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Saudade Bajo La Lluvia

Capitulo 1

La gran ciudad Pluvial se ganó un reconocimiento como "La ciudad que llora" por lo constantes que son las lluvias. Varias personas llevaban un paraguas, mientras que otros usaban un impermeable y el resto se dirigía en coche al trabajo o a la escuela. A diferencia de nuestro protagonista, un joven de cabellera ceniza y piel blanca como la porcelana, su rostro no reflejaba ninguna expresión. Sus cuencas lavanda no mostraban ni el mínimo brillo.

Lo único que llevaba puesto era una camiseta negra con líneas blancas. Usaba unos jeans azules junto a unos tenis en forma de bota de la marca "Adidas". Toda la gente que pasaba a su lado lo miraba de distintas formas, algunos con lástima, otros con asco y el resto con indiferencia. A decir verdad, no les interesaba mucho el joven. Después de todo, uno vive su vida como quiere, ¿no? Caminó hasta llegar a su destino, un distinguido restaurante conocido como "Kookies".

Al entrar, pudo escuchar cómo varios de sus compañeros de trabajo lo saludaban o le preguntaban por qué llegaba tan temprano. Desde que comenzó con el trabajo, solía llegar cinco o diez minutos tarde, pero lo compensaba con horas extras o cambios de turno. Continuó caminando por un largo pasillo hasta llegar a una puerta vieja. Arriba de ella decía "Vestidores". Entró y abrió su casillero número 55, tomando su traje característico de los restaurantes.

A pesar de que su cara decía "prácticamente me hablas y te mato", era todo lo contrario. Atendía a las personas como era debido. La tarde era joven y el día había sido más lento de lo normal. ¿Será porque había iniciado con un mal día? Desde que salió del departamento que compartía con su pareja, fue un desastre. Lo encontró con otra persona en la cama, mientras su rostro bronceado tenía una ladina sonrisa que adornaba lo mucho que odiaba eso de él. Sin decir palabra alguna, se apresuró a cambiar, intentando borrar aquella escena que ambos le brindaron.

Le restó importancia a la necesidad de desayunar y salir cuanto antes, regresando de nuevo a donde nos quedamos. Curiosamente, se equivocaba de orden, entregando la orden de la mesa número 6 a la de la mesa número 9. Claramente, esto no pasó desapercibido para sus compañeros y jefe, quienes le pidieron una explicación ante tal error. Simplemente se disculpó con la excusa de estar pensando en cosas incoherentes.

—¿Todo bien Cameron?—su tono de voz reflejaba cierta preocupación y enojo por el error.

—Si— afirmó con el mismo tono seco de siempre.

—Debido a qué es la primera vez que sucede esto,haré la vista gorda,toma un tiempo,cuando estés mejor regresar al trabajo— ordenó sin más regresando de nuevo a su oficina.

—Tks—salió del lugar por la puerta tercera con enojó, tronando la lengua en el acto.

El sonido de las gotas de lluvia golpeando los sólidos a su alcance lo relajaron un poco. Inhaló y exhaló, tratando de despejar su mente enredada y desastrosa. Relamió sus secos y partidos labios, palpando sus bolsillos victoriosamente, encontrando aquella cajetilla de cigarrillos Marlboro. Abrió con cuidado la caja, percatándose de que solo quedaban dos, ahora uno, restándole el que tomó. Sin más tiempo que perder, se apresuró a prender el rollo de papel blanco con la colilla anaranjada.

En cuanto dio la primera calada, retuvo el humo por cinco minutos, soltando lentamente. Sin esperar más, continuó con la segunda, repitiendo la misma acción, admirando el agradable paisaje. Amaba mucho los días lluviosos o fríos. En cuanto terminó el primer cigarrillo, optó por sacar el último que le quedaba. Esta vez se tomó un poco de tiempo para prenderlo, al ser el último. En cuanto lo encendió, levantó su rostro, mirando la pintura vieja del lugar que caía a pedazos.

En eso, escuchó el motor de una moto apagándose a escasos centímetros de él. Rápidamente, bajó la vista, apreciando a un joven aún más alto que él, de cabellera azabache, piel morena y unos hipnotizantes ojos fosforescentes. El chico portaba una chamarra de cuero, junto a unos jeans rasgados en las rodillas y unas botas negras. Sin saber en qué momento el desconocido se acercó a él, regresó la vista a su cigarro, llevándolo de nuevo a su boca, quedando en un silencio ¿agradable? Extrañamente, se sentía bien con él.

—Me das-—hizo sonar su ronca voz, poniéndolo nervioso en cuanto lo escuchó.

—Si—aunque estaba nervioso supo controlar sus nervios ofreciéndole el cigarro.

—Mm, ¿trabajas aquí?— pregunto con el cigarro en los labios.

—Si—una vez más respondía de manera fría.

—Con razón, me eres familiar— sonrió al final de su oración.

—Ok—respondió de igual manera que antes.

—¿Eres un hielo andante?—se burló un poco, entre su actitud fría.

—....—guardó silencio ignorando el comentario—Mm— dirigió su vista a su celular mirando la ahora 5:00,apenas pasaron tres minutos.

Permaneció en silencio mirando cada acción del del cabellera ceniza aspirando su tan anhelada nicotina—Mm,parece que el ratón te comió la lengua—dijo con sorna"Parece que la lluvia ya se apaciguó" pensó para sí mismo dejando solo al de cabellera ceniza.

El joven de cabello azabache observó cómo el desconocido se alejaba, llevando consigo parte de su atención. ¿Quién era ese chico? Se preguntó a sí mismo mientras dejaba escapar el último humo de su cigarrillo. Decidió apagarlo y abandonar ese lugar, subiendo en su moto bajo la fina lluvia que todavía persistía en el aire.

Mientras tanto, en el interior del restaurante, Cameron regresó a su puesto de trabajo, tratando de olvidar el incidente ocurrido momentos antes. Sabía que tenía que concentrarse para evitar cometer más errores. Sin embargo, su mente seguía abrumada por los recuerdos de la traición que había presenciado esa mañana. Intentó no darle importancia, pero en el fondo sabía que le afectaba más de lo que quería admitir.

El resto de la tarde transcurrió de manera monótona, con los platos y las órdenes de los clientes llegando y saliendo. Cameron intentó ser lo más eficiente posible, pero sus pensamientos seguían ocupando parte de su mente. Sus compañeros de trabajo notaron su comportamiento distante y preocupado, pero ninguno se atrevió a cuestionarlo. Solo su jefe, con quien tenía una relación más estrecha, se acercó a él nuevamente.

—Cameron, ¿estás seguro de que estás bien? — preguntó su jefe con tono de voz más amable esta vez.

—No pasa nada, solo tengo algunas cosas en la cabeza —respondió Cameron con sinceridad, aunque su tono seguía siendo seco.

—Entiendo. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Todos tenemos días complicados, ¿sabes? —su jefe le dio una palmada en la espalda antes de alejarse nuevamente.

Cameron apreció el gesto de su jefe, pero sabía que no podía permitirse distraerse en ese momento. Se obligó a sí mismo a concentrarse en su trabajo, pero en el fondo, anhelaba el momento en el que pudiera escapar de ese lugar y alejarse de todo.

La noche llegó finalmente y Cameron terminó su turno antes de lo habitual. Decidió no quedarse en el restaurante a socializar con sus compañeros, necesitaba aislarse por un momento. Caminó en silencio por las calles mojadas, observando los reflejos de las luces en los charcos. Llegó a su departamento y, sin detenerse a pensar, empezó a empacar sus cosas. Sabía que era hora de seguir adelante, dejar atrás el pasado que lo había atormentado durante demasiado tiempo.

La lluvia había cesado por completo y Cameron encontró cierta paz en el silencio de su habitación vacía. Miró por última vez el lugar que una vez llamó hogar y se prometió a sí mismo que esta era su oportunidad para empezar de nuevo. Salió por la puerta, con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, y se adentró en la noche, listo para enfrentar lo que el futuro le tenía preparado.

Capitulo 2

Mientras tanto, el joven de cabellera azabache se encontraba en una animada reunión de estudiantes universitarios. Así es, él es un universitario que se encuentra a un semestre de concluir su carrera y seguir con la maestría en derecho. La buena música y las animadas risas hacían del lugar un ambiente agradable.

—André, hombre, ¿por qué llegaste tarde? —preguntó un joven de cabellera rubia, ojos negros y piel blanca. Vestía una sudadera azul, pantalones de mezclilla grises y tenis negros con blanco.

André simplemente sonrió, mostrando sus colmillos puntiagudos, algo característico de él. —Mat —nombró al rubio, dándole leves palmadas en la espalda—. Hombre, eso no importa —dijo animadamente, levantando un tarro de cerveza lleno para tomárselo de un trago.

Ante la acción de André, no se hicieron esperar las risas y los elogios hacia el joven de estatura alta, quien los recibía de manera animada. Dio inicio a la fiesta al levantarse y tomar a una de sus compañeras para comenzar a bailar bachata.

Los movimientos de ambos eran fluidos y sensuales ante la vista de todos. Monserrat y André eran la pareja perfecta, ambos igual de apuestos y populares, sin mencionar la gran química que se sentía entre ellos dos. Y parece que sus compañeros no eran los únicos en notarlo.

Al mismo tiempo que sus cuerpos rozaban debido al baile y el movimiento, la tensión se hizo más fuerte, terminando en un apasionado beso entre ambos. Obviamente, los gritos no se hicieron esperar.

La castaña se separó de André con un leve rubor en sus sonrojadas mejillas. —Voy por un trago —a lo cual el azabache asintió. Despejó la pista para que sus demás compañeros se animaran a bailar. De manera sutil, se acercó a uno de sus compañeros que tenía un cigarrillo en la mano y le pidió uno, a lo cual el otro aceptó.

Para mayor comodidad, salió del lugar donde estaba y encendió el cigarro, inhalando el aroma a menta del mismo. En cuanto el aroma inundó sus fosas nasales, una sensación de picor inundó su nariz, causando que frunciera el ceño. "Mentolados, qué asco", pensó para sí mismo, dando otra calada al cigarro. Aunque la marca no era su favorita, no lo iba a tirar. Necesitaba algo de nicotina recorriendo su cuerpo.

—No puede saber su nombre —dijo un tanto divertido, al recordar lo ocurrido hace una hora con el camarero de cabellera grisácea.

Mientras disfrutaba de su cigarrillo, André observaba a su alrededor, sumergido en la animada atmósfera de la reunión. La música seguía sonando, y los estudiantes se divertían bailando y riendo. Era un momento de desconexión y celebración antes de enfrentar los últimos meses de su carrera universitaria.

De repente, una joven de cabello castaño se acercó a André con una sonrisa juguetona en su rostro. Era Monserrat, la misma compañera con la que había compartido ese apasionado beso momentos atrás. Llevaba en la mano dos vasos llenos de una bebida colorida.

—Aquí tienes, André. Un trago para ti —dijo Monserrat, entendiendo uno de los vasos.

André tomó el vaso con gratitud y dio un sorbo a la bebida. Era refrescante y tenía un sabor dulce que le agradó. Miró a Monserrat y le guiñó un ojo.

—Gracias, Monserrat. Parece que sabes cómo consentir me —respondió André con una sonrisa pícara.

Ambos se unieron nuevamente a la pista de baile, moviéndose al ritmo de la música. La química entre ellos era innegable, y cada movimiento que compartían estaba lleno de complicidad y pasión. Los demás estudiantes los observaban con admiración y aplaudían su talento para el baile.

Mientras disfrutaban del momento, André decidió romper el hielo y comenzar una conversación más profunda con Monserrat.

—Oye, Monserrat, ¿alguna vez has pensado en lo que quieres hacer después de graduarte? —preguntó André, mirándola con curiosidad.

Monserrat se detuvo por un momento, pensativa, y luego respondió con una sonrisa.

—Bueno, André, la verdad es que me gustaría seguir estudiando y especializarme en derecho penal. Siempre he sentido una pasión por la justicia y quiero contribuir a hacer del mundo un lugar mejor desde esa perspectiva.

André asintió, impresionado por las aspiraciones de su compañera.

—Eso suena increíble, Monserrat. Estoy seguro de que serás una abogada formidable. Yo también tengo planes de continuar con la maestría en derecho, pero aún estoy explorando diferentes áreas para encontrar mi verdadera vocación.

La conversación continuó mientras bailaban, compartiendo sus sueños, experiencias y expectativas para el futuro. Ambos se sentían cómodos y conectados, disfrutando de la compañía del otro en medio de la fiesta universitaria.

La noche avanzaba y la música seguía sonando. André y Monserrat decidieron aprovechar al máximo el momento y seguir bailando y divirtiéndose junto a sus amigos. La universidad les había brindado una amistad especial y momentos inolvidables, y estaban decididos a disfrutarlos al máximo antes de enfrentar los nuevos desafíos que les esperaban en el futuro.

La fiesta continuaba en su apogeo, con la música vibrante y la energía contagiosa de los estudiantes universitarios. André y Monserrat se encontraban en un rincón del lugar, disfrutando de un breve descanso entre bailes y risas.

André miró a Monserrat con una sonrisa en su rostro, admirando su belleza y su espíritu libre. Se sentía afortunado de tenerla como compañera y amiga.

—Monserrat, ¿sabes qué es lo que más me gusta de ti? —preguntó André, con una mirada llena de sinceridad.

Monserrat levantó una ceja, curiosa por saber qué pensaba André.

—¿Qué es lo que más te gusta de mí? Cuéntame, André —respondió, intrigada.

André tomó un momento para pensar en sus palabras, queriendo expresar sus sentimientos de la manera más genuina posible.

—Lo que más me gusta de ti, Monserrat, es tu autenticidad. Siempre te muestras tal como eres, sin miedo a ser juzgada. Eres valiente y tienes una pasión por la vida que es inspiradora. Además, tu sentido del humor y tu alegría contagian a todos los que te rodean. Es un verdadero regalo tenerte como amiga —dijo André, con una voz suave y sincera.

Monserrat sonrió, emocionada por las palabras de André. Se sintió profundamente valorada y comprendida.

—André, no sabes cuánto significan para mí tus palabras. También valoro mucho nuestra amistad y la conexión que tenemos. Eres una persona especial, llena de talento y bondad. Siempre estás dispuesto a apoyar a los demás y a alegrar el día de quienes te rodean. Eres un verdadero amigo, y estoy agradecida de tenerte en mi vida —respondió Monserrat, con gratitud en su voz.

Ambos se abrazaron, sellando su amistad con un gesto cálido y sincero. La música seguía sonando, y decidieron regresar a la pista de baile para disfrutar del resto de la noche.

Capitulo 3

La fiesta continuó con bailes desenfrenados, risas interminables y momentos de camaradería entre André, Monserrat y sus compañeros. La universidad les había brindado no solo conocimiento académico, sino también amistades duraderas y experiencias inolvidables.

A medida que la noche llegaba a su fin, André y Monserrat se despidieron de sus amigos, con la promesa de seguir construyendo recuerdos juntos en el futuro. Caminaron juntos hacia el exterior del lugar, sintiendo la fresca brisa nocturna acariciar sus rostros.

—Monserrat, ha sido una noche maravillosa. Gracias por compartir estos momentos conmigo. Estoy emocionado por lo que el futuro nos depara y por seguir viviendo aventuras juntos —dijo André, mirando a Monserrat con cariño.

Monserrat asintió, con una sonrisa llena de emoción y anticipación.

—André, estoy segura de que vendrán muchas más noches como esta, llenas de risas y amistad. Estoy agradecida de tenerte a mi lado. Sigamos creando recuerdos y enfrentando los desafíos que la vida nos presente, juntos.

Con un último abrazo, André y Montserrat se despidieron, sabiendo que su amistad era un tesoro que perduraría a lo largo del tiempo. Mientras se alejaban, el futuro parecía brillar con infinitas posibilidades, y ambos estaban listos para enfrentarlos con valentía y pasión.

André por su parte se fue en su tan preciada motocicleta, las brumosas nubes le indicaban que está por llover "Oh mierda, no de nuevo" pensó mientras conducía, le resultaba algo molesto el clima de la ciudad paro cuando recuerda el porqué se encuentra ahí decide callar y seguir conduciendo, a mitad de su camino las pequeñas y frías gotas de agua comenzaron a caer, cayendo una que otra en su casco.

Al pasar por un conocido parque para parejas freno en seco al ver a aquel chico enigmático del restaurante,bajo la amena brisa,de forma dudosa y sospechosa permaneció por unos minutos observándolo a diferencia del encuentro en la tarde sus expresiones eran diferentes,sus hermosos ojos tenían un tenue brilló que sin querer lo cautivaron su inexpresivo y pálido rostro tenía una dulce y linda sonrisa.

—Mierda—maldijo, sacudió su cabeza repetidas veces algo dudoso se bajó de su moto caminando en dirección al lugar.

André se acercó al chico enigmático con curiosidad y cautela. A medida que se acercaba, notó que el chico parecía perdido en sus pensamientos, absorto en algo que solo él podía comprender.

—¿Estás bien? Pareces un poco distraído —dijo André, intentando romper el hielo y comenzar una conversación.

El chico levantó la mirada y lo miró con sorpresa, como si no hubiera esperado que alguien se acercara a él. Desvío su mirada lavanda, evitando el contacto visual.

—Mmm,Si.solo estaba pensando algunas cosas—respondió el chico, con una voz suave.

André permaneció unos minutos en silencio, escuchándose en el fondo el ruido de la suave lluvia—Ya veo. Pero que haces bajo la lluvia, ¿no deberías estar en tu casa o algo así?—dijo André al chico misterioso el cual rápidamente al escuchar lo último no pudo evitar fruncir el ceño.

El chico trató de escoger las palabras adecuadas, para no sonar grosero. El chico se encontraba de buen humor antes de esa pregunta que solo lo hacía recordar lo de la mañana, y como un extraño se acercó a él para compartir su tan sagrada nicotina.

—¿Por qué debería contestarte?, es más no sé ni tu nombre— dijo el chico alejándose un poco de André con algo de desconfianza.

Ante lo dicho por el chico. André no pudo evitar sentirse como un completo idiota, él tenía razón, no se había presentado adecuadamente con el desconocido del restaurante de la tarde.

—Disculpa mis modales. Me llamo André Maltón— aclaro su garganta ante la vergüenza inclinando levemente la cabeza. Intrigado por la aparente transformación del chico.

—Bueno Maltón, Mi nombre es Cameron Miller— se presentó ahora él.

Antes de que alguno de los dos siguiera hablando se vieron interrumpidos por la fuerte lluvia que se intensificó de golpe, causando que tanto Cameron como André se fueran por caminos diferentes. A causa de la lluvia sin mirar atrás.

Para saber a dónde se dirigía Cameron que les parece retroceder al primer capítulo en dónde tomo sus cosas y se fue sin decir adiós. Después de caminar sin rumbo alguno su caminata se vio interrumpida por una llamada, algo cansado y molesto decidió contestar.

—¿Qué necesitas Conny?—pregunto a la persona del otro lado de la llamada—Te he dicho que si es sobre ese idiota no quiero saber nada— apretó su puño ante el enojo—Estoy en la calle—algo aliviado suspiro, despidiendose y colgando la llamada.

Ahora con un destino el cual es "La casa de Conny". Caminaba más relajado por el resto de la tarde noche deteniendo sé en el famoso parque "Oasis del Amor",recordando con odio a su pasado yo,al ser muy ingenuo y pendejo para caer en sus mentiras.

Cameron se encontraba algo exhausto a causa del maratón que realizó del parque a casa de su amiga que se encontraba a cinco o seis cuadras de distancia, como pudo toque la puerta esperando tirado en el suelo a qué le abrieran.

—¡Cami!— se escuchó una chillona y tierna voz proviniendo de dentro de la casa—¿Por qué estás todo mojado?, deja voy por una toalla para que te seques— dijo de manera apresurada sin darle tiempo al de cabellera ceniza de responder.

Ya más tranquilo y con ropa seca, comenzó a relatar su citación desde el inicio hasta el final, causando que su amiga del alma insultara en más de mil idiomas al maldecido de Marcus.

—Te dije que ese idiota, no te merecía, pero que hace el señorito pues sale con él importando le un comino mi opinión— dijo con indignación y dándole un sermón al de cabellera ceniza quien solo se sentía avergonzado.

Antes de hablar le dio un trago a su chocolate caliente, cortesía de su amiga—Conny. Por favor ya no me digas nada, es más ni me lo recuerdes que me siento un idiota— dijo con lo que queda de orgullo.

Conny ante la petición de su amigo decidió parar, soltando un cansado y pesado suspiro llevando a su boca una galleta de vainilla recién horneada.

—Te ha crecido el cabello—comento Cameron observando el cabello anaranjado de su amiga quien solo asintió—¿Lo puedo peinar?— pregunto. Mientras sostenía el peine en la mano.

Los orbes verdes de Conny no pudieron evitar reflejar un brillo de emoción. Conocía perfectamente a su amigo y sabía que eso lo ayudaba a calmarse cuando no tenía cigarros era un hábito común entre ellos, regresando a la pregunta anterior ella asintió repetidas veces sentando sé en el suelo frente a él.

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