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EL AMOR EVOLUCIONA

Capitulo 1.

En el año 1520, El reino de Vielle y el Reino Sorni estaban en Guerra. Ésto por qué el príncipe Felipe estaba desaparecido, y la familia Capdevielle pensaba que eran los Sorni quienes lo habían secuestrado.

Dos meses después de empezar la guerra el príncipe apareció, aclaró que no habían sido los Sorni, si no el Reino de Joper, la guerra paró y los reinos hicieron un tratado para mantener la paz. También se volvieron aliados pata derrocar al Reino traidor.

.....

Siete años después, Felipe conversaba con Fernando, el hijo de un Marqués y su mejor amigo.

— El baile de presentación está por llegar. Tú padre me pidió qué te ordené ir. — Contaba Felipe.

— Majestad usted no tiene por qué obedecer las órdenes de mi padre. — Decía Fernando con un tono de súplica.

— Las del marqués no, pero el rey también me lo ordenó.

— Sabe que seré atacado por las damas en esa fiesta. Por favor no me obligue a ir. — Suplicaba el futuro marqués Fernando.

— Si no lo hago yo, lo hará mi padre. Y eso será peor para ti.

— ¿También lo obligarán a asistir?

— Por desgracia si. Pero yo iré al baile en éste reino, tú debes ir al reino de tus padres. En Sorni.

— Uff. — Suspiró Fernando enfadado.

— No te enojes. Quizás encuentres a tu futura esposa mañana.

— Le deseó lo mismo alteza. — Ambos se rieron del otro.

— No estoy listo para tal responsabilidad. La soltería me sienta mejor.

— ¿Es eso o todavía desea casarse con la doncella que sus padres no aceptarían?

— No se de qué doncella me hablas.

— De la que le dió ese pañuelo que guarda con tanto aprecio.

— No hay tal doncella. Mi madre es la dueña de ese pañuelo. — Declaró Felipe con mucha seguridad.

....

Días después. En el Reino de Sorni, Valeria, la hija mayor de un Conde, sería presentada en sociedad. Junto con las otras jóvenes casaderas. Valeria tiene tres hermanos más, Romeo, Leonor, y Abel. Ella se lleva muy bien con sus hermanos, sobre todo con Leonor, a la cuál le lleva sólo tres años y medio.

La presentación de Valeria debió ser hace dos años, pero su madre por alguna razón lo impidió. Ahora a sus quince muchos nobles se presentan con ella. Pues pose una gran belleza, ellos la invitan a bailar. Valeria no se muestra interesada en ninguno, pero por cortesía acepta. Las conversaciones con esos hombres le parecen aburridas. Hasta qué aparece Fernando. Quién es presentado cómo el Marqués Gandul.

— Señorita, ¿me concedería un baile? — Pide esté a ella.

— Por supuesto mi lord. — Valeria le hace una reverencia y van a bailan juntos.

(Foto de Valeria.)

— Pensé que hoy no bailaría con ninguna señorita. Pero la encontré a usted y sus ojos me hipnotizaron.

— ¿Le dice eso a todas las señoritas? — Pregunta Valeria con una sonrisa irónica.

— No suelo asistir a muchos bailes.

— ¿No le gusta que las señoritas lo persigan? — Fernando se ríe.

— ¿Qué le hace pensar que las señoritas me persiguen? — Pregunta el con un tono burlón

— Es joven. Tiene un buen título, y una buena apariencia, eso es suficiente para que las nobles quieran casarse con usted.

— ¿Es usted una de esas nobles?

— Su pregunta es inapropiada mi lord.

— ¿Es eso o tiene miedo a responderla?

— A mí nada me da miedo. — Valeria lo mira a los ojos y se muestra firme. Esa actitud cautiva a Fernando, y siente que él deseó de su amigo se hizo realidad, parece que ha encontrado a su futura esposa.

En los bailes siguientes Fernando siempre invita a Valeria, a ninguna otra, pues disfruta las conversaciones con ella. Los rumores sobre la posible pareja crecen entre las doncellas.

— Creó que la hija del Conde ya encontró esposo.

— Será la primera en casarse.

— No creó que se casen. Dicen que al Marqués le gusta llevar una vida llena de fiestas y mujeres.

— Tal vez le pida permiso para tener seis concubinas. — Todas se ríen y especulan sobre la pareja.

....

Mientras tanto Fernando y Valeria continúan bailando.

— Las damas dicen que usted y yo nos casaremos mi lady.

— ¿Y ya tiene un anillo para mí? — Pregunta Valeria irónica.

— ¿Desea uno? — Pregunta el con la misma ironía que ella.

— Las damas dicen que usted seguro querrá tener seis concubinas mi lord.

— ¿Me dará permiso?

— No. Mi padre nunca ha tenido concubinas, y yo esperó lo mismo del que sea mi esposo. Le recomiendo que antes de darme un anillo lo piense bien. — La música para y Catalina va por su hija. Valeria se despide de Fernando. El ahora a quedado más que cautivado con ella. Y cree que será la esposa perfecta.

....

En casa del Conde Catalina le pregunta a su hija sobre Fernando. Ya han pasado varios bailes y no ha visto que tenga conversaciones con nadie más que él.

— Madre, es el marqués quien no me permite bailar y hablar con otros caballeros.

— ¿Crees que se quiera casar contigo?

— No lo sé.

— ¿Y tú? ¿Deseas ser su esposa? — Valeria sonríe.

— Creó que lo deseó madre. Me siento muy feliz con él, siento un cosquilleo en él estómago cuándo me mira.

— Creó que lo amas.

— ¿Así se siente estar enamorada? ¿Eso siente usted con mi padre? — Catalina la mira inexpresiva. — ¿Hice una pregunta inapropiada?

— No. Eres joven y curiosa. Las cosas se experimentan poco a poco.

— Quiero saberlo ahora. Madre, por favor dígame qué se siente estar enamorada.

— Ya es muy tarde. Vete a la cama. No olvides usar tu mascarilla antes de dormir.

— Si madre.

Catalina sale de los aposentos de su hija, una criada ya la está esperando.

— Mi lady, el conde me pidió que la llamé. Desea que usted vaya a sus aposentos. — Catalina se dirige donde el conde y toca la puerta. Esté la hace pasar.

— ¿Qué desea mi lord?

— Te llamé para que cumplas tus deberes.

— Anoche los cumplí. — Dice ella y se va a la puerta. Arturo la detiene antes de que salga.

— Quiero estar contigo Catalina. — El la besa y lleva a la cama en sus brazos. Catalina se deja llevar y cumple sus deberes gustosa, pero al terminar se va a sus aposentos muy triste. Y el conde se queda en los suyos sintiendo la misma tristeza que ella.

Capitulo 2.

Al día siguiente Fernando visita la casa de los condes, el pide ver a Valeria. Ella al enterarse de su presencia llama a todas sus criadas para que la ayuden a verse hermosa.

Fernando está muy nervioso por lo que hará el día de hoy. Pero ya tomó la decisión y nada lo hará cambiar de opinión.

— Buenos días mi lord. — Dice Valeria al bajar.

— Buenos días mi lady. Hoy luce especialmente hermosa.

— Gracias. Perdón por hacerlo esperar. ¿A qué debo el honor de su visita?

— Esto podría sonar un poco apresurado. Pero... — Fernando saca una cajita de su bolsillo. Valeria se emociona. — No he conocido a nadie cómo usted, me siento muy cómodo a su lado, me gusta mucho, y por eso me gustaría pedirle qué se casé conmigo. — Valeria lo observa y no dice nada. Eso pone muy nervioso a Fernando.

— ¿No me pedirá permiso para tener seis concubinas? — Fernando se ríe.

— No. Yo seré hombre sólo de usted.

— Bueno. Acepto. — El marqués le da un beso en la palma de su mano cómo señal de amor. Valeria lo recibe muy gustosa.

— Hablaré con el conde para acordar el compromiso.

Ese mismo día, Fernando habla con los condes sobre el compromiso. Catalina propone que la boda sea en seis meses, Fernando algo ansioso propone que sea en tres, la decisión final la toma el Conde Arturo, esté apoya a su esposa, la boda será en seis meses.

...

Tres meses después, Valeria es invitada a un baile que los tíos de Fernando darán en honor del príncipe Felipe, ella no desea ir, pues en la guerra con esa nación perdió a varios de sus familiares, y desprecia completamente al príncipe, pues si el no hubiera desaparecido, la guerra no habría sucedido.

— Hija, ¿Por qué no estás arreglada todavía? — Pregunta Catalina al buscarla en su habitación.

— No iré a esa fiesta madre.

— Tienes que. Estás comprometida con Fernando, su familia es quién ofrece la fiesta, tu obligación es asistir.

— Pero no deseó ir.

— A veces los deseos deben ser reprimidos. Si tú padre se enterase de tú rebeldía te castigaría. Ahora apresúrate. Debes ser puntual. — Catalina llama a las sirvientas para que preparen el baño, y arreglen a su hija. Valeria es bañada por las sirvientas, luego la arreglan y ponen un hermoso vestido color turquesa.

— Se ve hermosa señorita. — Le comentan todas. Valeria les agradece y se coloca unos aros de oro.

— Qué preparen el carruaje, partiremos en breve. — Ordena Catalina, y una de las sirvientas sale de inmediato para avisar.

El padre de Valeria ya está esperando afuera.

— Buenas noches, padre. — Valeria saluda educadamente. Su padre le hace un gesto de aceptación. Luego fija su mirada en Catalina, el no le puede quitar los ojos a su esposa.

— Buenas noches Conde. — Saluda ella también a su esposo, esté ahora hace un gesto de disgusto y le da su mano para que ella pueda subir al carruaje. Después ayuda su hija y finalmente entra el.

Durante todo el camino Valeria nota la mirada de su padre sobre su madre, y la de ella en las alfombras. Siempre ha notado que el matrimonio de sus padres es muy extraño, los dos tienen caracteres muy diferentes, ella es una persona muy cariñosa, y él es un hombre muy frío. Recuerda que solía ser amoroso cuándo era una niña, pero con el paso de tiempo dejó de serlo. Incluso con Leonor. Valeria piensa qué las trata diferente por qué ya crecieron, pero no encuentra la razón por la cuál mira a su madre con amor y la trata con indiferencia.

....

...17 años atrás....

Catalina tiene trece años, y es presentada en sociedad, su padre tiene muchas deudas y está dispuesto a casarla con el primero que le pida su mano.

Catalina no quiere casarse, y desea que ningún noble se interese en ella, en el primer baile ocurre lo que ella desea, nadie se muestra interesado, no por qué ella no sea bonita, sino por la dote pobre que ofrece su padre. Además de los rumores sobre sus grandes deudas. En el tercer baile Catalina se tropieza con Arturo, él es un hombre de 17 años, alto, de cabello rubio y ojos verdes, con una apariencia que muchos jóvenes envidian. Acaba de regresar de una guerra, y a pesar de su corta edad, su madre lo está presionando para casarse, pues es el único hijo que ella tiene, y teme que lo maten sin antes darle un nieto.

Muchas jóvenes lo desean cómo su esposo, pues además del título, posee una gran fortuna, Arturo asiste a ese baile por presión, pero en ningún momento se muestra interesado en ninguna dama.

— ¿Ya encontraste a tú futura esposa? — Pregunta su amigo Apolo, un vizconde.

— Es más fácil sobrevivir en la guerra que encontrar una esposa.

— Muchas nobles parecen interesadas en ti. Incluso la princesa. Ella es una buena opción.

— No quiero a la princesa. Es alguien muy delicada, seguro que no me complacerá bien en la cama.

— ¿Qué opinas de la hija del marqués?

— Bonita, pero tiene una voz peculiar.

— La señorita de la casa Nelim.

— Bonita, pero muy joven.

— La hija del duque.

— Bonita. Pero con la madre que tiene dudó que mis hijos sean bellos.

— Le pones pero a todas las nobles.

— Estos lugares me desagradan. Son abrumadores.

— Es tu primer baile. No te desesperes.

— No quiero asistir a más bailes. Caminaré entre las damas, y le pediré matrimonio a la primera que toque mi hombro.

— No te creó. — Arturo se mete entré la multitud, las damas le hacen espacio para que él pase, y le sonríen. "Esto será muy difícil" piensa el. Y la ve a ella. Catalina, una joven de cabello rojo como el fuego, piel blanca como la nieve, ojos azules cómo el mar, de rostro delicado y labios carnosos, el queda impresionado al ver tal belleza. Ella camina hacia el y por accidente le toca el hombro.

— Lo siento mi lord. — Dice ella sin ver su rostro.

— ¿Quieres casarte conmigo? — Pregunta el sin rodeos. Catalina levanta la cabeza. Ella jamás lo había visto, y cómo llegó tarde, no escuchó que lo presentarán, así que piensa que se coló. Y esta jugando.

— No. — Responde ella y se da la vuelta.

— ¿Acabas de rechazarme? — Pregunta el furioso. — ¿Cómo te llamas?

— Catalina, ¿qué está pasando? — Su padre llega a regañarla.

— ¿Usted es su padre? — Pregunta el Conde mirándolo con desden, pues lo conoce y sabe que es un Barón.

— Si. ¿Ha pasado algo? ¿mi hija lo ofendió?

— Quiero casarme con ella. Pero me rechazó. ¿Usted está de acuerdo con eso?

— Por supuesto que no.

— Bien. Iré a su casa mañana y acordaremos una fecha para la boda.

— ¿Está hablando enserio?

— Soy el conde Arturo. ¿Alguna vez ha escuchado que yo bromeó?

— Mis disculpas Conde. Mañana lo esperaré.

— Pero padre.

— Cállate.

— Llévese a mi prometida. Ya es tarde.

— Cómo ordené conde. — El padre de Catalina la lleva de regreso a casa. Lugar dónde tienen una discusión.

— No me quiero casar con el. No lo conozco.

— ¿Desde cuándo importa lo que las mujeres quieren?

— Soy su hija. ¿Cómo puedes darme así nada más? Ni siquiera tiene el dinero de mi dote.

— No te preocupes, no lo necesito, el conde pagará mucho por ti.

— ¿Me va vender?

— Si.

— Padre.

— Seca esas lágrimas y ve a tus aposentos, mañana arréglate, no quiero que el conde te vea así. Te advierto, que si el, cancela esté compromiso te voy a vender a un burdel. — Catalina se va llorando.

Capitulo 3

..... En la fiesta, Apolo está incrédulo con lo que acaba de pasar.

— ¿De verdad te casarás con ella?

— Ya di mi palabra.

— No sabes en lo que te metiste.

— ¿Por qué lo dices?

— Tiene trece años.

— Se ve bien para su edad.

— Su dote es de las más baja de todas. Y su padre tiene muchas deudas, seguro que no te la dará así nada más. Querrá sacarte dinero.

— Tengo mucho.

— ¿Qué te pasó? ¿Te gustó tanto?

— Fue la primera es tocar mi hombro. Tuvo suerte.

— No creo que haya sido sólo por eso.

— Eres libre de pensar lo que quieras.

....

A la mañana siguiente el Conde visita a Catalina. Para acordar la fecha de la boda.

— Conde Arturo, es un honor recibirlo. — Dice el padre de Catalina.

— ¿Dónde está mi prometida? Es a ella a quien deseó ver.

— Se está arreglando. No tardará en bajar.

— Bien. Me casaré con ella en una semana.

— ¿Una semana? — Pregunta algo alarmado.

— ¿Quiere que esperemos más?

— No. Lo que usted elija está bien Conde. Sobre la dote de mi hija.

— Se que no tiene dinero, no debe darme nada.

— Gracias Conde. Pero yo no le puedo dar a mi hija así nada más. Ella es lo más valioso que me queda desde que se fue su madre.

— Hablé claro. — Pide Arturo un poco irritado.

— Necesitó dinero.

— ¿Cuánto? — El Barón pone un precio, y el Conde acepta pagarlo.

— Llamé a Catalina. Deseó verla. — El padre de Catalina le ordena a una sirvienta que vaya por su hija. Está no tarda en bajar.

— Buenos días padre. Buenos días mi lord. — Catalina les hace una reverencia. Arturo la mira de los pies a la cabeza y piensa que eligió bien.

— Buenos días hija. Ven a sentarte. — Catalina se sienta al lado de su padre. — Ustedes pueden hablar. Les dejaré un chaperon. — Una de las sirvientas de la casa se queda con ellos a una distancia considerable.

— Nos casaremos en una semana. — Informa el conde a Catalina.

— Pero es muy pronto. — Se queja ella.

— Tú padre ha estado de acuerdo.

— ¿Mi opinión no importa? — Arturo guarda silencio. — Conde seguramente usted no conoce la situación de mi padre. El no tiene dinero para pagar mi dote.

— No te preocupes por ello. Tengo mucho oro, no necesito más.

— Yo tengo otro hermano. Y no voy a heredar nada de mi padre.

— Necesitó una esposa, no una herencia.

— ¿Usted me ama? — Esa pregunta lo deja sin palabras unos segundos.

— Los matrimonios no necesitan amor. — Dice el.

— Yo no me quiero casar con alguien que no amó ni me ama.

— Por la situación de tu padre soy tu única opción. Y soy muy buena. No te quejes.

— Pero... — El conde pone uno de sus dedos sobre los labios de Catalina.

— Nos casaremos. Eso ya está acordado. — A Catalina no le queda de otra que guardar silencio.

....

Una semana después el matrimonio se lleva a cabo. La dama de Catalina le explica que debe ser una esposa complaciente con el Conde.

— No entiendo. — Dice ella inocentemente.

— Debes hacer todo lo que él te dice. No lo cuestiones.

— Está bien.

— Cuándo el acto terminé debes salir de sus aposentos e irte a los tuyos. Estarás adolorida, pero podrás con ese dolor.

— ¿Por qué tendré dolor? ¿El me va pegar? — Ahora ella está muy asustada.

— Si no le obedeces tal vez lo haga.

— No quiero que me pegue.

— Obedece y estarás bien. Quizás hasta te guste. — Catalina no entiende, pero no hacer más preguntas.

…...

En la iglesia, Valeria, la madre del conde está muy preocupada al ver que su nuera es tan joven. Durante la ceremonia Catalina menciona sus votos con una voz preocupada.

— Yo Catalina, juro serte fiel, amarte, cuidarte, respetarte y obedecerte todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe.

— Yo Arturo, juro amarte, cuidarte, y mantenerte todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe.

Catalina que jamás había estado es una ceremonia piensa en aquellos juramentos tan extraños, se pregunta por qué el no le jura fidelidad, respeto y obediencia cómo lo está haciendo ella.

Arturo la despierta acercándole el rostro, ésto no lo esperaba, por lo que no sabe que hacer. Notando su sorpresa, el conde sólo besa su frente y todos aplauden.

En la fiesta todos beben y bailan, Catalina conoce a su suegra, una mujer muy agradable, a ella le parece que no es la madre de su esposo, pues el no es cómo ella.

Antes de que la fiesta terminé, las sirvientas se la llevan y le ponen un camisón de seda blanco. Ella se queda en los aposentos del Conde para esperarlo. Se asusta cuándo el entra pues no sabe lo que viene. Arturo la nota nerviosa, pero no sabe cómo relajarla, pues nunca ha estado con una mujer virgen. El se acerca a la cama y la besa, a lo que Catalina se asusta y lo empuja.

— Es nuestra noche de bodas. ¿No te dijeron lo que debes hacer?

— ¿Me va pegar? — Pregunta ella muy asustada.

— ¿Por qué piensas que lo haré?

— Lo siento Conde.

— Dejá que yo haga lo que debo, tú obedece.

— Está bien. — Arturo la besa nuevamente, mete una de sus manos entre las piernas de ella, y juega un rato, Catalina tiene una mezcla de emociones, siente un cosquilleo que jamás había experimentado y una necesidad de seguirlo sintiendo. El conde le ordena que lo ayude a quitarse la camisa, y ella con las manos temblorosas se la quita, Arturo continúa dando besos a su esposa mientras se sigue desvistiendo y subiendo el camisón de ella. Catalina cada instante se pone más nerviosa, y en un momento lo siente un dolor agudo en su interior. Arturo le besa los labios y le pide que se relaje, Catalina asiente y el conde continúa con lo suyo hasta que ambos quedan llenos del otro.

— ¿Ya me puedo ir? — Pregunta ella cuándo piensa que todo ha terminado.

— ¿A dónde quieres ir?

— ¿No debo ir a mis aposentos?

— Estos son tus aposentos.

— Pero mi dama de compañía dijo que...

— Tu esposo soy yo. Harás lo que yo digo.

— Está bien Conde.

— Dime Arturo.

— ¿Puedo?

— Claro que puedes. — El le da un beso en los labios, Catalina piensa que de nuevo entrará en ella y empuja su rostro. — ¿Por qué evitas mi beso?

— Ya cumplí mis deberes.

— ¿Piensa que los deberes se cumplen sólo una vez?

— ¿No es así?

— No Catalina, tu obligación es estar disponible cada vez que yo quiera.

— ¿Pero ahora no quiere verdad?

— ¿Por qué piensas que no quiero?

— ¿Quiere?

— Si quiero.

— Pero yo...

— Lo sé... No te tocare más hoy.

— Gracias conde.

— Dime Arturo. — Recalca el.

— Está bien.

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