— El informe sobre la prueba de paternidad dio como resultado que el Señor Hidalgo no es padre de….
No pude seguir escuchando las palabras del doctor debido a que sentí como si mi mundo se hubiera venido abajo.
La expresión distante de Alejandro hizo que no pudiera tragar saliva durante algunos minutos. Incluso mis manos empezaron a sudar de los nervios.
Esto no podía ser cierto, no podía estar pasando.
— Debe haber un error — dije con voz temblorosa — Andresito es hijo de Alejandro. Es tu hijo.
La última línea la dije mirando directamente a Alejandro.
Esperaba encontrar alguna emoción en su rostro, pero no había nada.
Ciertamente, no había ira, ni decepción, o enojo.
Era como si el resultado no le importará.
Lo que solo hizo que me sienta desesperada.
— Esta es la tercera prueba de paternidad que hacemos — respondió Alejandro de manera serena —. Él no es mi hijo.
Aquel hombre de ojos azules y cabellos rubios hablaba como si el asunto en cuestión no tuviera nada que ver con él.
Lo que solo hizo que me sienta enojada.
— ¡Él es tu hijo! — grité — Alguien debe haber manipulado las pruebas de paternidad. Alguien quiere separarnos.
Pero, a pesar de que dije aquello, no estaba tan segura de esto, debido a que yo había estado presente durante todo el proceso y nadie había manipulado nada.
Sin embargo, no podía entender por qué el resultado de la prueba de paternidad era este.
— Ya deja de actuar — gruñó Alejandro mientras se acercaba a mi lado.
La calma anterior de Alejandro había sido remplazada por un aura demasiado opresiva.
— ¿Qué quieres decir? — dije con confusión mientras me enfrentaba a sus ojos azulados, los cuales se veían enojados, no, más bien iracundos.
— Hasta cuando piensas verme la cara de idiota, Alina — espetó.
Tragué saliva sintiendo unas inmensas ganas de llorar.
La forma en la que me estaba mirando justo ahora hizo que mi corazón se sienta destrozado.
No sabía cómo defenderme, ni que decir para solucionar esta situación.
Debido a que sabía que Alejandro ya había hecho su elección.
Bárbara, mi suegra, dió un paso adelante mientras me señalaba con un aire lleno de desprecio.
— Te lo dije, Alejandro. Te lo advertí más de una vez hijo, que esta mujerzuela, no era una buena mujer. Nuestra familia se ha convertido en el hazmerreír de todo el mundo debido a ella. Desde que la trajiste a casa, esta zorra se ha estado lanzando de un hermano a otro como una pelota. No solo besó a tu hermano mayor, sino que también andaba coqueteando con Sebastián. Pero, tú creíste en sus excusas y te hiciste el ciego.
Las palabras de la madre de Alejandro se dirigieron directamente a mi corazón como un puñal.
Negué rápidamente mientras miraba a Alejandro.
— Besé a Max por error, estaba borracha y lo confundí contigo, no lo hice a propósito. Te lo expliqué. En cuanto a Sebastián, nunca he coqueteado con él… él es el que siempre anda atrás de mí y le he dejado más que claro que solo te amo a ti. Créeme, Alejandro. Nunca te he sido infiel.
Cerré los ojos tratando de contener mis lágrimas.
— No te dejes envolver por ella. Lo único que siempre ha querido de ti es tu dinero, Alejandro. Una pobretona, hija de una prostituta. Algo debió aprender de su madre. Incluso intentó hacerte creer que el engendro que tuvo con otro es tuyo. De seguro ha de ser uno de esos marginales que siempre la rondan. Que busque al verdadero padre de su hijo.
Me sentí como si estuviera atrapada entre la espada y la pared.
No había una respuesta correcta para mí. Sentí que no había nada que pudiera decir o hacer para que Alejandro crea en mis palabras.
Había tres pruebas de paternidad sobre mi espalda que me impedían seguir insistiendo.
Por lo que miré a Alejandro esperando que me defendiera tal como lo hizo en el pasado, cuando su madre se burlaba de mí debido a mis orígenes.
Esperaba que al menos dijera algo ante las palabras humillantes que su madre me había dicho.
Pero…
Esta vez, no lo hizo.
Alejandro cerró los ojos antes de hablar.
Sin embargo, antes de que él hablará supe que estaba acabada.
Este era nuestro final.
— Alina, yo te amo, pero, esto no es algo que te puedo perdonar. Aunque quiera creerte, no puedo hacerlo. Las pruebas de paternidad fueron más que claras, nadie las ha manipulado. La primera la hicieron a nuestras espaldas, por lo que no la creí, pensé que solo querían separarnos. Por lo que al ver que estabas tan dispuesta a hacer una segunda prueba para quitar las dudas sobre ti acepté debido a que creía en ti, sin embargo, cuando también dio el mismo resultado de la primera, no pude sentirme reconciliado con ese hecho, pensé que alguien las había manipulado, no quería creer que la mujer que amó me haya engañado de la forma más vil. Mientras buscaba a alguien confiable para hacer la tercera prueba. Alguien me envió fotos de ti besando a Sebastián, de ti bailando rodeada de un montón de tipos en una discoteca. De ti coqueteando con varios tipos, que me fue imposible tener dudas… Pero, aún así, quise creer en ti, pero ya no puedo hacerlo más.
Negué con la cabeza de manera desesperada. Yo sabía que me había equivocado en el pasado, había hecho muchos actos impulsivos, sin embargo, no esperaba que me vinieran a cobrar factura en este momento.
— Sebastián me besó a la fuerza, no te lo dije porque él es tu hermano. Y desde ese entonces ha mantenido su distancia. Lo otro, solo estaba divirtiéndome, lo sabes, yo te lo dije...
Cerré los ojos mientras me mordía los labios.
— Sebastián nunca haría eso, solo estás tratando de limpiar tu falta y culpar a un inocente, mujerzuela. Ya deja de actuar como si fueras una santa porque no lo eres — refutó la madre de Alejandro.
No pude evitar sentir que sus palabras eran tan bárbaras como su nombre.
— Andresito es tu hijo — insistí sollozante — Fuiste mi primer amor, mi primer hombre, fuiste mi primero…
No seguí diciendo aquello debido a que no pude aguantar más y me eché a llorar.
— Te escuché, Alina. Escuché lo que le dijiste a tu madre.
¿Qué le dije?
Pensé en mis adentros con desconcierto.
A aquella mujer que me dio la vida le había dicho demasiadas cosas que no sabía de qué hablaba Alejandro.
— Dijiste que solo necesitabas un hijo para amarrarme, que no ibas a ser tan tonta como ella para dejar escapar a un pez rico como yo. En ese entonces pensé que solo lo decías debido al rencor que le tienes a tu madre. Pero, ahora… es mejor que busques al verdadero padre de… ese niño porque él no es mi hijo.
Luego de que Alejandro dijera aquello salió de la habitación dejándome echa un mar de llanto.
— Yo no lo dije en serio — susurré a nadie en particular —. Yo te amo, Alejandro, cree en mí, todos son malentendidos. Por favor, no me dejes. Andresito es tu hijo.
A pesar de que dije aquello, Alejandro no regresó.
Él se había ido para no volver jamás.
— En unos días te mandaré los papeles del divorcio — dijo la Sra. Bárbara — No te molestes en ir a la casa a recoger tus pertenencias porque las quemaré. Ni siquiera se te ocurra pisar nuestra casa de nuevo porque haré qué los perros te muerdan, mujerzuela. ¿Cómo te atreves a engañar a mi amado hijo? No te golpeó solo porque no vales la pena, no lo vales.
Luego de que dijo aquello, salió de la habitación haciendo que el rechinar de sus tacones perduren en mis oídos durante, mucho, mucho tiempo.
Nota de Autora
Gracias por darle la oportunidad a esta historia, las actualizaciones serán un capítulo por día :)
Recuerden que todo es ficción.
Además, si son del tipo de persona que es sensible vayan preparando su corazón :) debido a que habrá situaciones que lo ameriten.
No se olviden de dejar un bello comentario o voto :) también si les agrada califiquen con ⭐⭐⭐⭐⭐ eso ayuda mucho a los autores para traerles más contenido.
Las imágenes son generadas por medio de la IA de Canva :)
Cuando salí del consultorio del doctor, mis emociones estaban hechas un desastre.
Me sentí tan perdida.
No sabía qué hacer, ni a dónde ir.
Era como si una nube gris se hubiera aposentado sobre mí qué me impedía avanzar.
Deseaba correr tras Alejandro para tratar de solucionar todos nuestros malentendidos.
Pero, al recordar sus palabras, no le encontré sentido. Después de todo, no importa cuando le jure y perjure que Andresito es su hijo, mientras existan esas tres pruebas de paternidad y aquellas fotografías.
Él no iba a creer en mí.
Incluso yo tampoco puedo entender por qué había dado ese resultado la prueba de paternidad. No era como si mi hijo hubiese sido cambiado al nacer debido a que lo tuve de camino a la clínica, en un coche, además de que fue el único niño varón que nació ese día.
La única opción que quedaba es que alguien haya manipulado las muestras de ADN.
Sin embargo, esta vez Alejandro y yo estuvimos durante todo el proceso, pusimos estrecha vigilancia, por lo que nadie pudo manipular las muestras de ADN.
A pesar de esto, el resultado fue el mismo.
Esto me estaba volviendo loca.
— ¡Cielos!
Miré mis pies con pesar, pensando en lo que debía hacer ahora que el castillo de arena que había construido en los últimos tres años había desaparecido en menos de un parpadeo.
Sin embargo, ni siquiera tuve el tiempo suficiente para estabilizar mi mente cuando mi suegro apareció junto con Andresito.
— Sr. Brandon, yo… — susurré mientras tomaba a mi pequeño bebé de un año de sus brazos.
Andresito sonrió en cuanto me vio haciendo que mi corazón se calentará por un instante.
Justo cuando iba a continuar mis palabras, el Sr. Brandon lo hizo primero.
— ¿Qué pasó, Alina? ¿Por qué nos engañaste de este modo? Me siento tan decepcionado de ti — soltó con una mirada que hizo que me sintiera desolada.
Después de todo, mi suegro era la única persona dentro de la familia de Alejandro que me caía bien.
No era frío como el hermano mayor de Max, que siempre miraba a los demás como si fueran alguna clase de insectos.
Tampoco era prejuicioso y clasista como mi suegra Bárbara.
Ni un canalla como Sebastián, al que le gustaba fingir ser una blanca oveja cuando su corazón era más negro que el carbón.
Dentro de la familia Hidalgo, el Sr. Brandon fue el único que no se enojó o me tachó de trepadora cuando Alejandro y yo nos escapamos a los dieciocho años para casarnos.
— Realmente yo no engañé a Alejandro. Andresito es su hijo, yo nunca he estado con ningún otro hombre… Créame… Yo no puedo entender por qué la prueba dio ese resultado.
Mi suegro negó con la cabeza.
— Nadie manipuló nada, Alina. La primera y segunda vez que la hicieron esa excusa te sirvió. Pero, esta vez tanto tú, Alejandro y yo supervisamos todo el proceso. Además, el bebé no se parece en nada a Alejandro, es una copia tuya…
Dejó las palabras colgando antes de tocar la cabeza de Andresito como en señal de despedida.
— No estoy mintiendo. Yo…
Traté de insistir, sin embargo, en cuanto el Sr. Brandon me miró con frialdad, por lo que tuve que tragarme mis palabras.
— No insistas. Cariño, tu historial no es el más limpio que digamos cuando hablamos de hombres, además tu madre no fue el mejor ejemplo, así que no te puedo creer, Alina. Es mejor que busques al verdadero padre de tu hijo.
Tras decir aquello le dio un beso en la frente a Andresito.
— Me divertí mucho siendo tu abuelo durante este año, campeón. Espero que seas feliz.
Luego de que dijo aquello, se alejó con pasos rápidos.
Andresito empezó a sollozar como si se diera cuenta de que esta era una despedida tanto para él como para mí.
Por lo que no pude evitar sollozar mientras lo abrazaba.
— No llores, mi cielito — dije entre lágrimas.
Cerré los ojos, inhale y exhale durante algún tiempo tratando de recomponer mis emociones.
— Vamos mi bebé, no llores — dije haciendo algunas muecas para que sonría.
Él detuvo su llanto por un momento mientras señalaba el final del pasillo con sus dedos.
— Baba, baba, papá — dijo en murmullos.
Tragué saliva antes de responder.
— Fue a comprar un lindo carro para el bebé — tras decir aquello hice algunos sonidos divertidos de carros que lo hicieron reír.
Al mirar la dulce sonrisa de mi hijo me tragué el dolor que sentía en mi corazón mientras tomaba su manita.
Un nudo se formó en mi garganta al pensar en el futuro, el cual parecía sombrío.
Después de todo, no tenía ni la más remota idea de lo que iba a hacer con mi vida.
No tenía demasiado dinero, aún me encontraba en mi segundo año de universidad, tenía una mala relación con mi madre, desde que me casé con Alejandro no había visto a mis amigos debido a la diferencia entre nuestros círculos sociales.
Así que no había a quién pedir ayuda.
Estaba realmente en un callejón sin salida.
Pero, debido al bebé que tenía en mis brazos, decidí reponerme y tratar de buscar una solución para nuestra situación.
Llorar no va a solucionar nada, llorar no va a hacer que Alejandro cambie de opinión y me dé otra oportunidad para tratar de enmendar mis culpas. Llorar no va a hacer que las cosas mejoren.
— Ahora solo somos tú y yo — susurré mientras salía del consultorio.
Mientras pensaba en esto, tomé un taxi con la intención de ir al lugar al que no pensé que iba a regresar jamás, con la intención de buscar consuelo en los brazos de mi madre.
A pesar de que no teníamos una buena relación, supuse que ella al notar mi estado olvidaría todas nuestras disputas pasadas y me tendería una mano.
Pensé que lo haría.
Sin embargo, olvidé por completo que estaba hablando de la mujer que había planeado venderme, razón por la que tomé la decisión precipitada de casarme con Alejandro a escondidas.
Hola, pequeña reina, gracias por leer, no te olvides de dejar un like o comentario, con amor, Erica.
Miré con emociones encontradas, la casa de dos pisos que se encontraba enfrente de mí.
No podía creer que había regresado a este lugar.
La vieja verja, la tienda de enfrente, la cancha de fútbol vacía.
Todo seguía exactamente igual a cuando me había marchado.
Ya habían pasado cerca de tres años desde aquel suceso y todo seguía igual como si el tiempo se hubiera detenido en este lugar.
Me acerqué hasta la puerta de la casa en donde había crecido y toque el timbre. Mientras esperaba que alguien abra la puerta, miré a mi bebé que ahora se encontraba dormido.
Yo no sabía qué pensar acerca de la situación con la prueba de paternidad, es más, decidí olvidarlo.
Ya sea que la prueba esté en lo correcto o no, para mí Andresito es hijo de Alejandro.
Él era su padre.
Así que debía haber un error.
— ¿Qué haces aquí? — cuestionó una voz haciendo que saliera de mis pensamientos.
Era mi madre.
Al notar su apariencia, no pude evitar pensar que ella tampoco había cambiado nada, sigue siendo aquella mujer bella y glamorosa del pasado.
A pesar de que Regina Casas estaba en sus cuarenta y tantos años, ella seguía luciendo como una mujer de treinta.
Su rostro sigue siendo el mismo, salvó por unos pocos surcos en su frente. Incluso sus labios estaban pintados de un color rojo pasión.
Hacia esta madre mía no sé qué sentir. No fue la mejor madre de todas, eso era seguro. Pero, tampoco la peor.
Ella también parecía no tener tanto amor hacia mí.
Para ella era como un objeto u cosa.
Al menos no me aborto cuando supo de mi existencia, y eso era mucho para ella.
Debido a su trabajo de dama de compañía, casi nunca estaba en casa y cuando llegaba se encontraba borracha o con algún “amigo”.
Por lo que durante mi niñez y adolescencia la pasé casi sola.
En algún momento llegué a sentirme resentida con ella debido a que debido a su trabajo todo el mundo me marginaba o me acosaba.
Ni siquiera pude tener amigas debido a que las vecinas pensaban que iba a pervertir a sus hijas.
Solo pude escapar de ser llamada la hija de una prostituta cuando entre debido a una beca a uno de los institutos más prestigiosos del país.
El lugar en donde lo conocí a él…
Alejandro.
— No dijiste que no ibas a volver a pisar este lugar desde que te fuiste con el riquillo — añadió mientras me daba una mala mirada — No me digas que te echaron.
Tras decir aquello y notar mi silencio, soltó una carcajada llena de burla.
— Te lo dije, esos tipos ricos nunca se fijarán en alguien que no esté dentro de su círculo social. Y tú te dejaste embobar como si fueras la Cenicienta. Alina esto no es un cuento de hadas. No hay felices para siempre. Debiste aceptar mi oferta para que seas la novena esposa del árabe. Él sí estaba dispuesto a dar una fortuna por ti, bobita.
Fruncí los labios al escucharla hablar de esa manera tan despiadada.
— Alejandro no es ese tipo de persona. Es solo que hay un malentendido entre nosotros. Yo…
No pude continuar porque no sabía que más decir.
— Entonces regresa con el tal Alejandro, porque aquí no hay lugar para ti y ese mocoso que llevas en brazo. Mi ciela, si pensabas que podía regresar fresca como si nada, estás equivocada. Tuve que pasar un infierno por tu culpa a manos del árabe debido a que te escapaste, así que agradece que no te corro a escobazos de mi casa.
Tras decir aquello me dio una mirada fría.
— Yo no te pedí que me vendieras — replique sintiéndome herida por sus reclamos — No tengo la culpa de lo que te haya pasado.
Mi madre soltó una carcajada haciendo que la miré confundida debido a que no le encontraba nada de gracia a mis palabras.
— Bueno, yo tampoco tengo la culpa de que te hayan dejado. Quizás andabas de zorra con alguien, ya sabes el refrán, la manzana no cae lejos del árbol. Lárgate, perra. Solo porque tienes a ese bebé en brazos no te pegó la arrastrada de ti vida para que pruebes un poco lo que tuve que soportar por tu maldita culpa.
— Eres mi madre, al menos…
No pude continuar con mis palabras debido a que mi madre se levantó la blusa haciendo que él diera cuenta de la cicatriz que tenía a un lado de su abdomen.
— Esta herida, me la hicieron gracias a ti. Estuve internada durante tres meses. Y ni siquiera llamaste para preguntar o algo. Tú cortaste lazos primero, Alina. Así que anda, lárgate, ve a buscar a otro tipo rico, pero no vuelves aquí.
Tragué saliva mientras sentía que mi presión arterial subía.
— ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué acepté que me quieras utilizar como moneda de cambio? ¿Qué venda mi dignidad? ¡Me rehusó! No sé qué esperé al venir aquí. Tal vez pensé de manera ingenua que tú y yo podíamos tener una relación normal de madre e hija. Apoyarnos. Pero veo que me equivoqué. Esto fue un error.
Debido a mi arrebato, Andresito se despertó sollozante. Rápidamente, traté de calmarlo mientras giraba sobre mis talones y caminaba por las calles que me habían visto crecer.
Una sensación de melancolía me invadió.
Realmente, quería regresar hasta la mansión de los Hidalgo.
Pero, sabía que lo único que iba a ganar era ser humillada.
Llegué hasta un pequeño parque y me senté en columpio jugueteando con Andresito mientras dejaba volar mi mente.
Realmente, lo único que quería era dormir.
Me sentía tan exhausta, este día se había sentido como una montaña rusa.
— ¿A dónde puedo ir? — cuestioné de manera inaudible.
Revise mi cuenta bancaria, la cual tenía unos miles de dólares, dinero que había ganado vendiendo algunos bolsos de marca y ropa que ya no utilizaba.
— Si no hubiera vendido eso, solo podríamos dormir debajo de un puente, bebé. Un puente colgante quizás — solté una risa triste ante la idea — Aunque esto no nos alcanzará por mucho tiempo. Espero para entonces encontrar una forma para que Alejandro crea en mí. Realmente, él es tu padre, cariño. Vas a ver qué cuando le demuestre la veracidad de mis palabras, él se arrepentirá tanto que tendrá que pedirnos perdón de rodillas solo si es lo suficiente sincero lo perdonaremos.
— baba, bah.
Hola, pequeña reina, gracias por leer, no te olvides de dejar un like o comentario, con amor, Erica.
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