«No entiendo que mierda esta sucediendo. ¿Quiénes son estás personas?»
¿Algunas horas antes?
—Señor, su madre pidió una reunión urgente con usted. —«Madre… que gracioso». Orien era el hijo de un empresario, y en unos cuantos meses iba a tomar el puesto de su padre. Lamentablemente, su madrastra era un gran obstáculo, y había intentado de todo para dejarlo mal parado frente a su padre. Los ataques comenzaron no hacía mucho, fue luego de que nació su hermanito, en la actualidad tenía seis años.
—No la llames mi madre. —Orien hizo una mueca de disgusto. Se quitó el traje de color beige y luego se aflojó la corbata de color vino. —Ya creo saber para que me necesita, seguro es sobre ese compromiso con su prima. Las dos son unas fastidiosas.
—Señor no diga eso, sabe que la señora Thomson lo aprecia bastante. —«Apreciar, mi culo».
—Es una víbora, tiene buenos trucos de engaños. Mira hasta a ti te tiene en sus redes. No intentes nada para que mejore mi carácter con ella, te considero mi amigo, pero, a veces cruzas algunos límites por ser estúpido. —Le dijo al chico vestido con traje y pantalones negros.
—Lo siento, soy muy imprudente. —Se acercó a Orien, quien estaba ahora acostado boca abajo con la cara enterrada en la almohada. —Déjeme ayudarlo.
—Qué fastidio. —Orien permitió que el chico le quitara los pantalones, la camisa y corbata antes aflojada.
La habitación de Orien era lujosa pero, parecía más un estudio de algún streamer. Con tres grandes pantallas, silla gamer y un par de audífonos sobre el escritorio, luego en un rincón un pequeño estante con libros. Su cama era inmensa y podían caber unas cuatro personas. El ambiente era fresco y el olor era agradable, debido a que, todo yacía ordenado y sin suciedad.
Todo lo que tenía lo perdió en horas, horas que le parecieron segundos. Después de dejar que el alcohol de esa fiesta corriera por su sangre, tuvo por alguna razón mucho sueño, quiso descansar y así lo hizo. Sin embargo, cuando despertó no vio a su amigo y tampoco despertó en su habitación como de costumbre. Parpadeó sin poder creer lo que estaba viviendo, sus manos se habían encogido, así también su cuerpo. El entorno era desagradable a la vista, parecía una casa hecha con paja y madera. El olor a excremento de los animales era intenso.
«Esto es un sueño ¿cierto?» —Se preguntaba mientras dejaba la cama y salía de ese cuarto. El piso lastimó un poco sus pies, no sabía dónde encontrar unos zapatos. Cuando el sol le alcanzó el rostro cerró los ojos debido al brillo repentino.
—Hijo. Qué bueno que ya despertaras. Tú padre está muy preocupado. —Una mujer de pelo azul le habló, sus ojos eran de un hermoso rojo y él hizo una mueca de sorpresa sin poder creerlo. «¿Ojos rojos?» Ella al verlo algo extraño se acercó con preocupación. —¿Tienes hambre mi niño? —«¿Por qué me habla como si fuera su hijo? Espera…» Cuando la mujer estaba cerca de tocarle el rostro él se alejó con rapidez. Pensando en lo lógico, talvez deben ser lentillas; habló mentalmente. Y el cabello es teñido; volvió a pensar. —¿Te sientes mal hijo? —Arrugó las cejas y preguntó: —¿Quién es tu hijo, mujer extraña? —Ella abrió los ojos con sorpresa y luego salió corriendo en busca de su esposo.
«Maldición ¿Qué es este lugar? El cielo está morado…» Arrastró sus palmas sobre su rostro, intentando despertar, se pellizcó, sin embargo, nada parecía funcionar. «No me digas… ¿Será que estoy muerto y he renacido en un mundo extraño? No, eso solo pasa en las historias de ficción».
Se paseó de un lado a otro, en eso sintió que pisó algo, miró sus pies descalzos enterrados en excremento. Puso una mueca de asco y luego gritó bastante alto, esto alarmó a los alrededores.
—Te digo que se comporta extraño, parece perdida de memoria o algo. —La mujer había traído a un hombre muy apuesto y de buen cuerpo, vestido con ropas que no parecían tener más utilidad. Peinado hacía atrás su cabello blanquecino y lo que más llamaba la atención eran sus ojos dorados como el oro. «Todos los de aquí, se implantan ojos o que».
—Hijo. Tu madre asegura que no la recuerdas, ¿es eso cierto? ¿No me recuerdas? —Sostuvo a Orien de los hombros demostrando algo de afecto. Le sonrió con tranquilidad y esperó pacientemente la respuesta.
—Lo lamento señor, no sé quién es usted y tampoco conozco este lugar. —Orien dijo mientras se alejaba del hombre. Pensaba decir que era de otro mundo pero, por alguna razón prefirió guardarse eso.
—Entonces… No conoces está casa, ni tampoco no nos recuerdas. Oh dioses, amor creo que debemos llevarlo a donde un mago. —«¿Acaba de decir mago?» El hombre notó la expresión curiosa de su hijo. —Bueno, ahora no lo recuerdas pero eres un gran fanático de la magia y dijiste que cuando hicieras el examen de revelación, entrarías a la academia de magia que está en la capital.
Orien no podía creer que estaba en un mundo donde existía la magia y había magos, cosas que solamente se veía en películas o historias.
—Señor ¿Aquí existen los dragones? —Desde niño había amado a los dragones, tanto que tenía figuras de todas las razas y formas. Además la cabecera de su antigua cama, tenía forma de dragón.
—Obvio. Son criaturas que permanecen escondidos y no aparecen tanto, pero algunos magos consiguieron huevos de dragón y esperaron hasta que naciera la cría, estos magos se conocen como cuidadores y domadores de dragones. También hay más criaturas y bestias mágicas peligrosas. —Explicó brevemente pero, con mucha claridad. Orien se emocionó y se acercó nuevamente al hombre.
—Has dicho que eres mi padre y ella mi madre. Me resulta algo incómodo llamarles así por el momento, pido disculpas. ¿Cuál es mi nombre? —La madre derramó algunas lágrimas al ver que su hijo no recordaba nada de nada y eso por alguna razón le dolió mucho a Orien, después de todo ese cuerpo conservaba los sentimientos del anterior dueño.
—Orien, ese es tu nombre hijo. —Dijo el hombre y él vuelve a sorprenderse. ¿Cómo ese cuerpo tenía su nombre de la otra vida? Tal vez eso tenía que ver con su llegada a ese mundo extraño.
—Guau, por alguna razón si recordaba eso. Pero no pensaba que fuese mi nombre realmente. —Se inventó algo y miró como la mujer sonreía después de escucharlo.
—Eso es bueno. Déjame prepararte algo, tal vez recuerdes algo al comer mi comida. —Ella cruzó frente a la puerta donde Orien antes salió aturdido, giró a la esquina y desapareció ante la vista del hombre y Orien.
—Soy Thomas, tu padre. Cuando te sientas cómodo puedes llamarme papá, por el momento puedes usar mi nombre. —Acarició el cabello blanquecino del muchacho. —¿Quieres verte en un espejo? Seguro también olvidaste como luces. —Orien siguió a Thomas con curiosidad. Era obvio que quería ver su apariencia.
—Guau, me parezco un montón a usted. —Orien observó su rostro y luego el de Thomas. —Soy como una copia tuya. La única diferencia es que tengo un ojo rojo del color de mi madre. —Comentó sin darse cuenta. Thomas lo abrazó sonriendo y él lo observó con disgusto. —¿Por qué me abrazas?
—Dijiste madre. Amelia se pondría feliz si lo oyera. Ella es muy cariñosa contigo y que de repente la hayas olvidado le será muy doloroso.
—¿No te duele que te olvide?
—No permanezco tanto tiempo en casa, luego de recolectar los vegetales voy cerca de la capital a venderlos y solamente podía verte en las noches. Amelia pidió que tomará un descanso y por eso hoy estoy aquí.
—Por como veo todo esto, es difícil conseguir dinero. Y trabajas duro para traer suficiente para nosotros. —«Es un buen padre, tengo más comodidad con él que con mi viejo». —¿Hay libros de magia por aquí? —Orien cambió de tema y Thomas lo miró con sorpresa y luego negó con la cabeza. —¡Maldición! —Eso sorprendió más a su padre.
—¿Dónde has aprendido a maldecir? —Orien ahora lo observaba con confusión.
—No lo sé, solamente deje salir mi frustración. —Thomas sentía que Orien había cambiado bastante luego de perder la memoria, no era nada tímido como antes ni tampoco temblaba al hablar, más bien; este Orien era firme y sin pizca de miedo, más extraño era las caras que hacía, era muy notable sus sentimientos. Y Thomas en algunos puntos se preguntaba si hablaba con su hijo de ocho años o un adulto de más de veinte años.
—No lo digas frente a tu madre. Ella es estricta con tu educación. —Orien asintió a Thomas en respuesta. —¿Quieres tomar un baño? —Orien volvió a asentir. —Vamos, deja que te muestre algo genial. Antes era tu lugar preferido. —Orien siguió a Thomas dando saltos cada tres pasos, Thomas era bastante rápido y cuando Orien estaba en dos pasos, los dos de Thomas eran unos siete pasos para Orien.
Los ojos de Orien brillaron al ver tan hermoso lugar. Una cascada cristalina, flores rojas y azules adornando alrededor. Las plantas con un aroma refrescante y agradable. Sin esperar más, saltó dando un buen clavado. Thomas se asustó y se tiró al agua atrás de su hijo.
Salió a la superficie sosteniendo a Orien, quien hizo una mueca de no entender.
—¿Por qué te tiras así? No sabes nadar. —«¿Qué?»
—No te preocupes, puedo hacerlo.—Con desconfianza, Thomas dejó ir a Orien al ver su firmeza. Thomas quedó impresionado al ver como Orien nadaba excelentemente. Se preguntaba si eso era posible. Antes intentó enseñarle a su hijo, pero, se negaba a meterse profundo en el agua, y permanecía en la orilla. Ahora de la nada sabía nadar, eso era extraño.
La mesa era simple, de madera y con cuatro sillas de madera también. El olor de la sopa inundaba las fosas nasales de Orien, quien suspiró profundamente y volvió a inhalar de la misma forma. Amelia sirvió la sopa y Thomas y Orien se sentaron para comer.
La casa no tenía tantos muebles, ni tampoco había cuadros, únicamente, había un retrato de la familia en un pequeño marco, en el estante de los libros. Mientras Orien comía, no podía evitar pasear su vista en cada rincón desconocido.
—¿Qué te parece, te gusta? —Preguntó Amelia. Ahora ella llevaba el pelo atado en una coleta baja.
—Esta rico, me gusta. —Respondió Orien a su madre. —¿Puedo conocer alrededor? Así puedo recordar algo. —Dijo Orien y ella asintió rápidamente.
—Entonces, te acompaño mi niño. —Orien movió la cabeza en afirmación. Terminaron de comer y ella tomó la mano de su hijo. —Este pueblo se llama Ziri, aquí la mayoría vive de la agricultura, no hay tantos magos, ni mucho menos hechiceros. Yo no soy de aquí, pero, vine a vivir aquí cuando conocí a tu padre, Thomas. Y después me encantó bastante. —Ella le explicó a Orien. Él miró cada calle en donde pasaba, los árboles eran altos, no tenían tantas ramas y sus hojas brillaban con la luz del día.
—¿Mamá? —Orien no estaba seguro de llamarla así, pero al ver la expresión de alegría de la mujer volvió a llamarle de ese modo. —Mamá. —Y Amelia respondió con una sonrisa marcada. —Sí, dime hijo mío. —Orien sintió un dolor de cabeza bastante doloroso, y varias imágenes comenzaron a aparecer en forma de película. Eran recuerdos de ese cuerpo. Momentos felices, en donde Amelia y Thomas vivían diariamente con su hijo. Orien sostuvo ambos lados de su cabeza.
—¿Qué sucede hijo? —Amelia preocupada detuvo sus pasos y se agachó a la altura de su hijo. —¿Te duele la cabeza? —Orien asintió en respuesta y su madre le habló con voz temblorosa.
—Regresemos, seguro el sol te hizo mucho daño. —Orien la frenó y le comentó. —No es eso, solamente recordé algo. No te preocupes mamá. —Ella se sorprendió y le cuestionó. —¿Qué recordaste hijo?
—Fueron imágenes lentas y sin sonido, pude verte y también a Thomas. Estábamos jugando en la orilla del mar y el cielo era muy azul. —Ella abrazó a Orien y susurró a su oído.
—Gracias por recordar algo. No te presiones tanto. —Orien recibió el abrazo y dejó su cabeza reposar en el hombro de su madre. Y así el sueño vino a él.
Amelia cargó en brazos a Orien y lo llevó a casa. Thomas estaba afilando su pico y hacha cuando vio a su esposa y se levantó a recibirla. Estando cerca le preguntó a su esposa. —¿Por qué regresaron tan rápido? ¿Duerme?
—Amor, Orien recordó algo. Aunque eso le hizo mucho daño, ahora descansa. —Thomas se preocupó y tomó al niño de los brazos de su esposa. Lo llevó a su cuarto, mientras su esposa lo seguía. —Cuando despierte le daremos su medicina.
—Pienso llevarlo a la revelación pronto, el médico dijo que si despierta sería algo bueno para su salud. —Acostó a su hijo con mucha calma.
—Si tuviéramos más riquezas, nuestro hijo no sufriría tanto. Solamente necesita una píldora grado tres de limpieza de médula, pero nosotros ni el grado uno podemos conseguir. —Las lágrimas bajaron por el rostro de Amelia, Thomas se acercó y la abrazó.
—Si nuestro hijo empieza a practicar magia, tal vez pueda retener su enfermedad.
—Solo es un niño, como va a lograrlo. —Ella lloró más y se hundió en el pecho de su esposo, mientras este la abrazaba con firmeza diciéndole, que todo estaría bien.
Orien permaneció inconsciente por tres días y cuando despertó vio a su madre sentada en una silla al lado de la cama. Orien intentó levantarse pero, sintió mareos de repente y no tuvo fuerzas para sentarse.
—¿Estás bien? Iré a buscar algo para que comas. —No esperó que su hijo le respondiera, era notable que no estaba bien. Orien tenía aspecto demacrado y pálido, sus ojos parecían volverse huecos y sus mejillas perdieron masa. Thomas entró sudado cuando escuchó como su esposa hacia ruido con las cosas de la cocina.
—¿Qué sucede?
—¡Despertó! —Ella saltó a abrazar a su esposo. Amelia había visto a su hijo colapsar varias veces, pero este era la primera vez que duraba tanto tiempo inconsciente. Su preocupación estaba al máximo y además, cuando llamaron al médico por medio de una carta, sabían que pasaría tiempo para recibir una respuesta y así fue.
Thomas ingresó a la habitación de su hijo y lo vio acostado, pareciendo más muerto que vivo. Su corazón se apretó y acercándose se sentó en la silla al lado de la cama.
—Me alegro que despertarás campeón. —Orien abrió los ojos sin tantas fuerzas, veía casi todo borroso. —Tu madre está preparando algo para ti, su comida hará que recuperes todas tus fuerzas.
—Papá… Siento frío y estoy cansado. —Thomas se levantó alarmado, buscó otra manta y cubrió a su hijo. Era imposible no sentir tristeza en esos momentos. La voz de Orien se escuchaba baja y casi desapareciendo poco a poco.
Thomas tocó la frente de Orien, sintiendo esta muy caliente. Buscó algo de agua y una toalla, la remojó y exprimió; luego lo acomodó sobre la frente de su hijo.
—No quiero morir... —Susurró Orien. Thomas sintió su pecho doler, pero, se aguantó y no dejó salir ninguna lágrima.
—No vas a morir hijo. —Le dijo acariciando su cabeza.
Amelia llegó con un cuenco lleno de sopa. Thomas recibió el cuenco y tomando la cuchara empezó a darle de comer a Orien. Él se tragó la sopa con algo de debilidad.
—Deja acomodar eso. —Amelia subió un poco la almohada, para que Orien pudiera estar más cómodo. —Es sopa de fenogreco con algo de hierba de trigo. Tómatelo todo, te dará fuerzas. —Orien asintió a su madre. «No puedo creer que he renacido en un cuerpo medio muerto. Ahora entiendo los dolores musculares cuando recién me desperté».
—Desde hoy deberías salir menos, parece que el sol te hace mucho daño. —Dijo Thomas con preocupación. «Daño tendría si dejo de recibirlo». —Aun así, creo que tomar aire es lo mejor. En unas semanas iremos a hacerte la revelación, si tienes magia tal vez tú cuerpo pueda ser más fuerte.
«¿Revelación?»
—¿Qué es eso? —Ahora su voz sonaba con algo de fuerza que antes.
—Es una prueba de talento, para ver si tienes afinidad con la magia y saber cuál es tu elemento. Los elementos principales son cuatro: agua, fuego, tierra y aire.
—¿Cómo se hace esa prueba, usan algún aparato? —Preguntó con curiosidad a Thomas.
—Nunca he ido a la academia mágica o una escuela de magia, ya que no tengo magia. Según lo que he escuchado, se usa una bola de cristal la cuál está cargada con maná y así pueden detectar si eres un mago o no.
—Eso suena algo genial, quiero hacerlo. ¿Tampoco mamá tiene magia? —Orien preguntó y ella sonrió algo triste.
—Tenía magia, sin embargo, en una misión mi núcleo fue destruido. —Orien se sorprendió. —Mi elemento era agua, gracias a ello tengo ese color de pelo. Lamentablemente después que tú núcleo es destruido jamás vuelve a recomponerse, puede repararse pero jamás podrás usar magia. —Amelia parecía amar la magia y no poder volver a usarla seguro era muy doloroso para ella.
—Cuando conocí a tu madre, era un mago muy fuerte, podía derrotar a un tigre de cuernos dorados.
—No exageres, lo hice con ayuda de mi equipo.
Orien sonrió. Y sus padres le siguieron contando aventuras increíbles, eso le hizo sonreír más de una vez. Orien no extrañaba tanto su vida de antes, pensó que acostumbrarse a ese mundo sería difícil, pero, le resultó fácil. Sus padres de ahora eran unas personas maravillosas y con el poco tiempo que llevaba en ese mundo les agarró cariño. Solo una cosa le preocupaba, su hermanito. A veces se preguntaba qué pasaría con él, como estaba o si ya había crecido.
Suspiró mientras veía el cielo lleno de estrellas, estaba sentado afuera tomando aire. No podía dormir y salió a escondidas de sus padres. Las lunas iluminaban como si fueran enormes bombillas, ver las lunas llenas de este mundo era un gran espectáculo. Mientras una alumbraba luz blanca, la otra agregaba su tono rosa y eso hacía que la noche, fuese la más hermosa.
En ese mundo había un sol y dos lunas, las estrellas a veces brillaban de colores diferentes y el cielo de día tenía colores distintos, dependiendo del clima. Orien se dio cuenta que sabía escribir, solamente lo intentó un día y lo logró. Sin embargo no entendía como podía entender esas letras extrañas que escribió, parecían un idioma diferente, tal vez eso pasó con la lengua, pero, al estar en un cuerpo que claramente entendía, no se dio cuenta de ello.
Los pasos de alguien lo sobresaltaron haciendo que se levantara con rapidez y entonces, se dio cuenta que era Thomas.
—¿No podías dormir? —Preguntó Thomas y se sentó en el tronco donde estaba Orien. Orien volvió a sentarse.
—No tenía sueño. El cielo es hermoso, papá. —Thomas acarició la cabeza de su hijo.
—Y eso que no la has visto en la mejor época aún. Ojalá lo recordaras, pero, ahora podemos enseñarte todas esas maravillas otra vez más, como si fuera la primera vez.
—También deseo poder recordar, mamá y tú son muy buenos conmigo y me siento mal por olvidarles. —Thomas lo abrazó y Orien se sintió feliz al recibir tanto amor.
—No te sientas mal, no es tu culpa. Me alegro que estés bien.
—Te quiero papá. —Esas palabras Orien las dijo de todo corazón. A pesar de que antes él había mostrado ser alguien de corazón duro, sin embargo, aquello era una apariencia. No podía mostrar tantos sentimientos frente a su madrastra, si lo hacía podía ser aplastado en cualquier momento. A pesar de que los ataques de su madrastra empezaron cuando nació su hermano, eso no quiere decir que no recibía maltrato desde antes. Su madre falleció cuando él tenía tres años, su padre un año después volvió a casarse y luego de eso su vida cambió y tuvo que madurar para protegerse a sí mismo.
Orien estiró sus brazos mientras estaba medio dormido. Hoy le permitieron salir y conocería los alrededores. La otra vez sus planes se arruinaron debido a su débil cuerpo. Esta vez no pasaría lo mismo, de eso estaba seguro.
—Buen día mamá. —Saludó a Amelia, quien estaba buscando algo con desesperación. —¿Qué haces mamá? —Orien se acercó quedando al lado de su madre.
—Hola hijo. Busco un anillo, estoy pensando en venderlo. —«¿Venderá su anillo de boda?»
—¿Es tu anillo de boda? —Ella miró a Orien con confusión. Y luego rió un poco.
—¿Qué es eso de anillo de boda?, es la primera vez que lo oigo. —Orien quedó confundido. Y cuando Amelia lo notó le explicó. —En las bodas no se dan anillos mi niño. Se hace un pacto irrompible y se sella con una marca. —Amelia subió la manga de su vestido y le enseñó un tatuaje con patrones extraños a su hijo. —¿Quién te dijo eso de anillo de bodas?
—No lo sé, creo que solamente estaba en mi mente. —«Debo cuidar mi boca, en este mundo hay cosas distintas que en mi mundo». —¿Entonces, ese anillo no es importante?
—Sí es importante, pero a veces debemos sacrificar. Además, es un anillo espacial, ya no uso magia así que no la necesito. —«Es como en las películas, una especie de almacenamiento, ¿no?»
—¿Vas a tardar mucho? —Amelia le había dicho que hoy lo acompañaría para que conociera los vecinos cercanos y el pueblo.
—Lo siento. No podré ir contigo, pero, hay una chica que vendrá a traer pan y huevo, le pediré que te acompañe por mi. —Orien asintió y se sentó en la mesa esperando a la chica.
Diez minutos después se escuchó la voz de una joven llamar a Amelia. Ella dejó de buscar y salió a recibir al visitante.
—Buen día señora Nadali. —La joven saludó a la esposa de Thomas. —¿Cómo ha estado estos días? ¿Cómo está Orien? Escuché que había vuelto a colapsar.
«Las noticias si llegan rápido». Había pasado una semana desde ese día y al parecer casi la mayoría de los vecinos estaban enterados, y eso que sus padres no salieron y solamente enviaron una carta al médico, que aún no respondía.
—Buen día Natalia. Estamos bien todos. ¿Cómo te has enterado?
—No es difícil de saber, el señor Nadali nunca va a trabajar cuando Orien está mal de salud. No lo hemos visto por el pueblo y ni ha ido a la capital. «Ahora tiene sentido».
Orien miraba desde la ventana a su madre conversar con la joven.
—Oh, pronto mi esposo irá nuevamente. Por el momento está recolectando los víveres para irlos a vender.
—¿Llevo esto adentro? —Le mostró el saco con los panes y la bolsa que tenía los huevos, el último lo sostuvo con mucho cuidado. La mirada de la joven se cruzó con la de Orien. —Hoy está tímido, ¿no?
—Orien perdió sus recuerdos. Es por eso que notarás que está extraño. —Amelia caminó y la joven le siguió.
—No puedo creer esto. Debiste contarnos ¿Qué ha dicho el médico?
—Le envié una carta, pero, aún no recibo respuestas. Orien saluda a la señorita Natalia. —Orien dejó la mesa y se acercó a Natalia. «¿Como se saluda aquí?» Hizo una reverencia y dijo con firmeza un: Buen día.
—Cierto, está raro. Orien las reverencias son solo para el emperador y su familia. —Orien asintió. —Bien, como no me recuerdas me presentaré de nuevo. Soy Natalia y soy algo cercana a ustedes, vengo unas veces en el mes y también te traigo dulces, hoy no tengo. —Orien miró a Natalia con extrañeza mientras asentía.
—Natalia, enséñale el pueblo por favor. Hoy estaré ocupada buscando algo.
—Esta bien. Orien estás en las mejores manos. —Natalia sonrió. Orien la examinó, su forma de vestir hasta su peinado. La joven llevaba el pelo corto estilo hongo, usaba pantalones ajustados y camisa holgada, su piel era bronceada y sus zapatos eran unas botas negras.
—Eso espero. —Orien le dijo y eso la ofendió.
—¿Cómo puedes decir eso? Obviamente estás en las mejores manos, no te perderás conmigo y además, será muy divertido. Aunque el pueblo es pequeño, tiene su buena vista, sabes. —Tomó la mano de Orien. —Vamos, no perdamos tiempo.
—Espera… —Ella arrastró a Orien. Amelia sonrió y desde la puerta balanceó su mano en forma de despedida. —Nos vemos mamá. —Orien le comunicó a su madre mientras Natalia seguía arrastrándole. —¿Están lejos las demás casas?
—No, ya te dije que el pueblo es pequeño. Puedes ver todo el lugar sin necesidad de una carreta. —Orien observó su mano, la cual Natalia aún sostenía fuertemente.
—Natalie, suéltame, me lastimas. —Ella apartó su mano con rapidez. Orien se acarició la mano, notando que está estaba enrojecida por el agarre anterior.
—¿Natalie? Antes me decías señorita Natalia. Oh, lo siento ¿te lastime mucho? —Ella se disculpó cuando notó la enrojecida mano del niño.
—No te preocupes, al parecer mi cuerpo es muy débil. No es culpa tuya. —Ella asintió y volvió a tomar rumbo nuevamente. —¿Podrías hablarme del pueblo mientras vamos?
—Sí. Ziri, es un lugar muy bonito. Algunos no la aprecian debido a que la mayoría de los que viven aquí no poseen magia, pero, te aseguro que es el lugar más hermoso del imperio. Las flores son bellísimas y hay algunas que solamente nacen en este sitio nada más, también los ríos y playas tienen las aguas más puras y purificadoras.
—¿No tienes magia tampoco? —Orien preguntó y ella negó con la cabeza.
—Sí poseo magia, solamente que es tan débil que es casi nula. Tengo por elemento el aire y lo único que puedo hacer es esto. —Ella movió su dedo índice hacia arriba y una piedrita se empezó a levitar. —No te rías. —Orien presionó los dientes, era imposible no reír si ella decía eso. Sin embargo, se contuvo bastante bien.
—Entonces… ¿Para tener riquezas debes tener buena magia?
—Ser comerciante de frutas y alimentos, es un trabajo que no recibe tanto reconocimiento. Estas tierras son buenas para la agricultura, sin embargo, a la hora de vender los precios son bajos. Los otros oficios son ejercidos por magos, en lo único que puede ayudar alguien sin magia es en cargar o vender, claro si tienen las cosas para vender. Para tener riquezas ciertamente hay que ser un mago, pero, lo que gana más es ser un maestro de píldoras mágicas. O también saber crear patrones y técnicas mágicas. Eso casi está extinto —Susurró lo último. Orien se quedó sorprendido por todo lo escuchado, este nuevo mundo era complicado para los que no tenían magia, para tener un puesto establecido debías ser fuerte para poseerlo.
—¿Crees que puedo volverme un mago? —Natalia lo miró y sonrió.
—Siempre me preguntas lo mismo, al parecer puedes olvidar todo menos la magia. Confío en que serás un gran mago, como lo fue tu madre. Y aunque tu padre no posea magia, escuché decir que tu abuelo es un gran mago de fuego. —¿Tengo un abuelo? —Orien se sorprendió. En los últimos días a través de sus sueños obtenía información de este cuerpo. Al parecer ni este cuerpo sabía que tenía más parientes después de sus padres.
—Obvio que lo tienes. Se que Amelia no te ha contado esto, y se que tal vez no es de mi incumbencia, pero, saber no está mal. —«Creo que saber de más, es peligroso Natalie». —Tu abuelo desheredo a tu padre, cuando supo que jamás podría ser un mago, dicen que fue porque sintió vergüenza de tener un hijo invalido. Desde los nueve años tu padre vivió en las calles y pues un día conoció a tu madre una gran mago de hielo y te tuvieron a ti.
—¿No era un mago de agua? —Orien le preguntó a Natalia.
—Ah sí, era agua. —Dijo con algo de nervios. —Como confundí eso. —Se rascó la cabeza. —Que vergüenza. —Orien se rió y ella se molestó.
—Así qué tengo posibilidades de ser un gran mago. Bueno ese señor, es horrible por desheredar a mi padre y hacer pasar por tanto.
—No le digas a tu madre que te hablé sobre esto. —Orien asintió. Llegaron a un pequeño puente que servía para cruzar el lago. —Este lago le llamamos caída mortal.
—¿Qué es ese nombre? —Orien se rió. Y ella se detuvo.
—Todos los que caen al río mueren y jamás son encontrados. Observa bien, las corrientes del lago, aunque lucen calmadas son violentos y cualquier cosa que se sumerja es arrastrado con rapidez. —Orien observó el agua y notó que no había nada de peces. —Sigamos.
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