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La Villana Rota

T3. C1. La Era Dorada

Este día cumplía los 13 años.

Parecía ridículo considerando todo lo que había pasado desde había caído en ese mundo, además de que yo particularmente no me sentía de esa edad de ninguna manera. Había dado un pequeño estirón, y a diferencia de la primera vida que había pasado con ese fragmento de alma que había sufrido tanto en mi vida pasada, ahora estaba creciendo de manera correcta, saludable y quizás envidiable según las miradas de las niñas que me veían crecer.

Y lo estaba celebrando de la manera más bizarra posible para mis estándares.

—¡Ahora presentaremos el último de los eventos de este Festival de Invierno, la obra de Teatro “La Era Dorada”! ¡Presentada por el club de teatro dirigido por la profesora Ellyen y desempeñado por sus alumnos, Xadran Athienne y Helaine Zenith!

Los aplausos se escucharon entre los asistentes, pero un pequeño grupo se abstuvo de hacerlo. No estaban ahí por querer, sino porque era obligatorio.

El telón se levantó, iluminándonos a Xadran y a mí en diferentes partes del escenario, separados por una pared que no nos dejaba vernos, cada uno en su propia actuación.

El piano comenzó a tocar su tonada triste, empezando así la obra.

« Dos herederos, dos reinos y un destino enlazado. Un chico cuya familia lo trata como bastardo, sus hermanos mayores siendo los verdaderos hijos de mujeres sin nombre, él siendo el heredero al trono. Por otro lado, una chica que sí es bastarda, maltratada, dejada de lado, pero criada por su madre para ganar poder.

Ninguno deseaba nada en esa vida mas que ser felices y vivir en paz, pero grandes destinos esperaban a ambos. »

Comenzaba el espectáculo, y mientras todos nos veían sin apartar la vista, un verdadero escenario se desarrollaba a nuestro alrededor sin alertar a nadie.

« Mientras las disputas de herencia comenzaban entre ambos, la guerra se desató y el reino del joven príncipe fue asediado ante su evidente falta de liderazgo. El miedo a morir de los príncipes mayores los acorraló a enviar al más pequeño de todos a enfrentarse a la guerra, condenándolo además a morir para su conveniencia, siendo el único con derecho legítimo a la sucesión.

Por su lado, la madre de la princesa fue ejecutada por traición, pues en su intento de ganar poder, atacó a la reina quien quedó en cama por su veneno. Ella fue encerrada en un solitario castillo, condenada a pagar los pecados de su madre. Sin embargo, mientras crecía, todos comenzaron a conocerla como la belleza en la torre, un tesoro secreto codiciado por hombres y mujeres que lograban dar un atisbo a su rostro. »

Entre escena y escena nos llevaban atrás para cambiarnos de ropa o escenario, momento en el que mis nervios, mi emoción e impaciencia lograban hacerme sentir un ramo de emociones que iban de todos los colores. Eso, sumado a la conexión que sentía con Xadran en la cercanía, parecía que podría explotar en cualquier momento. Él también tenía sus propias emociones que se nos combinaban.

« El pequeño príncipe, sin opción, se fue a la guerra, donde inevitablemente perdió la pelea por su falta de experiencia y poder. La traición de sus hermanos rindió frutos, abandonándolo al enemigo sin querer recuperarlo.

El reino de la princesa, en vez de matarlo, al saber que es el legítimo rey y traicionado por su gente, decide recibirlo, educarlo, cuidarlo y eventualmente prepararlo para regresar a su patria… como una bomba de relojería para aplastar al nuevo reino.

Fue instruido en pelea, manipulación, espionaje, cómo controlar un reino y a la vez tirarlo desde dentro. El joven príncipe entonces creció en el reino extranjero mientras la guerra tenía una temporada fría, pero jamás un final. »

Cuando la escena cambió, quitaron la pared que dividía el escenario, y con aquella magnífica magia que en mi mundo moderno no existía, erigieron la torre que sería mi morada. Mientras hacían eso, Lilia, mi nueva criada, vino a dejarme un mensaje tras el escenario.

—Milady, todo está listo.

Una sensación de placer ante un trabajo bien hecho me invadió, agradeciendo a la chica que en su enorme parecido a Asher también era un dulce a la vista.

Me asomé a ver detrás del telón los asientos oscuros del teatro, donde algunas personas comenzaron a levantarse y retirarse tras recibir noticia de otras personas.

El siguiente número comenzó tras ello.

« Durante su estadía en el reino que lo acogió, conoció entonces a la bella princesa en la torre más alejada del castillo, quedando flechado al momento de poner los ojos en su rostro. »

Era por fin cuando comenzábamos a actuar juntos Xadran y yo, y por nuestro vínculo, sentí cómo sus ojos se enfocaban en mí y unos sentimientos de seguridad, firmeza y lealtad volaban hacia mí.

En las últimas semanas, Xadran se había convertido en mi mejor amigo y confidente. El estrés de planear cosas tan grandes al lado de Mikhael me habían absorbido la energía, y pasar el tiempo con el dragón que tenía emociones tranquilas y energía de sobra para compartirme había sido lo único que me mantenía en pie. No sé qué habría hecho sin él, y aprendí a confiar de nuevo gracias a él también.

Al menos lo suficiente, pues aún mantenía una línea pintada por si acaso ocurría lo peor…

« Sintiendo la unión de ser dos marginados de sus familias, excluidos por todos para un dicho “propósito” mayor, ambos jóvenes cayeron enamorados uno del otro. »

En dicha escena, la profesora nos había dicho que teníamos la opción de demostrar simple cariño o si queríamos irnos por la borda, besarnos. Rechacé la última opción, por supuesto, pero pude ver en los ojos de Xadran en aquella ocasión cierta duda en su cara que no quise darle importancia. Parecía ridículo; eran niños aún, no importa si era dragón o no.

« Sin embargo, al ver la familia de la princesa con quién estaba metiéndose el joven príncipe, no dudaron en intervenir inmediatamente. No podían dejar que una bastarda se quedara con alguien tan valioso como lo iba a ser el joven.

Manipulándola para alejarlo de él, comenzaron a tratarla bien, la presentaron a más familias importantes, la hicieron sentirse importante y valiosa. Así pues, ganando su confianza, le prometieron mejores cosas a venir, que viviría una vida miserable al lado del príncipe, que podría tener mucho más poder si hacía lo que su familia le decía. Envenenaron a la princesa con dichas palabras, creando una raíz de oscuridad en su corazón. »

« A pesar de todo, el príncipe le prometió a la princesa huir, deshacerse de sus futuros, ser felices lejos de toda esa podredumbre. Cuando llegó el día acordado, la princesa con ideas frescas de su familia, envenenada y destrozada, negó la partida con su otrora enamorado. Roto del corazón, el joven príncipe lloró a su rechazo. »

Aunque en esa escena los lloriqueos eran comunes en la sala, esta vez había silencio total. Los que quedaban estaban ajenos a lo que sucedía; los que sabíamos qué sucedería teníamos el cuerpo tenso de lo que sucedería.

—Fui hecho para amarla. —Decía Xadran, ahogando las penas del personaje en alcohol. —¿Cómo podría no sentirse de la misma manera? ¿Era todo un engaño? ¿Sus promesas fueron solo agua de mar, aire en el viento?

El momento era uno que podía romperle el corazón a uno que, recién rechazado el amor, no podía encontrar el camino en otro lado.

No podía saber qué se sentía. Nunca había amado a nadie tanto como este personaje en la historia. Y ver a Xadran me hizo preguntarme qué se sentiría tener tal sensación de desconsuelo.

—Me pregunto para qué estaré hecho, sino es para estar a tu lado… ¿acaso vale la pena todo lo que se me ha prometido? ¿Una vida vacía en un frío trono? Pasaré los días sin ti ahora. El cielo ya no parece tan azul… pero cada día te amo, y te amaré más.

El telón bajó, y cuando Xadran volvió a mi lado, sus ojos tenían un extraño brillo. Me veía fijamente, y recordé las siguientes líneas del escenario que venía, pero que no llegaría a completarse. El momento en el que roto su corazón vuelve a ver a la princesa, casada con otro rey de otra nación, triste, amargada y ambos llorando sus propias pérdidas de la mala decisión que tomó esa pobre niña envenenada.

“Mi vida está llena de alcohol y oro, pero no vale la pena sin ti. Mi cama y mi corazón están fríos, pero ahora sabes que siempre te amé.”

La venganza era un plato que se servía frío.

¿Pero, acaso valdría la pena el final cuando nada pareciera iluminar tu vida como lo habría hecho la historia de esos dos?

El movimiento de personas cesó en el descanso, pero ya se veían más caras familiares entre las personas que aquellos nobles de antes. El plan parecía estar funcionando maravillosamente.

« Con su plan formado de hace años, el joven príncipe volvió a su tierra natal, donde se convirtió en un hombre, tirando a todos sus enemigos y al falso rey que coronaba ese castillo manchado de sangre. Ganó el apoyo de los nobles, creó una revolución, regresó al poder de manera triunfal… »

Xadran empuñó su espada, apuntándola al chico que ocupaba el puesto del enemigo del príncipe. Aquella sería la escena en la que él lo decapitaba, pero todo cambió en esos momentos cuando Xadra volteó a ver al poco público restante.

—Los corruptos y los envenenados, los que dejaron a su paso incontables muertes y sufrimiento, los que no se arrepienten de sus actos y viven sobre cadáveres y oro. —Esa fue la señal para todos los ahí presentes bajo nuestras órdenes. —Rindan sus armas, sus fuerzas. Ríndanse y quizás encontrarán una posibilidad de vida.

Salí tras el telón usando el bello vestido que habían confeccionado para mí para el resto de la obra, pero que jamás sería usado para ese propósito.

Todos voltearon a verme extrañados, pero tal y como lo orquestamos, todos los soldados que habían ocupado el puesto de los nobles inocentes desenvainaron sus espadas, apuntándolas a aquellos que aún estaban ahí sin saber qué es lo que habíamos planeado.

Zamira, Arthrea y su séquito. Nobles cuyas familias habían participado activamente en la creación, comercialización y secuestro de toda la operación que se había desarrollado en esa lejana montaña.

De un solo golpe, me deshacía de todos aquellos que me habían hecho mal en esa vida. Todo parecía perfecto a ese punto.

Estiré mi magia por debajo de los pies de todos los presentes, cuidando no atacar a nuestros propios soldados en el proceso.

Gracias a Naïssen había aprendido nuevos trucos con mi magia, y ese era uno de ellos.

La oscuridad no solo eran sombras y ausencia de color. La oscuridad era el vacío del mundo. Absorbía, oprimía, aplastaba.

La gravedad bajo aquellos culpables se duplicó a mis órdenes, así que no tuvieron ni siquiera tiempo de reaccionar cuando las espadas se pusieron sobre sus cuellos, atrapados bajo mi poder aplastante. No pudieron usar magia ni moverse, y gracias a eso, toda aquella misión salió como lo planeamos.

—Para aquellos que no tienen la menor idea de qué es lo que está sucediendo, déjenme darles una breve explicación. —Les dije con una sonrisa, aprovechando el escenario para aumentar mi voz. —Todos aquí han sido encontrados culpables de corrupción, esclavitud y trata de humanos, traidores a la patria y dependiendo de sus respuestas en un extenso interrogatorio, serán condenados a un encarcelamiento temporal, prisión o muerte.

Todo parecía ir de acuerdo al plan. Los soldados colocaron esposas para la anulación de la magia en cada uno de los presentes que estaba incapacitado, aunque una sensación extraña se apoderó de mí.

Como un cosquilleo en la nuca que avisa de peligro, Xadran y yo nos volteamos a ver mutuamente quizás sintiendo lo mismo.

Las puertas al anfiteatro se abrieron entonces de golpe, llenando de luz la sala por los fuegos artificiales que explotaban fuera. En el marco de la entrada estaba Mikhael, usando su armadura blanca con la espada desenvainada en su mano.

—Mikhael. Me alegro de verte, no pensé que fueras a llegar hoy; ahora.

Genuinamente me alegré de verlo. Había ido a la montaña a limpiar las cuevas personalmente acompañado de Asher y Raya, y el que estuviera de vuelta sano y a salvo significaba que todo había salido bien y podríamos dejar pudrir a todos los culpables en las celdas por mucho tiempo…

Excepto que alzó la espada en mi dirección y un rayo de luz se disparó a mi dirección como una espada dorada imitando la de acero.

Xadran me quitó del medio únicamente por instinto, dejando detrás de mí justo donde estaba un agujero en la tela que atravesaba todo hasta la pared de atrás. El telón entonces prendió en llamas rápidamente, a lo que la gente de atrás comenzó a gritar y asustarse pidiendo agua o alguien con magia que lo apagara.

A mi desgracia, ese momento me desconcentró lo suficiente para debilitar mi magia, dejando que algunos de los que estaban a punto de aprisionar se liberaran de las cadenas y explotaran de magia.

Zamira fue la primera que se liberó, echando para atrás a todos los guardias que la habían rodeado con una terrible ráfaga de luz y calor. Xadran me protegió con su cuerpo, y noté pronto un olor a quemado proviniendo de él.

—Gah, joder eso quema diferente a Veothus. —Se quejó soltando mi cuerpo, levantándose y ayudándome en el proceso.

Zamira nos dedicó una mirada de odio junto con Arthrea, pero en vez de atacarnos, ella solo hizo una barrera de luz y así como así, se esfumó frente a nosotros... ¿Acaso acababa de usar la velocidad de la luz? Según había estudiado, eso era solo de magos realmente capaces. Tenía que concederle que la había subestimado, pero eso solo me hizo enojar porque se había llevado justo a la mocosa que yo quería.

Me levanté con ayuda de Xadran, volteando a ver con odio a Mikhael que me regresaba el sentimiento.

—¿¡Cuál es tu problema!? —Le grité a través del escenario, y él solo respondió con otro mandoble de su espada que envió una hoz de luz a nuestra dirección, pero ahora lista para él, hice una rajada de oscuridad que bloqueó y rompió la luz en miles de pedazos desordenados al aire, que rompieron la pared, el techo y otros lugares que pronto se encendieron en llamas.

—Zenith. —Su voz cargaba tremendo odio que nunca había sentido de él en el pasado. Si antes no nos soportábamos solamente por ser como gatos y perros, Zenith y Helios, ahora parecía que yo era su enemigo jurado, y eso me confundía. —No sé qué esperaba de ti, pero definitivamente no que fueras ese tipo de persona. No que me mintieras o que te burladas de mí, por no hablar de tu traición.

—¿De qué hablas? —Realmente no lo comprendía. Parecía demasiado molesto; cegado por la ira, tanto que comenzó a atacarme de nuevo al ver mi confusión.

—¡Ni siquiera intentes defenderte! ¡No debí esperar nada de ti! —Otros dos ataques volaron a mi dirección, y yo los rechacé a duras penas porque no podía convencerme de lo que estaba sucediendo o de lo que estaba pensando Mikhael.

—¡Mik! —Su apodo se me salió accidentalmente, o quizás era un intento inconsciente de apelar a su simpatía. —¡Detente, no sé de qué estás hablando! —Intenté entrar en razón con él, pero parecía ser inútil.

—¡Montañas de pruebas, Evelyne! ¡Todo lo que encontré, todo!

—¡Todos, despejen el área! —Gritó Xadran a los soldados que estaban siendo víctimas de los ataques colaterales entre ambos, y vi cómo el lugar comenzaba a despejarse mientras Mikhael comenzaba a acercarse para atacarme.

—¿¡De qué hablas, Mikhael!? —Volví a repetir, pero ahora mi defensa fue un ataque. Con un movimiento de mi mano, una mano oscura salió del suelo e intenté darle un puñetazo, pero él reaccionó rápidamente. Entrenado para pelear, solo agitó la espada en dirección a mi oscuridad, desvaneciéndola como jirones de humo como si hubiera sido quemada. Pero yo no me detuve ahí, invocando otras dos manos que lo atacaron y una de ellas logró golpearlo por la espalda.

—Tsk. —Alzó una mano para dispararme un rayo de luz como un látigo, lo que esquivé por poco agachándome, pero cuando el látigo regresó de nuevo, el que recibió el golpe a mi sorpresa fue Xadran, que lo detuvo con la mano limpia que humeó y olió a sangre hirviendo. Un olor nauseabundo si me preguntan.

—Helios, tienes solo 10 segundos para explicarnos por qué demonios atacas a Evelyne o te juro que no verás a ver tu preciada luz del día. —No sé qué le había picado a Xadran ahora, pero sus amenazas y su instinto de protegerme me abrumaban. Sentía que nuestro vínculo se estaba agrandando todavía más y notaba su enorme lealtad a mí. Su necesidad de mantenerme a salvo rivalizaba con un sentimiento de odio hacia el príncipe por siquiera atreverse a tocarme un cabello, al igual que un sentimiento… que no quise ver.

—Esto no te incumbe, excusa de dragón. —Le espetó Helios, que retrajo su látigo de luz, sin dejar de verme a mí.

—Sin embargo, yo también quiero saber de qué estás hablando. —Agregué colocándome a la espalda de Xadran, cuyos instintos protectores me invadían y no atrevía a dar un paso más allá.

—¿De verdad? —Su pregunta burlona y despectiva me hicieron dudar de mí misma. No sé qué había hecho, pero tenía la impresión de que había sido algo muy, muy malo… —Obsérvalo por ti misma entonces.

De su saco me tiró a los pies un montón de papeles. Eran las compras y ventas de todos los esclavos, desde dónde los capturaron hasta sus compradores. Pero encima de todo eso, mi nombre venía plasmado en todos y cada uno de ellos como beneficiaria de cada transacción.

No solo eso, en todos venía mi sello de aprobación.

El mismo sello que hace una semana había perdido.

Me habían inculpado.

—Todos parecían conocerte, “señora Zenith”... ¿O debería llamarte Yami? —Eso me congeló las palabras. ¿Cómo lo había averiguado? Y es que su expresión de traición absoluta me dolía mucho más que sus acusaciones. Después de que el último momento que habíamos compartido como tal había sido tan agridulce, ahora dolía que se enterara de esa manera.

Y por encima de todo, mis emociones fluyeron hacia Xadran, quien comenzó a formular sus propias conclusiones al parecer. Estaba sintiendo un mar de celos venir de él.

—¿C-cómo…?

—Debiste estarte burlando todo el tiempo de mí, ¿cierto? Cuando te contaba todo lo que me pasaba. Cuando confié en ti. Y peor aun cuando te dije… —No debía mencionar lo que habíamos hecho apenas hace unos días para saber a qué se refería. —A este punto no sé quién eres, Zenith. Pero ten por seguro que no eres ni mi aliada, ni mi amiga. No serás nada de mí más que una pila de cenizas. Y no creas que me lo estoy inventando todo, pues lo escuché desde una fuente demasiado confiable. —No me lo habría creído si no hubiera sido porque ella me lo confirmó todo.

Apuntó con la espada hacia la entrada, donde la persona menos esperada cruzó la puerta encadenada, golpeada y bastante maltrecha.

—¿Mona? —Elevé una ceja, sorprendida de verla ahí. No la había visto en días porque la había mandado a un recado importante, pero ahora mismo no comprendía nada de nada.

Ella me vio con ojos llorosos, con expresión triste.

—Así que solo vengo a terminar de eliminar a los traidores… empezando por la víbora que trabajó todo tras las sombras. —Sus ojos se iluminaron de dorado cuando dijo eso, y con una rapidez inigualable, se abalanzó hacia mí con la espada empuñada en ambas manos con intención asesina.

Solo vi cómo sus ojos dejaban una línea de oro a su paso, queriendo acabar con mi vida en esos instantes…

Pero ocurrió entonces lo verdaderamente inesperado.

Con un tirón de mi pecho como nunca lo había sentido que me dejó sin aire, el mundo se oscureció ante mis ojos. Sentí un empujón que me tiró al suelo.

¡¡CLANK!!

Solo pude ver cómo Mikhael volaba al otro lado por el impacto devuelto, y no golpeó la pared solo porque un destello verde apareció justo a tiempo para evitarle el golpe. Thresh ya estaba ahí, viendo lo que a todos nos quitó el aliento.

Me di cuenta entonces que la oscuridad no había sido en mis ojos, sino enfrente de mí.

Creciendo cada vez más en tamaño y envergadura, dos alas negras y coriáceas se extendieron a cada lado llenando todo el teatro. La cola no me golpeó por poco, pero sí pasó cerca de mi enorme y pesada.

Con un estridente rugido, Xadran se transformó por fin en un gigantesco dragón negro.

Con un escalofrío, recordé aquella visión tanto tiempo atrás cuando había tocado el libro que me había dado el director.

Una cuchilla dirigida a mí empuñada por Mikhael y las fauces abiertas de un dragón negro.

No había sido el pasado lo que había visto en esos momentos, sino el futuro...

Excepto que no detectaba ninguna emoción fija venir de Xadran.

Solo había locura, enojo y dolor. Estaba vuelto loco.

T3. C2. El cumpleaños de la Reina (dos semanas antes)

Si no fuera por la necesidad de buscar información, ni siquiera hubiera asistido a ese evento.

El cumpleaños de la Reina Katherine era una fiesta tremendamente exclusiva y una difícil de conseguir invitación. Solo los primeros invitados podían extender otra invitación que solamente implicaba traer a su acompañante. No todos llevaban un acompañante, así que aproximadamente la cantidad que asistía era de 70 personas en el salón.

Mikhael solo era invitado por cortesía, pero se sabía que él no era uno de los asistentes comunes de dicha fiesta.

Por eso fuimos el foco de atención cuando llegamos, enlazados del brazo con total familiaridad como si nos conociéramos de siempre.

Estoy segura de que si hubiera ido como Evelyne habría sido el escándalo del siglo, pero por eso es que ahora usaba mi viejo rostro como Yami. Por lo menos así solo me veía como una extranjera que llamaba la atención, no una enemiga de los Helios como un conejo rodeado de lobos.

—Debo admitir, Su Majestad, que rivaliza fuertemente con lady Zenith al momento de hacer un escándalo o llamar la atención. —Le susurré mientras caminaba con él por el salón, recibiendo algunas forzadas inclinaciones o solo miradas de reojo. Sabía que la mayoría de los comentarios eran referidos a mí como la elección de Mikhael.

—Aunque me ofende el comentario, lo tomaré como un cumplido, lady Morozova.

Sonreí divertida. Cuando no nos estábamos peleando como Zenith y Helios, de hecho podía ser divertido pasar el rato con él. Era un poco triste que tuviera que usar la máscara para ello.

Pasamos hasta el frente del salón bajo los tronos donde el Rey Evan y la Reina Katherine estaban para presentar nuestros respetos y regalos, pero en vez de una cálida bienvenida, la Reina me vio con la ceja levantada, observándome de pies a cabeza con decepción.

—Mikhael. Esto es una verdadera sorpresa. ¿Se te acabaron las excusas para saltarte mi banquete, o vienes a presumir de tu… compañía?

Le dediqué una reverencia respetuosa, con la sonrisa más falsa y fría que pude formar.

—Reina Katherine. —La saludé haciendo caso omiso a su mirada. —Me parece que es la segunda vez que la veo en persona, pero hoy por fin es de cerca. Quizás debería pedirle a Su Majestad el príncipe que me invite más seguido para ver a su magnanimidad…

—No todos gozan de los mismos privilegios dentro de sus diferentes estratos sociales. ¿Qué te haría diferente de todos los demás para abusar de tus oportunidades?

Me dio un tic en el ojo. Afuera de su castillo se volvía una persona que podía fingir que le importaba el pueblo, pero dentro de sus paredes privilegiadas realmente sacaba a relucir la basura que era.

—Su Alteza. —Interrumpió Mikhael cuando notó que yo iba a responderle algo peor. —Lamento no haber venido en un par de años a su fiesta. Me temo que siempre cae en fechas ocupadas para mí. Pero puedo prometerle que mi regalo puede compensarlo.

El Rey parecía algo divertido, pero nos vigilaba a los tres con ojos de tigre a punto de entrar en cualquier momento a la conversación si algo se ponía violento.

Detrás de nosotros, los sirvientes de Mikhael trajeron varios regalos para la Reina, abriéndolos a ojos de todos para presumir de sus contenidos.

Joyería comprada de las subastas, vestidos confeccionados de la más alta calidad que se vendían en el mercado negro y cuadros que fueron bastante difíciles de conseguir si hablamos de la fortuna que nos costó a ambos.

Varios nobles a nuestras espaldas se removieron incómodos, hablando entre ellos a susurros inaudibles señalando discretamente algunas de las cosas presentadas. Eso delataba bastante quiénes eran los que asistían a las subastas, pues reconocían aquello que habían luchado por conseguir en su momento y les sorprendía que el príncipe los tuviera.

—Si no supiera mejor, diría que has asaltado la bóveda de alguien para conseguir todos estos regalos valiosos. —Dijo la Reina con ojos críticos viendo todo lo que le presentaba. —¿Dónde los has conseguido?

—Ja, no he asaltado ningún lugar para conseguirlos. He buscado y ahorrado mucho tiempo para reunir todo esto. Y son todos los regalos acumulados por los años que no he podido asistir.

La Reina le echó una peligrosa mirada a Mikhael, pero solo abrió su abanico y tapó su rostro para no delatar ninguna emoción.

—Me dejas intrigada. Varios de estos regalos mantienen un valor histórico muy peculiar. Insisto en saber de dónde los has encontrado…

Definitivamente sabía algo. Y yo sabía que sí, pero Mikhael no había estado convencido hasta esos momentos de ello. Un golpe de realidad de que su familia estaba más metida en toda esa podredumbre de lo que él pensaba. Tan puro era que no quería creerlo.

—Oh, que no te obligue a revelar los lugares de donde sacas tan valiosos regalos, hijo mío. El secreto es parte de un presente y Katherine quizás debe aceptarlo. —La gente se quedó callada ante sus palabras, y la Reina lo volteó a ver con ojos que podían rivalizar a un demonio. No estaba feliz que su esposo le estuviera dando prioridad a su primogénito por encima de ella. —Dejémoslo así, disfruta de la comida y bebida. Tengo más interés en conocer a tu acompañante que no he visto desde hace casi un año. No creas que te he olvidado, jovencita, pero no esperaba verte dos veces en un baile de renombre de la mano de Mik.

Mik. Volteé a ver a Mikhael, quien solo me echó una mirada rápida.

—Me halaga que me recuerde, Su Alteza. Sería todo un honor tener el placer de charlar con usted.

Era demasiado extraño hablarle con respeto al Rey Evan. A mi padre probablemente le estarían zumbando las orejas ahora mismo.

Hizo un gesto aprobatorio con la cabeza, y la reina solo nos echó una mirada fría mientras nos alejábamos de los ojos de todos. Mikhael entonces me puso una mano en la cintura, acercándome a él en un gesto que detecté como posesividad.

—Sé que le respondiste así por respeto y cortesía, pero no hables con él. No hables con nadie de aquí sola. —Me susurró con palabras duras, demasiado cerca a mi oído que logró pasarme un escalofrío por todo el cuerpo.

—¿Acaso tiene miedo de que lo cambie por alguien más, Su Majestad? —Le respondí de vuelta, queriendo jugar con él por esos momentos en los que solía actuar con miedo o ansiedad. —¿O es que tiene miedo que me hagan algo? Creo que no debo recordarle que me puedo cuidar sola perfectamente bien.

No habría sido mi intención, pero en el momento que le dije eso, él volteó sus ojos hacia mis labios, quizás recordando el hecho de que mi dieta obligada se podía reflejar en mis colmillos ahora mismo ocultos.

Cuando había hecho el trato con él como Evelyne, le había pedido que perdonara los crímenes de Yami, lo que hablaba por supuesto de las ocasiones en las que había tenido que mantenerla viva al absorber la vida de otras personas. No era una manera honesta de vivir, pero aún no podíamos resolver ese tema ella y yo. Había algo más que todavía no sabíamos sobre el por qué tenía que sobrevivir de esa manera.

A pesar de haber descubierto ya tantas cosas sobre mí misma, parecía que aún seguían acumulándose preguntas sobre preguntas y había una terrible escasez de respuestas detrás.

—¿Tanto te gusta torturarme para decirme todas esas cosas, Morozova?

—Quizás solo sea el hecho de que siempre que lo hago, respondes tan directamente a mis provocaciones. —Le admití dejando que mi lado de “Yami” ganara sobre mis personalidades. —Olvido que eres un príncipe cuando pareces tan desesperado por perder mi favor.

—Realmente me molesta ver que pienses que tienes algún poder sobre mí, Yami. —Dijo con una expresión más dura y molesta, pero eso solo me hizo sonreír.

—Eso solo ejemplifica mejor que sí lo tengo, Su Majestad.

Le vi una minúscula sonrisa en su rostro, pero fue opacada cuando el primero de los invitados se nos acercó para charlar con nosotros. No es lo que habría preferido, pero teníamos que hablar con la gente. Estábamos buscando pistas sobre cuántas personas y quiénes estarían involucrados en las subastas, y para desgracia de Mikhael que conocía a todos ahí y algunos de ellos incluso lo apoyaban, todo lo había guiado hasta ese lugar.

Aunque yo sabía quiénes eran los culpables, no podía señalárselos libremente o me vería demasiado sospechosa, pero sí podía aventarle un par de pistas en cada charla que hacía.

—Su Majestad, qué agradable verlo asistir a una de estas fiestas.

—Lord Hifan. —Saludó Mikhael, que puso su mejor sonrisa fingida. Casi le creo que estaba sonriendo de verdad. —Qué tal, quería felicitarlo sobre su reciente éxito en su negocio de algodón. Escuché que últimamente ha podido incrementar su producción.

Él era uno de los principales sospechosos precisamente por eso. Del día a la noche había adquirido tantos trabajadores y un artefacto especial que le ayudaba a la producción de sus plantas que había llamado la atención de todos cuando investigábamos. Resultó ser que había comprado tierras separadas a las que tenía formalmente escritas en papel y no había hecho un reporte sobre qué estaba haciendo en ellas. Cuando mandamos gente a investigar, había esclavos trabajándolas bajo la mirada atenta de los guardias de Hifan.

—Oh, le agradezco sus palabras, me parece que esta vez los dioses se apiadaron de la tierra y nos ha dado muchos nutrientes, no sé cómo más explicarlo, solo he tenido suerte.

Basura mentirosa.

—Ya veo, parece que a algunos se los tiene en gracia.

—Oh, es muy amable, Su Majestad… quería preguntarle un poco sobre los regalos a la Reina. Son bastante exquisitos, a pesar de que Su Alteza no haya querido admitirlo. ¿Puedo preguntar dónde los consiguió? Quizás pueda conseguir algo similar, que el cumpleaños de mi hija se acerca.

Sus ojos no dejaban el cofre de joyería de la Reina mientras decía eso.

—Oh, si le soy honesto, la verdad es que no sé exactamente de dónde, mi hermosa compañía aquí fue la encargada de conseguirlo. —Dijo fingiendo demencia, algo de lo que habíamos acordado para hacerlo parecer “torpe” y que los nobles se confiaran en tratarlo como tonto.

—¡Oh! Entonces qué buen gusto tiene su acompañante… eh…

—Yami Morozova. —Respondí en un saludo cordial, con una pequeña reverencia. —Su Majestad me había contado maravillas sobre las fiestas de la realeza. Tuve que convencerlo que me dejara venir.

El hombre me dedicó una mirada extraña. Parecía querer decir abiertamente que ni siquiera debería de estar ahí, pero no se atrevía con Mikhael a un lado. Las únicas personas que podían decirme algo era la Reina y el Rey, y la primera lo había hecho sin resultados y el segundo me había defendido de ella. No podían decirme nada directamente.

—Oh, uhm… estoy seguro de que habrá otras ocasiones en las que pueda asistir a estos eventos…

—Qué amable. Quizás entonces pueda conseguirle algo similar a los regalos que recibió la Reina. Estoy segura de que un regalo de ese nivel podría alegrar a cualquier joven que lo reciba. —Insistí por ese lado, haciéndolo olvidar casi de inmediato que yo venía de un origen desconocido. —Espero que pueda aceptar mi ayuda para ello.

El hombre me lo agradeció y fingió que no había pasado nada. Eso terminaba con el primero y había muchos más por seguir.

Así comenzaron las charlas y las preguntas de respuestas sutilmente incriminadoras. Pudimos confirmar varias cosas dándole vueltas a las conversaciones con preguntas que se repetían y charlas un tanto cíclicas, todo con la intención de hacerlos cometer errores en sus respuestas. Era un truco que utilizaba la policía del viejo mundo que recordaba, y funcionaba de las mil maravillas en ese en el que no existía tal método y por lo tanto nadie sabía realmente defenderse de ello.

Mikhael parecía maravillado de mi método. Tanto que no le importó en absoluto que los nobles lo trataran de tonto si eso ayudaba a que se creyeran todas mis falsas palabras y ellos sacaran sus sucias verdades.

Lo increíblemente extraño fue encontrar al profesor Mark Luden entre los invitados, de la mano de una preciosa chica de apariencia inocente y enamorada. No sabía que ese hombre estaba dentro del círculo de confianza de la Reina.

—Profesor, no me esperaba verlo por aquí. —Mikhael vociferó mis pensamientos, pues ni él ni nadie sabía aún que yo era Evelyne. No podía delatarme ahí. —No sabía que conocía personalmente a la Reina.

—Su Majestad. —Su saludo fue mas modesto con solo un corto ademán de la cabeza, y terminó por observarme a mí con curiosidad. —Tal parece que la Reina y su humilde servidor tenemos alguna historia pasada juntos antes de que ella fuera la madre de esta nación. Quizás solo fue por buenas relaciones que recibí su invitación nuevamente. —Se encogió de hombros como si conocer a la Reina fuera cosa de nada. —Y milady. Me parece que no tengo el placer de conocerla, pero de algunos aquí escuché que ya había asistido a uno de estos eventos, pero en el lejano norte.

Había preguntado por mí. No sé si eso era bueno o malo en su caso particular. No me había dado la mejor de las impresiones en clase, y ahora que estaba ahí me daba una vibra peor.

—Yami Morozova, encantada. —Tuve que dar mi mejor impresión de conocerlo por primera vez, dándole la mano para que la besara como era la costumbre. Pero fue mi error darle aquella donde se encontraba mi anillo puesto, y lo pensé mucho después cuando sus ojos se quedaron en él al separarse de mí.

—Un encantador anillo que posee. He estado escuchando entre conversaciones que usted fue la que consiguió la mayoría de los regalos que Su Majestad el dio a la Reina. ¿Ese es uno de los mismos que usted consiguió?

El tipo era un experto en runas y artefactos. ¿Cómo se me había ocurrido darle la mano donde tenía uno?

—Es una reliquia familiar. —Mentí escondiendo los dedos al agarrar el brazo de Mikhael, quien pareció detectar la tensión en mí rápidamente, porque interrumpió la conversación antes de que empezara.

—¿Y cómo es eso sobre que conoce a la Reina desde antes? —Indagó acertadamente, llamando la atención de Mark con rapidez.

—¿Mh? Oh, no es nada especial ni significativo, pero en su tiempo era uno de los mayores… fanáticos de la Reina cuando ésta era soltera. —Dijo riendo con suavidad, pero eso me hizo preguntarme cuántos años tendría realmente si es que eso era verdad. Ninguno se veía realmente viejo. —La cortejaba bastante, pero al final el ganador del certamen fue nuestro Rey Evan. Y supongo que nadie puede competir contra eso, no tengo ningún rencor al respecto.

—Una curiosa historia para servir como razón suficiente para una invitación. —Comentó Mikhael demasiado directo, pero Mark no pareció ni siquiera molesto por esa indagación.

—Oh, yo me digo lo mismo, pero parece ser que la Reina aún guarda algún cariño o buen recuerdo de mí. Nunca tuvimos malentendidos y siempre nos llevamos bien como amigos. ¿Quién sabe? No es necesario ser un fuerte socio comercial para estar invitados al cumpleaños privado de la Reina.

Cuando dijo eso nos vio uno después del otro, como evidenciando que eso tenía bastante verdad si estábamos los dos ahí. No veía errores en su lógica, pero tampoco podía quitarme la sensación de que él ocultaba algo más.

—Supongo que tiene razón. Es solo que es un tanto… inusual, es todo.

—Algún día se dará cuenta que debe cumplir con su deber, pero tampoco querrá dejar ir a sus buenas amistades de estos jóvenes años. —Sus ojos viajaron a mí, y su sonrisa se volvió extrañamente comprensiva como si estuviera teniendo pena por mí. —No se preocupe, no se quedará nadie solo, le aseguro.

Antes de poder preguntarle más sobre a qué se refería, los aplausos nos rodearon cuando el Rey y la Reina bajaron de su estrado para dar comienzo al baile. El suave vals dio comienzo y lamentablemente por etiqueta debimos acercarnos a la pista de baile también. Mientras los regentes daban vueltas en su organizado baile, mis ojos viajaron a la otra pareja familiar invitada. Zamira y Zimael veían a sus padres para medir el momento indicado para pasar a unirse, pero los ojos del segundo se desviaron un momento a nosotros.

No sé por qué razón pareció sorprendido. Ensimismado, quizás. Lo ultimo que necesitaba era otro Helios sobre mí.

Pero no pasó a mayores cuando fue nuestro turno de bailar, y los tres pares de familiares pronto estuvieron dado apertura al baile. Poco a poco todos fueron uniéndose y el salón terminó lleno de parejas bailando. Esta vez no hice mucha conversación con Mikhael, sumidos ambos en nuestros pensamientos de todas las charlas de esa noche.

Parecía sorprendente cuántas personas estaban involucradas en ese horrible negocio de esclavitud, siendo su menor contribución la compra de artefactos mágicos de la compañía de los Molten y la más grave el apoyo directo a la construcción de la montaña o a la secrecía de la misma.

Lo más intrigante era que esa fiesta estaba dedicada a la Reina y todos eran cercanos a ella de una u otra manera, lo que realmente añadía bastante a las sospechas que la involucraban.

Pero por el rostro turbulento de Mikhael, creo que estaba más preocupado por qué papel tendría su padre en todo eso.

Después de todo, el Rey siempre lo había apoyado, cuidado y dado mucho apoyo para que él fuera el príncipe heredero. Pero en este caso, parecía que incluso el Rey podría tener mano en todo eso. O por lo menos saber al respecto, pero no hacía nada por evitarlo.

Entendía perfectamente su actual posición. Saber que tu familia solo son un montón de traidores que nada más te usan y mienten y hacen cosas a tus espaldas para al final desecharte.

Entonces tuve un flashback de algo que no recordaba de mi vida pasada en ese mundo.

Del final.

Mikhael estaba frente a mí, luciendo tan brillante, guapo y sereno como siempre, pero tenía ahora una mirada de tristeza absoluta. De la mano de esa víbora de Arthrea, sus ojos no dejaban los míos. Parecía que eso no era lo que quería realmente, pero no podía hacer nada al respecto. Después de tantas noches juntos hablando, de tanto tiempo que pasamos solo siendo las marionetas de alguien más, de saber que ninguno podía manejar su destino, pero al menos estábamos juntos en eso… No parecía querer verme morir.

Pero no pudo hacer nada por detener la hoja que cortó mi cuello.

Y aun así, hubo lágrimas en sus ojos por mí.

Tropecé un poco teniendo la mente en otro lado, pero Mikhael logró atraparme a tiempo para no caer.

—¿Yami? —Sus ojos se fijaron en mí, con esa misma melancolía y tristeza de antes, pero que hasta ahora no me había percatado que estaban ahí. Que siempre lo estuvieron. —¿Estás bien? ¿Quieres descansar? Ya bailamos nuestro turno.

Parpadeé viendo nuestros alrededores, donde la gente ya comenzaba a salir del baile para tomar algunos bocadillos y beber agua para recuperarse. Solo asentí distraídamente, siguiéndolo entre la gente con su mano sosteniendo con firmeza la mía. Aquello me llamó la atención.

Tuve otro extraño flashback, en el que no estábamos en un baile, sino en un bosque en la espesura de los jardines del palacio. La emoción se apoderó de mí ante la expectativa de lo que íbamos a hacer en solitario, y al levantar la vista a Mikhael, no era él quien me regresaba la mirada…

Era Azrael, quien me regresaba la mirada llena de amor, emoción y gozo.

Entonces la realidad volvió a mí con un escalofrío.

No. No estaba en ese lugar. No estaba en ese tiempo.

Ahora era Evelyne, no Yami la que tenía las riendas.

Pero me di cuenta entonces qué habían hecho esa noche, y por qué ahora existía yo. Por qué aún había sangre de la sacerdotisa de la luna viva, pero había sido demasiado poca en ese entonces para decir que seguía existiendo.

“¿Y no consideraste mencionar ese pedazo de información antes, Yami?”

¿Y por qué debería? No te afecta en nada. La sangre ha sido diluida demasiado con el tiempo. Y solo necesitas saber que la línea de sangre siguió.

“Igual que tu tonta atracción hacia los Helios. Nos vas a tirar por la borda.”

Mi pelea con mi segunda personalidad solo se desarrolló en mi cabeza, pero apreté la mano de Mikhael con fuerza y él volteó a verme con extrañeza, alejándonos de la multitud para hablar en privado.

—¿Qué ocurre? —Mikhael parecía preocupado ahora. Lo que no ayudó a que mis personalidades se pusieran en orden respecto a sus sentimientos. Yami aún era presa de la atracción irremediable a los Helios y no comprendía porqué. Con todo lo que le habían hecho, debería odiarlos a muerte.

—No es nada. Solo…necesito descansar un momento. —Admití con la mano en la cabeza, intentando no pensar en que aún me tenía agarrada de la mano.

—Está bien… no quiero presionarte, pero aún te necesito, Yami. Aún no puedo dejarte ir. —Sus palabras fácilmente podían ser malinterpretadas, pero su rostro ansioso viendo a la gente a nuestro alrededor le daba un claro significado. —¿O es que acaso necesitas…?

Se tocó el cuello y entendí lo que quiso decir. Y logró ofenderme un poco.

—No soy solo un monstruo que busca sangre, Mikhael. —Le dije enojada, soltando su mano con un poco de más agresividad de la que pretendía. Él solo se removió incómodo, apenas percatándose de lo que había dicho que era un tema sensible entre los dos, pues él había querido ponerme tras las rejas.

—Lo siento, no pretendía…

—Milady, ¿me permite esta pieza? —Nos interrumpió Mark Luden, apareciendo casi de la nada y sin su compañía de antes. Me ofreció la mano, con una sonrisa demasiado… serena. —Me haría muy feliz, pues tengo el interés de conocerla más, y mejor.

Un escalofrío me pasó por la espalda, pero tras un vistazo a Mikhael, sonreí de manera cordial y acepté su ofrecimiento.

—Por supuesto, lord Luden…

Vi cómo el rostro de Mikhael cambió como si hubiera usado una máscara. Se ensombreció, mostrando una expresión de piedra que no pude definir.

T3. C3. Como Cenicienta

—Debo admitir que, de no haberlo visto con mis propios ojos, no me habría creído los rumores. —Comenzó Mark con una sonrisa de satisfacción hacia sí mismo. —Una chica que llama la atención del joven príncipe. Hubo comentarios al respecto aquí en el centro cuando sucedió en el norte, pero no me esperaba que fuera verdad. O que fuera tan hermosa, milady.

El baile comenzó con esas palabras, y tras una marcada reverencia como lo indicaba la danza, el profesor de runas me atrajo hacia él con demasiada confianza.

—Me halaga, milord. No creí generar tal nivel de interés entre la gente en este reino…

—Oh, pero lo hace. Una belleza tan peculiar como usted no se encuentra en ningún lado. Pero no creo que sea poque usted es extranjera o algo así… —Con un escalofrío, aquel hombre recorrió mi espalda hasta el hombro y lo recorrió por todo mi brazo hasta la mano, donde me la tomó con firmeza y la acercó a sus labios, donde sonrió al pegarla contra su piel justo donde estaba mi anillo. —Sino porque usted se creó a sí misma.

Bueno, al menos no era solo un charlatán en cuanto a runas se trataban, pero eso no me hizo nada feliz.

—No sé a qué se refiere, milord. —Dije intentando fingir demencia, pero quitándole mi mano de su agarre. —Pero apreciaría que no abusara de la cercanía del baile para tocarme así.

—¿Oh? Pero no pareció tener problemas cuando era el príncipe haciéndolo. Según escuché, se puso muy… cariñosa con su joven Majestad cuando lo conoció.

—No hace falta mencionar que es por lo menos 20 años más joven que usted. —Aquello no pareció hacerle gracia, porque rápidamente cambió a una expresión enojada cuando mencioné aquello. —Y la química fue inmediata, a diferencia de alguien que solo llega a hacer declaraciones sin sentido ni fundamento. Me parece que se adelanta a las conclusiones con demasiada rapidez, milord.

Su rostro enojado cambió de nuevo con bastante rapidez, levantando una ceja con curiosidad sin dejar de verme.

—Jm. Me recuerda a alguien que conocí. Quizás, en efecto, me adelanto a los hechos y eso puede morderme la mano después, pero al menos aprendo de esos errores. —Sonrió como si hubiera descubierto algo, y seguramente lo había hecho. Me puse nerviosa de inmediato. —Espero que usted haga lo mismo, señorita. Y espero que sepa evaluar sus opciones con más cuidado de igual manera, antes de dar un paso en falso…

Antes siquiera de que se acabara la canción, Mikhael ya estaba ahí, arrebatándole la intención de seguir bailando conmigo a ese hombre y a cualquiera que pudo haber hecho una fila para conocerme.

—Me temo que quiero a mi pareja de baile de vuelta, profesor. No la tendré toda la noche, quiero disfrutar de su breve compañía.

Tardé un segundo en comprender lo que estaba ocurriendo, y cuando lo hice, no pude evitar soltar un minúsculo bufido.

—Lo siento, milord. Me parece que no tengo otra alternativa más que obedecer a Su Majestad. —Tomé la mano de Mikhael, quien me la regresó con un apretón un tanto cariñoso, pero como si fuera a escapar en algún momento.

—Entonces los dejaré a que disfruten su mutua compañía, pues la juventud se va en un parpadeo, aunque no lo parezca. —Nos dedicó una reverencia muy educada, alejándose hasta desaparecer entre la gente. Me dejó un mal presentimiento verlo irse, pero no lograba realmente darle en el clavo a la razón por qué.

Pero no pude pensar mucho en ello cuando Mikhael me alejó de la pista jalándome de la mano.

—¿Qué ocurre? —Le pregunté con curiosidad. Si no estaba malinterpretando nada de él, lo que había detectado antes habían sido celos. Aunque una parte de mí se alegraba, otra quería rechazarlo. Era un continuo ir y venir de sentimientos cuando se trataba de él.

—Descubrí algo…

Oh.

Era algo de la investigación.

Qué tonta.

Se me salió una risita de vergüenza sin querer, que por suerte no vio.

Me llevó hasta una de las salidas al jardín, donde la luna estaba alta en el cielo y la tranquilidad se respiraba en el aire a comparación del caos de ruido dentro del salón. La caricia de la luz lunar me revitalizaba, pero noté que mi corazón también comenzó a latir como loco. Selene parecía notar a quién tenía a un lado, y era molesto.

Me obligué a respirar profundo para calmar esa carrera de latidos, manteniendo la cabeza lo más fría posible.

—¿Aquí no nos escucharán? —Intenté hacer una conversación muy banal cuando nos detuvimos, y revisé a nuestros alrededores que en efecto no había nadie presente ni espiando. —¿Qué descubriste?

Luego es que me di cuenta de que Mikhael ni siquiera había volteado a verme. Tenía la cara oculta por su mano en una expresión de alguien que le molesta o se arrepiente de algo.

—¿Mikhael? —Le llamé ahora confundida. ¿Quizás había descubierto algo muy malo?

—Lo siento… —Soltó lentamente, pasando su mano por su cabello lo suficiente hasta despeinarse y dejar una agradable vista a los ojos de su rostro. —No debí interrumpirte, quizás estabas sacando buena información del profesor Luden…

—Eh… no realmente, de hecho, comenzaba a incomodarme su conversación. Parecía querer cambiarme de bando o algo así…

—¿Y qué le dijiste?

Su expresión se sumió en una de ansiedad bastante notable. Era un tema muy sensible para él por mil y un razones, pero solo le sonreí de medio lado y levanté una ceja casi en burla.

—¿Tú qué crees? —Se removió incómodo, y me di cuenta de que mi pequeño sarcasmo no ayudó a relajarlo. Suspiré, encogiéndome de hombros. —Le dije que lo sentía, pero no me gustaban los hombres 20 o 30 años más grandes que yo. Prefiero los chicos jóvenes e inocentes como tú.

Ahí pareció entender que estaba bromeando para relajarlo, lo que por fin lo hizo sonreír e incluso soltar un pequeño bufido de diversión.

—Vaya, ¿de verdad le dijiste eso? —Asentí con la cabeza, sonriendo un poco también. —Creo que le diste justo en su debilidad entonces. Mark Luden se lo conoce por su obsesión con parecer más joven de lo que es y mentir sobre su edad constantemente.

Eso me hizo abrir los ojos bastante, pero solo atiné a reírme. Entonces me preguntaba si habría mentido sobre su edad en la Academia para recibir más atención de las jóvenes estudiantes y nobles a las que daba clase y que tanto atendía.

—Vaya, entonces espero que no me haya ganado un enemigo jurado por accidente.

—Me aseguraré de protegerte si es así. —Me sonrió de medio lado, ofreciéndome sutilmente el brazo para volver a caminar escoltada por él. Sin pensar mucho, tomé su brazo como si fuera lo más natural del mundo, avanzando a paso lento por el jardín de flores donde hace unas cuantas semanas nos habíamos puesto de acuerdo sobre tantas cosas. Parecía ya un siglo atrás desde entonces, con tantas preparaciones que habíamos hecho.

—Entonces me quedaré en tus manos por esta noche, Su Majestad…

—Agh, sabes que en privado odio que me llamen así.

—¿Entonces debería llamarte Mik? —Le moví las cejitas, bastante enternecida por ese apodo que su padre le daba. —Sigue siendo bastante tierno que te digan así…

Negó con la cabeza, pero sonreía.

—Eso solo tienen derecho mis superiores o Thresh o Revan.

—Bueno, yo aplico en esa descripción. Estuve encima de ti. —Le moví las cejitas con diversión, lo que ganó en su cara un enrojecimiento que me hizo sonreír aún más. —Y creo recordar que de hecho te dejaste…

—Ah, no empieces, ¿quieres? No fue consentido…

Antes de poder seguir molestándolo al respecto, sus ojos brillaron dorados en un segundo y me abrazó quitándome del medio cuando una hoja voló en mi dirección con letalidad hacia donde estaría mi cuello. Con rapidez él respondió lanzando una bola de luz hacia el atacante, quien también alcanzó a esquivarlo con una destreza impresionante.

—¡Alto! ¡Deténgalo! —Los ojos de oro de Mikhael ardían igual que su cuerpo. De un segundo al otro había pasado de ser un chico relajado a un militar entrenado, protegiéndome con su cuerpo y gritando órdenes.

Sin embargo, su cercanía fue demasiada para mi cabeza.

Escalofríos me inundaron. Si él estaba caliente, yo estaba gélida. Sentí todo mi cuerpo temblar y reverberar ante su presencia. La respiración se me quedaba en la garganta y comenzó a latirme como salvaje el corazón.

No era justo. Para nada era justo que por mi sangre y por la suya no pudiera controlarme. Pero era una atracción irresistible, porque lo único que pude pensar era en el aroma tan intoxicante que tenía Mikhael y en que su corazón estaba tan acelerado como el mío, incluso si mi cabeza me gritaba que era porque acabábamos de recibir un intento de asesinato.

Pronto un rayo de luz verde pasó frente a nuestros ojos, y antes de que pudiera escaparse, el atacante fue capturado por la enorme fuerza de la velocidad y puesto bajo arresto en cosa de nada.

Mi cabeza totalmente mareada en el aroma de Mikhael tuvo que concentrarse bastante en ponerle atención a la escena que se estaba desarrollando frente a mis ojos.

—… ¿quién te mandó? —Estaba diciendo Mik sin soltarme un segundo, escudándome de todo. —¿Estás consciente que esto es una pena de muerte, especialmente por estar en el castillo? —Su voz era firme, autoritaria. Ahora sí que parecía una figura de poder impresionante.

Pero el asesino no dijo ni decía nada. Solo nos veía con ojos muertos… no, me veía. Era solo a mí la intención. Pero lo sentía totalmente hueco, vacío. Como si solo fuera una marioneta…

—¡Habla! —Insistió, pero sin respuesta alguna. —¿Conoces a este hombre, Yami?

—Su pregunta me descolocó por un segundo, pero cuando lo destaparon de la cara, mi cabeza pudo reaccionar mejor. Sin embargo, no conocía a ese hombre de nada.

—No… pero un momento, ¿intentó… darme a mí? —Mikhael elevó una ceja por mi confusión, pero asintió con la cabeza confirmando aquello.

¿Por qué querría matarme a mí?

—Sea como sea, enciérrenlo y no hagan tanto ruido por esto. Lo descubriremos después. Ahora no podemos darnos el lujo de…

Cuando levantaron al asesino, éste no tardó ni un segundo en vomitar sangre a nuestros pies, haciéndome alejar con sorpresa del disparo rojo dirigido casi a mis pies. Mi cuerpo se tensó a la vista de ello, y Mikhael por suerte pareció darse cuenta a tiempo.

Mientras el tipo prácticamente ya se moría enfrente de nosotros, Mikhael comenzó a alejarme de la escena con rapidez.

—Se mordió la lengua. Al parecer el tipo sabía que si lo atrapaban no tendría otra escapatoria mas que la muerte…

—Solo sáquenlo de aquí. Y limpien la sangre. No mencionen esto a nadie y vigílenla… a la Reina. Esto suele ser hecho por esa maldita vieja. Vigilen el perímetro por si hay algún otro tonto suicida.

Me alejó de la sangre con rapidez mientras yo me tapaba la boca, donde mis colmillos comenzaban a crecer ansiosos de comer. No habría pensado que en esa vida, para mantener viva a Yami, tendría que beber sangre. Era un misterio sin resolver aún, pero ambas habíamos acordado la idea de que es porque algo había sucedido en el transcurso del renacimiento.

Cuando estuvimos lejos de la sangre, a pesar de que seguía oliéndola como un pesado perfume bajo mi nariz, el aire helado de la noche ayudó a calmar mis ansias y a concentrarme mejor en la luna, o en…

—¿Estás bien? —Mikhael me hizo sentar en una banca de piedra, agachándose frente a mí con rostro preocupado. Un escalofrío me recorrió entera.

—¿No había quedado claro que no quería nada romántico? —Intenté rechazarlo incluso antes de que empezara a planteárselo, quitándole mis manos que justo acababa de agarrar.

Suspiró con diversión, pero se sentó a mi lado con una postura relajada.

—Claro, lo dejaste claro desapareciendo de la faz de la tierra tras la Cacería, pero luego me diste señales mixtas cuando reapareciste en la subasta e intentaste comerme… literal y figuradamente.

Tosí como si algo se me hubiera atorado en la garganta, recordando el momento cuando había estado encima de Mikhael en ese diminuto cuarto de la subasta.

Ahora no era la mejor imagen para tener en la cabeza, considerando que en esa ocasión había estado a nada de beber de él.

Él solo se rio de mí, pero ahora entendía que solo había intentado distraerme.

—Bueno… supongo que debería disculparme entonces.

Volvió a reírse, reacomodándose en el asiento.

—Acepto la disculpa, aunque debo admitir que… no fue mucha molestia. Creo que me dejé llevar también…

Bueno, eso podía ser un poco bochornoso, pero en mi interior, Yami y Selene parecieron volar en mariposas. Me recorrió un escalofrío de nuevo, pero me obligué a ser paciente. O, mejor dicho, a disfrutar del paseo.

—Si estás intentando distraerme de la sangre, está funcionando. Pero mal. —Admití inhalando profundamente, soltando el aire con la mayor paciencia posible. —¿O es que quieres repetir los hechos?

La luna en mí no podía evitar coquetearle al sol en él. Era un magnetismo casi imposible de evitar.

Y era por ambos lados, lo que hacía todo demasiado fácil para dejarse llevar.

—Quizás. No lo negaré… —Admitió él por su parte, sonriéndome sin vergüenza alguna. —Pero…

Eso fue como darme contra una pared, pero también fue un alivio el que lo hubiera hecho. Parecía ser un auto sin frenos a ese punto.

—¿Pero…?

Mikhael pareció dudar en esos momentos, pero solo se removió un poco antes de hablar.

—Sé que comenzamos de forma… peculiar… pero quiero que sepas que… —Volvió a removerse, y comencé a ponerme nerviosa al darme cuenta de qué es lo que estaba sucediendo. —No quiero dejar las cosas solo como algo pasajero.

No. No podía estar pasando esto. Lo complicaría todo.

La Evelyne en mí entonces comenzó a apanicarse, comenzando a rechazar todo eso.

No lo quería. No lo necesitaba. No sabía qué es lo que estaba sucediendo.

—Mik, yo no…

—No, lo sé… pero necesito sacarlo y que sepas toda la verdad.

—Mikhael…

—Yami. —Por primera vez, mi nombre parecía realmente falso en sus labios, y me hizo sentir terriblemente culpable de estar mintiéndole. —Desde que te conozco has sido todo un suceso de eventos que me han dejado sin aliento, me han ayudado y has estado siempre en mis pensamientos desde entonces. —Me tomó de las manos una vez más, pero esta vez no las quité de las suyas. La emoción a la par de la culpa me carcomía desde dentro. —Yami Morozova. Cuando te fuiste con Luden por un momento pensé que podría quemarlo todo. Y ahora cuando casi te atraviesan el corazón, a mi casi se me detiene el mío. No sé qué hechizo has puesto en mí, pero he caído completamente y no puedo seguir sin hablarte de mí sentir. No quiero que te vayas de mi vida. Eres un viento fresco en este mundo de palabras podridas. Hablas lo que piensas, haces lo que quieres, no te guardas nada. De verdad me fascina lo que eres y aunque sospecho que es más probable que me rechaces, quiero que lo sepas. Y no necesito una respuesta ahora… pero sí que lo pienses… en si te gustaría quedarte conmigo. Te ayudaré con tus problemas, no tendrás que estar atada nunca más.

Me quedé congelada por unos instantes. No podía apartar la vista de sus ojos que solo hablaban de sinceridad, y tampoco podía responder a su declaración de amor que parecía estar dirigida a la persona incorrecta. Incluso si la mitad de mí quería aceptar y volver a hundirse en ese ciclo de toxicidad entre el sol y la luna…

—No puedo. —Terminé diciendo a pesar de que todo mi cuerpo vibraba con decir que sí. Sentía que estaba en una ilusión. Nada de estar con Mikhael parecía real, sino algo… preparado. Así como la abeja está predeterminada a ir a la flor más melosa para crear miel. Un final preparado. —Lo siento. No puedo. Lo lamento mucho, Mik…

Me levanté como si algo se hubiera apoderado de mí. No podía pasar ni un solo momento más ahí.

Mikhael entonces pareció reaccionar y sorprendido se levantó conmigo, pero yo me separé de él como si tuviera una enfermedad contagiosa. No quería que me tocara, ni que estuviera cerca de mí.

—Yami…

—No… no digas mi nombre. No me busques. No pienses en mí. —Aunque mi voz era firme, mis ojos delataban todo el miedo que me recorría como un frío gélido hasta mis huesos. Se sentía como si algo se estuviera rompiendo en mi pecho.

Y sin ver atrás, salí corriendo de ahí, desapareciendo entre las sombras cuando sus ojos no pudieron verme más. No podía estar ahí ni un segundo más sin sentir que se me iba el aliento.

Lo siento, Mikhael… pero hasta no poder estar segura de que me atraes por ser tú, y no una tonta leyenda… no puedo corresponderte.

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