La luz bañaba con fuerza el espacio, la cocina de Jordan era pequeña pero funcional. Mientras el aroma del café recién hecho llenaba el aire, él se movía con una eficiencia tranquila, preparando un desayuno sencillo. A pesar de sentirse cansado, la rutina matutina le proporcionaba un sentido de normalidad y control. Su trabajo como portero en un bar de mala categoría no era ideal, pero encontraba cierto consuelo en la familiaridad de su rutina.
Su cuerpo se sentía pesado. En parte, debido a la falta de ejercicio y una dieta descuidada, que resultaban más prejudiciales en un cuerpo grande como el suyo. El gimnasio y las carreras matinales, habían sido dejados de lado; en los días recientes, la lectura, que había sido siempre su refugio, se sentía como una tarea ardua, las palabras danzando sin sentido ante sus ojos cansados. Y el sueño, aunque abundante, nunca parecía suficiente. Intentaba mantener el ánimo, pero era complicado. Sus circunstancias actuales hacían que los recuerdos que intentaba dejar atrás aparecían súbitamente a lo largo de su jornada.
A sus 28 años, ya había tenido que demostrar la resiliencia de toda una vida. Una infancia marcada por el abandono, una juventud de soledad e incertidumbre, y una serie de empleos que lo habían dejado más endurecido que satisfecho. Su último trabajo como guardia en un club nocturno había terminado abruptamente, dejándolo en un limbo de irresolución y desasosiego.
El sonido de su teléfono irrumpió en la monotonía. Era Ezequiel, el hombre que le había ofrecido un rayo de esperanza en forma de trabajos temporales a lo largo de los años. Con una voz que intentaba transmitir entusiasmo, Ezequiel le informó sobre una entrevista para un nuevo empleo, una oportunidad que, según él, no podía dejar pasar. Sin embargo, había un detalle: Ezequiel había 'mejorado' su currículum con información no del todo verdadera para asegurar su contratación.
- Digamos que te he hecho parecer un poco más... experimentado.
- Maldición… ¿y de qué es ese trabajo?
- Algo que te sacará de ese bar.
Convencido por la promesa de cambio, Jordan aceptó reunirse para discutir los detalles. Se encontraron, y Ezequiel, con una mezcla de preocupación y determinación, le explicó las modificaciones hechas a su currículum, instruyéndolo sobre cómo responder y comportarse.
No era partidario de ganar algo bajo falsas pretensiones, pero su propio hastío por su situación actual, y la sinceridad y la convicción en la voz de Ezequiel lo hicieron reconsiderarlo.
-Jordan, confío en ti para esto, y créeme cuando te digo que es una gran oportunidad- aseguró Ezequiel con una sonrisa alentadora.
Jordan se presentó a la entrevista el día siguiente. Vera, la mujer que lo recibió, era una figura imponente, su mirada era penetrante y su postura emanaba autoridad. Pero Jodan mantuvo la calma y respondió a cada pregunta con seguridad, incluso a aquellas que implicaban mentir. La entrevista fue un juego de ajedrez verbal, con cada pregunta diseñada para probar su capacidad,y cada respuesta cuidadosamente calculada para demostrar su valía.
- ¿Por qué debería elegirlo a usted? -preguntó ella, con una mirada que podía desarmar a los más confiados.
- Porque tengo la determinación y la fuerza necesarias para este trabajo. No solo física, sino también mentalmente -elegía cada palabra con cuidado-., No soy alguien fácil de perturbar o… impresionar, y más allá de lo que esté en papel, si confía en mí, mi determinación y mi compromiso hablarán por sí mismos -expresó con voz firme, permitiendo que su sinceridad brillara a través de las exageraciones en su currículum.
Vera asintió, tal vez complacida o tal vez escéptica. Se quedó en silencio varios segundos, evaluando con cuidado a Jordan.
- El trabajo es para una persona de alto perfil -reveló al fin-. Alguien con una vida agitada. Será exigente, pero muy bien remunerado.
Jordan escuchaba mientras su mente repasaba las posibilidades. ¿Un empresario?, ¿Un político?, ¿Un famoso?, siendo esta última la más desfavorable. La idea no le entusiasmaba en lo absoluto, pero la promesa de un buen salario era difícil de ignorar.
Vera le explicó que, en caso de seleccionarlo, se comunicaría con él y debería tener disposición inmediata. Dos días después, la llamada de confirmación llegó, y con ella, la dirección a la que debía dirigirse.
Llegó al edificio que se erguía majestuoso y sereno, un monolito de lujo y poder. Un hombre de mediana edad, de estatura promedio y en buena forma, lo recibió y lo escoltó a través de la entrada hasta un ascensor privado. Jordan evaluó el lugar. El vestíbulo era espacioso y resplandeciente, con suelos de mármol pulido. Mientras ascendían, la vista de la ciudad se desplegaba a través de las paredes de vidrio, un mosaico de edificios y calles que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. No pudo evitar notar la seguridad discreta pero omnipresente. Cámaras escondidas en los rincones, guardias con trajes que ocultaban más de lo que revelaban. Era un recordatorio de que, aunque hermoso, ese lugar era una fortaleza.
Al llegar al piso designado, las puertas se abrieron a una antesala pequeña pero acogedora, con mobiliario sutil pero que denotaba sofisticación. Jordan dio un paso adelante. Ahí se encontró nuevamente con Vera, quien le saludó extendiendo la mano y le presentó formalmente al hombre que lo guio hasta ahí y a otros dos hombres de una edad parecida a la suya, quienes, al igual que él, parecían estar en el preludio de algo desconocido.
Vera tocó a la puerta y les indicó que debían esperar, un silencio incomodo se apoderó del lugar. Hasta que la puerta se abrió y todos observaron a la persona frente a ellos. Evan Batista apareció portando un conjunto de algodón que, a los ojos de Jordan, era un pijama. Su caminar pesado y su cabello desaliñado daban la apariencia de que acababa de dejar la cama.
- ¿Olvidaste que vendríamos hoy? –preguntó Vera irritada.
Evan dio una mirada rápida a los hombres y con evidente desinterés respondió:
- No, claro que no.
- Entonces, ¿por qué estás en pijama?
-Esto…-Evan dio un paso atrás y señaló teatralmente su vestimenta- evidentemente no es un pijama, son mis mejores ropas. Lo estaba reservando para algún evento.
-Dios... Como sea, Holden –expresó Vera con fastidio-. Déjame presentarte a tus nuevos guardaespaldas.
- ¿Es necesario que haya tantos?
- Sabes que eso no es negociable.
Evan volvió a observarlos con indiferencia. Repasó rápidamente a cada uno con la mirada y se detuvo en Jordan. Levantó ligeramente la cabeza para verlo directamente a los ojos.
- ¿Tú cuanto mides?
- ¿Qué? –respondió desconcertado.
- ¿Cuánto mides?
- Un metro con noventa y dos.
Evan soltó una risita y se giró hacia Vera.
- Él ni siquiera cabe por las puertas.
- ¿Te crees que eso me interesa? –contestó Vera sin intentar disimular su molestia.
Después de una breve presentación que implico una incómoda estrechada de manos, Evan se recostó en el marco de la puerta.
-Entonces los veré después, supongo –expresó en un tono frio y distante.
Evan se mantuvo en esa postura, lo que fue una clara instrucción de que debían marcharse. Vera les indicó volver por donde habían llegado y todos dejaron el lugar.
Mientras avanzaban, la puerta se cerró tras ellos con un estruendo que parecía sellar su destino. Jordan, con una mezcla de resignación y un incipiente interés, fue consciente de cuál sería su nuevo empleo: Evan era una celebridad. Su rostro, aunque le resultaba familiar, no le revelaba completamente quién era, pero su impresión de él ya estaba solidificándose; caprichoso, distante, tal vez incluso arrogante, tal y como había temido. Reiteró para sí mismo que preferiría trabajar con un político o un empresario; una celebridad era, sin duda, la opción menos agradable. Intentó no pensar demasiado en lo que implicaría. Sin embargo, lo que realmente resonó en él fue la inminente certeza de que su vida estaba a punto de tomar un giro inesperado, y que, queriendo o no, debía prepararse para lo que viniera.
Jordan Soler perdió su ultimo empleo por defender a una joven en el club donde trabajaba, por lo que actualmente trabaja como portero en un bar de mala categoría en donde no le pagan bien y el ambiente es muy conflictivo. Entonces, recibe una llamada de Ezequiel, el encargado de la compañía de servicios temporales a la que está vinculado, quien le dice que le consiguió una entrevista para un nuevo trabajo. Ezequiel agrega información en el currículum de Jordan para que sea contratado, Jordan va a la entrevista y días después recibe una llamada para incorporarse al trabajo. Así empieza a trabajar con Evan Batista, conocido como “Holden”, un prometedor y popular cantante. Evan pasó dos años alejado de los escenarios y los medios después de un accidente en el que perdió la vida su mejor amiga Ania, pero recientemente volvió a dar conciertos locales y está trabajando en un álbum nuevo. La actitud despreocupada y reservada de Evan ha creado controversia. Al inicio, Jordan no disfruta del trabajo por la exposición que implica y porque cree que Evan es el típico cantante caprichoso, engreído y superficial, pero poco a poco se van conociendo y entre ellos empiezan a surgir sentimientos y una atracción cada vez más fuerte.
La mañana encontró a Jordan Soler despertando con una sensación de resignación ante la jornada laboral que le esperaba. No estaba particularmente entusiasmado por su nuevo empleo como guardaespaldas de Evan Batista, pero tampoco se dejaba abrumar por el pesimismo.
Mientras se preparaba, sus pensamientos se deslizaron hacia la extensa reunión del día anterior con Vera, repasando mentalmente los detalles: Vera había enfatizado en la variabilidad de los turnos; habría días intensos llenos de actividad, y otros en los que no serían necesarios. Esta irregularidad se debía a la diversa agenda de Evan, que incluía ensayos, conciertos, entrevistas o eventos. Algunos días, simplemente no habría nada que hacer, ya que Evan permanecería en casa. En ocasiones se requeriría la presencia de todos, pero otras veces, solo sería uno o dos. A pesar de esta cambiante demanda, la compañía se esforzaría por distribuir equitativamente las horas de trabajo entre los guardaespaldas.
Vera también había subrayado la importancia de la disponibilidad total. En caso de imprevistos, deberían estar listos para acudir sin demora. Además, aunque cada uno había afirmado tener habilidades de conducción, se requería un entrenamiento especializado para los autos de lujo que manejarían. Se programarían clases específicas para familiarizarse con estos autos, además de otras sesiones de orientación e inducción, incluyendo el encuentro con otros miembros del equipo.
Los viajes también podrían formar parte de su agenda, y se les notificaría con antelación. Todos los gastos relacionados, incluyendo viáticos y trámites necesarios como visas o seguro médico internacional, serían cubiertos por la compañía. También, recibirían instrucción en el uso de armas, aunque no sería una práctica constante portarlas.
Vera había asegurado una compensación justa por horas extras, y había mencionado beneficios adicionales como seguros y bonificaciones, junto con un pago adicional para cubrir gastos de transporte, como taxis o servicios como Uber. En cuanto a la flexibilidad, si algún miembro del equipo necesitaba un permiso en un día específico, solo tendría que notificarlo con anticipación para reorganizar los turnos. La compañía también proveería un vale para adquirir ropa, ya que debían adherirse a un código de vestimenta (ropa oscura) y tener atuendos adecuados para diferentes situaciones. En caso de enfermedad, los días de ausencia serían pagados y respaldados por el seguro médico, siempre y cuando se documentara y certificara adecuadamente.
Jordan repasó toda esta información, reconociendo que, a pesar de los desafíos que conllevaba, el empleo representaba una oferta laboral prometedora. Considerando la atractiva remuneración que Vera había mencionado también, le ofrecía la posibilidad de reunir dinero y, tal vez, de explorar otras opciones en el futuro, como un viaje o un trabajo más cómodo. Era una buena oportunidad, aunque estuviera teñida de incertidumbre.
De nuevo, se dirigió diligentemente a la dirección que se le había brindado, sin tener mucha idea acerca de en qué consistirían sus funciones del día. Se encontró una vez más frente a un edificio, aunque este era más discreto. Se reportó, subió por el ascensor hasta llegar al cuarto piso, como se le había indicado. Ahí se encontró con Basil, el hombre que lo recibió el día anterior; él lo saludó de forma cordial y le dijo que debían esperar a que Evan terminara un ensayo, para luego proceder a explicarle que él se encargaría de la inducción inicial. Jordan asintió recordando que Vera les había manifestado que Basil llevaba varios años en la organización, y que deberían seguir atenta y estrictamente sus indicaciones. Mientras esperaba, Jordan cavilaba sobre la variedad y la imprevisibilidad de sus tareas futuras.
La puerta finalmente se abrió, y Evan emergió, una figura transformada por el esfuerzo físico. Vestía ropa deportiva, húmeda debido a la transpiración, y su cabello, tan impregnado de sudor como su ropa, era sostenido por una bandana. Sin embargo, la imagen no era en lo absoluto desagradable. Asombrado, Jordan no pudo evitar mirar con atención a Evan. Había algo en la manera en que la ropa se adhería a su cuerpo, delineando su figura, y en cómo el sudor realzaba el brillo de su piel; la tela se transparentaba en la zona del pecho, mientras él caminaba de forma danzarina contoneando la cadera. Intrigado por la vitalidad y energía que Evan irradiaba en ese momento, Jordan se preguntó si esa apariencia saludable era el resultado de haber crecido en un entorno privilegiado.
La voz de Basil le hizo volver en sí. Frente a él, dos personas más jóvenes le miraban sonrientes. Basil se los presentó como Ian y Susan, y le explicó que eran dos miembros del staff. De pronto, Evan se acercó y, sin decir nada, antes de ponerse unas gafas oscuras, le pasó un bolso a Basil. Él lo recibió y siguió a Evan hacia la salida. Jordan fue tras ellos, mientras caminaba observaba el cuello de Evan y un pensamiento cruzó por su mente: “algo tan bello por fuera, como horrible por dentro”.
Ya frente al auto, Basil abrió la puerta para Evan, y le indicó a Jordan subirse junto a Evan en el asiento trasero, mientras él se acomodaba en el puesto del conductor. El viaje se desarrolló en un silencio incómodo. Jordan sintió una mezcla de irritación y curiosidad; observó a Evan reposando la cabeza en el asiento con los ojos cerrados, respirando apaciblemente mientras el viento rozaba su piel. De repente, Evan lo sorprendió con una mirada directa.
- Sé que es una vista agradable, pero puedes mirar hacia la ventana, ¿sabes? –e inmediatamente volvió a cerrar los ojos.
Basil los observó por el retrovisor, y Jordan volteó a mirar hacia la ventana sintiendo sus emociones anteriores intensificadas.
De vuelta en el apartamento de Evan, Basil cruzó la puerta para dejar la maleta en una mesita pequeña, y se despidió de Evan, quien con un ligero movimiento de cabeza le dio las gracias, antes de lanzar una mirada rápida a Jordan para después proceder a cerrar la puerta.
Mientras se alejaban, Jordan pensó acerca de lo que acababa de pasar. “Gracias”, eso lo tomó desprevenido. Era un destello de cortesía que no esperaba del cantante, no obstante, se dijo a sí mismo que una muestra mínima de decencia humana no debería sorprenderle. Pero el pensamiento siguió en su mente por un largo rato; no era una gran revelación, pero, de forma apenas consciente, empezó a concluir que Evan Batista no era, al menos, tan predecible como pudo suponer.
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