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Esta es una historia de amor que muestra el lado inhumano del ser humano, que revela cuán puros y sin maldad pueden ser algunos, mientras que otros pueden ser crueles y deshonrados.
Daniel es un joven que vive solo con su abuelo Ramón, un hombre amigable que lo ha criado desde pequeño. La madre de Daniel, hija de Ramón, cansada de vivir en la pobreza, se fue a la ciudad en busca de trabajo, prometiendo que volvería por su padre y su hijo, pero nunca regresó. Ramón, pensando que su hija estaba muerta, crió a su nieto, enseñándole todo lo que sabía: cazar, pescar, amar y cuidar de la naturaleza y los animales.
Así pasaron los años y 20 años pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
- ¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡El señor Alencar vino a visitarnos! - dice Daniel entrando en la cabaña en busca de su abuelo.
El anciano estaba arreglando una red de pesca, sentado, ya cargando con el peso de los años sobre sus espaldas.
- ¡Buenos días, señor Ramón! ¡Buenos días, Daniel! ¿Preparando la red para pescar? - dice Alencar.
Alencar es el dueño de la granja, cuya cabaña donde viven Daniel y su abuelo se encuentra en los límites. Durante años, la familia de Alencar nunca se preocupó de que vivieran allí desde que llegaron.
- ¡Señor Alencar! ¡Qué alegría tenerlo aquí! ¡Pasen! Después de todo... ¡Esta vieja y derruida cabaña es suya! Si no fuera por usted, no sé si tendríamos dónde vivir - dice Ramón.
- Es amable de su parte, señor Ramón. No hago nada especial, ustedes son personas de bien. Me gustaría hacer más por ustedes, pero el asunto que vine a tratar no es ese.
Daniel limpia un banco y lo coloca para que Alencar se siente.
- Es un poco repentino, lo sé, pero lo que vine a tratar aquí es la venta de mi granja. Sé que los rumores están circulando y probablemente ya han llegado hasta aquí. Bueno... estoy enfrentando problemas de salud, mi esposa y yo hemos estado pasando mucho tiempo en la ciudad haciendo exámenes. En fin, decidí vender la granja y vine a comunicárselo - dice Alencar.
- ¿Vino a comunicarnos que nos vayamos, supongo? No se preocupe, no tenemos mucho. Tan pronto como tomen posesión de la granja, Danielito y yo buscaremos un nuevo rumbo - dice Ramón.
Daniel parecía triste, después de todo, había crecido en esas tierras, pescando y cazando. Incluso había pedido trabajar en la granja de Alencar, pero tenía que cuidar a su abuelo, que tenía problemas de salud debido a su avanzada edad.
- No estén tristes, Daniel y Ramón. De hecho, propuse vender las tierras, excepto esta parcela, para emanciparla. Pero mis amigos que compraron la granja son personas muy buenas, y cuando se enteraron de ustedes, me aseguraron y me prometieron que mantendrían la misma ayuda que yo les brindo. Sebastião y Nazaré son personas increíbles, les caerán bien - dice Alencar.
Ramon, con la experiencia de los años a sus espaldas, presentía que no sería tan simple. Sin embargo, solo tener un lugar para vivir ya era suficiente.
- Dr. Alencar, solo quiero que nos permitan vivir en paz y tranquilidad aquí. Estoy llegando al final de mi vida y temo por mi nieto Daniel. Es fuerte e inteligente, pero también es ingenuo en cuanto a las personas y no conoce nada del mundo...
Ramon le pide a Daniel que traiga las provisiones que Alencar trajo en su camioneta, y Daniel lo hace.
- No te pongas así, Ramón. Todavía tengo detectives buscando a Bárbara, tu hija. Algún día tendremos noticias de ella y sabremos si realmente está viva...
- Gracias, amigo mío... Has sido muy bueno con nosotros durante todos estos años. Te estaré eternamente agradecido por tu apoyo y por buscar a mi hija. No sé cómo agradecerte lo suficiente.
El trato se cierra con un apretón de manos y Alencar se retira dejando a Ramón y Daniel con un poco de esperanza en sus corazones.
Pasaron los meses y la transición fue suave. Sebastião y Nazaré, los nuevos dueños de la granja, cumplieron su promesa de cuidar de Ramón y Daniel. Pronto se convirtieron en una especie de familia extendida, compartiendo comidas y conversaciones en la cabaña.
Daniel, con la libertad que la granja le brindaba, comenzó a explorar más allá de sus límites. Exploró los bosques, los ríos y las montañas, maravillándose con la diversidad de la naturaleza.
Un día, mientras exploraba un sendero desconocido, Daniel escuchó un débil llanto que provenía de un arbusto. Se acercó con cautela y descubrió a un cachorro de lobo abandonado y herido. Sin dudarlo, Daniel lo recogió y decidió llevarlo a casa para cuidarlo.
Ramón estaba preocupado por la presencia de un lobo en la cabaña, pero Daniel lo convenció de que el cachorro era inofensivo y necesitaba ayuda. Juntos, construyeron un refugio para el lobo en el patio trasero y lo alimentaron hasta que se recuperó por completo.
El cachorro de lobo, al que llamaron Luna, se convirtió en un fiel compañero de Daniel. Juntos, exploraron el bosque y se aventuraron en emocionantes expediciones. Luna demostró ser inteligente y protectora, siempre alerta ante cualquier peligro potencial.
A medida que pasaba el tiempo, Daniel se dio cuenta de que se estaba enamorando de Luna. No era un amor romántico, sino un amor profundo y sincero que solo se puede experimentar entre un humano y un animal. Luna también mostraba un afecto especial hacia Daniel, siempre siguiéndolo y buscando su compañía.
Sin embargo, el destino tenía otros planes para ellos. Un día, mientras exploraban una cueva en las montañas, Daniel y Luna se encontraron con un grupo de cazadores furtivos. Los cazadores tenían trampas y rifles, listos para capturar y matar a cualquier animal que encontraran.
Daniel y Luna intentaron escapar, pero fueron rodeados por los cazadores. Daniel, lleno de miedo y rabia, se enfrentó a ellos, exigiendo que los dejaran ir. Luna, valiente y protectora, se interpuso entre Daniel y los cazadores, dispuesta a defenderlo con su vida.
En ese momento, Ramón, que había sentido la ausencia de Daniel y Luna, apareció en escena. Con lágrimas en los ojos, le suplicó a los cazadores que dejaran ir a su nieto y a su amada compañera. Los cazadores, sorprendidos por la valentía y la determinación de Ramón, finalmente accedieron y se marcharon.
Daniel, Luna y Ramón regresaron a la cabaña, agotados pero aliviados de estar a salvo. Ramón abrazó a su nieto y a Luna, agradecido por su valentía y amor incondicional.
Desde ese día, Daniel y Luna se convirtieron en una leyenda en la región. Su historia de amor y coraje se transmitió de generación en generación, recordando a todos que el amor no tiene límites y que a veces, incluso los animales pueden enseñarnos lecciones poderosas sobre la humanidad.
Y así, Daniel y Luna vivieron el resto de sus días en la cabaña, rodeados de amor y protección mutua, recordándonos que el verdadero amor puede trascender las barreras de la especie y tocar nuestras almas de una manera única y eterna.
Daniel se dedica a pescar, desde muy pequeño su abuelo Ramón le enseñó a manejar, cazar, pescar, pero solo lo suficiente para alimentarse, nunca demasiado, desde pequeño Daniel aprendió de su abuelo la importancia de cuidar la naturaleza. .
- ¡Abuela! Voy a pescar... ¡Tan pronto como consiga algo volveré! Dice Daniel.
- Ten cuidado hijo mío, ten cuidado de no pescar más peces de los necesarios, advierte Ramón.
- ¡Está bien, abuelo! ¡No sé qué hay de malo en pescar para vender! ¡Hay tantos peces aquí en el río!
- Hijo mío, entiende una cosa, ¡debemos ser conscientes del mundo! No está bien pescar un pez y venderlo, ¿les diste de comer? ¿Los cuidaste? ¡No! ¡Esto no le agrada a Dios, hijo mío, tenemos que cuidar la madre naturaleza, que Dios nos dio para proveernos de nuestro sustento! Un día mi hijo... ¡Y este día no tardará en llegar! Este viejo de aquí se va a ir... Así que quiero que sigas mi consejo, podrás trabajar, vivir tu vida, sin estar atado a mí... Dice Ramón.
- ¡Abuelo, no me gusta cuando dices estas cosas! Ya no sé quién es mi padre, mi madre se fue cuando yo era niño y nunca volvió... ¡Solo te tengo a ti en este mundo! Dice Daniel.
- ¡Hijo mío, ya eres un hombre adulto, pero tienes corazón y cabeza de niño! ¡No sabes el mal que esconde el mundo por ahí, tenemos mucho de qué hablar, quiero que estés preparado, para no quedar como un tonto en manos de nadie! Ahora ve a pesar a mi hijo, ¡vete! O yo o no almorzaré pescado hoy...
Daniel va al río y el viejo Ramón ve salir a su nieto con su caña de pescar y un cubo de cebo.
Daniel llega al río y encuentra a su amiga Yasmin, ya sentada en la orilla del río pescando.
- ¡Hola, Daniel! ¡Llegué antes que tú hoy! Dice la chica.
- ¡Nuestro! ¿No crees que ya has pescado demasiado? ¡De esta manera, la naturaleza extrañará el pez que capturaste!
- ¡Qué tonto eres Daniel! ¡De nada! ¡Este río está lleno de peces! Un cubo pequeño como ese no hará ninguna diferencia, después de todo, ¡esto es comida! ¡Y tengo hambre! ¿Lo que es malo? Dice Yasmín.
Yasmin tiene 18 años, es una chica pobre que vive con su madre en el pueblo cercano, ella y Daniel son amigos desde niños, ambos crecieron juntos en esa región, ¡Daniel ve a Yasmin como una hermana! ¡Pero ella lo ve como un hombre!
-¿Daniel? Ya que pesqué mucho... ¿Qué crees que compartimos? ¿eh? De esta manera podremos disfrutar y bañarnos juntos en el río, ¿qué os parece? La chica propone.
- ¿Bañarse en el río? ¡Solo si es ropa! Dice Daniel.
- ¿Y qué tal si nos bañamos desnudos? ¡Siempre nos bañábamos así aquí en el río! Responde la chica.
- Yasmin, sigues llegando a mí de una manera diferente, ya no es lo mismo que antes, me gustas mucho, pero no quiero faltarte el respeto, te considero una hermana para mí... Y tu madre Sra. ¡Lucía es como una tía!
-¡Daniel! ¿Que tiene? ¡Ya soy mujer! libre y soltero, eres un hombre! ¿Qué hay de malo en que disfrutemos? La chica insiste.
- ¡Maldición! ¡Te lo explico, pero no lo entiendes!
Yasmin se quita la ropa frente a Daniel, quien tiene los ojos bien abiertos, ella sonríe...
- ¡Solo sé ducharme así! Ella dice, saltando al agua de inmediato.
Daniel se sienta a la orilla del río y lanza su anzuelo...
- Daniel... ¡Ven! ¿Qué ocurre? ¡Será mi primera vez también! ¡Escuché que es realmente bueno! Insistir.
Pero Daniel es terco.
¡No lo haré! ¡Tengo hasta ganas! ¡Pero no te haré eso, eres mi amigo! Él dice.
Yasmin sale del agua y se viste, Daniel hace como que no mira, sigue espiando de todos modos...
- ¡Ah no! ¡Gira hacia allí! ¡Tampoco me mires con esos ojos largos! Ella dice.
Yasmin comparte el pescado con Daniel...
- ¡Consíguelo, idiota! ¡Aquí hay suficiente para los dos! ¡Vamos! ¡Vamos!
- Pero Yasmin... ¿Estás segura de eso?
- ¡Si tengo! ¡Vamos!Los dos empiezan a hablar, Yasmin comenta que desde que Alencar vendió la finca, se ha corrido la voz de que los nuevos propietarios son una pareja snob de la ciudad, que no dejan pescar a nadie en sus tierras, y que tienen un capataz cruel, llamado Heitor.
-¡Daniel! Vives en sus tierras, ¿no? ¿Sabes algo?- No sé nada Yasmin, aún no los conocemos, vivimos en el borde del terreno, el señor Alencar antes de irse se despidió y dijo que nos dejarían vivir en casa, no creo. No tendremos ningún problema, aun así el abuelo no me deja pescar en sus tierras, ni ir algranja.Tan pronto como cerraron la boca, llegaron 3 hombres al galope a caballo y se detuvieron frente a ellos.
- ¡Hola! ¿Qué llevan en ese cubo? Pregunta el hombre de cara de malvado.
- ¡Cogemos pescado! ¿Por qué? Dice Daniel, Yasmin, asustada, está detrás del niño.
el hombre se baja del caballo, mira dentro del cubo y lo toma.
- ¡Están en la tierra del Dr. Sebastião y de Doña Nazaré! Seguramente lo habrán robado de los ríos de la finca, ¡yo me lo quedo y váyanse de aquí ladrones! Soy Héctor, el capataz de esta finca, ¡mi deber es cuidar las tierras de mis patrones!
- No robamos nada, porque los ríos no tienen dueño, y aun así lo tomamos de fuera de la tierra, ¡yo vivo aquí desde pequeña con mi abuelo! ¡Y el señor Alencar, el antiguo propietario, nunca dijo nada! Dice Daniel, sin mostrar ningún miedo.
Héctor deja el cubo en el suelo, apunta con el arma a Daniel y apunta al joven, los demás peatones se ríen...
- Daniel, vámonos de aquí… pregunta Yasmin.
- No me voy, no es un cobarde con una pistola en la mano el que me va a asustar...
Daniel toma el arma de la mano de Héctor, le retuerce el brazo, los dos peones se bajan de sus caballos, pero Daniel los enfrenta a ambos como un animal salvaje, no eran rival para el niño...
Yasmin entró en pánico cuando un hombre subió a un auto en su lugar, el nuevo dueño de la finca, Sebastião.
- ¡Detenlo ahora! ¿Lo que está sucediendo aquí? Él dice.
- Vaya, no fue culpa nuestra, pescamos estos peces en el río allá arriba, estos hombres... Ellos fueron los que nos amenazaron, ¡Daniel solo se defendió! Explica Yasmín.
- ¡Héctor! ¡Coge a tus secuaces y sal de aquí! ¡Tres hombres golpean a un niño! ¡Que absurdo!
- ¡Pero señor, me duele mucho el brazo! ¡Creo que se rompió! Dice el capataz.
Sebastião se acerca a él y, de un tirón, coloca el brazo del capataz en su lugar.
- Vives en el borde de la tierra, ¿no? Alencar me habló de ti, pero no dijo que tenías una joven tan hermosa. Dice Sebastián.
- Gracias señor, solo soy su amigo, Daniel vive con su abuelo... Explica Yasmin.
- Me encantaría conocer a tu abuelo, recién llegué con mi familia, Alencar dijo cosas buenas de ti, solo que no dijo que eras un joven tan valiente, ¡estoy impresionado! No te preocupes, podrás pescar y pasear por mis tierras cuando quieras, ¡nadie te prohibirá nada! Todo volverá a ser como antes, ¿verdad Heitor?
- ¡Sí señor!
- ¡Gracias, serás muy bienvenido en nuestra humilde cabaña! dice daniel
¡Entonces vámonos Daniel! ¡Entra en mi coche! Vamos a la cabaña, en realidad estaba dando un paseo para conocer mejor mis tierras, Alencar habló muy bien de ti y de tu abuelo. Dice Sebastián.
- ¡Grave! ¡Nunca en mi vida he conducido un coche! Daniel dice emocionado.
Sebastião trata bien a Daniel y se compadece del niño, Yasmin preocupada tira a Daniel del brazo y le habla suavemente.
-¡Daniel! ¿De verdad vas a ir con este hombre extraño?
- ¡Yasmín! Es el dueño de la finca, el señor Alencar había dicho que él y su mujer eran buenas personas, ¡y parece que lo son! dice Daniel.
- ¡Tú también, niña! ¿Ven con nosotros? Invita Sebastião.
- No, gracias, no me importa llevar un auto, especialmente de alguien que no conozco, luego tengo que llevar mi pescado para hacer el almuerzo, mi madre me está esperando...
Yasmin avanza, mientras Daniel se queda atrás...
- No te preocupes Daniel, nadie más se meterá contigo ni con tu amigo… ¡Ahora vámonos! ¡Quiero conocer a tu abuelo! Sebastião dice que no le quitó los ojos de encima a Yasmin cuando ella se fue.
Daniel sube al auto y los dos se dirigen hacia la cabaña donde vivía el niño con su abuelo.
Héctor, el capataz, es humillado, además de ser golpeado por Daniel, también fue ridiculizado frente a su jefe, junto con los demás secuaces.
- ¡Maldita sea! ¡Este niño me paga! ¡Él me paga, puedes esperar! Dice Héctor.
- ¡Pero el jefe dijo que no nos metiéramos con él! Yo no voy a hacer nada, entonces es casi un animal salvaje, nos golpeó a los tres, tomó su arma como si nada y casi se rompe el brazo. Dice uno de los hombres.
Heitor saca el arma y se la apunta a la cabeza.
- ¡Realmente eres una mierda! ¡Eso es lo que eres! ¡Me vengaré, puedes estar seguro! ¡Voy a tener mi venganza!...
Mientras tanto, Yasmin llegó a casa con el cubo de pescado; vivía con Lúcia, su madre.
- ¡Dios mio! ¡Usted demoró! ¿Qué sucedió? ¡Apuesto a que estaba hablando con ese salvaje! ¡Ya te dije que no quiero que salgas con ese chico! Mira, sé que sois amigos desde que erais niños, pero ¡qué futuro tiene una chica linda como tú al casarse con un tipo pobre como ese, que no tiene dónde caer muerto! Dice Lucía.
- ¡Mira mamá! Me gusta Daniel, es muy buen tipo, tiene un corazón enorme! Es hermoso y respetuoso, hay cosas más importantes en esta vida que el dinero. Dice Yasmín.
- Hay... Claro que hay... (con ironía). Después de vivir en una choza en ruinas, ¡quedas embarazada y con un niño llorando en tu oído! ¡Ah, lo sabrás! ¡Hablo por tu bien, no tiene sentido que te guste un hombre más pobre que nosotros! ¡Tienes que atrapar a un hombre rico!
- ¡Mira mamá, tus peces están aquí! ¡Déjame en paz! ¡No quiero escuchar tus consejos! Voy a la iglesia a limpiar.
Yasmin trabaja limpiando la iglesia, limpia 3 veces por semana, lava la ropa del sacerdote, quien está muy arrepentido por la vida de sufrimiento que lleva Yasmin.
El padre Alfonso, es el sacerdote de la pequeña iglesia del pueblo.
- ¡Sacerdote! ¡Lo siento padre! ¡Llegué tarde! ¡Todavía fui a pescar para almorzar! Dice Yasmín.
- No te preocupes hija mía, todo está bien... ¿Y Daniel? Nunca volvió a venir a la iglesia, ¡hacía mucho tiempo que no lo veía! Pregúntale al sacerdote.
- Estuve con él hace un rato, padre, es su abuelo, el señor Ramón, ya sabe cómo es... El pobre está viejo, su salud es cada vez más frágil... Justifica Yasmin.
- Así que cuando lo vuelvas a ver, pídele que venga a buscar una canasta y algo de ropa que separé para él y su abuelo, de las donaciones que recibí.
- ¡Diré que sí, padre! Puede dejar...
Yasmin recogerá los productos de limpieza y empezará a limpiar.
- Dios te bendiga Yasmin... Tú y Daniel, sois dos personas amorosas, ¡tenéis una vida tan dolorosa! Dice el padre Afonso, mirando trabajar a la joven.
Mientras tanto, Daniel llegó a la choza donde vivía con Sebastião, con él iba Sebastião, el nuevo dueño de la finca.
Daniel sale del auto y llama emocionado a su abuelo.
- ¡Abuelo! ¡Vaya Ramón! ¡Tenemos visitas! ¡El señor Sebastião vino a recibirte! Llamó a Daniel, pero su abuelo no respondió.
- ¿Se fue tu abuelo? ¿Se fue a alguna parte?
- No señor, no sale sin mí, ya es muy mayor y no ve bien...
Daniel entra preocupado a la cabaña, Sebastião mira el lugar.
- ¡Dios! ¿Cómo puede alguien vivir en esta pocilga? ¡Eso no tiene lógica!
Daniel, al entrar a la cabaña, encuentra a su abuelo caído. Ramón se había sentido mal, tuvo una crisis, al escuchar los gritos del joven, Sebastião corrió hacia la cabaña.
- ¡Abuelo! ¡Habla conmigo! ¡No mueras!
- Daniel, déjame ver, yo lo cuidaré, ¡soy médico! dice Sebastião, corriendo para tomarle el pulso a Ramon.
El pulso era débil, los signos vitales eran débiles.
- Daniel, ayúdame a llevar a tu abuelo al auto, ¡tenemos que llevarlo al hospital, ya! Él es muy débil.
Había una clínica en el pueblo, pero era muy limitada, Sebastião sabía que no habría mucho que hacer allí.
Daniel, vamos a llevar a tu abuelo a mi hospital, en la capital, no te preocupes, todo correrá por mi cuenta, no podemos perder el tiempo.
Suben a Ramón al coche y se dirigen a la capital, que por suerte no está muy lejos, a sólo 25 minutos en coche.
- ¡Hola! ¡Nazaret! Tuve una emergencia, ese señor que vive en nuestra tierra se sintió enfermo, me voy a la capital llevándolo... dice Sebastião por teléfono móvil, advirtiendo a su mujer.
- ¿Qué? Sebastião, ¡tu hija llega hoy de Estados Unidos! ¿Y en lugar de estar aquí para darle la bienvenida, lleva a un anciano indigente al hospital? Alencar dijo que sólo debíamos ayudar con la comida, que no nos molestarían... dice Nazaré.
- No me gusta que hables así de gente, estoy segura que Jordana lo entenderá, como médico, ¡no puedo evitar tratar a alguien que necesita ayuda! Voy a colgar el teléfono.
- ¿Hola? Sebastián? ¿Hola? ¡Odio cuando hace eso! ¿Qué necesidad hay de ayudar a un pobre anciano, si en medio del bosque nadie verá nuestro acto de caridad? Dice NAzaré.
En ese momento llegó la visita tan esperada, Jordana, la hija de Sebastião y Nazaré llegó a la finca, trayendo consigo a su entonces prometido, Rubens...
- ¡Hija! ¡Qué placer verte de nuevo! ¡Después de tantos años estudiando en el extranjero! ¡Estás linda!
- ¡Tú también eres madre! ¡Parece cada vez más joven! Dice Jordana.
- ¡Gracias hija! ¡Bondad tuya! ¡Tu padre y yo te extrañamos!
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