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DEJARTE FUE MI ERROR

CAPÍTULO I REGRECIÓN

RICHARD CLARK

Estoy en la Clínica Santa María, una de las más prestigiosa del país y donde supe, está el mejor especialista en cardiología que mi corazón necesita. Irónicamente, mi corazón esta lastimado en todo sentido, pero en esta ocasión me lo atenderé por una situación mucho más seria. Tengo una cita pautada con él, Viaje desde los Ángeles donde me fui a vivir hace más de diez años, porque tengo una pequeña afección cardiaca que debo atenderme para evitar males mayores…

Con pasos pausados, porque ya no le temo al tiempo, pues corrí tanto sin ganar nada, que aprendí a ser tortuga para apreciar el recorrido y no dejar pasar nuevamente lo verdaderamente importante, ya más adelante entenderán porque lo digo… voy conversando con mi hermana Lana quien me acompaña, vamos por un pasillo amplio camino hacia el consultorio del Doctor, y mi mayor y más insospechada sorpresa, es encontrarme de frente con la mujer que hace más de una década atrás alejé de mi vida para ir a estrellarme con otra, sin entender en ese momento que ella era la indicada.

No me detuve, pero mis pasos si se volvieron más pausados y pesados, a medida que camino, la miró fijamente, está hermosa, muy hermosa, tanto o más que antes, mucho más madura en aspecto, porque tarde me di cuenta que siempre lo fue en inteligencia y emociones… mucho más madura a sus 22 años, que yo mismo y más, que aquella que escogí de esposa abandonándola a ella en esta ciudad… Según yo, porque ya la otra era estable, mayor, madura y se suponía que yo la amaba y que ella también a mí, y al igual que yo estaba decidida a formar una familia, como supuestamente, teníamos los mismo intereses. Pero realmente no era así, y fui un ingenuo equivocado en mi decisión, elegí mal, muy mal…

Ahora tengo nuevamente de frente a aquella que por chiquilla y falta de experiencia dejé llorando por mí aquella noche en aquel apartamento que compartimos juntos por un año, aquella que en ocasiones extrañé aun cuando estaba en mi burbuja de falso amor, a quien busqué después de un tiempo y la encontré ya realizada, con un niño, y supuse que también con un esposo, que tal vez la valoró como yo no lo supe hacer. No me quedó más que resignarme, porque ya no tenía derecho a acercarme a ella, ni como amigo, conocido ni como nada.

Me dio nostalgia verla con su hijo, con algo que yo siempre anhelé, pero con otra mujer, y que no ocurrió porque ella no quería lo mismo que yo, jamás me establecí como pensaba, no hubo hogar, no hubo familia, no hubo hijos, no hubo nada… solo una mujer que quería seguir viviendo la vida loca que siempre llevó y que jamás pensó en cambiar y menos establecerse o conformar una familia, ella al final se convirtió en una desagradable carga, que me recordaba a diario, el horrible error que había cometido. Todo fue un vil engaño, ella simplemente quería seguir teniendo el mismo estatus y notoriedad que pensaba había perdido al terminar su carrera de modelo.

Así que lo que yo hice fue una muy mala elección y penosamente ya no hay tiempo de lamento, lo que pude tener con ella, yo mismo lo deseché, me confundí, fui demasiado tonto a pesar de la edad que tenía… pero a mi favor debo decir que estaba desesperado por formar un hogar, tener hijos, y creí en las palabras de la mujer equivocada, la que se aprovechó de mis anhelos, más quien siempre debió ocupar ese lugar y ser la elegida, es la mujer que ahora tengo frente a mí…

Mi nombre es Richard Clark, tengo 45 años y a los 34 conocí a una chica universitaria que se robó mi atención y mi corazón, pero me di cuenta de ello muy tarde…

Nuestra historia comenzó cuando un día decidí visitar una de las sucursales de mi empresa, Clark importex. Llegué a esa sede un poco malhumorado, así me la pasaba desde que Julia se había ido a Italia, era insoportable, debo reconocer, así que al llegar y encontrar la recepción sola, me molesté más, y encontré allí con quien descargar mi frustración. Me molesta considerablemente la irresponsabilidad y mucho más la impuntualidad.

. – ¡Rubens! – llamé a encargado directo de esta sede.

. – Señor buen día, no sabía que iba usted a venir…

. – No tendrías por qué saberlo, no tengo que anunciar cuando voy a visitar mi empresa…

Lo sé, sonaba altanero y prepotente, pero como les contaba vivía irritado, y me puse más cuando el teléfono comenzó a sonar y es este mismo hombre quien responde ¿Qué acaso no hay empleado en esta área, o él es un utilitis?

. – ¿Por qué contestas tú el teléfono? ¿También funges de recepcionista?

. – Lo siento señor, no es así, es solo… - Se notaba preocupado y no hacia sino ver a la entrada cada tanto, como si estuviera esperando a alguien.

. - ¿Dónde está la persona que debería estar ocupando este lugar? – Más que una pregunta fue una exigencia firme, que no le dio oportunidad de evadir.

. – ¡Señor, la señorita Ross tuvo un inconveniente, pero ya viene en camino, ella llamó a notificar su retraso!

Se nota que la estaba justificando… ¡no me creo ese cuento!

. – ¡No me importa! ¿O acaso la señorita tiene privilegios aquí?

. – No señor, ella no ha podido llegar a tiempo porque su auto se averió y prácticamente le ha tocado caminar hasta acá…

. - ¿Y tú le creíste? - Él asiente y yo niego resoplando – Las excusas que das a nombre de la señorita son banales, y aquí no se gana con impuntualidad, ella debe prever inconvenientes o en todo caso, salir más temprano para llegar a tiempo, si es cierto que está accidentada claro.

. – No señor, ella…

Sigo su mirada cuando él se calla y la dirige a la puerta, por allí ambos observamos venia entrando una hermosa mujer algo agitada, pero con una linda sonrisa en su cara. Al principio me quedé prendado de su belleza y juventud, y hacía mucho que no me dedicaba a admirar a otra que no fuera Julia. Noté que su sonrisa se esfumó, y su semblante cambió a uno de preocupación.

Allí supe que ella era la dueña del puesto abandonado y el encantamiento se me esfumó. Entonces cuando saludo, la encaré, cierto que era hermosa, y quizás ese encanto lo utilizara con el tonto de Rubens, pero conmigo se equivocó. Así que no le di chance a darme sus absurdas y pocos creíbles excusas y simplemente la despedí, no solo por impuntual, sino por insolente.

Pues la muy osada, se atrevió a insultarme y de paso, a lo hechicera deseo que me fuera a la quiebra, mentalmente sonreí como no, hubiese esperado cualquier otra cosa, menos un mal augurio tan infantil como ese.

La observé salir y me quedé por un rato mirando fijamente la puerta, realmente estaba esperando que ella hubiese reconsiderado sus inadecuadas palabras y volviera a entrar por esa puerta, pero pasaron los minutos y la señorita muy orgullosa por lo visto, no volvió. Así que me voltee hacia Rubens que miraba también para la puerta con una melancolía que me creó suspicacia ¿Será qué tenían alguna relación? No, no creo, de ser así, hubiese tenido la valentía de defenderla…

. - ¿Cómo se llama la señorita? – Este volteó y me quedó mirando todo sorprendido por mi pregunta, y carai reaccioné, pues si era raro que después de despedirla, preguntara su nombre como si nada – Es para subir y hacerle su cheque de liquidación… - Me excusé inmediatamente.

Él me seguía mirando y claro, volví a caer en cuenta de mi torpeza… ¡De eso se encargaba recursos humanos!

. – Yo mismo me encargaré de ponerle fin a su paso por esta empresa… - Fue la tontería que dije para justificarme.

. – Disculpe, pero no me parece justo señor, no debió despedirla, ella era muy buena empleada… hoy definitivamente no fue un buen día para ella.

. – No opino lo mismo, y si lo que deseas es seguirla, adelante, allí está la puerta… - le refuto señalándole al frente.

. – Lo siento señor, no fue mi intención cuestionar su decisión… – Me contesta bajando la cabeza, y pienso que este hombre es demasiado agazapado – ¡Le haré llegar su expediente!

Rubens se retiró aun afligido, y yo subí a la oficina principal, allí esperé el expediente de la señorita en cuestión, mientras pensaba en que era además de todo, una malcriada, y entendí que lo fuera cuando vi su hoja de vida y comprobé que acababa de cumplir apenas 22 años. Sacudí la cabeza, con razón, no es más que una niña me dije…

Después de unas horas, dejé los archivos que revisaba en el escritorio y salí de allí sin hacer absolutamente nada de lo que pensaba cuando llegué, mi cabeza era un caos, luego del mal rato que había pasado al llegar y total ya el día se me había echado a perder. Entonces decidí ir a visitar a mi hermana que hace dos años se vino a vivir aquí en la ciudad con su esposo.

De camino a casa de Lana, por una avenida bastante sola, observé una figura conocida justamente hacia unas horas atrás, pero que bien se había quedado en mi mente, bajé la velocidad y la observé entrar al auto, fui más lento y ella estaba enfrascada leyendo un libro, supongo esperando que él hombre que estaba arreglando su auto terminara…

Me sentí fatal, si, como no hacerlo, si mi cerebro inmediatamente hizo cálculos de la distancia que había de donde estábamos hasta la empresa, observando que por aquí no pasaba taxi, al menos no disponibles, y de encontrar uno desocupado sería una suerte… entendí en ese momento, que todas las excusas que me dio eran ciertas y yo como buen tonto las rechacé, y bueno, lo acepto, cometí un gran error con ella…

Lo que más me llamaba la atención, es que a pesar de lo que pudo haber caminado, del cansancio y el estrés por llegar tarde, ella entró a la oficina con la sonrisa más autentica y hermosa para alguien que está pasando un mal rato… algo digno del refrán; ¡Al mal tiempo buena cara! Sí, ella le hizo honor a esa predica, y yo definitivamente, no cometí un error con ella, sino que la embarré en todo el sentido de la palabra.

Y en busca de redención, así fue como empezó mi empeño de esperarla al día siguiente para pedirle disculpa y exhortarla a que volviera. Pero eso nunca pasó, porque la orgullosa dama no volvió ese día y al siguiente cuando llegué a la oficina, ya ella había ido y con exigencia había retirado su cheque. Así que me quedé con las ganas además de todo, de volverla a ver. Me lamenté por eso, y al mismo tiempo, me sentía fatal de que ella se hubiese quedado sin empleo por mi soberbia, y como señaló ella, capricho de dármela del jefe de jefes.

Rogué entonces por encontrarla en alguna otra oportunidad y ofrecerle mis disculpas…

CAPÍTULO II DESTINO CRUEL

MIRANDA ROSS

¿Puede el destino ser más traidor e inesperado? Sabía desde siempre, que existía esta posibilidad de que nuestros caminos inevitablemente se cruzaran algún día, pues irremediablemente tenemos un hijo en común, aunque él no lo sepa.

Si bien, mi hijo no ha manifestado querer saber de su padre, cuando muy bien es consciente de que existe, e incluso de quién es, he estado presta a que en algún momento se interese en buscarlo, y yo de ningún modo podría negarle ese derecho a mi hijo e ineludiblemente nos tendríamos que ver. Sabía que podía pasar tarde o temprano, pero no así, tan inesperadamente… bajo estas circunstancia, no estaba preparada y no lo pude evitar… muchas emociones que pensé enterradas y peor aún olvidadas, se removieron de donde por lo visto estaban bien escondidas, más no curadas, porque aunque mi hijo me lo recuerda a diario, pensé no sentir ninguna emoción por él… ¡No me parece justo, no obstante, no puedo salir corriendo sino enfrentarlo!

Hola, mi historia comienza con un desamor, que ahora que lo pienso bien, irónicamente, me lo ocasioné yo misma, porque hasta donde me hicieron entender, en esta historia lamentablemente, fui solo yo quien amó y quien creyó que lo que teníamos era real.

Todo comenzó cuando conocí a un hombre, uno maravillosamente guapo y encantador, que ilusamente creí era el amor de mi vida y que yo también lo era para él, lo asumí por la forma en que me conquistó, que me trataba, besaba y amaba físicamente, por sus detalles y cuidados, aun cuando nunca me lo expresó con palabras, para mi sus gestos eran suficiente, pues, “Un gesto vale más que mil palabras” … no siempre se puede creer en eso, y yo me equivoqué al hacerlo.

Al principio, nuestro encuentro fue odio a primera vista, pero luego cuando nos dimos la oportunidad de conversar y después de varios café, con miradas y luego besos involucrados, nos hicimos novios e iniciamos una relación de pareja, es decir, comenzamos a vivir juntos, y yo me entregué completamente a esa nueva experiencia en mi vida. Sin embargo, él un día sin más me dejó, sí, así como lo leen, me abandonó y se fue incluso antes de que pudiera decirle que estaba embarazada, dejándome sola, desorientada y rota por dentro, además de presa de un nuevo abandono, pues hacia un año había perdido también a mis padres.

Este hombre de mi historia, me dejó atrás, para casarse con otra que aparentemente y según él, si era el amor de su vida (aunque nunca me lo dijo, me enteré por las noticias), ella era mucho mayor que yo y ya establecida, una super modelo que cumplía aparentemente con sus estándares de mujer ideal ¿Qué podía yo hacer al respecto? Aunque me dolió, no podía juzgar su decisión y mucho menos sus sentimientos, no lo iba a obligarlo a quedarse, ni exigirle nada, ni siguiera porque llevaba a su hijo en mi vientre.

Aunque sentía mucho dolor en mi corazón por el abandono, decidí seguir adelante con mi embarazo, sola por supuesto, y luchar por mi hijo que evidentemente iba a crecer sin su padre, cosa que me entristecía aún más, pero él o ella no tenía la culpa de nada.

Ciertamente, el embarazo no fue planificado, simplemente se dio, más era mi bebé y yo no le iba a negar el derecho de nacer… Y sí, me costó superar todo incluyendo lo que yo llamo el abandono, pero lo hice por mí y por mi hijo… por ambos, emprendí un arduo recorrido para seguir luchando por mis sueños sin depender de nadie y para demostrarme a mí misma (y porque no decirlo, también a él) que sí se puede y que no importa las circunstancias, la edad, las desventuras, siempre se puede seguir adelante y más cuando se tienen propósitos.

Los míos eran lograr concretar la meta que me planteé, primeramente, incluyendo ahora, ser una buena madre y segundo consolidar un proyecto que desde que decidí comenzar mi carrera soñé con emprender.

Después de completar mi periodo de interna y obtener mi título, que dicho sea de paso recibí por administración, porque se supone que ese día especial y trascendental para mí, él iba a estar conmigo y lógicamente no fue así… comencé a trabajar en una clínica.

Mientras mi barriga crecía y hacia mi residencia en el hospital de la ciudad, además de mi cumplir con mi trabajo en la clínica, seguí estudiando para especializarme en pediatría. Antes quise ser cardióloga, pero en vista de mi embarazo preferí escoger esta especialidad, para poder estar pendiente de todo lo referente a la salud y cuidado de mi hijo, iba a ser madre soltera, así que sentía que debía estar bien preparada en todo sentido.

Entonces mientras trabajaba, vendí las prendas que me habían quedado de mi madre, así como las que me habían regalado, y el auto de mi padre. Compré un apartamento más pequeño, era tipo estudio, estaba bien para mi bebé y para mí, no necesitábamos mucho, más adelante sabía que Dios iba a proveer y tendríamos algo más grande.

Una parte del dinero la destiné para comenzar a remodelar la casa de mis padres, y el resto lo coloqué a plazo fijo en el banco con mis otros ahorros, pues planeaba lograr la meta que me proyecté, que no era otra que tener mi propia clínica.

Tanto en la clínica como en el hospital, entablé amistad con excelentes médicos de diferentes especialidades, debo decirlo, no eran amistades fortuitas, porque la verdad me cuesta mucho hacer amigos, ósea, no soy muy sociable, no, fue una cacería que comencé con la intención de reclutar a los mejores médicos para que formaran parte de la visión que tenia.

Me acercaba a ellos, con la intención de plantearles mis ideas y proyecciones, algunos escuchaban y me miraban con incredulidad, sin darle crédito a lo que les proponía, pero otros se contagiaban con mi entusiasmo y se animaron a apoyarme. Así comencé a formar un grupo exclusivo de buenos médicos, que cada tanto nos reuníamos a hacer planes y sobre todo cuentas.

Esa parte, a veces los desanimaba, pero les conté que tenía a disposición para comenzar en la casa de mis padres, que era una casa grande y que ya tenía muy bien distribuida. Allí por el momento, organicé la sede para comenzar, además les conté del dinero que tenía a plazo fijo y un crédito que estaba pronta a recibir, es decir, ya tenía el 70% para iniciar. Los que tenían algo de capital se animaron a invertir y los que no, igual decidieron formar parte del proyecto.

Así comenzó a materializarse mi sueño. Saqué el dinero del Banco y emprendí de lleno con mi ambición, construir la clínica que luego se convirtiera en la más prestigiosa del Estado. Y así nació la clínica “METROPOLITANA SANTA MARÍA” Comenzamos con 6 especialidades y paso a paso, se fueron sumando más y más y la clínica fue creciendo, adquiriendo reconocimiento y mucha demanda.

Cuando mi hijo nació, fue a pesar de estar emocionalmente sola, el día más importante de mi vida, donde realmente me sentí realizada como mujer al cumplir esa meta tan significativa de traer un ser especial e inocente al mundo y convertirme en madre.

Al siguiente año, obtuve mi título de especialista en pediatría, otro logro que solo celebré con mi bebé, pero no pedía más, porque en lo frágil de mi corazón prefería que así fuera, solo a mi hijo necesitaba a mi lado.

Triunfos iban y venían, tanto en la clínica como en mi hogar, donde vivíamos solo mi hombrecito y yo, parecía solo, pero estaba cargado de mucho amor, nuestro pequeño hogar era cálido. Yo trabajaba fuerte, era o, mejor dicho, soy una mujer decidida, responsable y exigente, algunos dirán que dominante e imponente, pero debo serlo para que todo marche como deseo.

Fuera de la clínica es otra cosa, totalmente lo contrario a la descripción anterior. Y toda la atención afuera, era para mi hijo y los niños del orfanato donde literalmente vivimos mi hijo y yo, y hacemos en nombre de la clínica, obra social.

Allí me enamoré más de la especialización que a última hora escogí, y para mi niño y para mí, ese lugar se convirtió en nuestro refugio y segundo hogar. Donde siempre que llegábamos éramos recibido con genuino y sincero amor… allí con nuestra familia adoptiva, celebrábamos nuestras fechas importantes, cumpleaños, día de gracia, navidad, entre otros… ¡También allí éramos felices!

A medida que transcurrían los años, mi hijo y yo afianzábamos nuestros lazos de amor, y así mismo crecía mi imperio médico. Logrando abrir dos nuevas clínicas en las ciudades más importantes del país, prestando el mejor servicio médico asistencial de la ciudad y lo mejor que sucedía allí, es que era accesible para todos.

Donde funcionó la primera clínica, es decir, en la casa de mis padres, la pusimos al servicio de la comunidad, prácticamente se convirtió en un hospital comunitario, con servicio especial de mi parte para todos los niños, no obstante, también hacíamos jornadas gratuitas de todo tipo. Manejábamos personal especialista de la clínica, porque en el contrato que firmaban para trabajar en ella, existía esa cláusula donde se comprometían a cumplir unas horas en el hospital como labor social.

Mi niño como ya pueden evidenciar en lo antes dicho, prácticamente creció rodeado de los niños del orfanato y de la comunidad donde estaba el hospital, que no era más que mi sector, donde nací y crecí… allí creo lazos de hermandad con todos ellos, tanto que hasta un equipo de fútbol fundó allí, por supuesto, patrocinado por la clínica. Él trata a todos por igual, con mucho cariño y respeto.

A él, lo he criado bajo valores de respeto, solidaridad y humildad, le he enseñado, no voy a decir que, a ser autosuficiente, pero si lo más independiente que se puede, él sabe para su corta edad, técnicas de primeros auxilios, sabe defenderse hasta en la cocina, y mucho más claro, es un buen estudiante y se ofrece siempre a ayudar en las obras sociales que realizamos, no se siente un niño privilegiado a pesar de gracias a Dios no faltarle nada material, porque bien le he enseñado austeridad. Incluso él siempre ha preferido estudiar con los niños en el orfanato, donde tenemos una linda escuela y muy buenos profesores, y para nada la educación es limitada.

En el amor de pareja, que les puedo decir, como toda persona que queda frágil después de una dura decepción, quedé con mucho recelo de entregar mi corazón nuevamente, porque como dice el dicho “Al picado de culebra, hasta las lagartijas lo asustan” pues nada, me quedé sola, además me dediqué tanto a mi proyecto que, para mí eso quedó en… digamos un tercer plano, todo eso del amor y la pareja feliz, me era indiferente e inexistente…

Tampoco voy a mentir y decir que me entregué al celibato, puesto que, por ahí discretamente calmaba mi necesidad carnal sobre todo con alguien que me atrajera, dejando siempre claro que no buscaba ni nada serio ni mucho menos, ningún compromiso con nadie.

Tuve una relación, para mí solo fue física con el mismo hombre durante mucho tiempo, pero sin meterlo en casa (Ese como ya les he dicho, era solo mío y de mi hijo), hasta que se quiso poner posesivo, exigir más de la cuenta, y tomarse atribuciones que no le correspondían, y sencillamente lo despaché. Tal vez pensaran que actué igual que mi ex, pero a diferencia de él, yo fui sincera desde el principio, ósea que esta persona estaba clara y sabía a qué atenerse si sobrepasaba los límites.

Y así comienza esta historia…

CAPÍTULO III COMO TODO COMENZÓ

MIRANDA ROSS

No les voy a mentir al decir que mi historia no es dolorosa, trágica y hasta patética desde mi óptica, más si les diré con firmeza que no soy una sufrida… lloré como no, lo hice cuando tuve que hacerlo, pues, para nadie puede ser fácil perder a sus padres y al poco tiempo, cuando piensas que estas superando la pena y has encontrado la luz al final del túnel, pierdes además al supuesto “Amor de tu vida…” caí, y desde muy alto, pero me levanté, y lo hice no solo por mí, sino por el ser más especial que como regalo a tanta tristeza y soledad recibí de parte de Dios…

Me llamo Miranda Ross. Tengo 33 años, soy médico pediatra, CEO y dueña de la clínica “Metropolitana Santa María” a los 22 años cuando estaba por culminar mi carrera de Medicina, mis padres fallecieron en un horrible accidente de tránsito cuando volvían de una comercial de tela en la que ambos trabajaban, fueron días muy duros, tanto que quise morir y que me enterraran con ellos.

Más sabía que eso no era lo que ellos querían para mí, entonces recordé cada uno de sus sacrificios para que yo cumpliera mi sueño de ser médico y me obligué a seguir adelante. A la par que estudiaba, también trabajaba como recepcionista en la sucursal de una empresa de importaciones muy importante en la ciudad. No era mucho lo que me correspondía hacer, más que tomar pedidos, recibir y anunciar a proveedores y atender por supuesto, cualquier cosa que requiriera levantar el teléfono.

Me iba excelente, no me podía quejar, pues trabajaba mis ocho horas en el turno de la tarde y me pagaban muy bien… lo más importante, era que mi horario de estudio cuadraba perfectamente. Me organicé tanto, que ninguna de las dos actividades interrumpía la otra. En mis tiempos libres comía libro como una loca, incluso a veces en la empresa, o en cualquier parte donde estuviera con tiempo disponible.

Siempre he sido dedicada, no voy a decir que soy una eminencia porque no es así, pero al ser dedicada como les digo, además de disciplinada y responsable, eso me ha ayudado a sacar buenas notas e ir cumpliendo con mi pensum de estudio, además de ser organizada en la vida.

Pero no siempre todo sale como uno lo desea ¿Verdad? siempre y es normal en la vida, se presentan imprevistos. Para mi uno de esos días, fue cuando mi auto tuvo una falla mecánica y me dejó botada en la nada, obligándome a caminar no sé cuantos kilómetros, la cuestión es que cuando llegué a la empresa con mi sonrisa acuesta, porque al mal tiempo buena cara siempre (entiéndase que estoy siendo sarcástica) al que menos pensaba ver y conocer al mismo tiempo, era a mi jefe, el verdadero, el dueño, el que nunca venía a esta sede, pero que justo ese día estaba, precisamente ese día, y tenía una horrible cara de gruñón, que en ese momento, no me permitió ver lo guapo que era… 😊y además me generó un muy mal presentimiento.

¡Definitivamente, ese no era mi día! Solo me bastó ver la mirada de angustia de mi superior inmediato y amigo Rubens para saber que estaba en problemas, y que ese hombre que estaba a su lado con cara de pocos amigos era mi jefe, jefe…

. – Buenas tardes Se… - Señor, pretendí decir, porque él no me dejó, al contrario, me interrumpió con un desagradable ladrido.

. – ¡Que cínica es usted! – Me aulló literalmente este tipo sorprendiéndome totalmente - Debería ser franca y decir mejor ¡Buenas noches!

¿Pero qué le pasa a este? Solo vengo retrasada por poco más de 15 minutos, no hay derecho para que sea tan exagerado y menos me hable así… ¡y por supuesto no me iba a dejar, así sea el jefe, si es que lo es!

. – Disculpe señor, pero mi auto… - Me interrumpe el mal educado nuevamente haciéndome inflar los cachetes tipo Kiko.

. – ¡No me interesan sus excusas, no las tolero… su impuntualidad me genera pérdidas que no estoy dispuesto a permitir!

. – Señor… - Rubens quiso hablar, más este con su mirada intimidante lo calló en seco.

. – Señor, permítame explicarle que… - Si, definitivo, no es mala educación, por lo visto, ser grosero venia incorporado en su personalidad, era como algo natural en él… y volvió a dejarme con la palabra en la boca.

. – No creo que explicarme mejore la posición en la que está, usted ha abandonado su lugar de trabajo dejando de atender importantes llamadas que a priori pueden afectar la renta de esta empresa…

. – No es mi culpa – Lo interrumpí esta vez yo - Además le avise a Rubens con tiempo, y estoy segura que nada se ha perdido señor, no exagere… -

Después que dije eso me arrepentí al ver la cara de rabia combinada con sospecha que él puso…

. – Claro, ya entiendo, debo suponer que estas acostumbrada a esto, llamas a tu jefe inmediato a quien tuteas de paso, y este – Le echa una miradota de reproche a Rubens, que solo le queda bajar la suya, tonto, me choca que sea tan sumiso - En vez de exigir cumplir las reglas te deja llegar a la hora que se te da la gana ¿Porque…? - Nos mira interrogantes, buscando respuesta a la absurda conjetura que se hizo.

. – ¡Ya basta…! - Le hablé con firmeza, levantando un poco la voz, más bajando el tono al instante, tenía que recordar que él es el dueño y me podía poner de paticas en la calle si le doy otro motivo, carraspeo antes de continuar – ¡Las cosas no son así Señor, esta es la primera vez en todo un año que tengo una falta en mi trabajo, y usted no puede venir a acusarme de algo distinto, menos sin conocer las circunstancias o tener argumentos sólidos, solo he demorado en entrar dieciocho minutos y lo lamento de verdad, no volverá a ocurrir porque no fue mi intención!

Su semblante no mejoró al escucharme, lo que aplastaba cada vez más mis esperanzas…

. – ¡No, por supuesto que no volverá a ocurrir, porque usted saldrá por donde entró impuntualmente hace exactamente, 25 minutos!

Al escuchar eso, mis sentidos se pusieron en alerta máxima, y comencé a desvariar en mi mente¡ Por Dios, no puede ser! No puedo perder este trabajo… cierto que tengo ahorrado, pero todo eso se lo llevaría pagar la universidad, el derecho a grado y todo lo que implica continuar con mis planes, y dudo que pueda conseguir algo igual que cuadre con mi horario, no, no puedo aceptar esta decisión que impulsivamente él ha tomado… ¡me tocó entonces bajar la guardia y ser más dócil!

. – Por favor señor, le prometo que no volverá a suceder, yo…- Miro a Rubens para que aboque por mí, pero este sigue agazapado por las miradas fulminantes que este tipo le daba, literalmente, lo tenía aterrado – Le pido otra oportunidad por favor…

. – Y yo le agradezco que se retire de mi presencia y de mi empresa ahora mismo… - Me dijo el infeliz señalándome la puerta y nada conmovido por mi ruego ¿Cómo se puede ser tan cruel? – ¡Mañana puede pasar por su liquidación, y espero que para eso si sea puntual!

Suspiré y me resigné porque tampoco le iba a seguir rogando…

. – ¡Así será, imbécil! – le dije bajito, claro que vendré por mi dinero, no te voy a regalar un año de mi tiempo, me volteé para salir, pero él lo impidió tomándome del brazo…

. – Eres además de todo una insolente… - ¡Me reclamó molesto porque evidentemente escucho lo que dije!

. – ¡Suéltame! – le exigí halando mi brazo con fuerza para soltarme de su agarre – ¿Y tú qué crees que eres? ¿El todo poderoso? Cómo puedes despedir a las personas, así como así sin saber la necesidad o la dificultad por la que están pasando…

. – ¿Así como así? ¡Ja! Tu sí que eres increíble, eres una irresponsable e impuntual… y nada productiva para mi empresa ¡Claro, que se puede esperar de una chiquilla impetuosa e inmadura!

Lo miré con furia ¿Cómo se atreve a juzgarme así, si apenas me está conociendo hoy?

. – Tu a mí no me conoces imbécil… – Esta vez si se lo dije en voz alta, ya sabía por su actitud que ni esperanza de recuperar mi trabajo me quedaba, pero que carajos, no iba a dejar que él me humillara – ¡Eres un caprichoso e insensible al que le queda muy grande el título de jefe, ojalá te vayas a la quiebra!

Así como terminé de hablar salí de rápido de ese lugar sin mirar atrás, molesta y derrotada a la vez… pero bueno, ni modo, debía seguir adelante, no me dejé derrotar por ese impase, aunque así me sentía. Solo esperaba poder conseguir un nuevo empleo, yo estaba segura que ni siguiera una carta de recomendación me dará el cretino.

Ya que tenía la tarde libre, decidí aprovechar el tiempo, entré en una librería y compré unas cuantas hojas de vida que llené allí mismo, al terminar salí y caminé de local en local ofreciendo mi servicio y dejando mi hoja de presentación por si se presentaba algo más adelante, que ruego no sea mucho tiempo el que deba esperar para que me contacten.

No tuve suerte de concretar algo ese día, y esperaba en Dios que el día siguiente fuera diferente… entonces recordé mi auto, busque el número del mecánico que siempre lo revisaba y lo llamé para que me ayudara, enviándole la ubicación y me encaminé para allá. Decidí caminar porque lo necesitaba, estaba segura que eso me ayudaría a calmar la rabia e impotencia que sentía.

Paso a paso llegué hasta donde estaba mi auto, aún no había presencia del mecánico por lo que lo abrí y me senté a esperarlo ¿Qué otra cosa podía hacer en el medio de la nada? Saqué de mi morral, mi libro de anatomía que siempre me acompaña y comencé a leer, cuando el mecánico llegó le expliqué lo que había pasado y él se puso en lo suyo, mientras yo continue en lo mío.

Estaba tan concentrada leyendo, que no le di importancia al auto negro con vidrios polarizados que pasó lentamente en la dirección contraria, si noté que se frenó más de la cuenta al pasar por mi lado, más no retiré la vista de mi lectura. Total, si no va a sumar que tampoco reste…

Cuando todo por fin estuvo listo, le pagué al señor e imprudentemente di la vuelta en U para volver a casa… si estuvo mal, lo sé, pero estaba tan agotada y ansiosa por llegar a casa, darme un baño y relajarme en las cuatro paredes que me acompañaban en ella… que manejar hasta el distribuidor para poder retornar, en ese momento era demasiado para mí…

Ya allí en la soledad de mi vivienda, pero donde seguía sintiendo la presencia de mis padres, me dispuse a preparar algo para comer, y en ese proceso, vinieron a mi imágenes del espantoso jefe que no sabía que tenía… que chévere era antes cuando no sabía que existía ese pesado y amargado hombre…

¡Es increíble la poco empatía que tiene ese troglodita con sus empleados! Pobre Rubens, supuse que al día siguiente sabría de él, si lo despidió, espero que no, capaz y también me echa la culpa, debí llamarlo, aunque lo intenté tomando el celular, luego lo pensé mejor, y lo coloqué nuevamente en la mesa, no tenía ganas de hablar ahora y menos de lo que pasó, además si lo había despedido ¿Qué se supone le iba a decir para consolarlo?

¡Me fui a dormir, pensando que al día siguiente definitivamente y decretado, seria otro día con mejores oportunidades!

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