ARMENIA - PROVINCIA REAL DE ENGLAND - AÑO 1912
La noche estrellada era lo único que recordaba mientras el hombre que una vez llevó su título de esposo terminaba de ultrajar su cuerpo.
Hacía una hora que sus nervios se durmieron a causa del dolor, por lo que solo sentía la presión de su esposo cuando terminó de depositar su semilla en la parte trasera de su retaguardia.
¿Qué había hecho de mal para merecer aquello? Se había casado por amor, o al menos eso creía. Pero cuando descubrió que su esposo tenía una segunda esposa, su corazón se destruyó.
Aquel hombre que juró amarla en la iglesia, que juró ante Dios fidelidad eterna, la había engañado de la manera más cruel con la excusa de ser una mujer Infértil.
Si bien la poligamia no estaba prohibida en aquella época, se debía informar primero a la primera esposa y si aquello no sucedía, se consideraría infidelidad.
Edward, sabiendo que la iglesia lo excomulgaría, aprovechando la soledad de la noche, decidió atacar a su esposa después de una misa.
El hombre, al ver su “obra de arte", se acomodó la ropa mientras veía el cuerpo casi moribundo de la mujer que desposó hacía tan solo dos años.
Esa noche pudo hacer lo que por meses ella, por su “educación”, no le permitía hacer en la cama.
—¿De verdad creíste que me divorciaría de ti tan fácilmente?—dijo cargándola, desnuda, como un costal de papas, a un caudal de río—¡Las mujeres son tan tontas! En vez de quedarse calladas y obedecer como manda Dios, lo único que hacen es dar problemas.
Su esposa, que ya había dejado de derramar lágrimas, sentía como poco a poco su alma se desprendía de su cuerpo.
Por semanas intentó creer en los falsos esfuerzos de su esposo de reconciliación; no obstante, cuando se dio cuenta esa misma mañana que este la estaba envenenando para quedarse con la casa que su padre le dejó, se dio cuenta de que su infertilidad, así como su poca salud, no eran meros designios de la vida.
—¡Muere!—gritó al aventarla al río.
Su cuerpo, sorprendentemente, aguantó hasta llegar a la orilla de un valle, donde en un acantilado, dos escuadrones del ejército real se encontraban incendiando con fuego fatuo, una entrada abierta al infierno.
Todos, hasta los capitanes, concentrados en evitar que los Daimones escaparan, no se dieron cuenta cuando el cuerpo desnudo y ensangrentado de una mujer se aproximó a la orilla del acantilado para dejarse caer.
No fue hasta que una luz plateada, emergió desde lo más profundo, no solo cerrando la puerta del infierno, sino consumiendo todo el fuego fatuo y encegueciendo por horas a los presentes.
Esa noche, una mujer que acababa de ser abusada por el hombre que debió cuidarla, murió sin nadie que la llorara en vida, pero de sus cenizas un ángel nacería.
LONDON - CAPITAL REAL DE ENGLAND - AÑO 1920
Después de la muerte de su madre, el rey Felipe sabía que el avance de su reino no solo debía ser con base a la revolución industrial, sino también mágica. Sabiendo la enorme amenaza que representaban los daemones, un tipo de seres demoníacos que nacían de los humanos partir de los siete pecados capitales, decidió apoyar también el desarrollo de una subdivisión especial del ejército real, cuyos integrantes fueran capaces de luchar contra esos seres.
Los Kingsglaive, un grupo élite cuyos miembros "ángeles" poseían dotes mágicos superiores al promedio, surgió provocando no solo que la fuerza militar aumentara, sino que también hubiera un desarrollo en la tecnología mágica para su uso en ataque y defensa.
Uno de los escuadrones más fuertes de los Kingsglaive, llamado los "STARS", se componía en dos equipos bajo el mando del capitán Antonio Oliveira, antiguo duque de London. Dicho hombre, cuya vida anterior fue el ser un noble en todo el sentido de la palabra, al convertirse en un "ángel", decidió abdicar y pasar su puesto a su único hijo: Aiden Oliveira.
Su hijo, que en ese entonces ya estaba casado con una mujer por conveniencia, jamás pensó que el aceptar aquello que por nacimiento le correspondía, provocaría que su vida se convirtiera en un infierno.
Su esposa, ocultando el hecho de que él era infértil, no solo cometió infidelidad para darle herederos, sino que también poco a poco iba robándole grandes sumas de dinero, cifras que desperdiciaba en basura literal. No fue hasta que su hijo mayor, un niño de tan solo cinco años, se enfermó de leucemia, que pidiendo ayuda a la torre mágica se dio cuenta de que este no era su hijo biológico.
—¡¿Dónde están mis hijos?!—le gritó a la que aun seguía siendo su esposa por ley.
La mujer, luego de que fuera descubierta, evitó a toda costa que su esposo pudiera llevar a cabo su divorcio; no obstante, al verse acorralada, había ofrecido la vida de sus dos hijos a un daimonio.
—En un lugar donde no los encontrarás—empezó a reírse mientras estaba esposada en la silla de una celda—te advierto que la única forma de salvarlos es que sigas casado conmigo, aun cuando me mantengan encerrada, si divorcias mi alma de la tuya, ellos morirán...
Enfurecido, le dio una cachetada que hizo que tosiera sangre. Él, hijo de un duque respetado, por primera vez le había levantado la mano a una mujer. Siendo alguien muy tranquilo, no podía aguantar el hecho de ser chantajeado por un monstruo en vez de madre.
—Si ellos mueren me aseguraré de llevarte al infierno aunque yo tenga que sacrificar mi alma—advirtió con severidad.
—¡Hijo!—regañó su padre.
—¡¿Va a defenderla?!—preguntó exhausto.
—¡No! Pero tampoco permitiré que se vaya mi único hijo—respondió antes de suspirar con pesadez—la última vez que vieron a mis nietos fue en la aldea a cuatro horas de London.
Aquella revelación sorprendió a los dos duques, a su hijo porque esa aldea estaba tomada por daimonios y a su esposa porque se suponía que nadie sabía sobre esa ubicación.
—Entonces, ¿Ya están...—quiso preguntar, pero su corazón adolorido no se lo permitió.
—No, aun no—respondió—si de verdad Anastasia hizo un trato con un daimonio, este aun no usará la vida de los niños hasta que ella obtenga lo que quiere. He enviado a uno de mis mejores soldados, en unos días debemos tener noticias.
A lo lejos, en un convoy militar, cuatro camionetas tipo "Thornycroft" conducían rumbo a una de las aldeas con mayor infestación de daimones en la zona metropolitana de la capital. En una de ella, iban tres soldados: dos hombres y una mujer.
—No puedo creer que hayan enviado a una novata para la misión—dijo el conductor en un murmullo—¡Menos que sea una mujer! ¡Apuesto que le llegará el periodo en mitad de la misión y por los cólicos no podrá continuar!
Su compañero, pálido al escucharlo, le dio un pequeño pellizco seguido de una señal para que se callara. SI bien concordaba con el de que ella era la "menos experimentada" si fue designada para la misión había sido por algo, por lo que no quería tener ningún problema con su capitán por meterse con el "ángel sin sentimientos".
La mujer, quien era la más joven soldado en todo el equipo, con apenas treinta años de edad, había conseguido que su primera misión fuera una rango 1, es decir: una de gran importancia. Aquello llenó de envidia, así como de perplejidad, a varios de sus compañeros.
Al escuchar las palabras de su compañero, decidió seguir haciéndose pasar por dormida. No porque le diera vergüenza su menosprecio, sino porque le daba igual y no quería gastar energías en situaciones innecesarias. Quería estar centrada solo en una cosa, aunque tuviera que pasar en sobre un campo lleno de sangre, y era el encontrar a los nietos del hombre que le había salvado la vida.
Después del incómodo momento, ella suspiró en silencio intentando quedarse dormida. Desde que se había graduado de la academia real, había desarrollado un insomnio permanente que dejó sus secuelas de sueño peor de como había ingresado por primera vez a su entrenamiento como próximo "ángel" en los Kingsglaive.
Su proceso de meditación, si bien la ayudó para poder conciliar el sueño unos minutos en los que llegaba a su destino, la llevó a recordar de manera cruel una memoria oscura de su pasado. Una memoria que ella daría su alma al mismo diablo con tal de olvidar, el día en que abortó su último intento de embarazo.
ARMENIA - PROVINCIA REAL DE ENGLAND - AÑO 1911
Luego de escuchar algunos rumores de varias mujeres de la congregación, sobre la supuesta infidelidad y doble vida de su marido, hizo oídos sordos a aquellas habladurías. Muchas veces, desde que había contraído matrimonio con su esposo, había intentado quedar en cinta, pero sus esfuerzos fueron en vano siempre; no obstante, tenía la esperanza que intentándolo una última vez su marido volvería a ser el hombre amoroso que era antes.
—¡Malditas mujeres chismosas!—gritó su esposo apenas ella volvió de hacer el mercado.
Este hombre, que se valía de su autoridad para ser un próximo oficial del ejército bajo el mando de la comisaría, al escuchar las habladurías, en vez de callarlas, se sumió más en el alcoholismo. Al ver que la mujer que provocó aquello volvía emocionada, con una sonrisa, le arrojó la botella de vino provocando que ella cayera contra la mesa, lastimándose su espalda.
Acostumbrada a los golpes y rabietas de su marido, se quedó en silencio, acurrucada en posición fetal, mientras protegía su vientre de las patadas de este. No obstante, la sospecha de embarazo que creía posible debido a sus dos meses de retraso, se confirmaron de la manera más cruel la noche de ese terrible día: sangre salía de su intimidad, confirmando que había perdido otro hijo.
—Mi amor, ¿Por qué tienes un cuerpo tan malo?—preguntó su esposo sobrio a causa de un hechizo que hizo para irse a trabajar esa misma noche—aunque esto es tu culpa, en vez de estar pasean con una sonrisa y callar a las demás mujeres, ¿Por qué no les dices que soy un buen hombre y fiel solo a ti? ¡Esto es tu culpa! ¡Tú has matado a otro de nuestros bebés! Si no quieres que nos divorciemos, vas a ayudarme y me defenderás, ¿Cierto?
—Sí—respondió asintiendo.
—Ahora, dime, ¿De quién ha sido la culpa de todo esto?—preguntó dándole un beso en la frente.
—Mía por no ser una buena esposa y por no quedar embarazada—respondió cabizbaja, temblando del miedo.
—Y si alguien pregunta sobre tus heridas, ¿Qué les dirás?—preguntó llevándola a la cama.
—Una banda de ladrones me atacaron y mi esposo pudo salvarme, por eso llegó hoy tarde al trabajo—respondió mientras se acostaba bajo las mantas.
—¡Buena niña! ¡No sabes cuanto tu esposo te ama!—dijo volviendo a besarla—debes ser un ejemplo a seguir para las otras esposas de mis compañeras, callada, siempre obediente y respetuosa a su marido. Recuerda que sin mí no pudieras ni comer, ¿De acuerdo?
El ruido del motor detenerse la despertó de su pesadilla, ocultando a tiempo el sudor que tenía en su cuello. Si bien el uniforme que llevaba propio de los Kingsglaive, estaba diseñado para los hombres y como mujer debía usar otro, desobedeció la norma y gracias a eso podía ocultar bajo su capa cualquier rastro de debilidad.
En cuanto la camioneta recién adquirida llegó a las afueras de la aldea, terminó por sobrecalentar su motor. Aquellos vehículos, que recién se lanzaban al mercado, dejando poco a poco el uso de los carruajes y caballos para eventos sociales, aun presentaban fallos, por ende, muchas veces el ejército debía entrar caminando a zonas peligrosas.
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