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Obsesionado Con Tus Curvas

Entrevista

Ꜧe escuchado decir que estudiar te lleva al éxito; quisiera saber, ¿cuándo llegará ese éxito del que tanto hablan? Recientemente me mudé de Puerto Rico a Riverview, junto a mi madre y Erick; un amigo de la infancia. Estudié administración de oficina por dos años. El tiempo ha pasado muy rápido después de mi graduación. He buscado empleo en muchas empresas y oficinas médicas, pero no he tenido suerte de pasar la entrevista inicial; es como una maldición que ha recaído sobre mí. Soy latina y mi inglés no es tan fluido, pero puedo defenderme ante cualquier situación que me encuentre.

—Es la sexta entrevista en la que fracaso. ¿Qué se supone que haga ahora? Ya no sé a dónde más llevar mi currículo — digo desanimada, mientras recuesto mi cabeza del pecho de Erick.

—No te desanimes— corresponde mi abrazo con uno más fuerte—, lo más probable no pueden competir con tu inteligencia, Jas.

—Mi inteligencia no sirve de nada mientras sea así de fea.

—No eres fea— pellizca mi nariz y chillo —. Si no pueden apreciar tu belleza e inteligencia, mejor que no te hagan perder el tiempo.

—Odio tener que darte la razón.

—¿Quién es el chico perfecto?

—Tú.

Erick es mi amigo de la infancia y una de las tantas razones por la cual me mudé a este país. Nos conocemos desde que tengo uso de razón; nos criamos juntos y parecemos más hermanos que cualquier otra cosa. Siempre hemos sido sumamente unidos, ha sido mi apoyo incondicional y sobre todo mi consejero.

—Me iré a casa, no puedo desatender a mi madre o se molesta, ya la conoces.

—¿Por qué no te quedas en mi casa hoy? Podemos jugar y así te olvidas de lo que sucedió.

—Entendido, patrón— me burlo antes de entrar a la casa.

La casa de Erick queda al frente de la nuestra, por lo que en muchas ocasiones me quedo allá. Desde que su padre murió, él decidió vivir aparte de toda su familia y solo.

—Dime que te dieron el trabajo, gordis — mi madre sostiene mis manos tan pronto entro, como si hubiera estado en espera de una buena noticia.

—En realidad no, mamá — bajo la cabeza y, casi automáticamente deja ir mis manos.

—Deberías bajar algo de peso a ver si puedes llamar la atención de esas personas. Estar a cargo de una renta tan alta y sola, no es para nada fácil. Esfuérzate un poco más — sonríe dándome ánimo como siempre hace—. ¿Y Erick?

—Se fue a la casa. Por cierto, esta noche me quedaré allá.

—Bien, de igual manera tengo que trabajar esta noche.

Mi teléfono suena interrumpiendo nuestra conversación, ver que se trata de un numero desconocido no pierdo tiempo y respondo.

—Buenas tardes.

—Buenas tardes. ¿Es usted la Srta. Díaz?

—Sí. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?

—Mi nombre es Kyle, le hablo desde la empresa Collman Enterprise. He visto su currículo y nos gustaría entrevistarla mañana a las 9 AM. ¿Será posible contar con su asistencia?

—Por supuesto.

—La esperamos mañana a las 9 AM.

—Gracias — cuelgo la llamada con una emoción que recorre todo mi ser.

No sé qué creer, la felicidad es mucha, pero la preocupación también. Toda esta semana ha estado llena de mala suerte y fracasos.

—¿Alguna buena noticia?

—Tengo una entrevista mañana en la empresa de los Collman.

—Deberás cambiarte ese peinado mañana. Debes ir bien presentable, esperemos que esta vez sí te den el trabajo.

—Espero lo mismo, mamá. Iré a contarle a Erick.

Busco todo lo necesario para quedarme a dormir allá, luego cruzo la calle hacia su casa, toco la puerta, pero logro percatarme de que está abierta.

—¿Erick? — le llamo antes de entrar—. Dejaste la puerta abierta.

—Lo siento— sale al medio del pasillo sin camisa, y pude apreciar sus abdominales bien definidos.

—¿Por qué no tienes camisa? — volteo dándole la espalda sintiendo cómo mis mejillas arden de vergüenza.

—Me estaba bañando. Lo siento.

—No debí entrar.

—No es para tanto. Puedes dar una última ojeada si quieres— ríe con descaro mientras lucho por controlar mi incomodidad.

—No, gracias— mi rostro iba a estallar, pero no precisamente de la gordura.

Cuando se viste logro girarme de vuelta y llevo las cosas al cuarto.

—Me llamaron a una entrevista mañana.

—Eso es una buena noticia. Deja de preocuparte, todo saldrá bien. Yo voy a ti, hermosa.

Gran parte de la noche estuvimos jugando videojuegos y celebrando los logros que obteníamos. Despierto al escuchar la voz de Erick y abro los ojos con dificultad, no debí acostarme tan tarde anoche.

—¿Qué esperas para levantarte?

—¿Qué hora es? — pregunto sentándome en el borde de la cama.

—Estás a tiempo, yo te llevaré.

Regreso a mi casa para bañarme y prepararme para la entrevista, dejo mi cabello suelto, ya que normalmente lo llevo amarrado. Busco todos los documentos que pueden solicitar y Erick me trae a la empresa.

—Suerte— me dice antes de bajarme.

Entro a la empresa examinando cada rincón y centro mi vista en el escritorio de la guardia de seguridad.

—Buenos días. Estoy aquí para una entrevista a las 9.

—Debe subir al  noveno piso.

—Gracias.

Dirigiéndome al ascensor tropiezo con alguien que se cruza en mi camino; en otras circunstancias hubiera sacado sapos y culebras a pasear, pero al levantar la mirada y ver a ese hombre tan alto y atractivo delante de mí, me obligó a morder la lengua. Sus ojos color cafés desviaron las ganas de insultarlo. ¿Así que sí existen hombres atractivos como ese?

—Lo siento— incluso su voz varonil es perfecta.

Entramos al ascensor, varias personas también lo hicieron, incluso el hombre que lo acompañaba. Son de esas personas que es difícil apartar la mirada. Según abre la puerta del ascensor busco salir, pero él hace gesto de querer hacerlo primero.

—Lo siento. Adelante — salgo del medio, cediendo el espacio para que pueda pasar, pero su seria expresión casi me derrite.

¿Por qué me mira así? ¿Qué le hice?

—Tenemos que irnos, Joven William —dice el hombre que lo acompaña.

—Sí— deja de mirarme y sale del ascensor.

Casi se cierra la puerta de nuevo y avanzo a salir, él sigue su camino, mientras me acerco a hablar con la recepcionista. Debo preguntar dónde será la entrevista. Luego de obtener la información que necesito, me siento a esperar mi turno, ya que había más mujeres esperando. Al cabo de un rato, una hermosa mujer dice mi nombre en voz alta y la sigo hacia la oficina que me dirige. Jamás había experimentado lo que era el verdadero terror, hasta que veo al mismo hombre de ojos cafés sentado en el escritorio y en compañía del mismo señor. La oportunidad que tanto había estado esperando, creo que acaba de esfumarse.

—Puede tomar asiento — dice la mujer antes de salir.

De vuelta a la mirada seria de ese hombre, la piel erizada y temblores en mi cuerpo, decido mirarle directamente, a pesar de sentirme asustada e insegura.

—Buenos días, Srta. Díaz. Mi nombre es William Cole.

—Un gusto conocerlo, Sr. Cole— los nervios me estaban traicionando.

—Sin más rodeos, demos inicio a la entrevista— dijo el hombre de espejuelos que se encontraba de pie a su lado.

Cada pregunta me volvía mas tensa que la anterior, pero no porque no tuviera respuesta a ellas, sino por la mirada fija del Sr. Cole. No sé si estaba estudiándome o simplemente se había percatado de los movimientos involuntarios que hacía con mis piernas por debajo del escritorio debido a los nervios. Respondí cada pregunta con honestidad, principalmente sobre la falta de experiencia laboral, aunque ese señor de espejuelos no parece ser alguien fácil de impresionar. Sus preguntas parecían ataques, ya que casi no me dejaba terminar de responder, cuando hacía otra.

—Damos por finalizada la entrevista. De ser elegida para el puesto de asistente, nos estaremos comunicando con usted durante los próximos días — el hombre de espejuelos hizo un gesto con la mano hacia la puerta y, a buen entendedor, pocas palabras bastan.

Es evidente que esta entrevista ha sido otro fracaso más, me atrevería a decir que el más bochornoso, porque no supe cómo disfrazar el nerviosismo. Levanto mi trasero de la silla, desmotivada y desilusionada, con unas inmensas ganas de llorar, pero me las arreglé para no demostrarles cómo me sentía por dentro.

—¿A dónde va?

Dejo de caminar en el momento que escucho la pregunta del Sr. Cole, y vuelvo a mirarlo.

—¿Qué tamaño es?

—¿Tamaño? — pregunto desconcertada—. ¿Qué tipo de pregunta es esa, señor?

—Lo siento, no lo preguntaba por nada malo. No quería incomodarla o sonar atrevido, Srta. Díaz.

—Cuando dice tamaño, ¿a qué se refiere, Sr. Cole?

—¿Puede darse una vuelta?

—¿Perdón? Si va a burlarse de mí, prefiero marcharme inmediatamente.

—Despacha las que faltan, Kyle— le ordena al hombre que lo acompaña.

—Sí, Joven William— este sale de la oficina dejándonos completamente solos.

—Srta. Díaz, quiero que trabaje para mí.

—¿Qué? No pensé que tendría el trabajo — no logro asimilar absolutamente nada.

—Sí. Considero que el puesto es el indicado para usted. Quiero que sea mi asistente. Mañana mismo quiero que comience a trabajar.

—¿No está jugando conmigo? — sin creerlo, pestañeo varias veces seguidas.

¿Es esto un sueño? Luego de todos esos fracasos que tuve durante la semana y la forma en que ese hombre de espejuelos arremetió contra mí tan duramente, pienso que este hombre solo ha de estar burlándose de mí.

—No, no estoy jugando con usted. Le haré un uniforme ajustado a su medida. ¿Le parece?

—Sí, me parece bien, Sr. Cole.

—Le explicaré los detalles del contrato y sus beneficios.

Me explica todo con lujo de detalles. Es una persona muy inteligente, puede mencionar todas las cláusulas del contrato, sin necesidad de leerlo del documento.

—Sería un gusto que esté de acuerdo con todo lo antes mencionado.

Jamás creí que le pagarían tanto a una simple asistente. Es favorable, ya que, si me desempeño bien en el puesto, podré ayudar a mi madre con los gastos de la casa.

—Estoy de acuerdo con todo lo que me explicó, pero ¿no se supone que tenga unos meses de prueba?

—Conmigo no los necesita, el trabajo es simple y estoy seguro de que podrá desempeñarse bien.

—Muchas gracias, Sr. William.

—Mañana mismo le haré entrega del contrato y tendrá su uniforme. ¿Puedo tener sus medidas?

—¿Mis medidas? Realmente no las recuerdo — los nervios no me permiten pensar del todo bien, hace mucho tiempo no me mido y he subido bastante de peso.

La pizza, el exceso de coca cola y la comida chatarra no me ayuda en lo absoluto. Madre mía, desde la última vez que estuve encima de una báscula o que me medí, fue hace más de ocho años.

—Yo puedo ayudarle— saca de su escritorio una cinta y se acerca.

—Espere, esto no es correcto.

—Mi madre me enseñó a tomar medidas, así que no tiene de qué preocuparse.

Llevó la cinta a varias partes de mi cuerpo y mi cabeza no daba para más. Es la primera vez que tengo a un hombre tan cerca, aparte de Erick. Si solo está midiéndome, ¿por qué siento mis mejillas tan calientes? Mientras él luce tan calmado y concentrado, todo mi cuerpo tiembla.

—Es muy hermosa, Srta. Díaz— dice en el momento que termina.

Es también la primera vez que me dicen algo así, de alguna forma se siente bien. Aunque sigo pensando que es extraña su actitud.

—La espero mañana a las 6 AM. Será un placer trabajar con usted— el apretón de mano vino acompañado de una sonrisa de parte y parte.

—Lo mismo digo, Sr. Cole. Gracias por la oportunidad. Prometo no fallarle. Permiso— salgo de la oficina con una emoción indescriptible.

Tan pronto subo al auto de Erick, se gira hacia mí esperando que le cuente todo con lujo de detalles.

—Dime que te dieron el trabajo, por favor— cruza los dedos.

—¡Sí! — lo abrazo con todas mis fuerzas y siento sus manos en mi espalda.

—Te dije que podías hacerlo. Tenemos que ir a celebrar ahora.

Intéres

Erick me trae a nuestra pizzería favorita, siempre nos ha encantado este lugar porque hacen la mejor pizza de todas.

—Siempre buscas engordarme más, Erick—muerdo el pedazo de pizza mientras la saboreo.

—Comer es vida.

—Sí, pero tú podrías comerte una vaca entera y sigues igual de delgado. Por desgracia, yo si lo hago subo más de peso y, peor aún, me pongo de la misma forma que la vaca.

—Este cuerpecito no se mantiene solo, querida— golpea su pecho con arrogancia.

—Creo que si no fueras mi amigo, no podría soportar tu arrogancia.

—Deberías de tener la misma arrogancia que yo y darte cuenta de que eres linda, sin importar los kilos que tengas. Cómete esa baja autoestima, y a cualquiera que te haga pensar que eres fea. Acepta que tengo un punto a mí favor.

—Está bien, tú ganas. Aun así, tengo pensado comenzar una dieta. Tal vez no de lleno, más bien dejar a un lado la comida chatarra y comenzar a comer un poco más sano.

—Yo te apoyo en lo que quieras hacer. Por hoy, disfruta de la pizza. Te la mereces.

Siempre me he preguntado, ¿cómo alguien como Erick ha podido permanecer a mi lado hasta el día de hoy? Somos todo lo contrario.

En la mañana siguiente me preparo para el trabajo, mi madre estaba dormida así que no la desperté, tuvo que haber llegado muy tarde anoche. Erick me trae a la empresa, subo al noveno piso y hablo con la recepcionista pidiéndole ayuda porque no sabía a dónde debía dirigirme esta vez, pero la mirada de disgusto que me da, automáticamente me hace pensar que mi presencia le mortifica.

—¿Tú eres la nueva asistente?

Ahora me había quedado totalmente claro, en especial por el tono burlesco que se dirigió a mí.

—¿Tiene algún problema con mi asistente, Srta. Sofía? — la voz del Sr. Cole nos interrumpe, creando un ambiente incómodo para las dos.

—No, Sr. Cole— su rostro palidece al verlo.

—Buenos días, Sr. Cole — el saludo no puede faltar, a pesar de los nervios que me carcomen por dentro.

—Buenos días, Srta. Díaz. Acompáñeme a mi oficina — señala el pasillo indicándome que camine al frente y eso hago—. Eso es demasiado— comenta en un tono bajo mientras continuo caminando.

—¿Qué es demasiado?

—El calor, el calor que hace en este pasillo — se abanica con la mano como si realmente tuviera calor.

A decir verdad, para mí hace bastante frío, no sé decir si sea por la ropa que escogí ponerme hoy. Llego a la puerta de su oficina y se adelanta a abrirla para darme paso.

—Este será su escritorio.

—No sabía que estaría en su misma oficina, no estaba nada de esto ayer aquí.

—Quise que lo movieran, sería más cómodo y nos ayudaría a entendernos mejor.

—Tiene algo de razón.

—Quiero que se pruebe este uniforme — del pequeño armario que hay en la oficina busca lo que sería mi uniforme, pero ver la falda me causa algo de estrés.

—Disculpe, pero ¿no cree que sea demasiado? Digo, no soy delgada y... — me interrumpe antes de poder terminar de decirlo.

—Estoy seguro de que le quedará perfecto. ¿Por qué no va y se cambia?

Luego de indicarme dónde está el baño, entro para probarme el uniforme. Las medidas están perfectas, pero mostraba demasiado las piernas y mi trasero hace que la falda se alce más de la cuenta. ¡Qué vergüenza tener que salir así! Abro lentamente la puerta, cuando me sorprendo encontrando a mi jefe esperando por mí.

—¿Y cómo le quedó? ¿Puede salir?

—¿Así está bien? — salgo mirando a todas partes mientras lo veo examinar el uniforme con la mano en la barbilla.

—Usted es muy... —carraspea—. Le queda perfecto, Srta. Díaz.

—Gracias.

—Regresemos a la oficina— espera a que recoja las cosas y las trajera conmigo.

Regresando a la oficina pongo todas mis pertenencias en la gaveta del escritorio.

—Aquí le tengo el contrato, puede tomar el tiempo que necesite para leerlo y firmarlo.

Sentándome en la silla procedo a leer detalladamente el contrato. Era todo lo que me había mencionado ayer. Serían dos años para trabajar como su asistente. Sigo pensando que es extraño que no den los tres meses de prueba, pero no importa, para mí lo importante es tener trabajo y el dinero. Al estar de acuerdo firmo el contrato y le hago entrega de este.

—Oficialmente es mi asistente. Será un enorme placer contar con sus servicios, Srta. Díaz— nuestro apretón de manos duró unos segundos.

—Lo mismo digo, será un placer trabajar para usted— ambos sonreímos.

Creo que me equivoqué al haberlo juzgado por su seriedad el primer día. En el día de ayer lucía como alguien serio y daba algo de miedo, pero en realidad es muy amable. Salimos de la oficina a conocer la empresa y a presentarme a algunos empleados.

—Es un empresa muy grande, Sr. William— comento caminando por el pasillo.

—Así es. Antes no se contaba con los mismos empleados y comodidades que ahora. Es increíble cómo las cosas cambian tan rápido — pareció por unos instantes pensativo.

—Lo importante es que ha crecido favorablemente.

—Así es, y lo hará mucho más con su ayuda.

—Espero serle de utilidad, Sr. William.

Cuando regresamos a su oficina se sienta en la silla de su escritorio.

—¿Desea un café?

—Sí, y si es dulce, mucho mejor— sonríe ladeado.

—Bien, ya se lo busco.

Antes de salir me encuentro con el Sr. Kyle y le saludo antes de seguir mi camino.

William

—Sr. William, su padre quiere hablar con usted— me informa Kyle.

—Ya mismo.

—¿Qué tanto le mira a esa mujer, Joven William? Su padre está molesto porque ya corrieron la voz de su nueva asistente.

—¿Y qué chisme corrieron esta vez?

—Sabe muy bien de lo que hablan.

—Pura envidia que tienen. Si me conoces bien, debes saber que me importa poco lo que piense mi padre y los demás. Por mí que hablen lo que quieran, esa muñequita la escogí yo. Acaba de firmar el contrato, ya no hay forma de que la deje ir. ¿Conseguiste la información que te pedí?

—Sí, Joven William.

—¿Está casada? ¿Tiene hijos?

—¿Cree que alguien como ella podría tener algo así? — ese indeseable y ridículo comentario, fue el causante de que mi buen ánimo se haya arruinado.

—¿Y a ti quién te dijo que no? Guarda tus estúpidos comentarios mal intencionados, si no quieres que olvide todos los años que has trabajado para mí, Kyle.

—Lo siento, Joven William, no volverá a ocurrir.

Invitación

Jasmin

El Sr. William estuvo en espera del café y le da un sorbo tan pronto lo tiene en mano.

—Hace un delicioso café, quedó como me encanta.

—Gracias, me hace muy feliz que le guste. ¿Necesita algo más?

—Vamos a su escritorio, así le explico lo que necesita saber— accedo a su mandato y me siento en mi silla.

Explica con calma mientras tomo nota de todo lo que dice.

—Si tiene duda de cualquier cosa, no dude en avisarme; a fin de cuentas, estaré aquí al lado.

—Le agradezco todo lo que ha hecho y la oportunidad que me ha dado.

—No hay de que — sonríe antes de irse a su escritorio.

Durante la mañana me puse al tanto de varias cosas sobre la oficina, estuve tan concentrada leyendo documentos que el tiempo transcurrió muy rápido.

—Salgamos—rompe el silencio que había y fijo la mirada en él.

—¿Qué me dijo?

—Que salga a almorzar conmigo.

—Lo siento, pero es que yo no tengo… — vuelve a interrumpirme sin dejarme terminar de decir que no tengo dinero.

—Yo la estoy invitando— noto su insistencia al detenerse al lado de mi escritorio y no tengo de otra que levantarme.

Es vergonzoso tener que salir con alguien y no tener dinero. Saliendo de la empresa los empleados nos miran extraño, es realmente incómodo. En el estacionamiento abre la puerta de su auto invitándome a entrar, es la primera vez que salgo con alguien aparte de Erick. Me trae a un restaurante elegante, es difícil sentirse fuera de ambiente. Hubiera preferido algún restaurante de comida rápida. Por lo regular, prefiero lugares al aire libre, comida criolla y una buena Coca cola. El mesero nos lleva a una mesa y el Sr. William me ayuda a sentar en la silla, es un hombre muy caballeroso.

—Puede sentirse cómoda conmigo, no muerdo.

—Me siento cómoda con usted.

—No me trate de usted, no soy tan mayor.

—Lo siento, Sr. Cole.

—Quisiera saber más sobre usted, si no le molesta.

—Claro. ¿Cómo qué?

—Sobre todo. ¿No le molesta que pregunte algo personal?

—No, no me molesta. En realidad, no tengo mucho que decir sobre mí.

—Me dijo que no había trabajado como asistente anteriormente, ¿cierto?

—No, no había tenido oportunidad.

—¿Por qué?

—No lograba pasar la entrevista inicial y, al no tener experiencia, menos probabilidades tenía.

—Le digo con seguridad que en mi empresa va a obtener la experiencia y conocimiento necesario. Si me lo permite, quisiera contar con su buen trabajo por mucho tiempo.

—Pero apenas comencé hoy.

—Lo sé, pero es lo que busco.

Mis mejillas arden por su comentario, es la primera vez que alguien me dice algo así. No lo comprendo. ¿Cómo puede decir eso, si apenas comencé hoy?

—Espero cumplir con sus expectativas— añado.

Luego del almuerzo regresamos a la empresa, el ambiente se percibe mucho mejor.

—Espero que estas salidas se puedan repetir más a menudo, la pasé muy bien con su compañía.

—Yo también la pase bien. Gracias, Sr. Cole.

—Tengo algo que hacer, vaya a la oficina y espéreme allí, por favor. Puede ir preparando mi agenda con el calendario que está encima de su escritorio.

—Entendido.

En pleno pasillo de vuelta, una mujer de pelo rubio y un poco más alta que yo me detiene.

—¿Eres la nueva asistente de la que tanto hablan? — la mirada de arriba abajo y el disgusto que percibo de su parte hace hervir mi sangre —. ¿Qué podría saber una cerda como tú de este trabajo? Deberías largarte por donde mismo viniste.

—Lo siento, no sabía que, para trabajar como asistente, tenía que ser igual de plástica que tú — contrataco instantáneamente.

—Si realmente valora su puesto, es mejor que se vaya a su área de trabajo ahora mismo—Kyle interviene entre las dos, pero se dirige precisamente a ella.

—Lo siento, Sr. Kyle— cabizbaja se aleja de nosotros.

—Gracias, Sr. Kyle— digo cortésmente, a pesar de notar que no soy de su agrado.

—No me agradezca, Srta. Díaz, no es que me agrade, solo sigo ordenes de mi jefe— sigue su camino sin dejarme responder.

¡Qué sujeto tan grosero y despreciable! ¿Qué le hice a ese tipo para que me trate así? ¿Por qué todo el mundo en esta oficina se comporta de esta manera? Es mi primer día de trabajo y me he convertido en objetivo de la mayoría. Todos me miran como si fuera alguien de otro mundo.

 

William

 

Según entro a la oficina de mi padre me siento en la silla.

—Al fin te dignas a darme la cara.

—¿Qué sucede? ¿Cuál es el alboroto?

—Me puedes explicar, ¿en qué rayos estabas pensando al contratar a esa mujer? Tenías mejores opciones, como Leydi, la mujer que te presenté el otro día. Ella era la mejor candidata para ese puesto. Vi el currículo de esa mujer y nunca ha trabajado. Además de ese rostro que tiene. ¿Por qué contrataste esa mujer? Lo hiciste para llevarme la contraria, ¿cierto?

—Primero que nada, frente a mí no hables mal de mi asistente. Ella tiene nombre y es Jasmin Díaz. Por otra parte, la asistente es para mí, por lo tanto, debo escoger a alguien que me inspire confianza. La experiencia puede adquirirla con el tiempo.

—Has perdido por completo la cabeza. ¿Qué harás cuando tengas que llevarla a las actividades o reuniones? ¡Serás la burla de todos, William!

—La llevaré conmigo con mucho gusto.

—¡Quiero que la despidas de inmediato!

—Bájale un poco a ese tono. Respecto a las decisiones que tome referente a mi asistente, es mi problema. Ella ya firmó contrato conmigo y, aunque no lo hubiera hecho, no la dejaré ir y mucho menos para darte el gusto.

—Esto no lo voy a aceptar nunca. ¿Me escuchas? ¡Eres un maldito necio! ¿No piensas en la reputación de la empresa?

—La reputación me importa un divino, ella no es menos que nadie solo porque tenga sus kilos demás o porque no tenga experiencia actualmente— bajo la irritación me levanto de la silla—. Te lo advierto, si intentas hacerle la vida de cuadros a mi asistente, no respondo de lo que suceda. Ya conozco tus mañas. Por otro lado, desde un comienzo no iba a aceptar a esa mujer que me presentaste, así que no pierdas tu tiempo.

—Leydi tiene sus estudios, experiencia de sobra y sabe perfectamente causar una buena impresión. Necesitas a alguien que te ayude, no que te haga perder tiempo.

—Todos en algún momento deseamos aprender, que nos den la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos sobre lo que somos capaces. Busco calidad, personas trabajadoras, dispuestas a aprender, no a alguien que piensa entrar a una empresa a base de contactos por la puerta ancha sin siquiera pasar trabajo. Además, si tan buena candidata es, ¿por qué no la contratas como tu asistente y dejas a un lado la que tienes actualmente?

—Esto es inaudito e inaceptable. ¿Te estás rebelando con tu padre, solo por una gorda? ¡No pareces ser hijo mío! ¡Eres una desgracia para esta familia!

—Es un alivio no parecerme a ti— tiro la puerta de mala gana.

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