...HACER EL AMOR CONTIGO es una novela original de IRWIN SAUDADE (Chico Literario)...
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...Checa mis otras obras que ya cuentan con la etiqueta FINALIZADO, tengo varias historias completas. Gracias por tu atención. ...
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...La presente obra es el resultado de una ficción creada para conmover, dramatizar y mostrar que la vida es bella sin importar las circunstancias, y que siempre depende de uno el salir adelante. Aunque se mencionan nombres de lugares reales, cualquier coincidencia con la realidad es pura coincidencia....
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...Disfruta la lectura....
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...HACER EL AMOR CONTIGO ...
...Pasado ...
¿En que momento dejare de vivir con este nudo en la garganta? ¿Hasta cuándo dejaré de sentirme culpable por esto? ¡Me sentía muy vulnerable!
—¡Todo estará bien! No te canses, sigue pelando —pronuncie para darle ánimo.
Él tenía los ojos llenos de lágrimas. Podías ver sus clavículas y el tono de su piel se había manchado con lunares oscuros en el rostro. ¿En que estaba pensando su mente justo ahora? ¿Sus ideas? ¿A donde habían quedado sus recuerdos? ¿Me reconocía aun? ¿Mejoraría su estado de salud? ¿Qué pasaría con él?
—Pero si sientes que ya no puedes, no te preocupes por mí. ¡Descansa! —Añadí.
El oxígeno entraba por su nariz, el catéter permitía que se absorbiera el suero y todo el antibiótico. ¿Que estaba pasando? El monitor reflejaba sus signos vitales y su vida estaba en la cuerda floja.
—Papá, no te preocupes, vamos a estar bien —me atreví a decirle por última vez.
No me respondió, era imposible que me diera una respuesta. ¡Canija angustia?
De pronto apretó su mano al barandal metálico de la cama, sus ojos se clavaron en los míos y las convulsiones no tardaron en aparecer. ¿Que estaba pasando? ¿Por qué me tocó a mí? ¿Por qué justo ahora? Capturé su mano con mi palma derecha, temblaba en máxima potencia y el momento en que la vida cedió ante la muerte, fue demasiado rápido como para poder creerlo.
Un segundo antes y aún respiraba, ahora él estaba muerto.
¿Que pasaría ahora? ¿A donde habían quedado todos nuestros planes para el futuro? ¿Que sería de mí?
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...Presente...
El aroma a tabaco me hace toser. ¡Que rico aroma! La habitación estaba oscura a causa de las cortinas gruesas y el sonido de los autos me hizo querer huir de aquí cuando abrí la ventana para ventilar el cuarto. ¿A donde iría? ¿Donde podría esconderme? ¡El tiempo se había terminado!
Caminé desnuda hasta el sanitario, necesitaba sacar "todo" y el volumen de la canción que sonaba me hizo sentir bien. Recargue mi cola en el retrete, dejé escapar un suspiro y descargué toda mi furia ahí. ¡Un desahogo! Lo necesitaba. Expulse todos los rastros que él había dejado en mi interior.
¡Era momento de salir de este lugar! Tire la carga de agua, use papel higiénico, lavé mis manos, observé mi reflejo unos cuantos segundos y salí del baño.
Los rastros de su orgasmo habían desaparecido de mi alma, los billetes quedaron sobre la almohada y el humo de cigarro se había quedado encerrado en mis pulmones.
—¡Gracias por tu servicio! —Parecía haber pasado más que un buen rato.
—¡No agradezcas! Sabes dónde encontrarme.
—Por supuesto. ¡Volveré! ¡Das un excelente servicio!
El hombre salió del cuarto, tomó su chaqueta de cuero y buscó las llaves de su auto. Escuché la cortina de metal abrirse, su vehículo desapareció rápidamente y ahora me encontraba a solas. El reloj marcaba las seis treinta de la tarde, los billetes eran suaves, terminé de contarlos. ¡Hoy había ganado un poco más que la ganancia de ayer!
Me vestí con una playera blanca y un short de mezclilla. ¡Me sentía cansada! Mis piernas dolían de tanto cabalgar hombres, así que decidí dormir un poco.
A las ocho de la noche desperté. Estaban tocando a mi habitación, bostecé varias veces, me estiré sobre el colchón y al final reuní todas mis fuerzas para poder llegar a la puerta. Abrí.
—¡Buenas noches señorita! —Dijo la chica.
—¡Buenas noches!
—Vine a hacer la limpieza de su habitación.
Detrás de ella, había utensilios de limpieza que transportaba en un carrito de metal.
—Por supuesto. Pasa.
La habitación seguía oliendo a tabaco y sexo añejo. ¿Que pasaba conmigo? No me dio pena que la chica entrara a mi mundo de esa forma, yo ya estaba acostumbrada a esto.
—No tardaré mucho —ella tomo un trapo húmedo de color morado para comenzar a limpiar los pocos muebles que había
—Toma tu tiempo. No creas que me incomoda tu presencia. Yo saldré a buscar algo para cenar. Tu propina esta en el lugar de siempre. ¡Gracias por tu buen trabajo!
—¡Gracias señorita!
—Al contrario. ¡Gracias a ti!
Cerré la puerta detrás de mí. Afuera ya era de noche y por la calle había tranquilidad. La mayoría de las habitaciones tenían las luces encendidas y en verdad que parecía que esta noche sería buena para el motel. ¡Mucha clientela!
Saqué mi celular del bolsillo trasero, conecté el cable de los auriculares y puse play. Comenzó a sonar Boyish con Smithereens. ¡Neta que se sentía bien el fresco nocturno! Doblé por la banqueta hasta encontrarme con la calle principal que conducía a la gran avenida. ¡Me sentía un poco hambrienta! Iría a cenar a lo taqueria, traía antojo de unos tacos.
No faltaba mucho para llegar a la salida del motel cuando de pronto, alguien me arrojó una botella de cerveza. ¡Malditos!Los vidrios se esparcieron por casi todo el concreto cerca de mí, me quedé en shock y rápidamente dirigí mi vista hacia ellos. ¿Quienes eran? Una pareja de tórtolos que aparentemente estaban teniendo una discusión muy acalorada. ¡Inmaduros!
—¡Todo es tu culpa! —Le gritó ella.
—¿Mi culpa? De verdad que eres una mala mujer, toda venenosa y astuta.
—¿Me estas llamando víbora?
—¡Y zorra también!
Y yo estaba allí, mirando como boba la discusión de estos dos personajes. ¿Que podría hacer yo? Los fulmine con la mirada.
—¡¡Cállense por favor!! —Les grité con mucha intensidad.
Ambos dirigieron sus miradas a mí, se sacaron un poco de onda.
—¿Quien eres? —Me preguntó la chica.
—Si van a discutir, háganlo dentro de la habitación. ¡Casi me descalabro por culpa de ustedes! Lanzaron una botella de cerveza a la calle.
Señalé los fragmentos de cristal y fue bueno que justo ahí, una farola alumbraba en la zona del incidente.
—¡Lo siento! —Dijo el chico.
—Solo tengan más cuidado para que no se endroguen pagando las curaciones de algún desconocido. ¡Y ponle correa a tu perra! Se ve que está brava.
—¿A quien le dices perra? —Repuso ella.
—¡Pues a ti! Casi me lastimas. ¡Cálmate!
—¡Pendeja! Cómo se te… —ella explotó contra mí y no me dio importancia.
—Haré lo que me dices —Respondió el chavo—. ¡Discúlpanos!
Asintió, sus ojos estaban atentos a mí. ¿Extraño?
—¿Por que te disculpas con ella? —La chica le estaba reclamando—. ¡Yo soy a quien le debes pedir disculpas!
¡Que dolor de cabeza era esta tipa! No valía la pena seguir aquí. Me puse los audífonos, vi que los labios del chavo se movían para pronunciar palabras, no quise escucharle.
Continué con mi camino.
Llegué a una plaza comercial que esta cerca del motel. El estacionamiento estaba lleno y había mucha gente de acá para allá. Familias, parejitas, escándalo y muchos negocios. Mi vestimenta hacía que las miradas se clavaran en mí. ¡No tenía ropa muy abrigadora! Era como si la gente se emocionara de ver a una escort.
Entré a la taquería. Me sentía muy ambrienta.
—¡Buenas noches! ¿Puedo tomar su orden? —El mesero parecía amable.
—¡Gracias! Sí. Quiero cuatro tacos árabes, una cemita y queso fundido por favor. De beber un Boing de mango.
Anotó en su cuaderno de pedidos.
—En un momento le traigo su orden.
Asentí. Él se fue.
¿Por qué la gente parecía mirarme como si yo fuera un bicho raro? ¡Como si nunca hubiesen visto a una mujer como yo! Saqué mi celular, no era la primera vez que cenaba sola y supongo que tampoco sería la última. ¡Las notificaciones de mi celular eran demasiadas!
Mis mensajes eran propuestas calientes de hombres con ganas de placer y en mi interior trataba de seleccionar alguna que fuera de mi conveniencia. ¡Perdí las ganas de trabajar esta noche!
**Samuel: **¡Que onda guapa! ¿Estás libre? Me gustaría estar contigo esta noche, tiene tiempo que no nos vemos. ¡Tengo ganas de ti!🔥😈
El mesero no tardó en llegar con mi orden de tacos. ¡Olía delicioso!
—¡Buen provecho! —Dijo el chico.
—¡Gracias!
—Si desea alguna otra cosa, no dude en llamarme.
Asentí. Se fue de mi lado y decidí no responderle a Samuel. ¿Quien era ese tipo? Un cliente mío: hombre divorciado de unos treinta años que solía pasarla rico conmigo. ¡Pero quizá esta noche no!
Eché demasiada salsa a mis tacos, el sabor era magnífico y me valió que la gente del restaurante me estuviera mirando como si yo fuese parte de una exhibición exótica, solo por mi ropa muy escotada y corta.
Cuando terminé de comer mi primer taco, por alguna extraña razón mis ojos se fijaron en la entrada del lugar y ahí apareció él. ¡El mismo chico de hace rato! Un mesero le dio la bienvenida, yo no podía dejar de mirarlo y entonces sus ojos se clavaron en mis pupilas. ¡Que rayos! Di una mordida a mi otro taco, la grasita de la carne deleitaba a mi gusto.
Comenzó a acercarse a mí. ¿Por qué se acercaba a mí? ¿Si le había puesto correa a su perra? ¡Todo esto era extraño!
—¡Hola! —Saludó él.
—¡Hola! —Respondí.
Me concentre en seguir comiendo, de alguna u otra manera no podía evitar notar que él estaba un poco nervioso y decidido a la vez. ¿Que tenía en mente?
—¿Puedo sentarme? —Su mano ya estaba sobre el respaldo de la silla frente a mí.
—Si, no hay problema.
Sus ojos se clavaron aún más en mis ojos, ahora estábamos más cerca que hace rato. ¡Esto iba por un rumbo inesperado! ¿Por qué estaba aquí? ¿Donde se había quedado la tipa insoportable? ¿Le había puesto correa a su perra? ¡Cosas inesperadas!
—Lamentó mucho lo de hace rato. En verdad, no fue...
—¡Descuida! Ya fue. Solo ten más cuidado a la próxima que tengas una discusión en público con tu novia. Y eso que te dije, lo de ponerle correo, la verdad si deberías hacerlo. ¡Parece ser del club de las tóxicas!
Bebí un poco de jugo, mi cena estaba muy deliciosa.
—¡Ya no es mi novia! —Dijo con mucha seguridad.
¿Habían terminado?
—De acuerdo. Lo que sea que tengas con esa chica, solo ten más cuidado a la próxima vez que quieras discutir con alguien. ¡No lancen botellas de cerveza a la calle!
El chico se me quedó mirando unos segundos, parecía que no tenía ganas de comer y le ofrecí una sonrisa para tratar de animarlo.
—¿No piensas cenar? —Pregunté al ver que solo me observaba comer.
—Sí. Aún no está mi orden.
¿Cenar con un desconocido? ¡Esto era nuevo para mí! La neta nunca imaginé compartir la mesa para cenar con un hombre, porque pues siempre, lo único que podía compartir con los desconocidos, era el sexo. ¡Placer instantáneo cocinado en mi habitación!
—Está bien.
—¿Te gustan los tacos árabes?
¡Por supuesto que me gustan los árabes! Una pena que ninguno estuviera interceptado en mi camino. ¡Un arabe podría sacarme de la pobreza! O al menos eso es lo que los rumores de internet me hicieron creer.
—Sí. Tenía como dos semanas que no comía tacos.
Sus cejas se enarcaron.
—Así que sueles venir seguido.
—En realidad no. Solo vengo cuando tengo mucho antojo.
El mesero se acercó con la orden del chavo. Cinco tacos árabes con queso fundido y tres cemitas.
—Parece que eres de buen diente. Mis amigas no suelen pedir muchos tacos —dijo haciendo referencia a mi plato.
—¿Hablas enserio? Es obvio que tus amigas son unas anoréxicas —respondí a su comentario.
Continué comiendo, una notificación encendió la pantalla de mi celular.
Samuel: ¿Que dices linda? ¿Se arma algo o andas ocupada?
¡Me chocaba cuando me interrumpían en la cena!
—¿Y qué hacías en el motel? —No tuve miedo de preguntar.
A decir verdad, este chico no parecía ser el típico hombre caliente que anda en moteles y antros, tratando de conquistar culos. ¡A mí no me transmitía eso! Como que, se veía que este hombre andaba en una zona equivocada. Su mirada irradiaba ternura y cariño.
—Aparte de discutir con... fui a aclarar unas cosas.
—Suena intenso.
Quizá por eso pelearon, regularmente cuando se aclaran cosas, la gente siempre tiende a pelear.
—Lo fue. ¿Y en tu caso? —El chico tenía curiosidad, lo supe en el tono de su voz.
—¿Por qué estaba en el motel?
—Ajá.
Dio una mordida a su taco.
—Soy escort. Vivo en el motel.
Lo dejé bien sorprendido, tanto, que casi se ahoga con la carne. Empezó a toser un poco fuerte. ¡Se me estaba ahogando el chamaco! Me puse de pie y sin dudar, di unas palmadas en su espalda. La gente nos seguía mirando con incomodidad y atención.
—¿Estas bien? —Pregunté cuando pareció estabilizarse.
—Sí. ¡Perdón! Es que...
No fue capaz de terminar la frase.
—No esperabas que dijera algo así, ¿cierto?
—La verdad no.
—Pues perdón por no ser solo una camarista. Pero esa es mi realidad. ¿Aún quieres seguir cenando conmigo?
Regularmente y la mayoría de las veces, las personas que sabían sobre mi "vida galante" siempre solían tratarme de forma cruel. Me miraban como si mi misma existencia fuese un pecado. ¡Pero yo soy más que un pecado! Hay cosas que necesito explicar y que nadie me ha querido escuchar.
—Bueno, yo no soy nadie para juzgarte. ¡No nos conocemos! Supongo que tendrás tus razones para dedicarte a eso.
Asentí. La cena parecía tomar un buen rumbo con esta conversación incómoda, pero necesaria.
—¿Y tú tienes alguna realidad? —Mi curiosidad se encendió en ese instante.
¿Por qué preguntar sobre su vida? ¿Por qué mostrar curiosidad por un chico como él?
—Diría que mi realidad, es ser un tipo que no tiene amor propio.
—¿Tan duro eres?
—Sí. Tan duro soy. Y eso es algo malo.
En poco tiempo y con tan solo algunos segundos, comencé a unir las piezas de este pequeño rompecabezas. ¡No era la primera vez que observaba una mirada nostalgia!
—Adivinare. ¿La chica te rompió el corazón? Seguramente te engañó con alguien que era de tu confianza y no era la primera vez que te hacía algo así. Ella jugó contigo por mucho tiempo y tú lo descubriste, esta mañana. Por eso estabas en el motel, te armaste de valor para poder enfrentarla.
Sus ojos se abrieron un poco más. Era chido poder hablar con un hombre sin tener que tocar el tema sexual de forma explícita.
—¿Como supiste?
—Una corazonada. Soy buena descifrando.
—¿Tienes poderes psíquicos?
Me reí.
—¡Nada que ver! Solo que, he estado con muchos hombres y algunos de ellos tienen la misma pena que tú. ¡Les rompieron el corazón y no pueden sanar!
—No pensé en esa posibilidad.
—No olvides que soy una prosti.
No me dolía llamarme así, estaba tan acostumbrada a “ser para el público”, que de vez en cuando, solía bromear sobre mi situación.
—¿Y por qué eres así?
—¿Así como?
—¿Por que eres prostituta?
Nuestra conversación estaba avanzando demasiado rápido a pesar de que éramos dos desconocidos.
—Pues que te puedo decir, yo...
Mi celular empezó a soñar con el timbre de llamada. ¡Canijo Samuel! Aunque no quise contestar, sentí cierta presión emocional que me obligó a aceptar. Tuve que responder.
—Dime.
—Guapa. ¿Cómo estás?
—Muy bien. ¿Y tú?
El chico frente a mí parecía ignorar mi conversación telefónica, se puso a disfrutar mucho de sus tacos.
—Pues te ando extrañando. ¿Te llegaron mis mensajes?
—No he visto.
—Que bueno que te llame entonces. ¿Estás libre está noche? Me gustaría estar contigo por la madrugada. Vengo llegando a Puebla como a eso de las dos de la mañana.
¡Demasiado temprano!
—¿Por qué tan temprano? Digo, mejor podrías ir a tu casa a descansar y nos vemos mañana durante el dia.
—Si, bueno, lo qué pasa es qué hay algo que quiero decirte. ¡Es importante!
¿Que sería tan importante para él?
—De acuerdo.
—¿Entonces si?
La lengua del chico se relamió la comisura del labio inferior, unas gotas de salsa desaparecieron de su piel.
—Bueno. Te espero a esa hora. Pero te costará el doble. Es fuera del horario y solo lo haré porque eres cliente frecuente.
—¡Sin problema! El dinero no es limitación para mi. ¡Te veré en un rato!
—Por supuesto. ¿Vienes conduciendo?
—Ajá.
—Regresa con cuidado. Voy a colgar para que no te distraigas.
Finalice la llamada. Dejé escapar un suspiro y quise retomar mi cena.
—¿Un amigo? —El chico me miraba con curiosidad.
—Bueno fuera.
—¿No tienes amigos?
—En realidad no. Este era un cliente.
Noté un poco de desilusión en su rostro.
—¿Y toda la semana tienes servicio?
—Pues casi siempre que surge la oportunidad, no la dejó escapar.
—¿Y te gusta tu trabajo?
Su pregunta fue demasiado profunda. Me quedé observando sus ojos con mucha atención, le eché más salsa picante a mi taco, exprimí un limón y mordí sin miedo. ¡Esto era delicioso!
—En realidad no —dije al terminar de masticar—. No es algo que me apasione, pero al menos estoy viva.
—¿Y que te hubiese gustado ser?
—Un dinosaurio —fue lo primero que se me ocurrió decir.
—¿De verdad?
Me reí.
—No. Solo estoy bromeando. Pero creo que estás haciendo demasiadas preguntas. ¿Te inspiro confianza?
Le hice ojitos coquetos, sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Pues, me parece que eres una chica interesante.
¿La escort siendo interesante con el chico que acaba de terminar con su novia? ¡Obviamente! Somos astutas.
—No estas ebrio ¿verdad?
—No. Ni siquiera he bebido alcohol esta noche.
Supongo que la botella de cerveza era de su ex.
—Bueno. Te creo.
Él mordió una de sus cemitas y yo bebí mi Boing de mango.
—¿Cuál es tu nombre?
—Me llamó Jules. ¿Y tú?
—Soy Darío.
—¡Mucho gusto Darío!
Empecé a morder mi taco. ¡Era una buena noche!
Eran las dos treinta de la madrugada y este canijo aún no llegaba. Me sentía algo cansada y ya estaba arrepintiéndome de haber aceptado su propuesta. ¡Tenía ganas de quedarme dormida! Me encontraba acostada en ropa interior. Lencería de encaje color rojo y una sábana blanca cubriendo mis piernas. ¡Era la hora del sueño profundo!
Pasaron varios minutos. Escuché que la cortina metálica de la cochera se movía. ¡Que bueno! Pasaron al menos diez segundos cuando la puerta se abrió y Samuel apareció.
—¡Buenas noches guapa! —Se aflojó la corbata.
Su sonrisa me hizo sentir en calma, fue como si mi cansancio desapareciera rápidamente.
—¡Buenas noches! ¿Cómo estás? —Pregunté.
—Ando corriendo. ¡Pero ya estoy aquí!
Comenzó a acercarse a la cama. Me incorpore a su lado, nuestros miradas quedaron mucho más cerca. Mis manos subieron hasta su pecho y comencé a desabrochar los botones de su camisa. ¡Era parte de mi trabajo!
—Aún no entiendo porque quisiste venir a verme. Podrías haber ido a tu casa a descansar. ¿No te sientes cansado?
—La verdad si, pero de verdad que quería verte.
—Solo pasó una semana y ya andas muriendo porque no nos hemos visto. ¡Te pasas!
Sonrió. Su pecho brillaba demasiado bien con la luz tenue de la lámpara.
—¿No me extrañaste?
—¿Quieres que te diga una mentira?
Terminé de desabrochar su camisa, decidí quitársela. Al instante, su pectoral apareció con un poco de vello en el centro, mis manos se posaron sobre su piel y me gustaba mucho ver su pecho. ¡Los pectorales eran mi debilidad!
—¿Quieres que esta noche solo durmamos juntos?
Su petición realmente me sorprendió.
—¿No quieres sexo en la madrugada? Sabes que...
—Sí quiero, pero se que andas cansada.
¿Como lo sabía?
—No te preocupes, yo...
—Lo veo en tus ojos y en la forma en que no veías mis mensajes —su pulgar subió a mi mejilla derecha—. ¡Descansemos esta noche! Ambos lo necesitamos.
De forma muy lenta, sus labios se unieron a mi boca. Sentí su respiración mezclarse con la mía. Cerré los ojos, dejé que mi boca le perteneciera nuevamente y subí mis manos hasta sus mejillas. ¡Samuel no era un mal hombre!
Me fui recostando en la cama, le dejé entrar entre mis piernas y, neta, o sea, de verdad que me gustaba esto. Era la primera vez que se sentía diferente. Sus manos sobre mi cadera desnuda, ese tacto tan intimo me hizo estremecer y quise abrazarle con mis piernas.
—Descansa Jules.
—Tú también Sam.
Me volvió a besar, apagué la luz.
—¡Buenas noches!
—¡Buenas noches!
...🍉🍉🍉...
Cuando abro los ojos, lo primero que veo son sus labios entreabiertos. Dejo escapar un bostezo, su brazo está rodeando mi espalda y quiero que él siga durmiendo. ¡Era la primera vez que dormía con un hombre de la forma inocente! ¿Inocente? ¡Alguna vez tuve mucha inocencia!
Suavemente me puse de pie sin despertarlo. Fui al sanitario y tire los restos de la noche. Lavé mi cara, me puse la misma ropa que use para la cena de ayer y salí de la habitación. Eran las diez treinta y decidí ir a comprar algo para desayunar, fui a la recepción del motel.
—¡Buenos días!
—¡Jules! ¡Que milagro! ¿Cómo te ha ido? —Josue parecía emocionado de verme.
—Toda va como debe ir. ¿Qué tal contigo?
—No me quejo. Ha ido bien todo por aquí.
La recepción olía a humo de cigarrillo, el cenicero consumía un arrugado churro de tabaco.
—¿Vienes a pagar la renta?
—No. Pago renta cada fin de mes y a penas estamos a mediados.
—¡Cierto! Lo había olvidado.
Josué estaba un poco pacheco.
—En realidad vine a comprar algo para desayunar.
Sus cejas se arquearon por curiosidad.
—¿Desayunarás en tu habitación? Sabes que puedes llamarme ¿no?
—Si, eso lo sé. Pero en verdad necesitaba salir a caminar un poco.
—Bueno, como tú digas. ¿Que te voy a ofrecer para desayunar?
En la carta del motel había comida instantánea. ¿Que podía elegir para desayunar?
—Una pizza.
Se sacó de onda.
—¿No es muy temprano como para desayunar pizza?
—Lo bueno es que seré yo la que desayunará pizza y no tú.
—Bueno. Como digas. ¿Quieres esperar o te la llevo a la habitación?
—¿Tardas mucho?
Pasaron treinta minutos y pude regresar a mi habitación. El sol calentaba muy bien, había varías habitaciones desocupadas y yo estaba acostumbrada a caminar por este lugar. Mi habitación era la 246, entré sin pena.
La cama estaba vacía, las sábanas blancas estaban arrugadas en una esquina y escuché el ruido de la regadera. Samuel se estaba bañando, no me dio pena entrar. Dejé la pizza sobre la cama, el vapor me recibió de buena forma.
—¿Como estas? —Pregunté detrás del cancel.
—Muy bien. ¿A donde fuiste?
—Fui por el desayuno.
—¿Que desayunaremos?
—Pizza hawaiana.
—Suena bien, tiene rato que no como pizza.
Cerró la llave de la regadera, tomé un trozo de papel higiénico para limpiarme la nariz.
—¿Hasta que hora te piensas quedar? —Pregunté directa.
El cancel se corrió y pude verlo completamente desnudó. ¡Estaba mojado hasta el infinito! Las gotas de agua escurrían por su piel, su cabello estaba bien acomodando y olía a champú de menta.
—¿Tienes planes para hoy?
—En realidad no. Hoy no agende nada porque es fin de semana. ¡Es mi día de descanso!
Sus labios sonrieron.
—¡Perfecto!
Tomo la toalla y comenzó a secar su cuerpo. Salimos del baño, nos sentamos en la orilla de la cama y empezamos a comer la pizza.
—¿Como te ha ido en estos días? —Sus ojos se enfocaron en mí.
Terminé de masticar.
—Todo ha pasado normal. Digo, mi vida no es muy interesante que digamos.
—¿Te sientes aburrida?
—Quizá.
—Ah.
—¿Y tú?
—¿Como me ha ido?
—Ajá.
Sus labios se movían al ritmo en que masticaba.
—Tuve que salir a este viaje de negocios, las cosas parecen fluir bien para la compañía.
—No pues que chido.
Le dio risa el tono de mis palabras. En realidad esto no daba risa, que claramente había una diferencia de edad y nuestros humores eran un poco diferentes.
—¿Y dices que aún no tienes planes para esta tarde?
Regularmente el sábado y domingo no agendaba citas sexuales. ¡Eran mis días de descanso! El reposo necesario a mi femineidad. ¡Yo y mis pensamientos!
—No. Son mis días de descanso, ya te lo había dicho.
Se quedó callado, masticaba una mordida de pizza. La pantalla de mi celular se encendió.
—¿Me acompañarías a una fiesta?
Sus ojos encajaron perfectamente con mis ojos. ¿Estaba hablando en serio? ¡Rayos!
—¿A eso te referías ayer cuando me dijiste que querías decirme algo importante?
Ligeramente sonrió.
—Sí. A esto me refería.
—¡Ah!
Un trozo de piña me endulzó la boca. Preferí seguir masticando para no dar una respuesta de forma apresurada.
—¿Y qué piensas?
—¡Está buena la pizza!
Sonreí. Bajé la mirada a la caja.
—La verdad si, pero ¿que piensas sobre lo que te dije de ir a una fiesta conmigo?
Tragué.
—La verdad no sé.
—¿No sabes?
—O sea, es que no suelo ir a fiestas. Yo no soy una dama de compañía.
—Yo no dije que fueras una dama de compañía.
—Bueno, pero como dije, no suelo ir a fiestas.
—¿Por qué?
Esa pregunta —condenado par de palabras con signos de interrogación— tenía una respuesta profunda.
—Prefiero estar aquí en mis días de descanso.
—Te pagaré el triple.
—No se trata de dinero.
—¿Vendrías de a gratis?
—¡Eres bien astuto!
Sus dientes blancos resplandecieron por su sonrisa.
—Bueno, pero en verdad me gustaría que pudieras venir conmigo.
—¿Es muy importante esa fiesta?
—Es el aniversario de bodas de mis padres.
Me sorprendió un poco que estuviera tratando de llevarme a una fiesta familiar. ¿No tenía vergüenza de mí? Y de pronto, no entendía porque quería que yo fuera su acompañante.
—¿Y piensas llevar a una prostituta al aniversario de tus padres?
Mi pregunta hizo que sus pupilas se dilataran.
—En realidad, yo no te llevaré como una prostituta.
—¿Como a una amiga?
Negó sonriendo.
—Te llevaré como mi prometida.
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