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ERES MI REFUGIO

1-

Megan Lowens.

>>Vivir atormentado es lo que ningun ser humano desearía y pese a que añoraba con un despertar distinto, con una vida mejor, era mi desdicha recordándome que nada sería cómo lo quería.<<

Pese a que intenté huir en varias ocasiones importando poco la promesa que le hice a mi madre, siempre me topaba con ese canalla al cual debo llamar padre. No sabía el cómo, pero siempre lograba dar conmigo y al regresar solamente mi cuerpo era el que pagaba las consecuencias.

Él era un importante y reconocido médico, por lo cual pude asumir que daba golpes donde sabía que no podían afectar mi salud ni mucho menos ser notorio.

"El amable doctor, Layos Lowens " sí, como no.

Quiso subir su reputación al casar a su hija con alguien de familia poderosa; consiguió el paso a dicho matrimonio debido a que salvó la vida del hijo menor de la familia Cuddyer, Zachary Cuddyer.

Esa familia estaba totalmente agradecida con mi padre, y por ello le ofrecieron brindar cualquier favor cómo compensación de su gran ayuda para con su hijo, a lo que mi padre aprovechó la situación y pidió un matrimonio para mí. Uno que obviamente yo no quería.

No pasaron más de dos meses cuando terminé en la gran mansión de esa familia, una que al principio me pareció la más amable y comprensiva, pero que con el tiempo me demostró que salir de esta pesadilla, no era más que un aburrido sueño.

—¡Junta eso ahora, zorra! — gritó quien es esposo, el señor Selig Cuddyer.

Lamentablemente para mí y debido a mi mala suerte, la familia Cuddyer decidió casarme con su insoportable hijo mayor, aquel que no solo era un patán miserable, sino que como esposo era una basura podrida.

—¡¿Cuántas veces tengo que repetirte las cosas?! —Volvió a gritar, aferrándose a mi cabello cómo de costumbre y dando varias bofetadas en mi rostro.

La primera vez que me golpeó quedó sorprendido de su actuar. Pero al parecer la seriedad de mis ojos le demostró que no era alguien que fuera a llorar o lamentarse por un golpe y eso le permitió volverlo una costumbre, golpearme hasta cansarse y transformarse en otra de las personas que más odiaba.

—Ya cariño, no te sigas ensuciando las manos con esta cualquiera. Mejor vayamos a disfrutar de nuestro amor en tu habitación — Quien habló fue Rebeca Price, la amante de Selig o cómo ella se consideraba, su eterno amor.

Digamos que pese a que quisiera odiarla, agradecí su presencia debido a que los golpes eran más reducidos y la compasión en sus ojos era palpable. Quizás le molestaba el hecho por ser mujer o quizás únicamente detestaba que él de alguna forma me tocara.

—Primero resolveré este asunto, luego iré a la habitación contigo —Respondió el miserable sin soltar ni uno solo de mis cabellos —enseguida estoy contigo, ve y desnúdate.

—Selig... —Lo llamó la mujer, colocando su mano sobre la que sostenía mi cabello —vayamos juntos por favor —Suplicó. Pese a que la posición en la cual me encontraba no me permitía verlos, sabía que él estaba considerando su pedido

—no quiero que nuestro hijo pase un disgusto y...

—Tienes razón, lo siento —se disculpó el sujeto, soltándome por fin —Tú escoria, recoge eso y luego vete por lo necesario para la cena, espero que esta vez puedas cocinar algo decente —solo asentí, puesto que si tuviera que responderle digamos que estaría siendo golpeada nuevamente.

Y sí, cómo lo oyeron, Rebeca estaba embarazada de Selig. O al menos fue lo que le dijo luego de llegar de Europa y toparse con que el amor de su vida llevaba dos años casado con una mujer que no era ella.

La verdad es que su amorío a mí me daba igual, pues mientras ella estuviera para revolcarse con él creyendo en el "pronto me divorciaré", Lo cual yo aprovechaba para permitirme salir y respirar aire fresco, al menos esas dos horas que duraba su sesión.

La madre de Selig estaba al tanto de la vida que su hijo mayor llevaba, ya que era la clase de madre que cubría toda la desfachatez de su hijo y quien apoyaba cualquier cosa que este me hiciera.

Su padre era todo un caso aparte, pues él nunca supo de la miserable vida en la cual su hijo me tenía y aunque quisiera decírselo No consideraba tanto en que me apoyara... después de todo ni mi propio padre lo hizo cuando se lo conté.

Su hermano menor, Zachary, luego de su recuperación decidió continuar con sus estudios en otra ciudad, por lo cual solo nos visitaba un par de veces y luego desaparecía por un largo tiempo.

Él, en varias ocasiones pudo ser testigo ante las palizas que su hermano me daba y en todas ellas intervino, terminando a los golpes con su hermano e intentando sacarme de aquí, pero por desgracia las cosas no eran fáciles.

Considero que después de todo no me hubiera importado casarme con él, por más menor que fuera.

...

Paseaba tranquilamente por la ciudad, disfrutando de la agradable brisa y oliendo el bonito aroma a libertad, ese que no puedo tener debido a las amenazas que mi suegra me daba.

—"Si no quieres pasar tu vida encerrada cómo la basura que eres, mejor recuerda el camino de regreso"

Tardé todo el tiempo que me fuera posible, pues no quería tener que regresar y recibir insultos o golpes, ya estaba cansada de todo eso. Pero como de todos modos los voy a recibir, que sea por una causa justa.

Luego de tomar todo lo que necesito para la cena que ese imbécil me pidió, decido caminar a paso lento en la dirección que me guiaba al mismísimo infierno, pero algo llamó mi atención.

La verdad es que no estaba segura de quién era, pero de algo si lo estaba, si no hacía algo pronto él terminaría siendo arrollado por aquel carro.

—¡CUIDADO! —Grité, corriendo en su dirección y lanzándome sobre él.

Ambos caímos viendo cómo aquel carro pasaba a gran velocidad, perdiéndose poco después en la primera esquina.

— Señorita usted...

— Lo siento tanto, solamente reaccioné y terminé empujándolo —Me disculpé, poniéndome rápidamente de pie y extendiendo mi mano, la cual claramente no tomó y se levantó por su cuenta —,espero que esté bien, adiós.

Y sin darle tiempo a decir nada; corrí nuevamente a la acera de enfrente, recogí mis compras y me apresuré a marchar, pues su cara era de pocos amigos y puedo asegurar a que me mataría por ensuciar el traje que llevaba puesto o quizás mi terror a los hombres únicamente me dio a pensar eso.

Qué más da, de cualquier forma es preferí que se le ensuciara el traje a que termine en el hospital con lesiones.

Entre pensamientos perdidos y sintiéndome bien por haber evitado que aquel hombre fuera cruelmente atropellado, llegué a la entrada de la casa en la cual vivía llevándome una desagradable sorpresa.

—Ese es el carro de mis suegros —dije para mi misma y corrí aterrada a la puerta. Si ellos llevaban mucho tiempo aquí, eso quería decir que quizás encontraron a su hijo y Rebeca en la cama, lo que claramente sería un problema para mí.

—¡Hasta que por fin llegas! —La molesta voz de mi suegra se escuchó y volteé mi mirada a la sala, encontrando solamente a Selig y Rebeca —¿¡Acaso quieres meter en problemas a Selig!?

—No entiendo por qué mi ausencia lo metería en problemas. —Respondí, recordando que fue él mismo quien me pidió que me fuera.

—¿¡Y todavía te atreves a contestarme!? —Gritó, acercándose a mí y dándome un fuerte golpe en el rostro.

La diferencia entre su hijo y ella, era que al menos el imbécil de Selig me daba bofetadas, pero esta mujer parecía descargar su frustración en mí y por ello mi rostro tenía que recibir sus puños.

—¡¿Qué hubiese pasado si en lugar de venir sola, venía con mi esposo?! —Gritó.

—Quizás se hubiera dado cuenta de que su hijo cómo hombre no vale ni dos pesos —Contesté en voz baja, mientras intentaba ponerme de pie.

—¡¿Qué dijiste maldita sinvergüenza?!

—¡Suficiente! —La voz del señor Cuddyer resonó en todo el lugar y pude ver a Rebeca apartarse rápidamente de Selig —¡¿Qué es todo esto?! ¡¿Por qué maltratas de esa forma a mi nuera?!

—Me ha faltado el respeto —respondió mi suegra a la defensiva y giré mi mirada a Selig, quien únicamente viéndome me dio a entender lo que tenía que hacer.

—Fue culpa mía papá, no debí contestarle a mamá —dije bajando mi cabeza y sintiendo unas palmaditas en mi espalda.

—No importa cual fuese la razón, no tiene por qué levantarte la mano —contestó y no supe qué más decir. Quizás era la oportunidad que tenía para poder salir de aquí y liberarme, quizás decirle toda la verdad podría ser mi carta de libertad —vamos a la sala, hay un asunto importante que tratar —añadió, guiándome hasta el sofá en el cual mi "amado esposo" abrió sus brazos y acariciaba mi cabello fingiendo de lo mejor.

—Lo siento cariño, sabes que no puedo hacer nada contra mi madre y...

—Ya basta del asunto, tu madre tiene que disculparse luego —Intervino mi suegro —señorita Price, no sabía que estaba aquí.

—Vine a hacerles una visita a la linda pareja tío, ya sabes, con esto de los viajes una ya no tiene tiempo para los amigos —Contestó con una falsa sonrisa.

Claro, la visita era meterse a la cama con el marido luego de que este le diera una paliza a la esposa y la mandara por las compras mientras ellos se revolcaban. ¡Qué sutil!

—Bueno, supongo que usted y su familia también asistirán al baile de mañana, lo cual será grandioso —comentó mi suegro, dejandonos sorprendidos a todos.

No; no otra jodida fiesta por favor. Aún no puedo superar la paliza de la última y...

—Selig, quiero que lleves a Megan por el vestido más bonito que tengan en la boutique, ella será el centro de atención en esta ocasión —añadió feliz y parpadeé sin comprender.

—¿Por qué mi esposa será el centro de atención? —preguntó Selig, agarrando con fuerza mi brazo, algo que su padre no notó.

—Porque será una fiesta en honor a las hermosas hijas de los empresarios y cómo yo solo tengo dos muchachos, decidí que la linda Megan participe como hija de nuestra familia —respondió tomando mi mano —después de todo es como si lo fuera.

—Pero papá, esas fiestas se realizan con el propósito de casar a sus hijas con tipos ricos y Megan ya tiene esposo, el cuál te recuerdo soy yo —intervino nuevamente Selig, tentándome a reír por sus palabras.

Ojalá mi suegro supiera que es una basura así también me casa con otro o mejor aún, me concede la libertad para irme de aquí y ser feliz en mi solitaria vida.

—No te preocupes hijo, nadie te quitará a tu hermosa esposa, solamente será anunciada como la hija de la familia Cuddyer y dejaremos claro que está casada —Respondió el hombre y sentí mi oportunidad alejarse mucho más.

—No podría vivir sin mi esposa papá —Contestó el imbécil mientras besaba mis labios. ¡Qué asco! Quien sabe lo que estuvo haciendo con su boca en Rebeca.

Estoy atorandome las ganas de escupirle en la cara y reteniendo la verdad una vez más. Tuve la dicha de saber que mis suegros se quedarían a cenar, lo que claramente agradecí porque sería mi oportunidad de probar un buen bocado y saciar el hambre de varios días.

2.

Craig Whitley.

Acabo de regresar a Los Ángeles después de dos años, dejando atrás muchos males vividos y cosas por olvidar.

Sabía que volver sería enfrentar nuevamente los pedidos de mi abuelo, pero resignandome a la idea de dejarlo solo mucho más tiempo, decidí alzar bandera de paz.

Quería antes que nada pasear por el centro de la ciudad y llenar mis ojos con los recuerdos que tuve previos de marcharme, antes de renunciar a todo por alguien que no valía la pena.

Luego de recorrer gran parte del lugar, decidí avisarle a Ronald; mi mejor amigo y asistente, el lugar en el cual debería pasar a recogerme.

Obviamente no presté absoluta atención a mi andar, pero antes de poder cruzar la calle el grito de una mujer me hizo levantar la vista y ya luego terminar en el piso con ella sobre mí.

Al ver el carro pasar a gran velocidad, grabé en mi cabeza el número de patente y giré mi mirada a la hermosa mujer que aún seguía sobre mí, llevándome una gran sorpresa al contemplar su rostro con más atención.

—Señorita, usted... —No me dejó continuar disculpándose una y mil veces por haberme salvado la vida; lo cual me dió un poco de gracia, se alejó rápidamente de mí cruzando a la acera de enfrente y tomando unas cuantas bolsas.

La verdad es que aún estaba sorprendido y para cuando reaccioné, ella ya no estaba ni a media cuadra de aquí.

—¿Qué sucede, Craig? —Oí preguntar a Ronald y volteé mi mirada a la ventanilla.

—Busca la matrícula 0812lp y encuentra a su dueño —contesté, recordando lo sucedido —no sé quien demonios sea, pero quiso atropellarme.

—¿Por eso es qué tu ropa está tan sucia? —Preguntó mientras marcaba en su tableta lo que le pedí.

—Una linda mujer se tiró sobre mí para que no me atropellaran y… —Suspiro —Ni siqueira me dijo su nombre para darle las gracias.

—Mejor así, quizás es una de esas cazafortunas.

—¿Caza.. Fortunas? —Me pregunté mientras pensaba —Casa... Casada, sí, el anillo en su dedo significaba que claramente estaba casada.

—¿Cómo?

—Quizás el maldito de su esposo fué quien la golpeó —añadí, frunciendo mi ceño al recordar las marcas en su rostro —si supiera quién es...

—Craig, creo que tienes mejores cosas en las que enfocarte —Me interrumpió y volví a verlo —piensa un poco amigo, ¿Crees que si el esposo le diera una tunda la dejaría salir de esa manera a la calle?

—Quizás es muy imbécil para pensar que nadie se daría cuenta —respondí, volviendo mi mirada a la ventanilla.

—De cualquier forma ya no importa, vaya a saber Dios quién era y si tendrás la dicha de volver a encontrarla —contestó y bajé mi mirada dándole la razón, pues no creo coincidir nuevamente —tu abuelo está muy entusiasmado con tu llegada, tanto así que ha organizado una fiesta para mañana en la cual todas las familias presentarán a sus hermosas hijas, quizás y alguna sea de tu agrado y consideres...

—No tengo tiempo para eso, dile que suspenda todo, si volví no fué justamente para buscar una mujer —dije interrumpiéndolo.

—Bueno, eso es algo que puedes decirle tú mismo —contestó y sentí el carro detenerse. Enfoqué la mirada fuera, encontrando a mi abuelo a unos pasos de la entrada.

—Ronald...

—Anda, ese viejito te extrañó y creo que ya lo hiciste esperar demasiado —contestó por lo que luego de suspirar, decido bajarme del carro y observar a mi abuelo.

—Craig, mi amado nieto —dijo mi abuelo y caminé hacia él para luego abrazarlo —bienvenido muchacho.

—Gracias abuelito, te eché mucho de menos — respondí, oyendolo reír.

—También yo a ti, muchacho —Rompe el abrazo y me tomó de los hombros —Anda, vayamos por una cena mientras charlamos.

—Primero quiero darme un baño, estoy completamente sucio —Respondí, viendo la sorpresa en sus ojos —Luego te lo cuento.

Una vez estuve bajo la ducha, mi mente me llevó a recordar a aquella mujer, queriendo saber quien era y por qué razón tenía su rostro golpeado.

Aunque Ronald diga que no, yo creo en verdad le atiné y ella está casada, ese infeliz fué quien le provocó daño.

–¿Quién eres? ¿Cómo puedo hacer para encontrarte?– pregunté a la nada.

Suspirando ante mis preguntas sin respuestas, decidí salir de la ducha y prepararme para cenar con mi abuelo, después de todo llevo dos años sin ver a ese viejo y la verdad... Luce bastante bien para decir que está enfermo.

Salí de mi habitación encaminándome al comedor y nuevamente los recuerdos volvían, aquella última vez regresaba y me lamentaba tanto.

—No sigas torturándote Craig, no fuiste responsable de ello —dijo mi abuelo y sólo negué girándome a él, decidido a dejar ese tema de lado —anda, cuéntame qué pasó estos últimos dos años en Italia.

—Nada bueno abuelo, la mujer estaba completamente desquiciada y mamá tenía razón, no valía la pena dejar a todos por ella, ni mucho menos renunciar a la empresa —Contesté con total arrepentimiento.

—Hijo, un divorcio no lo es todo en la vida y apenas tienes 35 años, eres joven y con muchas oportunidades de encontrar a la mujer indicada —comentó y negué con una sonrisa.

—Por el momento estoy bien solo, por ello no quiero que hagas esa fiesta y me busques una nueva esposa —añadí y reímos.

—Ya es tarde para no realizar la fiesta, pero si quieres tómalo como una fiesta de bienvenida. Si alguna mujer llama tu atención... Veremos.

—Sólo hay una que llamó mi atención y no creo volver a verla —Comenté en voz baja.

—¿Y quién es ella? —Preguntó mi abuelo y levanté mi mirada —¿Quién es la mujer que llamó tu atención?

—No lo sé, no tuve la oportunidad de preguntar su nombre —contesté —ella me salvó la vida y aún así se disculpó —reí —fué gracioso oírle decir "lo siento" después de haber evitado que me atropellaran.

—Quizás es una chica especial —Contestó él, riendo en mi compañía.

—Yo... Vi marcas de golpes en sus mejillas y al parecer está casada —conté —pues no creo que una alianza en su dedo signifique otra cosa.

—¿Crees qué su esposo la golpea? —Preguntó con preocupación y asentí —Deberíamos revisar las cámaras del lugar y tratar de encontrarla, quizás está corriendo peligro.

—Planeaba hacerlo abuelo, pero si el miserable ve la búsqueda antes que ella, me temo que el asunto no resultará muy a su favor —Contesté.

—Entonces sólo queda rogar por volver a verla —añadió él y sólo asiento bajando mi mirada.

"En verdad espero que estés bien, mi ángel salva vidas."

La noche fué algo tormentosa, pues luego de tener una vez más esas horribles pesadillas, volvía a despertar y recordar a la mujer del día.

La verdad es que no soportaba la idea de creer que quien tendría que amarla, cuidarla y protegerla, sea quien deje esas marcas en su rostro y esa falta de brillo en sus ojos.

Si tuviera la oportunidad de volver a verla y descubrir que tenía razón con respecto a los golpes en su rostro, con mis propias manos mato a ese bastardo.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

El día nuevamente llegó y luego de prepararme y compartir un desayuno con el abuelo, decidí visitar las empresas, pues mi abuelo no está bien de salud para hacerlo y por ello decidí asumir la responsabilidad de ellas.

Estaba seguro que al volver me llevaría las miradas prejuiciosas de todos, pero también me quedaba claro de que ninguno tendría el coraje de decirme lo que claramente se dibujaba en sus ojos.

—¡Señor Whitley, sea bienvenido! —Mencionó el señor Cuddyer, quien era uno de los accionistas más importantes en nuestra empresa.

—Señor Cuddyer, gracias por la bienvenida, no esperaba verlo hoy por aquí —Respondí mientras estrechaba su mano.

—Su abuelo me había comentado algo de su llegada y decidí esperarlo junto a mi hijo —Comentó mientras señalaba a su lado —Déjeme presentarlos, él es Selig, mi hijo mayor.

—Un gusto conocer por fin al señor Whitley, mi padre me ha hablado mucho de usted —Dijo el sujeto mientras estrechaba mi mano. "No sé porqué pero... Este sujeto me produce rechazo."

—Igual es un gusto conocerlo —Respondí, dirigiendo mi mirada a su padre —¿Y cómo está Zachary? Supe de su accidente hace 3 años atrás —Comenté.

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—Él está bien, lleva tiempo fuera de la ciudad y en verdad espero que pueda presentarse esta noche —contestó y asentí con una sonrisa.

—No sabía que el señor Whitley tuviera la dicha de conocer a mi hermano menor —comentó el tal Selig y asentí.

—Pese a que tenemos diferencia de edad, llevamos un largo tiempo conociéndonos —respondí, volviendo mi mirada a su mano. "Al parecer es casado."

—¡Qué maravilla! Me alegra mucho saber que un hombre tan distinguido cómo usted puede ser amigo de uno de mis hijos —Comentó el señor Cuddyer y asentí —por cierto, ¿A qué se debe la célebre fiesta de ésta noche? Su abuelo dijo que todos deberían llevar a sus hijas.

—No se preocupe, sólo es una fiesta de bienvenida — contesté y él asintió —¿Tiene usted una hija? —pregunté con curiosidad.

—No no, sólo son Selig y Zachary. Pero si tengo una hermosa nuera a la cual presentaré como hija —respondió con felicidad y sonreí notando como el sujeto a su lado rodaba los ojos, cómo si fuera poca cosa hablar de su esposa —pero bueno, de igual manera espero que pueda tomarse un tiempo y conocer a toda mi familia, estarán encantados de verlo ésta noche.

—Será un gusto para mí —respondí —bueno, tengo unos asuntos que revisar antes de ir por mi traje para esta noche, espero me disculpen — añadí viéndolos a ambos asentir.

La verdad es que no podía permanecer por más tiempo allí, mientras su padre era un hombre totalmente atento y bueno para los negocios, su hijo parecía alguien soberbio a quien no le importaba nadie más que él.

Luego de dejarlos a ambos detrás, pienso un poco en el asunto de la nuera de esa familia y... ¿Quizás pueda ser ella?

¡Rayos! No podré olvidarme de esa mujer jamás y me temo que si no la encuentro, tendré que usar las medidas del abuelo.

.....

—¡Ya estoy aquí abuelo! —anuncié cuando llegué.

—¡Oh hijo! Ven ven, quiero presentarte a la familia Price —lo oí decir mientras tomaba mi brazo —su hija mayor es muy bonita y para tu suerte, está soltera —comentó y negué con una sonrisa.

—Ya hablamos de esto, abuelo —dije rodando mis ojos.

—Sólo conocela un poco —Mencionó y suspiré resignado. Entrando con él a la sala y vi a una pareja con dos mujeres más, una parecía no pasar de los 20 y la otra de los 30 —señores Price, les presento a mi nieto, Craig Whitley.

—Un placer conocerlo señor Whitley, soy Grey Price, mi esposa Stella y mis hijas, Vanessa y Rebeca —presentó el sujeto y asentí.

—Es un placer conocerlos —respondí, notando la mirada descarada de la tal Rebeca. Si algo me repugna en una mujer, es que sea tan regalada cómo ella lo está siendo —pueden sentarse, aún tengo unos asuntos de los cuales encargarme — añadí, girando a mi viejito quien permanecía a mi lado con una cara de súplica —abuelo, con tu permiso.

Y sin darle tiempo a responder, sólo me alejé de ellos y me encaminé a mi despacho.

La verdad es que mi tiempo ahora está invertido en tres puntos; la empresa, el responsable de casi atropellarme y la identidad por descubrir de aquella hermosa mujer.

"Espero volver a encontrarte, mi hermoso ángel salva vidas."

3.

"

La tarde llegó y Megan aun no entendía porqué tenía que pagar el precio. No fué su culpa que Rebeca quisiera dejarlo repentinamente, sin saber el por qué.

—¡Si no me hubiese casado contigo... maldita escoria! —gritó Selig mientras la sujetaba con fuerza de su cabello —¡si tú y tu tonto padre no hubieran aparecido, nosotros estaríamos juntos! —añadió, dando una fuerte patada en el vientre de la mujer.

—Por-por favor... Ya no más —Pedía ella, pues llevaba aguantándose golpes durante una hora y sabía que no podría resistirlo por más tiempo.

—Agradecé a que tenemos una fiesta en unas horas, sino tú ya estarías completamente muerta —contestó, soltando su cabello y pasando por encima de ella —espero que disfrutes de estos momentos, porque a partir de ahora los recibirás más seguido.

Megan no lo entendía, ¿Si es que Selig y Rebeca iban a tener un hijo, por qué lo deja? ¿Por qué tenía que seguir soportando tanta violencia?

No. Definitivamente no se acostumbría a ello, no seguiría soportando los constantes abusos de ese sujeto, ya está harta y no dejaría que fuera quien tome su vida.

Con bastante dificultad ante el dolor de su cuerpo y con sus piernas temblando, decide dirigirse a la cocina.

Selig; quien la vió ponerse de pie y caminar lentamente a la cocina, sólo sonrió al saber que desde ahora en más, le haría vivir un infierno. Haría que pague por la pérdida de su hijo y de la única mujer a la cual amó como a nadie, ella era la culpable y tenía que pagar.

—¡Apúrate y cocíname algo! Muero de hambre —ordenó, mientras dejaba caer su cabeza en el respaldo del sofá.

El ruido de un cubierto al caer llamó su atención, por lo que sólo observó con seriedad la puerta de la cocina.

—¡¿Oíste lo que te dije, basura?! —Gritó nuevamente, obteniendo sólo silencio.

Más enfurecido ante la negación de esa mujer por no contestarle, decide ponerse de pie y caminar a la cocina dispuesto a darle su merecido, llevándose una gran sorpresa.

—¡Qué demonios hiciste! —gritó al ver a su esposa en el piso, con el cuchillo a su lado y su vientre ensangrentado —¡Megan, Megan! —decía una y otra vez, al ver el vacío en los ojos de la mujer.

—Y-yo no... Y-yo no tengo la culpa de nada -dijo ella con dificultad, tratando de mantenerse despierta —y-yo tampoco quería esto —añadió sorprendiendo a su esposo, quien asumió que fué ella quien le exigió a su padre una oportunidad de casarse con él, de tenerlo para ella —Y no... No te daré mi vida.

Finalizando sus palabras, cerró sus ojos y suspiró cómo si fuera la última vez, si con ello se sintiera libre de sus agresiones.

—¡Megan! ¡Megan! —la llamó una y otra vez, pero no obtuvo respuestas. No hubo nada por parte de la mujer que permanecía en el piso completamente golpeada y ensangrentada.

Sin más opciones, corrió a la sala una vez más y llamó una ambulancia contándoles parte de lo sucedido y luego a su familia, para que también supieran lo que su esposa había hecho.

Claro que al ver los golpes esparcidos por el cuerpo de la mujer, los paramédicos decidieron llamar a la policía e informar que al parecer la mujer era víctima de violencia, pues eso era lo que decían los moretones recientes en su cuerpo.

Debido a ello y quedando la mujer a cargo de sus suegros, Selig fué llevado a la delegación y quedaría bajo custodia hasta que su esposa pueda despertar y declarar sobre los hechos.

....

....

En otro lugar, Craig Whitley terminaba de alistarse para la fiesta de esa noche, oyendo a su abuelo hablar con alguno de los empleados quienes al parecer lo estaban notificando de una tragedia sucedida hace unas horas.

—Abuelo, ¿Qué pasa? —preguntó llegando junto a éste.

—La familia Cuddyer acaba de notificar su inasistencia a la fiesta debido a un problema familiar —contó el anciano, dejando sorprendido a su nieto. —al parecer su hijo mayor le dió una paliza a su esposa y ella intentó suicidarse.

—¿¡Cómo!? —preguntó nuevamente asustado. Pues cuando vió a aquel sujeto algo en él le decía que se trataba del esposo de la mujer que lo salvó.

—Sí hijo, su hijo mayor fue detenido y su nuera está en terapia, tratan de salvar su vida —contestó el anciano —esperemos que sólo sea un mal entendido y... —las palabras del abuelo fueron interrumpidas al ver a su nieto correr a la puerta —...¡Craig! ¿¡A dónde vas muchacho!? ¡Tenemos tú fiesta en unas horas!

A él le daba igual aquella fiesta, sólo quería asegurarse que la mujer que permanecía peleando por su vida, no fuera aquella misma que lo salvó el día anterior.

Una vez se montó en el carro, pidió a su chófer que lo llevara a la clínica que trasladaron a la mujer, pues sabía que las noticias corrían y todos estaban enterados sobre el lugar en el cual ella está.

—Sólo espero que no seas tú, Ángel —decía una y otra vez mientras en su mente seguía imaginándose a esa mujer, su hermoso rostro todo golpeado y ese vacío en su mirada.

No pasó más de media hora cuando llegó hasta aquella clínica y vió el acumulo de personas que habían fuera, tantos periodistas, cómo policías y uno que otro transeúnte.

Abriéndose paso entre la multitud, pudo llegar a las puertas del lugar y oír discusiones sobre lo sucedido.

Como para no, la nuera de una de las familias más adineradas estaba en terapia intensiva, mientras que el hijo de dicha familia estaba en prisión por posibles causas de golpeador.

—Disculpe, quisiera saber como puedo llegar a terapia intensiva —preguntó amablemente a una enfermera, quien luego de verlo de pies a cabeza y de suponer que podría ser familiar de la mujer de las noticias, sólo le indicó la dirección.

Casi llegando al lugar, pudo oír la discusión de una mujer y un hombre, pero aquel hombre no era el señor de la familia Cuddyer, era un médico.

—¡Todo lo que usted quiera, doctor Lowens! Pero nosotros no somos responsables por las locuras de su hija. Ella hizo eso sola y ahora mi hijo está involucrado con medios y policías —dijo la mujer con bastante molestia.

—Señora Cuddyer, conozco bien a Megan y sé que para llegar al punto de atentar contra su vida, tuvo que haber pasado algo —respondió dicho doctor, dejando pensativo a Craig.

"¿Megan? sí, esa muchacha tenía cara de Megan" — Pensó Craig.

—Por favor, basta los dos —oyó decir al señor Cuddyer —lo mejor será discutir el asunto en otro lugar, mi nuera está allí dentro y no quiero que cuando despierte, lo primero que oiga sean las discusiones de sus familiares.

—Concuerdo, síganme —pidió el doctor, dando la oportunidad a Craig para acercarse y ver en dirección a la puerta, dudando si entrar o no.

—¿Señor? —oyó decir detrás de él y volteó encontrando a la misma enfermera que le indicó como llegar —¿Es usted...?

—Sh sh —señaló con su dedo sobre sus labios, indicando silencio —por favor no diga nada —la interrumpió susurrando —necesitó que me haga un favor —añadió mientras sacaba su tarjeta y la mostraba, dejando sorprendida a la mujer, pues no había persona alguna que no conociera a la familia Whitley. —Tengo que ver a la mujer y saber si es alguien a quien estoy buscando, ¿Podría montar guardia por un momento aquí y avisar en caso de que alguien venga? —preguntó amablemente, viendo a la mujer asentir y mostrar su puño.

—Entre, yo vigilaré por usted aquí fuera.

—Se lo agradezco, prometo recompensarla —respondió con una sonrisa.

Luego de cerrar las puertas detrás, Craig camina a la camilla en la cual la mujer se encuentra notando que sí, efectivamente, era la mujer que lo había salvado Solo que su rostro ahora lucía mucho más golpeado que antes.

—Mi ángel... —susurró, acercando sus temblorosas manos al rostro de la joven y tomándola con mucho cuidado, tratando de no lastimarla más de lo que ya estaba —Dios, ¿Qué fué lo que ese bastardo te hizo? —agregó con tanto enojo, notando como ella abría sus ojos poco a poco.

—Ayud.. Ayúdeme —Pidió sin poder distinguir bien el rostro de quien tenía frente a ella —n-no me... N-no me deje con ellos —volvió a decir —p-por favor... —está vez su suplica fué acompañada de una lágrima, lo que conmovió el corazón de Craig, quien asintió una y otra vez.

—Por supuesto que te ayudaré, no dejaré que vuelvan a lastimarte —respondió, viendo la triste sonrisa en el rostro de la mujer, quien cerró sus pesados ojos nuevamente.

Pensando rápidamente en una posible salida para ella, Craig abandonó el lugar y rápidamente se dispuso a hacer llamadas, pidió que en una de las habitaciones de la mansión se instalaran las máquinas necesarias para la joven mujer y así mismo, la ayuda de su amigo para sacarla, quien optó por solicitar la ayuda de un médico confiable y así poder trasladarla a la mansión de los Whitley, lugar en donde nadie podría buscarla jamás.

Pero todavía había un problema, alguien debía ayudarlo a cuidar de ella mientras él trabajaba y no podía dejar a su abuelo tal responsabilidad.

—¡Ya sé! —dijo para sí mismo, dirigiéndose a la enfermera que anteriormente lo ayudó —Señorita ¿Cree poder hacerme otro favor? Prometo que le pagaré el triple de lo que gana aquí.

—A sus órdenes, señor —respondió la joven, viendo a Craig asentir agradecido.

Estando ya el plan en marcha y la ambulancia lista para el traslado, el doctor Penth; quien era amigo de la familia y quien velaba por la salud de don Julio Whitley, se acercó a su colega e informó sobre el traslado de la paciente.

Claro que debían inventar una excusa para que la familia de la mujer no pudiera acompañarla y... ¿Qué se supone que deben decir?

—Lo sentimos, pero necesitamos el máximo tiempo a solas con la paciente a pedido de la fiscalía, ya saben, por si llega a despertar —comunicó Ronald, quien se hacía pasar por enfermero —sólo será un chequeo y traeremos a la paciente de regreso.

—Lo comprendemos, pueden proceder tranquilamente —Respondió el doctor Lowens, quien es padre de la mujer.

Una vez estuvieron fuera del lugar, subieron rápidamente a Megan a la ambulancia, en la cual Craig se encontraba esperándola.

—Ella está prácticamente consciente —informó el doctor Penth —sólo debe asegurarse de que el suero siga pasando la medicación y en unos días estará recuperada.

—Muchas gracias doctor y a usted también enfermera —habló Craig, viendo a la mujer tomar la mano de Megan —ya me encargué de que le abran un expediente en el extranjero y figure como si fuera una paciente allí, por ahora lo mejor es mantenerla lejos de esa familia, no sé cuanto daño más podrán hacerle.

—Yo... Creo que el doctor Lowens no tomó mucha importancia ante el estado de su hija —comentó la enfermera —pues él es médico cirujano y cuando supo que era su hija quien estaba en urgencias, dejó que otro de colega se encargara de ella.

—No se preocupe, yo me encargaré de descubrir qué es lo que está pasando con esa gente —dijo Craig, tomando la mano de Megan y dejando un beso en ella.

No sabía si ponerle nombre a lo que ella provocó en él, pero si de algo estaba seguro, era que no la dejaría en manos de sus posibles verdugos, ya que se ocuparía de solucionar uno a uno los problemas que tiene y dejarla en total libertad, lejos de quien pueda lastimarla.

—Tú me salvaste primero, ahora yo voy a velar por ti —agregó, acariciando suavemente el cabello, hermosamente, oscuro de la mujer.

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