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Bajo La Luna De Los Tres Mundos

El Reino de las Hadas

En el reino de las hadas, el crepúsculo era más que un simple cambio de día a noche; era una sinfonía de colores fundidos en el lienzo del cielo. Los últimos rayos de sol acariciaban las puntas de los pétalos de lirios y las hojas de los árboles centenarios, haciendo que el bosque resplandeciera en tonos dorados y rosados.

Allí, entre los arcos naturales de ramas entrelazadas y cascadas cristalinas, habitaban las hadas. Seres diminutos de alas translúcidas que danzaban con la brisa, dejando destellos de luz en su estela. En el corazón de este reino, se alzaba el Palacio de los Susurros, una estructura etérea construida con la esencia misma del bosque, donde la magia fluía como el viento entre los muros de cristal.

Elara, con una determinación temeraria, se aventuraba más allá de los límites conocidos del reino de las hadas. El bosque cobraba vida a su paso, las flores susurraban secretos antiguos y las criaturas del bosque se agitaban inquietas, como si anticiparan un cambio en el tejido mismo de la realidad.

Mientras Elara se adentraba en la profundidad del bosque, tropezó con una bifurcación en el camino y dando vueltas llegó a un lugar desconocido para ella, miró a su alrededor, pero todo era extraño e irreconocible. Una senda estaba envuelta en una neblina plateada, mientras que la otra desaparecía entre sombras espesas y misteriosas. Una voz en su mente le advirtió, pero su curiosidad superó su cautela y decidió adentrarse mucho más con valentía porque ya había empezado la travesía sin retorno.

Fue entonces cuando vio algo que jamás había presenciado: un brillo dorado destellaba en la espesura. Intrigada, se acercó con cautela y descubrió un portal centelleante, un umbral entre su reino y una dimensión desconocida.

Mientras que Elara contemplaba el portal, Draven, el astuto elfo, emergió de entre los árboles y observaba a Elara desde lejos, pero con cautela. Su presencia era un confortante susurro en el silencio inquietante que rodeaba el portal.

"Elara, no deberías estar aquí sola", advirtió Draven con tono preocupado. "Estos portales son antiguos y peligrosos".

La joven hada asintió, pero su mirada permaneció fija en el portal, que parecía llamarla con una fuerza inexplicable.

"Sé qué es algo desconocido y no sé lo que hay, puede que haya cosas buenas" Exclamó Elara.

"Si, pero también puede que haya cosas que hagan que tú vida peligre..." Le dice Draven con preocupación mientras se acerca con cautela poco a poco hacia ella para que no cometa ninguna locura.

Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, una fuerza oscura surgió del portal, envolviendo todo a su alrededor.

El cielo se oscureció abruptamente, las hojas de los árboles se marchitaron y un viento gélido sopló desde el portal. Un estruendo retumbó mientras el portal vibraba con una malevolencia que helaba la sangre.

Elara, al sentir el estruendo es golpeada por la fuerza del viento que se aproximaba y retrocede un poco sin dejar de mirar el portal, pero sin percatarse lo de lo que tenía atrás tropieza con una piedra lo que hace que su estabilidad pierda el control y tambalee, asustada por el tropiezo en vez de retroceder da pasos adelantes mirando hacia atrás para ver qué fue lo que le hizo tropezar, pero no se dio cuenta que estaba a punto de ser absorbida por el portal; sin embargo, Draven viendo la situación en ese mismo instante corrió y extendió su mano hacia Elara, atrayendola hacia él mientras se enfrentaban a la aterradora presencia que emanaba del portal. En ese momento de tensión, sus miradas se encontraron y sonrieron, compartiendo un instante de complicidad y confianza en medio de la oscuridad que los rodeaba.

La voz de Seraphina, una voz que salía del portal resonó en la mente de Elara y Draven: "¡Guardianes de los reinos, uníos! El peligro se ha desatado".

Draven desconociendo de quién era la voz le pide que se muestre diciendo "Oye voz que nos habla desde lo secreto, podrías presentarte y explicarnos lo que pasa"

Seraphina, un Arcángel que custodia el portal se presenta ante ellos, con un traje de guerrero dorado y una espada en la mano que brillaba como el sol le dice: "Este portal puede llevarlos a la verdad de los reinos vecinos, pero para entrar tienen que ser valientes, porque la guerra se aproxima entre estos reinos y solo ustedes pueden llevar la paz hacia estás naciones"

Draven y Elara asombrados se miran y le preguntan a Seraphina el por qué ellos llevarían la paz a esas naciones

"Somos jóvenes y no sabemos lo qué sucede, ¿cómo podríamos llevar la paz a esos lugares desconocidos? Le dice Draven

"Ustedes tienen poderes ocultos que durante la travesía descubrirán, Unidos pueden evitar una guerra innecesaria, lo que conllevaría a alianzas para mantener la paz en cada uno de los reinos, tomen sus manos y los llevaré a un lugar desconocido, pero grandioso" dice Seraphina con voz dominante.

Draven y Elara dudosos deciden confiar y se toman de las manos mientras se miran sonríen y se dicen: "Hagámoslo" y se adentran juntos, emprendiendo un viaje incierto hacia lo desconocido para descubrir la verdad tras el inminente peligro que amenazaba con devorar sus mundos.

El portal centelleaba con una fuerza ominosa, desafiando las leyes de la realidad conocida. Elara y Draven se enfrentaron a la oscuridad que se arremolinaba desde su interior, una sombra que parecía tener vida propia, extendiéndose como una marea oscura que amenazaba con engullidos.

Expulsados con fuerzas del portal caen en un montón de hojas secas, el viento aullaba con una ferocidad desconocida, y los árboles gemían como si fueran testigos del caos que se avecinaba. Con un gesto, Draven invocó una barrera mágica que rodeaba a Elara, protegiéndola de la vorágine oscura que los envolvía.

En ese momento, una figura encapuchada miraba lo que sucedía cuando el portal se abrió y escupió a Draven y Elara. Una presencia maligna se materializó ante ellos, emanando un aura de poder oscuro que hacía temblar incluso a las raíces más profundas del bosque.

Elara contuvo el aliento al reconocer la enigmática figura. Era Morgana, una antigua hechicera cuyo nombre era susurrado en las leyendas más oscuras. Su mirada gélida los recorrió con una intensidad penetrante, como si leyera los secretos más profundos de sus almas.

"¿Quiénes osan interferir en mis dominios?", resonó la voz de Morgana, llena de un poder siniestro que resonaba en el aire. "Estos reinos son míos para reclamar".

El corazón de Elara latía con fuerza, pero su determinación no vaciló. Inspirada por la valentía de Draven a su lado, canalizó su energía mágica, liberando un destello de luz que desafió la oscuridad que emanaba de Morgana.

En un instante, la hechicera retrocedió, sorprendida por el poder de la joven hada. Sin embargo, la oscuridad en sus ojos ardía con una promesa de venganza.

"Esto no ha terminado", susurró Morgana con voz helada antes de desaparecer en un remolino de sombras, el portal se cerró detrás de ella, dejando el bosque sumido en un silencio inquietante.

Elara miró a Draven, conmocionada por la confrontación. A pesar del peligro inminente, la chispa de complicidad entre ellos ardía con más fuerza, una conexión que había nacido en medio del caos y la incertidumbre.

La voz de Seraphina resonó de nuevo en sus mentes: "El tiempo apremia. Los lazos entre nuestros reinos se debilitan. Deben encontrar a los Guardianes de los otros mundos. Juntos, solo juntos, pueden enfrentar la oscuridad que se avecina".

Con la urgencia marcada en sus corazones, Elara y Draven se miraron, sabiendo que su destino estaba entrelazado en una misión que cambiaría el curso de sus mundos para siempre.

El Legado de los Elfos

En las profundidades del reino élfico, entre bosques de árboles ancestrales y ciudades suspendidas entre las copas de los árboles, se encontraba la morada de los elfos. El Reino de Eärendil, un lugar de belleza etérea donde la magia fluía en armonía con la naturaleza.

Los elfos, seres de elegancia inigualable y sabiduría milenaria, vivían en comunión con el bosque. Sus ojos centenarios reflejaban la profundidad de su conexión con el mundo natural, y sus habilidades mágicas eran tan antiguas como las raíces de los árboles que los rodeaban.

Draven, nacido en el seno de este reino, había sido instruido en los caminos de la magia y la sabiduría elfica desde su más tierna infancia. Los elfos valoraban la armonía y la preservación de la naturaleza, y Draven se había convertido en un guardián de los secretos ancestrales de su linaje.

Sin embargo, a pesar de la serenidad que emanaba el Reino de Eärendil, la historia del conflicto entre elfos, hadas y humanos había dejado profundas cicatrices en los corazones de su gente. Las hadas y los elfos habían sido cazados por su magia, anhelada por los humanos que buscaban apropiarse de su poder.

Las guerras pasadas resonaban como un eco amargo en la memoria colectiva de los elfos. Los enfrentamientos con los humanos habían dejado un legado de desconfianza y distanciamiento entre los reinos, dificultando cualquier intento de reconciliación.

Draven recordaba las historias de su pueblo, relatos de cómo los humanos, temerosos de la magia que fluía en las venas de los elfos y las hadas, desataron guerras que dividieron a los reinos y sembraron la desconfianza entre las razas.

En los días más oscuros, elfos y hadas se unieron para protegerse mutuamente, formando alianzas frágiles en medio del caos y la destrucción que los humanos habían desencadenado. Las cicatrices de aquellos conflictos aún persisten, y el anhelo por la paz entre los reinos parecía cada vez más lejano.

Draven sabía que, para enfrentar la oscuridad que se cernía sobre ellos, tendrían que superar las diferencias del pasado y unirse en una alianza que desafiara las barreras del tiempo y la desconfianza.

Con esta determinación en su corazón, Draven Elara preparados para emprender un viaje crucial en busca de los Guardianes de los otros reinos, con la esperanza de forjar una alianza que detuviera el inminente peligro que amenazaba con sumirlos en una oscuridad eterna.

El viento siseaba entre las ramas, llevando consigo un presagio ominoso mientras Draven Elara se adentraba en los límites del Reino desconocido para ellos. La densa arboleda se cerraba a su alrededor, ocultando secretos ancestrales y susurros de antiguos males que aún pervivían en las sombras.

Mientras avanzaba, la atmósfera se volvía cada vez más opresiva, como si el bosque mismo se resistiera a revelar sus secretos más oscuros. Sombras danzaban entre los árboles, retorciéndose y tomando formas que evocaban pesadillas olvidadas.

El sonido de ramas quebrándose bajo sus pies resonaba como un eco inquietante en el silencio del bosque. Algo acechaba entre los árboles, algo que no pertenecía a los reinos conocidos.

De repente, una figura fantasmal emergió de entre la maleza. Era una criatura etérea, un espectro envuelto en sombras, con ojos centelleantes que reflejaban un mal antiguo y famélico.

Draven retrocedió, su corazón latiendo con fuerza mientras el terror se apoderaba de su ser. Aquella presencia no era natural, no pertenecía a ningún reino conocido. Era una manifestación de la oscuridad misma, un recordatorio de antiguos males que los elfos habían creído extintos.

La criatura avanzaba con pasos vacilantes, susurros de voces olvidadas resonaban en la mente de Draven. Las sombras se retorcían a su alrededor, como si el espectro fuera capaz de manipular la realidad misma.

Sin embargo, en medio de la agonía de su miedo, Draven invocó antiguas palabras de protección, canalizando la magia ancestral de los elfos. Una luz brillante surgió de sus manos, disipando las sombras que envolvían al espectro.

Con un grito gutural, la criatura retrocedió, desvaneciéndose en la oscuridad del bosque. Draven respiró agitadamente, sintiendo el frío sudor en su frente. Aquel encuentro había despertado un temor que creía olvidado, un indicio de que la oscuridad que se cernía sobre los reinos era más antigua y terrible de lo que imaginaba.

Con el corazón aún palpitante, se recompuso y continuó su travesía, sabiendo que lo que encontrara a continuación podría ser aún más aterrador que aquel espectro que había enfrentado.

El Resurgir de las Sombras

El Reino de Eärendil temblaba con la resonancia del terror que se cernía sobre los reinos. Draven y Elara, perturbado por el encuentro con el espectro, avanzaba con cautela a través del bosque, buscando respuestas entre los vestigios de magia ancestral.

Las sombras se alargaban en su camino, retorciéndose como si fueran tentáculos ansiosos por atrapar al intruso en su reino. Los murmullos de voces olvidadas resonaban en el aire, advirtiendo de un peligro inminente que acechaba entre los pliegues del tiempo.

De repente, un estallido ensordecedor resonó en el horizonte. El suelo tembló bajo los pies de Draven Elara, mientras el cielo se oscurecía y los bosques se agitaban con una furia descontrolada.

Una explosión de magia oscura iluminó el horizonte, y un eco desgarrador retumbó por todo el reino. Draven y Elara se prepararon para lo peor, sabiendo que aquel estallido anunciaba la llegada de un mal antiguo.

La guerra que se había evitado durante siglos había estallado una vez más entre los reinos. Los humanos, sedientos de poder, habían desencadenado una ofensiva contra los elfos y las hadas, ansiosos por apropiarse de la magia que fluía en sus tierras.

Las huestes humanas, impulsadas por la codicia y el deseo de dominio, avanzaban con ferocidad, desatando una magia oscura que rasgaba el tejido del reino élfico.

Draven y Elara, presas de un miedo ancestral, se vieron envueltos en el caos de la guerra. La oscuridad se cernía sobre él, manifestándose en formas indescriptibles. Sombras aterradoras se alzaban entre los árboles que anhelaban sangre, criaturas retorcidas que parecían arrastradas desde los abismos más profundos de la pesadilla.

El terror se fundía con la magia en un torbellino aterrador. Los elfos y las hadas luchaban con coraje, canalizando su poder para enfrentar a los invasores humanos y a las abominaciones que estos habían desatado.

En medio del conflicto, Draven y Elara se aferraban a la esperanza de paz que había mencionado Seraphina, sabiendo que la clave para detener la oscuridad que se alzaba residía en la unión de los reinos, una alianza que debía forjarse en la desesperación y la necesidad de sobrevivir.

Con su magia ancestral ardiendo en su interior, Draven y Elara se dispusieron a buscar a los Guardianes de los otros reinos, sabiendo que la única esperanza para detener el desastre que se avecinaba residía en la unidad de elfos, hadas y humanos, antes de que la oscuridad consumiera todo a su paso.

Mientras la guerra azotaba los confines del Reino de Eärendil, Draven se abría paso entre la maraña de batallas encarnizadas y los horrores que la magia oscura desataba. Las fuerzas humanas, ansiosas por someter a los reinos élficos y hadas, desplegaban conjuros ancestrales y tecnologías bélicas que desafiaban las leyes mismas de la naturaleza.

El aire vibraba con el estruendo de hechizos y la cacofonía de la destrucción. Draven, con el corazón desgarrado por la guerra que asolaba su hogar, Elara al verlo de esa manera lo abraza, Draven en ese momento se aferraba a la convicción de que la unidad de los reinos era la única esperanza para prevalecer contra la oscuridad que se alzaba.

En medio del caos durante días, un destello de luz atravesó las nubes oscuras que ensombrecian el horizonte. Un antiguo símbolo, que emanaba paz y tranquilidad, la alianza entre los reinos, resplandeció en el firmamento, envolviendo a elfos, hadas y humanos por igual.

La alianza, impulsada por la necesidad urgente de resistir la oscuridad, comenzó a tomar forma. Los líderes de los reinos se unieron en un consejo de emergencia, trascendiendo las diferencias ancestrales para enfrentar la amenaza común que se cernía sobre ellos.

La Arcangel Seraphina, con su gracia y sabiduría, tomó la palabra, instando a los representantes de los reinos a dejar de lado las disputas pasadas y unir sus fuerzas para defender sus mundos de la devastación que acechaba.

La voz de la esperanza se alzó entre los campos de batalla. Elfos y hadas se unieron en una resistencia unificada, canalizando su magia en un acto de valentía y solidaridad que desafió las sombras que amenazaban con consumirlos.

Draven y Elara, imbuidos por la luz de esta alianza, se embarcaron en una misión urgente para encontrar a los Guardianes de los otros reinos. Con cada paso, su corazón latía con la certeza de que la unión de los reinos era el único camino para restaurar el equilibrio y enfrentar la oscuridad que se cernía sobre ellos.

En su búsqueda pasó una semana y las cosas no parecía dar frutos, pero en un instante de desesperación Elara le dice a Draven que tenga paciencia, en ese momento Draven ya casi consumido por la angustia mira entre los árboles y nota una señal de flecha incrustada, al verla se para enfrente de ella y reconoce lo que ve, Draven le gustaba leer las historias sobre su reino en el pasado, al ver la señal nota que encontró rastros de antiguas alianzas y leyendas olvidadas que hablaban de tiempos de paz entre elfos, hadas y humanos. Una chispa de esperanza se encendió en su alma, recordándole que la unidad entre los reinos era una verdad ancestral que había sido oscurecida por el tiempo y la discordia.

Con una determinación renovada, Draven y Elara se prepararon para unir a los Guardianes, sabiendo que solo juntos podrían desafiar el abismo que amenazaba con devorar sus hogares.

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