Ya hace dos años que estamos en la universidad y todavía no puedo dejar, ni un poquito, de ser como soy. No le echó la culpa a nadie porque sería en vano, soy tímida al extremo y las palabras nunca me salen si alguien me habla.
También debo admitir que mi suerte es grande porque para pasar ciertas materias me he tenido que esforzar tanto que ya casi ni pestañas tengo. Dar una charla oral no entra en mi vocabulario y por ello me he ganado unas cuantas reprimendas de mis profesoras, pero acá estamos ya casi finalizando mi carrera con muy buenas notas.
Mi carrera sigue la misma línea que la de mi madre, la escritura. Ser callada y estar sumida en mis pensamientos me ayuda a crear nuevos mundos. Esa es la diferencia de mi narrativa con la de ella. Mientras que ella escribe erótico, yo escribo fantasía.
Mi hermano es muy hábil con los números, por ello es que está estudiando administración de empresas combinado con contaduría.
A pesar de que somos mellizos, somos la noche y la mañana. Literal, yo represento la mañana, Bruno la noche. Yo soy, como dirían por ahí un ratón de biblioteca, Bruno un amante a las fiestas y la diversión.
Suerte que somos inteligentes, no por mí, sino por mi hermanito que se la pasa de joda en joda. No sé cómo lo hace, luego de una curda de aquellas, presentarse a clases fresco como una lechuga. Debe ser su don.
Por lo contrario, yo si bebo un sorbo de cerveza caigo frita. Mi hermano presume que es porque no tengo cultura alcohólica y yo digo que mi única cultura son los libros. En eso tengo un master. Creo que este último año he recorrido los pasillos de la biblioteca más que el propio bibliotecario.
Salgo del departamento que compartimos con mi hermano para dirigirme a la universidad. Luego del primer mes en el que nos hospedamos en la universidad, mi hermano se encargó de que nuestro padre nos comprara un departamento cerca de la universidad, una cuadra para ser más específica. La razón es muy clara, tenemos habitaciones separadas. Y uno que otro problemita con mi falta de apetito.
Camino ligero, mirando como mis pies aparecen delante de mí luego de que marco un paso y luego otro. La punta de mis botines está algo desgastada, pero amo mis botines. Son un regalo de Sofia la mejor amiga de mi madre y mi madrina.
Sin dejar de ver mis pies llego a la universidad, a esta hora poca gente pulula por los pasillos, por eso aprovecho para dirigirme a mi casillero, buscar mis libros y organizar mi día.
Hay un chico que me gusta desde el mismo día que pise el campo universitario, obviamente él no me registra. No pasa nada, mis días a día son así. Me gusta observarlo, aunque no sepa de mí, parezco acosadora, pero para justificarme solo lo miro cuando aparece cerca de mí. No es que ande de acá para allá tratando de cruzármelo, es mas no tengo idea que estudia, pero creo que tiene algo que ver con gastronomía.
Tiene una hermana que es de mi edad, en varias ocasiones la he visto coquetear con Brunito, pero esa descarada le da pie a cualquier cosa que se mueva, o eso parece.
El casillero de mi amor platónico está muy cerca del mío y rara vez coincidimos. Por eso camino tranquila hasta el mío para retirar mis cosas, pero al estar a unos pasos de el veo que está parado en frente de su casillero, revisando dentro.
Paso saliva y sigo mi rumbo hasta llegar al mío propio. Abro la puerta que produce un chirrido tremendo, avergonzándome al resonar tan claro a esta hora de la mañana. Miro hacia donde está el, pero sigue concentrado en sus cosas, suspiro. Escucho unos nuevos pasos acercándose por el pasillo y trato de no ver, pero la curiosidad me mata.
Miro, su hermana se acerca a paso de bailarina. Parece que flotara en vez de caminar. Se acerca a él.
—¡Hermanito! —su cantarina voz se hace escuchar al llamarlo, presto atención y no sé por qué. No soy de esas que andas pendiente de las conversaciones ajenas —. Necesito tu ayuda.
—¿Sí? ¿En qué? —le pregunta el dedicándole una mira de superioridad.
—Necesito que conquistes a una chica —pide ella poniendo sus manos unidas frente a su rostro en forma de suplicas.
Esto sí que es doloroso. Se que es un chico muy popular entre las mujeres, pero saber que su hermana le pide este tipo de favor me hace querer ser diferente, agarrarla de su perfecta cabellera castaña y refregarla por todo el pasillo gritando que él es solo mío. Obviamente nunca haría algo así, por lo que solo contengo la respiración mientras su hermano le da una respuesta.
—Guau, que tranquilidad me das con eso —murmura el volviendo a poner toda su atención en su casillero.
Yo sigo como metiendo y sacando los mismos libros para disimular que me he convertido en una chismosa. Esto es fantástico, hasta dónde puede llegar uno por solo escuchar las idioteces de una chica pidiendo más idioteces a su hermano que es la cosa más linda que he visto en mis veintidós años.
—¡Porfa! Te lo suplico, eres mi hermano favorito, hare lo que me pidas si me ayuda con esto —le suplica ella colocándose de rodillas.
Toda una actriz con honores.
A esta altura su nivel de chantaje llega a niveles exorbitantes, mi hermano ya me habría mandado a freír churros si le pidiera algo así.
—¿Y para que necesitas que te haga ese tipo de favor? —le pregunta el cerrando su casillero.
—Pues el chico que me gusta vive con ella —responde muy cantarina y es ahí cuando mi respiración se corta.
—¿Cómo que vive con ella? ¿Me estas pidiendo que seduzca a la novia de alguien? ¡Estás loca, Ayse! —me sobresalto al escuchar ese grito, uno de mis libros casi se cae, pero logre, justo a tiempo, detenerlo y no permitir que llegue a tocar el piso.
—No, tonto —la risa de Ayse se escucha, notándose como la de un pajarito—. Es su hermana.
—¿Su hermana? —pregunta el algo más relajado—. ¿Y se puede saber para que necesitas que su hermana tenga novio?
—Pues muy sencillo —dice ella con su voz de canto, estoy segura de que eso es lo que les gusta a todos los chicos que la rodean—. No quiero ser virgen para toda la vida —murmura ella para que solo su hermano la escuche, pero es claro que yo también lo hago. No puedo evitar mirar hacia ellos con el asombro plantado en mi cara.
—Tú no eres virgen —se burla el de ella.
—Lo sé, pero ya no recuerdo cuando fue la última vez que estuve con alguien, por lo que es lo mismo que si lo fuera —razona ella muy convencida de su lógica a lo que su hermano se ríe sin dejar de negar ante sus ocurrencias—. ¿Y bien? ¿Me ayudaras?
—Si papa te escuchara ya estarías en una escuela para monjas —plantea su hermano.
—Vamos Shain, ¿Acaso nunca te has enamorado? —vuelve con sus suplicas, haciendo caso omiso a las palabras antes nombradas por el chico.
—Sabes cual es mi respuesta a ello —dice sin ninguna emoción.
—Que eres alérgico a las relaciones —responde ella, algo decaída.
Decido que es momento de terminar mi teatro de meta y ponga el mismo libro, cierro el casillero para dirigirme a mi primera clase.
—Está bien te ayudare —escucho que dice el, en el momento que paso por su lado.
—¡Si! —festeja su hermana, tirándose sobre el como si fuera una niña y no una mujer adulta.
Sigo mi camino cavilando sobre esa conversación, tomando apunte a nuevos descubrimientos. Numero uno el nombre de mi amor platónico es “Shain”. Dos, no es un chico que se meta entre mujeres comprometidas y tres no sé qué par de hermanos de esta universidad; aparte de mi hermano y yo, comparte apartamentos.
Nueva misión del día: descubrir todos los hermanos que habitan esta universidad y descartar los supuestos hermanos que no conviven en un mismo departamento o habitación.
Antes de ingresas por las puertas dobles que separan el pasillo de mi clase, reflexiono. No soy una niña y hacer este tipo de “misión” solo haría que me vea ridícula. Suspiro y borro de mi mente todas esas ocurrencias que de nada servirían, después de todo ¿Qué haría yo si descubriera de quien hablaba Ayse? Nada lógicamente.
Shain:
Mi hermana está loca, definitivamente. ¿Cómo espera que salga con una chica que no tengo la menor idea de quién es?
Tengo una foto de ella, pero no sé de quien se trata. En ella se la puede ver con el típico gorro que cubre todo su cabello, usa unos lentes de marcos negros que encuadra su cara y si miro bien su ropa no sabría decir si es hombre o mujer.
Lo que si se es que estudia literatura.
—¿Tanto te gusta su hermano? —pregunto a mi insistente hermanita sin poder dejar de ver la dichosa foto.
—Si, es mi hombre ideal —murmura haciendo una pose y mirada soñadora.
—Pues por la foto, está claro que no atraería la atención de nadie —digo tratando de encontrarle algo de lógica a su atuendo—. Mira que las gordas no me gustan.
—No es gorda, solo usa ropa algo... holgada —recalca ella algo pensativa.
—¿Y dime? En caso de acercarme a ella ¿Qué recibo a cambio? —no voy a mentir, la tipa me causa intriga. Sería como tratar de descubrir que esconde.
—No sé, dime tu —responde con cierta emoción.
—Tendré que pensarlo —digo guardando la fotografía de la chica misterio—. Por ahora solo dime como me acerco a ella.
—Mmm déjame pensar —responde muy emocionada, mientras coloca un dedo en sus labios para pensar — ¡Ya se! ¡La biblioteca! —apunta muy feliz.
—¿Enserio? —pregunto pensando que sería más friqui que ratoncito de biblioteca.
—Si —dice y sale caminando hacia la salida del edificio.
Me dirijo a mis siguientes clases y apunto mentalmente visitar la biblioteca más tarde, aprovechare para buscar material informativo.
Mas tarde, al salir de mi última clase me encuentro con mis amigos y juntos vamos a la cafetería.
Mientras hacemos fila para pedir nuestra comida algo llama mi atención. Una variedad de colores que ya he visto se mueve en la fila delante de nuestra posición. Me hago a un lado para ver mejor y compruebo que se trata de esa chica que, ahora que la veo de cerca, me da más intriga.
Llega puesto unos de esos pantalones con pechera algo grande ya que se nota que le cuelga y una remera de negra algo descolorida. Sigue su turno y ve que solo carga en su fuente una manzana y un botellín de agua. Paga su almuerzo y la sigo con la mirada que se dirige hacia la salida contraria del comedor y sale por ella.
—Tierra llamado a Shain —se burla Leandro para llamar mi atención.
—¿Qué te pasa idiota? —pregunto.
—Te preguntaba si esta noche iras a la fiesta que organiza el chico eso que estudia administración ¿Cómo era su nombre? —le pregunta a Martin.
—Bruno —responde este sin dejar de ver su celular.
—El nombre me suena ¿Cómo es el apellido? —pregunto mirando nuevamente hacia la fila y a la puerta por donde salió la chica misteriosa.
—Diaz, Bruno Diaz —sonrío al escuchar la gran noticia.
—Si, claro que iremos a esa fiesta —digo planeando mi siguiente movimiento mientras pido mi comida del día.
Por la noche salimos de las habitaciones junto a mis amigos para dirigirnos donde se dará la dichosa fiesta esta noche y al llegar al lugar me percato que no se trata de un departamento. No, el muy descarado al parecer a alquilado un lugar para hacerla.
Como sea, si su hermana es la chica que mi hermanita quiere que conquiste deberé encontrarla. Saludamos a todos los conocidos, mientras que miro de acá para allá buscando a la chica misteriosa.
Pronto llegan los tragos y la música no se deja esperar, retumbando en todo el lugar. Bailo con una chica que no conozco y cuando menos me lo espero la tengo pegada a mí, robando el aliento de mi boca.
Sin dejar de lado a la chica, que no ha dejado de manosearme en toda la noche, busco con la mirada una última vez a la chica misteriosa. Nada.
—¿Qué haces? —pregunta mi hermana de pronto, dándome un susto de muerte.
—A veces te pareces a Merlina, ¿Planeas matarme de un susto? —pregunto volteando para verla que esta con su conquista, el tal Bruno.
—¿Quién es esta? —pregunta la chica que está a mi lado.
—Mi hermana —respondo viéndola mal.
—Ah, lo siento —se disculpa y para mi suerte se aleja con otra chica.
—¿Cariño me traerías una cerveza? —Ayse le pide al chico que tiene a su lado, el asiente y se aleja hacia la mesa donde están las bebidas— ¿Cómo planeas ayudarme si estas acá de sanguijuela con cualquier minita que se te cuelga? —pregunta una vez que estamos solos.
—¿Cómo quieres que le haga si claramente no está aquí? —me defiendo con una sonrisa de suficiencia.
—Hay que eres tonto —dice ella tomando mi mano.
Mi hermana tira de mí y me acerca a una puerta corrediza que comunica con el patio exterior, la música también suena fuerte en este lugar. Hay una enorme piscina llena de chicos disfrutando de su frescura y el dedo fino de mi hermana se interpone en el camino proyectado por mi mirada para señalar algo.
Ahí dirijo mi mirada y puedo ver a lo lejos, en una de esas sillas para piscina una silueta algo oscura. No distingo nada desde acá.
—¿Me vas a decir que allí esta? —pregunto mirando su cara sonriente.
—Si —dice y abre la puerta corrediza, empujándome al exterior —. Ve por ella macho —grita.
Tastabillo y por suerte no llamo la atención de nadie. La mayoría está metida en sus asuntos. Miro nuevamente donde se supone que esta la hermana de Bruno, la chica misteriosa, viendo solo un bulto oculto.
Miro a mi alrededor y tomo una botella de cerveza que hay en una cubeta con hielo, la destapo y tomo un sorbo para enfundarme valor. Respiro ampliamente, llenando mis pulmones con el oxígeno de la noche; lo suelto y me muevo en dirección hacia donde se encuentra oculta mi chica misteriosa.
Al acercarme voy notando que esta recostada con un libro entre sus manos, del que puedo ver que cuelga una especie de lamparita que ilumina las páginas y de su rostro solo sus labios y un poco el marco de sus lentes negros.
Esos labios, parecen fruta fresca lista para devorar. Me quedo detenido, tratando de ver algo más que su boca, pero al parecer el alcohol en mi sistema decidió que este era el momento idóneo para mandarme a otro planeta.
Mis ojos se sierran y siento como el peso de mi cuerpo se desvanece, cayendo hacia adelante torpemente y lo último que escucho es el quejido de mi chica misteriosa.
Ludmila:
Odio cuando mi hermanito decide organizar una de sus fiestas y obligarme a asistir. Se que puedo negarme, pero termino yendo, no sé por qué, pero acá estoy.
Se ocultarme bien y estar aquí hace que nadie me note, todos se divierten a mi alrededor mientras que yo me mantengo en mi escondite con mi libro preferido, el cual ya está demasiado gastado de tanto leerlo. Obviamente que mi escondite es a plena vista, ese refrán es demasiado cierto a mi parecer.
No recuerdo específicamente que dice, pero si alguien quiere esconder algo, solo hay que ponerlo a simple vista, camuflado con el entorno.
Eso hago yo, me camuflo con el entorno. Tengo mi música, la cual a escucho atreves de mis auriculares ocultos en mi hermoso gorro.
Esta vez me coloque uno en negro, acorde con la idea de camuflarme. Mi pantalón holgado lo sustituí por una calza negra, mientras que sigo llevando mi remera de nirvana.
Las páginas de mi libro me tienen atrapada, casi no puedo sentir como las horas van pasando. Se que lo he leído miles de veces, pero nunca me canso de releerlo. Casi recito sus párrafos de memoria, me encanta.
Estoy tan entretenida con mi lectura que no me percato cuando alguien se detiene frente de mí, siendo descubierta por primera vez desde que mi hermano organiza estas fiestas, y el momento idóneo para darme cuenta de que no estoy sola fue cuando el intruso que osa romper con mi paz cae, literal, sobre mí.
El grito que sale de mi garganta no es tan agudo como para llamar la atención de nadie, todo a mi alrededor sigue igual, la música sigue sonando, la gente nadando o simplemente bailando. Otros compartiendo sus lenguas y otros... bueno... eso...
Intento quitarme de encima a la persona que ha caído sobre mí, arruinando mi preciado momento, pero me resulta difícil.
Como puedo me voy arrastrando hasta quedar de culo en el piso húmedo, dejando a este personaje sobre mi banca.
Rápidamente acomodo mis gafas, y me acerco al chico que ahora me resulta familiar. Muevo un poco su cabello para descubrir su rostro y noto que se trata de mi amor platónico, Shain.
No quiero meterme en zona conflictiva por lo que solo me quedo acuclillada al lado de mi banca, escuchando la respiración acompasada de Shain. Tenerlo cerca acelera mi corazón, pero lo mantengo estable mientras sigo leyendo las páginas de mi preciado libro, aunque esta vez no sé dónde es que estoy.
Decido dejar mi libro de lado y concentrar mi mirada en la mano que cuelga al lado mío. Sus dedos son gruesos y largos, sus uñas se pueden ver que están prolijas y bien recortadas. Lleva puesta una camisa negra con los botones de su manga desabrochados, sus brazos aparecen firmes ante mi mirada y las ganas de saber cómo se siente al tacto me pica de curiosidad.
Estiro mi mano para hacerlo, pero a mitad de camino me detengo. Soy una cobarde, nunca lograre sostener la mano de un chico. Aunque debería de probar después de todo esta inconsciente. Me muevo para colocarme en una posición en la que pueda tocarlo sin estar incomoda. Lo miro, sigue dormido, su boca esta algo abierta, su aliento no es fuerte a pesar de que ha bebido en exceso.
Vuelvo la mirada a su mano, cuelga libremente y mi deseo de tomarla va aumentado. Me acerco un poco más, sin abandonar mi posición acuclillada. Me siento sobre el suelo, en forma de indio y miro una vez más su cara adormilada.
Tomo una bocanada de aire y estiro mi mano para tocar la suya, un dedo, otro y me detengo. Retiro mi mano lentamente, apreciando su contacto suave, frio. Sonrío, es lindo tocar a alguien más que no sea familiar. Abro de nuevo los ojos con cierta confianza adquirida y nuevamente decido tocar su nano, pero esta vez más profundo.
Lo logro, pero cuando la quiero retirar, su mano aprieta la mía impidiendo que la suelte. Contengo la respiración al ser atrapada en semejante osadía con una persona inconsciente, como si de pronto me convirtiera en una delincuente.
Temerosa volteé para enfrentar su mirada, esa mirada de un azul turquesa perfecto, esa mirada que te roba el aliento y te deja libre de pensamientos, te transporta a una dimensión alterna.
Su mira cambia drásticamente al ver la mía, cuando creo que sería de repulsión, para mi asombro pasa a ser de estupefacción. Me sonríe y como si algo me contagiara de ese tipo de enfermedad me encuentro sonriéndole a él también.
Obviamente que este tipo de acción dura alrededor de un segundo porqué enseguida me asusto he intento soltarme de su mano, pero no lo logro y cuando me quiero incorporar para alejarme de él, huyendo como la cobarde que soy, el me detiene.
—Espera —dice sin soltarme, cosa que me cohíbe más aún.
—Suéltame —murmuro mirando el piso.
—Tú me tomaste primero —dice y como si un rayo me golpeara vuelvo mi mirada inquisidora en él.
—Lo siento —me disculpo tratando de soltarme de su agarre.
Nota: me sostiene más fuerte.
Juro que me dará algo en cualquier momento si sigue mirándome con esos ojos hermosos.
—Primero dime quién eres y luego te soltare —dice tirando de mi mano, haciendo que me acerque más a su rostro, quedando tan cerca que puedo notar algunos cabellos cobrizos en su barba creciente.
—Lu... Ludmila —murmuro algo bajo, casi no yo puedo escuchar mi propia voz.
—¿Qué? —vuelve a preguntas sin soltar un milímetro de mi mano.
—Ludmila —respondo esta vez un tono más audible.
Aun sosteniendo mi mano se incorpora en la banca, pero se marea y debo sostenerlo con mi mano libre para que no caiga sobre mí.
—Lo siento, creo que todavía la borrachera no abandona mi cuerpo —se disculpa acomodándose mejor— ¿Quieres sentarte a mi lado?
Sin responder, hago lo que me pregunta. Miro la unión de nuestras manos y luego miro su cara para encontrar que también está viendo esa unión que mantenemos como si nada.
—¿No volverás a la fiesta? —pregunto para ver si de ese modo me suelta de una vez. Mira hacia donde se encuentra toda la gente divirtiéndose.
—Mmm... no lo sé ¿Tu? —pregunta volviendo su mirada nuevamente hacia mí.
—Yo aquí estoy bien —digo desviando la mirada, me incomoda un poco como me está mirando.
Mi cerebro me dice que debo mantenerme alerta, alejarme de él, pero la verdad es que no quiero.
—¿No será que te has colado? Nunca te había visto en una de estas fiestas —remarca, tomando una botella de cerveza que está en el suelo tumbada, la mira y luego la lanza a un cesto de basura embocándola perfectamente—. ¡Si! —festeja su propia perfección.
—La fiesta la organizo mi hermano —murmuro y por primera vez siento frio.
Al encestar la botella soltó mi mano, dejando que sienta nuevamente la soledad invadir mi cuerpo.
—¡Oh! —exclama sorprendido, como si se acordara de algo— El novio de mi hermanita.
Vasto solo que diga esas cortas palabras para que mi cerebro haga clic y recuerda la tan apreciada conversación que tuvo con su hermana esta misma mañana.
Me levanto como un resorte, sabiendo que soy la victima de todo ese plan macabro que ideo con la chica perfecta, solo para poder tener un momento de placer con mi hermano. Esto es una mierda, una grandísima mierda.
Sin decir más nada, tomo mi libro para volver al departamento, mi noche bajo las estrellas ya quedo arruinada.
Mi acompañante imita mis movimientos, levantándose de la butaca donde estábamos sentados. Es imposible a esta altura saber cuánto es el alcohol que a ingerido, pero se nota que es mucho cuando quiere caminar y al dar unos pasos sus pies se enredan por si solos y cae con todo su peso golpeando su cabeza con una de las masetas que decoran el patio.
—¡Ah! ¡Mierda! —grita, incorporándose.
Al verlo un hilo rojo corre por su cara haciendo que me ponga en alerta. Corro nuevamente hacia él, tomo su cara para ver la herida que tiene en su frente, no es profunda, pero si necesita ser limpiada. Esta algo cubierta por la suciedad del suelo y eso puede causarle una infección.
—Estas sangrando —informo tomando su mano para que me siga hasta el departamento que compartimos con mi hermano—. Vemos a mi departamento así te curo esa herida antes de que se infecte.
—Claro mi Luz —lo escucho decir. Ruedo los ojos, ¿No se le ocurrió otra cosa mejor que decir?
—No soy tu Luz —digo con cierto tono de hartazgo—. Y que quede claro —digo deteniendo mi andar, volteando para verlo de frente con esa cara de sufrimiento por el golpe—: no seré tu conquista —afirmo señalándolo, más bien advirtiéndole.
—¿Qué? —pregunta mientras volvemos a caminar. Su andar es en zick zack y realmente se ve muy gracioso.
—Escuche la conversación que tuvieron tu querida hermanita y tu esta mañana, por lo que no necesitas que sea tu conquista, si ella realmente quiere a mi hermano y él la quiere a ella las cosas entre ellos se darán de forma natural —digo, siendo esta la conversación más larga que he tenido con una persona fuera de mi entorno.
Esto hace que me sienta orgullosa de mí misma.
—Mmm... en ese caso puedo dejar de fingir que estoy borracho —dice cambiando la voz, mejorando sus pasos a unos más seguros y limpiando la sangre que corre por su rostro.
Al escuchar sus palabras, una furia invade mi cuerpo haciendo que voltee ante él y lo empuje de forma tal que cae de culo mirando sorprendido.
—¡Eres un idiota! —grité frustrada porque creí que estaba lastimado.
—¡Loca! —me devuelve el grito desde su posición— ¡El golpe en mi cabeza si es real!
—¡Que te lo cure tu abuela! —vuelvo a gritarle queriendo tener algo en mano para darle su merecido.
Volteo importándome muy poco si se muere desangrado en mi jardín y a paso firme me dirijo al departamento para entrar y cerrar de un portazo, subo a mi habitación y con toda la furia que cargo me desnudo y me meto a la ducha helada para romper en gritos y descargar todo lo que tengo dentro.
Esta es mi mejor terapia.
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