Un lugar muy poblado, dónde la gente es muy feliz y hace fiestas cada día.
Un lugar donde es conocido en diferentes partes del mundo por su seguridad, las fiestas, la economía, la moda y por supuesto, la persona que es dueño de ese territorio. Joseph Florián, Duque de la familia Florián.
Su fama empezó tras la guerra de las Rosas, que duró seis años y salió victorioso. En ese momento era el segundo hijo de la familia, por lo cual no tenía ningún derecho a heredar el Ducado, pero después de la guerra asesinó a su hermano mayor y obtuvo el título de Duque.
La gente que habitaba en esa tierra estaba muy agradecida con Joseph, ya que no solo les dio la victoria, sino que también se pudo deshacer del primer hijo del Duque, que era alguien sumamente cruel con todos; Asesinaba por diversión, secuestraba y vendía a las mujeres y niñas que consideraba hermosas a otras familias de alto prestigio, gastaba el dinero de la gente en sus caprichos, por lo cual la gente moría de hambre y permitió la entrada a los bandidos que escapaban de su tierra natal.
En pocas palabras, un verdadero desastre.
Joseph obtuvo el respeto y admiración de su gente. Por lo cual tuvo cuidado con cada uno de sus pasos por miedo a decepcionarlos, pero también estaba alerta a cada persona que se le acercaba y de las comidas que le servían. Ya que era alguien muy conocido, la gente de malas intenciones podrían aprovechar para causar pánico y autoridad en el territorio de las Rosas.
Así pasó mucho tiempo, hasta que el Duque conoció a la hija mayor del Conde, y fue amor a primera vista por parte de los dos.
No pasó mucho y anunciaron su matrimonio tras enterarse de que ambos estaban esperando su primer hijo, Richard Florián.
Cinco años después, ocurrió el segundo embarazo. Está vez era una niña, la cual la bendijeron con el nombre de Judith Florián. Pero lamentablemente su madre no soportó el parto y perdió mucha sangre en el proceso, lo que provocó su muerte casi al instante.
Judith no tuvo la oportunidad de conocerla, por lo que el Duque envío muchas sirvientas para qué la cuidarán y así que tuviera una figura materna entre tantas criadas. Pero no funcionó como lo tenía pensado, muchas de ellas no me cuidaba como era debido, me dejaban sin comer, sin bañar y desaparecían la gran cantidad de tiempo, dejándome en la cuna horas y horas llorando. Solo aparecían cuando venía mi padre a verme y dar la impresión de que eran las mejores en su trabajo y con intenciones de seducirlo, pero afortunadamente él nunca permitió que avanzaran con su plan, era alguien que aún seguía amando a su difunta esposa y no permitiría que alguien le quite el lugar que una vez le perteneció a mi madre.
Espero encontrar a alguien que me ame de la misma manera que ama mi papá a mi mamá, sería la mujer más feliz sobre la tierra.
Pero no creo conocerlo entre tantos adultos, siempre estoy rodeada de sirvientes, caballeros y tutores que tienen más edad que yo, nunca tuve una conversación con alguien de mi edad. A excepción de mi hermano, pero tiene cinco años más que yo. Él tiene otra manera de pensar y otros intereses, que no serían jugar con una niña de ocho años. A diferencia de mí, él si tiene amigos con los que conversar, así que me siento sola gran parte del tiempo.
¡Ya estoy cansada!, iré a hablar con mi padre. A este paso me convertiré en alguien amargada y que no le gusten los juegos por pasar tanto tiempo con gente grande, tengo miedo que se me pegue su manera de pensar y su envidia. Eh visto que entre las mismas sirvientas se tienen envidia y compiten entre ellas por tener reconocimiento o un favor del Duque. Dan pena.
—¡Padre, necesito hablar contigo!
Azoté la puerta de la oficina por impulso, no sabía que estaba en medio de una reunión y me paralicé al ver tanta gente.
—¡Y-Yo...LO LAMENTO MUCHO!.
Volví a cerrar la puerta con la misma velocidad con la que lo abrí, me sentí tan apenada y fui corriendo en dirección a mi cuarto.
Un niño caminaba en dirección contraria por lo que se cruzaron a mitad de camino. Judith al percatarlo se volteó y se quedó mirándolo asombrada.
—(¡Un niño de mi edad!)— Pensó.
Vio su vestimenta y rápido se dio cuenta de que era un pequeño recluta de caballero. Debe ser hijo de un noble, solo los caballeros formalizados como los caballeros dorados podían entrar y caminar tranquilamente por los pasillos de la mansión.
—...Ita... ¡Señorita!— Habló amablemente una mucama.
—¡¿Si?!
Estaba tan sumergida en mis pensamientos de que no me di cuenta que estaba llamándome.
—¿Qué sucede, Rita? —Respondí amablemente.
—El Duque , me envió a buscarla. Ya terminó su reunión, así que desea verla.
Hace una pequeña reverencia y se posiciona detrás mío, es una de las etiquetas dentro de la servidumbre, en la cuál no puede caminar frente a su amo, de lo contrario se consideraría una falta de respeto hacia sus superiores y podría ser juzgada. Nosotros, al menos mi familia, no somos esa clase de personas que te juzgan por actos como ese, pero la servidumbre no lo sabe y por eso tienen mucho cuidado. También es algo que está dentro de las costumbres, por lo que no nos tomamos el tiempo de explicar y cambiar algo que ya esta en su conocimiento y manera de ser.
Al llegar a la oficina, encontré a mi padre sentado en su escritorio y el mismo niño que ví en el pasillo, sentado frente a él, dándome la espalda.
Pero es el único niño que ví en este lugar, por lo que no me fue difícil saber quién era.
Era un niño pequeño y delgado, cabello oscuro como la noche, ojos rojos como la sangre, pero brillaban como una piedra preciosa, un rubí. Y era de belleza promedio, no destacaba mucho en apariencia.
Sin previo aviso y sin pensarlo mucho, simplemente apunté al niño con mi dedo índice
—¡Quiero que él sea mi escolta!
Tantas personas adultas a mi alrededor, solo hay peleas por quien obtiene el favor de mi padre, el Duque de Florián. Un sentimiento de soledad y aburrimiento, nadie con quien jugar, solo hablar de política y moda.
¿Un niño vestido de caballero?, no puede ser. ¡A partir de ahora serás mi escolta!
—¡¿P-Pero que estás haciendo?!—El duque mira rápidamente al niño— ¡Lo lamento mucho, mi hija no sabe lo que está diciendo!.
—No se preocupe, su Alteza. Estoy agradecido.
Se levanta de su asiento y hace una pequeña reverencia frente al Duque.
—Judith, ven aquí un momento. Necesito hablar contigo.
Dice el Duque con una tonada de voz que indicaba seriedad. Eso era extraño, nunca había hecho esa tonada frente a su hija, que era su niñita y temía asustarla, por lo que siempre hablaba suave y tiernamente.
—Si, padre.
Se acercó cautelosamente y se paró alado del pequeño caballero.
—Te lo presento; Judith, él es Henry, hijo del marqués de Valencia. Él estará aquí por un tiempo como aprendiz de caballero, quiero que ambos puedan establecer una buena amistad durante su estadía aquí en el Ducado.
—¿Un aprendiz?... Y-Ya veo.
Su rostro estaba neutra, pero su cabeza no paraba de repetir la palabra "amigos" con emoción.
—Bueno, hasta aquí llegó mi parte. Ahora ustedes tienen que hacer las pases. Henry, siéntete libre de pedir a los sirvientes por cualquier cosa que necesites o deseas.
—Gracias, Su Alteza.
—Ya se pueden retirar.—Volvió su mirada a los papeles que tenía sobre su escritorio, parecía una montaña.
—Si, padre.
Ambos salimos afuera, él solo se quedó parado como si no supiera dónde ir.
—¿Quieres ir a jugar?—Pregunté descaradamente.
—No, tengo que ir a entrenar.
Respondió tan fríamente y comenzó a caminar por el pasillo.
Sin embargo, lo comencé a seguir, notó mi presencia tras él y empezaba a aumentar la velocidad de sus pasos. Pero le fue en vano, no lo perdí de vista ni un segundo.
Se cansó y volteó a verme con una expresión de enfado.
—¿Por qué estás siguiéndome?, vete.
—Parece que te caigo mal, —Me fue difícil hacer una cara triste, estaba emocionada por el simple hecho de intercambiar palabras.
—Vete. —Volteo y siguió su camino.
—Oh, pobre niño.—Dije en un tono burlón.— ¿A dónde crees que vas?
—¿Qu te importa? —Siguio su camino sin voltear a verme.
—Estaba esperando a que te des cuenta, pero parece que no. El campo de entrenamiento está al otro lado. —Apuntó en la dirección contraria a la que íban.
Él siguió su camino como si nada y me dejó atrás. ¡Mentiroso, no ibas a entrenar...!
Por otro lado, Henry se detuvo frente a una puerta y espero un rato largo antes de volver a retomar el camino al campo de entrenamiento. No quería darle la razón a ella.
Antes de entrar al Ducado, escuchó muchos rumores sobre la pequeña Judith.
—"Es una niña caprichosa, el Duque siempre le da lo que desea y siente que puede tratar a la gente con desprecio"
—”Dicen que golpeó a una sirvienta por el simple hecho de haberle hecho el té un poco más caliente, solo tenía que haber esperado un poco y eso se hubiera enfriado. ¿Qué necesidad había de hacer algo así? Sin dudas es todo lo contrario de lo que representa su apellido en el imperio"
Eso y muchos rumores más salieron, pero se confirmó ese carácter frente a Henry, tras ver qué la pequeña le pidió al Duque como si nada para que sea su escolta.
—(No soy un objeto)
Estaba enfadado, no la quería ver. Dentro del marquesado, era solo un niño más entre el montón. Su padre, el marqués de Valencia; Tiene concubinas por montón así que la cantidad de hijos que tiene esparcidos son muchos, algunas veces también son por parte de sirvientas o campesinas. Pero son las pocas veces que él reconoce su paternidad.
Él es solo uno de los nueve niños en la que el marqués aceptó como su hijo y le otorgó su apellido. Pero es un infierno, su madre hizo de todo para qué lo aceptara y así convertirse en marquesa por parte de su hijo. Pero al igual que hizo su madre, las otras hicieron lo mismo.
Hay una guerra constante en la que hay que tener cuidado hasta con la prenda de ropa que te pones, porque con tal de eliminar la competencia por el título, pueden envenenar todo.
Henry quizo salir de esa vida, y como obra del cielo, le llegó la información de que buscaban nuevos reclutas para los caballeros del Ducado de las Rosas. Lamentablemente, no cumplía con la edad y habilidades que solicitaban, pero podría entrar como aprendiz y así aplicar en cuanto cumpla con esos requisitos.
Joseph conocía su situación, y lo aceptó. Espera verlo como un caballero en la cuál en el futuro pueda confiarle la seguridad de su gente y ver qué tan lejos podría llegar. Y con justa razón lo invitó también en su casa, sería bueno también que se lleve bien con su hija, estuvo mucho tiempo sola entre los adultos y él estaba al tanto de la situación.
Pero no podía invitar a cualquiera a cumplir ese rol de amistad, la aristocracia es como un campo de guerra, muchos de los nobles usan como piezas de ajedrez a sus propios hijos, y eso es algo en lo que te hace mantener cierta discreción y desconfianza.
Encontrar a Henry, fue un milagro, aunque lamenta las circunstancias que lo llevaron al Ducado.
*toc toc* —Golpean la puerta.
—Puedes entrar— Dice el Duque entre tanto papeleo.
—Lamento mucho molestarlo, señor.
Entra en la oficina el hijo mayor de Joseph, Richard.
—¿Sucedió algo? Es extraño que vinieras a verme a estas horas de la noche. —Deja los papeles de lado y pone la vista en su hijo.
—Es sobre la propuesta de matrimonio, encontré una carta.
—Oh, recibiste una propuesta. Es normal, herederas esto en el futuro y muchos de los aristocras querrán aferrarte a ti. ¿De que familia viene la carta?
—La propuesta no es para mi, se lo propusieron a Judith.
—¡¿Qué!?
Se levantó de su asiento y un grito de furia.
—¿Quien fue la familia descarada que lo hizo?
—No tenía firma, fue una carta anónima. Tal vez sabían de tu reacción y temen enfrentarte. También existe una posibilidad de que sea una broma de mal gusto para sacarte de las casillas.
—Eso es más probable, están esperando que de un paso en falso y atacarán con todo.
—Haré que investiguen al respecto.
—Esta bien, puedes retirarte.
—Si, su Alteza.
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