...ELEANA:...
Solía ser una revoltosa cuando era pequeña, me la pasaba corriendo de un lado a otro sin nada que pudiera detenerme, mi hermano solía perseguirme para atraparme y cuando lo lograba me aventaba al suelo. Rodábamos en el césped entre carcajadas infantiles, éramos tan felices con poco, la vida era perfecta en esos instantes, pero esas riendas sueltas me pasaron factura. Mi madre casi siempre se arrancaba los cabellos al verme saltar por todas partes, pero mi padre estaba allí para calmarla y convencerla de que no tenía nada de malo portarse como un ciervo saltando por la pradera, que debía dejar que me divirtiera, ya que en unos años no podría portarme de tal forma.
Mi padre ciertamente se refería a que como toda niña debía portarse adecuadamente cuando creciera, pero esas carreras se acabaron por otro motivo mucho más grave que la etiqueta.
Me gustaban las manzanas y para mi suerte había un árbol en el jardín que estaba muy cargado con aquel rico fruto, pero las ramas estaban altas y mi hermano se negaba a subir cuando se lo pedí en llantos.
Así que me cansé de su negativa y decidí hacerlo por mi misma, era demasiado pequeña para escalar un árbol tan inmenso y cuando mi hermano se dió la vuelta, alegando que estaba aburrido de mis berrinches empecé a trepar.
Al llegar a la sima me empezó a dar miedo y no encontré el valor para bajar, empecé a llorar, pero mi hermano ya estaba lo suficientemente lejos.
Me resbalé al intentar bajar y terminé con un tobillo roto.
Mi madre culpó a mi padre por aquel accidente, empezaron a discutir mientras llamaban al doctor. Ese accidente no solo había cambiado mi vida, sino que también la de mis padres, desde ese momento no se trataban de la misma forma.
Oía sus conversaciones, mi madre estaba angustiada por mi futuro cuando el doctor le dió la noticia de que no volvería a caminar con andar firme.
La lesión fue lo suficientemente grave para que no sanara de forma correcta, dejándome una secuela irremediable.
Duré mucho tiempo postrada en la cama y cuando me recuperé del todo no volví a jugar en el jardín, era muy difícil, ya que lo que más me gustaba eran las actividades que implicaban mucho movimiento.
Mis padres se encargaron de buscar otras formas de entretenimiento para mí, contrataron institutrices que me enseñaron todas los talentos que solamente requerían de las manos, como bordar, tejar, pintar y leer. Pasé de estar con mi hermano a estar con mi hermana pequeña, empecé a ser como toda niña normal, con la excepción de mi tobillo deforme y un futuro incierto.
Cuando mis días se volvían demasiado aburridos y mi familia se empeñaba en darme más atenciones de las que quería, me escapaba al bosque que rodeaba la mansión para tomar un poco de aire y distraerme.
Me gustaba explorar, con ayuda de mi bastón lo hacía más llevadero pero no lograba llegar muy lejos cuando el dolor se hacía presente.
El bosque era tan solitario que quería quedarme allí para siempre, mi sentía libre mientras reposaba sentada encima de un tronco o debajo de un árbol.
Era lo único que me daba un respiro, pero esa tranquilidad se vió empañada una tarde y jamás volví al único lugar donde mis dolencias desaparecían.
...****************...
— ¡No pienso ir! — Grité enojada, levantándome abruptamente de la silla en la que me hallaba.
Lean Roster se mantuvo sereno, con su expresión rotunda, detrás del escritorio que ahora había pasado hacer suyo, tomando su papel de tutor muy a pecho, sin considerar en lo absoluto mi decisión. Era muy difícil para mí tener que acatar las órdenes de mi hermano mayor como si fuese mi padre, no solo había heredado todos los negocios y las obligaciones sino que también pretendía adoctrinarnos, olvidando que en el pasado el había estado jugando en el barro conmigo.
Se había vuelto demasiado estricto desde que mi padre murió y había empezado una misión ardua para vernos casadas a mi hermana y a mí, pero yo me negaba a pasear públicamente por las miradas de una sociedad que me iba acribillar sin piedad al verme.
Había sobrevivido gracias a que me mantenía escondida del ojo público.
— Ya tienes veinte años, Eleana — Dijo, erguido en su silla — Cada temporada que pierdes disminuye la posibilidad de que encuentres un esposo adecuado.
— Hermano, parece que no me has visto... ¿Quién va a querer a una coja como esposa? — Gruñí, caminando costosamente para hacer énfasis.
— Eres desendiente de un buen linaje, tu padre se a encargado de dejarte una dote que cada día aumenta más, tus arcas están llenas... A los solteros en busca de esposas no les importará tu cojera — Dijo despreocupado, sin ponerse en mi lugar.
— Empezarán a preguntar, como siempre... Les disgustará, ya tengo suficiente con tus amistades observándome como si fuese un bicho raro cuando vienen a visitarte — Me crucé de brazos — No sabes lo que se siente que te miren con lástima.
— Si no sales te quedarás soltera.
— Prefiero eso, no me molesta en lo absoluto.
— Lo sé, si fuera por mí no te obligaría, pero sabes lo deshonroso que es que una señorita de la alta sociedad se quede soltera, lo considerarán una desgracia y nuestra reputación se verá afectada — Relajó su expresión — Lo hago pensando en ti.
— Por favor, ésta temporada no — Le pedí, observando con súplica a Lean — Dame tiempo sí, necesito prepararme mentalmente para ser rechazada.
— Una temporada más y formarás partes de las solteronas que se quedan sentadas en las celebraciones, sin oportunidad... Estás en la edad límite — Me recordó y se levantó para acercarse.
— De todas formas me quedaré sentada, no puedo bailar — Le recordé, mi hermano frotó mis brazos como un gesto para animarme.
— Eleana, nada pierdes con intentar.
— Me da pánico que me rechacen como siempre.
— Si se meten contigo yo los pondré en su lugar, tu hermana y yo estaremos a tu lado — Me dió una sonrisa y se devolví a la fuerza, ocultando mi desanimo.
— ¿Qué hay de mamá? ¿No vendrá?
— No, dice que como soy el nuevo conde, debo ser yo quien las represente... Les irá bien.
Mi hermana Emiliana no iba tener el mismo problema, a diferencia de mí ella era completamente sana y con una belleza sin igual, demasiado coqueta y segura de si misma. Cautivaba con solo respirar y atraía la atención de cualquier hombre. Recientemente había cumplido los dieciocho años y ésta sería su primera temporada como debutante, a ella por supuesto le iba ir mejor que a mí en la celebración que se avecinaba.
Le calculaba más de veinte pretendientes con solo su entrada al palacio.
— ¿Cuándo será el evento? — Pregunté resignada.
— Dentro de una semana, en el palacio del Marqués Lorenzo... Mañana vendrá la modista para confeccionar sus vestidos.
Mi hermano volvió a caminar hacia su escritorio.
Él también era muy guapo, de cabello cobrizo y ojos verdes con un cuerpo de guerrero que siempre se encargaba de mantener en forma en las tardes en los jardines de la mansión. Yo por supuesto me había colado en esos entrenamientos, al principio se había negado a mi petición de que me enseñara esgrima, pero acabó aceptando después de mucha insistencia, siempre me había parecido prudente aprender a defenderme, aunque no pude lograr hacer todos los movimientos debido a mi lesión, había logrado lo básico.
— Marqués Lorenzo ¿ Era amigo de mi padre?
— Si, aunque no tan cercano — Se encogió de hombros.
— ¿Aprovecharás ésta temporada para encontrar esposa? — Me atreví a preguntar.
— Por los momentos no estoy interesado en casarme, no tengo tiempo para lidiar con una esposa y no me casaré hasta que ustedes lo estén.
— Mi madre tal vez opine diferente — Dije, para amargarle el día.
Me enseñó los dientes.
— Ya puedes retirarte, Eleana querida.
— Nos vemos en la cena.
Me marché con pasos lentos y cuidadosos, mi cuerpo se tambaleaba levemente debido a la cojera en mi pierna izquierda .
Subir escaleras implicaba un gran esfuerzo para mí, mis aposentos estaban ubicados en el primer piso para mayor comodidad y me dirigí allí para soltar un resoplido y maldecir en voz baja.
Me senté sobre la cama y procedí a quitarme la zapatilla, luego la media. Extendí mi pierna sobre la cama y busqué el bálsamo que solía usar para aliviar el dolor.
Mi tobillo sobresalía demasiado de un lado, impidiendo a mi pie una movilidad completa.
Recordé que mi padre había mandado a hacer zapatillas más cómodas para mí y también medias de un material más flexible.
Todo para hacerme sentir más cómoda, él si se preocupaba por mí, tal vez hubiese aceptado mi petición de no ir a esa celebración.
Lo extrañaba tanto.
La puerta se abrió, mi hermana y mi madre entraron como locas a mi habitación.
— ¿Ya mi hermano te ha puesto al tanto? — Preguntó Emiliana emocionada, agitando su cabello rojizo cuando dió saltos de alegría.
Su cabello era como fuego, vivo y brillante, en cambio el mío tenía un color que se asemejaba a una hoja seca y demasiado rebelde para llevarlo suelto.
Yo parecía un día gris.
— Si, estoy tan felíz que no puedo disimularlo — Gruñí sarcásticamente, untando el bálsamo en mi palma.
— ¿Eso significa que sí irás? — Mi madre no pareció captar mi amargura o tal decidió ignorar mi pésimo humor.
— No tengo otra opción.
Ella se acercó y me abrazó con mucho abrupto, dándome muchos besos en la cabeza. Intenté quejarme y alejarla, pero tenía mi rostro aprisionado contra su corset.
— Me alegra tanto, estoy tan felíz de que al fin hayas cambiado de opinión — Dijo cuando se apartó.
— Madre, no cambié de opinión, mi hermano no quiso escucharme.
Mi madre chasqueó la lengua.
— Eleana, ya te he dicho que debes obedecer a tu hermano, por encima de eso es un conde y debes respetarlo.
— No quiere casarse — Froté mi tobillo, soltando un suspiro de alivio — Él si tiene opción.
— Tarde o temprano tendrá que hacerlo — Mi madre se sentó a mi lado — Pero ahora es vuestro turno.
— Estoy deseando conseguir un buen pretendiente en ésta primera temporada, quiero que sea guapo, educado, de buena familia, un buen título y que sea muy rico — Dijo Emiliana, tomando la falda de su vestido y girando como si estuviera soñando despierta.
Puse los ojos en blanco.
— Así no es como funciona, habrá muchos solteros, pero la mayoría serán obesos, feos y viejos — Dije, riendo y mi hermana frunció el ceño.
— Estoy segura de que habrá muchos jóvenes galantes, deseo tanto que mi primer baile sea con un buen caballero — Empezó bailar con gracia — También tendrás el tuyo y verás que tengo razón.
— Un anciano tal vez...
Mi hermana dejó la alegría de lado.
— Eleana, pero que tonterías dices.
— No eres tú la que no puede bailar —Mi frustración no era contra ella, sino contra mí.
— Hija, detente — Mi madre tomó mi barbilla para que la observara a los ojos — Eres hermosa y el hombre que te quiera no le importará tu tobillo deforme.
— Mamá, ningún hombre se casa por amor, todo es por conveniencia y es allí donde no tengo oportunidad, por eso prefiero quedarme soltera a pasar por un disgusto terrible.
— No es imposible, un ejemplo de ello es tu padre y yo, nos amamos desde el primer momento que nos conocimos, en un baile — Los ojos de mi madre brillaron con emoción.
— Si, me has contado esa historia una y otra vez.
— Eleana, ánimo, tienes muchas cualidades que enamoraría a cualquier hombre — Emiliana se sentó del otro lado, tocando mi hombro.
Casarme no estaba entre mis deseos, los hombres para mí eran criaturas extrañas, pero a pesar de que los conocía muy poco tenía muy en claro que eran superficiales y con libertad de elegir una esposa, obviamente optarían por una hermosura.
Yo no estaba en esa lista, ni quería estarlo, pero era mi deber encontrar esposo y me enfrentaría a ese montón de solteros con expresiones de lástima y desagrado.
...ELEANA:...
En la cena me mantuve en silencio, comiendo pensativa.
Emiliana era la que más hablaba, estaba tan emocionada por lo que se avecinaba que ya se encontraba planeando como sería su vestido y el peinado. Ella era tan diferente a mí, era normal, como todas las señoritas de su edad solo pensaba en casarse, se preparó desde niña para eso.
Mi madre también estaba aportando ideas mientras Lean escuchaba, sentado en el extremo de la mesa, dónde anteriormente comía mi padre, si estuviera vivo estaría conversando con él.
Mi padre siempre se interesó en mis preferencias y mi forma de pensar, nunca me llevaba la contraria o me callaba como sucedía muy a menudo con los demás integrantes de la familia.
Ahora me sentía sola, sin un hombro en el que apoyarme.
Removí la comida con la cuchara, sin apetito.
— ¿Qué hay de ti? Eleana — Preguntó Lean, sacándome de mis pensamientos, las conversaciones habían cesado y todos me observaban.
— ¿Qué sucede?
— ¿De qué color quieres el vestido? — Mi madre me evaluó atenta desde el otro lado de la mesa, me contuve de resoplar, era realmente estúpido que me preguntara esa tontería cuando tenía problemas más graves que decidir sobre la tela que iba usar.
— Da igual, cualquier cosa — Corté y empecé a mover mi cuchara de nuevo.
— Eleana, no es cualquier cosa, ser presentada en la sociedad es un momento importante que toda señorita espera con ansias y tu desperdicias la oportunidad mostrando tal desinterés — Mi madre se irritó, enrojeciendo.
No me parecía en nada a ella, era igual que Emiliana, con el cabello rojizo y los ojos grises.
En cambio Lean y yo éramos versiones de mi padre, aunque lamentablemente yo era la única poco agraciada.
— Mamá, no es desinterés...
— Ya hablamos de esto, Eleana, el tema está zanjado, no quiero escuchar otra queja del poco aprecio que sientes por ti misma — Cortó mi madre, sin tomarse la molestia de escucharme.
— Tienes que poner de tu parte — Intervino Lean — Queremos ayudarte, pero si no te dejas ayudar será imposible.
— Me ayudarían bastante si no insistieran tanto en que vaya a esa celebración — Tomé el bastón que colgaba del espaldar de mi silla y me apoyé en él para levantarme — No tengo hambre, iré a dormir.
Dejé el comedor.
Al llegar a mi habitación solté una larga respiración.
Observé por la ventana, afuera estaba lloviendo y la noche se estaba tornando muy oscura.
Desde allí podía ver el bosque al que solía escapar, tenía muchas ganas de volver, pero la última vez que regresé de ese lugar mi madre me dió muchos sermones al verme con la ropa sucia y con los trozos de mi bastón en mi mano.
Le dije que me había caído y se puso más histérica, según ella el bosque era un lugar con muchos peligros para una discapacitada como yo, alegando que la próxima vez no tendría tanta suerte y que podría empeorar mi situación.
Mi padre se había negado hasta el cansancio cuando ella le había pedido cercar la mansión con un muro para evitar que escapara, a él le parecía una exageración.
Me prometió acompañarme cuando quisiera caminar, pero yo no iba volver y le pedí a mi padre que cercara la mansión, alegando que mi madre tenía razón. No era verdad, pero jamás volvería porque lo que me encontré allí fue lo suficiente desagradable.
Así que mi padre ordenó a los sirvientes construir un muro alrededor del jardín, mis idas y venidas se habían acabado para siempre.
Ya no era una niña ingenua, tal vez podría entrar en el bosque de nuevo, pero temía encontrarme otra cosa peor.
Las tierras de mi padre no estaban cerradas, cualquiera podría pasarse y hacer lo quisiera en ellas. Una señorita en bosque sería presa fácil de los criminales.
Habían pasado los años, pero aún recordaba ese encuentro y me llenaba de impotencia.
Apagué las velas de los candelabros despegué de colocarme mi bata de dormir y me acosté.
...****************...
Un ruido me hizo levantarme costosamente del tronco en el que me hallaba.
Unas extrañas risas junto con respiraciones aceleradas y murmuraciones se proyectaban por todo el lugar. Repentinamente toda la tranquilidad se había roto.
Jamás había escuchado algo como eso en el bosque, el ruido de otras personas era inusual y más en las propiedades privadas de mi padre.
Apoyé mi bastón en el suelo y me las arreglé para seguir el sonido hasta llegar a unos arbustos llenos de espinas.
Me asomé por detrás de ellos sin comprender lo que sucedía.
Un hombre y una mujer parecían estar jugando de una manera extraña en el suelo musgoso, era similar a la forma en que jugaba con mi hermano, pero a la vez era muy diferente. El hombre estaba encima y la mujer debajo, ella reía y gemía como si le doliera algo, pero no parecía estar herida, tampoco estaba siendo golpeada por el sujeto que dominaba la situación.
Seguí observando, intentando darle sentido a aquella situación.
El hombre parecía estar haciéndole cosquillas por debajo de la falda y también le daba besos en el cuello, muy parecido a los que me daba mi padre en la frente, pero eran tan extraños.
— ¡Más, qué no tengo mucho tiempo, mi esposo no tardará en notar mi ausencia! — Dijo la mujer entre risas, no comprendí porque quería que le siguiera haciendo cosquillas si eso solía desesperarme cuando Lean lo hacía.
El hombre usó una de sus manos para tomar el seno de la mujer, me pareció demasiado mayor para seguir tomando pecho como si fuera un bebé, pero lo hizo, sacó el seno y se lo llevó a la boca.
A pesar de que no sabía que era lo que estaban haciendo, de alguna manera intuía que no era un juego inocente, era algo malo.
Decidí marcharme antes de que me vieran.
Repentinamente una rana salió de las hojas y me saltó encima, grité sin poder evitarlo y terminé en el suelo, fuera del escondite.
Todo quedó en silencio, ya no se oían esos dos sujetos, pero cuando abrí los ojos ambos me observaban.
El hombre se apartó de inmediato y la mujer gritó, cubriéndose los senos.
Estaba avergonzada y se cubrió la desnudes, levantándose a prisa toda despeinada y con hojas secas incrustadas en el cabello.
Tomé mi bastón para levantarme y marcharme, debido a mi cojera no pude escapar cuando la mujer me tomó de la muñeca.
— Oye, mocosa ¿Qué tanto estabas viendo? — Exigió la mujer, noté que era mayor, con algunas arrugas en su rostro.
Tiré de mi mano, asustada, con lágrimas picando en mis ojos.
— ¡Responde, maldita niña metiche! — Gritó, apretando más su agarre — ¡Te daré unos cuántos guantazos para que aprendas a no mirar lo que no debes!
— ¡No, déjeme ir, yo no ví nada! — Sollocé asustada.
— Suéltala — Ordenó el hombre, la mujer se detuvo y obedeció de inmediato.
Observé en su dirección mientras me alejaba lo suficiente de la bruja.
Me sorprendió percatarme de que el hombre era mucho más joven que la doña, parecía ser su hijo o nieto, pero sus rasgos eran diferentes a los de ella y lo que estaba sucediendo anteriormente no parecía un comportamiento de madre e hijo.
El chico era delgado, pero de hombros y espalda ancha. Se abrochó la camisa blanca que llevaba puesta y se sacudió los pantalones.
Tenía el cabello largo, le llegaba más abajo de los hombros y se deslizaba por su rostro con el movimiento.
La textura de su cabello eran sin igual, jamás había visto una melena con tanta vida, era tan liso que brillaba con la luz del sol y se agitaba levemente con la suave brisa.
De un color café brillante, hacía juego con su piel blanca.
Observé su rostro adolescente, era muy hermoso, como un príncipe.
Sus ojos color avellana enmarcados con pestañas rizadas del mismo tono café me evaluaron detenidamente, juzgando el bastón en mi mano y mi ropa sucia por la caída.
Apretó su mandíbula cincelada cuando la mujer musitó otro insulto hacia mí.
— Oye, niña ¿Qué rayos haces aquí? — Dijo el chico, usando un tono tan severo que me estremecí.
Jamás me habían hablado así.
— Yo... Yo estaba... Paseando — Tartamudeé, apunto de soltar más lágrimas, tenía ocho años ¿Cómo no iba estar asustada ante dos extraños que me miraban como si yo fuese la que estaba haciendo travesuras?
— ¿Paseando? ¿Sola? ¿En un bosque? — Gruñó, elevando una ceja gruesa — ¿De dónde vienes?
Tragué el nudo en mi garganta.
— Soy hija del Conde Morgan Roster.
La mujer se sobresaltó.
— Nadie puede saber que estuve aquí contigo y menos la hija del Conde Roster — Dijo, llena de pánico, palideciendo.
Tomé un poco de valor.
— Ustedes no deberían estar aquí, es propiedad privada, le diré a mi padre — Dije, apretando mis manos en el bastón.
La mujer maldijo y se acercó, elevando una palma para abofetearme, pero el chico se interpuso antes de que alcanzara.
— ¡Si la tocas ahí si nos meteremos en problemas! — Dijo el chico, sin tener un poco de respeto hacia la mujer, no comprendía como se atrevía a hablarle de esa forma a alguien mayor.
— ¡No me conviene que esa mocosa le vaya con el chisme a su padre, el rumor se regaría y mi reputación quedaría hecha añicos! — La mujer se secó el sudor de la frente con un pañuelo que sacó de su bolsillo.
El chico puso los ojos en blancos.
— Calma, la niña no sabe quiénes somos — Me observó desde su gran altura — Jamás sabrán que se trataba de nosotros.
— Nos podría describir y no hay nadie más con tus rasgos en esta región — Susurró la mujer, observándome con amenaza, retrocedí de inmediato.
El chico caminó hacia mí y se agachó para estar a mi altura.
— Escucha niña, no dirás nada de lo que has visto — Me ordenó y sonrió de una forma que me heló los huesos, dos hoyuelos se marcaron en sus mejillas, no comprendía cómo alguien tan encantador podía dar tanto miedo.
— Es delito entrar a unas tierras ajenas sin permiso, tengo que acusarlos con mi padre... Ustedes estaban haciendo algo asqueroso e inapropiado — Gruñí enojada, mi padre no podía permitir esa clase de comportamiento en sus tierras y mi deber como hija era decirle para que tomara medidas.
El hombre se rió.
— ¿Qué va ha estar sabiendo una niña como tú sobre lo que estábamos haciendo aquí? Quédate callada, será mejor para ambos — Se llevó el dedo índice a la boca.
— No me quedaré callada...
Me arrebató el bastón tan abruptamente que caí al suelo.
— Supongo que necesitas es bastón de anciana para poder caminar, si prometes quedarte callada y no mencionar nada de lo que has visto te lo devolveré, pero si insistes tanto en ir a acusarme con tu padre lo romperé en pedazos — Gruñó, observándome sin ninguna compasión mientras se alejaba de mí, girando mi bastón en su mano.
Empecé a llorar mientras intentaba levantarme, pero mi tobillo dió un latigazo de dolor y me quedé arrodillada.
Observé a través de mis lágrimas como sonreía abiertamente, tan lleno de maldad.
Era un sujeto tan desagradable, ambos lo eran, pero la mujer era casi una anciana que no debería ensañarse tanto con una niña inocente que estaba en el lugar equivocado, ni tampoco permitir que el chico lo hiciera, debería dar el ejemplo.
— Lo prometo — Chillé, extendiendo mi brazo para que me devolviera mi bastón — No diré nada ¡Ahora devuelve lo que me pertenece, malvado!
— Se dónde vives mocosa, si rompes la promesa te haré otra herida en la otra pierna para que quedes pareja — Dijo, pero no cumplió con lo dicho, rompió mi bastón en dos con sus manos y lo aventó frente a mis rodillas, giró sobre su espalda y se marchó entre los árboles.
— Ya estás advertida niña — Concluyó la bruja, siguiendo al chico.
Me quedé inmóvil, derramando lágrimas y tomando los restos de mi bastón.
...****************...
Me desperté sobresaltada, con lágrimas en los ojos y una inmensa sensación de angustia e impotencia.
Abracé uno de mis cojines y tranquilicé mi respiración.
No quería volver a pasar por la misma humillación, aquellas personas me habían mostrado los desconsiderados que podían ser los humanos con las personas diferentes, lo extraño y especial repugnaba.
Las personas de la celebración no serían diferentes, tratarían de sentirse a gusto conmigo, pero no lo lograrían y terminarían haciendo preguntas incómodas. Otras se burlarían abiertamente y algunas despreciarían mirarme caminar.
No lo soportaría de nuevo, no otra vez.
Odiaba ser tan débil, dar lástima y que se aprovecharan para hacerme daño, pero no más que odié a aquel sujeto ese día en el bosque.
Era una simple cáscara vacía, podría tener una buena apariencia, pero estaba podrido por dentro.
Me prometí a mi misma que si lo volvía a ver le haría pagar por su maldad, pero con cada año que pasaba estaba lejos de cumplir eso y seguramente ese infeliz se había marchado a otra región del reino, tal vez estaba muerto o casado.
Habían pasado doce años, pero la rabia y la impotencia no disminuyeron un apice.
Si todos los hombres jóvenes eran como él entonces no quería tener ningún trato con ellos y por eso no deseaba casarme, caer en manos de un ser así sería un tormento.
Personas como esas no deberían existir.
...ELEANA:...
Mi madre apretaba el corsé del vestido con tanta fuerza que me dolían las costillas.
Me aferré al espaldar de la silla donde me hallaba apoyada, apretando los dientes cuando mi madre volvía a tirar de las trenzas.
— Has subido de peso — Jadeó cuando tiró de nuevo.
— Dejé de usar corsé para mayor comodidad — Contuve la respiración cuando dió el último tirón.
— Tienes que usarlos todos los días, así tu cuerpo se acostumbra — Intervino mi hermana sentada frente a la comoda, se estaba colocando los aretes y al igual que yo estaba en ropa interior, pero el corsé de ella no se resistió tanto.
Mi hermana era más delgada que yo.
— Ha subido de peso — Insistió mi madre mientras se alejaba y ordenaba a las sirvientas sacar el vestido del maniquí, la semana había pasado tan rápido y con tanto ajetreo, entre modistas y zapateros había acabado con un dolor de cabeza — Eso no es bueno para tu tobillo.
Tomé mi bastón y me levanté.
— Haría más actividad física, pero no puedo hacer mucho con ésta lesión — Gruñí, acercándome al espejo de cuerpo completo que colgaba de la pared, hacía tanto tiempo que no me observaba.
Comprobé que mi madre tenía razón, estaba un poco robusta. Tenía más caderas, más muslos y más senos, lo último me hizo sonrojarme. ¿De dónde habían salido esos dos? Si hace como dos meses estaba delgada.
— Estás comiendo demasiado, debemos disminuir tus porciones — Mi madre se acercó con el vestido colgando de su antebrazo.
— No, eso sí que no... No me van a matar de hambre — Me alejé de espejo.
La ceja de mi madre tembló de estrés.
— No me agotes la paciencia, Eleana... Harás lo que digo, una mujer gorda no es buena debutante — Me regañó y fruncí el ceño.
— Madre, no estoy gorda, no exageres — Dije frustrada, ya me estaba hartando que fuera tan metiche, yo no tenía sobrepeso.
— Ven para colocarte el vestido — Me ignoró completamente, abriendo los botones.
— Puedo hacerlo sola — Dije, ya me estaba doliendo la cabeza, no habíamos llegado a la celebración y ya me estaba arrepintiendo.
— Lo sé, pero será más rápido si te ayudo, tenemos el tiempo contado.
De nuevo exageraba, aún era temprano, pero la condesa no entendía eso.
Recogió el vestido y lo pasó por encima de mi cabeza, me quejé cuando tiró fuertemente hacia abajo, tampoco se deslizó fácilmente cuando llegó a mi busto fue peor, no entraba.
— Oigan, ayúdenme con eso — Ordenó a las sirvientas que se apresuraron — Tiren de la falda, pero poco a poco porque se puede romper.
Apoyé todo el peso de mi cuerpo en mi pierna sana cuando las sirvientas tiraron.
— Contenga la respiración — Se quejó una de ellas.
Así lo hice.
— Te dije que te dejaras tomar las medidas, no estarías pasando por esta odisea — Mi madre se siguió quejando — Pero no, decidiste que era mejor que tuviera la misma medida que el vestido de Emiliana sabiendo que eres muy diferente a ella.
Si lo era, me dolieron sus palabras.
Emiliana tenía una buena figura, bonita y sana.
Al fin pasó y casi pierdo la respiración.
Me dejé tratar como una muñeca mientras mi madre me ayudaba a meter los brazos en las mangas y a ajustar los botones de mi espalda, me apretaba tanto que casi se revientan.
Y otra ola de quejas salieron de mi madre.
Quedé frente al espejo mientras ajustaba los lazos.
Me sorprendí ante el cambio, a pesar de que faltaba mi cabello por primera vez en tanto tiempo me sentí bonita.
El vestido era precioso de tono azul con diseños de espirales dorados, un escote en "v" que resaltaba mis senos de manera elegante y no atrevida. Las mangas eran holgadas con los bordes de encajes dorados, la falda era en forma de campana, también con diseños de espirales.
— El vestido es precioso — Dijo Emiliana, acercándose, se había terminado de peinar y maquillar, ella había aprendido a hacer casi todo sin ayuda, mi madre no tenía tiempo, lo gastaba ayudándome a mí y yo deseaba tanto valer por mi misma como Emiliana.
Se recogió la parte superior del cabello en un hermoso tocado adornado con peinetas de flores plateadas, dejando suelto sobre sus hombros ondas rojizas.
— Te queda hermoso — Sonrió y le devolví una sonrisa débil sin despegar mi vista del espejo.
— Si es hermoso.
— Tú eres hermosa ¿Cuándo lo entenderás? — Dijo mi madre, asomándose detrás de mi hombro — Ahora siéntate en la cómoda para peinarte.
— Eso si lo puedo hacer sola.
— ¿Y dejar qué te hagas un mal peinado al propósito? No, mejor yo lo hago — Me tomó del brazo y caminé hacia la comoda.
Me senté y mi madre empezó a trabajar en mi cabello, desatando el moño, le pasé el peine cuando me lo pidió. Solté un gemido de dolor cuando lo pasó por los nudos, de nuevo los sermones y quejas sobre el estado de mi cabello, pero ya no le presté atención.
— Eres una descuidada — Gruñó, tirando de otra hebra anudada.
Mi cabello era cobrizo opaco y rebelde, por eso no me esmeraba en él, era imposible darle forma.
Si tuviera un cabello como el suyo, como de mi hermana e incluso como el del sujeto desagradable del bosque sería mucho más sencillo, pero todo en mí era complicado.
Mi madre recogió todo mi cabello con peinetas, dejando solo un rizo adornando un lado de mi rostro.
Al menos me dejó colocarme los aretes y el collar.
Pintó mi boca de color rosa, me aplicó rubor para darme un poco de brillo y rizó mis pestañas.
— Ya estás lista, quedaste preciosa, como una señorita debe ser — Me tomó de los hombros mientras yo evaluaba el resultado.
Me asombré al hallar a una chica diferente, tenía más vida con todos los arreglos que me había hecho.
Posé mi mano en una de las suyas y la observé a través del espejo.
— Gracias, madre... Me ha gustado.
— Para eso estoy — Sonrió con cariño.
Lo siguiente fueron las zapatillas, eran de color crema y especiales para mi comodidad.
Mi madre me entregó un bastón adornado a juego con el vestido.
— ¿Qué es esto? — Lo observé mientras esperaba sentada en uno de los sillones a que Emiliana terminara de alistarse.
— Un bastón para eventos — Dijo como si llevar bastón fuera lo más normal en una celebración, la idea me pareció estúpida, no quería llamar más atención de la que iba a atraer.
— No, llevaré el mío, es discreto... Con ese atraeré muchas burlas.
— Pienso todo lo contrario, lucirá como un hermoso adorno, úsalo por favor — Insistió, puse los ojos en blanco y terminé accediendo, discutir no iba a hacer que cambiara de opinión, mi madre era difícil.
Emiliana estaba lista, usando un hermoso vestido rosa pálido, con bordados de flores, del mismo modelo que el mío.
Alguien llamó a la puerta y mi madre le ordenó pasar.
Lean apareció con un traje de color café, a juego con un pañuelo blanco atado al cuello y con su cabello peinado hacia atrás.
— El carruaje ya está listo y veo que ustedes también — Dijo, admirando ambas — Tengo dos hermanas muy preciosas.
Nos dió en un beso en las mejillas.
— Gracias, Lean, estás muy guapo — Emiliana lo observó detenidamente y mi hermano se sonrojó.
— Tal vez sea él quien encuentre u su futura esposa esta noche — Le guiñé un ojo.
— No, hoy no es mi noche — Volvió a su seriedad.
Ambas nos reímos y nos dirigimos al patio.
Mi madre se despidió de nosotras, deseando suerte, pero más a mí.
Requería de un milagro para que alguien se fijara en mí con mi discapacidad.
Lean me ayudó a subir al carruaje y salimos de la mansión al atardecer.
Yo iba sentada junto a mi hermana.
Observé por la ventanilla, admirando el atardecer contrastando con las montañas y campos. El Reino de Floris era hermoso en todas sus estaciones, pero la primavera no tenía comparación.
— Supongo que habrá muchos solteros de la realeza en la celebración — Emiliana cortó el silencio.
— No esperes uno de los príncipes, lo máximo que habrá serán marqués de la región y eso si tienes suerte — Dijo mi hermano en la penumbra del carruaje.
— ¡Qué pesimista! — Se quejó Emiliana — Solo lo preguntaba por curiosidad.
— Ya alimentarás tu curiosidad al llegar al palacio.
— ¿Qué hay del Duque Dorian? — Preguntó mi hermana y los hombros de Lean se tensaron, todo el aire del interior del carruaje cambios completamente.
— No lo sé, ojalá que no — Gruñó mi hermano, con un tono afilado.
— Por qué no? — Mi hermana se tornó a la defensiva.
— ¡Todavía lo preguntas! — Mi hermano se alteró de una forma que no comprendí.
— ¿Quién es ese? — Intervine y ambos me observaron sin responder — ¿Por qué no responden?
— Es increíble que no lo sepas — Me hermana me observó como si fuera inconcebible que no lo supiera.
— Emiliana, no hables como si lo conocieras, si no estuvieras de metiche escuchando mis conversaciones ajenas no sabrías de ese ser — Lean usó un tono lleno de desprecio.
— Pero tu dijiste que era el soltero más codiciado... ¿Qué tiene de malo entonces?
— Tiene mucho de malo, deseo con toda el alma que no esté en esa celebración, aunque lo dudo, ya que a ese sujeto no le interesa dejar su soltería.
No comprendía nada, jamás había oído de ese tal duque y tampoco sabía por qué mi hermano lo detestaba, pero tal vez tenía sus razones.
— Solo estás celoso porque él es un duque y tú solamente eres un conde — Siseó Emiliana, mi hermano soltó un gruñido bajo.
— No inventes tonterías, si ese infeliz llega a estar en el baile no quiero que se acerquen a él ¿De acuerdo? — Nos ordenó de forma severa, Emiliana murmuró en desacuerdo — Contesten.
— De acuerdo, no lo haré — Dije, se relajó un poco, era ridículo, yo jamás me acercaría a un hombre y mucho menos alguien que detestaba mi hermano.
— Está bien — Aceptó a Emiliana a regañadientes — Pero sigo sin comprender por qué te desagrada.
Mi hermana claramente estaba interesada en ese tal duque que ni siquiera conocía.
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