Pero el tiempo no regresa ni haciendo un pacto con el diablo- a la mente medio inconsciente de Massimo vino aquella corta conversación que tuvo en la cocina de casa de Giulia con Gio hacía ya unos años- Así que debes tener mucho cuidado, no siempre se tiene tanta suerte y logras que te perdonen.
Logras que te perdonen, logras que te perdonen, se repetían una y otra vez aquellas palabras en su mente como si alguien más las estuviera diciendo y no fueran un juego de su cerebro medio inconsciente, y abriendo un poco los ojos se fijó que habia alguien que le cambiada las vendas de su pecho, pero solamente logró definir una larga coleta de pelo oscuro que caía hacia adelante al ella estar inclinada sobre él.
- ¿Martina?- habló con dificultad y sintió como las manos de la mujer se detenían un momento, pero luego continuaron con su trabajo sin que ella dijera nada y él volvió a caer en la inconsciencia.
Un tiempo antes
Massimo estaba sentado en la terraza junto a la piscina de su casa en Sicilia, había pasado mucho tiempo desde que cometió el error de irse lejos de Martina y además engañarla y el resultado de su estupidez seguía doliendo como si fuera el primer día, pero se lo merecía, era lo que se repetía como consuelo por haber perdido a la única mujer que amó en su vida, la única que lo hizo llorar y que aún después de tanto tiempo tiene que hacer un esfuerzo para no dejar que sus lágrimas vuelvan a salir.
- Papá- escuchó la voz de su hijo Dante y lo vio desde su lugar, estaba en la parte baja de la piscina, con manguitos puestos y un flotador, sonrió un poco, para el niño debía ser incómodo tener tantas cosas encima, pero él era lo más importante de su vida, si algo le pasaba no sabría que hacer, se volvería literalmente loco- Ven al agua- le pidió el pequeño con una voz infantil y un lenguaje que todavía no era perfecto y sin que le dijera nada más el hombre se levantó para complacer a su hijo.
- Vamos a quitar todo esto.- le dijo el hombre sacándole el flotador y después los manguitos cuando ya estaba en el agua- Ahora estás con papá, y con él no hay nada que temer.- y comenzó a besarlo, lo que provocó una risa espontánea del chiquillo que se retorcía por las cosquillas que le provocaba la corta barba que adornaba la cara de su padre.
Ver como la pasaban de bien aquellos dos en la piscina habría hecho dudar a cualquiera de si en realidad él mayor de ellos era Massimo Costa, el hombre terrible que de solo mirarte imponía un respeto que muy pocos se atreverían a refutar, el supuesto empresario que había llegado un día a Sicilia para hacer negocios y que los llevaba a la cima con mano dura, o el mafioso a las ordenes de Giulia Lombardi.
Pero para aquel niño él era simplemente su papá, y no tenía intenciones de que por el momento su hijo supiera lo que él era fuera de aquella casa.
Mucho tiempo estuvieron en el agua, tanto así que cuando llevó al niño a su habitación y le dio una ducha, al envolverlo en la toalla, el pequeño dejó caer su cabeza en el hombro del padre y se durmió.
Lo puso sobre la cama y terminó de secarlo y después lo vistió con algo cómodo, podía haber llamado a las niñeras, pero le gustaba atender a su pequeño, era lo que había recibido de su padre, él y su hermana nunca tuvieron quejas de aquel hombre alto y fornido hasta el día de su muerte, y así quería que se sintiera su hijo.
Lo miró dormir en su cama, custodiado por barandillas que evitaban que con un giro se cayera y pensó en su madre, no le cabía en la cabeza que alguien no pudiera amar a aquel pedacito de gente y menos ella, la que lo había traído a este mundo.
Cuando Massimo regresó a Sicilia aproximadamente seis años atrás estaba destruido pero tenía que seguir trabajando, ahora tocaba recuperar la confianza de Giulia.
En el piso que el hombre ocupaba anteriormente venía una chica de confianza a encargarse del servicio, pero al él irse ella buscó otro lugar para trabajar, y cuando él regresó ella misma le recomendó una amiga.
A la tal amiga enseguida se le notó el interés de ser algo más que la chica de la limpieza y él aprovechó la oferta, cuando la investigó le trajeron una buena referencia y en unos meses de ser una trabajadora pasó a ser la señora de la casa al contraer matrimonio con Massimo, él no la amaba, de eso estaba seguro, pero tenía que seguir su vida y además una esposa no venía mal para los negocios.
Pasaron unos pocos meses y ella se sentía una reina, pero su reinado se derrumbó un día cuando el esposo llegó y la encontró obligando a la nueva chica del servicio a limpiar arrodillada y con un cepillo de dientes mientras se burlaba de ella, según le explicó para que aprendiera que su lugar era el de la limpieza y que no intentara nunca mirar para su altura, al parecer se olvidó que ese había sido una vez su lugar. Media hora después tenía los papeles del divorcio sobre la mesa y la que limpia ahora en un bar era ella, el hombre era cruel, de eso no había dudas, pero solamente con quien lo merecía, no por el simple hecho de humillar, y una persona así no la quería a su lado. Y ahí estaba su primer divorcio.
Un tiempo más estuvo de mujer en mujer, nada más que para saciar su lujuria, hasta que en un bar conoció a Antonella, bailaba en la barra y lo hacía muy bien, y allí estaba su segundo matrimonio, igual no la amaba y ella tampoco a él, pero era muy buena en la cama y muy inteligente. Unos meses después se le apareció con que estaba embarazada, el hombre estaba seguro de que nunca había dejado de protegerse, era muy cuidadoso con eso, pero ella le mostró como era posible, todos los preservativos que él tenía en la casa estaban pinchados, y con todo el descaro del mundo le dijo que aquel niño sería su seguro para una buena pensión de divorcio, y así fue, en el mismo hospital en el que hacía solamente tres horas había tenido un bebe hermoso, al que no quiso que le acercaran ni para verlo, Antonella firmó los papeles del divorcio y recibió su primera mensualidad.
Al parecer el hombre era un imán para las malas mujeres desde la época de Lois y eso lo obligó a dejarse rodear por pocas personas, para él la seguridad del niño era lo más importante, tenía dos niñeras que hasta el momento le servían bien, incluso una de ellas le servía más que bien y él se aseguraba que los preservativos salieran solamente de su bolsillo, Beatrice, que había sido la chica del servicio que su primera mujer humilló y ahora era su cocinera y Alessio, que era su mano derecha y tan amigo como Lucian y que aunque no decían nada ninguno de los dos se notaba que entre él y Beatrice habia una relación.
Alessio estaba parado frente a una mujer hermosa, la conocía muy bien, y lo que tenía de bella lo tenía de mala persona, era en verdad muy mala, tanto que por donde ella pasara se secaban hasta las hierbas, y nunca más volvían a salir.
- ¿Donde está el dinero Damiana?- le preguntó por una buena suma que les debía de la droga que consumía, ese no era su trabajo, quien vendía la droga tenía que encargarse de cobrarla y Alessio estaba fastidiado por tener que venir él a reclamar el pago, pero ella era un caso especial, era hija de uno de los socios y Massimo le había prohibido a todos que le volvieran a vender, si se enteraba que no lo habían obedecido iba a matar a quien fuera.
- Calma fiera, puedo pagarte con lo que tú quieras - le dijo insinuándose al hombre.
- Damiana, con eso ya le has pagado a media Italia, no me interesa.- le contestó sin inmutarse.
- Pero soy muy buena con los pagos- insistió.
- Lo dudo, si lo fueras alguno habría regresado por la propina y todos salen corriendo.
- Está bien- le dijo derrotada- Ya veo que a ti no puedo jugártela.
- Que bueno que lo entendiste.
- Pero mira, te tengo algo muy bueno - le dijo rebuscando en los bolsillos de un chico drogado que parecía ser su última víctima y sacando la cartera de uno de ellos- Mira- le extendió una fotografía que el hombre observó y se dio cuenta de que era el pobre chico junto a una mujer.
- ¿Que se supone que haga con esto, se lo vendo a una galería? - le dijo con la fotografía en la mano.
- Es la chica, mírala es hermosa, ella se va a encargar de mi pago, al final su hermano también disfrutó.
- ¿Qué?¿ Una monja?- le gritó pues la chica estaba con un hábito- Yo sé que la gente piensa que las monjas y los curas son millonarios, pero esta no lo parece, únicamente que sea descendiente directa del Papa. - se burló de ella.
- Mírala otra vez, puedes usarla para lo que quieras, seguramente es nueva de paquete.
- ¿Qué?- le repitió- Sabes que nosotros no nos dedicamos a eso, además las monjas son el ejército de Dios, ni loco me meto con ellas, dame mi dinero y punto.
- Esta bien- le dijo vencida- Devuélveme la fotografía, ya se la vendo a otro y te traigo tu dinero en unos días.
El hombre miró a la mujer parada frente a él con la mano extendida y miró otra vez la foto, Damiana era una mala persona, de eso no habían dudas.
- ¿Dónde la encuentro?- le preguntó y la vio sonreír con maldad.
- En el convento de Nuestra Señora de los Olvidados, se llama Lía Montalvano, si te apuras la puedes agarrar antes de que entre, llévate al hermano, no va a negarse a lo que sea que le propongas si ve que lo tienes.
- No te vuelvas a acercar más a ninguno de nuestros vendedores Damiana, te lo advierto. - y haciendo una señal a un guardia para que levantara al chico caminó hacia la camioneta negra con la fotografía en la mano.
El vehículo se detuvo frente al convento que le dijo Damiana, y se puso a pensar para que querría él una monja, pero saber lo que la loca aquella tramaba y no hacer nada no lo iba a dejar dormir en paz y entonces algo vino a su mente y sonrió.
Cinco minutos después vio aparecer a la chica, miró la fotografía dos veces y se aseguró de no fallar.
- ¿Lía Montalvano?- le dijo abriendo la puerta trasera de la camioneta y ella asintió dando un paso atrás- Sube, desde hoy trabajas para mi.
- ¿Estás loco verdad?- le preguntó y vio al hombre moverse para dejar que ella viera el cuerpo de su hermano, evidentemente drogado, dentro del vehículo- Oh Dios Enrico- dijo poniéndose una mano en la boca y sin decir nada más subió a la camioneta.- ¿Que quiere de mi, que cambie la hostia bendita por sus chutes de droga y las reparta en la misa?- le preguntó con sarcasmo.
- No por Dios, que blasfemia en boca de una monja, mi madre se levantaría de la tumba y me pegaría hasta hartarse.
- Vaya, un mafioso temeroso de Dios, ahora si lo he visto todo y yo no soy monja, soy novicia.
- ¿Cómo sabes que soy mafioso?¿Y si no eres monja por qué te vistes como una?
- Vivo en un convento, no en medio del Amazonas, llevas la palabra mafia escrita en la frente, además esto es Sicilia, y este es mi hábito, es parecido al de una monja pero no es igual.
- Bien como sea, tu hermano tiene una deuda y te toca pagar.
- Mi hermano o el demonio que lo metió en esto.- Alessio se tocó la sien, para ser monja era muy respondona.
- Da igual, te pusieron en garantía y pagas o paga él, y no creo que te guste el resultado de la otra opción.- ella respiró.
- Que es lo que quieres al final.
- Necesito alguien de confianza para trabajar en el servicio de la casa de mi jefe y tú eres la ideal. - ella levantó una ceja.
- ¿Qué te hace pensar que soy confiable?
- Por Dios eres una monja, si no se puede confiar en una monja a donde vamos a parar.
- No soy una...- intentó volver a aclararle- Ya, olvídalo, ¿ De qué cantidad estamos hablando, qué tiempo sería?
- Seis meses, con eso cubres lo que me deben.
- Que sean ocho.- el la miró sorprendido- Y te vas a encargar de poner a mi hermano en rehabilitación y que esa Damiana no se le acerque.
- Nueve, no somos una ONG y las rehabilitaciones son caras.- trató de sacar ventaja con un mes más.
- Hecho, pero tengo mis condiciones- Alessio volvió a tocarse la sien.
- Dilas, a ver si ya nos vamos.
- No voy a quitarme el hábito- el asintió, si ella estaba cómoda así que le importaba- Tendré mi tiempo para rezar, no quiero interactuar con nadie de aquella casa de no ser necesario y los sábados y domingos son míos, atiendo niños con discapacidad esos días, soy médico.
- ¿Eres médico?- ella asintió- La gente está cada día más loca, una monja médico.
- No cuestiones mi vocación. - le exigió.
- Perdón ¿ Cuáles serían los horarios de rezar?
- Al amanecer, acostumbro a levantarme antes de las seis.
- Hecho, y no me importa si quieres ser un fantasma dentro de la casa, ese es tu problema, ahora ve y busca lo que vas a llevar y vamonos, ya sé en que lugar dejar a tu hermano.
Alessio llegó a la casa con la chica y la condujo a la cocina para ponerla al día con lo que serían sus obligaciones.
- Bea, esta será la chica del servicio a partir de hoy- le dijo a la cocinera presentándole a la joven- Se llama Lía, Lía ella es Beatrice.
- ¿Una monja?¿ Estás loco Alessio?¿Traes una monja a la casa del mismo diablo?- gritó como si la loca fuera ella.
- Que no soy monja, soy novicia.- aclaró Lía de nuevo y ya se estaba cansando de repetir una y otra vez lo mismo y a nadie le importaba lo que decía.
- Lo que sea, pero con esa cara de ángel y esa ropa bien puedes ser hasta la misma Virgen María y este es un loco por traerte aquí. - le aclaró a la chica que seguía mirando a la otra que le gritaba al mafioso del que en ese momento se enteró que se llamaba Alessio.
- Y que querías que hiciera, Damiana la estaba vendiendo para pagar la deuda que tenía con nosotros y a mi me hace falta descansar un poco sabiendo que hay alguien de confianza aquí.- le dio una excusa para traer a Lía a un lugar en el que no encajaba para nada.
- Esa Damiana, si un día se me atraviesa en el camino la voy a matar, cómo se le ocurre siquiera vender a una persona.- Beatrice cambió de reñir a Alessio a maldecir a Damiana y su maldad.
- Hola, estoy todavía aquí, no hablen de mi como si no estuviera y te digo algo,si matas a Damiana rezaré por tu alma para que encuentre paz en lo que hiciste, pero no estaré afligida por la de ella y que Dios me perdone si sentir esto que siento por esa mujer tiene algún perdón, ella ha hecho de mi hermano un títere sin importarle que puede hasta causarle la muerte.
- Ahí vamos, otra blasfemia, para ser monja tienes la boca dura.
- Que yo no soy...ya no lo voy a repetir más, hagan lo que quieran, díganme lo que tengo que hacer y a donde llevo mis cosas - Lía señaló al suelo donde había un pequeño bulto con lo que ella necesitaba.
- ¿Cuanto tiempo va a quedarse?- preguntó Beatrice extrañada mirando lo poco que había traído.
- Nueve meses.- respondió la propia Lía.
- ¿Y que traes en la bolsa el cepillo de dientes?- preguntó Bea al ver tan poca cosa para tanto tiempo.
- Está todo lo que necesito, mi ropa es esta, toda es igual y lo otro es mi biblia y un rosario- Bea se quedó con la boca abierta y Alessio la sacó de su ensoñación.
- Estará aquí de lunes a viernes, saldrá los sábados y los domingos, es médico y trabaja en no se qué el fin de semana.- Alessio repitió todo lo que le había dicho la chica antes- ¿Te imaginas? Es doctora y desperdicia su vida siendo monja y además no descansa los fines de semana y sigue pendiente de la vida de otros.
- Te dije que no cuestiones mi vocación, y soy novicia pero igual puedo darte un golpe y después pedir perdón a Dios, creo que me he portado bastante bien en toda mi vida como para poder salirme de la ruta aunque sea una vez y que él no me lo vaya a echar en cara.
- Jajajajajaja, si en mi barrio las monjas hubieran sido la mitad de graciosas yo habría ido a misa todos los domingos- se burló Beatrice de Alessio y el hombre arrugó el entrecejo.
- Tú- le dijo a Lía- No me amenaces o no me va a importar que mi madre me mire desde arriba para juzgarme, y tú- se giró a Beatrice- Cocina algo sabroso o vas a volver a limpiar el polvo.- y la cocinera lo miró con desdén y ganas de seguir riendo.
- Que me importa limpiar- le dijo subiendo los hombros- Pero por complacerte hoy comerás tu plato favorito, hígado a la vinagreta.
- ¿Qué?¿ De dónde sacas que a mi me gusta eso?- y escuchó la risa de las dos mujeres- Me parece que voy a prohibirles estar juntas, para ser una monja te pareces mucho a ella, vamos a la habitación en la que dormirás y a explicarte el trabajo y después regresas con Bea, pero no te quedes aquí, ya veo que son peligrosas.
Un rato después regresó la chica a la cocina.
- ¿Te dijo todo?- le preguntó Bea.
- No sé que es todo, solamente que debo limpiar la casa y ciertos lugares a los que no debo entrar y que si me encuentro con Massimo, que me imagino que es el jefe, ni le hable.
- Dios, no puedo contar con él para nada, escucha te voy a explicar, en la casa somos Massimo, que es el jefe como piensas, Alessio, Dante, las dos niñeras y yo, y los guardias tienen su lugar al fondo y entran por otra parte, eso no lo tienes que limpiar, de eso se encarga uno de ellos, el que se haya portado mal esa semana, es una regla para que ninguno se equivoque, ellos creen que limpiar es cosa de mujeres y se esmeran por no fallar.
- ¿Hay un niño en la casa?- le preguntó sin prestar atención a lo de los guardias.
- Un niño no, un angel, Dante es un amor, es el hijo de Massimo, tiene tres años.
- ¿Y su madre?
- Muy bien y tú, esa es una sinvergüenza que no le importa el niño, pero ya la verás por aquí cuando necesite dinero.
- Hay una cosa que debo decirte, una condición que pacté con Alessio fue que no tengo interés de relacionarme con nadie en esta casa y mientras menos personas vea, para mi será mejor.- le habló en referencia a lo de conocer a la madre del niño pero Lía vio la mirada de Bea entristecerse- No lo tomes a mal por favor, aquí estoy obligada, y este no es mi mundo, aunque ya veo que esa regla no va a ser para ti.- ahora la chica se alegró- Si Alessio que te conoce no nos quiere juntas por algo será. - y eso provocó las risas de las dos.
- Lo otro- siguió Bea cuando dejaron de reír- La habitación del jefe la limpias solamente si él lo pide, él es muy ordenado y resuelve él solo sus cosas, por lo general soy yo la que hace ese trabajo cuando sale de viaje.
- Lo entiendo, si tienes más cosas me vas diciendo, ahora ya empiezo, digo, si prefieres te ayudo con algo aquí y después voy a lo mío.
- ¿Sabes cocinar?- le preguntó.
- Seré monja- le recordó- ¿Quién crees que cocina la comida que damos a los necesitados? No viene ningún chef a hacerla, eso es trabajo de nosotras.
- Sí, que tonta yo.
- No lo creas, hay quien piensa que nosotras solamente rezamos el día entero y no es así, somos como amas de casa, cuidamos enfermos, los alimentamos, limpiamos sus casas y hasta hacemos la contabilidad del convento, si no ahorramos no hay para repartir. - Bea la miraba con la boca abierta.
- Y encima no tienes a ningún hombre que te haga arrumacos, eso es mucho estrés contenido.- ahora la que tenía la boca abierta sin saber que decir era Lía y la otra se dio cuenta de que había dicho lo que no le correspondía- No me hagas caso, yo no sé ni lo que hablo.
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