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La Dama De Compañía

Presentación

Diana.

Voy entrando al bar de Ben y pues como de costumbre, todas las miradas se concentran en mí, me acerco al grandote que está en la entrada y le digo coqueta que me están esperando adentro. El hombre me deja pasar bajo los abucheos de los que están haciendo cola. Que culpita que tengo don de convencimiento.

Hoy me puse para mi cita de trabajo un traje clásico con corsé hasta la rodilla, tiene tiras en pedrería y mangas caídas que hacen lazos y caen en mis brazos. De verdad me veo preciosa.

Subo las escaleras contorneando mis caderas, llego a la zona VIP, donde un mesero me lleva a uno de los privados, cuando entro me encuentro con dos sexies muñecotes, sin embargo, el cabello oscuro es el que se roba toda mi atención. Su mirada me pone por primera vez en toda mi vida, nerviosa como una puberta.

- Buenas noches - saludo formal - mi nombre es Diana Batista y soy la acompañante que solicitaron.

- Es un gusto, Diana, soy Edgar Loperena y él es...

- ¿Esto qué significa, Edgar? ¿No había alguien más... - me mira despectivamente, haciéndome sentir menos que una cucaracha - decente? - concluye.

- Creo que mejor me marcho, no soy lo que el señor busca... - doy media vuelta para marcharme, pero el rubio llamado Edgar me retiene tomándome por uno de mis brazos.

- Espere - me dice - Teodoro, debes considerar contratar los servicios de la señorita Batista, te recuerdo que tienes menos de 6 horas para que tus padres lleguen al país.

Alzo mi mirada, ni siquiera había notado que la había clavado en el piso.

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Teodoro.

Me estoy tomando un whisky, cuando el mesero ingresa seguido de una despampanante rubia de grandes pechos y porte de conejita playboy. Cuando me miró juro que tuve una erección con solo su mirada. Sin embargo no es la mujer que quisiera presentarle a mis padres como mi novia. De lejos se le nota lo vulgar y descarada.

Cuando se estaba presentado Edgar, lo interrumpí para decirle qué significaba la presencia de esa mujer frente a nosotros. Por ningún lado le sale lo decente. Es ese tipo de mujer con la que tienes un revolcón y ya, no la que le presentas a tu familia. Pero Edgar me mostró que es la única opción que tengo por ahora.

- ¡Bien! - digo resignado - le pagaré medio millón de euros por semana, le daré un departamento donde lo deseé y puede quedarse con las joyas que utilice durante ese tiempo.

Sé que no rechazará mi oferta, las mujeres son unas interesadas, todas.

- Con solo la paga está bien, gracias a Dios tengo mi departamento... y joyas, puedo comprarlas cuando me apetezca - me habla con soberbia.

No sé qué se cree esta vulgar mujer, no se ha dado cuenta que yo estoy por encima de ella.

- Señor Edgar, mañana me contactaré con usted para darle mi número de cuenta. - me mira detenidamente, tiene unos ojos que te atraviesan el alma - Con usted solo trataré delante de su familia, no deseo tener ningún tipo de contacto con usted fuera de eso.

La veo marcharse con la frente en alto, contorneando sus caderas con seguridad. Su orgullo golpeó el mío de una manera que nunca nadie se atrevió.

- Investiga a esa mujer - le ordeno a Edgar, que parece divertido con la situación.

- Creo que por fin apareció alguien que supo ponerte en su sitio - se ríe, y yo lo miro con ganas de golpearlo.

- Mañana le dices a esa mujer que ni se le ocurra vestirse exhibicionista, ya sabes que mis padres son muy conservadores y no quiero que noten lo zorra que es.

- No te preocupes, trataré de persuadirla de que use un guardarropas menos fresco.

Yo sigo con mi vista puesta por donde salió, esa mujer se va a tragar sus palabras, como que me llamó Teodoro Montes y cuando la tenga justo donde la deseo, le voy a mostrar cuál es su lugar en el mundo, y cuál es el mío, porque yo estoy por encima de ella.

Vidas separadas.

Diana.

Voy caminando con mi exuberante figura por una de las grandes avenidas de la gran ciudad donde vivo hace años, las personas se voltean para mirarme, y cómo no, si soy una hermosa rubia con cuerpo de infarto, que brota seguridad mas sensualidad.

Con mi 1.75, me considero más alta que el promedio de las chicas, me encanta usar vestidos pequeños que realcen mis atributos, así vendo mi imagen proyectando lo que quiero. Detesto a las mojigatas que solo critican porque soy, eso que ellas no pueden ser.

Me presento; soy Diana Batista, tengo 26 años, soy de un pueblo chico donde viven mi madre y mi pequeña hermana, que está a punto de ingresar a la universidad, es por ella que me vine a la ciudad, para que tenga las oportunidades que yo no tuve.

¿En qué trabajo?, pues sencillo, soy dama de compañía, no necesariamente debo acostarme con mis clientes, pero si hay uno que me llame la atención, obvio no desaprovecho la oportunidad, no soy una santa, ni me interesa serlo ni parecerlo, además las santas son aburridas y a mí me gusta el color.

Susan me ha llamado para informarme que hay un nuevo cliente que necesita de mis servicios por tres semanas, según ella, la paga es excelente, así que tomo el trabajo pues mi hermana está por ingresar de poco a la universidad va a necesitar ropa, útiles y todas esas cosas.

¿Qué si alguna vez he pensado salir de esto? Muchas veces, pero primero debo darle una mejor vida a mi madre y a mi hermana, quiero que ella sea lo que yo no pude por falta de oportunidades.

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Soy Teodoro Montes, un alto ejecutivo, dueño de una de las mejores empresas del país, especializadas en seguridad. También soy el heredero de uno de los mayores imperios mercantiles del continente Europeo. Tengo 33 años, mi estatura es de 198 cms, soy un hombre adicto al trabajo, soy muy sagaz en los negocios, pero un sufrido en el amor.

Solía tener una novia, Constanza Juro, nuestra relación terminó porque ella pretendía que descuidara mi trabajo para pasar todo el tiempo entre sus piernas. Así que un día decidimos cortar por lo sano. Realmente no me malogró nuestra terminación, porque lo nuestro era más superficial que otra cosa.

Sin embargo, justo ahora me beneficiaría tenerla a mi lado, pues resulta que mi padre me anda amenazando con la absurda idea de que debo tener una relación, tratar de formar una familia como la que él y mi madre han formado a lo largo de los años, cosa que no me interesa.

Ahora debo buscar a una mujer para presentarla como mi novia y fingir una relación durante las tres semanas que van a estar mis padres y mi hermana Sarita en el país, ya que ellos viven hace 3 años en Londres.

- Dime Edgar, ¿de dónde carajos voy a sacar una novia a estas alturas cuando faltan menos de 24 horas para que mis padres lleguen a la ciudad? - le pregunto a mi asistente.

Sí, tengo un asistente, pues es tedioso tener que lidiar con locas ofrecidas que solo me buscan para beneficiarse con mi dinero y mis apellidos, de verdad que es lo que menos quiero para mí.

Nos quedamos un rato analizando las posibilidades, de dónde podríamos conseguir a una mujer dispuesta a hacerse pasar por mi novia.

- Una dama de compañía - dice Edgar, metido en su celular muy entretenido con lo que sea que está haciendo.

- ¿Y dónde puedo buscar una? - pregunto interesado.

- El primo del amigo de un amigo...

- Edgar, deja de fingir que no eres tú el que acude a ese tipo de agencias y búscame el contacto para solicitar a una de esas chicas,

- ¡Bien! ¿Cómo deseas que sea? - me pregunta.

- Como sea, no me interesa su apariencia... solo serán tres semanas, eso es todo.

Mi asistente hizo un par de llamadas, al cabo de unos minutos que ya tenía a la chica, que esperaba vernos esta misma noche en el bar de Ben, para hablar de la paga y los horarios.

De verdad espero que todo salga bien, porque sino, seré un mendigo más en este país.

NARRADORA.

Muy pronto la vida de ambos tendría un cambio; Diana aprenderá a tener un poco más de confianza en las personas, pero también conocerá que hay personas llenas de prejuicios y miramientos, que solo juzgan por lo que ven y no se ponen en los zapatos de los demás.

Para Teodoro también hay una lección, y es a luchar a cabalidad por lo que desea obtener. Pero también aprenderá que por amor se es capaz de dejar todo.

Diana y Teodoro, dos vidas, dos corazones que laten en la misma sintonía, pero a ritmos de diferentes.

Conociendo a los Montes

Diana.

Le voy a enseñar a ese idiota que nadie es más que nadie, ante Diosito todos somos iguales, eso me ha enseñado mi mami. Mañana se tragará sus palabras.

Aún no me decido por cuál de mis lindos vestidos usaré para conocer a mis suegros y a mi cuñada. Quiero que ese idiota le de una úlcera cuando me vea como una bomba sexy. Sé que piensa que soy una zorra que ando corriendo detrás de pollas.

¡Imbécil!

Llego a la dirección donde quedamos en vernos para ir a la mansión Montes, cuando bajo de mi auto, con mi sexy vestido que resalta aún más mis atributos. Lo veo abrir la boca de una manera que creo que se le va a desprender si no la cierra.

Adoro su reacción, mi cometido se ha llevado a cabo.

El cabrón 1, la sexy Diana 2.

- Hola querido - coloco mi voz, lo más chillona posible, mientras camino de manera exagerada moviendo mis caderas - deberías cerrar esa boca, se te va a meter alguna mosca.

- ¿Qué carajos es lo que traes puesto? - me pregunta perplejo.

- Mi vestido favorito, quiero sorprender a mis suegritos y a mi cuñadita - me hago la inocente.

- Vamos a ir ahora mismo a una boutique y te compraré algo menos... menos revelador.

- No, no lo creo querido, esto es lo que llevaré y punto. No soy tu maniquí ni tu proyecto de colegio.

- ¿Qué mierda intentas, mujerzuela? - sus palabras fueron realmente ofensivas. Hice un gesto de risa irónica ante lo dicho.

- ¿Sabes qué? Púdrete grandísimo hijo de perra. - le golpeo el pecho con mi dedo índice - No eres más que un arrogante imbécil, que se cree la gran cosa, pues no, no eres más que mierda social que vive del qué dirán. Yo me largo - giro sobre mis tacones y me dispongo a marcharme.

Me sujeta por el brazo antes de que me marche.

- Te... te pido una disculpa, ¿bien? Sé que me estoy comportando como un patán y no lo mereces. De verdad necesito presentarle a alguien para que me dejen en paz y no quedar en bancarrota.

- Me quedaré, pero vuelves a hacer otro comentario como el que hiciste y la próxima vez que me veas, será cuando te arroje monedas en tu vasito de café.

- Entendido - levanta su mano derecha en señal de promesa.

Subimos a su auto de lujo, no hablamos en todo el trayecto, de verdad que no tengo nada en común con este sujeto. Llegamos a una divina mansión, ni en mis más locos sueños he contemplado un lugar como este. Tiene jardines de ensueño, y eso que es de noche. Los pisos son de mármol blanco, las paredes son color beige. Al ingresar vislumbro una inmensa araña que ilumina con sus decenas de luces, dando la sensación de que es luz de sol.

- Oh mi bebé, estás aquí, - una mujer como de unos 50 y tantos se acerca al idiota - que guapo es mi hijo, por Dios. - luego me observa, con curiosidad - ¿Quién es esta preciosidad? - le pregunta.

- Ejemmm... mamá, papá, ella es Diana Batista, mi novia.

- Oh por todos los cielos, hijo que alegría. - habla la mujer muy emocionada - Eres divina, amo tu tatuaje, yo también me hice uno en mi juventud, algo pequeño, pero lo amo pues son los nombres de mis personas favoritas, y si me das nietos te prometo que también me tatuaré sus nombres - creo que la suegris me cae muy bien.

- ¿Mamá, tienes un tatuaje? - pregunta el boquiabierto.

- Sí, ella y yo nos tatuamos cuando ustedes tenían 13 y 2 años, obvio no dejamos ver esos tatuajes pues eran pequeños y queríamos ser un buen ejemplo en el sentido de que crecieran y tomaran sus propias decisiones sin recibir influencias, tu hermana se hizo uno también. Por cierto, soy Augusto Montes, y ella es mi preciosa esposa, Eleonor Cadavid de Montes.

- Es un placer conocerlos, gracias por la invitación.

- El placer es nuestro jovencita. Pero pasen, vamos a sentarnos, ya casi está la cena y dentro de poco baja la Nena - habla el papá del idiota.

Entramos a una gran sala con muebles clásicos, creo que son unos Luis XV o XVI, no recuerdo bien su modelo. De pronto, al lugar entra una chica más o menos de mi edad, con una belleza sencilla y una sonrisa preciosa.

- ¡Hermanito! - exclama y salta a sus brazos - Te extrañé mucho, hemos hablado con mis padres y estamos viendo si nos regresamos apenas termine mi universidad, ya falta poco menos de tres meses.

- Buen... bueno, eso suena maravilloso. - dice, pálido y yo quiero reír por su cara.

La ama de llaves nos informa que la cena está lista, nos dirigimos al comedor. El idiota me lleva de la mano, tiene una calidez que me produce paz y eso me incomoda de verdad. Espero que esta farsa se termine pronto y ya no tenga que estar cerca de él nunca más.

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