En la tranquila noche, solo perturbada por el susurro del viento y con la tenue luz de la luna como única compañía, una anciana se encontraba en una pequeña y sombría estancia, iluminada apenas por la débil luz de una vela. El rostro de la anciana estaba marcado por el implacable paso del tiempo, con arrugas que contaban historias de épocas pasadas. Cada línea y pliegue, como los valles de un mapa antiguo, guarda los secretos del tiempo. Aunque sus ojos estaban llenos de sabiduría acumulada durante muchos años, brillaban con una luz interior que estaba fuera del alcance de la gente común. La luz parecía ser una ventana hacia un conocimiento profundo y una visión más allá de lo visible, como si sus ojos hubieran explorado mundos desconocidos y hubieran llegado lejos.
Sentada frente a una mesa de madera desgastada, sostenía una pluma de ave con manos arrugadas y temblorosas. Frente a ella descansaba un libro de pergamino envejecido y amarillento, testigo de décadas de sabiduría acumulada. La pluma sé movía con sorprendente precisión sobre el pergamino, trazando caracteres
antiguos como si estuviera canalizando la voz de los dioses.
היורשות האמיתיות של הקטי, בנות הלילה, יהיו הנבחרות להתמודד עם רע עתיק שייעורר.
“Las verdaderas herederas de Hécate, las hijas de la noche, serían las elegidas para enfrentar a un antiguo mal que despertara”.
El cabello de la anciana, blanco y largo, caía en cascadas sobre sus hombros encorvados, otorgándole una apariencia que evocaba sabiduría y el paso de incontables estaciones. Un manto oscuro la envolvía como un aura de misterio. Cada vez que la pluma tocaba el pergamino, las palabras aparecían con un propósito sagrado, como si estuvieran impresas por la mano de lo divino. Cada trazo llevaba consigo un propósito sagrado, como si la anciana fuera la intermediaria entre la tierra y el cielo, lista para escribir profundas e importantes revelaciones en las páginas del mundo.
La anciana escribía con un ritmo lento y constante, sumergiéndose en un trance que la aislaba del mundo exterior. El conocimiento que fluía de su mente y corazón se plasmaba en las palabras escritas, creando una profecía que trascendería el tiempo y guiaría a aquellos destinados a escucharla.
En la habitación, el aire estaba cargado de una energía especial, como si estuviera impregnado de magia y significado. La anciana no escribía solo con tinta y pluma, sino con la esencia misma de su ser y su conexión con el mundo más allá de lo tangible.
La escritura de la profecía era un acto de responsabilidad y compromiso, ya que sabía que las palabras que dejaba en el pergamino tendrían un impacto profundo en las vidas de aquellos que la buscarían en busca de orientación. Cada palabra era como un hilo en el tapiz del destino, tejido con cuidado y propósito.
Al concluir las últimas letras, un líquido carmesí empapó las páginas finales del libro. Un ahogado grito quedó
suspendido en el aire mientras la anciana yacía inerte sobre la mesa. En ese instante, una figura enigmática se apoderó del libro en el que ella había plasmado sus últimas palabras, desvaneciéndose en una siniestra nube de humo negro y dejando el cuerpo sin vida de la anciana a su espalda.
Era una noche oscura, mucho más de lo normal, la lluvia, el frío y el sonido de los truenos debilitaban toda la naturaleza. Se podían escuchar los relinchos de los caballos al galopar con una claridad casi sobrenatural, mi cuerpo se sentía agotado, mis piernas no me respondían, pero sabía que debía seguir corriendo lo más lejos que me permitiera la vida. Un caballo negro me perseguía, siempre a poca distancia, mientras la gran sombra de la luna proyectaba figuras encima de un cielo grisáceo. Mi miedo aumentaba, no quiero morir aquí, no así… El caballo era más grande y me alcanzaba con la misma facilidad con que su silueta me seguía de cerca, mi respiración se hacía más entrecortada, mi vista sé nublaba y sentía como tropezaba con cada paso. No podía hacer nada.
Al final, el caballo me alcanzó, su jinete agarró mi cuerpo y comenzó a cargarme. Su respiración era fría y su olor era desagradable, mis pulmones ardían al respirar el aire impregnado a lo que fueran esta bestia y su jinete. Intenté pelear, pero no fue posible; ellos habían ganado. Al llegar a un lugar oscuro me dejo en el suelo y se marchó, a los segundos desfallecí y cerré los ojos mientras esperaba el destino que me depararía la vida en un último esfuerzo.
En la noche profunda, lo único que podía escuchar era el sonido del viento. Sin embargo, un sonido débil, pero reconfortante me llegó desde un paraje lejano. Era una canción de cuna y, aunque no podía ver de quién venía, sentí que estaba en presencia de alguien que me entendía. Este sonido me dio la fuerza que necesitaba para levantarme y pelear por mi vida. Estuve corriendo por lo que parecía un largo tiempo. Mis piernas estaban hechas de plomo y mis pulmones estaban en llamas. No tenía conocimiento de su ubicación ni de su destino. Solo tenía que seguir avanzando, siguiendo el dulce sonido de la canción. No podía permitir que me capturaran.
Pero como termine en esta situación, desesperada, corriendo por salvar mi vida, se preguntaran, bueno, tendremos que ir atrás unos cuantos meses, para que puedan entender mi situación actual.
Los habitantes del pueblo se esforzaban en la recolección de frutas y verduras, que brotaban grandes y hermosas de los árboles y de la tierra. Habían sido tiempos muy difíciles y oscuros, y esta era la primera cosecha fructífera en mucho tiempo.
Así que se organizó una gran celebración en honor a la diosa Hécate, por bendecir nuestro pequeño pueblo, desde hace siglos que nuestra comunidad adora a esta diosa, cosa que no es de agrado para muchos y por esa misma razón los pueblos vecinos nos han apartado y tachado de brujas.
Aunque claro nos los juzgó porque no es del todo mentira, mi familia en especial proviene de un linaje muy antiguo de brujas, Se dice que mi bisabuela materna era una bruja poderosa, y el don se ha transmitido de generación en generación. Aunque no estoy segura de si esto es cierto, si sé que mi familia siempre a
tenido una fuerte conexión con la magia. Solo tengo conocimiento de que servimos a la diosa Hécate. Mi madre siempre ha sido muy reservada acerca de nuestras habilidades mágicas y nunca me enseño cómo usar mis poderes. Solo estoy segura de que los tenemos y eso es suficiente para servir a la diosa. Hasta donde yo sé, somos la única familia en nuestro pequeño pueblo que es mágica. Todos los demás piensan que somos raros.
Como hijas primogénitas, somos consagradas como sacerdotisas de Hécate, y nuestras vidas están dedicadas al servicio de la diosa. Para nosotros, esto no es una elección, sino un llamado. En la oscuridad de la noche, cuando la mayoría de la gente está dormida y el mundo está cubierto de sombras, nos sentimos más
cercanos a Hécate. Es entonces cuando realizamos nuestros rituales y le ofrecemos nuestras oraciones.
Hécate es la diosa del inframundo, de la magia y la profecía, así como de las encrucijadas y los fantasmas. Aunque con frecuencia se la representa como una bruja o una anciana, también se la puede representar como una mujer joven o incluso una niña. Ella es para nosotros tanto madre como abuela, hermana como amiga.
No nos casamos y, por lo tanto, ni siquiera pensamos en ser madres, pertenecemos completamente a la Diosa. Desde niña, he soñado con el momento en que, finalmente, me consagraría a ella, pero todo cambiaría la noche en que celebramos la cosecha.
Esa mañana comenzó de manera normal, casi no dormí. Era mi cumpleaños 18, el día que había esperado toda mi vida, y también era el día en que entregaría mi cuerpo y alma a la diosa de la cosecha. Aunque estaba ansiosa, también estaba muy emocionada. Desde que nací, la diosa me ha estado llamando, y finalmente iba a
responder a su llamado. Aunque no estaba segura de lo que quería de mí, siempre estuve segura de que era algo significativo, y no podía esperar para saber qué tenía reservado para mí.
Al acercarse el momento mi madre me ayudo a prepararme para la ceremonia.
— ¡Sarín, niña, apúrate… ese baño no se tomará solo, así que métete de una buena vez!
Aún recuerdo su voz ese día, sonaba más nerviosa que yo
Rápidamente, ingrese en la bañera, el agua estaba tibia y mi madre se acercó para lavar mi larga y castaña cabellera, luego del baño ella me ayudó a vestir con una hermosa túnica blanca, trenzo mi cabello al terminar las lágrimas corrían por sus mejillas, su mirada llena de amor conmovió mi corazón.
— Eres igual a ella, mi pequeña tienes los mismos ojos cafés, tu piel blanca, y tus ojos que parecen tristes todo el tiempo, aunque estén llenos de la felicidad más profunda
Sonreí a sus palabras, sabía exactamente de quién estaba hablando. De pequeña me escabullía en los aposentos de mamá y sacaba el retrato de ella del cajón de tocador, era mi abuela, una de las brujas más poderosas que habían existido en nuestro linaje, falleció antes de que naciera y nadie de la familia habla de aquel evento así que nunca obtuve mucha información sobre ella.
Abrace a mi madre fuertemente y el golpe en la puerta nos sacó del trance, eran mi tía y mi prima Selene, ya era hora de nuestra ceremonia, salimos de casa y nos dirigimos al bosque.
Al llegar al hermoso claro ya todo vimos cómo estaba todo dispuesto para la ceremonia. En el centro, alrededor de un antiguo roble sagrado, adornado con guirnaldas de flores y velas parpadeantes, se había reunido la gente. Selene que para mí era más como una hermana y yo entramos en el círculo sagrado con túnicas blancas y ramilletes de hierbas aromáticas, y el aire estaba lleno de expectación.
La sacerdotisa principal, una anciana sabia y respetada en la comunidad, nos guio a través de los rituales. Vertimos ofrendas de vino y miel en el altar, recitamos las antiguas invocaciones y encendimos velas en honor a la diosa. Sentí la energía mágica resonando en el aire, abrazándome a mí y a Selene.
Sin embargo, durante el transcurso de la ceremonia, un ruido ensordecedor resonó en el firmamento. El ruido repentino nos sorprendió a todos. Se arremolinaban sobre nosotros nubes oscuras, formando un torbellino en el que relámpagos danzaban con furia. Los elementos parecían estar respondiendo al poder de Hécate.
En un instante, una persona surgió de entre las sombras. La mujer tenía un aspecto enigmático y llevaba una túnica negra decorada con símbolos antiguos. Sus ojos brillaban con un fulgor sobrenatural y su mirada era intensa. Su presencia nos cautivó y nos dejó en silencio.
La mujer se acercó lentamente hacia nosotras, su cabello negro ondeando al viento. En un tono de voz sereno, pero firme, habló:
— Hijas de la noche, sacerdotisas de Hécate, el destino les tiene preparado un camino distinto al que imaginaban. Vuestras vidas estarán marcadas por la magia y el peligro, pero también por el poder y la posibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos.
Selene y yo nos miramos, sin poder apartar la vista de la misteriosa mujer. Estábamos perplejas por sus palabras, pero también sentíamos una extraña conexión con ella. Algo en su presencia despertaba en nosotras una antigua memoria, como si estuviéramos destinadas a encontrarnos en este momento.
La mujer continuó:
— Un mal antiguo se alza en las sombras, amenazando con sumir al mundo en la oscuridad. Solo las elegidas de Hécate tienen el poder para enfrentarlo y restaurar el equilibrio. El destino de vuestra familia, del pueblo y de todos los seres mágicos está en vuestras manos.
Nos miramos una vez más, y en ese instante supimos que nuestras vidas habían cambiado para siempre. Aceptamos el llamado de la misteriosa mujer y nos arrodillamos ante ella, dispuestas a asumir nuestro destino con valentía y determinación. La magia fluía en nuestras venas, y nuestra unión con Hécate nos fortalecía.
A partir de ese momento, comenzamos un entrenamiento riguroso en el arte de la magia. La mujer, quien se presentó como Elara, resultó ser una poderosa bruja que había sido enviada por Hécate para guiarnos en nuestro camino. Bajo su tutela, aprendimos a dominar los elementos, a realizar hechizos y rituales, y a desentrañar los misterios del mundo mágico.
A medida que nuestro entrenamiento avanzaba, descubrimos que la amenaza que se cernía sobre nosotros era un antiguo coven de brujas oscuras que buscaba sumir al mundo en el caos. Poseían un poder maligno y estaban dispuestas a todo para lograr su objetivo. Nuestra misión era detenerlas y proteger a aquellos que
estaban en peligro.
Así terminó el capítulo 1 de nuestra historia. Nuestro viaje apenas comenzaba, y el destino nos esperaba con desafíos, descubrimientos y un poderoso propósito. Nos adentraríamos en un mundo de magia y misterio, donde la batalla entre la luz y la oscuridad se entrelazaría con nuestras vidas.
Después de nuestra consagración a Hécate, nos sumergimos en un intenso entrenamiento junto a Elara. Durante meses, nos enseñó a perfeccionar nuestras habilidades mágicas, a dominar los elementos y a utilizar hechizos ancestrales. Cada día, nuestras conexiones con la diosa se fortalecían y nuestras capacidades se expandían.
Durante una de nuestras sesiones de entrenamiento, Elara nos reveló la existencia de un antiguo libro, el Libro de las Profecías. Según la leyenda, este libro contenía las visiones y profecías de brujas y videntes de generaciones pasadas. Era un tesoro ancestral y una guía para aquellos que luchaban contra las fuerzas del
mal.
Intrigadas y emocionadas por la posibilidad de obtener más conocimiento y orientación, le pedimos a Elara que nos contara más sobre el Libro de las Profecías. Con su sabiduría y experiencia, nos dijo que el libro era una fuente de sabiduría antigua que se había transmitido de generación en generación, siempre protegido y resguardado por brujas de linaje sagrado.
Nos dijo que era hora de que lo encontráramos y lo utilizáramos en nuestra misión. El libro se encontraba escondido en un lugar remoto, en una cueva protegida por poderosos encantamientos. Solo las verdaderas herederas de Hécate podrían acceder a él y desentrañar sus secretos.
Iniciamos nuestra búsqueda, siguiendo pistas y consultando antiguos mapas. Viajamos a través de bosques oscuros y atravesamos desiertos desolados, guiadas por nuestra fe en la diosa y por la determinación de cumplir con nuestro destino.
Días y noches pasaron mientras nos aventurábamos en territorios desconocidos. Nos enfrentamos a pruebas y peligros, encontrando criaturas mágicas y superando desafíos de habilidad y astucia. Nuestra conexión con Hécate nos protegía y nos guiaba en cada paso del camino.
Finalmente, encontramos la cueva oculta en lo más profundo de un bosque ancestral. La entrada estaba protegida por símbolos y trampas mágicas, pero nuestra conexión con Hécate nos brindó el conocimiento y la fuerza necesaria para superar cada obstáculo.
Al ingresar a la cueva, nos encontramos con una sala iluminada por una tenue luz. En el centro, descansaba un antiguo pedestal de piedra en el que se encontraba el Libro de las Profecías. El libro emanaba una energía poderosa y parecía susurrar secretos ancestrales.
Extendimos nuestras manos y tomamos el libro con reverencia. Sus páginas eran delicadas y llenas de inscripciones místicas. Comenzamos a leer las profecías que allí se encontraban, desentrañando el pasado, el presente y el futuro entrelazados.
Entre las páginas del libro, encontramos una profecía que nos involucraba directamente.
Decía:
- Las únicas con el poder de derrotar la oscuridad, dos pequeñas que nacerán al mismo tiempo en el octavo mes, en noche de luna llena, nacidas de dos hermanas, compartiendo sangre y linaje, las verdaderas herederas de Hécate, las hijas de la noche, serían las elegidas para enfrentar a un antiguo mal que despertará.
Las palabras de la profecía resonaron en nuestro interior, dejando una sensación de asombro y responsabilidad en nuestros corazones. Comprendimos que nuestro destino estaba entrelazado con la lucha contra este mal ancestral y que el Libro de las Profecías sería nuestra guía en esa misión.
Con el Libro de las Profecías en nuestras manos, salimos de la cueva y nos preparamos para enfrentar los desafíos que nos esperaban. Ahora teníamos una guía, una luz en la oscuridad, que nos mostraría el camino hacia la victoria.
Regresamos al pueblo con el libro en nuestro poder, conscientes de la responsabilidad que recaía sobre nosotras. Reunimos a las brujas del pueblo y les compartimos las profecías reveladas por el libro. Juntas, nos comprometimos a proteger a nuestra comunidad y a enfrentar el mal que amenazaba nuestra existencia.
Durante días y noches, estudiamos el libro detenidamente, buscando más pistas y consejos para llevar a cabo nuestra tarea. Descubrimos hechizos poderosos y rituales sagrados que podrían fortalecer nuestra magia y prepararnos para el enfrentamiento inevitable.
Elara quien se había convertido en nuestra mentora y guía, compartiendo su sabiduría ancestral y enseñándonos técnicas avanzadas de magia. Continuo a nuestro lado aumentando nuestra confianza y habilidades mágicas que se elevaron a niveles que nunca antes habíamos imaginado.
Sin embargo, también nos dimos cuenta de que no estábamos solas en esta lucha. A medida que explorábamos las páginas del Libro de las Profecías, encontramos menciones de otras brujas y seres místicos que también estaban destinados a unirse a nuestra causa.
Decidimos buscar a estos aliados, conectándonos con los lugares sagrados y enviando mensajes a través de los hilos invisibles que unen a los seres mágicos. Nos adentramos en las profundidades de los bosques encantados y escalamos las montañas más altas, esperando encontrar a aquellos cuyo destino estaba
entrelazado con el nuestro.
En nuestro viaje, encontramos a Vestal, una antigua sacerdotisa del bosque, cuyo conocimiento de las plantas y su conexión con la naturaleza eran inigualables. También nos encontramos con un mago errante llamado Blaise, experto en las artes arcanas y con un profundo entendimiento de los secretos ocultos del universo.
Con cada nuevo aliado, nuestra fuerza aumentaba. Nos convertimos en una red de brujas y seres místicos unidos por un propósito común: proteger al mundo de las fuerzas del mal y restaurar el equilibrio perdido.
Nuestro viaje apenas comenzaba. Portando el poder del Libro de las Profecías y con el apoyo de nuestros aliados, nos adentraríamos en lo desconocido y enfrentaríamos los desafíos que se interponían en nuestro camino.
Nuestra misión era clara y nuestra determinación inquebrantable. Nos convertimos en guardianas de la luz, dispuestas a enfrentar cualquier adversidad con coraje y magia.
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