Toda mi vida la di solo por mis padres y mis pequeños hermanos, para poderlos ver estables, sin carencias y les dieran la educación a mis dos hermanos, educación que lamentablemente yo nunca tuve, pero por ellos es que también uní mi vida a un ser desalmado que al principio pensé que su amor era real, pero tarde entendí que todo lo que un día me mostró y ofreció fue una gran mentira y un simple plan en el que yo saldría perjudicada y nuevamente estaría sola, ya que mis padres me dieron la espalda cuando más los llegue a necesitar.
Zazil Xul.
Zazil
Al despertar, me di cuenta que estaba en el sofa, me dolía horrible mi cabeza, en verdad no recordaba que había pasado anoche, ni como es que había llegado a casa, hasta que me levante y al verme la ropa me asuste.
Estaba en total shock, no podía asimilar ni creer lo que mis ojos veían, baje mi vista y mis manos estaban teñidas de rojo, al igual que mi ropa.
A lo lejos las sirenas se escuchaban, seguía sin entender que pasaba hasta que una tos muy débil me hizo reaccionar escuchando su voz entrecortada.
— Zazil, ¿por qué lo hiciste?— me confundían sus palabras, me acerqué a él, al verlo tendido sobre el suelo en medio de un gran charco de sangre y un escalofrío invadió todo mi cuerpo al verlo asi— ¿por qué?, yo te di lo mejor de mí.
— mi amor, no te muevas, por Dios Claus, ¿qué sucedió?, ¿quién te hizo esto?— lo cuestione más que alterada intentando detener con mis manos temblorosas la sangre que brotaba de su gran herida en el pecho, mientras que en mi mente crecía cada vez más la interrogante de lo sucedido.
Hasta que un gran estruendo se escuchó tras de mi provocando que gritara por el susto, y voces de distintos hombres comenzaron a hacer eco en la estancia— ¡levante las manos y no se mueva!— me petrifique al escucharlos gritarme e hice lo que me pidieron y de un movimiento sentí que me jalaron para levantarme— queda usted detenida por intento de homicidio.
Abrí mis ojos de total sorpresa por lo que acababan de decir, mis manos las bajaron llevándolas hacia atrás de mi espalda y sentí el frío metal rodear mis muñecas— pero, pero yo no hice nada, ¡Claus!, ¡mi amor!, ¡sabes que sería incapaz de dañarte!.
Intente zafarme, pero fue imposible, sentí las esposas más justas, voltee a ver a Claus donde ya estaban los paramédicos auxiliándolo; por un instante su vista se posó en mí y juro que en sus labios se dibujó una sonrisa más que siniestra.
Volvieron a jalarme, no avanzamos ni cinco pasos cuando sentí una dolorosa bofetada y para mi sorpresa era la mamá de Claus— esto lo pagaras muy caro, niña y de mi cuenta corre que caiga sobre ti, todo el peso de la ley — su vista se dirigió al oficial que me llevaba y solo hizo un ademán— llévense a esta escoria.
El oficial me jalo llevándome hacia afuera de la casa, habia demasiadas patrullas y policías junto a una ambulancia y un montón de gente cerca del lugar, me llevaron hacia el auto, al abrir la puerta escuché una voz conocida, al voltear era él.
— lo siento Zazil, pero no podré ayudarte, mi familia tiene mucho poder— negué con lágrimas en mis ojos, mientras me subían a la patrulla.
— no te preocupes, tus palabras hoy tienen más sentido que antes, confío que esto solo sea un malentendido, tú sabes que nunca lo dañaría es tu hermano y al hombre que por desgracia aun amo— lo escuché suspirar asintiendo, tocó el cristal y solo se alejó.
Se escuchó un golpe en el techo del auto y solo comenzó a avanzar, alejándome de esa casa poco a poco, aun seguía sin entender que demonios había pasado, el camino fue tan corto que ya estábamos frente a la comisaría, abrieron la puerta y me jalaron para que bajara.
Subimos unos cuantos escalones hasta atravesar las puertas de cristal, de inmediato uno de los policías anoto toda mi información, volvieron a jalarme y entramos por una puerta donde había un pasillo poco iluminado hasta llegar a unas pequeñas celdas, abrieron una y antes de entrar me quitaron las esposas y cerraron con llave.
Me agarré de los barrotes viendo hacia el muro y solo fueron segundos donde sentí mis lágrimas bajar por mis mejillas, al soltarme giré dándome cuenta que había más personas en el mismo lugar.
Limpié mis lágrimas y caminé a una pequeña plancha de concreto, al sentarme me recargué en la pared fría, subí mis piernas y solo me abracé a ellas, escondiendo mi rostro y así me perdí por un buen tiempo hasta que un toque me hizo reaccionar.
Levante mi rostro y estaba junto a mí, una mujer de ojos azules— ¿por qué estás aquí?— no respondí su pregunta y solo volví a esconder mi rostro— a mí, me detuvieron por robarle dinero a unas personas.
Solo la escuché mientras mis lágrimas volvían a salir, palmeo mi espalda y sentí que se levantó, volví a verla y solo le conteste— a mí— al escucharme se volvió a sentar a mi lado— según ellos por lastimar a alguien, pero yo sería incapaz de dañar a Claus.
— y, ¿quién es él?— limpié mis lágrimas mientras la veía.
— mi esposo— abrió sus ojos, solo me observo por unos segundos hasta que posó su mano sobre la mía.
— es grave por lo que te acusan, pero te soy sincera, solo con verte puedo asegurarte que tú no lo hiciste— asentí en medio de un suspiro.
Ella se quedó junto a mí, mientras veíamos a algunas de las mujeres que estaban en la misma celda ser liberadas, no sé cuanto tiempo había pasado cuando un policía golpeó los barrotes y me hablo, al levantarme vi entrar a Deo.
— no tengo mucho tiempo Zazil, solo te traje un poco de comida y para decirte que seas fuerte para lo que se viene— no dije nada y solo tome la bolsa— solo cuídate por favor.
— Gracias Deo— intente sonreír, pero me fue imposible y solo salió una lágrima recorriendo mi mejilla el cual, él limpió con su pulgar— solo vete o tu familia se dará cuenta de que viniste a verme.
Él asintió y solo salió, me volví a sentar, abrí la vianda y dentro había un número anotado y por el número sabía que esa lada provenía de mi país, memorice el número, al terminar de comer solo hicimos añicos la tapa.
Los segundos avanzaron y volvió un oficial, abrió la puerta e hizo señas— tienes derecho a una llamada.
Asentí y salí de la celda, al estar frente al teléfono con nerviosismo digité los números, sonó un par de veces hasta que escuché una voz y aunque tenía años de no saber de ellos, su voz seguía siendo inconfundible.
📞 Mario, ¿eres tú?— su voz se escuchó para afirmar ante mi pregunta— soy, soy yo, Zazil— grito con efusividad por el teléfono— escúchame hermanito, no tengo mucho tiempo solo necesito que me pases a mamá.
📞 hermana, ¿dónde estás?, te extrañamos Marcos y yo— suspire al escucharlo— lo siento Zazil, mi mamá no está, pero— se escuchó la voz de mi padre regañar a mi hermano hasta que él contesto— ¿qué quieres?.
📞 papá, necesito de su ayuda, no se que paso, pero estoy detenida por algo que no hice— lo escuché chistar.
📞 y, ¿qué pretendes?, Zazil, tu te metiste en ese problema y sola tendrás que arreglártelas, te pediré un gran favor, no vuelvas a llamar.
Y antes de que cortara la llamada logré escuchar a mi madre, para luego finalizarla sentí un gran nudo en mi garganta, el oficial me agarro del brazo y me llevo de nuevo a la celda.
Me senté hasta abrazar mis piernas mientras lloraba y sentía asfixiarme, no sé cuantos minutos pasaron hasta que un hombre se presentó diciendo que sería mi abogado de oficio.
Me llevaron a una habitación con un gran espejo, me sentaron esposándome en la mesa, me dejaron sola hasta que entró otro oficial.
Y comenzó a cuestionarme sobre lo sucedido, pero después de nuestra discusión y reafirmar una y otra vez que no recordaba nada, ni como es que se lastimó Claus, pero aun así me tuvieron por horas en ese lugar, al salir me llevaron a otra celda donde estaba mi abogado esperándome.
Solo para notificarme que al día siguiente sería el juicio, toda la noche no pude dormir, al amanecer un oficial me entregó una bolsa, su contenido era ropa y al ver la mía, estaba sucia, me cambié como pude y solo fueron minutos cuando volvieron para esposarme y llevarme.
Tenía miedo de lo que pudiera suceder, me subieron a una camioneta hasta llegar a los juzgados de inmediato me llevaron a un pasillo, me sentaron mientras los veía poner esposas en mis tobillos, sintiéndome como la peor criminal y un monstruo, abrieron una puerta y entramos a la sala.
Me sentaron en una silla junto a mi abogado y del otro extremo estaba la mamá de Claus con su abogado, me llamó la atención, ya que ella vestía de negro al igual que el papá y Deo.
El juicio había comenzado, viendo pasar a muchos testigos a favor de Claus de los cuales sus rostros jamás los había visto, pero al avanzar el tiempo y al ver a mi abogado que no hacía nada, entendí que no saldría de este lugar.
Hasta que se levantó mi abogado e hizo preguntas tan irrelevantes y sin sentido, volvió a su lugar y el turno fue del otro abogado donde mostró fotos de él, en el hospital.
Despues llamaron a la señora Cristel al estrado y relato una historia distinta llena de demasiadas mentiras, al bajar pensé que yo también pasaría, pero jamás me llamaron, el juez golpeó con fuerza su mazo.
Vi a las personas del jurado levantarse y le entregaron un papel al juez y en solo segundos pude escuchar mi sentencia.
— Zazil Xul, de pie — me levanté sintiendo mi corazón latir con rapidez— por el cargo de homicidio, su sentencia será a doce años de cárcel sin derecho a fianza.
Al escuchar, mis sentidos se cerraron y mi equilibrio lo perdí cayendo de rodillas en el suelo y solo rompí en llanto, grité con todas mis fuerzas para intentar sacar este dolor que sentía por dentro.
Dolía saber que Claus, el único hombre que conocí y por desgracia llegue a enamorarme perdidamente, hoy estaba muerto; empecé a sentirme muy mal, el aire comenzaba a acercarme mucha falta y todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas hasta que me desmayé.
Zazil
Al despertar estaba sobre una camilla, esposada entre los barrotes de la misma, mi vista recorrió el lugar y pude ver a dos oficiales custodiar la puerta y por esa misma entró una doctora muy sonriente.
— hola, ¿cómo se siente?— solo suspire ante su pregunta— bueno, ya entregue el informe de su estado de salud y del causante de su desmayo— al escucharla me incorpore un poco— quizás esta noticia le ilumine un poco su día, señora Zazil, usted está embarazada.
Abrí mis ojos en total sorpresa por lo que decía la doctora, era como si me hubieran aventado un balde de agua fría, no lo podía creer, estaba tan atónita que solo vi a dos enfermeras entrar con un aparato el cual empujaban.
Y solo volví a reaccionar cuando la voz de la doctora me hablo— ¿si puede ver esto?— señaló hacia la pantalla y solo asentí, mientras sentía como se movía el lector en mi vientre — este de aqui, es su bebé.
Y con solo decir eso, mis lágrimas salieron cuan cascada, siempre busqué quedar embarazada, ese era mi más grande anhelo, pero por desgracia nunca lo logré y hoy que atravieso este episodio tan duro y amargo en mi vida, llevo en mi vientre a un pequeño ser, del hombre que siempre ame ciegamente.
La doctora me entregó las pequeñas imágenes y diez minutos después entraron los dos oficiales que estaban afuera, me quitaron las esposas, me levantaron de la camilla solo para volverme a esposar y de inmediato me sacaron del hospital para subirme a la camioneta; iba tan perdida en mis pensamientos que no me percate que el vehículo ya se había detenido, pero al caer sobre la tierra pude reaccionar, me levantaron solo para darme cuenta de que estaba frente a la prisión femenil.
Me llevaron a una habitación donde me desnudaron por completo solo para revisarme, me dieron un overol café y sobre unos documentos pusieron cada uno de mis dedos llenos de tinta oscura, dejando plasmada mis huellas dactilares sobre el papel blanco; para después tomarme una foto con una matrícula que sostenía con mis manos.
Cuando terminaron, me llevaron por un angosto pasillo hasta subir las escaleras y mientras seguíamos caminando no se hicieron esperar los gritos y chiflidos de las mujeres al verme, al llegar, un aroma no tan agradable para mi nariz me dio la gran bienvenida y con ello las náuseas y el vómito se hicieron presentes.
Después de que los custodios se fueran, me quedé sentada sobre esa cama dura observando el limitado espacio de la celda, suspire porque tenía que ser aún más fuerte para sobrellevar todo lo que estaba sucediendo, y tenía que hacerlo por mi hijo y por mí.
Me levante y solo me quede viendo entre los barrotes, los días fueron avanzando y con ello el temor de convivir con las demás, pero tenía que hacerlo si no quería ser la débil en este lugar.
Cada mañana muy temprano nos despertaban para que saliéramos al patio a correr bajo la oscuridad y el cambio del clima.
Y después de correr nos llevaban al área de las regaderas donde el agua era demasiado helada todo eso tenía que soportarlo por mi bien, y antes de poder ir al comedor tenía que ser inspeccionada por alguien más para tener todo bajo orden.
Las comidas en verdad no eran lo mejor, pero tampoco lo peor, quizás mi paladar se estaba resignado y asimilando los sabores no tan agradables de cada comida.
Los meses avanzaron y con ello mi vientre comenzaba a abultarse y con el pasar de los días mi ilusión de ser madre crecían cada vez más; comencé a trabajar en el taller de costura donde aprendí en tiempo récord el uso de una máquina.
Donde hacia prendas a marchas forzadas tanto para las celeras como para varias reclusas quienes tenían la posibilidad de pagar o de traer una tela en especial.
Esos se llamaban privilegios, los cuales muchas gozaban de ello y claramente yo carecía de ellos, ya que yo estaba sola en esto y lo único que me quedaba hacer, era seguir en la costura para no sentir las horas pasar lentamente...
Después de haberme cambiado, fui a mi celda para tomar la carpeta donde llevaba los documentos sobre mi embarazo y aunque los chequeos no eran tan seguidos yo guardaba todo cuando me lo hacían, pues me gustaba ver las imágenes cada noche en medio del silencio, ya que con la paz que había me gustaba imaginarme una vida junto a mi hijo cuando salga de la cárcel.
Al bajar las escaleras un custodio me esperaba para llevarme al área de visita pensando que era la doctora que me llegó a atender por primera vez en el hospital y la que ha llevado el control de mi embarazo desinteresadamente.
Al entrar a la habitación, me sorprendí porque quien estaba en ese lugar era Deo, quien al verme, se levantó con rapidez para abrazarme.
— Zazil, ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?— al separarnos, Deo bajo su vista posándola en mi vientre— que sorpresa, ¿cuánto tienes?.
Solo lo observaba, a estas alturas no sabía si confiar en él o no, ya que tengo siete meses aquí y es la primera vez que viene a visitarme.
Tomó mis manos frias las cuales estaban sobre la mesa— puedes confiar en mí, Zazil sabes que somos amigos— suspire por sus palabras y una lágrima se escapó de mi ojo.
Sentí su pulgar acariciar mi mejilla para desaparecer esa misma lágrima traicionera y por inercia cerré mis ojos — solo tengo mis reservas Deo, ya que son bastantes meses y tú no volviste a aparecer, es solo eso— solo asintió con una pequeña sonrisa entre sus labios.
— te entiendo, y, ¿cómo te sientes?— desvío un poco su vista deteniéndola en la carpeta amarilla que estaba sobre la mesa— ¿qué es?, ¿puedo verlo?.
Asentí acercando la carpeta hacia él — bien después de todo y esto son las imágenes e información sobre el avance de mi embarazo.
Él asintió abriendo la carpeta sacando una a una las pequeñas imágenes en blanco y negro, se detuvo a leer con detenimiento una hoja hasta que levantó su rostro muy serio— ¿será varón?— asentí sonriendo mientras tocaba mi vientre— felicidades.
— gracias, Deo, te puedo preguntar algo— él asintió cerrando la carpeta— ¿en qué lugar descansan los restos de?— al decirle mi voz se quebró y aunque no quisiera mis ojos se cristalizaron hasta brotar una a una mis lágrimas.
— tranquila Zazil— me observo por un corto tiempo donde pude notar un nerviosismo extraño junto a sus manos que no paraban de moverse frotándose una con otra— Zazil, yo, yo.
Y cuando presentía que algo me diría entró el mismo custodio acercándose a nosotros— el tiempo ha terminado— solo asentí, me levante y Deo volvió a abrazarme.
— cuídate y perdóname— lo vi extrañada por sus palabras y cuando pretendí cuestionarlo el custodio me saco de la habitación.
Llevándome a enfermería, al entrar vi a la doctora, quien me hizo el chequeo de rutina y donde me dijo que mi bebé estaba excelente, casi al terminar la consulta la llamaron y la vi salir.
No sé, cuanto tiempo había demorado, al entrar venía sería y solo me entrego unos frascos y dándome las indicaciones necesarias sobre las vitaminas que tenía que seguir tomando.
Y mientras comía, me tomé una de las píldoras que la doctora me había dado, siguieron avanzando los días y como relojito, seguía tomando una a una, pero después de una semana comencé a sentirme extraña, con demasiado sueño, debilidad y falta de apetito, me la pasaba gran parte del día en la celda, incluso había dejado de ir al taller de costura.
Hasta que una noche un horrible dolor me hizo despertarme en un grito, mi vientre me dolía y solo sentía la dureza en ella, cuando me intente levantar un líquido corrió por mis piernas, pero al ver el suelo ese líquido estaba mezclado con sangre.
Como pude, pedí ayuda sin descanso hasta que mi compañera de celda golpeaba con desespero los barrotes, el tiempo avanzaba siendo tan agonizante, porque tenía miedo que le pasara algo a mi hijo.
Solo acariciaba mi panza en medio del dolor y el llanto, hasta que dos custodios se dignaron a aparecer, al abrir la reja me cargaron llevándome a toda prisa al área de enfermería.
Me acostaron en la camilla, la única enfermera y doctora que estaban en ese lugar, no hacían nada, estaba en un grito hasta que tenía la necesidad de pujar y así lo hice muchas veces hasta que sentí un inmenso alivio.
La enfermera traía en brazos a mi hijo, quien no lloraba y tampoco emitía algún sonido— ¡¿cómo está?!, ¡¿por qué no llora?!, ¡por favor sálvelo!.
Solo me vio y la vi hacerle respiraciones y los primeros auxilios, pero no reaccionaba— ¡por favor!— grité con mi voz rasposa y alterada, me sentía tan impotente, que me levante de la camilla para acercarme a ellas, pero un custodio me lo impidió jalándome hasta esposarme.
Grité con desesperación jalándome e intentando zafarme, lo cual no lo conseguí y solo sentí un leve dolor en mi muñeca, la doctora volteo a verme donde solo negó, bajó su mirada y cubrió el pequeño cuerpo de mi hijo.
— ¡noooooooooo!— seguí jalando hasta que conseguí librarme de las esposas, corrí hacia la doctora, quien asustada me entregó el cuerpo de mi bebé— mi vida, porque me abandonaste— baje la pequeña manta y pude ver su cabello oscuro junto a sus facciones hermosas, era un guapo angelito.
Besé su frente y solo lo apreté contra mi cuerpo, rompiendo en un llanto desgarrador donde podría jurar que las demás reclusas escucharon mi dolor.
No sé cuanto dure así, hasta que un custodio me arrebato a mi hijo llevándoselo a no sé donde, grité para que regresara, pero jamás lo hizo.
Sentí que el lugar comenzaba a asfixiarme, jale el cuello de mi ropa, pero no sentía alivio y fue cuando me di cuenta de que mi dedo pulgar de la mano izquierda estaba dislocado y con rastro de sangre.
Al levantar mi vista todo empezó a moverse y a dar vueltas sintiendo una opresión dolorosa en mi pecho hasta que solo me desvanecí.
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