Prólogo
Rocío se encuentra en un matrimonio que no la satisface. Se casó con su esposo solo porque consideró que era lo correcto tras quedar embarazada, dejando en pausa todos sus sueños. Un accidente de tránsito traerá luz en su camino lleno de oscuridad. Y la pondrá frente a situaciones que nunca imaginó que viviría como madre y como divorciada. ¿Puede el amor regresar a la vida de una mujer que perdió la fe? ¿Podrá aceptar que existen las segundas oportunidades?
Mensaje de la autora
Sean todos bienvenidos a esta nueva novela del 2023. Quería darles las gracias por acompañarme en este proceso de escritura y aprendizaje constante. Antes que nada, quiero dejarles claro que esta novela está pensada para un concurso, lo que limita en cierto modo mi manera de escribir. Sepan disculparme de ante mano si no resulta de su agrado. Por otro lado, quiero que sepan que sus comentarios son de mucha ayuda para mí. Siempre que puedo respondo a ellos. Sobre todo, cuando la novela se encuentra en emisión.
Sepan que como ya mencioné antes, sus opiniones, recomendaciones y mensajes siempre serán bienvenidos, porque siento que enriquecen a la historia, sobre todo mientras la estoy escribiendo. Siempre recuerden hacerlo desde el respeto, ya que para mí ustedes son muy importantes y me tomo en serio lo que dicen. Saben que siempre que pueda trataré de responder a sus comentarios y dudas. No se olviden que sus «me gusta», «votos» y que me sigan me ayudan mucho. Puesto que le dedico mucho tiempo a estas historias y son gratuitas.
Aquí les dejo la lista con los nombres de mis Novelas, que sí están completas.
“Durmiendo con el enemigo” 2020-05-04
“El demonio de mi hermanastro”2020-09-23
“La malquerida” 2020-10-16
“Ámame” 2022-05-16
“Una niñera para el CEO II” 2022-09-12
“Venganza, en el infierno” 2022-10-08
“El corazón del CEO” 2022-10-22
“Un amor imposible” 2022-11-02
“Titán, tres son multitud” 2022-11-23
“Lisandro” 2023-01-02
“Violeta, la nueva esposa del CEO” 2023-02-13
“Lo hago por ti” 2023-02-22
“Amanda, una mirada distinta” 2023-03-18
“Un día de febrero” 2023-04-10
“Ella es Mía” 2023-04-11
“Me enamoré del despiadado CEO” 2023-05-03
“Ponle la firma, serás mía” 2023-06-13
“Lo que no quiero que veas” 2023-08-08
“Academia para CEOS” 2023-09-11
Por otro lado siempre me preguntan si las novelas que son series o saga tienen algún orden. Todas mis novelas se pueden leer de manera independiente. Sin embargo les voy a dejar una guía para que sepan como las he pensado.
Primera serie de novelas relacionadas
Saga Venganza, amor y mafia
Saga - Herederos
Saga - La malquerida
Saga - La malquerida - Ella es Mía
Serie Resiliencia
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Saludos, Osaku
Capítulo uno
El día se desplegaba ante Rocío como un lienzo por completar, marcado por la rutina familiar, cada pincelada, una laboriosa tarea que llenaba su vida. Rocío se movía con la gracia de la necesidad, deslizándose entre el desayuno apresurado y el caos controlado que se había convertido en su día a día.
Las primeras luces del alba se colaban por las cortinas cuando se levantaba, un ritual impuesto por la urgencia de preparar a sus dos hijas para la escuela. Andrea, la mayor, con su inquietud natural, practicaba piano antes del amanecer, su música llenaba la casa con notas que se entrelazaban con el aroma del café recién preparado.
Mientras ayudaba a su hija menor, Victoria, a prepararse, Rocío dividía su atención entre asegurarse de que los uniformes estuvieran impecables y preparar almuerzos que prometían ser nutritivos y apetecibles.
El reloj se convirtió en su enemigo invisible cuando recordó la llamada pendiente a la escuela de Andrea para hablar sobre su participación en el próximo recital. La lista de tareas se multiplicaba, cada minuto se volvía crucial para ajustarse al implacable ritmo del día.
—Andrea, ven aquí, por favor —dijo la mujer desde la cocina, mientras miraba el informe que su esposo le había pedido que revisara el día anterior. Él trabajaba en la empresa de su padre, pero nunca había sido bueno con las cuentas, por lo que ella solía ayudarlo.
—mamá, no me saldrá… Porque me dejaste aprender piano. Todo el mundo se va a burlar de mí —se quejó Andrea casi poniéndose a llorar.
—Hija, mejor no te puede salir. Debes calmarte. Llama a tu padre que se le hará tarde —indicó la mujer después de darle un beso en la frente a la adolescente de diecisiete años.
—Andrea debería ser actriz, todo es un drama para ella —replicó su hermana mientras se sentaba a desayunar.
—Tú eres una bruta y por eso dices esas cosas —indicó Andrea enojada con Victoria, su hermana de quince años.
—¿Puedes ir por tu papá? Por favor… —dijo la mujer que estaba agotada, ya que había estado resfriada y no podía recuperarse aún.
—papá se está bañando —comentó Victoria.
—¿Desde cuándo papá se baña antes de ir al trabajo? —preguntó Andrea mientras le robaba un brownie a su hermana.
—Mamá, dile que no tome mi comida. Sabe bien que no puedo comer lo mismo que los demás —se quejó victoria.
—Devuélvele eso a tu hermana —pidió Rocío sintiéndose mareada, pero continuando con sus actividades diarias.
—Yo quiero —dijo su padre y se lo sacó de la mano y se lo comió antes de que se lo devolviera a Victoria.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Victoria enojada con su padre.
—¿Era tuyo? —preguntó el hombre sentándose a beber café.
—¡Mamá! Papá se comió mi desayuno —se quejó Victoria.
—Te prepararé avena con fruta. Dame un minuto —pidió la mujer tratando de no discutir con su esposo delante de sus hijas.
—Papá, ¿me llevaras esta tarde? —preguntó Andrea y su padre la miró como si no entendiera. Mientras que su madre le pasaba el tazón con avena, yogur y fruta a Victoria.
—Dijiste que serias tú quien llevaría a Andrea a su concurso de música —indicó la mujer mientras le pasaba el bolso a su esposo.
—No… Lo siento cariño, tengo una reunión impostergable —aseguró el hombre y sacó dinero—. Tomate un taxi.
—Mamá, ¿ahora qué voy a hacer? Mi vida está arruinada —reclamó la adolescente y subió a su cuarto.
—¿Y ahora qué? —preguntó el hombre sin comprender.
—Victoria, dile a tu hermana que yo la llevaré y ve por tu mochila —le pidió su madre y una vez que su hija salió de la cocina miró a su esposo, enfadada.
—Dijiste que la harías a buscar antes a la escuela, no puede salir si alguien no pasa por ella —le reclamó la mujer—. Otra cosa deja de comerte la comida de Victoria. Sabes que no puede comer lo mismo que los demás pro sus alergias.
—No me di cuenta —se excusó su esposo, pero Rocío estaba cansada de tener que repetirle a diario esa clase de cosas—. Vamos, tampoco es para tanto.
Rocío iba a decir algo más, pero sus hijas bajaron preparadas para ir al colegio.
—Tendrás que llevarlas tú, estoy atrasado para una reunión —indicó él llevando la paciencia de su esposa al límite.
No obstante, la rutina no terminaba con el trajín matutino, por lo que Rocío decidió no seguir discutiendo. A medida que el día avanzaba, la mujer lidiaba con los deberes domésticos, encargándose de mantener en orden la casa y asistiendo a su esposo, Marcelo, en sus obligaciones laborales.
Los quehaceres se acumulaban como una torre de naipes, un delicado equilibrio entre las demandas del hogar y las expectativas del mundo exterior. Las llamadas para Marcelo, sus pedidos a último minuto y las tensiones laborales, todo era parte del rompecabezas que Rocío intentaba armar con paciencia y dedicación.
Las tardes se teñían de la energía desbordante de sus hijas. Entre prácticas de hockey, clubes de música y las incesantes conversaciones adolescentes, Rocío intentaba estar presente en cada faceta de sus vidas. Una malabarista emocional, sosteniendo los hilos invisibles que mantenían la armonía en su hogar.
El día se despedía con un suspiro de alivio mientras la oscuridad caía sobre la ciudad. Rocío, exhausta, pero satisfecha, encontraba consuelo en el hecho de que, a pesar de los desafíos, su familia seguía adelante.
El domingo era el día de las madres, por lo que había adelantado cosas para poder pasar tiempo con su familia y al fin tener un día de paz. Sin embargo, cuando su esposo llegó a casa, tarde esa noche, le comentó que debía viajar por negocios y que sus padres vendrían a pasar el fin de semana con ellos.
—Estoy resfriada, preferiría que pasáramos el día los cuatro sin invitados. Además, sabes que tu padre y yo no nos llevamos bien —le indicó Rocío mientras tomaba una pastilla para la fiebre, eso la había ayudado a tenerla en raya durante el día.
—Es viernes, seguramente el domingo te sientes mejor. Además, regresaré a la tarde. No tendrás que estar a solas con mis padres mucho tiempo —dijo él sin tomar en cuenta los sentimientos de su esposa y dándole un beso en la frente para dar como terminada la conversación.
Autora: Osaku
Capítulo dos
La semana había transcurrido entre un vaivén de responsabilidades familiares y laborales para Rocío. La rutina se mantenía firme como un reloj bien aceitado, marcando los segundos de su día a día.
La mañana del sábado llegó con una sensación de anhelo por el tiempo en familia que había planeado para el Día de las Madres. Sin embargo, las expectativas se desmoronaron cuando Marcelo se despidió temprano, partiendo en dirección al aeropuerto para su viaje de negocios.
Rocío despertó con la misma fiebre que había tratado de controlar la noche anterior. Su cuerpo luchaba contra la enfermedad, pero su determinación por mantener un semblante positivo para sus hijas la impulsó a levantarse.
El sonido del timbre resonó por la casa, interrumpiendo la paz que esperaba disfrutar en ese día. Sus padres habían llegado, una visita inesperada que despertó emociones encontradas en Rocío. La relación con su suegro nunca había sido fácil, y la presencia de ambos abuelos generaba un ambiente tenso.
—¡Buenos días! —saludó su madre con un abrazo cariñoso, intentando romper la tensión en el ambiente.
Rocío respondió con una sonrisa forzada, tratando de ocultar su malestar. La fiebre la había debilitado, pero debía seguir adelante.
—Hola, mamá, papá.
Las niñas se acercaron, intercambiando abrazos con sus abuelos.
El día se deslizaba entre conversaciones incómodas y el esfuerzo de Rocío por mantener el equilibrio emocional. Las risas de las niñas proporcionaban destellos de alegría en medio de la tensión frente a la crítica constante de su madre hacia todo lo que hacía o lo que no.
A pesar de sus esfuerzos, la enfermedad comenzaba a cobrar su precio. Rocío se sentía cada vez más débil, sus intentos por ocultar su malestar eran evidentes.
—¿Estás bien, hija? Pareces un poco pálida —comentó su madre, preocupada.
—Solo es un resfriado, mamá. No quiero arruinar el día —respondió Rocío, tratando de minimizar sus síntomas.
Las horas pasaron lentamente, la fiebre persistía y la fatiga se hacía más evidente en el rostro de Rocío. Su paciencia se agotaba mientras luchaba por mantener el control.
El timbre sonó nuevamente, anunciando la llegada de Marcelo. Su aparición repentina trajo una mezcla de alivio y ansiedad a la vez. La presencia de su esposo no solo significaba apoyo, sino también la posibilidad de una escapatoria de la incómoda situación familiar. Sin embargo, este no solo vino un día antes, sino que también trajo a sus padres.
—Hola a todos —saludó Marcelo, entrando con prisa y sin darse cuenta del ambiente tenso.
La sonrisa de las niñas al ver a su padre distrajo momentáneamente la atención de la situación. Marcelo, ocupado con las llamadas de trabajo, apenas notó el estado de Rocío y la discusión entre sus padres y los de ella.
—¿Cómo estás, cariño? —preguntó, finalmente dirigiéndose a su esposa.
Rocío, exhausta y con la determinación de no dejar ver su malestar, respondió con un débil “bien”.
La presencia de Marcelo generó una distracción temporal en la tensión en casa. Durante el almuerzo parecieron estar más relajados, él sabía comprar a los padres de Rocío. Sin embargo, su partida inminente para otro viaje de negocios lo convirtió en un visitante fugaz.
—¿Vas a irte de nuevo? —preguntó, roció molesta mientras lavaba los platos en la cocina.
—No pongas esa cara, sabes que no puedo quedarme —dijo su esposo de mala gana.
—Estoy enferma, y tus padres y los míos parecen querer sacarse los ojos. Quería pasar un fin de semana tranquila —espetó ella agotada.
—Pospuse mi viaje para traer a mis padres. Debo irme, sé que vas a poder hacerte cargo de todo —indicó él dejándola sola en la cocina.
La tarde transcurrió entre despedidas apresuradas y la sensación de decepción que se apoderaba de Rocío. La enfermedad había frustrado sus planes de disfrutar un día especial en familia, y la falta de comprensión de Marcelo solo intensificó su desánimo. Sobre todo, después de que tuvo que atender a sus padres y sus suegros todo el fin de semana.
La casa volvió al silencio una vez que la puerta se cerró tras la salida de los padres de Marcelo. Rocío, exhausta y desilusionada, se sumergió en un mar de emociones encontradas. La incertidumbre sobre el futuro de su matrimonio se afianzaba mientras luchaba por mantener la estabilidad emocional para el bienestar de sus hijas.
—Mamá, ¿te sientes bien? —le preguntó Victoria y Rocío sonrió. La abrazó y le dijo que se iría a bañar. Se suponía que su esposo regresaría a la tarde, pero ya eran las diez de la noche y aún no había vuelto.
Mientras se sentaba en el suelo del baño, dejando que el agua cayera sobre ella, recordó el día que conoció a su esposo. Como su manera de ser, la había atrapado, como a todas las demás. Le había sorprendido que él quisiera conversar con ella, ya que no se sentía especial, y había compañeras mucho más llamativas que ella en el grupo de la facultad con el que estaba tomando algo en ese bar. Sin embargo, él estuvo toda la noche conversando con ella y al final le pidió el móvil.
Ella estaba comenzando el último año en la facultad y tenía expectativas altas para cuando se recibiera. El problema fue que tres meses después de empezar a salir con el encantador de Marcelo, ella quedó embarazada. Ni siquiera estuvo a su lado cuando se hizo el test. Él estaba tomándose unas vacaciones con sus padres. Por lo que cuando regresó y ella le contó que tenía dos meses ya, él le pidió que se casaran. Lo que sorprendió a Rocío, ya que ella pensaba que él le pediría que abortara.
Aun así, él le pidió que les mintieran a los padres de ambos y les dijeran que hacía dos años que salían y que habían decidido casarse tiempo atrás, pero no les habían contado. La realidad era que él quería dirigir la empresa de su padre y este le había dicho que hasta quien no estuviera en pareja no le daría la oportunidad y fue la excusa perfecta para Marcelo. El embarazo de Rocío corrió riesgo y tuvo que abandonar la universidad antes de recibirse. Los primeros meses vivieron en casa de los padres de él y tuvo que soportar a su suegro llenarse la boca de palabras ofensivas hacia las mujeres que se embarazaban para obtener algo de hombres con poder. Lo que claramente era una alusión a ella, la cual no tenía ni idea de que el hombre tenía tierras o una empresa lechera en el norte del país.
Autora: Osaku
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