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Reina De Espinas

Una nueva tarea

El mundo de los sueños es mi refugio para olvidar mi calvario, mis dolores corporales y mentales desaparecen cuando el sueño profundo me atrapa y solo por unas horas soy libre de este lugar.

Mis helados pasos se arrastran por toda la casa, desde que me levanto, hasta que el sol se oculta en el ocaso, avisándome que un día más llego a su fin.

—Solo un par de meses más— Susurré para mis adentros, pues cumpliría la mayoría de edad y sería liberada para regresar a los brazos de mi madre y padre, que eran ya ancianos.

Esta vez me levanté con más entusiasmo, preparé el baño para mi amo y me dispuse a preparar el desayuno, cuando una agotada Esmeralda pasó por la puerta, colocándose el mandil de forma perezosa.

—¿Has tenido una buena noche?— Pregunté, pero ella solo gruño para frotarse los ojos con ambas manos y dirigirse a la bodega para coger unas cuantas verduras.

—¿Cómo es que puedes verte tan radiante?— Su voz mal humorada me divertía, ella era unos años más joven que yo, pero su carácter era de una señora que odia a los niños y nunca se casó.

—Bueno, no tengo razones— Respondí volviendo a lo mío, no quería decirle que mi cuerpo pedía a gritos un descanso, así que me mordí la lengua.

—Te enteraste de que el sobrino de los señores fue apresado— Comentó mientras picaba las verduras y su cabello rojo se salía del paliacate en su cabeza.

—¿Por qué fue esta vez?— Sin mucha sorpresa, la pregunta fluyó entre mis dientes.

—Bueno, al parecer lo encontraron hurtando en la casa de un hombre medianamente más rico que sus tíos, pero los señores no tienen todo el dinero para pagar su fianza— Echó las zanahorias ya picadas en un traste, para posteriormente lavarlas.

—Debe ser una cantidad muy alta— Seguí con hilo de la plática, mientras el estofado hervía en la leña.

—No tanto, sabes perfectamente que están perdiendo su fortuna— Inmediatamente volteé a su dirección, mientras ella me regalaba una mirada indiferente.

—Sabes que no podemos hablar tan abiertamente sobre ellos— Dije alarmada, mientras veía la puerta con temor.

—Tranquila, no estoy diciendo nada que no se sepa— Se acercó para palmear mi hombro y calmarme; sin embargo, aún tenía malestar.

—Lo sé, solo que nuestro rango no lo permite, no somos nada a sus ojos— Temblé con la idea de que ellos podían matarnos y nadie les diría nada pues valíamos menos que un cerdo.

Nos quedamos calladas, cuando Deborah entró en la cocina, era la esposa del señor.

—Que bueno que están despiertas tan temprano, aunque dentro de mí deseaba darles una reprimenda— Sus dientes amarillos se notaron en una sonrisa maliciosa, su esquelético cuerpo avanzaba lentamente por la cocina, tan desgastada y deshecha como ella, sus dedos huesudos se posaron en una repisa llena de especies, los deslizó para después mirarlos, esperando no encontrar el mínimo rastro de polvo.

—Dornen— Dijo de golpe, asustándome.

—Dígame señora— Ella sonrió satisfecha por mi reacción, yo detestaba que hiciera eso para demostrar su autoridad y nuestro temor.

—Necesito que vayas al sótano, lleva un plato de comida y un vaso de agua, Robert te espera allí— Obediente asentí y ella salió para darnos tiempo de terminar, ahora mismo recordaba que cuando entré en su habitación, el señor no estaba.

Después de un rato serví las cosas como se me habían pedido, Esmeralda me miraba confundida, yo estaba igual, ¿Para qué querrían que llevara eso allá? Sin embargo, no dijimos nada y yo salí en dirección al sótano, salí de la casa y entre por la puerta del sótano, jalando una trampilla, ancha y pesada que casi hace que tire la comida.

—Ya estás aquí — La voz del señor Robert resonó en la húmeda habitación, oscura y con un fuerte olor a moho.

—Si señor, aquí está el pedido de la señora— Coloqué los platos en una mesa vieja, que parecía que al mínimo toque, caería al piso levantando una nube de hongo y pobredumbre.

—Dale de comer al invitado, y no le digas nada de esto a nadie ¿Entendiste?— Su cuerpo igual de delgado que el de su esposa, se movía encorvado en la oscuridad, caminando hacia mí, dejó a la vista una figura, parecía un hombre este estaba sentado, en su espalda había una enorme trabe que ayudaba a que la casa no se derrumbara, sus manos parecían rodearla, probablemente amarrados al otro lado y sus ojos estaban cubiertos con un trapo sucio y desgastado, su presencia me dejo muda.

—Señor, ¿Quién es ese hombre?— Pregunté mientras sentía como mi cuerpo se tensaba y el calor del ambiente hacia mi frente sudar.

De forma brusca tomó mi cara presionando mis mejillas, sus dedos fríos y duros se clavaron en mis huesos y su mirada delataba mi inferioridad.

—Solo haz lo que se te ordena ¿Desde cuándo te crees con derecho de saber lo que tu amo hace?— Su aliento podrido atravesaba mis fosas nasales, así que no respondí y solo asentí —Bien, ahora haz tu trabajo— Me soltó el rostro bruscamente y salió, rápido y silencioso como siempre.

Tomé aire y cogí el plato, tomando el valor suficiente para que mis manos no temblaran y caminé despacio hacia el sujeto. Su cabello rojo brillaba con intensidad bajo un pequeño rayo de luz que atravesaba el piso, sus labios o su cuerpo no emitían movimiento o sonido, así que pensé que probablemente estaba inconsciente.

—Puedes darte prisa, tengo hambre— Su voz me asustó, pero rápidamente me arrodillé.

—Lo siento— Me disculpe y procedí a tomar la cuchara, tome un poco de la sopa y la acerqué a sus labios.

La calidez del metal lo incitó a abrir la boca, él probó un poco y tras un largo silencio finalmente habló

—Es deliciosa—Sus labios se movieron, pero por alguna razón yo parecía hipnotizada, sus gestos y su forma de hablar eran fuertes, a pesar de su estado me transmitía seguridad, no era cualquier persona o una pobre alma como yo.

—Gracias— finalmente respondí al ver que tenía los labios entreabiertos, él deseaba un poco más.

Ya no habló más y por alguna razón creía sentir su intensa mirada a través de la cinta que cubría sus ojos, después de un rato terminé de alimentarlo y limpié con delicadeza las comisuras de sus labios, pero me detuve al ver que estos sonreían levemente.

—Ya te puedes detener— Sus palabras me avergonzaron así que salí de prisa sintiendo mi corazón latir con prisa, en mi mente solo tenía sus delicados labios, talvez me estaba volviendo loca.

Dignida vs Sobrevivir

Al entrar a la casa Esmeralda me miraba intrigada, esperaba que le dijera a que se debía todo esto, pero no pude hablar por un largo tiempo, lo que sucedió y sucede allá abajo es irreal.

Todo esto se suma, cuando en una puerta entreabierta, Deborah y su esposo hablaban de aquel hombre. Sé que debí alejarme, retirarme era suficiente para no ser parte de sus planes, sin embargo, decidí quedarme y escuchar.

—¿Cuánto tiempo tomará?— La voz de Deborah sonaba extrañamente hueca, talvez porque estaba más lejos de la puerta.

—Espero que no mucho, un par de meses talvez— Robert avanzaba dando vueltas por la habitación, sus ligeros pasos no hacían rechinar la madera, eso siempre me causaba escalofríos.

—Eres un idiota, aceptar el trato de tu hermano fue la cosa más estúpida que has hecho desde que me propusiste matrimonio— Había rencor en sus palabras, pero Robert solo se rio.

—No soy tan tonto como la persona que me dijo que sí, además, es para sacar a Tony de la cárcel— Su voz perdió seriedad, se escuchaba más sereno.

—Hasta su nombre es estúpido, solo pido que esto no manche nuestro nombre y que tu hermano consiga el rescate antes de que ese pobre diablo muera, esta casa no puede mantener tantas bocas— Deborah golpeó levemente la mesa haciendo que brincara, por poco me delato, así que me retire, solo para ver como ellos salían del lugar apenas di la vuelta en la esquina del pasillo.

Suspiré de alivio, pero noté que mis brazos temblaban, esa sensación de haberme enterado de algo que no debía me invadió de culpa, sacudí la cabeza deseando no pensar y continúe con mis deberes, esperando a que mi amo me volviera a llamar.

...****************...

La espera fue larga, nunca me llamaron para llevarle de cenar, de todas maneras solo alcancé un trozo de pan y la mitad de una papa, que al mirarla me hizo imaginar que aquel hombre probablemente también tenía hambre.

Apreté los dientes y con temor me escabullí hacia la trampilla, el aire soplaba con fuerza lo que disimulaba el ruido de mis pasos hacia el sótano, al abrirla el aire podrido del lugar salió, tomé aire y me dispuse a entrar, deseaba no haber sido tan torpe para ser pillada y azotada como la última vez, pero de todas maneras decidí tomar el riesgo.

Me acerqué con paso apresurado, quería salir de allí lo antes posible, así que de mi bolso saqué la papa, él escuchó el ruido y movió su cabeza directamente hacia mí.

—Abre la boca, te daré de cenar— Le dije mientras mis manos se movían torpemente, acerqué la papa, pero él no la mordió.

—No sé por qué tienes tanta prisa, será porque no deberías estar aquí— Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro, yo solo me moleste.

—Solo come— Demande con voz firme, ahora me arrepentía de tratar de ser amable con ese hombre

—Mi nombre es Alex— Dijo antes de morder una gran porción de papa, su repentina confianza al decirme su nombre tranquilizó mi enojo y solo sonreí.

—Tal vez algún día te diga el mío— Aunque me gustaba mi nombre, creía que no era digno de ser escuchado por alguien más poderoso, cuánto terminó de comer me levanté y me dirigí a la entrada.

—Lo esperaré con ansias— Todo ese rato estuvo callado, y solo me habló cuando iba a salir, talvez lo pensó mucho así que solo asentí y me fui.

Regresé a mi habitación, me envolví en mi pequeño abrigo y me dispuse a dormir, pero mi mente inquieta solo se hacía una pregunta ¿A quién le importaría mi nombre? Aquella persona solo tenía un motivo y era saber quien trabajaba para sus secuestradores, era obvio que no era porque le importara.

Apreté mis ojos fuertemente, estaba relajándome cuando unos pasos se escucharon al otro lado de mi puerta, respiré profundo y me concentré en pensar de quien se trataría.

No duró mucho mi concentración pues mis pesados parpados suplicaban cerrarse y finalmente cedí, pero el tiempo parecía avanzar de forma diferente y una extraña frialdad congelaba mi espalda, pero mi cuerpo cansado no le dió importancia.

Al día siguiente mi rutina se repitió, levantarme y vestirme. Probablemente Alex ya debería estar hambriento, cada vez que pisaba el piso de madera de la sala principal, no podia evitar pensar que alguno de aquello agujeros hechos por el desgaste

Iluminaba débilmente sus cabellos rojos, incluso más intensos que los de Esmeralda

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no sentí la presencia de Deborah, que me miraba de manera furtiva, ella estaba molesta conmigo.

—Robert quiere comer una tortilla de verduras, llévala a su habitación— Después de darme la orden asentí, pero ella no se fue.

—En un par de meses te vas— Dijo después de un rato, respiré de alivio pues pensé que me golpearía en cualquier instante.

—Así es señora— Respondí de forma tímida, para mí era imposible murarlos a la cara.

—Sabes, eres mi favorita, conoces tu lugar, tu sola te rebajas hasta el piso y permites que te pisotee y no te quejas, eres muy diferente a la rebelde de Esmeralda— Se acercó a paso lento y acarició mi cabello, haciéndome sentir escalofríos.

—Gracias, señora— Era repugnante, era asqueroso el hecho de que yo aceptara ser el tapete de los demás y agradeciera por eso, un nudo se formó en mi garganta, pero mordí mis labios una vez más.

—No agradezcas, eres perfecta, como una muñeca— Sujetó mi cabello con más fuerza, del tirón di un paso hacia atrás.—Espero que estés consciente de que hay situaciones que pueden evitar tu partida ¿O me equivoco?— Sentí como enredaba sus dedos entre mis cabellos, el aire en el ambiente se volvió irrespirable, era denso como si cada día que pasaba antes de ser libre las humillaciones se volvieran más intolerables.

—Estoy de regreso— Esmeralda entró repentinamente y vio la escena, ella era explosiva y esa vez no fue la excepción. —¿Ahora de que acusa a Dornen?— Preguntó con voz agitada, yo deseaba con todas mis fuerzas que dejara de meterse en problemas.

—Nada de tu incumbencia muchacha— Deborah la miró con desdén y ella me miró a mí, con señas ligeras traté de calmarla.

—No se preocupe señora, me aseguraré de que todo este en calma antes y después de mi partida— Dije para que se fuera, ella no parecía tan convencida y por alguna razón decidió dejar pasar la grosería de Esmeralda para irse de inmediato a donde pasaba su tiempo libre.

—Debes quedarte callada— Le reproché de inmediato en cuanto se fue.

—No es justo que te dejes de esa manera— Hizo un puchero mientras se acercaba para abrazarme.

—No es que quiera, solo quiero irme en paz— Dije mientras acariciaba sus rizados cabellos.

—Veremos si puedes vivir dignamente después de dejarte tratar así— Sus palabras me dolieron, pero sabia que tenía razón

No hay que perder la fe.

Primero quisiera aclarar que esta novela no debería de estarse publicando ahora pues esperaba subirla hasta los diez capítulos, pero supongo que puse mal la fecha, así que... Aquí estamos jaja

...****************...

La amenaza de Deborah me quitó el sueño, ella cumpliría sus palabras si me atrevía aunque sea a mencionarle algo a Esmeralda, además, se me rompería el corazón si algo le pasara a mis padres y el miedo de no volverlos a ver me paralizaba.

—Debes ayudarme con algo— Esta mañana el señor Robert me ordeno encontrarlo en sótano, con una cubeta llena de agua tibia y una esponja vieja de la cocina. Ese pedido era inusual, pero acepte sin muchas preguntas, no quería más información que impidiera mi libertad.

Llegue al lugar y Alex permanecía allí, verlo tan tranquilo traía a mi mente la duda de por qué él no se quejaba, reñía o gritaba para aclamar salir de aquí. En cambio, era tan sereno y su aspecto no se había desgastado ni un momento, excepto por la ropa vieja que se le había puesto para robar sus caras ropas, pero ni con eso se convertía en alguien de repeler.

—Desvístelo— Ordenó mi señor sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué?— Fue lo único que exclamé antes de que me empujara hacia él haciéndome caer de rodillas y pasándome la cubeta haciendo que esta se derramara me dijo:

—No me hagas decirte las cosas dos veces, desvístelo— A pesar de su avanzada edad tenía la suficiente fuerza para lastimarme, solo asentí y acerqué mi mano a los botones de la camisa, no quería pensar en que estaba tocando el dorso de un hombre, la punta de mis dedos podían sentir su calor lo que me hizo avergonzarme aún más.

—Tranquila— Sus labios se movieron, él no se veía inquieto y una vez más me calmó.

—¿Puede desatarlo?— Pregunté a Robert quien me miró con sospecha.

—No, solo quítale un poco de suciedad y vuélvele a poner la misma camisa— Frunció su ceño como si lo que hubiera dicho fuera absurdo.

Con mi mano temblorosa metí la esponja en el agua y la exprimí para retirar el exceso, por primera vez en mi vida estaba tocando a un hombre, mis mejillas enrojecidas debieron ser evidentes para Robert quien se sonreía con burla, parecía disfrutar mi vergüenza.

—Deslicé la esponja desde su frente hasta el cuello, siendo cuidadosa de no mojar la cinta en sus ojos para que no se sintiera incómodo, cada rastro de polvo al ser removida una piel clara y lisa se dejaba ver, demostrando un antes y un después con el otro lado de su rostro.

—Quítale la venda— Exclamó Robert antes de irse y dejarme realizando la tarea, probablemente para evitar que lo reconociera o lo viera.

Rodee su cabeza con mis brazos y comencé a desatarla, a pesar de mi aparente calma mi corazón latía rápidamente, yo sabía que esa mirada que él poseía era intensa incluso con la cinta, toparme con sus ojos directamente era algo que jamás imaginé incluso mis manos comenzaron a sudar.

Al retirarla sus ojos se clavaron en mí de forma inmediata, un intenso color gris de forma afilada parecían observar cada parte de mi rostro, como si lo estuviera memorizando parte por parte.

—¿Podría dejar de mirarme así?— Pregunté con voz muy baja, sabía que Robert aún vigilaba en la puerta.

—No, no puedo hacerlo— Contestó mientras observaba mis gestos, me sentí de piedra, ya no podía seguir lavándolo.

—De acuerdo— Dije antes de soltar la esponja y comenzar a abotonarle de vuelta la camisa, ya no podía seguir allí.

—No quería ofenderte— Replicó mientras veía como recogía las cosas antes de irme.

—No lo ha hecho señor— Ya no podía seguir hablando, la vergüenza me obligaría a sonreír para ocultarla y ya no podía siquiera mirarlo a la cara.

—Gracias— Él seguía mirando mis movimientos, me levanté y tomé el valor para mirarlo de vuelta, baje la mirada y torcí la boca, probablemente haciendo un gesto raro.

—Solo hice lo que mi señor me ordenó.

—No es cierto, me alimentaste cuando no debías y a pesar de todo no me aventaste la cubeta encima para terminar y dejarme aquí, solo quería decirte gracias por todo— Su voz profunda se quedó en mi mente, nadie me había dado las gracias de forma sincera antes.

—No es nada— Inevitablemente mis labios formaron una pequeña sonrisa, me sentía feliz y él lo sabía, así que me sonrió de vuelta.

—No me vuelvas a decir señor, me llamó Alex, no lo olvides— Me di cuenta de mi gesto y salí casi corriendo del lugar, haciendo que soltara una risa escandalosa, efectivamente Robert seguía afuera y la escuchó, lo que hizo que la sangre se me fuera del rostro.

—Supongo que te divertiste— Sonrió, pero a diferencia de la sonrisa de Alex sus dientes podridos y encías ennegrecidas me asquearon, sobre todo sus labios sonreían, pero sus ojos se mantenían sin brillo, dándole ese aire escalofriante que tanto me atemorizaba.

—Iré a preparar el almuerzo— Salí casi corriendo, ya no quería que me siguiera hablando, más tarde me di cuenta de que no le volví a colocar la cinta en los ojos.

...****************...

Horas antes...

—No debiste amenazar de esa manera a Dornen, ¿Qué tal sí termina abriendo la boca y busca protección?— Robert estaba molesto con el actuar de Deborah, tan precipitada desde siempre.

—Esa niña torpe jamás pensaría en eso, ella no es más que una moneda de cambio— Ella leía mientras estaba acostada en su cama, no miraba a su esposo, más bien parecía harta de su presencia.

—Exacto, es una moneda de cambio— Robert parecía haber pensado en algo, pero su esposa no parecía muy interesada.

—Ajá, eso dije— Indiferente seguía su lectura.

—Hablar contigo es hablar con la pared, sorda— Su actitud lo estaba cansando, si Deborah no estaba interesado en escucharlo, solo lo haría.

—¿Qué planes tienes con esa niña? Ella pronto será mayor de edad— Lo miró de reojo, ahora si estaba intrigada.

Resignado comenzó a hablar.

—Esa chica sabe que se irá de esta casa en cuanto cumpla la mayoría, pero no si regresará a casa de sus padres, así que planeó intercambiarla— No dejó de darle la espalda, pero tampoco le interesaba su reacción.

—¿A sí? ¿A quién?— Deborah esperaba que su esposo no dijera una tontería, pero de esas, había muchas.

—Al tipo de abajo o al tipo rico que a Tony se le ocurrió robarle, lo que sea mejor— Rio con tos seca, era perfecto.

—¿Qué tonterías dices? ¿Crees que van a querer a esa joven delgada y sucia?— Rodó los ojos, su poca fe se terminó.

—Es delgada, pero no es fea, su cabello negro y largo es valioso y también sus rasgos poco comunes, ella es una cosa excéntrica.

Deborah estaba cansada de los delirios de su marido, ya no contesto y se durmió, esperando que la muerte esa noche se llevara a su marido, como todas las noches esperó desde que se casó.

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