¡De antemano muchas gracias a todos por su apoyo!
Es muy lindo todo el apoyo que me han dado desde el principio, con mi primera novela “KARMIN: CAMINO DE ROSAS Y ESPINAS".
Así mismo agradezco todo el apoyo brindado con las novelas que he publicado, incluyendo obras como “La esposa enfermiza del duque inmortal”, ¡Es la primera vez que una novela mía supera las 60 mil vistas!
Sé que en realidad es poco para otras obras en la app, pero para mí este es mi primer logro significativo. Aquello me ha alentado a seguir, pese a que no logro pasar las evaluaciones de las etapas.
Siempre termino muy cerca del indicador, pero no llego, por ende, por más que quiera participar sé que es difícil intentar participando. No obstante, gracias al apoyo que me han dado, no quiero rendirme con las obras, así que las continuaré no por el hecho de ganar, sino porque me gusta crear historias desde cero.
Lo que más me gusta de Noveltoon, es que tiene un público que le da la oportunidad a las novelas, aunque sean de autores nuevos.
Así que una de las cosas que quiero traer de regreso son las novelas que borré del perfil, de modo que ustedes escojan las que más les gusten y las comenten. Quiero saber de ustedes.
Entre las novelas que volveré a traer, está “La exprometida embarazada del principe Infertil", que es la versión original de “La esposa anciana del médico reencarnado".
Pueden leer las dos de manera independiente, no afectara en nada. La traigo porque muchos me la han pedido como una alternativa en un universo distinto, por lo que escuchándolos se las traeré, de modo que sean ustedes los jueces.
De nuevo, muchas gracias por su apoyo!
Una mujer de extrema belleza sostenía con fuerza a una mujer embarazada, mientras esta pendía sobre un pozo de lázaro. Aquella abertura, que conducía a redes inexplicables donde ni siquiera los más antiguos dioses podían saber exactamente donde los conducirían.
—¿Por qué?—preguntó en pánico—al menos deja que tenga mi bebé, solo le falta un mes… Después puedes matarme.
—Ni tú ni él sobrevivirán—dijo dejándola caer—vivirán mil y una vidas viendo como mueren juntos, y viendo como todo lo tuyo será mío.
Mientras la mujer caía en medio de aquel mar de energía maldita, se maldijo por haberlo amado, se maldijo porque había escogido a su prima por encima de ella. Lo amaba tanto, pero a la vez odiaba. Si tuviera la oportunidad de evitar enamorarse, así fuera del lado malvado de aquel hombre, lo haría.
“Cada muerte que tú y tu hijo tengan… Te acercarán al trono de los cielos y la tierra”
“No quiero… No quiero… Solo quiero vivir con mi hijo, ¿Está mal en pedir eso?”
Fue lo último que escuchó antes de perder por completo la consciencia, sintiendo por última vez como su cuerpo y su hijo, aún no nato, eran llevados, de manera caprichosa, por las crueles manos del destino. Sin saber, en su muñeca, de manera espiritual, fue atada una pulsera con mil diamantes exactos.
Mil años después
Ciudad de Rodas, Gran Reino de Ymittos, junio del año 1548.
La mañana anhelada por todos en la realeza y el pueblo del reino de Ymittos había llegado, apenas el sol dio sus primeros rayos de luz, un carruaje estaba listo para llevar a las princesas Katherine y Freya a la nación de Insomnia, lugar donde contraerían matrimonio con los dos herederos directos al trono, los príncipes gemelos Ignis y Aqua.
—¡Vayan con las bendiciones de los dioses, mis niñas!—dijo su abuela, la reina regente de Ymittos.
—Así será, su majestad—respondió Freya con timidez, haciendo una inclinación.
—No se preocupe, mi querida abuela—dijo su prima Katherine—haremos que es enorgullezca de nosotras y me aseguraré de que nadie se moleste por la condición mi querida prima.
La reina, quien no asociaba esas palabras con nada malicioso, solo sonrió dándole un último abrazo a sus dos nietas, pensando que todo iría bien entregando al reino vecino a sus dos queridos tesoros.
—Espero que cuando estemos en eventos públicos, escondas tu horrorosa cara—dijo Katherine una vez estuvieron en el carruaje, dándole un pellizco en su brazo—no sé como a nuestra abuela se le ocurrió enviarte a ti también como prometida; sin embargo, te lo advierto, por tu bien no nos avergüences.
Un poco adolorida, sintiendo su piel irritada, tras aquel duro pellizco, Freya, quien escondía su rostro con una capa, solo asintió para separarse de ella y colocarse en un rincón del carruaje. Intentando dormirse, solo esperaba que el resto del viaje su prima no le dijera nada, por eso su mejor solución era siempre estar callada.
—Pobre del príncipe Ignis—dijo Katherine agregando más sal a la herida—ser comprometido con un monstruo como tú, sabes bien que aunque sean amigos de la infancia él no te va a aceptar. Así que por tu bien, procura evitarlo para asquearlo.
Katherine observó con alegría a Freya, gozaba verla sufrir, sobre todo porque sabía la baja autoestima que esta tenía y cómo podía manipularla a su antojo. Por eso, a cambio de favores por parte de políticos y altos mandos, se ofrecía a ellos; sin embargo, en realidad, a quien ofrecía era a Freya.
Aquello era fácil tomando en consideración que ella no era capaz de decir nada de los abusos, y teniendo fácil acceso a grial con agua bendita, que se le fue otorgado por el propio papa para su cumpleaños, podía regresarle la virginidad a su prima al día siguiente de haberlo hecho.
Aunque a veces le gusta molestarla, sobre todo durando más de una semana después de ese encuentro. Debido a que muchos de estos acababan en ella, por lo que Freya temía no solo que se descubriera que había dejado de ser virgen, sino que posiblemente estuviera embarazada.
Al menos Freya, cuyo nombre completo era Luna Freya, suspiró aliviada. Dentro de poco llegarían al reino vecino, por ende, aunque aún era posible, sería difícil para su prima seguirla vendiendo por noches de placer a aquellos asquerosos hombres.
Ciudad de Lumina, sacro reino de Insomnia, agosto del año 1548.
Un reino milenario protegido por un domo mágico, se extendía en la mitad de un subcontinente, protegiendo a todos sus habitantes del ataque del imperio.
Los ciudadanos del reino, enorgullecidos por tener una de las familias reales más poderosas en el mundo, tanto en artes mágicas como de combate, estaban expectante quién de los dos príncipes sería el heredero a la corona.
Lo anterior fuese un evento común y corriente, si no fuera porque quien heredaría el trono tendría el poder absoluto del cristal estelar, que bendecía al reino con su protección.
Los dos príncipes, ambos gemelos, habían nacido siendo el primer embarazo de la difunta reina, por ende, habían tenido la misma oportunidad de heredar la corona.
Para afianzar aún más su influencia, el anciano rey, convocó al reino vecino de Ymittos para que enviaran a dos candidatas a prometidas de sus respectivos príncipes, sin saber que aquella decisión desataría el fin de todo.
Una noche, una semana previa al banquete real, donde darían oficialmente el comunicado del matrimonio de los dos príncipes gemelos, Katherine hizo un trato con un viejo boticario, el cual, a cambio de una extraña pócima, pidió a cambio acostarse con ella; sin embargo, ella no lo haría.
—¿Tanto me odias?—preguntó Freya colocándose uno de los vestidos de Katherine.
Su prima, con una calma siniestra, sacó de su cofre un anillo mágico, el cual lo puso en el dedo de Freya, provocando que su apariencia fuera idéntica a la de ella. Aquello hizo temblar las piernas de la prometida del príncipe Ignis, sabía lo que significaba.
En la madrugada de aquel frío día, el boticario salía de la habitación oculta que había conseguido Katherine, dejando a una magullada Freya, desnuda, temblando bajo las sábanas, Su cuerpo, lleno de moretones, y su sábana llena de sangre, solo era un cruel testimonio de las múltiples veces que pasó aquello.
Quería llorar, quería que alguien la rescatara, quería que alguien supiera todo lo que pasada; sin embargo, su fealdad solo le impedía ser creída. En comparación a la bella Katherine, nadie le haría caso. Como la mayoría de veces, al día siguiente, su prima le daría de beber el agua bendita, provocando que su cuerpo eliminara todo rastro de evidencias.
Pensando que tal vez con el príncipe Ignis, aun si él no la amara, le permitiera así fuera vivir en paz. Aun si buscara otra esposa, lo único que quería era dejar de sufrir; sin embargo, la noche del banquete, luego de tomar un poco de vino y de despertar desnuda al lado de este, su última esperanza se desvaneció y su corazón se partió en dos.
—¡Estúpida!—gritó el príncipe dándole una cachetada a su prometida.
La joven mujer de veinte años, cuyo rostro era cubierto por su cabello, lloraba sin cesar, cubierta solo por una sabana, en el piso, mientras se sobaba su lastimada mejilla.
—¡No solo tuve que comprometerme con una prometida tan fea como tú!—dijo tomándola del cabello—sino que tuve que hacerte mía.
Con asco, al ver la mancha de sangre en su cama, que presenciaba que le había arrebatado la virginidad a su prometida, obligó que esta se viera directo al espejo.
—Espero que estés viendo bien la razón por la que prefiero a tu prima en vez de a ti—exclamó Ignis—¡Jamás estaría con un monstruo que tiene la mitad de la cara quemada y solo tiene un ojo!
Tras volverla a tirar al piso, la nieta de la reina del vecino país se arrinconó contra la esquina de una pared. Ya estaba acostumbrada a los desprecios de quién sería su futuro esposo, pero no le dolería tanto como saber que su bella prima era la dueña del corazón del hombre que amó en su niñez.
—¡Para el colmo mi padre nos vio!—gritó golpeando la pared cercana a la princesa.
El mayor de los dos gemelos, quien tenía la esperanza que su padre decidiera anular su compromiso, fue el encargado de despertarlo al entrar en la habitación y ver a su hijo al lado de su prometida.
Todas las ilusiones de luchar por Katherine, la prometida de su hermano, así como de ser libre de un monstruo horrendo como Freya, fueron borrados de manera inmediata.
—¿Cómo fue que me sedujiste, zorra?—preguntó colérico pateando a su prometida.
—No lo sé—se defendió muerta del miedo—solo recuerdo desmayarme después de que salí del banquete real.
Ignis asintió ante aquello, algo parecido recordaba él, solo que él sintió un gran deseo de poseer a la mujer que estaba en su cama.
—Iré a bañarme para quitarme tu porquería—dijo antes de entrar al baño—espero no volverte a ver, es más, ¡Desaparece de mi vida!
Dicho eso, dejó sola y al borde del llanto a Freya, sin más que hacer, se puso su ropa como pudo y se dirigió al cuarto que le habían dado una vez llegó al palacio real.
—¿Qué pasó?—preguntó sarcástica su prima—¿El monstruo no disfrutó su primera noche?
Dicho eso, aprovechando el desconcierto de la joven al verla entrar y verla esperándola, le tiró té caliente en la cicatriz de su rostro.
—¿Qué quieres, Katherine?—preguntó.
Siempre había envidiado la belleza y elegancia de su prima, pero la vida había sido tan injusta que ni permitió que se pareciera a ella.
El único rasgo que compartían, era el bello cabello rosado anaranjado que habían heredado de su abuela.
—Ofrecerte una salvación—respondió sentándose de nuevo—te daré tanto dinero como quieras, a cambio de que desaparezcas. Puedo hacer que mueras e inicies una vida.
—¿Por qué me odias tanto?—preguntó por centésima vez, muy débil.
No podía entender que mal le hacía a los demás su discapacidad, que ella compensaba siendo una mujer buena y callada.
—Porque eres alguien que no debió haber existido—respondió escupiendo sus pies—liberaré a este reino de tener una reina tan fea y te daré un nuevo inicio, ¿No está tan mal el trato?
Por varios minutos Freya se quedó en pie, observando la cara perversa, pero hermosa como un ángel de su prima, ¿Qué más podía perder?
—Acepto—fue su única palabra.
Tras eso, pasaron varios días y luego de una salida con su prima para repartir caridad, fue sacada de la ciudad oculta en una carreta llena de cerdos. Aunque no lo pareciera, estaba sonriendo mientras lloraba, ya que aquella situación era mejor que los múltiples castigos que pasó a manos de su prima.
Con una bolsa llena de monedas de oro, y unos documentos que contenían una identidad falsa, llegó a un nuevo lugar. Si bien extrañaba la ciudad, por el momento, así fuera unos meses, si pudiera adaptarse a ese sitio, tal vez, solo tal vez, pudiera vivir como una campesina todos los días criando a su hijo como una viuda, que perdió a su esposo en la guerra.
Cuánto sería de tan irónico el destino que, aquel que le dio la espalda, aquel que dejó su semilla dentro de su vientre, terminaría siendo juzgado de la manera más cruel en el mundo entre los vivos y los muertos.
Aquellas imágenes, de todo lo que Freya sufrió, se le mostraban a Ignis, o el alma del difunto príncipe, el cual era torturado en el limbo por el dios guardián del cristal estelar.
Lo que alcanzaba a recordar de su muerte, fue que había sido causada un extraño incendio, luego de que él cayera inconsciente en cama tras una borrachera que se dio el día antes.
—Y pensar que esa maldita será la futura reina—dijo el dios viendo la imagen de Katherine.
Ignis, débil, vio como su hermano estaba al lado de su padre, consolándolo por su muerte mientras Katherine estaba en su cuarto, probándose todas las joyas reales.
Aquella situación contrastaba demasiado con lo que una vez vio de ella, siendo una mujer tan dulce que empatizaba con el dolor ajeno.
—De verdad te prefiero a ti como rey, que al tonto de tu hermano por no darse cuenta de la verdad—dijo el dios acercándose a Ignis—aunque tú tampoco te salvas, ya que dañaste a la única mujer que te ha amado nada más porque no era hermosa.
El dios, el cual era tan grande como un rascacielos, estaba cubierto con una armadura plateada y una jabalina en su mano, mientras observaba los miles de imágenes que se mostraban.
—Ahora que sabes el verdadero rostro de esa mujer que pensaste amabas, te propondré un trato—habló estresado—haré que regreses antes de tu muerte pero con dos condiciones.
—¿Cuáles son?—preguntó lastimado.
Desde que había llegado al limbo, el príncipe sufrió severas quemaduras en los brazos, a causa de dos cadenas que jalaban sus extremidades a más no poder mientras lo quemaba.
—Haz que todos vean la maldad de Katherine—respondió serio—y haz que Freya sea tu esposa.
—¡No me casaré con ese animal horrendo!—gritó iracundo.
Enojado por las palabras del príncipe, el dios jaló más de las cadenas, haciendo que Ignis sintiera como sus brazos estaban a punto de ser arrancados.
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