NovelToon NovelToon

El Presidente De La Clase Está Loco

1. Ethan

Entré nervioso al aula, sintiendo cómo todos los ojos se posaban en mí. Podía escuchar los susurros y las especulaciones mientras me dirigía al único asiento vacío disponible. Era mi primer día en esta nueva escuela después de que mis padres decidieran mudarnos durante el verano.

Tragué saliva, intentando ignorar las mariposas en mi estómago. Eché un vistazo rápido a mi alrededor sólo para confirmar que sí, todos me estaban mirando como bicho raro. Genial. Un par de chicas guapas cuchicheaban y soltaron unas risitas, lo cual sólo consiguió que me pusiera más nervioso.

El profesor eligió ese momento para entrar al aula.

—Clase, este es Ethan, nuestro nuevo estudiante—, anunció con demasiado entusiasmo para mi gusto. Murmullos de bienvenida recorrieron la clase mientras yo forcé una sonrisa incómoda. Lo único que quería era esconderme bajo mi escritorio.

Conforme la clase avanzaba, intenté concentrarme en mis apuntes y evitar el contacto visual con los demás estudiantes. No obstante, la chica sentada junto a mí me dirigía tímidas sonrisas de vez en cuando. Tenía unos bonitos ojos color avellana. Quizás hacer un nuevo amigo aquí no estaría tan mal después de todo. Con algo de suerte, este primer día de clases no resultaría ser un desastre completo.

Mientras el profesor comenzaba a escribir en el pizarrón, los murmullos a mi alrededor se intensificaron. Podía distinguir mi nombre susurrado entre las conversaciones de mis nuevos compañeros. Era obvio que estaban comentando sobre mí, el chico nuevo que acababa de llegar.

Intenté concentrarme en copiar los apuntes de la clase, pero los cuchicheos a mi alrededor hacían que me sintiera cada vez más nervioso. Me preguntaba si se estaban burlando de mí o si sólo sentían curiosidad. Unas risitas provenientes de la esquina del salón hicieron que mis orejas se pusieran rojas.

La chica sentada a mi lado debe haber notado mi incomodidad.

—No les hagas caso—, susurró gentilmente. —Sólo están emocionados de tener carne fresca a quien molestar.

Me dirigió una sonrisa tranquilizadora que hizo que mi estómago diera un pequeño vuelco. Quizás no todos aquí fueran unos bravucones después de todo.

Seguí tomando notas, tratando de ignorar las miradas furtivas y los susurros que ahora eran sobre mí y la chica desconocida a mi lado. Fantástico, ya estaba dando de qué hablar cuando lo que realmente quería era pasar desapercibido. Solté un suspiro, resignado a que este día sería una montaña rusa emocional. Al menos tenía a alguien de mi lado.

Los murmullos a mi alrededor continuaron mientras la clase avanzaba. Alcancé a oír algunos comentarios sobre mi aspecto y especulaciones sobre de dónde venía. Claramente era la novedad del momento.

Intenté concentrarme en la lección, pero los constantes cuchicheos estaban poniéndome cada vez más nervioso. Me sudaban las manos y sentía un nudo en el estómago. Comencé a preguntarme si había tomado la decisión correcta al inscribirme en esta escuela.

La chica sentada a mi lado notó mi creciente ansiedad.

—Oye, no pasa nada. Siempre causas furor cuando eres el chico nuevo—, susurró, dándome una palmada de apoyo en el brazo. Su toque enviaba una agradable calidez a través de mí.

Sonreí con timidez.

—Sólo desearía poder volverme invisible—, admití. —Odio ser el centro de atención.

—Te entiendo—, dijo ella. —Pero no les des el gusto. En un par de días se aburrirán y buscarán el siguiente chisme.

Asentí, sintiéndome un poco mejor. Al menos tenía a esta chica de mi lado. Quizás, sólo quizás, podría sobrevivir en esta nueva escuela después de todo.

Estaba guardando mis libros después de que sonara la campana cuando una figura alta se paró junto a mi pupitre. Levanté la vista para encontrarme con un chico de cabello rubio y brillantes ojos azules que me dedicaba una amplia sonrisa blanca. Era el tipo de persona imposiblemente guapa que atraería las miradas a donde quiera que fuera.

—Hola, soy Harper. Presidente de la clase—, dijo, extendiendo su mano. Su firme apretón de manos reflejaba una seguridad que no concordaba con la mía propia.

—Ethan—, respondí con torpeza.

—Bienvenido a la escuela, Ethan. Sé que puede ser difícil ser el chico nuevo, pero pareces simpático. Estoy seguro de que te integrarás en poco tiempo.

Asentí, inseguro de cómo responder. Había algo intimidante en Harper, con su atractivo casi irreal y su porte de absoluta confianza. Sin embargo, la amabilidad en sus ojos no era genuina. Observé cómo un grupo de chicas cuchicheaban aterrorizadas mientras nos miraban. Claramente, Harper estaba acostumbrado a tener toda la atención sobre él.

—Si necesitas algo, cualquier cosa, házmelo saber—, ofreció. Su tono era tan serio y sincero que no quedaba duda de que hablaba en serio.

Antes de que pudiera responder, la chica sentada a mi lado se unió a nosotros. Para mi sorpresa, Harper la saludó con frialdad.

—Así que, Ethan, estabas un poco perdido durante la lección de hoy, ¿no?— preguntó Harper después de saludar a la chica.

Me sonrojé, sabiendo que mi confusión había sido obvia. —Sí, me costó trabajo seguirle el ritmo al profesor. Todo aún es nuevo para mí.

Harper asintió con simpatía.

—No te preocupes, a todos nos pasó igual el primer día. Oye, puedo pasarte mis apuntes si quieres ponerte al corriente. Tengo buena letra.

—Oh, eso sería genial. Gracias, Harper.— Una ola de alivio me invadió. No tendría que preocuparme por gaps de información.

Harper restó importancia con un gesto de su mano.

—Para eso están los compañeros. Puedo imprimir una copia extra.

Me apresuré a responder.

—Te lo agradecería mucho. Y me aseguraré de devolverte el favor en cuanto pueda—. No acostumbraba aceptar caridad, pero no estaba en posición de rechazar su amable propuesta.

Harper soltó una carcajada jovial y me dio una palmada en la espalda.

—Me agradas, Ethan. Creo que nos llevaremos muy bien.

Sonreí, sintiendo como una pequeña semilla de esperanza comenzaba a florecer. Quizás este lugar no estaría tan mal después de todo.

—. Puedo acompañarte a la copiadora por esos apuntes o, si quieres, te presento a algunos de nuestros compañeros— ofreció Harper.

Eché un vistazo alrededor. Varios estudiantes reían en grupos pequeños, pero parecían evitar acercarse a donde estábamos Harper y yo. Era como si hubiera un espacio vacío a nuestro alrededor.

—Um, claro, me encantaría conocer a algunas personas— respondí, pensando que hacer amigos debía ser mi prioridad.

—Perfecto, este es tu hombre—, dijo Harper con una amplia sonrisa. Se giró hacia un grupo cercano. —Eh, Kai, Amy, vengan para acá!

Dos estudiantes levantaron la mirada, sorprendidos. Intercambiaron una rápida mirada antes de acercarse con cautela.

—Ethan, estos son Kai y Amy, algunos de los mejores de nuestro curso—, nos presentó Harper.

—Hola...— dijeron sin mucho entusiasmo, dirigiendo miraditas curiosas hacia mí y Harper.

Harper no pareció notar su extraña actitud y comenzó a contarles divertidas anécdotas sobre nuestros profesores. Yo reía con educación, pero no podía evitar preguntarme por qué la atmósfera se sentía tensa e incómoda.

Claramente había algo más entre Harper y el resto de mis compañeros. Y tenía el presentimiento de que me iba a enterar muy pronto qué era.

Intenté seguir la conversación mientras Harper charlaba animadamente con Kai y Amy. Pero su lenguaje corporal gritaba incomodidad y se notaba que estaban desesperados por escapar.

Finalmente, Harper consultó su reloj.

—Cielos, miren la hora. Será mejor que vayamos por esos apuntes antes de la siguiente clase, Ethan—.

—Oh, claro.— Respondí, un poco desconcertado por la abrupta despedida.

Kai y Amy aprovecharon la oportunidad para escabullirse rápidamente. Vi cómo lanzaban una última mirada preocupada en nuestra dirección.

Una extraña sonrisa cruzó el rostro de Harper mientras los veía marcharse. No pude evitar un escalofrío. Había algo inquietante en esa expresión.

—Vamos, las copiadoras están en la biblioteca, al otro lado del campus—, me apresuró Harper, indicándome que lo siguiera. Tropecé tras él, sin estar seguro de querer quedarme a solas con este tipo tan popular pero claramente temido.

Mientras salíamos del aula, una mano sujetó mi brazo. Me giré para encontrarme con la cálida mirada café de la chica que se había sentado conmigo ese día.

—Ten cuidado con Harper—, susurró crípticamente antes de desaparecer entre la multitud de estudiantes.

Seguí a Harper por los pasillos hasta una sala vacía que resultó ser la copiadora de la escuela. Tan pronto como entramos y empecé a sacar las copias, Harper cerró la puerta y se recargó contra ella, bloqueando la salida con sus brazos cruzados. Una sonrisa extraña curvaba sus labios.

—Así que, Ethan... Escuché un pequeño rumor muy interesante sobre ti,— dijo arrastrando las palabras.

Tragué saliva, repentinamente nervioso.

—Oh, ah, ¿sí?.

—Al parecer causaste toda una conmoción en tu antigua escuela cuando golpeaste salvajemente a un compañero tuyo. Lo mandaste directito al hospital. ¿Es eso cierto?—. Sus ojos azules centelleaban.

Mis puños se apretaron recordando el incidente. Había sido apenas un par de semanas antes de mudarnos. El idiota de mi compañero, a quien consideraba mi amigo, hizo algo que no pude perdonarle. Algo en mí simplemente estalló.

—...Es cierto,— murmuré después de una larga pausa, viendo cómo la sonrisa de Harper se ampliaba aún más.

—Lo supuse. Sabes, tengo un talento para identificar a ciertos tipos de persona. Y creo que tú y yo no nos vamos a llevar extremadamente bien, Ethan.

Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar el tono sugerente en su voz. Esto no era para nada lo que esperaba de mi primer día.

—Voy a estarte vigilando, Ethan,— dijo Harper, sus ojos azules como témpanos de hielo. —En esta escuela no toleramos a los bravucones y buscapleitos.

Tragué en seco, sin saber cómo responder. Harper continuó.

—Pero creo que podemos llegar a un acuerdo beneficioso para ambos. Siempre y cuando sigas mis reglas...—. Dejó la frase suspendida sugerentemente.

Mis nervios se transformaron en indignación. ¿Quién se creía este tipo para chantajearme de esa forma apenas conocerme?

—No necesito tus reglas ni tus acuerdos. Y no soy ningún bravucón,— siseé entre dientes apretados.

Harper alzó las manos en un gesto conciliatorio, aunque la sonrisita socarrona no abandonó su rostro.

—Como digas, amigo. Nos estaremos viendo por ahí, por cierto, ocuparé mis libretas— canturreó antes de marcharse tranquilamente del salón, silbando una melodía.

Me quedé solo, con las copias arrugadas en un puño y un amargo sabor en la boca. Este primer día distaba mucho de ser lo que esperaba. Tendría que andarme con mucho cuidado de ahora en adelante.

2. Ethan

Llegué a casa sintiendo un enorme peso en el pecho. Mi primer día había sido nada como lo imaginé. En lugar de una nueva oportunidad para reinventarme, ahora tenía a gente susurrando a mis espaldas y al aparente al loco de la clase chantajeándome. Genial.

Me quedé en frente de la puerta de la casa, observando lo que diría a las preguntas de mi madre, tenía que mostrarle que no le causaria más problemas.

Entre a la casa luego de calmarme y me encontré con mi madre y mi hermano Nathan en la cocina.

—¡Ethan! ¿Cómo te fue hoy?— preguntó mi mamá con una gran sonrisa, mientras revolvía algo en la estufa.

—Sí, cuéntanos todo sobre tu primer día, cerebrito,— se burló Nathan desde la mesa. Rodé los ojos pero sonreí.

—Estuvo bien. Un poco abrumador ser el chico nuevo, pero los demás estudiantes parecen agradables.— Decidí omitir los detalles sobre Harper por ahora. No quería preocuparlos.

—¿Hiciste algún amigo?— presionó mamá.

—Um, algo así. Un tal Harper se ofreció a prestarme sus apuntes para ponerme al corriente.— Levanté la mochila donde aún estaban las copias arrugadas.

—Uyyy, ¡mi hermanito ya tiene novio nuevo!— rio Nathan. —Pronto serás el cerebrito de la clase.

—Ja, ja, muy gracioso,— repliqué con sarcasmo, pero sonreí. —La verdad sí planeo esforzarme este año.

Mamá me dirigió una sonrisa de orgullo. —Me alegra oír eso, cielo. Estoy segura que les demostrarás a todos de lo que eres capaz.

Asentí con decisión. Costara lo que costara, encontraría la manera de solucionar este lío y comenzar de cero.

Una vez dentro de mí habitación, tiré mi mochila al suelo con más fuerza de la necesaria. Las copias que Harper me había dado salieron volando, regándose por la alfombra. Las miré con desdén, recordando la amenaza velada en su ofrecimiento inicial de amabilidad.

Suspiré con frustración y me dejé caer en la cama, fijando la vista en el techo. No podía creer que mi temperamento ya me hubiera puesto en problemas el primer día. Lo último que quería era más drama como en mi antigua escuela.

Tenía que encontrar la forma de solucionar esto. No iba a permitir que la historia se repitiera. Con determinación, comencé a elaborar un plan para arreglar la terrible primera impresión que había dado.

En la privacidad de mi habitación, decidí investigar más a fondo a Harper en redes sociales. Quizás encontraría algo para utilizar en su contra o alguna debilidad que explotar.

Tecleé su nombre en la barra de búsqueda de Instagram y revisé su perfil con ojo crítico. Para mi decepción, parecía el estudiante ejemplar: fotos en eventos académicos y de voluntariado, todas con brillantes sonrisas que mostraban sus dientes perfectos. En una estaba hasta sosteniendo un cachorrito, el muy farsante.

Mientras continuaba scrolling, sólo confirmaba lo que ya sabía: Harper era irritantemente guapo y parecía llevar una vida perfecta. Sus miles de seguidores y comentarios aduladores eran prueba de su popularidad. Todo acerca de él destilaba encanto y carisma.

Apreté los dientes con frustración. Tenía que haber algo más. Algún indicio de por qué los demás estudiantes parecían temerle y evitarlo. Una reputación tan impecable no podía ser real.

En una estaba hasta sosteniendo un cachorrito, el muy farsante.

Apreté los dientes con frustración. Tenía que haber algo más. Algún indicio de por qué los demás estudiantes parecían temerle y evitarlo. Una reputación tan impecable no podía ser real.

Había algo raro en él que no podía descifrar. Por impulso, decidí echar otro vistazo a su Instagram.

Mientras pasaba las fotos, noté un patrón curioso: Harper casi siempre estaba solo. Ya fuera posando contra lujosos autos, en eventos escolares, o en elegantes restaurantes, rara vez había alguien a su lado.

Fruncí el ceño al llegar a una serie de fotos antiguas con la leyenda —Feliz cumpleaños mamá.

En ellas, una elegante mujer mayor abrazaba a un Harper de unos 12 años, ambos riendo a la cámara. Algo en su lenguaje corporal me resultaba extrañamente frío.

Seguí bajando hasta que una selfie reciente de Harper captó mi atención. Estaba sentado solo en un restaurante con una opulenta tarta frente a él.

—Otro feliz cumpleaños para mí— decía la leyenda con una carita sonriente.

Por alguna razón, la imagen hacía un nudo en mi estómago. ¿Dónde estaban sus supuestos amigos? ¿Su familia? ¿Por qué celebraba solo?

De repente, sentí la imperiosa necesidad de averiguar más sobre su vida. Quizás ahí residía la clave para entender a este extraño y solitario personaje.

Pasé horas revisando el perfil de Harper hasta altas horas de la noche. Estaba decidido a encontrar algo, cualquier cosa, que demostrara que su perfecta vida en redes era una farsa.

Justo cuando pensé haber hallado una discrepancia en las fechas de uno de sus logros académicos, mi hermano Nathan irrumpió ruidosamente en mi cama, lo más seguro es que la luz del celular no lo dejará dormir.

—En serio, Ethan, deja de darle refresh a tu novio y duérmete ya. Mañana tienes escuela,— se burló mientras me arrebataba el celular de las manos.

—No es mi novio,— repliqué de mala gana, estirando el brazo para recuperar mi teléfono.

Nathan echó un vistazo a la pantalla y soltó una risotada.

—Sí, claro, estoy seguro que todos se quedan despiertos hasta la madrugada stalkeando a un desconocido.

Me sonrojé, sin saber qué responder. ¿Tan obvia era mi creciente obsesión con Harper? Antes de poder defenderme, Nathan me golpeó juguetonamente con la almohada.

—Hora de dormir, Romeo. Mañana hay más tiempo para enamorarte perdidamente de ese tal Harper.

—Ya te dije que no es mi novio. Harper es sólo un imbécil que está intentando fastidiarme,— repliqué bruscamente.

La sonrisa burlona de Nathan se desvaneció.

—Espera, ¿ese tal Harper te está molestando? No me digas que vamos a tener los mismos problemas que en tu otra escuela.

Su tono preocupado me hizo sentir una punzada de culpa. Le debía a mi hermano portarme bien esta vez.

—No, nada de eso— me apresuré a tranquilizarlo. —Tuvimos un mal comienzo pero no dejaré que la historia se repita. Confía en mí, puedo manejarlo.

Nathan me estudió en silencio por unos segundos que se me hicieron eternos. Finalmente soltó un suspiro.

—Está bien, confiaré en ti. Pero sabes que puedes decirme si las cosas se salen de control, ¿de acuerdo?

Asentí, experimentando una oleada de gratitud hacia mi hermano.

—Lo sé. Y lo de la otra escuela fue un grave error que no pienso cometer de nuevo. No volveré a perder el control, lo prometo.

Nathan me dedicó una última sonrisa antes de volverse a acostar en su cama y dejarme sumido en mis conflictivos pensamientos sobre Harper.

3. Ethan

—Muy bien clase, es hora de asignar los equipos para el proyecto de ciencias sobre elaboración de jabones artesanales,— anunció enérgicamente el profesor mientras borraba la pizarra.

Inmediatamente se elevó un zumbido de conversaciones y risitas emocionadas. Yo me hundí en mi asiento, deseando poder esfumarme. Trabajar en equipo no se me daba nada bien.

—Veamos, el equipo número uno será integrado por Ethan y Harper,— dictó el profesor.

Mi estómago se desplomó. Lentamente me giré para encontrar la mirada de hielo de Harper, que ya estaba sobre mí. Una sonrisita petulante se extendía en su rostro mientras evaluaba mi expresión de horror.

Genial. De todos, me tenía que tocar con el arrogante presidente de la clase. Sabía que esto era una movida calculada del profesor para —ayudar a integrar al nuevo—.

Contuve un gruñido de frustración. No solo tendría que tolerar la presencia de Harper en este proyecto, también estaríamos forzados a reunirnos después de clases. Serían las semanas más largas de mi vida.

A regañadientes, me puse de pie y me dirigí al pupitre de Harper, que ya había despejado un espacio para mí.

—Parece que seremos compañeros, Ethan,— dijo con un brillo burlón en la mirada. —Espero que eso no sea un problema para ti—.

Apreté la mandíbula y conté hasta diez mentalmente. No iba a dejar que este arrogante sacara lo peor de mí. Le demostraría que puedo comportarme civilizadamente.

—En lo absoluto. Estoy seguro que haremos un excelente equipo y elaboraremos el mejor jabón de toda la clase,— respondí de la forma más neutral que pude.

Harper pareció sorprendido por un segundo, pero rápidamente recobró su postura petulante.

—Por supuesto. Conmigo a cargo no podemos fallar,— presumió, recargándose en su silla. —Ya verás, solo espero que no lo arruines—.

Contuve las ganas de discutir sobre quién estaría a cargo. Necesitaba esa nota para compensar mi primer día accidentado. Aunque me costara la dignidad, tragaría mi orgullo y cooperaría lo mejor posible con este egocéntrico compañero.

:

Los minutos pasaron en un incómodo silencio mientras Harper y yo nos dedicábamos a tomar notas de la lección sin mirarnos. La tensión era palpable, pero ninguno se atrevía a decir nada.

De vez en cuando, alcanzaba a percibir la mirada de Harper sobre mí, evaluándome como si fuera un espécimen extraño. Yo mantuve los ojos fijos firmemente en mi cuaderno, fingiendo concentración absoluta.

Cuando la clase terminó, Harper se aclaró la garganta.

—Supongo que deberíamos organizar cuándo reunirnos a trabajar en el proyecto—. Su tono era serio y carente de emoción.

—Sí, claro,— murmuré sin entusiasmo. —¿Te parece bien en la biblioteca al terminar las clases?— Quería sugerir un lugar público, donde no pudiera intentar nada raro.

Harper asintió secamente.

—Bien. Nos vemos ahí entonces, espero que no vayas a perderte—. Y sin otra palabra, se echó la mochila al hombro y salió presuroso.

Solté el aliento, sin haberme dado cuenta que estaba conteniéndolo. La perspectiva de quedarme a solas con él me provocaba ansiedad. Rogaba para que estas semanas de colaboración forzada pasaran rápido. Mientras tanto, me aseguraría de mantener la mayor distancia emocional posible. No podía permitirme bajar la guardia con Harper.

Más tarde, en la biblioteca, Harper y yo trabajamos en silencio buscando información sobre jabones artesanales. De vez en cuando, Harper soltaba un resoplido frustrado al no encontrar datos relevantes.

—Esto no tiene sentido, se supone que la proporción de aceites es lo más importante pero no especifica cuáles,— se quejó, tirando su libro a un lado.

Revisé sus apuntes y de inmediato identifiqué el problema.

—Ahí está tu error. Estás buscando en la sección de jabones comerciales. La artesanal lleva diferentes componentes y proporciones.

Procedí a explicarle sobre los distintos tipos de aceites, hidróxidos y aditivos necesarios, junto con los posibles métodos de fabricación. Harper me miró boquiabierto, claramente no esperando que supiera sobre el tema.

—¿Cómo sabes tanto de esto?— preguntó, una pizca de admiración asomando a su usual tono aburrido.

Me encogí de hombros, ruborizándome un poco. —Soy bueno en química,— confesé.

Por primera vez vi lo que parecía ser un atisbo de una sonrisa genuina en Harper. El orgullo me hinchó el pecho al haber logrado impresionarlo con mis modestos conocimientos sobre química hogareña.

Quizás trabajar juntos no sería un desastre absoluto después de todo.

—Vaya, realmente sabes de lo que hablas en esto, ¿no es así?— comentó, echando un vistazo apreciativo a las complejas fórmulas químicas que estábamos diagramando.

No pude evitar sonreír con orgullo.

—Sí, supongo siempre me pareció divertido crear algo útil con mis propias manos.

Harper me estudió en silencio por unos instantes, como si me estuviera viendo bajo una luz completamente nueva.

—Sabes, al principio pensé que eras otro bravucón buscapleitos sin mucho cerebro,— confesó con una media sonrisa. —Pero resulta que no eres tan imbécil—.

Reí genuinamente ante eso.

—Gracias...creo.

Harper asintió pensativo. Cuando nuestras miradas se cruzaron, por primera vez no vi antipatía en sus ojos. Quizás este obligado compañerismo no sería un desastre después de todo.

Conforme pasaban los días trabajando juntos en la biblioteca, Harper y yo caímos en un ritmo cómodamente productivo. Sus impecables apuntes y sentido de organización combinaban bien con mis conocimientos técnicos sobre jabones. Sin duda haríamos un gran equipo.

El problema era que mientras más interactuábamos, la atracción que había desarrollado por este enigmático personaje no hacía más que incrementarse, se suponía que debía odiarlo.

Sabía que estaba jugando con fuego. Si Harper sospechaba sobre mis sentimientos, sería mi fin. Todo el esfuerzo por mantener un perfil bajo y evitar problemas se iría al traste. Había demasiado en juego.

Pero no podía negar la creciente necesidad de aprender más sobre él, tanto como fuera posible antes de que este improbable sueño llegara a su fin. Solo esperaba poder mantener oculta esta peligrosa obsesión.

Conforme avanzábamos en la elaboración práctica de nuestro jabón, no pude evitar fijarme en lo metódico y meticuloso que era Harper siguiendo cada paso. Pesaba los ingredientes con absoluta precisión, media las temperaturas compulsivamente, y llevaba un registro escrito de todo.

Claramente no era el típico presidente de la clase guapo pero vago. Harper era en realidad un completo cerebrito, tan o más aplicado que yo en estas cuestiones científicas.

Quise hacer un comentario amistoso al respecto, pero la intensa mirada de concentración en su rostro me frenó. Esta faceta suya era claramente importante para él a nivel personal.

Opté por mantener la boca cerrada y enfocarme en mi propia tarea. Pero por dentro, sentí una nueva oleada de afinidad con este chico tan peculiar, justo cuando pensé que lo tenía figurado. Siempre lograba sorprenderme.

Trabajamos el resto de la lección en un cómodo silencio, absorbidos cada uno en hacer nuestra parte lo mejor posible. Al final, gracias al esfuerzo combinado, logramos elaborar unos elegantes jabones con fragancias gourmet. Haríamos un equipo imbatible.:

Mientras limpiábamos nuestra estación de trabajo, decidí abrirme con Harper sobre los rumores que probablemente había escuchado sobre mí.

—Sé que piensas que soy un bravucón como los que solía frecuentar, pero la realidad es que nunca fui un cabeza hueca,— comencé, buscando su mirada.

Harper levantó la vista de su libro, claramente fastidiado por la interrupción.

Tragando saliva, le expliqué sobre las turbias amistades que influenciaron las malas decisiones en mi pasado.

—En realidad siempre fui un ratón de biblioteca, créeme. Esas fueron sólo... amistades equivocadas.

Harper puso los ojos en blanco.

—Sí, claro. Mira, tengo que estudiar, así que ahórrate tus excusas,— dijo bruscamente, volviendo su atención al libro y dando por zanjada la conversación.

Me quedé boquiabierto, procesando su fría reacción. Claramente mi pasado turbio le importaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Suspirando, volví a mi labor de limpieza. Me maldije por ser un idiota.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play