Hace mas de 500 años cuando en nuestro territorio no habitaba nada una hermosa mujer de cabellos marrones semi ondulados, ojos marrones claros, blanca como la leche y delgada como las ramas de los árboles, ya que pasaba mucha hambre por ser esposa de un leñador que no tenía a quien vender sus creaciones. Esta mujer se acercó a estos prados donde la luz de la luna se reflejaba con mayor intensidad para poder así implorar a la misma que la ayudará a encontrar comida para poder alimentar a sus hijos o de lo contrario podrían llegar a morir.
Esta mujer con lágrimas en sus ojos pedía y pedía en este prado a la Luna porque temía que el tiempo pasara y sus hijos pudieran fallecer, ya que no había logrado que comieran en tres días debido a que no había logrado su esposo vender nada de leña. Fueron tanta las lágrimas que derramó esta mujer que conmovió a la Luna haciendo una promesa a esta mujer de que obtendría riquezas cada vez que elaborara hermosas prendas de vestir con sus propias manos, bajo la condición de que se estableciera en este Prado y durante las noches de luna llena sacará su cuaderno y dibujara las prendas que vendería solo en esas noches, mientras conversaba con la luna y compartía las experiencias que vivió en durante los 28 días que no podían hablar, ya que la Luna no estaba llena.
Conversar con la luna hacía que esta mujer confeccionará las más extraordinarias prendas que nadie Jamás había visto haciendo que ella obtuviera una gran popularidad en el reino de Amedec en el cual ella habitaba. Pasaron los años y esta mujer se volvió tan rica debido a las extraordinarias habilidades que compartía con la Luna sus riquezas alcanzaron las de un Marqués bastante adinerado, haciendo que esto causara mucha envidia entre los nobles del reino, ya que esta mujer solía pertenecer a la plebe. Cuando más pasaba el tiempo y su riqueza aumentaba, los nobles que la envidiaban la tildaban por bruja, puesto que solamente hacía creaciones durante las noches de luna llena y también la veían hablar con la misma hasta que el Sol se alzará.
Tan fuertes fueron los rumores que llegaron a oídos del Rey, quien decidió después de muchas reuniones con sus caballeros que lo mejor era matar a la bruja antes que la misma se volviera tan poderosa e incapaz de detenerla. Era noche de Luna llena cuando los caballeros del Rey fueron a masacrar a todos los que habitaban en el territorio de esta mujer por lo que no les dio tiempo ni de prepararse para enfrentar tales ataques; en medio del caos que estaba presenciando está mujer, se apresuró a correr hasta llegar al punto donde siempre se sentaba a conversar con la luna y de rodillas le imploro que salvara la vida de sus hijos pues ese deseo de su corazón siempre había sido la salvación de sus hijos.
Justo cuándo esta mujer alzó sus manos uno de los soldados del Rey le atravesó el corazón con una lanza a través de su espalda gritando a fuerte voz "La bruja a Caído", tras esto la mujer vomitó sangre y cerró sus ojos casi al instante mientras que una lágrima se derramó haciendo esto que la Luna se tornará de un rojo carmesí bastante intenso que ocasionó que los cielos, la tierra y todo lo que su luz tocaba se tornará del mismo color.
Era la primera vez que algo como esto sucedía. La Luna había cambiado de un color a otro, ella siempre permaneció igual; en el justo momento que las lágrimas de esta mujer cayeran en tierra La Luna que alguna vez fue conocida como un refugio para los más solitarios se volvió una pesadilla para todos aquellos que estaban en contra de esta mujer. Esa noche todos los que una vez le tuvieron envidia a esta mujer, (plebeyos o nobles) sin excluir al Rey, fueron azotados por un inmenso dolor de cabeza que provocó que sacaran Lágrimas de sangre de sus ojos Hasta que fallecieron; La Luna elimino así toda amenaza para los descendientes de su mejor amiga.
Cuando la luna volvió a ponerse de su color decidió establecer un nuevo reino, un reino diferente al que existía coronando como rey a uno de los hijos de esta mujer, pero para garantizar que su descendencia nunca se extinguiera dijo que coronaria como rey al descendiente que a la edad de 25 años, presentara un lunar en la nuca de color rojo del tamaño de la palma de una mano. También la compañera de dicho Rey sería elegida por la amiga de la luna, la cual sería elegida en el festival de primavera que se celebraría durante la primera noche de Luna llena del mes.
Cuando la mejor amiga de la luna falleció, la tierra que la cubrió se volvió roja y no creció nada en su interior, por lo que el primer Rey construyó un templo a su alrededor y por órdenes de la luna la Reina sería elegida en dicho lugar sobre los restos de esta mujer, sin importar si fuera plebeya o noble, solo debía ser inteligente y tener habilidades con el diseño, ya que eso era lo que mantenía las riquezas de la nación.
Una vez que la Luna elegía al Rey, la Reina era seleccionada en este evento meses después en la primavera tras dejar que las jóvenes con edad para casarse trajeran sus diversos diseños y los colocarán sobre estas tierras; estos diseños se prendían fuego hasta que solo quedaba una sola hoja de papel completamente intacta, quedando así seleccionada la próxima Reina que traería prosperidad a la nación.
Año 601, en el reino Luna carmesí, estación primavera, casa de la familia Renger.
Una sirvienta de ojos negros, cabello de igual color, lleva uniforme de azul oscuro, con un delantal color blanco y una cofia bastante alta que identificaba que era una sirvienta exclusiva. Esta sirvienta era la asignada para cuidar a la Señorita Renger, era de 40 años y había cuidado de la señorita desde que su madre falleció 3 meses después de haberla dado a luz. Todos los días le llevaba su desayuno ella sola, pero cuando había que vestir a la Señorita debía hacer ese trabajo con otras tres sirvientas, ya que la misma era tan inquieta que varias mujeres debían ayudar para que estuviera lista a tiempo. El desayuno favorito de la señorita era huevos, pan con mantequilla semi tostado y un vaso de jugo de naranja dulce por lo que la sirvienta se lo preparo y decidió llevarlo a su habitación aprovechando de irla a despertar. Para llegar al cuarto de la señorita ella debía subir las escaleras hasta el segundo piso de la mansión las dos habitaciones y la otra era de la señorita.
Su habitación era la segunda, ya que su balcón se conectaba con el árbol de cerezo del Jardín y sus bellas ramas posaban sobre él por lo que era el lugar perfecto para que la Señorita pudiera disfrutar el desayunar, también le gustaba sentarse para ver cómo cambiaban las estaciones o simplemente ver cómo volaban los Zorzales, veía cuando el árbol está a floreciente o cuando no había ni siquiera un cerezo, pero todo esto hacía que la señorita disfrutara de su pequeño balcón.
La sirvienta se llamaba Marta, y a ella le encantaba mucho trabajar para la señorita, ya que la consideraba con mucho amor como si fuera su propia hija. Cada vez que llegaba a la habitación de la señorita mirada por unos segundos el dibujo que había hecho en la puerta la señorita, porque este tenía un campo lleno de flores y un pequeño estanque que reflejaba la luna. Esto llenaba de orgullo a la sirvienta pues la Señorita había progresado en las artes muy rápidamente, ya que era algo que a ella le apasionaba de verdad.
La sirvienta toca tres veces la puerta y dice:
Marta: Señorita Sumire ¡Buenos días! Voy a pasar
Sí, como has oído nuestra protagonista es Sumire Renger.
Ante tal llamada no se oye respuesta, pero aun así la sirvienta entra a la habitación debido a que en realidad vino a despertar a la señorita. El cuarto de Sumire no era muy lujoso, el color de las paredes era el mismo color de la madera que utilizaron para construir la Mansión, solo le adornaba algunos objetos que su padre había logrado comprar con la intención de que su hija los decorara a su gusto. Estos objetos eran un bello clóset de color blanco al cual Sumire le había dibujado unos hermosos pájaros de color azul, una peinadora color celeste que tenía un gran espejo redondo, una bella alfombra de color rosa pastel que tenía bordado unas flores de color amarillo, una mesa de noche de color blanco al cual Sumire le había pintado unas mariposas de diversos colores, tenía una cama estilo individual que tenía bellas cortinas de color celeste al igual que sus sábanas, las cortinas del balcón eran de color celeste y no poseían ningún bordado, mucho menos eran muy gruesas, ya que su tela era semejante a la del tul. Lo que más llenaba de vida la habitación de Sumire eran los dibujos que ella misma había realizado, en uno de ellos tenía pintado unos conejos que comían bayas en el bosque, el otro unas ardillas que robaban nueces de una cocina, el otro tenía dibujado un bello prado con muchas flores; pero el más importante para la señorita era el que había dibujado el mejor Amigo del Barón Ranger y este contenía el retrato de una bella mujer de cabello marrón ondulado, ojos marrones oscuros y piel pálida que sonreía con ternura a su hija entre sus brazos. Dicho retrato fue llevado a cabo meses después de que naciera la señorita, ya que su madre, la señora Renger temía que no podría crear recuerdos maravillosos con su hija por lo que decidieron pintar este retrato. Cada noche antes de dormir Sumire se sienta frente al retrato imaginando que este es un recuerdo que tiene en su mente y siente de esa manera la calidez como si su madre la estuviera abrazando.
Marta estando dentro de la habitación se da cuenta de que Sumire no se encuentra por ningún lado por lo que vuelve a llamarla diciendo:
Marta: Señorita Sumire Le traje el desayuno ¿se encuentra en el baño?
Nuevamente, no hubo respuesta por lo que decidió colocar la bandeja en la mesa que estaba en el balcón para divisar si se encontraba escondida en algún lugar. Como no la consigue después de buscarla en la habitación vuelve al balcón y colocan sus manos en la cintura, frunce el ceño y con voz alta dice:
Marta: ¿dónde se habrá metido esta niña?
Al pronunciar estas palabras escucha que una rama se ha movido por lo que de alza su vista en dirección del sonido y se da cuenta de de que Sumire está intentando bajar sigilosamente con la intención de que Marta no se diera cuenta de que estaba entre el árbol. Tras ver todo esto Marta exclamó con voz aterradora y agitando las manos con desesperación le dice
Marta: ¡Señorita Sumire! ¿Qué hace subida allí? ¡Por favor baje!
Marta colocando sus manos en la boca Mira fijamente cómo Sumire coloca su lápiz en su boca y su cuaderno lo abrazó con el brazo izquierdo para poder bajarse. Sumire bajaba con calma o de lo contrario podría agitar más a Marta que ya estaba bastante pálida. Cómo vio que estaba cerca del balcón Sumire decide saltar a él, pero Marta corriendo va a tratar de atraparla por lo que ambas se tropiezan y caen al balcón; mientras Sumire se sienta coloca una de sus manos detrás de su cabeza y con una sonrisa bastante nerviosa dice con vos temblorosa
Sumire: ¿te encuentras bien Marta?
Sumire era una joven de 17 años cuyo cabello era liso y le llegaba hasta los glúteos, poseía unos bellos ojos de color marrón claros, posee un pequeño lunar en el nacimiento de sus pestañas y una piel que era suave y clara, media 1.45 cm y pesaba alrededor de 50 kg, pero esto no la hacía verse mal, sino que su peso está bien definido en sus senos y glúteos, haciendo de ella una de las bellezas de la época. Sumire era muy cuidada por su padre, a pesar de que él no tenía para darle lujos daba lo mejor de sí para que Sumire tuviera los mejores tratamientos para su piel porque a ella le encantaba dibujar y a menudo se veía envuelta de pinturas o de carbón sobre su rostro mientras trataba de evitar que el sudor que de ella brotaba pudiera dañar sus lienzos por lo cual usaba sus propias manos para secarse haciendo que quedara cubierta de pintura o de carbón y el día de hoy no fue la ecepcion.
Marta: ¿Cómo Puedes preguntarme si estoy bien? Casi pasa algo grave
Marta saca su pañuelo y limpia la cara de Sumire mientras intentaba controlar las lágrimas diciendo:
Marta: ¿y si hubieras caído de ese árbol? ¿O Si tuvieras fracturado una pierna? Tu padre me habría echado o quizás me hubiera matado, recuerda que eres lo más preciado que tiene en la vida. además mira cómo estás, pareciera que te hubieras dormido frente una chimenea, estás toda cubierta de carbón.
Marta empieza a llorar por lo que Sumire nerviosa se intenta consolarla diciéndole:
Sumire: pero nada de eso pasó -se pone de pie y continúa diciendo- ¡Mira! Estoy muy bien, no me ha pasado nada ¡vamos! No llores levántate
Marta se levanta furiosa y mientras se limpia le dice a Sumire
Marta: juro por Dios señorita, que si no llegó a vivir hasta los 50 será por tu culpa, ahora Siéntate a comer que el Barón ha vuelto de su viaje y quiere verte
Sumire: ¡¿En serio?! ¿papa está aquí?!
Marta: Sí, el Barón está aquí y me ha pedido que la arregle para salir, asi que debe desayunar mientras yo busco a las demás sirvientas para que pueda estar lista
Sumire estaba desayunando contenta, ya que su padre hacía 2 meses que no había vuelto a su hogar realizar trabajos que ayudaran a establecer la economía de la familia pues quería que su hija viviera de la mejor manera. Marta ordenaba el desastre que habían causado y de forma delicada levantaba los bocetos de Sumire y al ver el que estaba dibujando recientemente le dijo:
Marta: ¡Así que por eso se subió al árbol!
Lo que Sumire había dibujado era un zorzal comiendo algunos cerezos
Marta: entiendo que las aves son muy difíciles de dibujar, pero no debe ponerse en semejante peligro por estas cosas usted es la única señorita y heredera de esta casa no la podemos perder -Marta se arrodilla y con mucha preocupación continúa diciendo- por favor señorita prométeme que no volverá a hacer algo como esto
Sumire mira y le dice
Sumire: Cálmate Marta, te prometo de corazón que no lo volveré a hacer. Discúlpame por haberte asustado
Marta: no tiene que pedir disculpas, termine de desayunar, llamaré al resto de las sirvientas para bañarla y vestirla
Una vez término de desayunar las sirvientas bañaron a Sumire en una bañera que era de su tamaño, donde agregan diferentes aromas y aceites para que pueda cuidar su piel y quitar todo el carbón que su cuerpo había tocado ese día. La vistieron con un vestido celeste y blanco el cual no le combinaba mucho con el tono de su cabello, pero por ser uno de los favoritos de su padre decidieron usarlo, le colocaron un collar de perlas y los cuales fueron heredados de su madre, llevaba guantes de color celeste y su cabello se lo recogieron con trenzas sin llevar ningún adorno en el, ya que el Barón no tenía dinero como para comprarle suficientes joyas. Aunque esto sucedía a Sumiré no le importaba nada pues era muy feliz viviendo en esta mansión y sabía mucho lo que trabajaba su padre
Sumire: ¡ya estoy lista es hora de ir con mi padre!
Sumire se levanta el vestido corriendo por las escaleras sin escuchar lo que le dice Marta ansiosa de ver a su padre
Sumire, que casi va saltando por las escaleras, siente una alegría inmensa con cada paso que da, todo porque está a punto ver a su querido padre con el cual no pudo intercambiar cartas debió a que nunca permanecido lo suficiente en un lugar mientras estuvo fuera de la mansión.
Cuando por fin Sumire divisa a su padre, salto sobre sus brazos y exclamó con ternura las siguientes palabras:
Sumire: ¡Te he extraño tanto!
El Barón Joseph Renger tenía 45 años, era un hombre alto de piel clara con cabello de color negro y liso, el color de sus ojos era verde y tenía una personalidad tranquila. Este tomo control de la Mansión Ranger al cumplir sus 30 años, debido a que sus padres decidieron cederle la responsabilidad porque se dieron cuenta de que él era mejor en lograr crecer las finanzas. Sobre esto último debo agregar, que desde que obtuvo el título logró volver a levantar el apellido, puesto que cuando sus padres eran los que estaban al frente de la familia no eran nada más que una familia noble con el sueldo de un plebeyo.
El Barón Ranger abraza con fuerza Sumire y le dice con voz de añoranza y dulzura:
Joseph Renger: ¡Yo te he extrañado más mi dulce y adorada Flor Silvestre!
Apenas él dijo estas palabras Marta y las demás sirvientas llegaron a la sala de estar, que era donde se encontraban el Barón y Sumire. El Barón con un gesto de sus manos le indica a Marta que se calme, ya que él conoce como es su hija.
Sumire: ¿por qué no me habías enviado cartas? -dice Sumire mientras suelta a su padre
Joseph Renger: Temo que los negocios se extendieron más de la cuenta, por lo que no pude enviarte ni siquiera una carta -dijo el Barón Ranger mientras colocaba su mano en la frente y fruncía el ceño- ¡afortunadamente! El negocio salió mejor de lo esperado, por lo que saldremos a comprar muchos regalos el día de hoy.
Sumire: ¿Seguro que podemos hacer algo como esto? -dice Sumire con preocupación
Joseph Renger: ¡por supuesto! Y también te asignaremos nuevos maestros, es importante que te prepares bien para que en el futuro logres que nuestros ingresos sean mayores a los de ahora.
Sumire dudaba de si esto era correcto, porque su padre solía decirle lo mismo aun cuando estaban en problemas económicos, así que está vez decidió pensar una forma de hacer que su padre cambiará de opinión. No obstante, este pensamiento no duró lo suficiente, ya que Sumire se percató que una jovencita vestida de sirvienta estaba tomando el té sentada en los muebles de la sala.
Sumire: ¡Padre! ¿Y esa bella jovencita, quién es? -dice Sumire mientras coloca sus manos entrelazadas en su espalda y se asomaba por el brazo izquierdo de su padre.
El Barón voltea, y como si sus palabras fueran ensayadas le dice a Sumire:
Joseph Renger: será mi sirvienta personal. La conseguí en uno de mis viajes a la casa del Marqués Brichallard, ella tiene 15 años y es un poco callada por lo que me sirve como sirvienta, las que hay en esta mansión son muy ruidosas y tienden a interrumpir cuando organizo mis documentos
Sumire duda de que en verdad fuera una sirvienta, porque esta jovencita era demasiado hermosa y muy bien cuidada como para decir que había trabajado en su vida. Su forma de tomar el té era tan fina que hasta un ciego se daría cuenta de que esa etiqueta solo los nobles la saben utilizar. También era extraño que esta sirvienta llevaba un uniforme diferente al que las sirvientas suelen usar, pues este fue hecho de manera que cubriera su cuello y tan largo que apenas y se podían notar sus pies. Las mangas eran largas y en sus manos tenía unos guantes puestos, su delantal tenía unos lazos extraños y su cofia estaba hecha de modo que cubría su frente. Para resaltar su aspecto, esta sirvienta era de piel blanca, muy bien cuidada al igual que su cabello, cuyo color era negro y liso, que le llegaba hasta un poco más debajo de sus hombros y su flequillo lo cortaron de manera que cubría sus ojos. Tras notar todo esto Sumire se preguntaba si de verdad era una sirvienta; y también si podía ver con ese corte de cabello. Como su padre no quería que Sumire le hiciera preguntas inmediatamente desvío su atención diciendo:
Joseph Renger: Se nos hará tarde, vamos a comprar a la ciudad
Seguidamente, el Barón Renger mira a Marta y le dice
Joseph Renger: lleva a esta jovencita al cuarto de huéspedes y deja que ella te diga cualquier cosa que necesite
¿Al cuarto de huéspedes? Esto piensa Sumire, pero su padre le muestra su brazo en señal de que deben retirarse por lo que no lo piensa más y se marcha a la ciudad.
Mientras iban en el carruaje Sumire le cuenta a su padre con alegría y gestos armoniosos lo que hizo durante los dos meses qué pasó sin verlo, su objetivo era que a través de estas caras y poses que hacía su padre se hiciera una imagen de los acontecimientos como si él hubiera estado allí. Su padre la miraba con total atención y escuchaba sin dar muchas respuestas, pues para él era más que suficiente ver la emoción de Sumire al hablar
Sumire: las clases de pintura con el tío Bastian han progresado bastante. Dice que pronto no tendré que seguir siendo su estudiante
Joseph Renger: me alegra saber que has progresado mucho en tus estudios, si sigues así muy pronto podrás reemplazarme y convertirte en la próxima Baronesa Renger
Sumire: aún soy muy joven para eso. Además, el trabajo qué padre ha estado haciendo ha rendido muchos frutos
Joseph Renger: Bueno, por el momento podemos disfrutar de algunos lujos. Y si todo sigue así podremos vivir bien por el resto de nuestras vidas.
Sumire con mucha emoción coloca sus manos junto a su pecho y cerrando los puños dice con mucho ánimo
Sumire: ¡Si! ¡Estoy segura de que será así!
El Barón Renger sonríe y con esto se da cuenta de que Sumire se ha vuelto más expresiva durante el tiempo que estuvo fuera. El carruaje llega a su destino y en ese momento Sumire asoma su cabeza por la ventana del carruaje y seguidamente preguntar a su padre
Sumire: ¿Esta es la tienda?
Joseph Renger: Sumire Siéntate, Es peligroso -dijo el Barón Renger mientras sujetaba a Sumire- ciertamente es aquí, no es mi lujosa, pero creo que tiene buenos comentarios. Si de casualidad no te gusta, podemos o si piensas que es por el dinero, te aseguro que puedo pagar.
Sumire: ¡está todo bien! Esta tienda es perfecta
La razón por la que Sumire estaba nerviosa, era porque en esta tienda ella solía vender sus diseños. A menudo realizaba nuevos diseños y los traía a este lugar pues ella deseaba poder ayudar a su padre económicamente. Sumire diseñaba tanto para caballeros y damas, esta era su mayor pasión, más no le contaba a nadie de que sabía hacer esto porque en un reino que está dedicado a elegir a las futuras reinas a través de los diseños de ropa, por lo que la sola idea de que otros supieran de su talento era bastante abrumadora para ella.
Al entrar a la tienda una joven vendedora se acerca a ellos y al notar que la joven que ingreso es Sumire hace una reverencia y dice:
Vendedora: ¡Bienvenidos! Por favor siéntanse en este lugar. Enseguida llamaré a la dueña
El Barón Renger se sorprendió al recibir tal atención, pues en este reino debido a la competencia que hay por los diseños no era usual ser atendidos por el propietario de una tienda de ropa. Sumire que se imaginaba lo que podría pensar su padre le dice
Sumire: es porque hemos venido por primera vez a este lugar. Me contaron que la dueña por ser plebeya actúa con dedicación a los clientes.
Al aparecer la dueña del lugar, con mucho respeto y elegancia hace una reverencia ante Sumire y el Barón Renger mientras pronunciaba estás palabras:
¡Bienvenidos! Mi nombre es Diana y este es mi establecimiento. el día de hoy seré yo quién los reciba.
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