PROLOGO.
Probablemente, alguna vez, hayan leído la exitosa novela de William Shakespeare, “Romeo y Julieta”. Una historia de amor tan profunda entre dos amantes, que ambos terminaron suicidándose, ya que no querían vivir una vida sin el otro.
Si bien esta novela, no se parece en nada a aquel trágico drama, al igual que los Montesco y los Capuleto, los “Ambrosi” y los “Charton” tienen una rivalidad histórica. Tanto así que si le preguntamos a uno de ellos el porqué, nadie lo sabe con exactitud, ya que se han odiado por tantos años, que prácticamente se fue transmitiendo de familia en familia, como si se tratara de una vieja tradición.
La rivalidad entre ambos empeoró luego de la trágica muerte de los herederos de ambas familias: Thomas Ambrosi y Christopher Charton. Los Charton acusaban a los Ambrosi de ser los responsables de las muertes y viceversa. La verdad es que nada se sabe de aquel trágico accidente, solo que ambos chicos iban en el mismo coche y este cayó por un barranco quedando hecho trizas. La explosión fue tan fuerte que, de no ser por una cadenita de oro perteneciente a Christopher y la identificación de Thomas, no hubieran reconocido a las víctimas.
Nadie sabe por qué ambos iban en el mismo coche, después de todo, al igual que sus padres, ellos debían “odiarse”. Por lo que, sacando conclusiones apresuradas, los Ambrosi creían que los Charton le habían tendido una trampa a su hijo y, por supuesto, los Charton creían que fueron los Ambrosi.
Como si esto fuera poco, ambas familias eran vecinas, al igual que todas las familias adineradas, vivían en los Hampton.
Elena Brown se casó con Joseph Ambrosi a los diecisiete años. Apenas tres años después, nació su hijo mayor y, unos años más tarde, nació Sebastián, el menor. Elena provenía de una familia humilde, sus padres eran dueños de un restaurante en el cual, el heredero de la industria petrolera, Joseph Ambrosi asistía a sus reuniones. Allí conoció al amor de su vida. A pesar de tener tanto dinero, Joseph acostumbraba a vivir su vida con humildad, aportaba a varias obras de caridad y le encantaba pasar tiempo con su familia. Al menos eso fue hasta que la tragedia apareció en sus vidas.
Diferente fue la historia de Lía Thompson y Jorge Charton. Ambos provenían de familias adineradas, se podría decir que su unión estaba escrita desde antes que nacieran, sus familias se conocían y fue cuestión de que ambos crecieran para que sus padres decidieran unirlos en matrimonio. Contrario a los Ambrosi, los Charton estaban acostumbrados a vivir a lo grande, pasaban sus días de vacaciones en los lugares más caros y a pesar de haber perdido a su hijo hace apenas dos años, se los veía como si nada los afectara. Claro que eso solo era una especie de blindaje. Jorge Charton era el dueño de la cadena de hoteles más importante del mundo, ubicada debajo de los Hilton. Se casó con Lía siendo muy joven y tuvieron dos hijos: Christopher y Ángela. Esta última era la luz de los ojos del multimillonario.
A pesar de que ambas familias ya habían conocido la tragedia, eso era apenas el comienzo. Le esperaban muchas cosas más por atravesar. Aunque ellos ni siquiera lo imaginaran.
CAPÍTULO 1.
-Bienvenida a su casa, Señorita. Ángela. -Exclamó Albert Pen, el chofer de la familia Charton.
Ángela suspiró. Apenas se había recibido de abogada y regresaba a su casa para tomarse un pequeño descanso antes de comenzar a ejercer su profesión. Debía admitir que no deseaba regresar a esa casa. Por empezar, extrañaba demasiado a Chris, su alma gemela, su otra mitad y segundo, las cosas con sus padres fueron de mal en peor después de la muerte de él.
Sin embargo, debía ser fuerte. Ángela tomó su maleta y se adentra por la inmensa puerta de la mansión. Cuando iba ingresando, vio la figura de su madre acercarse a ella.
-Hija. -Exclamó, emocionada y abriendo los brazos para recibirla.
-Hola mamá. -Exclamó Ángela. -Hacía tiempo que no nos veíamos.
-Lo sé, pero imagino que has llegado para quedarte. -Exclamó.
-Veremos. -Dijo en un susurro. - ¿Dónde está papá?
-En su despacho. -Dijo ella. -Ven, vamos a saludarlo.
Ángela le entregó la maleta a una de las empleadas para que la lleve a la habitación y salió detrás de su madre. Su madre es una mujer hermosa, sin dudas, de hecho Ángela se parecía mucho a ella. Rubia, alta, de cuerpo escultural, cabello lacio hasta los hombros y unos ojos de color grises que hipnotizaban a cualquiera. Distinto a Christopher, que era morocho, alto y de unos ojos negros profundos y brillantes, una copia perfecta de su padre.
Lía golpeó la puerta del despacho de su esposo y al escuchar un “pase”, se adentró, seguida por su hija.
-Jorge, mira quién ha llegado al fin. -Dijo la señora, emocionada.
-Hola papá. -Exclamó Ángela.
-Princesa. -Exclamó el hombre, levantándose para abrazar a su hija. -No sabes cuanto te he extrañado.
-Estoy aquí ahora, pa. -Exclamó ella. A pesar de que Ángela quería mucho a sus padres, sentía que algo se había roto en su relación después de lo que pasó con Christopher.
Más tarde ese día, Ángela se vistió para salir a correr por el vecindario. Se enchufó sus auriculares y comenzó a perderse en sus pensamientos a medida que aumentaba el ritmo de sus pies.
Al igual que desde hace dos años, ella no dejaba de pensar en su hermano, ¿Qué había ocurrido realmente con él? La verdad es que Ángela sabía algo que hasta ahora se lo había ocultado a sus padres. Se trataba de la amistad que tenía su hermano con el heredero de los Ambrosi. A veces solía culparse, ya que quizás, si ella hubiese impedido esa amistad, su hermano seguiría vivo. En una semana, Chris cumpliría veintiocho años, el mismo día en que ella cumpliría veinticuatro. Hasta en eso estaban conectados.
Ángela se detuvo unos minutos para tomar aire. Se apoyó sobre sus rodillas y comenzó a inhalar profundamente en medio de la calle. Estaba tan sumida en su música y en sus pensamientos que no oyó la bocina de un coche que venía detrás y este tuvo que frenar de golpe para no chocarla. Ángela se giró, asustada y vio un carro clásico de color rojo brillante a pocos centímetros de ella. De él, sé bajo un hombre alto, de figura esbelta, de piel trigueña y cabello negro. Aunque traía lentes de sol, ella sabía que el hombre era portador de los ojos más azules que jamás había visto en su vida y una barba muy bien recortada y prolija cubría parte de su rostro. Ángela lo detallo muy bien. Vestía unos jeans de mezclilla tipo Sport de color negro, zapatillas de cuero color blancas y una camisa del mismo color. Ángela suspiró y se quitó los auriculares.
-Ángela Charton. -Exclamó el hombre, quitándose los lentes.
-Sebastián Ambrosi. -Exclamó ella, viéndolo fijamente. El hombre apoyó su cadera contra el capó del auto, se cruzó de brazos y volvió a poner su atención en la chica.
-Veo que regresaste. -Dijo el chico, dándole una media sonrisa, la cual hizo que todas las alarmas de Ángela se enciendan.
-Llegue hoy por la mañana. -Exclamó ella. -Tú nunca te has ido.
-No. -Dijo él. -Las cosas se habían complicado por aquí y… debí quedarme.
-Fue… bueno verte, Sebastián, pero debo irme ahora. -Dijo ella. -No deberíamos estar hablando. -La chica comenzó a ponerse sus auriculares para seguir su camino hasta su casa, pero la voz del chico la detuvo.
-Espera, Ángela. -Exclamó él. -Hay algo que me gustaría hablar contigo.
-No tenemos nada de que hablar. -Dijo ella. -Tú eres un Ambrosi y yo una Charton.
-Se trata de Christopher y… -Hizo un silencio como meditando lo que diría a continuación. -Thomas.
-No vuelvas a nombrarlo, ¿entendiste? -Dijo ella, comenzando a enfurecer. -No tienes ningún derecho de usar su nombre.
-Podría decir lo mismo de ti, Ángela. -Dijo él. -Recuerda que mi hermano también murió aquel día.
Ángela se enfureció más, pero decidió no seguirle el juego. Se giró sobre sus talones y decidió seguir su camino, pero nuevamente, Sebastián la detuvo.
-Si cambias de opinión, llámame. -Exclamó él, entregándole un papel con un número telefónico. Ángela lo tomó sin decir nada. -Y, oye… nadie puede saberlo.
Ángela asintió y finalmente siguió hasta su casa.
CAPÍTULO 2.
Ángela ingresó a la mansión. Todo estaba en silencio, por lo que creyó que sus padres habían salido. Siguió su camino pasando por el despacho de su padre para subir a su antigua habitación y al cruzar, escucho algunas voces, así que se detuvo para oír que ocurría.
-Considero que es muy peligroso tenerla aquí, Jorge. -Exclamó una voz que Ángela reconoció inmediatamente como Lucas Martín, el mejor amigo y mano derecha de su padre. -Si ella llegara a sospechar algo, eso sería…
-Ella no sospecha nada. -Exclamó Jorge. -Lo que ocurrió fue una tragedia y listo.
Frunció el ceño, confundida, y decidió golpear la puerta para ver qué ocurría allí dentro. Se escuchó un leve silencio y luego la voz de su padre diciéndole que puede entrar. Abrió la puerta y se encontró frente a frente con ambos hombres y su madre, qué permanecía sentada en un rincón del despacho.
-Mi pequeño Ángel. -Exclamó Lucas al verla.
-Tío. -Dijo ella, simulando que no había oído absolutamente nada. -Creí haber oído tu voz y decidí saludarte.
-Has crecido mucho. -Exclamó el hombre abrazándola.
-¿Qué hacías aquí, hija? - preguntó Elena, bebiendo de su taza de té.
-Iba a ducharme. -Exclamó ella. -Así que… con permiso. -Dijo, dejándolos solos nuevamente. Ángela salió de allí algo confundida, cerró la puerta y subió las escaleras. De camino cruzó por la habitación que solía ser de Chris. Intentó entrar, pero estaba con llave, le pareció extraño, pero decidió ignorarlo por el momento. Entró a la habitación, puso música en la televisión y entró a la ducha.
Mientras el agua caía por su cuerpo, no dejaba de pensar en el encuentro que tuvo con Sebastián. ¿Acaso Sebastián sabía algo sobre aquella noche? ¿Sobre qué querrá hablar? ¿Y qué tal si los rumores son ciertos y ahora ellos quieren atentar contra su vida?
Había una sola forma de saberlo y era hablando con Sebastián. Así que, decidida, salió de la ducha, se envolvió en una toalla, busco el número de su vecino que había guardado detrás de la funda de su celular y lo agendo bajo el nombre de “S”. Era una simple inicial. Precauciones en caso de que alguien revisara su teléfono.
Tomo aire y finalmente escribió:
^^^A: “Hola, estuve reflexionando sobre lo que hablamos y estoy de acuerdo contigo”.^^^
S: “Mañana a las 7:00 a.m te esperaré para desayunar en la cafetería frente al parque Evergreen”.
^^^A: “¿Es seguro?, ¿Qué tal que alguien nos vea?^^^
S: “Créeme, nadie lo hará, te veré mañana”.
Ángela dejó su teléfono y comenzó a vestirse pensando si lo que hacía era lo correcto. Esa noche cenó con su familia y luego se dejó vencer por el sueño, estaba muy cansada por el viaje y el día que había tenido.
Al día siguiente despertó muy temprano, se vistió y bajó las escaleras sigilosamente. Afortunadamente, su madre aún dormía y probablemente su padre ya se haya ido a la empresa. Arrancó su coche y comenzó a conducir. Apago el GPS del coche, en caso de que a alguien se le dé por rastrearlo y se dirigió al café que Sebastián le había dicho. Estacionó el coche a tres cuadras del lugar y colocándose la capucha de la campera y unos lentes de sol, comenzó a caminar hasta adentrarse al café. Allí, sentado en una esquina al fondo del local, logró ver a Sebastián. Lo observo a los ojos y noto que tenía grandes ojeras, parecía que no dormía hace semanas.
-Hola. -Dijo ella, tomando asiento frente a él.
-Hola. -Dijo él.
-¿Mala noche? -Preguntó Ángela.
-Ni te imaginas. -Dijo Sebastián.
Levantó la mano para llamar al mesero y pidió un café, Ángela pidió lo mismo y cuándo el hombre se acercó con el pedido, el chico comenzó a hablar.
-Quiero saber qué le pasó a mi hermano hace dos años. -Dijo él.
-Sabemos que fue lo que ocurrió esa noche. No te entiendo. -Dijo Ángela.
-¿De verdad te lo crees? -preguntó él. -Porque yo tengo mis dudas.
-La verdad no sé qué creer. -Dijo ella.
Sebastián suspiró.
-Hace unos meses estaba en un viaje de negocios en Canadá. Entré a ducharme y cuando salí de la ducha, encontré un sobre. Se notaba que lo deslizaron por debajo de la puerta. Salí de la habitación, pero ya no había nadie.
-¿Qué contenía el sobre? -preguntó.
Sebastián metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un sobre un poco arrugado y se lo entregó a la chica. Ángela lo abrió y contenía una carta, estaba escrita con recortes de revistas y decía: “Debes investigar lo que pasó aquella noche del 02/07/2021”.
-¿Qué mierda es esto? -preguntó la chica horrorizada.
-Créeme, yo también he intentado descifrarlo.
-¿Qué supones que pasó esa noche?
-Sinceramente no lo sé. -Dijo él. -De lo único que estoy seguro es que Chris y Tom eran los primeros en la línea de nuestras familias que se llevaban bien. Y creo que había personas que no estaban de acuerdo con eso.
-Ayer, cuando llegué a casa, escuché a mis padres hablar con Lucas Martín sobre esa noche. No sé a qué se referían, pero, parecía que les preocupaba mi presencia en la casa.
-Debemos investigar. Ángela. Debemos ayudarnos mutuamente. Nos veremos a diario. ¿Recuerdas la casa que pertenecía a mis abuelos? Está ubicada a las afueras de la ciudad. Nadie va ahí jamás, excepto yo. Ese será nuestro lugar de encuentro.
-Recuerdo haber ido con Chris hace tiempo. -Dije.
-Lo sé. -Dijo él. -Tom tenía una foto de ese día. De los tres.
-Ahora que lo mencionas, anoche, intenté entrar a la habitación de Christopher y estaba cerrada con llave. Me pareció extraño.
-Debes encontrar la forma de entrar a esa habitación. -exclamó Sebastián.
Ángela observó la hora en su teléfono. Eran las 9:00 a.m, decidió que era momento de irse a su casa.
-Debo irme, Sebastián. -exclamó ella. -Es tarde y en mi casa deben preguntarse dónde estoy.
Sebastián asintió.
-Te veré mañana, Ángela. -Dijo él.
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