera, aunque ella no se fue al instante, tuvo que hacerlo por la llamada de atención de su nieta.

-Abuela, ¿Qué crees que haces?, ¡harás que lo castiguen si sigues con esa actitud!.- miró a Tristán por un momento, sabía que necesitaba comer algo, pero tenía que convencer a su amo primero.- Te pido que perdones a mi abuela, ella no sabe todas las reglas de esta casa.

-No hay problema en eso, pero dile que no me moleste más, siento que se burla de mí...

No era lo que quería decir, pero si era lo que necesitaba decir para no meterse en problemas. La anciana se veía triste por esas palabras, solo buscaba cómo arreglar eso. Él se levantó de la cama y se fue cojeando por su pierna rota que tenía un yeso, era incómodo caminar de esa manera, pero así no dolía tanto el caminar. Ágata le alcanzó con una silla de ruedas de madera. Siempre llevaba una túnica negra y su máscara especial para no contagiarse de algo. Cuando se quitaba esas cosas, parecía de otro mundo por sus ojos tan únicos, pero sabía que eso quería decir que era una Wicka. Su pupila estaba rodeada de un amarillo brillante que dibujaba un sol, mientras que alrededor era un verde esmeralda,

-No necesito usar una silla, no debes ayudarme en nada...

-Puedo hacerlo en este lapso de tiempo, el amo lo permite solo para que no tengas pretextos.

-A la mierda... Solo mátame si me quieres ayudar en algo...- no bromeaba, quería morir en ese momento.

Lo subió a la silla a la fuerza, ella era muy fuerte a comparación de él. En unos cuantos segundos ya estaba sentado en la silla.

...****************...

Su amo se veía molesto por los rasguños, podía sentir su mirada asesina penetrando en él. Un gesto lo dijo todo, no quería verlo en esos momentos, pero necesitaba de él para alguna cosa. Podía sentir que no sería una tarea agradable, al menos no para él. Su amo se acercó con una sonrisa macabra, le llevó a una habitación que estaba decorada para una niña, había incluso juguetes para niñas. Era el antiguo cuarto de su hija, pero no sabía por qué llevarlo ahí, ese lugar estaba limpio en su totalidad.

-Ya que no me sirve un esclavo invalido, tendré que ponerlo como la niñera personal de mi pequeña sobrina de cuatro años.- dijo mientras salía de la habitación, dejando encerrado a Tristán.

Su amo tenía dos hermanos, a los dos los conocía al igual que sus hijos, pero todos eran grandes, la hermana de su amo estaba embarazada cuando él solo tenía tres años y apenas había llegado a la mansión. Sin duda la hija de esa mujer era de lo peor como toda su familia. El ser crueles lo tenían en la sangre, al igual que ser asquerosos y feos. Todos eran iguales, siempre engordando por qué no les gustaba mover un músculo a menos que fuera para hacer sufrir a otros. Pudo oír como se abría la puerta principal y personas subiendo hasta el tercer piso en dónde se encontraba él, no solo había venido su hermana, sino el otro también, eso significaba que habría siete chicos adolescentes, la hija de su amo y esa niña que iba a cuidar.

-Queridas sobrinas, les tengo un cuarto muy bonito y decorado, aunque también está el de la cama matrimonial.- se escuchaba decir a su amo.

Se abrió la puerta muy rápido, eran dos niñas, parecía que se llevaban por dos años, La más pequeña observo el cuarto y miró al amo con desprecio.

-¡No me gusta, exijo un cuarto más grande!.- La pequeña se comenzó a retorcer en el suelo y a hacer un berrinche.- ¡¡QUIERO EL CUARTO GRANDE!!

-Está bien mi pequeña sobrina, todo lo que quiera la pequeña Amelia segunda.- Dijo el amo mientras se la llevaba cargando a un cuarto para adultos.

Si la pequeña era así, ya se podía imaginar cómo sería la mayor, solo cerró los ojos para no ver su berrinche, no quería escucharla.

- Disculpa, eres mi niñera personal?...- dijo la pequeña con una voz tan dulce e inocente.

Abrió los ojos para verla, estaba llena de lodo y tierra, sus ojos parecían de un depredador, eran color azul claro, su cabello era negro como la noche, tenía unos colmillos largos y una piel bronceada. Su vestido era largo y color vino. Por un momento su alma se desprendió de su cuerpo, tan mala era su suerte incluso en el amor, tal vez no estaba destinado a estar con su pareja después de todo.

- Oye, ¿Qué te pasó?, estás muy pero muy flaco... Espera un segundo.

La pequeña se fue corriendo por su cofre en dónde tenía su ropa y cosas para sus días de vacaciones. Cerró la puerta con una llave, para ser una niña, tenía mucha fuerza. Sacó una bolsa de tela y se la lanzó sin avisar.

-Es comida.- esperó a que abriera la bolsa desde donde estaba.

-No puedo aceptarlo, me regañan si como algo de aquí.- dijo Tristán mientras veía confundido a la pequeña.

-Yo lo arreglo.- Salió del cuarto por un segundo.- ¡Tío, tu niñera no obedece!, ¡no quiere comer lo que le doy, dile algo!.- gritó como si estuviera bastante molesta por eso.

No tardó mucho en llegar su amo hasta la habitación.- Maldito gusano... ¡Si mi sobrina te dice algo le obedeces!, así que si te dice que te comas algo, le obedeces, si te dice siéntate y ladra como perro, tú lo haces... ¿Entendiste?.

Solo asintió y se quedó callado, lo había hecho a propósito, talvez solo quería ver cómo le llamaban la atención. Su amo se fue a sus aposentos, se le notaba furioso. La pequeña solo sonrío y comenzó a reír discretamente, podía ver qué Tristán no estaba nada contento con lo que había hecho, pero no le importaba en lo absoluto.

- Bueno, ya escuchaste al panzón, así que traga y no me cuestiones.- dijo mientras buscaba más comida en sus cosas.

-No le llames así, podría escucharte.

-Que me oiga, ni que me importará.-dijo mientras le dedicaba una sonrisa.- Tú también ofende si quieres, yo te defiendo si te regaña.

Se acercó para sentarse encima de él, esa niña no tenía miedo del que dirán, era diferente a todas las niñas que conocía. Era salvaje, sintió su corazón palpitar tan rápido, le dio pena al ver lo sucio que estaba, también sintió vergüenza al ver lo que tenía como ropa. Pero no dijo nada y solamente agachó la cabeza e intentó taparse todas sus cicatrices. La pequeña miró lo que intentaba hacer, pero no le gustaba esa actitud.

-¿Por qué te cubres?, no es como si te fuera a juzgar por tu apariencia, además yo tendría que ser la que esté así, estoy llena de lodo por pelearme con un ganso... Solo por una galleta que me robó...

Tristán no le escuchó y siguió tratando de tapar sus cicatrices con sus manos. La pequeña arta de eso, le hizo a un lado sus manos y le besó las cicatrices que tenía en los hombros y brazos. La cara de Tristán se puso tan roja, no pudo reaccionar al instante y solo le miró en busca de una respuesta a lo antes sucedido.

-Te acabo de dar un besito mágica, eso hará que te deje de doler y se cure.- la pequeña era muy inocente, pero tierna.

-¿No te importa si soy un esclavo?... - dijo Tristán mientras le miraba.

-No, lo que importa es quien eres por dentro.- dijo con amabilidad.

Tristán mostraba una sonrisa amigable, pero por dentro estaba gritando de alegría, en su mente ya eran adultos casados, viviendo en una bonita casa con muchos hijos y un perro. Pero no podía apresurarse con ella, al menos ya sabía quién era su pareja, eso era más que suficiente para él. Quería saber todo de ella, sus gustos, sus temores, incluso quería saber sus debilidades y temores. Tuvo que dejar su imaginación por un segundo, la pequeña cuyo nombre no sabía, le estaba mostrando un juego de té de porcelana. Incluso ya había pedido el té para jugar junto a el, si supiera que no le escuchó nada por imaginar una vida con ella en el futuro, tal vez se enojaría demasiado con el.

Plan de libertad

Había pasado por muchas torturas y humillaciones, pero ninguna se comparaba a lo que estaba sufriendo en esos momentos. La pequeña parecía gozar de hacerle eso, no paraba de reír a todo pulmón. Estaba harto de ser su conejillo de indias, ni siquiera sabía de dónde había sacado el maquillaje y la cera caliente.

-Bueno niñera personal, es hora de depilar esa pierna funcional.- dijo en un tono divertido mientras tiraba un poco de la cera.- a la cuenta de tres, uno, dos...

-¡ESPERA!.- Gritó Tristán tan desesperado, incluso se le había salido un gallo.- ¿De verdad me quieres hacer daño?...

-Hay no seas payaso, solo te voy a depilar, cepillar tu cabello.... Ah, también voy a comprarte ropa de tu talla.

-Eres mala, pero buena a la vez...- se tapó los ojos mientras lloraba un poco.- Ya no sé si odiarte por eso o amarte...

Ella solo tiró de la cera y la arrancó completamente mientras él solo gritaba por el dolor.

-Dime tu nombre para ponerlo en tu tumba, señor dramatico~

-¡Mi nombre es Tristán, no señor dramático!.- gritó furioso mientras se sobaba la pierna.

-Un gusto Tristán soy Shahiem, pero se pronuncia Shahim.- dijo mientras sonreía burlonamente.

-Muy bien Shahiem, te has ganado mi desprecio por esto...

— Mentiroso de segunda... Acaso crees que no note tu mirada de enamorado al verme?~

Él solo disimuló mientras se sonrojaba, con eso la pequeña pudo comprobar su teoría, pero le resultaba un poco raro, ya que ningún niño de su edad, chicos y mucho menos adultos, podían enamorarse de ella o al menos gustarles algo. Siempre le veían como un mono salvaje, incluso le molestaban con ese apodo, nunca estaba del todo limpia además de que odiaba ponerse vestidos, lo que usaba más eran pantalones.

-Oye tengo una duda... ¿Por qué me amas?...- esperó con ansias su respuesta, pero él solo se trabó una y otra vez.

Al menos ya no se notaba molesto por la depilación de pierna, pero seguía pensando que ella lo estaba torturando, no podía hacer nada para cambiar su actitud tan rebelde, pero si podía consentir a la persona que la estaba notando por primera vez. Los ojos de ese chico le gustaban, eran rasgados, pero no tenían luz, cómo si no tuviera vida, parecía muerto en vida. No podía imaginar las cosas tan horribles que le hacían sus parientes, los odiaba por ser así, si ella pudiera, cambiaría de familia por completo. No sabía por qué ese chico no se iba de ese lugar, él podía hacerlo sin ningún tipo de problema. Talvez necesitaba que se lo dijera alguna persona. Pensó en un plan para hacer que pudiera escapar y a la vez no lo buscaran.

-Oye Tristán... ¿Y si escapamos juntos?...- salieron sus palabras sin darse cuenta, quería decirle eso, pero no de esa manera.

-¿Qué?...no puedo, me matarían si lo hiciera...

-Piensa en esto... Saldremos cada día a un pueblo que está a unos treinta minutos de aquí, así podemos encontrar un lugar donde quedarnos, te voy a dar dinero para que guardes en un lugar donde tú solo sepas.- se detuvo para respirar unos segundos.

-Me parece bien, pero no te dejarán salir y menos con tu edad, se que me quieres ayudar, pero no es la manera.- le acarició la mejilla mientras le agradecía por intentarlo.

-A mi familia le importa un carajo lo que me pase, si muriera mañana, solo me mandarían enterrar y ya.- le besó la mano con la que le acariciaba.- Así que puedo salir a dónde quiera y cuando quiera.

...****************...

Estaban paseando por la calle principal en dirección al burdel en busca de Camila, no podía esperar a que se conocieran su amiga y su futura esposa de una vez. Sabía que Camila sabía de la pequeña, no por ella misma, sino por las personas que mandó a vigilar a su amo. Estar en la silla de ruedas era algo incómodo, pero ser cargado por una niña de cuatro años era incómodo y vergonzoso. Ahora sabía lo que sentían las princesas en los cuentos de hadas, pero nunca pensó que tomaría el papel de la princesa.

-Tristán, creo que es este barrio no?...

Él asintió, solo faltaba buscar a Camila, a esas horas podría estar con un cliente o comiendo con sus amigos, pero no podía ver muy bien mientras era cargado en brazos. Se puso de pie para ver mejor, le tomó de la mano a la pequeña por seguridad. Comenzó a caminar hacía el puesto al que había ido a comer con ella la última vez, por suerte ahí estaba, pero se encontraba llorando.

- Camila... ¿Estás bien?.- Se acercó hasta llegar a ella.

-¡A la mierda!, ¿qué te pasó en el labio?, seguro que ganaste la pelea, bien por ti, yo me gané un moretón por mi última pelea.- Shahiem comenzó a hablar sin importarle lo demás.

Camila se enfureció al oír esas palabras, se sintió muy ofendida, pero al bajar la mirada vio una niña que parecía que la habían revolcado en la tierra. Se calmó al ver que había sido su inocencia hablando por ella, observo que venía acompañada de Tristán, pensó que tal vez era su hermanita o amiga.

- ¿Les invito a comer?.- dijo dulcemente mientras subía a cada uno en un banco.- A ti no te conozco pequeña, ¿Qué eres de mi amiguito?.

- Es mi futura esposa.- respondió rápidamente.

La pequeña se puso molesta y le dio un puñetazo en la cabeza.- ¡Me preguntó a mí, no a ti chismoso!.

-Así que su futura esposa... Tristán eres muy pequeño como para pensar en ese tipo de cosas.

Las personas que se encontraban al rededor comenzaron a reír y sentir ternura por el amor joven. Pero a Shahiem no le agradaba mucho la idea de ser la futura esposa de alguien, le dio una mordida detrás del cuello al creador del nuevo rumor. Quería que la tierra le tragara en ese momento, sin darse cuenta aparecieron escamas en sus manos por los nervios. El único que notó las escamas fue Tristán el cual inventó la escusa de llevarla al baño por qué no podía ir sola.

- Las escamas no son algo normal para las personas, ¿Qué tienes?...- le miró con preocupación.

-Mierda...no le digas a mi familia o a alguien que conozcas, prométeme eso.

- Lo prometo...

Rápidamente dejó de ser una niña humana y se transformó en un dragón blanco tornasol, su cara estaba repleta de plumas que parecían peluche a escepcion de su frente que tenía escamas, sus cuernos parecían dos molotes dorados, sus alas eran como las de un ave, también tenía unos bigotes dorados y perlas en sus escamas, era un dragón único en su especie.

- No me espantaré por qué eres del tamaño de un gato bebé, pero... ¿De dónde sacaste este lado?.

- De mi padre biológico, mi madre es culo fácil y en una fiesta se acostó con un dragón en su forma humana...

Ahora sabía por qué su familia le veía raro y no le hacía caso, al menos eso explicaba lo salvaje, pero era demasiada información que procesar, sabía que si alguien se enteraba de su parte dragón, podría ser cazada en menos de un segundo por cualquiera. Ella volvió a su forma humana, mientras veía a Tristán impactado. No vio miedo en sus ojos, pero él ya estaba más enamorado de lo que ya estaba, además si era un dragón, podría tener seis hijos en una camada. Necesitaba pensar en otros cuatro nombres para sus futuros hijos, pero no sabía cuál. Nuevamente, su imaginación fue interrumpida por ella, casi se olvidaba del plan para escapar. Tenían que pedir un caballo para llegar rápido al otro pueblo.

- Yo pediré el caballo, tú solo sígueme y no me sueltes de la mano.- dijo mientras se apresuraba.

Camila estaba esperando a su amigo, pero cuando salió del baño se quedó tranquila, solo pensaba en los accidentes que podían pasar en el baño. Tristán comenzó a contarle su plan de escape una vez estuvo cerca de ella. No sabía de dónde había sacado el valor y la decisión de escaparse de su amo, pero le gustaba la idea de ayudarle.

-Tengo un amigo que se va a ese pueblo cada día y a la misma hora, sale siempre a las dos de la tarde.- Sacó una hoja y comenzó a escribir con una pluma que le prestó el dueño del puesto.- dale está nota y te llevará a dónde quieres.

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