Una niña alegre, divertida, mimada y consentida, a la que sus padres complacían en todo, no cabía felicidad en esa niña, le encantaba jugar con ellos, la única preocupación de la pequeña era la de que hacer para divertirse al siguiente día, sus padres eran agentes del FBI.
Mila Millers que es una mujer de treinta y cinco años y su esposo Sanders Smith de treinta y ocho años, ellos se amaban con locura, ellos amaban su trabajo lleno de adrenalina y aventura, pero más amaban a su nenita, todo en el mundo de la pequeña Mía era maravilloso, perfecto, jamás en su vida se hubiese imaginado lo que el cruel destino le tenía preparado.
Un día sus padres y ella salieron al cine, al parque de diversiones, a cenar, a patinar ese día fue magnífico para ella, estaba muy feliz, le pidió a sus padres dormir con ellos y estos encantados aceptaron, mía aunque era una niña de trece años sus padres la consentían en todo.
Al día siguiente se levantó y no estaban sus padres, solo un vídeo gracioso donde decían que se irían a una misión y que se portara bien que ellos vendrían pronto, su padre y su madre le hicieron caritas y ella se divirtió con el vídeo, se fue al colegio y al llegar recibió la peor de las noticias, sus padres estaban muertos, los asesinaron en acción.
La niña estaba destrozada, la pobre se quería ir con ellos, su tío Alan Smith se quedó con su custodia y de albacea de la niña, pero él era un hombre ocupado y mujeriego le encantaba su libertad, así que envío a la niña a un internado, en dónde la formarían muy bien, ya que él no podría cuidar a otra persona cuando ni el mismo se cuidaba.
La niña fue llevada a Rusia dónde fue enseñada y formada para ser la mejor señorita de todas, en ese internado vivió un infierno, fue rechazada por ser huérfana, fue atacada durante años y fue motivo de burla por andar con Alicia, su única amiga quien era lesbiana.
Mía ya no tenía trece años era una jovencita de dieciséis años, a esa edad empezó a defenderse, en ese internado entrenaban a los jóvenes para ser espías, o reclutas ella se hizo amiga del capitán que los entrenaba ella, era la única mujer, gracias a eso pudo defenderse sola.
Por qué tomó esa decisión, pues su mejor amiga la salvó de ser abusada a los dieciséis años y desde allí decidió valerse por sí sola, Mía continuó año tras año en ese lugar, se hizo amiga de los chicos, fue así como la pobre Mía pudo sobrellevar ese horrible destino a la que la propia vida la había obligado a vivir.
Los años pasaron y esa niña, pasó a adolescente hasta convertirse en una hermosa rubia, de ojos grises azulados, labios carnosos, cabello liso y cuerpo envidiable de un metro setenta de estatura, ella siempre trataba de ayudar a todos, su amiga y ella eran muy unidas, tanto que en varias ocasiones le dijeron a su tío que ella también era lesbiana, Mía no hallaba en que idioma decirle que no, pero era imposible tratar con ese hombre.
El tiempo pasó y la joven ya de dieciocho años, fue enviada con su tío y este le dijo seriamente que él no tenía el tiempo para cuidarla, así que la enviaría al grupo especial de la CIA dónde estaría rodeada de hombres así redefiniría su gusto por las mujeres, a la joven esto le cayó muy mal ella pensó que al crecer sería Feliz y libre, pero eso estaba lejos de ser su realidad.
Mía fue llevada por su tío a un cuartel por seis meses, en dónde sería entrenada para luego ser llevada al grupo elite, dejó sorprendidos a todos con lo rápido que aprendía, pero a su tío no le importaba ella en lo absoluto, ni siquiera preguntó si estaba lista, cuando cumplió su entrenamiento su tío la llevó a un lugar que era el cuartel del grupo elite, este era conformado por puros hombres, ya que así según él se le quitaría lo lesbiana, El capitán o líder de equipo Jack Taylor, el segundo al mando El teniente Oliver Wilson y los otros del escuadrón, Ethan, Jasper, Kevin, Adams, Jacob, Williams y James ellos conforman el equipo especial de la CIA, encargados del orden y bienestar del país y el mundo, tienen misiones en todas partes que van de rescate de rehenes, a ataques terroristas.
El tío de Mía entró al cuartel y les dijo.
— buenos días.— dijo el tío de Mía
—Buenos días— gritaron todos al unísono.
— Ella es Mía…— Dijo Alan, pero ella lo interrumpió.
— Yo soy Mía Miller y soy la nueva.— Dijo esta, mirando desafiante a su tío.
Este la miró mal, ya que ella lo había negado, entonces se aclaró su garganta y habló.
— sí, la joven es su nueva compañera y quiero que la traten como a un hombre más nada de contemplaciones.— Dijo este mirándola de la manera en la que ella lo vio a él.
Mía Smith.
— Bienvenida al grupo, preciosa.— Dijo el joven llamado Kevin.
Ella lo vio, le sonrió y asintió con su cabeza.
— Uy carne fresca, trajeron una oveja a una manada de lobos.— Dijo Williams y Mía replicó.
— No creo, no les dijeron, me gustan las mujeres.— esto lo dijo volteándose a mirar a su tío.
Este molesto le contestó.
— Eso fue lo que me dijeron, así que no te quejes, eso te sacas por estar mucho tiempo con una mujer.— dice el tío olvidándose de que hay más personas en la sala.
— No, eso fue lo que te dio la gana de creer y no me importa lo que los demás piensen, y bien cuál será mi habitación en esta cárcel — dijo mirando solo a Alan y todos miraban expectantes, se podía ver la tensión entre ellos.
— Mucho gusto soy Jack Taylor, el líder de este equipo y me gusta la disciplina en mi escuadrón, demás está decirle que no habrá ningún tipo de consideración con usted por ser mujer— Dijo el capitán de equipo dirigiéndose a Mía.
— Me parece perfecto, yo soy igual a cualquiera de aquí, la diferencia es la entrepierna y el cerebro.— Dijo la rubia y el joven sonrió malicioso.
— Señorita Miller vaya al patio y dará vueltas hasta que lo disponga yo, deje su enorme mochila aquí y cumpla el castigo por insolencia.— dijo el arrogante joven.
Mía se dirigió hacia el patio sin quitarse la pesada mochila, todos la veían impactados, allí estuvo dando vueltas hasta el anochecer que fueron aproximadamente unas seis horas después, pero la joven, por más cansada y agotada que estaba, no se rendiría ante un jovencito arrogante con aires de líder…
Jack Taylor
oliver wilson.
williams.
Jasper.
Kevin.
Jacob.
James
Adams
Ethan.
Mía.
He estado dando vueltas aproximadamente unas seis horas o más, pero no le daré el gusto a un niño mimado con aires de grandeza de verme derrotada, soy hija de dos guerreros y ellos esperan lo mejor mi, veo que se me acerca un hombre, este es alto, piel bronceada, ojos marrones, cabello castaño y de un muy buen cuerpo, la verdad aquí todos están muy bien formados.
— Buenas noches, señorita Mía, veo que sigue aquí.— Dijo el castaño tratando de hacerse el gracioso.
— Y dónde esperaba que estuviese, en un cine.— Contesté firme mientras seguía dando vueltas.
— Por qué decidiste quedarte con tu mochila, llevas algún tesoro allí.— Me preguntó este alzando una ceja mientras yo corría, ya estaba agotada, pero no lo demostraría, agradezco a los entrenamientos de papá Marcos, él me preparó para todo esto.
— Pues sí, llevo un gran tesoro aquí, además esperaba un castigo más fuerte, así que lo hice divertido con el peso.— Contesté arrogante y este sonrió.
— No te aconsejo estar de rebelde aquí o la pasarás muy mal, puedes vivir un infierno aquí.— Dijo el chico poniéndose serio.
— Créeme que un infierno más o uno menos no me afectará, aquel que viene del tártaro, ningún lugar caliente lo asusta.— Este me miró confundido, entonces me hizo parar.
— Ya, es suficiente, puedes ir a tu habitación, ven, sígueme.— Dijo este y lo seguí.
— El capitán tuvo que salir y me dejó a mí la responsabilidad de liberarla cuando quisiera, ah, y por cierto soy Oliver.— Dijo el castaño en frente a mí.
— Soy Mía ya sabe —
Después de eso lo seguí en silencio y vi la que sería mi habitación, era acogedora y la decoración era neutra, de color blanco con muebles negros, pero lo que llamó mi atención fue la cama tendida al lado de la que sería la mía, por ser mujer me esperaba un cuarto para mí sola, pero no, solo había una habitación disponible y estaba ocupada por alguien más, tenía todo perfectamente ordenado y varias medallas colgadas, lo miré como preguntándole por qué compartiría habitación con un hombre y él me contestó como si leyera mi mente.
— No dijiste que querías ser tratada como uno más, pues he aquí su pedido, compartirás habitación, además no hay más disponibles.— dijo y subí los hombros como si no me importara, sin despedirme de él, me quité la sudadera que traía y me quedé en top, sentía su presencia detrás de mí y me giré.
— Y… supervisará mi baño también, que me desvista dante de mi compañero de habitación es una cosa, pero hacerlo delante de usted es innecesario.— lo vi apretar sus puños ante mi comentario, suspiró y se fue.
Cuando salió de la habitación me duché, me coloqué un mono deportivo y un top a juego, fui a buscar algún lugar para entrenar y me topé con un gimnasio abandonado, todo se veía viejo y empolvado, decidí limpiar el lugar, este sería mi espacio de entrenamiento personal, lejos de esa manada de idiotas.
Encontré un saco de box y comencé a golpearlo recordando mi motivación que era todo lo que me había sucedido, cada calamidad por la que pasé, me cansé de golpear aquel saco, yo cargaba en mis oídos unos auriculares inalámbricos y no escuché a los visitantes que entraron al sitio tenía mis ojos cerrados y golpeaba con tanta rabia y por lo viejo del equipo que usaba, lo estaba rompiendo, mis nudillos botaban sangre, abrí mis ojos y vi a un sujeto delante de mi mover sus labios, pero por lo alto del volumen de mis auriculares no lo oía, de inmediato detuve mis golpes y saqué mis auriculares.
— ¿Qué?, es malo entrenar aquí.— le pregunté al sujeto frente a mí que tenía una cara de asombro.
— No es malo, lo malo es que te dañes haciéndolo.— lo miré confundida y vi hacia donde sus ojos veían… Mis manos.
Mis nudillos estaban ensangrentados y sin ningún tipo de emoción pasé un pañuelo con un poco de agua de mi cooler y luego los miré.
— Disculpen si los desperté, solo vine un rato a entrenar después de que corrí, no sabía que se acostaban tan temprano.— Dije disculpándome, al parecer aquí se dormían temprano.
— temprano, ¿no has dormido nada? Ya son las cuatrocientas treinta.— Dijo el capitán del equipo y quedé sorprendida.
— Lo siento, ya veo, los desperté, denme cinco minutos y estoy lista para entrenar.— dije apenada.
— tranquila, aún falta media hora para el entrenamiento.— dijo el capitán y yo me dirigí a la habitación.
No tenía sueño, pues, estaba acostumbrada a eso, en el internado pasaba horas sin dormir ni comer, esos eran algunos de los castigos que me daban.
Me puse un pantalón negro, una guerrera negra y mis botas, ese era el uniforme del escuadrón.
Salí y todos estaban terminando de comer, me senté y comí tan rápido que termine a la par con ellos, luego de eso era hora de entrenar, así lo hicimos, eran varios ejercicios, también dar vueltas y saltar obstáculos, en pleno entrenamiento llegaron varias señoritas muy coquetas e hicieron un comentario de mal gusto a mi parecer.
— Cariño, ahora tienen mujeres aquí, no me pondré celosa porque ninguna mujer que le gusten los hombres estaría dando brincos como rana.— Dijo y mi sangre se puso a punto de ebullición.
— Lamento que el único ejercicio que conozcas sea abrir las piernas, y pintar tus uñas.— dije y la muy tarada y manipuladora empezó a ofenderse y hasta a querer llorar.
El capitán se la llevó a un lado y luego la dejó con otro de los soldados, por llamarlos así, pues, aquí, el único rango que había era el de capitán y el del segundo al mando y caminó hacia mí con una cara que daba miedo menos a mí.
— Millers quiero que tenga más respeto con la ahijada de nuestro mayor, el señor Alan Smith.— Me reí por dentro, respeto para su ahijada y yo soy su sobrina que mal
chiste.
— A causa de eso, usted y sus compañeros correrán durante tres horas seguidas sin ingerir líquidos.— todos se molestaron y yo lo encaré.
— la que la ofendí según su punto de vista fui yo no ellos, aunque desde el mío solo me defendí, así que cumplo las horas de todos ellos y listo, no deben pagar por mis errores.— Dije y él me miró desafiante.
—Está bien, ustedes son ocho, así que correrás veinticuatro horas sin ingerir líquidos.— Dijo el capitán arrogante y yo acepté feliz, no me echaría encima al resto de los compañeros por culpa de esa idiota.
— Está bien capitán, cómo ordene.— Dije y me retiré a correr.
Las idiotas se fueron y los demás terminaron su entrenamiento, yo quedé corriendo, empecé a las ocho de la mañana y ya eran las doce de la noche, estaba cansada, agotada y que no dormí el día anterior y a punto de desmayar si no lo había hecho era por el horror vivido en el internado ya estaba acostumbrada y, entonces recordé a mis padres, a mi amiga y todo mejoro.
Mía.
Yo seguía corriendo, no paraba a descansar, no correría el riesgo a que alguien me viera y empezar de nuevo tenía sed, demasiada, estaba al borde del colapso, cualquier idiota diría; nadie puede aguantar algo así, pues, mírenme yo sigo aquí, en cualquier momento podría caer era lo que pensaba yo, pero no demostraba lo mal que me sentía.
— Millers, ya para, ve a acostarte.— la voz del capitán me había sacado de mis pensamientos.
— No sé qué hora es exactamente, pero sí sé que falta mucho para las ocho de la mañana.— le contesté al capitán mientras corría sin casi voz, ya que tenía la garganta totalmente seca.
—Por qué tienes que ser tan terca, te estoy diciendo que descanses.— dijo severo el capitán.
—¿Cuánto faltan, cuatro… cinco horas? Puedo hacerlo, no se verá bien que después que de una orden se retracte, así que terminaré.
—Eres demasiado obstinada.— dijo corriendo junto conmigo.
Las horas pasaron y los demás salieron, vi a varios con agua, manzanas, y cosas así, el ver eso me hacía desesperar, tenía hambre, a caso era una especie de tortura.
—Listo, son las ochocientas— dijo y yo paré, pero al hacerlo me tambaleé y el chico llamado Oliver me sostuvo.
Me quiso cargar y no dejé, solo me apoyé en él, todos los demás, me entregaron lo que tenían en sus manos, parecía un animalito salvaje comiéndose todo y tomando agua como loca.
—Ve a descansar, no puedes entrenar así.— Ordenó el capitán.
— Más tarde me dobla el entrenamiento si quiere— dije exhausta.
—Basta pequeña, por favor no te sigas extralimitando, eso te pasará factura.— dijo el chico llamado Ethan.
Oliver me iba a ayudar, pero el capitán les ordenó ir al campo de tiro, cuando estos se retiraron, él me llevó cargada a la habitación.
Casi no tenía fuerzas, volteé y no estaba, me levanté y quite mi ropa, como pude entré al baño y comencé a bañarme, estuve rato en la tina, casi me quedo dormida.
Salí del baño, envuelta en una toalla y me dejé caer en la cama, estaba completamente agotada, traté de colocarme ropa y me fue imposible.
— ¿Llamo a un doctor?, ni siquiera te puedes vestir sola.— la voz de aquel sujeto me sobresaltó.
— capitán que hace aquí.
—No me he ido en ningún momento, solo volteé para buscar en mi cómoda una pastilla para ti.— mis ojos se abrieron al escuchar eso y yo, paseándome desnuda, me hice la desentendida y negué con la cabeza.
— No es necesario capitán, solo descansaré y listo — dije y cerré mis ojos.
Desperté y estaba arropada, debajo de la sábana no estaba mi toalla, entré en pánico, busqué y la vi colgada en un perchero.
—Yo la guindé allí, ya que la tiraste dormida y te arropé— confesó y mi cara era un tomate, por Dios, dos veces me vio este hombre sin ropa.
—Lo siento capitán, no fue mi intención.—
—Lo sé cálmate, no fue como que me hubiese traumado lo que vi.— estaba muy avergonzada, mi lengua viperina se había quedado sin veneno para defenderme.
Me levanté con la sábana, tome la toalla y entré al baño, me volví a duchar y salí, busqué ropa y él ya no estaba, al vestirme, salí, no había nadie, eso me extrañó, me preparé algo y comí.
—Si buscas a los chicos, no están, fueron a despejar su mente.— dijo sentándose a la mesa.
—Y usted, no despeja su mente.— pregunté bebiendo un poco de jugo.
—Sí, pero alguien te debía cuidar.—dijo comiendo un sándwich.
—No necesito que me cuiden, nunca lo he necesitado y ahora no será la excepción.— Le digo muy seria mientras toda mi vida cruza ante mis ojos.
Luego de cenar me fui a acostar y caí rendida. Abrí mis ojos y estaba oscuro, vi a mi lado y allí se encontraba el capitán dormido en su cama, bajé ya lista y comencé a entrenar, los chicos se me unieron.
— ¿Qué, no puedes dormir hasta tu hora pequeña torbellino? Soy Adams, el Ethan, el James, el Kevin, el Williams, el Jasper, él es Jacob y él es Oliver.— dijo sonriendo.
—Hola muchachos, gracias por ser simpáticos, pensé que me odiarían por ser mujer.
—Odiarte, si estamos felices, eres la chispa del equipo, un poco rebelde y más loca, pero nos pones el toque — dijo Jacob riendo.
Nos pusimos a entrenar y llegó el capitán mientras luchaba cuerpo a cuerpo con Oliver, lo tumbé dos veces, pero este me acorraló montándose encima de mí.
—Lo hiciste bien pequeña, sigue esforzándote.— dijo y todo esto ocurría bajo la mirada del capitán.
Lo miré a los ojos y luego a sus labios, mordí mi labio inferior y aflojó el agarre, aproveché para girarlo y quedar encima de él con mi brazo en su cuello.
—Regla uno, no confíes en nadie y vivirás más.— dije y todos se rieron y me alabaron, me levanté y el capitán me miró con una mirada incierta, no sabía lo que quería decir esa mirada.
—Basta de juegos, a entrenar.— dijo y entrenamos a morir, luego fue práctica de tiro, de cuchillos y de rifle.
—La que más me gustó fue la de rifle, me monté en una base alta y le pegué a todos mis objetivos.— cada día era más experta, más decidida, más fuerte y precisa, pronto vendría mi primera misión, la anhelaba con ansias.
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