Al abrir los ojos del que desde hace semanas me dicen constantemente que va ser el último día de mi vida, lo que había a mi alrededor no cambió a lo que estoy acostumbrada. Cuatro frías paredes de sólido granito me rodeaban, en esta sofocante habitación que no tenía ventanas, únicamente constaba de un par de minúsculos agüeros para la ventilación, y una sólida puerta de acero templado.
Al intentar estirarme, como siempre me ocurre, olvidé que mis brazos están fuertemente aprisionados por sólidos grilletes que están encadenados al piso. El largo de las cadenas es apenas poco más de un metro, por lo que únicamente puedo estar sentada y si me acomodo lo suficiente me puedo acostar, pero no puedo ponerme de pie, además de que cambiar de posición es un circo.
Lanzando un largo bostezo, quise usar mis pies para quitarme un mechón de cabello que me tapaba la vista, como hace meses que no me baño, mi cabello está grasoso y enmarañado, pero al intentarlo, recordé que mis piernas también están encadenadas al piso.
Cierto, como en el último par de meses me volví tan hábil usando mis pies, mis captores empezaron a creer que me bastarían para fugarme, por lo decidieron también ponerme pesadas cadenas que me limitan la movilidad.
Lo olvidó constantemente, que les puedo decir.
Pasados cerca de una hora de que me haya despertado, empecé a escuchar como los cerrojos de la puerta empezaron a ser abiertos, había al menos una docena y tardan como 10 minutos en abrirlos todos, por lo que la molesta sinfonía de los cerrojos al abrirse hicieron eco en mi reducida habitación.
Siendo abierto el último, la pesada puerta se abrió, y un pequeño muchacho rubio de ojos azules entró a la habitación empujando un carrito.
Dando un pequeño suspiro, y sonriendo de manera honesta, observé al pequeño chico moverse teniendo especial cuidado de no mirarme directamente a los ojos. Debo admitir, que tengo cierta debilidad por los chicos guapos. Al punto que tuve que "deshacerme" de 27 guaridas antes de que finalmente cumplieran mi pequeño capricho y me dejaran al cuidado de esta preciosidad.
Su cuerpo era pequeño, y sus rasgos muy andróginos, su cabello rubio caía delicadamente hasta sus orejas, y sus pequeños ojos que siempre expresaban absoluto terror, me hacían suspirar cada vez que se encontraban con los míos. Nunca me ha importado en lo más mínimo su nombre, pero definitivamente lo voy a extrañar cuando me vaya.
Con cuidado, del pequeño carrito del que siempre sacaba un plato con una sopa bastante desabrida, a la que obligaba a que me dé comer cucharada a cucharada, empezó a sacar una gran variedad de platos. Carné, verduras salteadas, fruta fresca, pan recién horneado, e incluso varias rebanadas individuales de pastel.
Mirando a mi guardia con expresión desconcertada, este rápidamente apartó la vista y dijo.
— el Rey ha dicho que tienes derecho a una última comida. Aunque no toda la corte estuviera de acuerdo.
Ante esa declaración, apenas pude contener mi sonrisa.
— ohh ¿enserio? Ese hermanito mío es un amor.
Mirando el pequeño festín que tenía delante, volví mi atención a mis manos enjauladas. Siempre mejora el sabor de cualquier alimento cuando un chico guapo te lo sirve, pero en esta ocasión, quería darme mi tiempo y disfrutar mi comida con calma y a mi ritmo, por lo que sería molestó pedirle que me alimente durante toda la mañana. El también debe tener sus obligaciones, y no soy tan desalmada como para hacer más difícil su día laboral.
Buscando sus ojos con los míos, señalé mis grilletes con la mirada.
— oye, ¿Será que puedas hacer algo con ésto? Me quiero dar mi tiempo para comer y no quiero que pierdas toda tu mañana, ¿Puedes quitarme los grilletes por un par de horas? Te doy mi palabra que no me voy a escapar.
Haciendo un puchero que me pareció adorable, mi guardia inflo sus mejillas, y con gesto triunfal declaró.
— como si fuera a caer con algo así. No me vas a engañar con el truco más viejo del libro.
Un poco ofendida por la falta de confianza, pero olvidando lo porque mi naturaleza me impide molestarme con un chico tan lindo, me concentré en mi propio corazón y poco a poco altere mi flujo de sangre para que dejara de fluir a mis brazos.
— No es un truco chico, más cuando puedo hacer esto.
Con el menor flujo de sangre, mis muñecas se hicieron un poco más delgadas, y dislocando mis manos, las liberé de los grilletes y las levanté en alto.
— ¿Lo ves? Puedo hacer esto sin ningún problema, pero quiero ser una niña buena y pedir permiso.
La visión de mi con las manos libres fue suficiente para aterrar a mi guardia y hacerlo salir corriendo mientras gritaba desesperado por ayuda. Al ver la reacción super exagerada, solo pude suspirar y volver mi atención a mis alimentos. Mirando de reojo el interior del carrito, en una pequeña cubeta llena de hielo, había una botella de mi vino favorito. Sonriendo me dije que sí tenía la oportunidad debía darle las gracias a mi querido hermano menor, se ha tomado demasiadas molestias que no eran necesarias.
Habiéndo llenado mi plato con una buena variedad de alimentos, me disponía a comer cuando escuché los sonidos de un gran grupo acercarse corriendo por el pasillo. Volviendo a suspirar hice tronar los huesos de mi cuello, y coloque mi plato en la parte superior del carrito.
Poniéndome de pie, miré las cadenas que aprisionaban mis tobillos, y empecé a respirar profundamente para que el oxígeno llenará cada fibra de mi cuerpo, haciendo que mi corazón lata tan rápido como un zumbido. Al sentir una descarga eléctrica atravesar todo mi cuerpo, rompí las cadenas de un par de movimientos rápidos con mis piernas y me puse en guardia.
En ese precisó momento, una docena de guardias fuertemente armados entraron a mi celda, a lo que yo les sonreí pícaramente en respuesta.
Normalmente me gusta hacer un poco de ejercicio después de una buena comida para ayudar con la digestión, pero un poco de calentamiento tampoco es malo para abrir el apetito.
Bebiendo una copa de excelente vino, le daba una mordida a una rebanada de pastel de crema y frutos rojos. Todo mi almuerzo estuvo simplemente delicioso, pero me lamentaba no haber tenido algo de música, o un poco de entretenimiento. Soy de las personas que no les gusta comer sola o en silencio, y haber permanecido en completa soledad durante mi última comida, me daba un regusto amargo que sería un fastidió llevarme al otro mundo.
El rico pastel desapareció en mi boca y relamiendo la crema que había quedado en mis labios, escuche otra comitiva acercándose. Sin embargo, a diferencia de las primeras, está se escuchaba diferente.
En primer lugar, no corrían, caminaban despacio y por el eco de las pisadas me imaginé que debían ser al menos unos 6, también eran mucho más pesados, y había cierto sonido de metal contra metal recorriendo el pasillo que me hizo saber que debían llevar armaduras muy pesadas.
— la guardia de élite.
Dije entre dientes mientras me servía las últimas gotas de vino en mi copa, y las bebía disfrutando su suave y afrutado sabor.
Una especie de coloso cuya cabeza no era visible debido al marco de la puerta, tuvo que agacharse para poder entrar con extrema dificultad. Vestía una armadura de placas negras y debía medir al menos 2 metros y medio. Había tenido mis encuentros con el grandote en un par de oportunidades y siempre habían terminado en empate por razones ajenas a nuestro control.
Después de que el gigante cruzara la puerta, otras dos figuras más pequeñas, que eran casi risibles en comparación de su compañero, entraron a mi celda, y aún pese a su tamaño, tampoco era cuestión de subestimar los, ambas llevaban armaduras azul celeste brillante, y se movían casi al unísono como si una fuera en reflejo de la otra. Cosa que podría ser verdad, de no ser porque habían algunas diferencias en los adornos de cada armadura, y si prestas la superficie atención, notarias que una de tiene rasgos más femeninos que la otra.
Otra figura alta, pero de un brillante dorado entró después de los gemelos, está era casi tan alta como el caballero de negro, pero era mucho más delgada, y su armadura parecía más flexible y menos pesada que la de sus compañeros.
Al final, pero no menos importante, una figura de un rojo carmesí hizo acto de presencia, está era la única que no tenía un yelmo cubriendo su rostro, dejando ver a una bella mujer más cerca de los treinta que a los veinte, con un par de cicatrices adornando su rostro, y un cabello pelirrojo cortado al estilo militar.
El grupo que trajeron podría poner nervioso a cualquiera, pero yo estaba más concentrada en terminar mi pastel de queso y chocolate. Mi hermano se había superado a sí mismo, está era una edición especial que solo era vendida 3 veces al año, y la lista de pedidos no te daba turno en al menos una década.
Finalmente, cuando los soldaditos arcoiris, como yo les llamaba de cariño, terminaron de formarse. Hicieron una reverencia inclinando una rodilla al suelo para dar paso a una persona importante.
A mí fría y oscura celda había entrado un hombre de porte importante, vestía ropa cara y a la medida, con una gruesa capa de terciopelo rojo en su espalda. Muchas pequeñas medallas colgaban de su pecho, pese que técnicamente no había hecho nada para ganar ninguna. Era alto, aunque yo siempre fui un par de centímetros más, sus cabellos negro era del mismo tono que el mío. Sus ojos de verde esmeralda se fijaron en los míos que eran su reflejo exacto. Y haciendo una mueca de disgusto, desvió la mirada mientras contemplaba a una veintena de guardias que yacían tirados en cualquier lugar de mi celda.
Levantando mi tenedor, y con la boca todavía llena de pastel, lo saludé.
— Buenos días hermanito, quería agradecerte por la atenciones que has tenido conmigo, la comida estuvo simplemente deliciosa.
Volviendo a centrar su atención en mí, me miró directamente a los ojos, cosa que agradecí porque era la única persona que aún tenía el valor de hacerlo, y declaró con gesto enojado.
— ¿Así es como me pagas? ¿Después de todo lo que tuve que hacer para preparar tu último capricho así me lo pagás? ¿Organizando un motín?
— Ohh, no, no, no, te prometo que fue un malentendido, yo nunca quise fugarme. Simplemente quería que me retiraran los grilletes de las manos para poder comer a gusto. Luego las cosas se complicaron y una cosa llevó a la otra, y como el sonido de la campana de alerta me lastimaba los oídos, tuve que "silenciar" a los guardias para que dejaran de hacer un escándalo. Pero como puedes ver, después de asegurarme de que ningún reo escapara, he vuelto a mi celda a terminar mi comida como la buena niña que soy.
Mi querido hermano no sabía qué hacer mientras daba un par vueltas en círculos alrededor de mi celda, y como lo veía de tan buen humor decidí tentar a mi suerte con una petición final.
— Oye Reggan, ya que estás cumpliendo los caprichos finales de tu querida hermanita, ¿Te importaría dejarme a solas con tus amigos negro y amarillo por una hora o quizás dos? Quiero un poco de "ejercicio" antes de partir de este mundo. Si sabes a lo que me refiero.
Una leve mirada de desconcierto se asomó en su rostro mientras empezaba a ponerse rojo al entender mi pedido, y mirando a los "grandes y fuertes" caballeros reales, les dedique una sonrisa pícara.
— ¿Qué me dicen muchachos? Ayudarían a una moribunda a cumplir su último deseo.
El alto caballero negro permaneció completamente estoico como si fuera una estatua, por su parte, el cabello dorado, aún con el yelmo en su cabeza, por su lenguaje corporal, fue incapaz de reprimir una expresión de asco. Ambos habían rechazado mi petición, pero uno de los caballeros azules estaba levantando la mano y dando un paso adelante, cuando su hermana lo sujetó por el hombro y lo obligó a volver a su puesto.
Decepcionada, volví la atención a mí pequeño hermano que había pasado de la vergüenza a su bien ensayada expresión estoica de un Rey.
— Ryana, ¿Por qué haces esto?
— Ehh, bueno pequeño Reggan, una mujer tiene sus necesidades, ya lo deberías de saber, tengo entendido que la preciosa Yen está embarazada, y esperan su primer heredero.
Sin alterar su expresión estoica, el hizo caso omiso a mi comentario y repitió su pregunta.
— ¿Por qué haces esto? Responde por favor. No podré vivir tranquilo el resto de mi vida si no entiendo que te llevo a hacer lo hiciste. ¿Sufrias algún abusó? ¿Tenías miedo que yo te quitará la corona? ¿Eras acosada en la corte por tu posición de mujer? Responde por favor, debió haber un motivo, algo que no supe ver y de lo que pueda pasar mi vida arrepintiéndome. Algo debí haber hecho mal y de ahí la razón del porqué tú…
Arrojándole una cereza, que estaba guardando, a la cara, le di directamente en medio de los ojos y todos los caballeros llevaron sus manos a sus empuñaduras. Desconcertado, él me miró con duda y yo le devolví una expresión de desprecio.
— Gran Rey serás si sigues cargando culpas que no son tuyas, o si continúas pensando que eres el centro del universo y tu intervención es crucial para alterar el flujo de la historia. ¿Si sufrí algún abusó? Por favor, crecimos juntos con apenas tres años de diferencia y bien sabes que jamás hubo nada que se me negará o que no estuviera al alcance de mi mano. ¿Si tenía miedo que me arrebatarás el trono? Por favor, soy la prodigio más grande que ha dado el reino en toda su historia, a mi nacimiento los eruditos proferían que una mujer como yo solo llega una vez cada milenio. Solo el destino o la intervención de unos dioses en los que no creo, podrian quitarme el trono que era mío desde el momento en que llegue al mundo. ¿Y si hubieron quejas de mi condición de mujer? Pocas sobreviven a un duelo de espada o una noche a solas en una recámara iluminada solo por un par de velas. Supe convertir a mis enemigos en aliados, y mis aliados en mis perros. Pensar que tú pudiste ayudarme o intervenir es señal de una arrogancia sin precedentes hermanito.
Con una señal, Reggan le dijo a sus caballeros que guarden sus armas, y mirándome fijamente, repitió su pregunta por tercera vez.
— ¿Entonces por qué? ¿Dime qué te llevó actuar como lo hiciste? ¿Como la reina prometida por los cielos, se convirtió en la mayor Tirana de la historia?
Rascandome la cabeza, y sintiéndome un poco avergonzada de mi actuar, confesé la verdadera razón de mis crímenes contra la humanidad.
— ¿te soy sincera? La verdad no hay un motivo profundo o un plan elaborado, simplemente hice lo que hice cuando iba teniendo una necesidad. La arrogancia es uno de mis defectos, eso lo reconozco, y me gustaba que en cada ciudad hubiera una enorme estatua mía para conmemorar mi belleza y poder. El mármol siempre me pareció frío y sin color, por lo que preferí que cada estatua estuviera hecha de oro macizo con dos esmeraldas para mis ojos, y como el oro del reino era insuficiente, me puse a la tarea a conquistar cada país famoso por sus minas, pero mientras más ciudades su sumaban a mis dominios, más estatuas se tenían que construir por lo que era una tarea insostenible. Luego tenía palacios enteros llenos de mis preciosos "cachorros" que fui reuniendo con los años. Algunos ofrecidos por países que querían evitar mi ira, otros que subía a mi carruaje porque me parecían lindos. Esos pequeños también tenían sus necesidades, y yo no tenía el corazón para rechazar sus propuestas. Muchos extrañaban el bosque o el mar de su tierra natal, por lo que me veía en la obligación de construir una playa o una arboleda artificial con elementos traídos de sus tierras de origen. Todos esos proyectos saqueaban la tesorería del imperio, y me veía obligada a crear un nuevo impuesto para compensar la pérdida. En pos de rellenar un agujero, tenía que cavar 3 más, y luego tenía que hacer 9 para arreglar los 3 anteriores, y de ahí 27 y 81. Sabía que había creado una burbuja que tarde o temprano iba a explorar, pero nunca creí que sería traicionada antes de ver la explosión. Por eso te recomiendo que le des una revisada o dos a los fondos de la tesorería, pero creo que para estas alturas, la crisis económica debe ser una realidad.
Durante mi explicación, ya sea mi sinceridad o cinismo, estaban tiñendo rojo de irá el rostro de mi hermano. Al terminar, este estuvo a dos palmos de darme un golpe con el dorso de su mano, pero se detuvo en el último momento.
Tragando su irá, me dio la espalda mientras buscaba una "justificación".
— Nadie te detuvo, no es enteramente tu culpa como también lo es de quienes se callaron.
— Permanecieron callados porque yo les corté la lengua. No entiendo tu manía de quitarme el crédito de mis acciones.
Una vez más, Reggan estuvo apunto de gritar, pero en el momento final se quedó callado y dio un largo suspiro.
— Tu ejecución está planeada al medio día. ¿Vas a oponer residencia? O ¿aceptaras el peso de tus crímenes?
Pensándolo un momento, me senté en el suelo de piedra, y medité mi respuesta. No tengo intenciones de resistirme, sin embargo…
— No opondré residencia hermanito. Pero te pido que no me vuelvan a colocar los grilletes, puedo liberarme de ellos sin problema, y son bastante molestos. Entiendo que debo usarlos para que la gente se sienta más segura en mi presencia, pero mis pobres muñecas están llenas de llagas. ¿Puedo permanecer así un rato más? Te prometo que me dejaré volver a esposar cuando me lleven al cadalso.
Dando un pesado suspiro, Bruno asintió.
— Ahora, dime ¿Te arrepientes de tus crímenes, no es verdad?
Cruzando los brazos, y sabiendo que esto lo iba a enojar, solo suspiré y dije.
— En absoluto, es más, si tuviera una segunda oportunidad haría lo mismo de nuevo, solo que tal vez sería un poco más discreta, pero me conozco lo suficiente como para no confiar en mí autocontrol.
Por primera vez en toda nuestra conversación, Reggan perdió el control y levantó el tono de su voz.
— ¿¡Qué!? ¿Cómo no te puedes sentir arrepentida? ¿No aceptas la ejecución por el remordimiento de tus crímenes?
Con una sonrisa en mis labios, solté una leve risa melancólica. Acto seguido, levanté mi destartalada camisa de paño, hasta la altura de mi cuello revelando así mi torso.
Ante lo que había hecho, todos con la única excepción del cabello de negro, dieron un paso atrás, no porque les sorprendiera mi acto de exhibicionismo, si no por lo que había revelado.
Una gran mancha de color negro devoraba todo mi estómago, subía por mi seno izquierdo, y llegaba casi a la altura de mi cuello. Una extraña luz emanaba de la mancha que lejos de ser inerte, parecía moverse y reptar como un millar de pequeños gusanos. La extraña mancha estaba viva y si la mirabas fijamente, parecía estar creciendo, cosa que no era falsa, ya que lo hacía todos los días.
Ante el ambiente tan tenso que se había generado, sin haber perdido mi sonrisa declaré.
— Estoy muriendo hermanito. Tus dioses me han maldecido hace mucho, y puedes agradecerles en una oración que te hayan dejado ser Rey, que sin su intervención, nada ni nadie me hubiera arrebatado el trono. Esta maldición que me han puesto me roba las fuerzas y me produce un dolor indescriptible que ni los narcóticos más fuertes pueden aliviar. Desde hace mucho que anhelo la muerte, pero tengo demasiado amor propio para terminar mi propia vida. Así que ¿Porque huiría de algo que llevo meses esperando? Nadie anhela mi ejecución más que yo misma.
El rostro estoico de mi hermano, se destruyó en una mirada de lástima y pesar, levantando la mano, dio un par de pasos con intención de ayudarme, pero negando levemente la cabeza lo rechace.
— No sientas lastima por una criminal. Lastime muchas geste, devaste pueblos, y aplaste civilizaciones enteras. Todo para satisfacer mi arrogancia y mi lujuria. ¿Me arrepiento? Arrepentirme no redime mis actos, y si mi muerte puede dar algo de alivio a las víctimas, pues que así sea. Un castigo ideal, sería que me encerraran en la mazmorra más profunda donde ni siquiera yo pueda escapar, así me pudriría con mi maldición y pasaría los últimos instantes de mi vida sumida en la más desesperante agonía. Sin embargo, ¿Me permites apelar a tu conocido buen corazón, y darme una muerte rápida e indolora?
Bajando la mano, Reggan puso una expresión difícil de describir, se acomodó la capa, y dando media vuelta declaró.
— Tu ejecución será a medio día, dos de mis caballeros reales vendrán a buscarte.
Sin más que decir, se disponía a salir, pero riendo repliqué lo suficientemente alto como para que pueda escucharme.
— Eres muy amable hermanito, quizás demasiado, si los papeles estuvieran invertidos, no dudes que yo te dejaría pudrirte en una celda.
Mirando de reojo, el apenas volteó su cabeza antes de continuar caminando.
— Ya. Es una suerte que yo no soy como tú.
Al salir de mi celda, sus caballeros los siguieron y ni siquiera se molestaron en volver a cerrar la puerta. Acomodando mi ropa, estiré mi mano para tomar un pequeño pastel que había decidido guardar para el final.
A diferencia de las rebanadas individuales, este era el único que estaba completo, aunque era bastante pequeño. Estaba hecho de crema batida, y mermelada de moras, que eran mis frutas favoritas. Solo con verlo por primera vez, una sensación de tristeza y nostalgia me invadió.
Cuando éramos niños, en mis cumpleaños, Reggan no sabía qué regalarme. No había nada que quisiera, que él sea capaz de obtener, y cuando se acercaba esa fecha siempre era un pesar nervioso al ver la inmensa pila de regalos que él no podía igualar. Entonces, a los 10 años me regaló un pequeño pastel de crema batida y mermelada de moras que él mismo había preparado, y desde ese entonces, en cada cumpleaños me daba el mismo regalo, solo que más grande y mejor elaborado.
Tomando el pequeño pastel entre mis manos, con mi tenedor corte un trozo y me lo lleve a la boca.
Un par de lágrimas que claramente no podían provenir de mí, cayeron de mi rostro y casi arruinan el pastel, y cortando un trozo más, no pude evitar decir en voz.
— Sigues siendo un repostero terrible.
En la soledad de mi fría celda, lo único que podía hacer era permanecer sentada viendo los minutos pasar. Mi puerta seguía abierta, y pese a que habían venido a llevarse a los guardias inconscientes, nadie había intentado volver a ponerme los grilletes. Me sería muy fácil escapar, debido a que las únicas personas que tendrían una oportunidad de detenerme, ahora sienten un poco de lástima por mi condición, sin embargo, llevo meses pudiendo escapar en cualquier momento, y sin embargo, siempre volvía a hacerme la pregunta de ¿Qué caso tiene?
Con un largo suspiro, toqué la mancha oscura que crecía en mi abdomen, y la sentí inhumanamente fría.
No existe cura para mi enfermedad. No fue algo que haya contraído por medios humanos, es un castigo de origen divino por una supuesta blasfemia que cometí en un templo.
No importa lo que haga, la mancha solo seguirá creciendo, y el dolor solo se hará más insoportable. Nada asegura que mi maldición llegué al punto de ser letal, parece más un castigo para volverme loca u obligarme a cometer un suicidio, cosa que probablemente hubiera intentendo en un año o dos.
Mi tiempo de vida era limitado, y tampoco era una opción escapar para pasar mis días finales en un lugar tranquilo, porque no tenía tal.
Mis lindos cachorros me habían abandonado, muchos me odiaban abiertamente, pero veía en su odió una forma de hacerlo todo más interesante, por lo que nunca me importó. Sin embargo, aquellos que siempre fueron mis favoritos, y a los que les tenía algo similar al "cariño" fueron de los principales verdugos en el golpe de estado donde fui tomada prisionera.
No había nadie que me estuviera esperando, el pueblo me odiaba con razones más que suficientes, y no tenía un lugar a donde ir. Estaba sola en el mundo, y me lo merecía totalmente. Sentir pena por mi condición, era apiadarse de una Tirana que nunca dudó en deshacerse de un rival, conquistar por medios bélicos una nación que tenía algo que quería, y condenar a su pueblo a la pobreza y al hambre.
Fui una Tirana, la mayor que ha existido en la historia del continente. Porque cuando hacía algo, siempre buscaba ser la mejor, aunque no fuera en algo bueno. Todo lo que me pasa ahora me lo merezco, y pese a todo, aún tengo el cinismo de admitir que lo haría de nuevo más grande y mejor. Me divertí como nunca se ha divertido nadie en la vida, y goce de placeres y excesos que en antaño solo eran descritos en las historias mitológicas.
Riendo levemente. Me dije que soy un asco de persona, pero yo no pedí ser lo que soy, y nunca le vi sentido a luchar contra mi naturaleza.
Recordando los buenos tiempos. A la distancia escuche unos solitarios pasos que se acercaban con cautela. Por el sonido debía ser de una persona pequeña, y normalmente pensaría que es una chica de unos 16 o 17 años, pero sabía a quién le pertenecían esas pisadas, y no entendí a qué venía.
Con miedo, una pequeña cabeza rubia se asomó por el marco de la puerta, y al verme sentada y "libre" se apartó rápidamente.
Por un momento quiso irse corriendo por el pasillo, pero dando media vuelta regresó, y volvió a espiar con suma cautela.
— Sé que estás ahí mi pajarillo, puedes entrar sin el menor miedo.
Ante el sonido de mi voz, otra vez quiso salir corriendo, pero de nuevo, volvió a caminar por la puerta y ahora se dejó ver enteró.
— No te escapaste…
Declaró mi guardia casi tartamudeando.
Con una risa triste, di pequeños golpecitos con mi palma al suelo, justo a lado de donde yo estaba sentada, para invitarlo a que se sentará conmigo.
— Como le dije a tu Rey, fue un malentendido, nunca quise fugarme, perdón si te asusté.
Una vez más, lo dudo por un momento, pero con paso lento, me obedeció y se sentó en la forma típica de las doncellas, sobre sus propias piernas, y exponiendo sus muslos. Al verlo hacer algo tan tentador, levanté los hombros y me dije "qué importa ya" me quedan escasas horas de vida y no es momento para empezar a cambiar.
Cambiando mi postura, recosté mi cabeza en sus muslos, a lo que el chico soltó una especie de chillido muy quedó que me pareció adorable.
El chico estaba aterrado, pero yo estaba muy cómoda, por lo que creo que me voy a quedar así hasta que los guardias vengan por mi dentro de un par de horas.
Estando muy cómoda, me dije que no tenía sentido contenerme y que era mejor pedir el servicio completo.
— ¿Pajarillo me harías un favor?
— ¿Ehh?
Su rostro era un mar de nervios, pero tampoco estaba aplicando un ápice de fuerza, si él quería apartarme, podía hacerlo sin problema, sin embargo, no lo hacía.
— ¿Podrías acariciar mi cabeza?
Ante lo extraño de mi petición, él hizo una expresión extraña, y su mano se acercó a mí cabello, dudo en el último momento, pero después de un par de intentos más, empezó a rascar tiernamente mi cabeza con sus dedos delgados y delicados.
Cerrando los ojos, puse una sonrisa de satisfacción felina, y me acomodé mejor en su regazo.
Esto era justamente lo que necesitaba, ¿Cuál fue mi buena acción para ser recompensada en mis últimos minutos? Ser consentida por un chico tan lindo, era más de lo que una basura como yo merecía antes de su muerte.
El ambiente era idóneo, pero por ningún motivo en particular, la mancha había empezado a emitir grandes punzadas de dolor. Siempre me dolía, pero había ocasiones que por el transcurso de una hora o dos, empezaba a arder como metal al rojo vivo sobre mi piel. Sin embargo, no podía permitir que una estupidez tal, como una supuesta maldición impuesta por unos dioses inexistentes, me arruinaran mi tiempo de caridad con mi pajarillo.
Apretando los dientes, me concentré para hacer remitir la mancha oscura y calmar el dolor. Durante mucho tiempo, antes de ser capturada, utilice este método para que nadie notará la extraña mancha que crecía en mi vientre. Hacerlo tenía sus desventajas, como que al detener el esfuerzo, hiciera que la mancha creciera de golpe y me causará un dolor agónico capaz incluso de hacerme caer al suelo. Pero no podía permitir que nadie, ni siquiera mis cachorros supieran que estaba enferma. Como ya dije, muchos me odiaban y si se llegarán a enterar de mi enfermedad, empezarían a tenerme lástima, y odio la lastima.
Prefiero un millón de veces que la gente me odié pero me respete, a que me quieran por lastima.
Mi expresión de esfuerzo debió ser demasiado obvia, ya que de repente el chico detuvo su mano, y dijo con tono preocupado.
— ¿La lastimé acaso?
Abriendo levemente los ojos, lo vi directamente a sus bonitos ojos azules, y levantando la mano para acariciar su cabeza, respondí.
— No mi pajarillo, ¿Podrías continuar? Estaba teniendo un mal recuerdo, eso es todo.
Una vez más, con cautela su mano empezó a moverse lentamente, y volví a cerrar los ojos temiendo quedarme dormida.
Por favor. ¿No podrían terminar mi vida en este preciso momento? Si los guardias vienen a buscarme, estoy segura que lucharé con uñas y dientes con tal de que este momento no termine.
— Me llamo Lucca, no pajarillo.
Soltó mi lindo pajarillo casi tartamudeando y con miedo de decir esas palabras.
— Pajarillo me gusta más. Me recuerdas a unas preciosas aves que viven migrando por todo el mundo, y solo vienen al contiene una vez cada diez años más o menos. Son pequeños y muy asustadizos, y tienen un hermoso plumaje dorado con unos tiernos zafiros por ojos.
Pensando en cómo yo había talado el bosque en el que mis pajarillos llegaban a reposar, sonreí tristemente y continúe.
— Los vi cuando era niña, pero desde que asumí el trono, los pajarillos no han regresado. Siempre quise volver a verlos, y estoy feliz de haberlo hecho.
— No soy un ave…
Replicó mi pajarillo con tono enojado y aún sin verlo, sabía que debía estar inflando sus mejillas en un puchero.
— Cierto, eres más lindo que un pajarillo. ¿Sabes que nunca supe cómo se llamaba la especie? Alguien debió haberme lo dicho en algún momento, pero tiendo a ignorar todo aquello que no me interesa. De niña los llamé pajarillos, y así los he llamado toda la vida. Pues bueno, si siguiera siendo la emperatriz, declararía que a partir de este momento, su nombre pasa a ser Lucca.
Después de toda mi explicación que solo tenía como objetivo molestarlo, y obligarlo a que vuelva a hacer un puchero, él respondió con gesto triste.
— Y tampoco soy lindo…
— Mi pajarillo, eres adorable, ¿Quién se atrevió a decir lo contrario? Dime su nombre y le arrancaré los ojos como último acto antes de ser ejecutada.
— Yo no quiero ser adorable o lindo. Siempre me han molestado por eso. Soy muy pequeño y delgado para tomar trabajos extenuantes, y por 6 años estuve fracasando en una veintena de lugares hasta que conseguí trabajo en la prisión sirviendo comida a los reos femeninos.
Su historia me hizo sonar una alarma en mi cabeza, y abrí los ojos por la impresión.
— ¿6 años? ¿Tus padres te obligan a trabajar desde tan joven? Se que hice muchas cosas malas, pero tenía terminantemente prohibido el trabajo infantil. ¿Cómo es que es posible que tú…?
— ¡Que no soy un niño! ¡¡Hace meses cumplí 24 años!!
Gritó mi pajarillo con un verdadero enojo en su voz y llenando se una adorable furia su expresión.
Sonriendo, volví a cerrar los ojos, y procedí a disculparme a medias.
— Lo siento si te he ofendido. Pero veo por tu reacción que no soy la primera que mal interpreta tu edad. ¿Podrías continuar acariciando mi cabeza por favor?
Con un largo suspiro, mi pajarillo continuó con la tarea que nadie lo obligaba a hacer, pero que era excelente en ella.
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