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El Contrato.

Introducción.

Leah Antzas es una chica de 16 años que pronto cumplirá 17. Tiene el cabello negro largo, mide 1.64, tiene ojos negros y un buen cuerpo. Aunque es solitaria, es amable y solo tiene una mejor amiga, Eleanor Samaras.

Leah es una chica rebelde, mimada y directa, que siempre ha querido ser madre a pesar de su corta edad.

Por otro lado, Mark Jakov es un hombre de 25 años, con cabello negro, ojos verdes, 1.90 de altura y un cuerpo bien formado. Es solitario y orgulloso, y su mejor amigo desde la infancia es Adrián Tabales.

Mark siempre ha obtenido lo que quería, y desde pequeño siempre deseó ser un gran padre, pero ninguna chica cumplía con sus estándares. Sin embargo, cuando conoce a Leah, una chica revoltosa y mimada, se da cuenta de que "nunca juzgues un libro por su portada".

Deciden hacer un contrato que les dará beneficios a ambos, pero por azares del destino terminan enamorándose.

^^^Primer libro: "El Contrato"^^^

^^^Segundo libro : "¡Abordo!"^^^

^^^Tercer libro: "Unidos"^^^

Capítulo I

Leah

Me desperté sobresaltada… Otra vez ese mismo sueño, cayendo en un espacio vacío, aunque creo que en realidad todos hemos soñado eso en algún momento.

Me bañé, y me puse el uniforme de la institución, arreglándome un poco el cabello, y un poco de maquillaje, para ponerme perfume, e irme a despedir de mis padres, mi hermano mayor, y mi hermana menor. Vivo en una casa un poco grande, pero no vivo totalmente sola, o bueno, podría decirse que así, ya que mi familia viene de visita regularmente.

A unos pocos pasos me encontré a mi mejor amiga Eleanor, me saludo con una sonrisa, mientras se estiraba un poco dormida aún.

Cuando llegamos me encontré a mi primo más cercano, Adrien, somos cercanos, es como un hermano, aunque es un año menor que yo, tiene buen promedio, y puede estar un año adelante junto a nosotros.

Adrien, es muy popular entre las chicas, es pelinegro, ojos negros, penetrantes, 1.85, es muy bueno en el estudio, en los deportes… Pero como no deja de ser él, es demasiado cruel cuando una chica se le confiesa, es demasiado directo con ellas… Y a ellas les duele, pero somos medio idiotas y seguimos detrás de esos tipos, le he protestado demasiado ello, pero nunca me escucha, aunque siempre he pensado que llegará el momento que llegue una chica que lo ponga a volar, que le va a gustar tanto que no podrá hacer nada para quitarla de su mente.

Eleanor, la chica más agradable que conozco en todo el mundo, aunque solamente con las personas que son de su alcance, de resto es la mujer más grosera de este planeta, es un año mayor que yo. Es castaña clara, pelo largo, ojos cafés claros, 1'60. Llama la atención de muchos chicos, pero ella simplemente los ignora, porque es mía.

Las clases siguieron normalmente, hasta el descanso, donde me fui a la biblioteca, Eleanor me dijo que después me alcanzaba, Adrien iba a estar con su grupo de amigos.

No había nadie más en la biblioteca, solo Nathan, el encargado del lugar. Lo saludé como de costumbre y continué mi camino hacia el área más apartada de la biblioteca. Una vez allí, me senté y seguí leyendo. Normalmente, me siento un poco incómoda, rodeada de mucha gente, por lo que trato de evitarlo tanto como puedo. Sin embargo, cuando tengo mucha energía acumulada, disfruto de jugar voleibol.

Durante algunos minutos no sentí ruido alguno, sentí una mirada, levante mi mirada, Eleanor estaba parada delante de mí, me sonrió y se sentó a mi lado, y cada una empezó hacer sus cosas.

Al poco tiempo tocaron el timbre indicando que había acabado el descanso, la castaña y yo nos levantamos de nuestro asiento mientras recogíamos nuestras cosas y nos despedimos de Nathan.

En el camino me encontré a un hombre, con una mirada seria, daba un poco de miedo, algunas que lo miraran parecían que iban a abrir sus piernas, yo solamente me limite a fruncir el ceño, al igual que Eleanor, que simplemente rio por una mueca que hice al sentir el ruido.

—No cambias —murmuro hacia mí sin parar de reír, rodé los ojos.

—Es difícil, ¿vale?

Adrien paso por el lado de aquel hombre, y empezaron hablar sobre algo, en un momento los dos voltearon a verme, aquello causo que me diera un escalofrío, después Adrien le sonrió, vale él era muy social, pero, un hombre desconocido, con traje, que olía condenadamente bien, eso no se ve todo el tiempo.

Después de unos segundos se dieron la mano y Adrien vino hacia nosotras, le dio un abrazo a Eleanor el cual ella respondió, y después vino hacia mí, me dio un beso en la mejilla y luego me dio un abrazo, chille suave.

—Deberíamos ir a clases, ¿no creen?— pregunté, Adrien solamente se encogió de hombros, y Eleanor asintió, pero no la solté, tenía tanta flojera de entrar a clases.

Nos dirigimos a nuestra próxima clase, que era historia, un profesor que se emocionaba con la clase y empezaba a contar de todo, y no daba tiempo de tomar nota, aunque era divertido con la memoria que tenía.

Al final del día, regresé directamente a casa, ya que a esta hora sabía que estaría sola hasta las 3:00 P.M., momento en que mi hermana menor, Katha, llegaría con mi hermano mayor, Alan. Aunque ambos viven conmigo, no suelo hablar con ellos, especialmente con Katha, porque siempre está ocupada jugando o haciendo otra actividad. En el caso de Alan, la última vez que hablamos, me humilló y como nunca se disculpó, me di cuenta de que no valgo nada para él. Desde entonces, no lo he tratado como solía hacerlo, lo que hace que el ambiente en casa sea un poco tenso cuando estamos todos juntos. No obstante, trato de mantenerme ocupada la mayor parte del tiempo.

Me fui a mi cuarto, y me acosté en la cama unos segundos para sentir la tranquilidad que siempre quise… Después de estar unos minutos ahí, tirada en la cama, me levanté y organizó todo para mañana, cuando vi mi reloj de muñeca eran las 2:30 P.M, faltaba media hora para que llegaran.

Me limité a bajar las escaleras para irme directo al primer piso, aún tenía mi uniforme, solamente que sin zapatos, me prepare algo para comer, que tarde 5 minutos en hacerlo y comerlo en otros cinco minutos. Me fui a cambiar por una sudadera grande, un short de pijama, y unas medias hasta los muslos, me cogí una cola alta.

Escuche como abrían la puerta principal, no necesitaba bajar para darme cuenta de que era Alan y Katha.

Escuche pasos subiendo, cerré mi puerta con llave, al momento escuche como trataban de abrir mi puerta, pero no lo lograron. Tocaron tres veces la puerta.

—Leah, abre la puerta… Por favor —dijo Alan.

—¿Por qué la tengo que abrir?—pregunte.

—Necesitó hablar contigo—Respondió, pero negué, aunque él no me pudiera ver, él me conocía y sabía que con esa respuesta no iba a abrir… —Hermanita, Por favor abrirme la puerta ¿Sí? —No lo iba a hacer… No es por nada malo, sino que siempre es así, trata de hablar conmigo, pero sabe que ya no será lo mismo, sería más fácil decir un "lo siento" por entre la puerta, cuando lo haga vamos a hablar.

—Déjame en paz, ya no quiero hablar contigo…—Contesté al fin.

—Por favor Leah, no seas así conmigo

—Alan, mira, te quiero y todo eso, pero simplemente déjame, sabes que tienes que hacer, pero tu orgullo no te deja —Contesté, sentí sus pasos alejarse. Esta es mi rutina diaria, siempre es así.

En la noche recibe un mensaje de Eleanor.

Espero que estés bien, ten cuidado, amiga.

Te preocupas por todo

Ella sabía que siempre pasaba lo mismo, me encerraba unas dos horas haciendo tareas, para bajar y comer sin mirar demasiado a Alan, ya que no se iba a disculpar por nada del mundo.

Capítulo II

Leah

Era sábado, un día en el que una Leah normal habría dedicado su tiempo a hacer sus deberes y aprovecharlo para el colegio. Sin embargo, Eleanor llegó para llevarme al centro comercial, ya que tenía que comprar un regalo para sus dos hermanos menores, quienes eran gemelos, y como buena hermana mayor, tenía que cumplir con su deber. A pesar de ser mi buena amiga, dejó todo para última hora y me estaba obligando a salir de mi cómoda cueva, también conocida como mi habitación.

—Muévete —me ordenaba, mientras yo hacía una mala cara y me arreglaba. A pesar de mi descontento, sabía que debía estar bien presentable, ya que mi perfeccionismo a veces me jugaba en contra. Mientras caminábamos por el centro comercial, me detuve a mirar ropa de bebés, algo que creo que todos hemos hecho en algún momento. Pero luego sacudí mi cabeza y me dije a mí misma: "¿qué piensas, niña tonta?". Justo en ese momento, vi un lugar de helados y me relamí los labios, comprobando que tenía suficiente dinero en mi cartera para comprar uno. Estaba a punto de entrar cuando Eleanor me agarró del brazo y me arrastró fuera.

—Volveré por ti mi precioso  —murmuré mirando como cada vez estaba más lejos la tienda de helados, me acomodé bien para mirar mal a la castaña —te amo, pero te odio —ella soltó una carcajada tan fuerte que llamo la atención de las demás personas ocasionando así que me pusiera roja, y me moví para que no pensarán que estaba con ella, pero ella me agarro rápido.

—Ya, la próxima, yo te invitó —sonrió feliz olvidando mi mal genio con ella —Quien te ve con tu mala cara y te pueden comprar con un helado, ¿cómo te conquista?

—Con su bello corazón, y un buen... —la miro para que entienda, y ella se empieza a reír más fuerte, me sonrojo un poco al volver a notar las miradas.

—Pervertida.

—Tú eres peor, ahora muévete a comprar ese regalo, que tengo hambre, y con hambre muerdo —ella asiente mientras entra a una tienda, diez minutos que parecían horas por fin compro un regalo, unos legos —jamás voy a entender como les gusta eso, trate de armas uno, y valí madres.

—¿si lo compramos uno y lo hacemos juntas? —asiento chillando feliz, esta vez yo llamé la atención, pero no me importaba.

Volvimos a entrar a la tienda mientras buscaba, encontré uno que me gustaba, lo agarré, pero alguien lo agarro conmigo, lo mire dispuesta a discutir. Unos dos segundos lo reconocí y entre cierro mis ojos, dos cosas, el señor de la vez del colegio, y estaba muy mayorcito para jugar estos juegos, jale hacia mí, pero él no soltó.

—Estás muy grandecito para este juego, dámelo —él enarcó una ceja mientras mostraba una media sonrisa. Santa papaya de Dios… se ve condenadamente sexy, pero no, mi objetivo es quitarle esto.

—Tú no estás tan joven.

—Sí, ajá, pero al menos no soy un dinosaurio, dámelo —mi respuesta fue automática, ese juego va a hacer mío —O lloro.

—Es para mi sobrino —hago puchero, no puedo dejar a un niño sin juego, lo miro entrecerrando mis ojos para soltarlo poco a poco con duda.

—Tah bien… dale el juego.

—Y está otro —señala donde estaba el anterior, me puse muy roja sintiendo todo mi cuerpo caliente por la vergüenza, lo agarré rápido para irme donde Eleanor que me esperaba con una sonrisa en la caja.

—¿por qué estás tan roja? —niego varias veces mientras me cubro mis ojos con ganas de llorar por lo anterior, me puse a discutir con adulto por un juego, y el mismo juego tenía otro. Tengo 16 años, ya debería haber madurado… no estar con estas cosas; Ush, soné como mi madre.

—¿en serio te pusiste a discutir por ese juego, y no habías notado que estaba el otro al lado? —chillo mientras la escucho, le había contado cuando regresábamos y esta mujer no paraba de reír por lo que acababa de pasar, me cubrí mi rostro rojo para negar.

—Te odio en este momento, ¿no sabes mi sufrimiento?, lo peor es que se dio cuenta de que soy débil, me menciono a un niño y ya estaba débil, no debí hacer eso, tenía que poner resistencia, además si había otro, ¿por qué no lo agarro él en vez de ponerse a mi nivel?, es un adulto.

—Tú siempre dices que un adulto es como un niño, porque discuten por cosas triviales y no captan los momentos más sencillos, no lo logran hacer, que en las relaciones muchas veces por no ser directos no funciona —la miro mal.

—¿para eso si tienes memoria?, ¿dónde estaba cuando estábamos en pleno examen de historia? —ella ríe.

—Volando en otro continente —niego varias veces.

—tú pareces un oso tierno, amable, pero eres una bestia por dentro, y malgeniada —me acuesto en el suelo mirando el techo de mi habitación.

—Lo sé, así como tú pareces alguien malgeniada, gruñona, que se ve muy seria, y poco amable, pero no, eres un gatito que solo rasguña cuando es necesario, de resto solo busca mimos y amor —me sonrojo un poco al escucharla —eres una ternura —ríe al ver mi rostro —mantienes roja, ¿no te da nada? —niego.

—Nopi, aunque eso deberías saberlo, llevamos dos años como uña y mugre.

Eleanor se había vuelto mi mejor amiga, porque cuando peor me encontré la única que me apoyo y estuvo a mi lado, cuando pensé que me ganaría la depresión ella me apoyo, y hasta ahora ha conocido lo mejor y peor de mí, quiero cuidarla, no cometeré los dos errores dos veces.

—Tengo flojera, ¿vemos una película? —la miro para asentir aún en el suelo —llevamos dos años juntas, pero sigo sin comprender por qué casi el 99% de lo que estoy en tu habitación, tú siempre estás en el suelo, y yo en la cama.

—Preguntas con las que nos iremos a la tumba, aunque me gusta el frío —digo para luego estornudar por el frío.

—Sí, ajá, levanta esas pompas y vente para la cama —rio al escucharla.

—No, que pereza —ella rueda los ojos para ayudarme a levantarme, cuando quedamos las dos en la cama buscamos algo en la TV para ver, cuando no está nada bueno, buscamos en Netflix, señalo una serie coreana, ella me mira y asiente para empezar a verla.

—el amooor, es tan hermoso, pero tan doloroso.

—Cuando no es correspondido —respondo —o cuando no se da 50/50. Cuando tenga a alguien, daré lo mejor de mí…

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