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La Reina Sucia

Capítulo 1, Amordazada

En el reino Blanco, yacía en una cama el Rey Morgan, una fatal enfermedad lo había infectado, con sus pocas fuerzas lo último que declaró fue su gran amor a su hija Alba, una pequeña de tan solo cinco años, una hermosa princesa de ojos azules y cabellos dorados resplandecientes, sus grandes ojos, eran los preferidos del Rey.

Sin embargo, no pudo más y murió frente a su niña. Lo que se creía que era lo más horrible que la princesa guardara en su corazón, pasó a un segundo plano, cuando la Reina Ofelia, la reciente viuda del Rey y madrastra de la princesa, hizo lo impensable.

La pequeña Alba fue llevada a los calabozos, dónde solamente era alimentada una vez al día y el único momento en el que podia quitarse la mordaza de su boca, cosa que debía llevar todo el tiempo.

La Reina le mandó a colocar esto, en vista de que la princesa reclamaba y  exigía respeto cuando era maltratada por ella.

—A partir de este momento, escucha bien engendro, vas a usar esto—apretando con fuerza la mordaza— jamás volverás a dirigirme la palabra y mucho menos, gritar, mocosa engreída—sujetándola por sus cabellos—si ven que se lo quita me lo informan, yo la haré entender a mi manera.

Los guardias hicieron una reverencia y la pequeña solo asentía.

La Reina Ofelia,  después de haberla golpeado, le colocó ella misma la mordaza y le advirtió que solo debía quitarla, cuando llegara la hora de comer, o sea una sola vez al día.

Durante cierto tiempo, la Reina bajó al calabozo todos los días para torturar a la pequeña, por qué aún con mordaza la princesa Alba,  hacía sonidos de molestia contra la reina.

Cuando la princesa hacía algún ruido, la Reina la azotaba y dejaba sin comer por días, cuando la princesa se le quedaba mirando con rabia, la Reina la azotaba y cubría sus ojos por días, para que no viera la luz del día.

Fué tanto el sufrimiento, la tortura y el terror infundido por la Reina, que la princesa no volvió hacer ningún tipo de ruidos, permanecía siempre con la mordaza en la boca, el brillo de sus ojos se apagó, su cuerpo se canso de pelear y permaneció allí, en ese frío y oscuro calabozo durante 3 años, sin decir o hacer algo más.

La Reina dejó de ir seguido al calabozo, al ver que la pequeña ya se había doblegado a sus peticiones.Todos en el palacio y en el reino le temían a la Reina Ofelia, era despiadada, vanidosa y amaba matar con sus propias manos a sus enemigos o a quien no hiciera lo que ella pedía.

Mientras la pequeña Princesa, permanecía en los calabozos, era alimentada por una sirvienta, Esmeralda era su nombre, era una mujer aún joven, quien había servido a sus antiguos reyes, ella era testigo de todo lo que la Reina hacía con la princesa, y aunque deseaba ayudarla, no podía ponerse en riesgo, así que ideó un plan junto con su esposo, quien era el horticultor del palacio. Ella era la única que sabía cómo persuadir y mantener calmada a la Reina.

Cuando la Reina daba órdenes de dejar sin comida a la pequeña por días, los esposos obreros pasaban comida a escondidas a la princesa. El calabozo tenía una pequeña ventana por dónde entraba un poco de luz y por dónde, Amadeo lanzaba alguna fruta o vegetal, para que la pequeña princesa pudiera comer algo.

Fueron ocho días los que la Reina, había ordenado dejar sin comer a la Princesa, solo por qué se atrevió a escupir una comida llena de gusanos, que pretendía que ella comiera,  cuando se cumplió el tiempo, dió la orden a Esmeralda para que llevara algo de comer a la niña.

Esmeralda bajó con una bandeja llena de  frutas y agua, cuando entró en el calabozo la niña se emocionó, pero Esmeralda estaba decidida a sacarla de ahí.

Le hizo una seña, para que no se moviera de su catre, y le dijo muy bajito

— Te sacaré de aquí, hazte la muerta, quédate muy quieta en tu cama—mirándola a los ojos y acariciando su cabello

La princesa asintió, era una niña muy inteligente, entendió todo, y enseguida se acostó y minimizó su respiración, ella deseaba salir de ahí.

Esmeralda comenzó a gritar desesperada, el guardia que custodiaba la puerta entró y sintió pena al ver a la niña muerta en la cama, no soportó ver más y salió para avisar a su majestad.

En ese instante Esmeralda le explicó todo el plan a la pequeña, quién asentía a todo lo que ella le decía.

Al cabo de unos minutos hizo presencia la Reina, quien entró con cara de asco.

—Esto no es apto para ser visto por una Reina como yo—mirando al guardia ordenó —Sácala, pícala en pedazos y da de comer a los cerdos—Exclamó.

La princesa sintió miedo y quiso moverse, pero luego pensó, que estando fuera podía escapar más fácil, se quedó muy quieta y cuando el guardia se estaba acercando, Esmeralda habló.

—Su majestad disculpe mi intromisión, eso es de mal augurio para su Reino, déjeme darle santa sepultura, así usted no llevará esa carga de mala suerte.

Esto lo dijo sabiendo que la Reina era muy supersticiosa.

—¡Hazlo!—Saliendo del calabozo.

La princesa se tomó su papel muy en serio y se quedó muy quieta, Esmeralda la cubrió con algunos sacos, con los que ella se arropaba cuando hacía frío, luego el guardia tomó a la pequeña en brazos,  sintiendo que su cuerpo era tan delgado, liviano y frágil.

Fue llevada en la carreta donde se transportaban las verduras del reino, era conducida por Amadeo,  la Reina había ordenado que la sepultarán lejos del palacio.

Fue algo positivo para ellos y  la princesa porque le daría  tiempo de escabullirse, ella colocó más sacos, para simular su cuerpo y se escondió en una de las cajas donde había un poco de papas.

Al llegar al sitio, el guardia se ofreció para excavar mientras que Esmeralda buscaba el supuesto cuerpo de la princesita.

Al terminar de excavar, colocaron el cuerpo hecho de sacos, colocaron tierra encima y regresaron al palacio, no sin antes pasar por su cabaña para dejar los restos de papas que habían en la caja.

El guardia no tuvo problema y accedió, Esmeralda dejó la caja de papas y en seguida se fue con el guardia, al llegar al palacio informó a la Reina quien se veía sin expresión alguna.

—Su majestad, ya está hecho, fue sepultada en…

Esmeralda no terminó de hablar, fue interrumpida por la Reina.

—¡No me interesa!, puedes retirarte.

Esmeralda hizo una reverencia y se retiró, estaba muy feliz, al terminar su jornada de trabajo, regresó a su cabaña junto con su esposo. 

Al entrar quedaron asombrados porque la niña aún seguía dentro de la caja, se asustaron y creyeron que se había muerto de verdad.

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Capítulo 2, Nueva vida

 Cuando dejaron la caja dentro de cabaña, al verse sola y en total silencio, decidió mirar por una rendija, como no vio o escuchó algo, decidió salir a buscar comida, llevaba días sin comer, solo comía lo que Amadeo lograba lanzar por la ventana que escasamente, era una manzana o un tomate.

Decidió salir, aún sentía miedo, pero su hambre era más fuerte, llegó a la cocina y sobre la mesa estaba una cesta con frutas, enseguida se abalanzó sobre ella y  comió lo que quiso, luego vio el pan sobre una bandeja cerca del horno de barro y también lo agarro y comió, se sentía satisfecha, pero quería tomar algo,  visualizo una botella cerca de una vitrina y al probar su contenido le supo raro pero le gustó, tomo de la botella y se fue nuevamente a la caja, era primera vez que ella probaba el vino, así que el alcohol hizo efecto muy rápido, provocando un sueño profundo y por eso se durmió sin haber acabado su pan.

Cuando los esposos llegaron, ven la caja y se apresuraron a abrirla y se encontraron a la pequeña Princesa dormida, alrededor de ella había, restos de frutas, aún en su mano tenía un trozo de pan y en la otra la botella con restos de vino, los esposos comenzaron a reír, al parecer la pequeña había tomado mucho vino y esto causó su sueño profundo.

Amadeo la cargó en sus brazos y la llevó a un pequeño catre, mucho más cómodo que el del calabozo.

Después de haberla acostado se sentaron alrededor de la mesa a platicar, reían de manera nerviosa y sabían que si la Reina se entera de lo que habían hecho, los mataría.

—No debemos preocuparnos, ella no sospechó nada, solo debemos ocultarla, mientras se recupera, después vemos si podemos sacarla del Reino—Comentó Amadeo.

—Lo primero será cambiar su nombre y su edad, no puede tener la misma edad, porque la descubrirían—aportó Esmeralda.

—Y todos seríamos colgados—concluyó Amadeo

Los esposos, decidieron ir a descansar, al día siguiente tendrían mucho trabajo.

El cantar de las aves y los rayos del sol que pegaban en el rostro de la pequeña, fue lo que la hizo despertar.

Un poco aturdida por no reconocer dónde estaba, escucha una voz ronca de un hombre que venía entrando a la cabaña, la princesa se quedó acurrucada, abrazando sus piernas y sus ojos cerrados tan apretados para que la curiosidad no le ganara.

—¡Buenos días, princesa!—saludó Amadeo.

La niña abrió un solo ojo, ella reconocía la voz de ese hombre, pero no conocía su rostro, así que con un solo ojo observó al hombre, que estaba dejando sobre la mesa,  una cesta enorme con las más hermosas y jugosas frutas.

—Soy Amadeo, quien te pasaba algunas frutas, cuando estabas en el palacio—sonrió para que ella se sintiera en confianza.

En ese momento abrió sus dos ojos y lo observó bien, claro que era quien la alimentaba en el palacio, ella se levantó del catre y caminó, de manera sigilosa hacia la mesa, sin quitar la mirada de encima al hombre.

—Son para ti, puedes comer cuanto quieras.

La niña no creía, que estuviera fuera del reino y que tuviera la libertad de comer lo que quisiera. Ella tenía miedo de agarrar algo, entonces Amadeo decidió pasarle una manzana, la niña la tomó con cierto miedo, pero enseguida la comenzó a devorar, parecía un animalito comiendo con desespero.

—¡Calma!, come despacio.

Esto pareció no importarle a la princesa, quien rápidamente siguió comiendo el resto de frutas, Amadeo solo reía y a la vez sentía tanta lástima por ella, para comer de esa manera sin modales debió haber pasado mucha hambre.

Amadeo le entregó un vestido que Esmeralda le había dejado, le llevó una cubeta con agua y le explicó para que se hiciera el aseo, le dió instrucciones de no salir de la cabaña, él le dejó todo lo necesario para que estuviera cómoda, pero tenía que dejarla sola, porque él debía trabajar.

Al despedirse la niña, se quedó sentada y con la mano se despidió, pero en todo este tiempo nunca pronunció palabra, Amadeo se fué preocupado, pero a la vez satisfecho de ver a la princesa viva y a salvo.

Se quedó sentada en esa silla por mucho rato, mirando hacia los lados, en una de las ventanas se escuchaba un ruido que llamó su atención, cuando se acercó vió que estaba un nido con unos huevitos, al rato llegó la colibrí, era hermosa, ante sus ojos esto fue mágico, allí se quedó vigilando el nido, hasta que su estómago rugió tan fuerte que se asustó.

Volvió a la cocina y comió lo que le habían dejado sus protectores, todo lo devoraba con desesperación y luego dormía. Así estuvo por varios meses, su cuerpo necesitaba recuperarse de esos años de malnutrición.

capitulo 3, NUEVO NOMBRE

Las semanas fueron pasando Esmeralda se dedicaba a la princesa en las noches, después de cenar, le enseñaba a leer y antes de dormir peinaba su hermosa cabellera dorada, también le enseñaba algunos modales aunque la princesa era rebelde y no quería usar los cubiertos, siempre regaba la comida en la mesa y comía con desesperación.

Esmeralda y Amadeo se dieron por vencidos y no corrigieron más estas actitudes de la pequeña princesa, pero se enfocaron en otras cosas.

Las clases que le enseñaba eran cómo comportarse, leer, escribir y hablar, aunque esto último fue más difícil que enseñarla a comer. Ella hablaba solo cuando quería, y en un tono de voz casi inaudible, la mayoría de las veces solo negaba o asentía con su cabeza.

—Princesa debes hablar mirando a la persona a los ojos y sostener la mirada así demuestras seguridad y educación—haciendo diferentes muecas en su cara.

—Está bien Esmeralda, lo intentaré— decía la princesa sin mucho ánimo.

Amadeo le enseñó todo sobre cultivos, mantener el huerto, también le enseñó a conocer las plantas medicinales y para qué servían cada una de ellas. Le enseñó a preparar algunos bebedizos para tratar enfermedades más fuertes, ella era muy receptiva en aprender este tipo de cosas en verdad amaba aprender y amaba pasar más tiempo con Amadeo por qué se divertía más con él que con Esmeralda.

Ella adoraba estar descalza, trabajar la tierra, no le importaba ensuciarse, amaba estar sucia durante la jornada de trabajo, pero una vez que llegaba a casa hacían su rutina de aseo.

—Lo digo y lo mantengo, eres preciosa mi princesa, ni con toda la tierra del reino encima te puedes ver fea—Le decía Esmeralda quien la veía llegar toda sucia después del trabajo.

—Lo dices por qué me quieres—dijo la princesa sorprendiendo a Esmeralda.

—Esto es un milagro hablaste más fuerte y claro, excelente vamos avanzando.

Alba se acercó y le dió un abrazo a Esmeralda.

—¡oh! Si que vamos avanzando.

Desde el rescate, Alba era muy distante, callada, sigilosa para moverse dentro de la casa, los protectores se fueron ganando su confianza al punto de que ella les hablaba y abrazaba. Aunque con Amadeo no era necesario conversar tanto, él simplemente le explicaba y ella captaba todo muy rápido.

Después de trabajar la tierra y cosechar, Amadeo le enseñaba cómo usar la espada, los movimientos que debía hacer y familiarizarse con el peso de la espada. Era solo una niña, así que la espada pesaba bastante para ella y se le dificultaban algunos movimientos; sin embargo esto no la detenía porque quería aprender a defenderse.

Amadeo y Esmeralda dijeron entre los trabajadores y demás pobladores, que Alba era su sobrina, sin embargo algunos trabajadores reconocían ese rostro, sabían que era la princesa pero no decían nada, por qué el motivo de que estuviera allí entre ellos era mantenerla viva y a salvo.

—Debemos colocarle un nombre princesa, dime ¿qué otro nombre te gustaría?—preguntó Esmeralda.

La princesa frunció el ceño y negó con la cabeza.

Amadeo reía y comenzó a nombrar algunos nombres.

—Que tal, ¡Sinforosa!—riendo.

Alba reía y negaba.

—Entonces ¡Pancracia!—aumentaba el tono de voz al decir los nombres y Alba cada vez reía más.

—Qué nombres tan… bueno mejor lo escojo yo—dijo Esme—¡Melitona!—gritó señalando a la princesa.

Ella solo reía a carcajadas y se acostó de lado apoyando su cabeza en su brazo.

—¡Rumualda!—carcajeandose todos.

—No, no, mejor le decimos, Reina sucia—aportó Amadeo.

— ¡Ese!, listo ya lo tengo—agitando sus manos.

—¿Reina sucia? Inquirió Alba.

—No, no, suci, te diremos suci, de sucia, por qué siempre andas toda sucia entonces serás suci.

Alba reía y le gustó el nombre, porque al fin y al cabo ella amaba andar sucia, entonces más bien sería un honor llevar ese nombre.

—Ese si me gusta— comentó Alba mientras se preparaba para ir a dormir.

A partir de ese momento la comenzaron a llamar suci, el resto de trabajadores y en el pueblo también la llamaban así.

Mientras los años pasaban, ella seguía trabajando en el huerto con Amadeo, quien nunca dejó de enseñarle a usar la espada y Esmeralda le enseñaba protocolo y buenos hábitos, mientras que en el día trabajaba en el palacio, junto con la reina Ofelia.

Esmeralda se había ganado la confianza de Ofelia, era como su mano derecha, pero estaba muy lejos de admirarla o serle leal, simplemente necesitaba estar cerca para poder completar su plan.

Ofelia era sombría, caprichosa, asesina, manipuladora, le gustaba todo lo extravagante y lujoso, su cabello ya estaba gris, aunque su rostro envejecido aún mostraba belleza, la cual usaba para seducir a muchos reyes y nobles de hacer lo que ella les pedía, amantes los que ella quisiera y cuántos quisiera.

 El reino Blanco era el más grande y productivo, por qué tenía las mejores tierras, mejores siembras y mejores cosechas, buenos manantiales, el clima era el mejor, pero el reino comenzó a tambalear, debido a la exigencia en el pago de impuestos, en exigir lo mejor, siempre para ella. El pueblo se estaba quedando sin insumos, sin alimentos, y los impuestos eran cada vez más altos.

Esmeralda conocía cada uno de sus caprichos y cada una de las cosas que hacía que no eran dignas de una Reina. Pero ella solo callaba en algún momento usaría toda esa información.

Los años fueron pasando, la princesa cada vez estaba más desenvuelta y más bella, pero esto no le quitaba lo muy trabajadora que era, ya leía y escribía perfectamente, junto con Amadeo escribió un libro sobre hierbas medicinales.

—Eres brillante, mi princesa Suci—abrazándola.

—Gracias padre Amadeo—sonriendo.

Amadeo se sentía orgulloso de ver cómo la princesa había escrito ese libro, que los ayudaría mucho a curar enfermedades, y ella aún no cumplía los quince años.

Estos protectores la prepararon muy bien, ya dominaba la espada como toda una experta, cocinaba, comía con elegancia claro usaba los cubiertos cuando quería, pero hacía el intento, solo por ver feliz a Esmeralda, leía y escribía correctamente. Ya había escrito su primer libro de medicina como ellos le llamaron, y ya hablaba un poco más aunque mantenía un volumen de voz muy bajito. Aún, logrando tantas cosas, muchas veces despertaba llorando y asustada, Esmeralda siempre la abrazaba hasta que se volvía a dormir.

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