¿TODO COMIENZO TIENE UN FINAL?
Amarnos para siempre fue nuestro comienzo, pensar en un final nunca fue opción...
Bienvenid@s a esta historia, espero la disfruten. Juliette y Benjamín, una pareja de adolescentes que atravesarán su ruptura amorosa y aprenderán de ello.
Esta es la nueva edición (FELICIDAD DESTROZADA - EDICIÓN 2023), la novela será completada.
Actualización: Martes, Jueves, Sábado
BYE
Un viaje fue necesario para conocerlo; una mirada fue suficiente para enamorarme.
** ** **
No sé cuántas vueltas he dado por toda mi habitación solo para decidir qué ropa usar. Vuelvo a detenerme frente al espejo y deshago el peinado por enésima vez, mi cabello se enreda todavía más. No entiendo, es que nunca voy a entender por qué después de tres meses me sigo poniendo nerviosa cuando se trata de él: Benjamín D' Marco, el chico más simpático que puede existir.
—¡Peque! —Es la voz de mi madre.
—¡Dime! —respondo de la misma manera, gritando.
—¡ Dime! —Elevo más mi voz.
Silencio.
Lo único que hago en estos casos es correr hacia donde se encuentra. Ella está aquí, en la cocina, comiendo su postre favorito.
—Madre —digo de mala gana—, ¿qué decías?
—Ve si hay ropa en el tendedero, creo que lloverá, al menos eso figura en el pronóstico del clima.
—Madre, usamos secadora. —Contengo la risa—. ¿Me invitas?
—No..., pídeme lo que quieras... menos mi torta helada —dice con la boca llena.
—¿Podemos decirle a mi padre que tengo novio?
—No, Juliette, no. Ni lo sueñes. Le prometí que no te dejaría tener novio hasta los 15. —Se pone de pie y camina hasta el refrigerador.
—¡Tengo 15!
—Faltan nueve meses para tus quince.
Me quedo callada. Es verdad, mi cumpleaños es en abril y lo espero con ansias. Quiero que llegue ese día para así poder hablar con mi padre de Min, de cómo lo conocí, de cómo me enamoro, de todo lo que hace por mí, de lo feliz que soy a su lado.
—¿Vas a salir? —No espera a que responda—: Veo que sí, ¿pediste permiso? No.
—Madre, di que sí. Porfis, ¿sí?
—Avísame cuando estés lista.
—Lo estoy, ¿tan mal me veo? —Finjo estar triste.
—No, Peque. Vamos. —Se dirige hacia la silla, donde está su bolso y lo coloca en su hombro izquierdo—. Iremos caminando, tu padre se llevó el auto.
Salimos de casa tomadas de la mano hablando de temas triviales. Caminamos por largas calles durante minutos. Logro divisar un parque, rodeado de pequeños arbustos, solo puedo sentir alivio. Pensé que mi madre no se ubicaría sin Google Maps.
—Es allí —digo agilizando los pasos.
—Espera.
—Madre, tranquila, Benjamín no tardará en llegar.
—¿Segura? —Me mira con desconfianza.
—Sí, madre, segura.
—Está bien.
Por el tono de su voz deduzco que sigue dudando, así que saco mi celular y finjo que tengo un mensaje de mi novio: sonrío y miro en dirección al parque.
—Confío en él. Cuídate mucho, llámame por si necesitas algo. —Besa mi mejilla con cariño. Camina de espaldas agitando ambas manos. Sonriente, como siempre.
Empiezo adentrarme en el parquecito con la mirada en mis pies, esto será más difícil de lo que pensé. Levanto la mirada y me encuentro con la suya, al instante siento un cosquilleo en el estómago y tengo las manos sudorosas.
Está apoyado en una farola. Al verme, da un par de pasos y abre los brazos, una sonrisa se forma en sus labios. Sin esperar más señales me lanzo a abrazarlo, no controlo mi fuerza, terminamos tirados en césped.
Benjamín se incorpora conmigo sentada a horcajadas en sus piernas. Se toca la cabeza repetidas veces, hace una mueca de dolor. Tiro de su nuca para inspeccionar mejor la zona que sufrió más daño, por suerte no tiene ningún chinchón.
—Soñé con tenerte así —dice haciendo que deje su cabeza en paz para enfocar mi mirada en sus ojos, tiene las pupilas dilatadas.
—¿Cómo? —pregunto arqueando una ceja.
—Así como estamos... Q-Quiero decir, a solas, en un lugar tranquilo. Aunque con tu sonrisa me conformo, pero no puedo negar mis ganas por besarte.
—Y yo.
Sin darme tiempo a tomar aire se apodera de mis labios. Es un beso suave, tierno que termina tornándose a uno más, ¿apasionado? Cuando voy a detenerlo, él lo hace por mí y se lo agradezco. Me tumbo a su lado, llevo una de mis manos a su cabello y empiezo a jugar con el.
—Te quiero —susurra mientras roza nuestras narices—, no te imaginas cuánto. Te quiero, de verdad, te quiero.
—Yo también. —Alcanzo a decir antes de volver a sentir sus labios contra los míos.
—Me encantas. Eres la única persona con la que me siento realmente bien, contigo a mi lado siento que no me falta nada. Gracias por estos tres meses, valió la pena esperar por ti. ¡Feliz aniversario, mi amor! —Sonríe hasta con los ojos.
Me quedo asimilando las dos últimas palabras, ¿me llamó mi amor? ¿Mi amor? «¡Sí, Juliette, no estás soñando!»
—Definir estos tres meses contigo me resulta difícil, ya sabes, hemos pasado por mucho juntos. Pero me gustaría que seamos como las parejas normales, no vernos a escondidas y nada de lo que implica eso.
—Sabes que será por un tiempo. —Besa mi mejilla y se me olvida todo lo que tenía por decirle.
—Tengo un regalo para ti —dice al poco tiempo y se pone de pie para tomar su mochila.
—¿Qué es?
—No seas curiosa, amorcito. —Hace que me ponga roja por la vergüenza y me tiemblen las piernas por los nervios, agradezco estar sentada—. Tú solo cierra los ojos.
Hago lo que me pide. Solo este chico es capaz de hacerme sentir muchas cosas a la vez. Quién iba a pensar que me enamoraría de él, si en un inicio lo odiaba por ser tan escandaloso. Aún no sé qué hizo para tenerme así, cambió mi mundo por completo y ahora no puedo imaginarme una vida sin él; he terminado agradeciendo a mi madre por insistir tanto en inmigrar aquí, en Argentina.
—Ábrelos.
Parpadeo para adaptarme a la luz, como que se tardó mucho. Llevo ambas manos a mi boca, no puedo creer lo que veo. Lucho por contener la emoción. Lágrimas de alegría ruedan por mis mejillas, me lanzo a abrazarlo y su cabeza vuelve a dar contra el suelo.
—Min, eres el mejor novio del mundo. Gracias, muchas gracias —digo dejando besos por toda su carita.
—¿Te gusta?
—¡Me encanta!, ¡es mi saga favorita! ¡Amo los libros!
—¿Y a mí?
—¿A ti qué?
—Yo sí, Juliette.
—¿Tú qué?
—Olvídalo. Aún tengo sorpresas, vamos. —Se pone de pie y me tiende una mano.
*
—Comeremos ahí. —Señala con el dedo una cafetería—. Vamos, crucemos que está en rojo.
—Cafetería «Coffee & amore» les da la bienvenida, buenas tardes —nos saluda una señorita en la puerta. Está vestida con una falda negra ajustada y blusa blanca, tiene el cabello bien recogido. Da una buena impresión, si el café es exquisito definitivamente se convertirá en mi favorita.
—Buenas tardes —saludamos a la vez.
—Tenemos reserva —informa Benjamín.
—¿Nombre? —pregunta ojeando su pequeña libreta.
—Giancarlo Di Marco. —Acomoda mejor la mochila en su hombro.
—Mesa 26, segundo piso. —Señala las escaleras. Suelta una risita cuando le damos la espalda y empezamos a subir.
El lugar es espacioso. Las mesas y sillas están ordenadas por filas a una distancia de dos metros aproximadamente. Grandes cuadros de paisajes adornan las paredes y el olor es muy agradable: una mezcla de limón y lavanda.
—Cafetería «Coffee & amore» les da la bienvenida, ¿qué van a pedir? —dice de mala gana. Se va tirando la carta en la mesa.
—¿Y a este que le pasa? —digo para mí misma. Al ver que algunas personas voltean llego a la conclusión de que lo dije en voz alta.
—¿Qué? —Los mira serio, todos vuelven a lo suyo—. Tranquila —. Toma mi mano, la acaricia con su pulgar—. No hiciste nada malo, preciosa.
—Gracias. —Dos chicas me están mirando fijamente lo que me ruboriza, bajo la cabeza.
—¿Qué pasa? —Se incorpora para tomar mi barbilla y hacer que mire sus ojos.
—Nada. —Me alejo de su tacto—. Solo deja de hacer eso.
Ante su cara de confusión, a la vez de tristeza me apresuro a susurrar —: Es la primera vez que nos vemos en público, estoy nerviosa.
—¡Mozo! —Levanta la mano para llamar su atención sin conseguirlo.
—Disculpen, mi compañero no tuvo el mejor día. —Llega corriendo una chica morena, con una sonrisa.
—¿Puede cambiarme de lugar?
—¿Qué lugar prefiere?
—Uno que esté... a solas.
—Mesa 35, la que está al lado del muro y alejada de las cámaras. ¿Le parece?
—¡Genial!, gracias. —Se pone de pie y toma mi mano para dirigirnos al lugar designado.
Al instante me relajo.
Tomamos asiento y la mesera nos brinda la carta manteniendo su bonita sonrisa. Deberían existir más personas así en el mundo, transmite una vibra única.
—Un momento, en seguida les tomo el pedido —dice para retirarse dando zancadas. Este trabajo debe ser agotador, pues están todo el día de aquí para allá, y encima tienen que lidiar con un montón de personalidades.
—¿Estás más cómoda? —pregunta Min mirándome a los ojos.
—Sí, gracias, Min. —Me incorporo para besar su mejilla—. Eres único, estoy agradecida por tenerte. —Sonrío.
—Y tú eres preciosa e increíble. —Acaricia mi mejilla, deposita un beso en mis labios.
—¿Tienen listo su pedi-? Disculpen —dice la chica deteniéndose en seco.
Mis mejillas arden, puedo asegurar que estoy roja como un tomate. Vuelvo a tomar asiento.
—Me trae un café y una empanada. —Sigue mirando la carta—. Disculpe, ¿qué es "Coffee and Amore"?
—Es una orden para parejas, contiene dos capuchinos, dos cupcakes a base de maní y dos cajitas de chocolate.
—¿Ordenamos eso? —pregunta Min.
Asiento sin dejar de cubrir mi rostro; no entiendo cómo Benjamín puede contener la vergüenza.
Nuestro pedido llega después de cinco minutos. Comemos en silencio. No somos capaces de romperlo hasta que la mesera nos da la cuenta para pagar en caja. Nos atiende un joven muy amable. Salimos satisfechos y agradecidos por su buena atención. «Coffee & amore», mi cafetería favorita desde hoy.
Estamos en la parada de autobuses. Min no ha sido capaz de soltar mi mano en todo el trayecto, lo que provocó que transpire. Pero nada de eso importa, me transmite seguridad. A su lado me siento inmensamente feliz. No puedo imaginarme la vida sin él, aunque es obvio que él no lo sabe. Me cuesta expresar mis sentimientos, pero los demuestro.
El bus va a velocidad, el aire me pega en la cara con fuerza haciendo que se me erice toda la piel. Mis cabellos cubren mi rostro, los acomodo tras mi oreja. Volteo.
—¿Puedes dejar de mirarme así?
—Tienes los ojos cerrados, ¿cómo sabes que te estoy viendo?
Sonríe e ignora por completo mi pregunta—: ¿Estás bien? —Lleva nuestras manos unidas hasta sus labios.
—¿Dormiste?
—Eh... ¿Por qué lo dices? —Cierra la ventana, el aire cesa en segundos.
—Tienes la voz ronca.
—No... Bueno, quizás un poco. ¿Puedo pedirte algo?
—Sí.
El bus frena de repente y la puerta se abre de inmediato.
Bajamos todavía de la mano. Benjamín no deja de mirarme lo que me pone alerta, conozco esa mirada y sé que está apunto de vengarse. Hace poco le hice una broma, le dije que me regresaba a New York para siempre y por primera vez vi sus ojos cristalizarse.
—Juliette, tienes... Tienes los labios hinchados —dice preocupado.
—No juegues con eso, Benjamín.
—Lo digo en serio. Están un poquito hinchados.
—Mentiroso. —Me pongo delante suyo, alcanzo su cuello poniéndome en puntillas. Río tras alejarme, el pobre abre los ojos sorprendido y ante la mirada de un grupo de chicas se ruboriza por un segundo, literal.
—Cuando tu padre sepa de mi existencia, te dejaré los labios hinchados.
—Mi padre te matará.
Seguimos caminando calle abajo, entre risas.
Nos detenemos dos cuadras antes de mi casa, él me dice que entre y yo le digo que se vaya para entrar. Discutimos un largo rato por lo mismo, al final gano yo.
Abro la puerta sigilosamente. Veo la cabellera rubia de mi madre, tiene los codos apoyados en sus rodillas y la cabeza entre sus manos. Al sentir mi presencia me mira con ojos llorosos, se limpia las lágrimas con rapidez.
—¿Qué pasa, madre? ¿Por qué lloras?
—¿Así que llegaste?, ¿en dónde estuviste? —Aparece mi padre con una bandeja, trae vasos de refresco. Sí, aún no nos adaptamos al mate.
—Fui a hacer un trabajo con mis compa-
—Un trabajo con tus compañeras. —Suelta una carcajada—. ¿Qué hacías con un chico en la cafetería?
Miro a mi madre esperando alguna señal . Ella asiente levemente confirmando que mi padre sabe de Benjamín.
Ahora, ¿qué hago?
¡Ayudaaa!
Conocerla fue como darle un giro de 180° a mi vida. Mejoré para bien, mejoré por ella, para merecer ser su novio. Ahora mi pequeña felicidad se resume en una sola palabra: Juliette. Si me preguntan por ella pensaría en todas las cosas que me hace sentir, en lo que ella es, pero definitivamente me quedo con esos ojitos verdes que se convirtieron en mi espejo favorito desde el primer momento que los miré.
Hoy tengo una "cita" con el padre de mi novia, ayer me escribió desesperada y dije que iba a ir, y estoy nervioso. ¿Qué voy a decirle? ¿Qué responderé si me pregunta... cosas? ¿Cómo voy a saludarlo? ¡Ay, quiero morir!
Doy una mirada rápida a todo el desorden de mi habitación, aunque suelo ser un poco ordenado, esta vez dejaré todo tirado. Tengo que llegar a la hora acordada.
*
Estoy frente al departamento de Juliette. No puedo dejar de temblar, tengo miedo. ¿Qué hará conmigo, su padre? Debo avisar a mis amigos antes de entrar...
~Chat con "Más que amigos, hermanos" ~
Yo: Chicos, por si muero recuerden que los estimo mucho.
7: 44 a.m. ✓✓
**Richi:**Yo te estimo más, te voy a extrañar.
7: 45 a.m. ✓✓
Tobías: ¿Qué pasa, amigo?
7: 47 a.m. ✓✓
Jonny: Jajaja, no sean dramáticos! Benja, tus "suegritos" te aceptarán
7: 47 a.m. ✓✓
~Fin del chat ~
Ella baja las escaleras con su celular en la mano, parece preocupada. Al verme sonríe y mi corazón brinca de felicidad, cuando está conmigo es como si tuviera taquicardia.
—Buenos días, preciosa. —Me acerco para abrazarla, ella retrocede.
—Mi padre te espera, ahora mismo está en la ventana —dice mirando en otra dirección—. Debemos subir...
—Sí...
Subimos las escaleras cada vez más despacio, nos detenemos en el cuarto piso y Juliette toma mi mano para seguir subiendo, a mitad de la escalera me abraza por la cintura. Se pone de puntillas depositando un beso en me mejilla.
—Te quiero mucho, Min. Todo va a salir bien, ¿verdad?
—Confiemos en que sí.
Nos detenemos frente a la puerta del quinto piso.
Es aquí.
Los nervios invaden todo mi ser, mi pulso se acelera a más no poder.
Tengo miedo.
—Le diré a mi padre, espérame aquí.
Asiento.
La realidad me aterra más de lo que quiero admitir. Escuchó pasos acercarse. ¿Acaso... tienen... una pandilla o algo parecido?
«Ni lo pienses, Benjamín, no entres en pánico. Esto no es una película de acción», me regaña mi subconsciente. «Debemos resolver esto como personas, hablando».
La puerta se abre dando paso a tres personas, la familia Milano Johnson. Me quedó estático por un segundo, luego me acerco hasta donde se encuentran.
—Bu-Buenos días, señor y señora Milano. —Extiendo mi mano. Cuando voy a retirarla, el señor Dave la estrecha ejerciendo presión cada vez más.
—Dave, detente —dice la señora Michelle—. Y buenos días, Benjamín, bienvenido.
Tan linda como siempre. Se parece mucho a su hija, en un sin número de aspectos.
El señor Dave camina dándonos la espalda. Sin saber qué hacer miro a Juliette, ella me indica pasar, me percato de que está sonrojada.
—Lo siento, mi padre está molesto. —Pasa las manos por su rostro—. ¡Qué vergüenza!
—Tranquila, entiendo a tu padre.
Si yo tuviera una hija como Juliette haría lo que fuera por que estuviera soltera.
—Dejen de susurrar y vengan aquí, ahora mismo. —Llama nuestra atención la señora Michelle, se encuentra recostada en la pared, a una distancia prudente como para no escucharnos.
Madre e hija se juntan. Las sigo mirando a los lados: hay fotos familiares colgadas en todas partes, adornan la pared blanca. Al fondo del pasillo está la sala, los muebles tienen fundas negras con puntitos rojos y cremas, en el centro hay una pequeña mesa de vidrio con una pecera dentro de ella... Siento la presencia de alguien.
—¿Benjamín, verdad?
—Así es, señor. —Me esfuerzo por no tartamudear.
—Bien, hablemos. —Cruza sus piernas —. ¿Qué intenciones tienes con mi hija?
Empezamos fuerte. Creí que sería fácil, es más, no pensé en una posible pregunta y su respuesta. Debí tomarlo en serio y practicar toda la noche.
—Yo... yo respeto mucho a su hija, nunca haría algo sin su consentimiento. La quiero tanto que... Bueno, no pienso dejarla así usted me lo pida.
—¿Me está amenazando, jovencito?
—No, cómo cree, señor, disculpe.
—No pienso prohibirle nada a mi hija. Entiendo que se quieren y sé lo que se siente temer perder a alguien especial. —Se da un golpecito en la cabeza para luego aclararse la garganta—. En fin, háblame de ti, de tus sueños, de tus padres.
—Usted conoce a mi padre, por situaciones vividas con mi madre es distante conmigo, no tenemos mucha comunicación... Mi madre nos abandonó cuando yo era solo un bebé..., no quiero hablar de eso, disculpe.
—Entiendo, ahora háblame de ti.
—Yo... Bueno, yo... tengo muchos sueños, los cuales quiero cumplir. Juego al fútbol, soy bastante sociable, en la escuela me va bien. También soy un poco escandaloso y a veces distraído, según mis maestros y amigos.
Asiente lentamente—: Bien, me dices que eres sociable, ¿tienes muchos amigos?
—Tengo tres amigos, en los que confío.
—¿Y amigas?
—Solo dos, ellas se llevan bien con Juliette.
—¿Sueles confiar plenamente?
—Nunca. En realidad, muchas veces no confío ni en mi propia sombra.
Oprime una sonrisa—: Hablando de confianza, ¿confías en mi hija?
—Sí, plenamente.
—Benjamín, —eleva un poco la voz— nunca confíes demasiado en alguien que no seas tú.
Asiento distraído.
—Tómalo como un consejo. ¿Y cuántas novias has tenido?
Esta pregunta no me lo esperaba, al menos no así: de repente. Trago grueso, no puedo mentirle, al padre de mi novia no.
—Tres, pe-
—Así que tienes experiencia en temas amorosos, decepciones, sentimientos que no encuentras explicación y-
—Disculpe que le interrumpa, señor Dave. La verdad, he salido con ellas junto a mis amigos. Nunca he tenido sentimientos profundos, ni demostraciones de afecto. Pero con su hija sentí el amor real, me declaro completamente enamorado de ella. —Me siento extraño, nunca planeé hablar demasiado. ¡Estoy gritando mis sentimientos a los cuatro vientos! Increíble.
—Por hoy, terminamos aquí. Tienes mi consentimiento para salir con mi hija. ¡Y cuidado con esas hormonas alborotadas, eh! —Mira hacia un lado sonriendo—. Pueden salir de ahí, par de chismosas. —Bromea o eso creo.
Juliette y su madre salen de su escondite con una sonrisa inocente. Al ver que todos sonríen no puedo evitar hacerlo también. Sin cambiar su expresión, mi novia corre a los brazos de su padre, este la alza por los aires; no me sorprende, es tan delgada que yo puedo hacer lo mismo.
—Gracias, gracias, gracias —dice depositando besos en sus mejillas.
—Agradece a Benjamín, pasó la primera prueba. —Sonríe a boca cerrada mirándome fijamente.
Se suelta con un movimiento rápido y, como siempre, se lanza a abrazarme—: Gracias—dice en voz alta—. Te quiero, lo lograste —habla para los dos conteniendo la emoción.
—¡Déjense de cuchicheos y pasen a la mesa para desayunar! —grita la señora Michelle dirigiéndose a ,lo que supongo, la cocina seguida por su esposo.
—Señora, señor, disculpen. Pero debo regresar a mi casa, salí sin avisar.
Ambos se miran sorprendidos.
—Está bien, Benjamín. Tu padre debe estar muy preocupado, para la próxima hazle saber.
—Sí, Benjamín, mi esposo tiene razón, no debiste salir sin avisar. No te hago perder más tiempo. Peque, acompáñalo a la puerta.
—Vamos, Benjamín. —Dirige su mirada al largo pasillo indicando que me adelante.
Estando en las afueras del edificio, tomó las manos de mi novia para atraerla a mí y besarla. Mi intención era esa, pero terminé por abrazarla ya que una voz muy conocida nos interrumpió.
Lo que no sabe su padre es que nos detuvimos en una de las escaleras para besarnos, y decirnos un par de cosas privadas. Nadie, ni nada podrá borrar mi sonrisa; me tomó por sorpresa ser acorralado en la pared por un pequeño cuerpo. Eso de alguna manera me levanta los ánimos hasta el punto de sonreír por todo, así sea por un tropezón.
¿Un tropezón? ¡Auch!
Salto en un pie tratando de calmar el dolor y hago mi máximo esfuerzo por no soltar una grosería. En mala hora elegí venir en pantuflas. Tengo suerte de que mi casa quede a solo diez cuadras, no tanto porque para mí son larguísimas.
—¡Benjamín! —grita mi novia deteniéndose a mi lado.
—Me asustas, preciosa, ¿qué pasa?
—Tu celular, por cierto, tiene más de veinte llamadas perdidas de la Enana —dice con molestia. Una mueca de desagrado se forma en su rostro, parece que quiere vomitar.
—Seguimos con lo mismo, ¿cuántas veces debo decirte que eres tú y nadie más? —Suspiro cansado.
—¡Las veces que sean necesarias! Mientras hables con ella, los problemas seguirán.
—¿Vamos a discutir otra vez por lo mismo, Juliette? Estamos bien, no quiero tirar lo que hemos avanzado a la basura. No recuerdo cuándo fue la última vez que discutimos.
—¿¡Seguro que estamos bien!?, ¿seguro?
—Cálmate primero, cálmate.
—¡No me pidas que me calme! Me estoy cansando, Benjamín, me estoy cansando —advierte muy molesta.
—Te he dicho miles de veces lo importante que eres para mí, ¿crees que te dejaría por ella? No, ella solo fue una amiga que intentó sobrepasarse conmigo.
—¡Por eso mismo! ¡Con más razón!, aléjate de esa Enana sin gracia.
—Todas las personas merecemos respeto, para con eso.
—¿Y el respeto a tu novia, dónde queda? ¡Dime! —Respira pesadamente—. ¿Sabes qué? Lárgate, déjame sola, en paz por un momento. Tu presencia me... Mejor no sigo hablando. —Da media vuelta y echa a correr a su departamento. Está hecha un demonio, muy hermoso para ser sincero.
Me habían dicho que las cosas no siempre resultan como quieres, ¡te sorprenden! Hablé muy rápido: lograr despedirme sin discutir con mi novia era algo nuevo, mi sonrisa iba a durar poco. Siempre discutimos por lo mismo, y tiene nombre y apellido: Maricel Romero. Una vieja conocida, que fue mi mejor amiga en su momento, ella era bastante pequeña y un poco regordeta. Juliette le puso ese apodo cuando se enteró que casi fue mi primera vez, le conté que estaba obligado y no lo entiende.
Siempre la consideré amiga, solo eso y la perdone porque la apreciaba. Sigo manteniendo comunicación con ella porque quizá aún la quiero tanto como en un principio. No es tan fácil olvidar a alguien especial.
Me sigo preguntando cómo es que funciona nuestra relación. No sé, me imagino que será el amor lo que nos guía y nos mantiene unidos por el corazón. La verdad, tampoco es que discutimos todas las veces, soy un exagerado.
Una parte de mí acepta que estoy haciendo mal en hablar con Maricel, pero mi orgullo no. Además, no es como si hiciera algo malo. Solo la saludo, hablamos de vez en cuando y cuando me revienta el celular con llamadas es porque necesita joderle la vida a alguien.
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