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La Bruja Maldita Y El Dios Demonio

1

Cada más de 1000 años, una Bruja daba a luz a un hijo maldito, como era esto posible, pues el nacimiento se daba mientras había un eclipse de sol. En el momento en el que la luna se ponía delante del sol, el bebé que naciera iba a portar a un demonio del inframundo con él. Por eso había una ley en los reinos de los brujos que los nacidos durante un eclipse de sol debían morir en el momento.

La reina Aurora lo sabía muy bien, su tan esperada hija Ámbar nacería durante un eclipse, pero no dejaría que nadie le hiciera daño. A diferencia de otros brujos ella sería capaz de controlar a su demonio y no dejaría que jamás tomara el control ni de su cuerpo ni de sus poderes.

Había decidido irse del palacio con sus dos consortes de confianza, Templanza y su hermana Raíl. Sabía que su marido la amaba mucho, pero jamás dejaría que su hija viviera, así que iba a desobedecer todas las leyes de su reino con tal de que Ámbar siguiera con vida. Ya había hablado de ante mano con sus consortes y ellas sabían que debían decir que la niña había nacido al día siguiente de la fecha del eclipse.

Todo iba saliendo perfectamente, la reina estaba acomodada en una gran cama, las sirvientas vigilaban sus contracciones y aún faltaban un par de horas para que se diera el gran momento.

Mi señora está segura de esto? Nosotras siempre nos acompañaremos en lo que usted decida, pero ir en contra de las leyes de nuestro reino podría significar un castigo muy doloroso para usted, incluso podrían pedir su muerte- le dijo Templanza que era de las dos consortes, la que más tenía confianza a la hora de hablar con Aurora.

Tranquila Templanza, entiendo tu preocupación, pero todo saldrá bien. Volveremos en dos días al palacio y diremos que la niña nació al día siguiente del eclipse. El rey estará tan emocionado, que ni siquiera se dará cuenta de nada. De hecho solo le dije que vendría aquí a calmarme porque sus concubinas estaban demasiado encima de mí todo el tiempo. Como si quisiera rodearme de esas víboras- dijo la reina mientras le daba una sonrisa.

La amistad entre ellas era tan grande que en muchas ocasiones el rey se sentía celoso. Gerardo amaba tanto a su mujer que la quería solo para él, pero entre las reuniones con los delegados del reino y las tareas con sus concubinas, el tiempo que le quedaba con su amada Aurora eran solo 3 días a la semana. Se amaban desde hacía muchísimos años, pero les había costado tanto concebir un hijo, que los delegados del reino le habían exigido que tuviese concubinas. Únicamente eran otras 3 mujeres que en menos de 4 años le habían dado 2 herederos varones y 3 princesas, y si bien sabían que jamás estarían a la altura de la reina, de todas maneras vivían en el palacio y se burlaban a sus espaldas de su infertilidad. En el momento en que Aurora anunció su embarazo, el rey decidió no volver a presentarse en las alcobas de sus concubinas y las mandó a vivir con sus hijos a una casa un poco más apartada del castillo real. Esto provocó, disgustos entre ellas y en más de una ocasión, intentaron hacer de que la reina perdiera su embarazo, pero al darse cuenta de que ella estaba bendecida por los mismísimos dioses, dejaron de lado todo ese enojo y egoísmo e intentaron amigarse con ella, pero ya era tarde la reina no confiaba en nadie más que en sus propias consortes.

Los brujos tenían vida eterna, pero podían morir si atravesaban su corazón o si les cortaba la cabeza o los quemaban vivos, si ninguna de estas cosas pasaban, entonces gozaban de una muy larga vida. De hecho Aurora tenía alrededor de 400 años y su marido, 460 años. El mundo se dividía en los cuatro puntos cardinales, el Norte y el Sur eran reinos de brujos. Mientras que en el Este y el Oeste dominaban los reinos de los demonios. Hacía más de 1000 años que ninguno de los reinos se mezclaban, mientras que no cruzaran las fronteras, no había guerras. También había aldeas de humanos, de elfos, de ogros y de todas las clases de razas.

Las historias de brujos malditos se remontaba a muchísimos milenios atrás, cuando una Bruja dio a luz a un bebé maldito, que al llegar a la adolescencia no pudo controlar nunca más a su Demonio oculto y terminó cediendo el poder de su cuerpo. Fue tanto el horror que sembró en la tierra y tanta muerte y destrucción, que esa fue la primera vez que los 4 reinos se unieron para poder destruirlo. De ahí se hizo un pacto entre los cuatro reyes y nunca dejarían que volviese a nacer un niño así. Por eso las brujas que se embarazaban, eran bien vigiladas hasta el día del parto y si llegaba a caer en un día de eclipse, el bebé recién nacido era apuñalado en su corazón y luego incinerado. Quizás para algunos era un acto demasiado horroroso, pero era la mejor manera de proteger al mundo del caos que un niño así podría desencadenar.

La reina sabía de esto y por eso dejaba que solo Templanza la vigilara, e incluso había mentido de su fecha de parto para poder resguardar la seguridad de su pequeña. Lo que jamás pensó era que su decisión iba a condenar no solo a su hija, sino también al mundo entero, pero si era consciente de que de ser descubierta el castigo sería la muerte de ambas, madre e hija. A veces una madre hacía lo necesario para proteger a su hijo y más cuando el destino la dejó esperando tantos años por la llegada de este. Únicamente sus consortes sabían las noches que había rogado a la Luna poder concebir un bebé y como se dormía llorando mientras escuchaba el llanto de los hijos de las otras consortes. Ella era la reina y haría lo necesario para que su hija naciera y creciera en completa felicidad.

2

El momento del parto había llegado, las contracciones se sentían cada vez más y la dilatación era perfecta. La gran reina Aurora sabía que dentro de poco tendría a su pequeña en sus brazos y preparo todo para que su llegada fuese como se suponía que debía ser.

Las dos consortes se prepararon para recibir a la futura heredera del reino, entraron a la habitación con fuentones de agua tibia y los paños necesarios para los posibles sangrados. Tenían ya preparados diversos utensilios que usarían para cortar el cordón umbilical y luego bañar y vestir a la princesa.

La reina sabía que el gasto de energía de dar a luz, la iba a debilitar demasiado, sobre todo porque la pequeña iba a ser acompañada por un ser del inframundo, pero eso no le molestaba, solo quería tenerla en sus brazos, la había soñado tantas veces que en algún punto creía que seguía dormida y que todo esto era un simple sueño más.

De pronto la negrura se hizo presente, el sol había sido completamente cubierto por la luna y un grito se oyó en toda la habitación, la reina había empezado a pujar. Templanza miró como las sábanas se cubrían de sangre y de líquido, volteo a ver a su hermana que había quedado petrificada.

Rápido raíl, no podemos esperar- le espeto en un grito, que a penas era audible entre los gritos de la reina.

Si ya voy, reina Aurora por favor no se mueva tanto- intentaba agarrar a la soberana por los brazos, mientras esta se retorcía en la cama.

De pronto todo se oscureció, el punto más alto del eclipse había llegado, y mientras templanza limpiaba la frente de la reina, un fuerte llanto se escuchó en la habitación. Al correr las sábanas ensangrentadas, ahí estaba, una preciosa niña de cabello bien negro y piel blanca. Raíl la envolvió en unas toallas y se la acerco al pecho de la reina, al segundo llanto de la pequeña un símbolo se dibujó en su frente y luego desapareció.

La reina estaba tan feliz con su hija, iba notando como sus fuerzas la abandonaban, así que miró a templanza y le pidió que le acercara el cofre. Ella se dirigió a la mesita que estaba cerca de una ventana y antes de tomarlo vio como el sol iba apareciendo en el cielo nuevamente. Tomó la caja y se acercó a la cama, la reina la abrió y sacó de dentro de esta una escama de dragón azul que brillaba intensamente.

Esto me dará medio día más de vida- al decir eso ambas consortes quedaron estupefactas en sus lugares.

Mi señora, ¿usted está diciendo que va a morir?- dijo raíl mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Tranquilas mis hermanas, era sabido que moriría, una de las concubinas de mi marido me maldijo en cuanto se enteró de mi embarazo, y como no puedo conseguir que lo perdiera, termino por optar que yo muriese ni bien la pequeña naciera- dijo mientras veía hipnotizada a su hija. - no voy a permitir que nada malo te ocurra, mi dulce amor- le deposito un beso en su frente y se la entrego a templanza para que la bañara.

Esa escama será su protección mi reina, usted no nos puede dejar- templanza tomaba a la niña, mientras miraba a la reina.

Deberé irme mañana, no es posible que siga con vida, pero esto le dará al menos vida a mi hija. Pues si yo muero mañana, el rey lo sabrá en el mismo momento en que mi corazón se detenga. De esa manera pensará que mi hija nació mañana a la tarde y no hoy- dijo mientras raíl la limpiaba y la ayudaba a sentarse con diversas almohadas en su espalda. - ustedes deben de cuidarla, sé que ni bien llegue al palacio será odiada, pero también espero que pueda ganarse el amor de todos, es la futura reina- dijo antes de caer en un sueño profundo.

Nosotras la protegeremos con nuestra vida mi señora- contestaron al unísono las dos, aún sabiendo que ella ya se había dormido.

Luego de limpiar y preparar a la niña, la acomodaron cerca del pecho de su madre, para que pudiese tomar el elixir de sus mamas. Ya no lloraba, realmente para ser recién nacida era como si entendiera toda la situación. Solo levanto sus dos manitos para acercarlas a la teta de su mamá.

Mientras las consortes limpiaban todo y preparaban algo de comer, la trina despertó y vio a su pequeña a su lado. Le pasó una mano por detrás para acomodarla y que pudiese comer.

serás grande hija, y aunque no estaré para cuidarte sé que ellas harán un excelente trabajo, te amo más que a mi propia vida y lamento tener que dejarte a tan temprana edad- los ojos sé le aguaban a medida que pronunciaba estas palabras, pero cuando parpadeo para dejar caer un par de lágrimas vio como los ojos de su hija la miraban fijamente de manera triste, como si acabará de entender todo lo que ella le había dicho. Noto que tenía ojos violetas como los de ella y le dio una sonrisa - eres tan hermosa mi pequeña, no podrías ser más perfecta de lo que ya eres. Quiero que sepas que mamá siempre estará aquí en tu corazón cada vez que necesites de mí- sus manos pasaron por el cuerpecito de la beba y luego puso una detrás de su cabecita para poder besarla nuevamente.

Las consortes veían esto y no podían parar de llorar, habían estado al lado de la reina desde hacía más de 300 años y ahora debían dejarla partir. Tenían la posibilidad de demostrarle lo agradecidas y lo fiel que eran a ella cuidando del tesoro más hermoso que ella les había dejado. Esa niña iba a estar siempre cuidada aunque fuesen a perder su vida en ello.

La noche había caído más rápido de lo que cualquiera de esa habitación hubiese querido, las horas que le quedaban a Aurora eran cada vez menos y la escapa iba perdiendo su brillo a medida que avanzaba el tiempo. Nadie quería perder, pero a veces no se podía contra la propia vida, y más allá de lo que cada uno deseaba en sus corazones, no valía manera de escapar del destino de la muerte.

3

Las doce horas pasaron tan rápido, en ningún momento separaron a la madre e hija que dormían juntas en esa cama. La reina había cenado, desayunado y almorzado con la beba en un brazo. Dejaba que tomara la teta cada vez que la niña así lo quería, y aunque para muchos era algo imposible de entender por qué era recién nacida, era como si ella tampoco quisiera separarse de su mamá. Templanza y raíl estaban acomodando unas cosas en la habitación, mientras se llenaba la bañera para que Aurora se limpiara, cuando de golpe escucharon el llanto de la pequeña. No necesitaron acercarse mucho para darse cuenta de que la reina ya no estaba entre los vivos.

Del otro lado del reino, un dolor punzante cruzo el pecho de Gerardo, los ojos se le llenaron de lágrimas y al acercarse a la ventana lo comprobó, su reina, su amor, su mujer acababa de morir. Las flores de todo el reino se marchitan y la nieve comienza a caer, un grito desgarrador sale del centro de su pecho y se escucha en todo el castillo. Los sirvientes se quedan congelados en su lugar, las concubinas se aterrorizan al escucharlo y solamente una sonríe maliciosamente, los niños quedan petrificados en sus juegos. Ya nada iba a volver a ser igual y tiempos oscuros se acercaban.

Las consortes de la reina prepararon todo para volver al castillo con la niña, en su pecho había dos sentimientos la tristeza por la pérdida y el miedo a lo que iban a enfrentar. Recordaron las palabras de Aurora de esconder la escama para que nadie supiese de qué ella había retrasado su muerte. El símbolo en la frente de Ámbar no había vuelto a aparecer a pesar de que la niña había llorado a los gritos en cuanto sintió que su mamá había dejado de respirar.

El viaje fue silencioso, y al llegar al castillo fueron recibidas por los miembros del consejo y varios sirvientes.

El rey las espera en el salón del trono, podemos ver a la princesa- dijo uno de ellos.

Templanza quien era la que cargaba a la beba, dejó que pudiesen ver su rostro, pero solo un rato, sabía que el rey no estaría de humor para los retrasos y no quería molestarlo más de lo que ya estaba.

Al ingresar en el gran salón notaron que el rey estaba tirado y abatido en su trono, las otras concubinas estaban sentadas con sus hijos en una mesa aparte, y en el trono de la reina había no solo su corona, sino también unas flores mágicas que no se habían marchitado al morirse ella.

Acerquen a mi hija- dijo fuertemente.

Templanza apresuró su paso- aquí está la princesa, mi rey- dijo con un tono seguro, sabía que no podía dudar al hablar con él.

El rey estiró sus brazos para tenerla y al verla dormir tan plácidamente, por un solo segundo la amo, esa pequeña era el fruto de su amor y no era la culpable de nada. Sabía que su esposa la había amado desde el primer momento y él no podía odiar algo que ella había querido tanto. Pero cuando la pequeña abrió sus ojos y el noto que eran del mismo color que los de su madre, ya no pudo tenerla. ordenó a las consortes que la llevarán a la torre más alta del castillo y que jamás saliera de ahí. No quería verla en todo lo que a él le quedaba de vida. No podía soportar ver esos ojos que únicamente lastimaba más su herido corazón. Hubiese preferido que muriera la niña antes que su amada.

Nadie entendió el accionar del rey, pero nadie se atrevió a contradecirlo. Templanza con el corazón dolido por tan tremenda decisión no le quedó otra que hacer caso. Las concubinas murmuraban por lo bajo sobre la excelente posibilidad que se les ponía enfrente, ya que si el rey no quería a su hija entonces sus propios hijos podían ser los herederos directos.

Los primeros meses, ellas se unieron para llenar de odio, más de lo que ya estaba, el corazón del rey en contra de la pobre niña que nada de culpa tenía de como se habían dado las cosas. Desde el primer día nadie más la había visto.

Templanza y raíl pasaban todo el día cuidándola, y cuando debían dejarla para cumplir con las obligaciones del castillo se turnaban así no quedaba sola, si bien nadie se había atrevido a acercarse a la torre para volver a ver a la niña, no se confiaban de nadie. La decisión del rey había sido demasiada injusta con la niña, encerrarla de por vida en un lugar tan frío y lejos de cualquier otra persona que no fuesen sus dos cuidadoras. Templanza sufría mucho por eso, porque a pesar de todo cada vez que levantaba a la niña para alimentarla o bañarla era recibida por su sonrisa, nunca lloro más que aquella vez que tuvo fiebre, nunca les dio trabajo más que el que normalmente da un bebé. Las dejaba descansar por las noches y aunque tenía su propia cuna, la pequeña amaba dormir en la misma cama que sus dos mamas sustitutas.

Su primera palabra fue a los cuatro meses, cuando mientras era alimentada por templanza, la miro fijamente y le dijo mamá. Raíl vio todo desde lejos y al acercarse a ella también le dijo mamá. Derritió sus corazones y solo hizo que la amarán más de lo que ya lo hacían. Había aprendido a caminar a los 6 meses y demostraba su fuerza y su tenacidad en superar cada obstáculo que se le presentaba.

El rey había decidido que viviría como una sirvienta, así que a diferencia de sus medios hermanos y hermanas, su ropa era como cualquier otro miembro de bajo rango del castillo. No tenía ningún lujo, aunque para ella sus mamas y su amor era suficiente.

Al cumplir los 2 años, el rey recordó su presencia y exigió volver a verla. Templanza y raíl la llevaron al salón principal nuevamente como hacía 2 años atrás. Al verla en esas ropas, el corazón del rey se oprimió, si se ama Aurora viera como trababa a su hija seguro lo odiaría, pero otra vez en cuanto la niña lo miro, el odio paso a ocupar cualquier espacio y dejo de lado esos pensamientos de culpa.

A partir de mañana empezarás a estudiar el uso y manejo de la magia, así que ni bien el sol se haga presente en el cielo hasta que desaparezca de él estarás estudiando- dijo enojado pero sin mirarla.

Si señor- Sabía que él era su padre, pues sus consortes jamás le mintieron sobre sus orígenes, solo le pidieron que lo tratara como un rey y que delante de nadie podía decirle ni papa a él ni mamá a ellas.

Perfecto, ahora puedes volver a tu habitación, no soporto verte- se levantó de su asiento y se alejó.

Ellas también salieron para dirigirse a la torre. Y al entrar Templanza solo atino a decirle a la niña que jamás dijera que ellas ya le habían enseñado parte de la magia.

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