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El Beso Del Dolor

Capítulo Uno

Naomi estaba en la sala de espera del consultorio, repiqueteaba sus uñas en el apoyabrazos del sillón. Le pareció que hacía mucho tiempo que esperaba.

_ Disculpe, señorita ¿El doctor Rodríguez, me atenderá?

La muchacha la vio en forma desagradable.

_ Todavía es temprano, su turno es a las cinco - le señaló el reloj en la pared.

A la mujer no le quedó más remedio que resignarse. Sacó un espejo de la cartera y se acomodó su rojiza y ondulada melena. Luego tomó un labial y retocó su maquillaje. Le encantaba estar bien arreglada. No era una mujer despilfarradora, aunque su marido le había dado un buen pasar económico. No le gustaba gastar el dinero. Así que prefería copiar los modelos de las revistas y hacer ella misma sus atuendos. Como el hermoso conjunto de blusa y pantalón, en color salmón que llevaba puesto.

De pronto, la puerta se abrió.

_ Señora Echeverría, pase por favor - sostuvo la puerta, hasta que la mujer entró. La cerró y se sentó detrás del escritorio.

Naomi intentó leer el rostro del doctor, pero se veía totalmente inexpresivo.

_ Señora Echeverría, lamento decirle que lo usted tiene se llama distrofia de Fuchs. Es una enfermedad en la cual las células que recubren la superficie interna de la córnea lentamente empiezan a morir. Muy a menudo, la enfermedad afecta ambos ojos. Lo que es su caso.

La mujer se quedó helada. No podía creer lo que estaba oyendo.

_ ¿Quedaré ciega, doctor? - preguntó con voz trémula.

_ Paulatinamente, sí - esta vez si pudo notar la lástima en su mirada.

_ ¿ Se puede curar, es reversible?

_ La única solución es un trasplante de córnea. Existen tratamientos que podrán ayudarla con el dolor. Pero la única cura es un trasplante. Como usted sabe, tal vez pase un tiempo antes de conseguir el donante, así que deberá estar preparada.

La mujer quedó desolada, quedaría ciega. Su hijo aún era pequeño y necesitaba de sus cuidados y su esposo, como cuidaría de él y su hijo. Se convertiría en una carga para su familia. Las lágrimas comenzaron a brotar, trató de contenerse. No podía desmoronarse. Se enjugó las lágrimas y moduló su voz.

_ Dijo, que puede darme un tratamiento para el dolor. ¿En qué consistiría? - preguntó en tono ecuánime. El hombre se dio cuenta de su fortaleza y le pareció admirable.

_ Consistirá en el uso de gotas, inyecciones y si eso no sirviera alguna intervención quirúrgica. Le preparé ya mismo unas recetas.

La mujer suspiró y luego asintió. Momentos después el médico le extendió las recetas, ella agradeció. Y se marchó.

Ya habría tiempo para llorar, pensó. Debía pasar a comprar algunas cosas para la cena de la noche. Quería preparar una sorpresa para su esposo que llegaría a esa noche del exterior. Hacía casi un mes que estaba fuera por asuntos del trabajo. Anselmo era un hombre muy trabajador, había heredado la pequeña empresa de transporte de de su padre y en pocos años logró expandirse, incluso al exterior. Naomi amaba mucho a su esposo, sentía gran admiración por él. Se conocían desde la secundaria, eran mejores amigos. Cuando fueron a la universidad, ella comenzó a verlo con otros ojos. Pero él tenía novia, entonces ella se limitó a ser la misma amiga incondicional de siempre. Un fatídico día, un accidente de auto acabó con la vida de su amada y ella estuvo allí para consolarlo. Los meses pasaron y el se fue aferrando cada vez más a ella. El día en que se graduaron, luego de una fiesta de mucho alcohol y excesos se entregaron a sus deseos naturales e íntimos y ella salió embarazada. Tenían Veintiun años cuando se casaron, pero desafortunadamente ella perdió el bebé. Fue un golpe muy duro para ellos. Pero dos años después nacería su encantador hijo Pablo, el niño más bueno y hermoso del mundo, solía decir Anselmo. Once años habían pasado desde que se casaron, ella sabía muy bien por todas las dificultades que había pasado para estar en el lugar que hoy estaba. Así que esa noche le haría una cena romántica sorpresa, para festejar el cierre de un nuevo trato de negocio.

Llegó a su casa y fue directamente a la cocina.

Pablo bajó corriendo las escaleras cuando la oyó llegar.

_ ¡Mamá! - Gritó - papá llamó dijo que llegaría como a las diez.

_ Hola, hijo. A mí también me da mucho gusto verte - el niño entendió el mensaje, se acercó y la abrazo - ¿Cómo te fue en la escuela, cariño?

_ Muy bien. La maestra escribió un problema de matemáticas en el pizarrón, y yo fui el único que lo resolvió.

Su madre acarició su cabeza y luego le revolvió el cabello.

_ Mi hijo es un genio matemático - lo besó - ¿Ya comiste algo?

_ Sí, cuando veníamos para acá la abuela me compró un helado grande. Yo no quería, pero ella insistió.

Su madre lo miró sorprendida, no podía creer el descaro del niño. Este le sonrió travieso y salió corriendo para su habitación, diciendo que iba a estudiar.

Unas horas más tarde, Naomi ya tenía la cena lista y su hijo se había dormido.

Fue a su habitación a darse una ducha para cambiarse y esperar a su marido.

Estaba muy tranquila tarareando una canción, mientras disfrutaba del agua tibia que lavaba su cuerpo. Sintió que corrieron la mampara. Se volteó y se encontró con Anselmo, ya estaba desnudo, pero no se había sacado los anteojos los tenía totalmente empañados. Se metió a la ducha con ella y comenzó a hacerle el amor.

Capítulo Dos

Naomi estaba entre los brazos de su esposo.

_ Cariño. Has arruinado mis planes, he cocinado una cena exquisita con velas y vino de muchos años. Incluso he mandado dormir temprano a Pablo y tú vienes y te comes el postre antes.

Anselmo rio de modo travieso.

_ Tú sabes que yo el postre siempre me lo sirvo dos veces - le dio un beso en la garganta - y más cuando se ve tan apetitoso.

La mujer lo abrazó y rieron entre besos y caricias.

Momentos después bajaron a cenar.

_ Naomi, amor - se metió un bocado de carne a la boca, aun cuando todavía la tenía llena. Masticó un poco - esto está delicioso.

La mujer sonrió complacida le encantaba hacer feliz a su esposo y sobre todo le gustaba verlo comer con ansias todo lo que le preparaba, como si fuera la última comida de su vida. Pensar que pronto ya no podría verlo. Ese pensamiento nubló su alegría. El hombre lo notó enseguida.

_ ¿Pasa algo? - preguntó con el entrecejo fruncido.

_ No nada, creo que estoy un poco cansada. Hoy tuve un día de locos.

_ Ya veo ¿Qué te dijo el oftalmólogo?

La mujer lo miró sorprendida, olvidó que le había dicho que debía ir. Dudó en decírselo no quería arruinar el momento. Pero si su esposo recordó lo del doctor y ella mentía se enojaría mucho con ella por mentirle.

_ Bueno, la verdad es que hay mucho que decir sobre eso - tomó su mano - pero preferiría hacerlo mañana.

_ Oh, no. Sí lo dices de esa forma, seguro es grave. Habla - su tono sonó a orden.

_ Anselmo, por favor - acarició su mejilla.

_ No harás que cambie de opinión. ¿Qué fue lo que dijo el médico?

La mujer suspiró, sabía que no iba a ceder. Así que habló directamente.

_ El doctor dijo que perderé la vista. Pero solo será hasta que encuentre un donante de córnea.

Al hombre se le ensombreció el semblante. Dejó los cubiertos a un lado del plato.

_ ¿Cuándo será? - dijo en tono serio

_ No lo sé, dijo que será de a poco.

El hombre bebió un sorbo de vino.

_ Entonces, no nos preocupamos por eso ahora. Cuando ocurra veremos que hacer - le dio un apretón a su mano y volvió a beber su vino.

A Naomi le pareció muy extraña su reacción. No le preguntó sobre sus sentimientos, no trató de consolarla, no dijo que verían a otros doctores, nada. La mujer asumió que tal vez la noticia fue muy fuerte y no supo como enfrentarla.

_ Claro que sí, amor.

Cuando terminaron de cenar. Él se dirigió al cuarto de su hijo. Ella terminó de lavar los platos y subió a su habitación, se dio cuenta de que se tardó mucho. Así que fue al cuarto del niño. Estaban durmiendo abrazados.

Le pareció muy tierna la escena. Anselmo era un gran padre y tenía una hermosa relación con su hijo. Se sentía tan afortunada por la familia tan hermosa que había formado.

...****************...

Al día siguiente, luego de desayunar Anselmo llevo a su hijo a sus clases de piano. Naomi al igual que todos los días luego de ayudar un poco a la muchacha de la limpieza. Se dispuso a encerrarse en su taller. La alfarería y la cerámica era su pasatiempo favorito. Lo heredó de su abuelo y a base de estudio y experiencia había mejorado notablemente su técnica. Tenía el cuarto lleno de hermosas creaciones. Su esposo, de vez en cuando le había dicho que pusiera un negocio, pero como no tenía necesidad y solo lo hacía como pasatiempo nunca lo hizo. Casi siempre se las regalaba a sus amistades y familiares.

Anselmo estaba en su oficina.

_ Señor Anselmo. La señorita Silvia Vergara quiere hablar con usted.

El hombre levantó la vista y la miró por sobre los anteojos. La mujer lo miraba con una expresión rara en el rostro.

_ Dígale que estoy ocupado, que le devolveré la llamada ni bien me desocupe.

_ Está bien, señor.

Ni bien salió su secretaria. Anselmo tomó su celular y llamó a la mujer.

_ Amor, porque no me atendiste - reclamó ella con voz melosa, ni bien atendió - no me llamaste anoche y estaba preocupada.

_ Amor, sabes que no puedes llamarme al trabajo, esta es la cuarta vez. Te lo he dicho, cariño. Mi secretaria tiene muy buena relación con mi esposa.

_ Te preocupas más por tu esposa que por mí. Hace meses que dices que la dejarás y no lo haces

_ Silvia, cariño. Sabes que no es tan fácil. Tenemos un hijo y además si me divorcio ahora tendré que darle la mitad de lo que tengo. Y no podré darte todo lo que te mereces. Ya no habrá un castillo para mi reina.

La mujer gimoteó como niña caprichosa.

_ ¿Me prometes que pronto la dejarás?

El hombre recordó lo que su esposa le había dicho la noche anterior. Quería dejarla y rehacer su vida con Silvia, pero tampoco la odiaba. Naomi había sido una buena esposa y madre, jamás llegó a amarla como a su amada Susana. Pero era una buena mujer. ¿Cómo podría abandonarla así?

_ Claro que sí, amor - mintió, ya pensaría en como decírselo y no perderla. Estaba muy enamorado de ella, era la viva imagen de Susana. Y lo encendía de la misma forma. El destino le había devuelto a su amada y no iba a perderla.

Capítulo tres

Dos días después, Anselmo le dijo a Naomi que debía hacer un viaje rápido de negocios. Pero en realidad fue a ver a Silvia. Pasó los dos días de su supuesto viaje, en el departamento que le había comprado en una zona muy lujosa de la ciudad.

La mujer lloraba desconsoladamente.

_ Entiéndeme, por favor. No puedo dejarla así. Se quedará ciega. Te prometo que ni bien le realicen el trasplante. Voy a dejarla y nos casaremos.

_ No, no te entiendo. Y no voy a quedarme a esperarte como una estúpida.

_ Silvia, por favor. No digas eso.

_ Ya me oíste Anselmo. La dejas o te olvidas de mí. Te he dado tres años de mi vida, y no pienso darte un día más si no la dejas. Ya no quiero compartirte con esa idiota.

_ Amor, por favor. Sabes que te necesito, te amo - estaba a punto de llorar - no me hagas esto.

_ Créeme que me duele más a mí. Pero ya lo decidí, es ella o yo.

La mujer tomó su bolso e iba a salir del departamento.

_ No ¿A dónde vas Silvia? - la tomó del brazo - no te vayas, por favor. La dejaré te lo prometo, este mes. Te juro que lo haré.

La mujer se detuvo y volteó a verlo.

_ ¿Lo juras?

_ Te lo juro, amor. Déjame hablar con un abogado. Así veré que puedo hacer para no tener que darle la mitad de todo mi dinero.

A la mujer se le iluminó el rostro. Volvió hacía él, lo abrazó y le dio un ardiente beso. Rápidamente, lo ayudó a desvestirse y se entregaron al placer.

Esa misma noche Anselmo volvió a su casa. Su esposa lo esperaba en un deshabillé transparente rojo, se veía muy bien. Pero él estaba exhausto, se había pasado toda la tarde teniendo sexo con Silvia. Así que la rechazo. Naomi se sintió decepcionada, pero pensó que tal vez el viaje lo había cansado mucho. Por lo que, se acurrucó a su lado y se durmió.

En los días venideros, pocas fueron las veces que su esposo accedió a tener intimidad con ella. Siempre estaba cansado. Y es que, desde que se trajo a vivir a Silvia en ese departamento en la ciudad. Tenía encuentros sexuales con ella, casi todos los días. Él no era un hombre muy atlético o enérgico, por lo que su amante debía tenerlo muy agotado.

A medida pasaban los días Naomi sufría de fuertes dolores de cabeza y de ojos e iban en aumento los lapsos en que se le nublaba la vista, y casi no podía ver nada. Pero tampoco se lo decía a su esposo. Él le había dicho que estaba teniendo problemas con una sucursal, y ella no quería ocasionarle otro inconveniente. Al contrario, su deber era alivianar la carga de su esposo.

Ese día mientras estaban desayunando. Anselmo le dijo que tendría que hacer un viaje de un día. Que volvería en la noche muy tarde. Ella se sentía sola y algo abandonada así que lo siguió al coche.

Él estaba a punto de encender el auto en la cochera, cuando ella entró. Se lanzó sobre él y comenzó a besarlo, mientras le abría el pantalón y acariciaba su entrepierna.

_ Naomi ¿Qué haces? El niño podría venir.

_ Está durmiendo, no te preocupes - lo seguía tocando - Amor te necesito, no voy a esperar hasta la noche y que otra vez vengas cansado.

Cuando lo tuvo a punto, se sentó sobre él y comenzó a moverse. Eso era algo que él no podía negar de su esposa, era muy fogosa y atrevida a la hora de amar. Se dejó llevar y ambos llegaron al clímax.

_ Gracias, cariño - le dijo apoyando su frente contra la de él - te veré esta noche. Te amo.

Se bajó del auto y se volvió a la casa. Luego de arreglarse un poco, Anselmo lo encendió y se marchó.

Naomi estaba con su suegra y su hijo en el patio, tomando la merienda.

_ Estela, no sabes cuanto te agradezco que me des una mano con el niño - acarició la mano de la mujer y está se la tomó.

_ Es un placer, hija mía. Yo amo pasar tiempo con mi nieto y me gusta ser útil. Es mejor esto, que estar aguantando las veinticuatro horas al día, al viejo senil que tengo en casa - refiriéndose a su segundo esposo.

Ambas rieron en voz alta.

_ Mami, ya terminé ¿Puedo ir a jugar videojuegos?

_ Está bien, ve. Pero nada de estar comiendo dulces mientras lo haces.

_ Ok, mami - iba a salir corriendo, pero se detuvo y se volvió - Nos vemos abue - le dio un beso en la mejilla.

_ Es un encanto, lo has criado tan bien.

_ Lo hemos criado bien. Recuerda a tu hijo Estela.

_ Tonterías, ese hombre durante todos estos años lo único que ha hecho es disfrutar del calor de hogar que tú le proporcionas. Y sacarlos a ti y a tu hijo a mostrarlos como si fueran trofeos.

_ ¡Estela! No digas eso de Anselmo, él es un excelente padre, ama a Pablo. Y si vieras, lo bien que se llevan.

_ Porque él solo conoce el lado amable de su hijo. ¿Dónde ha estado cuando el niño se ha enfermado o se ha puesto caprichoso y malhumorado? Yo te diré donde. En el trabajo. Es igual a su padre.

Justo en ese momento, ella recibió una llamada de su esposo.

📱_ Hola amor,

📱_ Naomi necesito que te consigas un disfraz para esta noche, te pongas bonita y vayas a casa de Ernesto, te estaré esperando en la entrada a eso de las diez.

📱_ ¿Debe ser algo en especial?

📱_ No, es una fiesta de disfraces que organizó hace como un mes. Lo olvidé por completo. Habrá muchos posibles inversores.

📱_ Está bien, amor. Nos vemos allá. Colgó.

Volteó a mirar a su suegra.

_ Estela, tendrás la oportunidad de volver a sentirte útil - sonrió emocionada.

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