...I....
En un mundo mágico donde reinaba la paz, los habitantes gozaban de una vida cómoda y feliz bajo la protección de sus poderosos emperadores, quienes se encargaban de eliminar a cualquiera que representará una amenaza a la tranquilidad del continente.
Hasta que un día en primavera, cuando disfrutaban de alegres fiestas, donde se regalaban coronas de flores entre enamorados, se celebraban bodas y se paseaba en las noches todo cambio.
Un enorme círculo mágico apareció en el cielo, cubriendo gran parte de una de las ciudades más grandes del imperio Arsadan.
Minutos antes de la tragedia, Cadmun, el duque de Tranthya, caminaba entre la multitud buscando a Beatriz, su prometida, llevando con él una niña de la mano.
Al escuchar la voz de su amada pronunciando su nombre, la busco a su alrededor, al encontrarla una sonrisa iluminó su rostro, tan concentrado estaba en llegar a su lado que a pesar de su poder mágico no se percató de la amenaza.
A tan solo unos pasos de ella, una luz intensa le daño la vista hasta cegarle, segundos después se escuchó un fuerte estruendo.
Cuando volvió a abrir los ojos, el festivo ambiente había desaparecido dando paso a un escalofriante panorama.
Las casas empezaban a incendiarse, las personas que estaban adentro corrían desesperadas por apagar el fuego que consumía sus cabellos y ropas. Muchos de los que estaban afuera se encontraban tirados en el suelo, cubiertos de la sangre de los niños y demás personas débiles que no habían podido soportar tal poder y habían terminado hechos pedazos.
Asustado, soltó la mano de la pequeña, se abrió pasó entre los cadáveres hasta que por fin miro un pedazo del vestido de su pareja, al llegar a su lado se arrodilló, la tomo en sus brazos con mucho cuidado, lágrimas recorrían sus mejillas cayendo sobre el rostro de la agonizante dama.
Él le pedía resistir mientras con su magia intentaba sanarla, al terminar ella despertó sin entender qué había sucedido, el apuesto hombre de cabello negro como el ébano e iris violetas sonrió aliviado, intento darle un beso siendo detenido por el grito de una mujer que estaba en el piso mirando aterrada al cielo.
La pareja miró en la misma dirección que ella, encontrándose con otro círculo mágico que lanzó un segundo ataque. Cadmun creo varios círculos mágicos para proteger a Beatriz.
Al abrazarla, recordó a su acompañante, su corazón latía fuertemente arrepentido por su descuido, pero antes de que pudiera hacer algo, nuevamente la luz les impidió seguir mirando.
Las personas en la ciudad cayeron al suelo de rodillas esperando el impacto pensando que ese sería su fin, el estruendo se escuchó, pero esta vez no hubo dolor.
Cuando abrieron los ojos, se encontraron con que a unos veinte metros del suelo había aparecido otro círculo mágico que estaba deteniendo aquella energía destructiva, la dueña de esa energía protectora era la pequeña de cabellos morados que acompañaba a Cadmun.
Sus pequeñas y delgadas piernas empezaban a doblarse, su magia no parecía poder contener por más tiempo el ataque.
La pequeña estaba por bajar los brazos cuando Beatriz la animó a continuar.
— No se rinda, sé que puede salvarnos, confiamos en usted, mi señora.
Al escucharla, los demás sobrevivientes gritaban animando a la niña, al escucharlos, libero todo su poder destruyendo aquel círculo y desapareciendo la energía que este líbero.
Después de eso, su cuerpo cayó sobre el suelo cubierto de sangre, Cadmun se acercó corriendo a ella llevando en brazos a su amada, Beatriz la puso sobre su cuerpo, abrieron un portal por el que cruzaron sin mirar el desastre que había a sus espaldas.
Del otro lado se encontraba la entrada de la mansión del marqués Markgraf, padre de Beatriz, al verlos manchados de sangre, los sirvientes hicieron un gran escándalo, llamando la atención del dueño, quien bajo apresurado las escaleras, ordenando a sus sirvientes ir por el médico.
Por suerte para ellos la pequeña solamente se había quedado sin energía, así que solo quedaba esperar a que despertara.
Al contarle lo que había sucedido al marqués, él envió a su gente a ayudar a los afectados, además de a un gran número de magos que iban a investigar quién era el responsable de tan cruel ataque.
Tres días después, morita, como le decía Beatriz a la pequeña, no despertaba. Cadmun y ella permanecían a su lado, anhelando volver a ver los fríos ojos morados de aquel pequeño ser.
— Aún no entiendo como puede una madre ser tan fría, mírala, es tan bonita y buena, ¿cómo es posible que a ella no le importe la salud de su hija?— comentó Beatriz acomodando las almohadas.
— Cuida tus palabras, olvidas que te podrían ejecutar por decir eso. Además, a ella no parece importarle, así que es mejor no pensar en eso.
Su conversación fue interrumpida por el ama de llaves quien traía una cubeta con agua para limpiar el cuerpo de la niña, al verla tan distraída y triste Beatriz se acercó para preguntar la razón de su expresión.
— Mi señora— intenta contener el llanto — Acaba de llegar un mensajero, dice que en Haas, mi tierra natal y otros pueblos ha habido ataques con esos círculos mágicos en el cielo. Hay muchos muertos y heridos, me preocupa que mis familiares estén entre ellos.
…
Continuaron hablando al respecto preocupados por lo que pasaría en el futuro, los investigadores no lograban dar con el responsable, y nadie sabía dónde sería el próximo ataque.
Las personas continuaban sus labores, pero no podían desempeñarse como de costumbre por el miedo que les producía pensar que en cualquier momento podrían morir.
Además, ogros y duendes que eran criaturas violentas de los bosques alejados dejaban su hogar para atacar pequeños pueblos, devorando a sus habitantes.
Durante los próximos días se supo que los imperios vecinos también habían sido atacados de la misma forma.
Angustiados, los súbditos pedían a sus gobernantes solucionar el problema, pero eso era algo imposible de hacer por el momento, ya que por más investigaciones que se hicieran nadie tenia la más mínima idea de quién era el responsable de lo que estaba ocurriendo.
◼ Capítulo 2.
Las personas que vivían cerca de los bosques donde habitaban criaturas mágicas abandonaron sus hogares, causando que a las ciudades llegarán millones buscando refugio.
Aves nunca antes vistas se comían los cultivos, lo que provocó escasez de alimentos.
Cientos de soldados morían a diario peleando con los ogros, pronto empezaron los rumores de que sería el fin del imperio.
Los nobles asustados de como los ogros acababan con sus soldados y magos acudieron al palacio imperial de Arsadan para exigirle al emperador poner fin al conflicto, uniendo a todos las tropas del imperio para enviarlas a acabar con los monstruos.
El emperador envió un grupo grande de sus mejores soldados, pero todos murieron, la angustia crecía y nadie sabía qué hacer para detener la matanza.
Los demás soldados exigieron al emperador los acompañara a la batalla o enviara a alguien de la familia real, de esa manera ellos estarían más seguros y tal vez así tendrían la oportunidad de defender su tierra.
Lo que ellos no sabían era que su gobernante, a pesar de su enorme energía mágica, era un inútil en todos los sentidos, él había sido el único hijo del anterior emperador, por lo que creció rodeado de lujos y atenciones.
Durante su niñez y adolescencia se dedicó a asistir a banquetes y fiestas, apenas aprendió a usar la espada y a manejar los asuntos de estado.
La gloria del imperio se debía a la emperatriz, una mujer inteligente, bella y fría, quien después de su matrimonio se había hecho cargo de que el imperio no cayera por el mal manejo del recién coronado emperador.
Durante días el monarca evitó a los nobles, cuando un día uno de los cinco duques más importantes del imperio llegó a la capital para pedirle una respuesta.
— Duque Fortius, tu viaje ha sido en vano, aunque lo más importante para mí es el bienestar de mi pueblo, no puedo abandonar el palacio e ir a la guerra. ¿Acaso olvidas todas las tareas que tiene que realizar diariamente un emperador para que todo esté en orden? — dijo mientras movía el vino en su copa de oro.
— En ese caso, debería enviar al príncipe heredero en su lugar— propuso el duque mirando con odio al joven príncipe, quien al escucharlo casi se desmaya.
— «Es una opción, ahora que Galatea y Eri están embarazadas, no tengo que preocuparme por no tener más herederos»— Dame algo de tiempo para pensar en otra solución, si no encuentro salida, el príncipe Quidam se unirá al ejército que partirá en busca de esos monstruos.
Una vez se marchó el duque, el príncipe fue a buscar a su madre, la concubina Ofelia, para pedirle lo ayudará para que su padre no lo enviará a la guerra.
Al enterarse de lo que había pasado en el salón del trono, enojada, lanzó uno de sus lujosos jarrones al suelo.
— Todo esto es culpa de Galatea y Eri, si los bastardos que llevan en sus entrañas no existieran, tu padre ni siquiera consideraría tal cosa.
— ¿Qué hacemos madre?— preguntó Quidam llorando — No quiero ir, moriré si voy.
— Eso no pasará, confía en mí, encontraré quién vaya en tu lugar— aseguró la concubina.
Esa noche, aunque el emperador no la había llamado, Ofelia fue a su habitación, lo sedujo y le sugirió quién podría ir a la guerra en lugar de su hijo.
— Eres un genio querida, no sé cómo no pensé en él — decía mientras se vestía, al terminar fue a su oficina a escribir la carta que obligaría a su primo a enfrentarse a los despiadados ogros.
Al día siguiente, en la mansión del marqués Markgraf había un gran alboroto, la pequeña por fin había despertado, Beatriz y Cadmun estaban dándole de comer cuando uno de los sirvientes le informó al duque que un barón lo estaba buscando para darle un mensaje del emperador.
Pasaban los minutos, Beatriz, mientras le ponía los zapatos a la niña, miraba impaciente la puerta esperando el pronto regreso de su prometido.
Al asomarse a la ventana miro como un carruaje se alejaba, ya cansada de esperar, tomo de la mano a su morita y ambas fueron en busca del duque.
A pocos pasos de llegar a la entrada principal, se detuvieron al escuchar la razón de la visita del barón, lágrimas empezaban a brotar de los ojos verdes de la dama, cuando levantó la mirada se encontró con el hombre que amaba viéndola fijamente con una expresión triste en su rostro.
— ¿Qué sucede? Dame todos los detalles— pidió la pequeña a Cadmun.
— Venga conmigo, yo se lo contaré— le dijo el marqués ofreciéndole su mano.
Caminaron por largos pasillos hasta que por fin llegaron a un bello jardín, donde las mariposas volaban sobre las rosas bancas, rojas y rosadas.
— Durante el tiempo que ha estado inconsciente, ha habido muchos ataques con círculos mágicos enormes que aparecen de la nada sobre las ciudades de este y otros imperios, los ogros y duendes atacan, destruyen pueblos enteros, aves desconocidas acaban con los cultivos, la paz y tranquilidad que caracterizaba a esta tierra ha desaparecido, todo es un caos. Los nobles pedimos al emperador mandar a cazar a esas criaturas, pero muchos soldados han muerto y los sobrevivientes se niegan a pelear si alguien de la familia real no los acompaña.
— ¿Por eso solicita que Cadmun vaya al palacio a recibir indicaciones para la guerra?
— Así es.
— Pero la boda será en dos semanas— el marqués mirando al cielo soltó un gran suspiro guardando silencio— Volveré antes del anochecer— anunció ella abriendo un portal.
Al estar solo, el marqués, mirando el anillo de matrimonio en su mano, pensaba en su difunta esposa, en su mente le pedía perdón por no poder hacer nada para proteger la felicidad de su hija.
Al mismo tiempo, en la capital, Ofelia y el emperador celebraban que el mensaje ya hubiera sido entregado.
— Su majestad, ¿cree que el duque sea capaz de vencer a esas criaturas?
— No lo sé, pero te aseguro que hará todo lo posible para lograrlo lo más rápido que pueda para volver a los brazos de la bella Beatriz— «Y cuanto lo logre, lo mandaré matar, de esa forma por fin esa belleza será parte de mi colección de preciosas mujeres»
Ofelia, feliz, pidió permiso para retirarse necesitaba informar la buena noticia a su adorado hijo, quien había permanecido encerrado en su cuarto desde la sugerencia del duque Fortius.
Tan solo imaginarse viviendo fuera del palacio lo deprimia enormemente.
...III....
En la mansión del marqués empezaban a preocuparse porque la pequeña morita aún no regresaba, Cadmun estaba organizando a su gente para ir a buscarla cuando ella apareció frente a ellos cubierta de sangre.
Al verla, Beatriz corrió a su encuentro, la abrazo y después de asegurarse que no estaba herida, la llevo a su cuarto para darle un baño.
— Beatriz, ¿qué pasará con tu boda? — preguntó la niña mientras jugaba con la espuma de la bañera.
— Nos vamos a casar cuando Cadmun termine con esos monstruos— respondió ella fingiendo tranquilidad.
Después de un corto silencio, tomando con fuerza las manos de la mujer, en tono serio volvió a preguntar.
— ¿Y si se casan mañana en la noche antes de ir a la capital?
Beatriz, esto no terminará pronto, créeme.
Si se casan ahora, podrías acompañarlo.
— Me encantaría ir con él, pero solo sería una carga.
— ¿Por qué, acaso, no tienes entrenamiento y magia de sobra para pelear contra los ogros?
Después de esa breve interacción ninguna de las dos dijo nada más, al cerrar la puerta de la habitación donde ya dormía la niña, ella fue con su prometido para comentarle lo que le había dicho morita.
Para su sorpresa, Cadmun apoyo la idea de la pequeña, así que al día siguiente prepararon todo para casarse esa misma noche, incluso el marqués acepto sin problema la apresurada ceremonia.
La noche de bodas fue mágica para ambos, quienes estaban felices de que por fin su sueño de ser una pareja casada se hubiera hecho realidad, algo que llevaban esperando desde niños.
Al amanecer los recién casados y la pequeña partieron a la capital, después de algunas horas a caballo y cruzando portales, llegaron a la mansión de un rico comerciante.
Allí le propusieron a la hija mayor del hombre, Zaida, acompañarlos a la lucha, ella era una gran hechicera e investigadora quién acepto enseguida feliz de poder usar sus conocimientos para ayudar al imperio.
Cuando las empleadas terminaron de empacar sus cosas, Zaida en voz alta recitó un hechizo que guardo su equipaje dentro de un anillo mágico que funcionaba como bodega. Subió a un hermoso caballo blanco que le regaló su madre y retomaron la cabalgata rumbo al palacio.
Al llegar ya el sol se había ocultado y el soberano se negó a atenderlos en ese momento porque estaba ocupado asegurando el linaje del imperio, como él le llamaba a acostarse con alguna de las más de cuarenta concubinas que vivían en el harem.
Los cuatro caminaban por los pasillos del palacio, siguiendo a las sirvientas que los llevarían hasta las habitaciones que usarían para descansar esa noche, de repente una voz conocida para la pequeña se escuchó a lo lejos.
Sin que las doncellas se dieran cuenta se acercó al salón del que provenía la voz, usando magia abrió un poco la puerta para ver que sucedía adentro, al hacerlo miró como su medio hermano mayor besaba las manos de la concubina Ofelia.
— Mi querida madre es la mejor, sabía que podía contar contigo.
— Basta Quidam, no tienes que seguirme agradeciendo. ¡Aaah! Esto es más que perfecto, tú no irás a la batalla y podremos librarnos de los molestos Duques Fortius y Tranthya.
Ambos reían por su hazaña, la niña, al notar que sus acompañantes se habían alejado bastante, corrió para alcanzarlos. Al lograrlo, tomo la mano de Cadmun, con sus pequeños dedos rozó el anillo de bodas que él portaba con tanto orgullo.
No le dijo a nadie de aquella conversación, pero ahora gracias a lo que escucho estaba convencida de que su decisión era acertada.
Al día siguiente, muy temprano, los sirvientes los despertaron para qué se arreglarán, ya que el emperador estaba ansioso por reunirse con el duque.
De los cuatro, la más nerviosa era Zaida, quien no quería estar en la audiencia, al entrar al salón del trono, hicieron reverencia al emperador y a la emperatriz que miraba a todos con superioridad y frialdad.
— Ha pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro querido primo— le dijo el emperador a Cadmun— Beatriz, cada día estás más bella, verte es todo un placer, y — mirando a la chica y a la niña que estaba usando una capa que cubría su cabello se quedó en silencio, buscando en su memoria si las conocía.
— Bienvenidos, cuanto tiempo sin verte amada hija— intervino la emperatriz saludando a la pequeña.
Al escuchar como la llamo, el monarca forzó una sonrisa, avergonzado de no haber reconocido a su hija, cuya existencia siempre olvidaba.
Ya acostumbrada a la indiferencia de sus padres, morita solo sonrió mientras decía que estaba feliz de volver a casa.
Zaida fue presentada por Cadmun y después de eso, se reunieron en otro lugar con el resto de nobles. La emperatriz pidió que instalaran a la princesa en el palacio cristal, hogar de la emperatriz.
Hablaron por largas horas sobre los pasos a seguir para eliminar los peligros que estaban destruyendo el imperio, los dos representantes de las fuerzas militares, expresaron que sería difícil que el ejército aceptara que fuera el duque en lugar del emperador, ya que era sabido por todos la mala relación que tenían y el poco interés de Cadmun por el imperio.
El monarca ignoró sus comentarios y puso fin a la reunión porque había prometido a una nueva concubina, mostrarle el palacio, y para él eso era mucho más importante.
Antes de que la emperatriz se marchara, Beatriz se acercó a ella para pedirle que les permitiera despedirse de la princesa.
— No se preocupe, duquesa, me encargaré personalmente de que puedan despedirse adecuadamente.
— Se lo agradezco mucho su majestad— respondió la joven mientras apretada su vestido al hacer la reverencia. Le molestaba que su pequeña morita tuviera que quedarse bajo el cuidado de tan malos padres.
Al anochecer la emperatriz, mando a su asistente a informarle a su hija que bajara a cenar con ella.
— Me dijeron que querías hablar conmigo, lamento no haber atendido antes tu petición, estuve muy ocupada.
— No se preocupe su majestad, me imagino lo difícil que es ser emperatriz de un imperio tan grande y caótico.
— Le dije a la duquesa Beatriz que mañana podrían despedirse, supongo que era eso de lo que querías hablarme.
— No, no habrá necesidad de despedidas, ya que iré con ellos— al escucharla su madre soltó sus cubiertos para luego tomar la servilleta con la que limpio sus labios.
— Su majestad, usted sabe que los soldados no estarán satisfechos con que el duque sea el representante de la familia real y aunque sea una niña, tengo suficiente poder mágico para hacerle frente a esas criaturas.
— Acaso no confías en las decisiones que el emperador toma, no crees que él logrará convencer a esos soldados, princesa.
— Ese hombre es un incompetente y la única razón por la que el imperio ha sobrevivido todos estos años es gracias a ti, por eso te pido que apoyes mi decisión y no a él.
La emperatriz se puso de pie y con elegancia camino hasta el otro lado de la mesa, donde se encontraba su hija.
— ¿Estás segura de querer ir a pelear, por un imperio que heredará el tonto de Quidam, quien seguramente te obligará a casarte con algún noble adinerado cuya posición lo beneficie?
— Si no hacemos algo, ninguno de nosotros tendrá un futuro del que preocuparse, no me importa lo que Quidam decida hacer conmigo al convertirse en emperador, solo deseo proteger a las personas que confían en que sus gobernantes los salvarán.
— Hija mía, siempre escuché a otras mujeres decir que tener un hijo era algo maravilloso, que se sentía un amor infinito por esa pequeña criatura, pero a mí no me sucedió nada de eso al tenerte, tú solo eres una de mis muchas obligaciones como emperatriz, lo único que comparto contigo es nuestro gran amor por este imperio. Te confieso que nunca me preocupe por como estabas, pero no quiero asistir a tu entierro, no quiero que mueras.
— No moriré, no hasta que la paz y tranquilidad regresen a este imperio, te pido me tengas confianza.
Además de traerme al mundo, nunca has hecho nada por mí, me lo debes— dijo la princesa con firmeza, esperando que su madre la ayudará a lograr su objetivo.
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