El cálido sol característico de las mañanas de verano, empezaba a entrar a través de la ventana de mi habitación, logrando así, comenzar a despertarme del sueño tan profundo en el que me encontraba minutos antes. El dolor de cabeza tan fuerte que sentía, me hacía pensar, que las cosas no habían terminado nada bien la noche anterior. No sabía con exactitud en que momento había llegado a mi habitación, y muchos menos como había logrado encontrar mi cama por cuenta propia. Lo único que deseaba en estos momentos era seguir durmiendo hasta que la cabeza dejara de dolerme tanto, no quería levantarme en todo el día, si al fin y al cabo, eran vacaciones y no tenía nada más importante que hacer. Pero por más que eso era lo que más deseara, al parecer mi panza no tenía los mismos planes, y el desayuno tan rico que seguramente Clara (la señora que trabaja desde que tengo memoria en mi casa.) me estaría preparando, me obligo a abrir mis ojos.
—¡Mierda!—Solté un grito ahogado. Esta definitivamente no era mi habitación y mucho menos mi cama. Como loca baje de un salto de esta y comencé de manera desesperada a buscar mi ropa por todas partes. Solo tenia puesta la ropa interior, así que no sabia con exactitud que era lo que había ocurrido en la fiesta a la cual había asistido la noche anterior. Borrosos recuerdos venían a mi mente, Lina (mi mejor amiga) riendo como una tonta, ambas bailando juntas cerca de una piscina, todo el alcohol que había consumido, yo bailando sobre una mesa, dos chicos cargándome por una escalera. Y Como si todo lo que estaba ocurriendo no fuese ya demasiado malo, un chico que seguramente jamás en mi corta vida había visto salia del baño. Él también solo llevaba puesta su ropa interior, así que solo podía esperar lo peor de todo esto.
—Buenos días.—Saludó en cuanto se dio cuenta de que había despertado y lo estaba mirando, una media sonrisa se dibujo en su rostro, la verdad, es que odiaba las medias sonrisas, me parecían falsas. ¿Por qué sonreír si no pensabas hacerlo completo? Es como estar en una relación, y solo entregarle la mitad de tu amor a esa persona, o, solo esforzarte un poco para lograr aquello que tanto deseas. En fin, si solo vas a entregar la mitad, es mejor que no des nada. Y un sentimiento de culpa me invadió, yo era así, solo entregaba la mitad a una persona que se había entregado desde un principio entero a mí.
—¿Quién eres? —Pregunté cubriendo con mis pequeñas extremidades mi casi desnudes, lo cual más provocó su mirada en mí.
—Soy Charlie.—Respondió, todavía con esa estúpida media sonrisa dibujada en su rostro, que ya comenzaba a ser bastante irritante.—Y estas en mi casa, creo que eso es lo que seguramente quieres saber.—Terminó de decir mientras se dirigía a la puerta para marcharse de la habitación.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
—Colin va a matarme, definitivamente va a matarme, esta vez no me va a perdonar, lo sé. Peor aún, mi padre va a matarme si se llega a enterar de esto.— Me lamentaba caminando en círculos por la habitación. Necesitaba saber con exactitud que era lo que había pasado la noche anterior, así que, sin pensarlo dos veces, salí corriendo de la habitación para alcanzar a ese tal Charlie y pedirle explicaciones de todo. Para mi suerte, no tuve que buscarlo mucho, el chico salía de otra de las habitaciones, y gracias al cielo, ya se había vestido.
—Charlie.— Lo llamé, un tanto avergonzada por no recordar nada, y también por el hecho de seguir paseándome en ropa interior frente a un chico que acababa de conocer.
—¿Si?¿Qué necesita la bella durmiente?—Preguntó, haciendo una reverencia, como si de verdad estuviese frente a una princesa. Hacia un terrible esfuerzo por ser buena con él, pero si seguía así, iba a terminar golpeándolo con un florero.
—¿Me podrías decir que paso anoche?—Pregunté, sintiendo como mis mejillas se ponían coloradas, provocando así, que Charlie comenzara a reír a carcajadas, lo que rápidamente ceso, mi cara ya no era de muy buenos amigos como hacia unos momentos.
—Tranquila. Si lo que quieres saber es si nos acostamos, la respuesta es no.—Era todo lo que necesitaba saber para poder relajarme.—No soy esa clase de chicos, no me aprovechó de las chicas borrachas. Además debes tener la edad de mi hermanita, eres una nena.
—¿Y cómo termine en tu cama?—Señalé un poco ofendida por su comentario, la habitación de la cual hacia unos minutos habíamos salido.
—Anoche.—Comenzó a hablar.—estabas muy borracha, bailando en ropa interior en el jardín, más bien, sobre la mesa del jardín, así que con un amigo te trajimos a la habitación, para que no te sucediera nada malo. Y por cierto, el cuarto es de mi hermana, no está en casa así que por eso te lleve ahí.
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Mi cara seguramente seguía roja como un tomate, llevé mis manos hacia mis mejillas para comprobar que estas desprendían un pequeño calor, el chico seguía mirándome divertido, sin imaginar en el lío que me había metido.
—Ven.— Él se acercó a mí y tomó de mi mano, luego me llevó nuevamente hacia la habitación.— Te daré un poco de ropa, a Mel no va a importarle.
—Gracias.—Dije sincera y avergonzada.—Yo no sé dónde quedó mi vestido.
—No te preocupes.—Me alcanzó un vestido color amarillo y yo lo acepté.— Cámbiate y luego te llevo hasta tu casa.
—No hace falta, tengo mi coche.—Le dije, para luego ponerme el vestido que me había dado.— Aunque no recuerdo donde lo deje, y ni se donde están las llaves, las había dejado en mi bolso, mi padre va a matarme.—Me lamenté, sentándome en el borde de la cama.
—Bueno, pequeña belleza durmiente, parece que el día de hoy soy tú salvación.—Charlie caminó hacia una de las mesas de noche, abrió una de sus puertas, y de adentro de esta, sacó mi cartera y mis zapatos.—Solo por curiosidad, el pedazo de coche negro que está fuera de mi casa ¿es tuyo?— Preguntó, y yo como respuesta, solo asentí.— Es hermoso, bien ahora vete, antes de que tu padre te mate como acabas de decir.
—Gracias por la ayuda.—Sonreí dulcemente.—No sabes cuanto te agradezco por todo.—Deposité un beso en la mejilla del chico y salí corriendo de su casa hacía mi coche. Necesitaba volver lo antes posible a mi hogar, y fingir que toda la noche había estado ahí, era algo realmente fácil de lograr, solía hacerlo a menudo, la única diferencia, es que esta vez, se me había pasado un poquito la mano.
Una vez en casa me permití sentirme un poco más relajada. Aunque no estaba segura de si se habían dado cuenta del hecho de que no había llegado a dormir, pero al menos había podido ingresar por la puerta trasera y eso ya era un logro, era la puerta que normalmente usaba la gente del servicio, y, para mi suerte, nadie me había visto hacerlo, agradecí que alguien se la haya olvidado abierta. En todo el camino de regreso a mi casa, había pensado miles de escusas para decir si alguien me llegaba a encontrar, lo que no había sucedido, así que todo marchaba de maravilla hasta este momento. Subí a toda prisa a mi habitación, era increíble no haberme encontrado con nadie en los pasillos, así que tomé una ducha rápida, necesita sacar lo antes posible el olor a tabaco de mi cabello, ponerme la ropa más cómoda que tenia, para luego bajar a comer algo, moría de hambre. Después de terminar de bañarme y ponerme uno de los pijamas más viejos y desgastados que tenia, salí de mi habitación y caminé hacia la cocina, la cual quedaba en el primer piso de la casa, no podía dejar de pensar que en cualquier momento aparecería papá y comenzaría con uno de sus sermones, últimamente era lo único que sabía hacer. Lo bueno es que nunca se encontraba en casa los fines de semana, los días de semana tampoco a decir verdad, él decía que era debido a su trabajo, así que jamás se daba cuenta de que no llegaba algunas veces a dormir. Papá amaba demasiado trabajar, le gustaba ser una persona importante, yo personalmente, lo odiaba, le quitaba demasiado tiempo, y lo peor de que tu padre sea uno de los candidatos a alcalde de la cuidad, no era el tiempo que esto le quitaba, había algo mucho peor, los periodistas, a veces llegaban a ser como una piedra en el zapato, o, una jodida garrapata prendida que te sigue a todas partes, pendiente de cada cosa que haces.
—Megan.— La voz de la persona que menos deseaba ver en estos momentos me sobresaltó, interrumpiendo mis pensamientos.
—Hola papá.— Lo saludé con mi mejor cara de niña buena, esa que había aprendido a usar perfectamente en todos estos años, cada vez que deseaba obtener algo con facilidad o me metía en algún problema. Caminé hacia él, para depositar un beso en su mejilla, pero antes de que pudiera hacerlo, habló.
—Te quiero en mi oficina, ya Megan.— Dijo, y por el tono de voz que uso, sabía que estaba enojado, solo esperaba que sea por el gasto desorbitado que había hecho hace unos días comprando en el centro comercial, con la tarjeta que me dio solo para que usara en caso de una emergencia. Definitivamente este no iba a ser mi día, solo faltaba que mi novio se enterara de lo de anoche, y ya estaba completo.
Mirando con tristeza hacia la cocina (porque de verdad tenia demasiada hambre) caminé hacia la oficina de mi padre.—¿Pasó algo?—Pregunté, y volví a poner la misma cara de hacia unos momentos.—Yo solo use la tarjeta porque necesitaba unos jeans nuevos, y como no estabas en casa para pedirte dinero, la tomé, y bueno, terminé comprando varias cosas a parte de esos jeans, pero te juro que las necesitaba papá.
—¿Dónde estabas Megan?—Quiso saber. Lamentablemente, presentía que no era por el gasto de la tarjeta que me miraba furioso.
—En mi cuarto, durmiendo ¿Dónde más iba a estar?— Mentí, queriendo parecer muy segura de mis palabras.
—Que raro, porque anoche llegué a casa, necesitaba hablar contigo de algo muy importante, y no estabas en tu cuarto Megan.—Los dos quedamos mirándonos en silencio hasta que el volvió a hablar.— Volví a ir a la madrugada y tampoco estabas, te llamé y nunca contestaste tu celular, llame a Lina y tampoco respondió, supuestamente sus padres creían que iban a dormir aquí, pero por una extraña razón, Lina llego a su casa en la madrugada.— Ahora si que estaba en verdaderos problemas.— Acabo de ir hace una hora más o menos a tu cuarto y ¿sabes qué? Seguías sin estar ahí, así que voy a preguntarte una sola vez más ¿Dónde te habías metido?—Gritó golpeando con su puño el escritorio, algo dentro de mí me decía que el ya sabía la respuesta. Estaba a punto de responder cuando, con un movimiento de manos, mi padre me obligó a callar.—Y no me digas que estabas con Colin, porque también lo llamé y él tampoco sabia nada de ti.
—¿Que tú hiciste qué?— Grité al darme cuenta de lo que mi padre había hecho. Colin ya se había enterado, recordé que Charlie me había dicho que no había pasado nada entre nosotros, ni con nadie, así que tendría que explicarle eso a mi novio y asunto arreglado.— ¿Por qué lo metiste en esto papá? ¿Eres consiente del lío en el que me metiste ahora?
—Megan.—Habló mi padre intentando contenerse para no gritar, podía jurar que estaba más furioso que hace unos momentos.— ¿Tú eres consiente de que hay un vídeo tuyo bailando sobre una mesa en ropa interior por todos los medios?—Me quedé quieta sin saber que responder, demasiada vergüenza ya había sentido cuando Charlie me había visto casi desnuda en la mañana, como para ahora enterarme que un video mio estaba dando vueltas por todo internet. Mi padre me mostró la pantalla de su celular, y sí, definitivamente esa era yo bailando sobre una mesa.
—Que mierda.—Comencé a elevar la voz como hacía unos momentos.—Es que, son peor que una jodida piedra en mi zapato.— Seguramente mi novio ya había visto ese video también, y ahí si que no tenía nada que explicarle, ni siquiera podía recordar nada.
—Yo ya no sé que hacer contigo.—Habló mi padre recostándose en su asiento, parecía frustrado.— ¿Dime qué es lo que tengo que hacer Megan? Y te juro que lo hago.— Finalizó.
—Amarme, soy tú hija.—Dije sonriente, lo cual pareció enfurecer más a mi padre.
—¿Qué es lo que te causa gracia?—Gritó, levantándose de su asiento y caminando hacia el gran ventanal de su oficina.— Yo esto no lo puedo dejar pasar, Megan, voy a tomar cartas en el asunto.
—No es justo.— Dije, comenzando a enojarme con él.—Ni siquiera me das la oportunidad de que te explique lo que pasó.
—No.—Soltó, alejando la mirada del gran ventanal y clavándola en mí.—Esta vez no quiero escuchar tus tontas excusas.
—¿Sabes qué?—Hablé, levantándome de la silla en la que encontraba sentada y caminando hacia la puerta de la oficina, quería irme lo más rápido posible a mi habitación, necesitaba hablar con mi novio.—Yo no quiero seguir escuchando tus estúpidas quejas.— Grité. Iba a marcharme cuando mi padre volvió a hablar.
—Voy a tener que poner a alguien para que te vigile, este no puede seguir así.—Y sin querer escucharlo más, me marché cerrando de un portazo la puerta de su oficina.
Buzón de voz. Buzón de voz. Buzón de voz.
No sabia cuantas veces había intentado llamar a Colin durante el día, y él no había querido atenderme ni una sola vez, también le había mandado varios mensajes, los cuales obviamente no respondío. Colin y yo eramos novios hacia ya cinco largos años, apenas teníamos trece cuando comenzamos a estar juntos, esta demás decir que mi padre se puso como loco cuando se entero de nuestra relación, pero gracias a que mi mamá no se cansaba de repetir lo mucho que Colin le agradaba, y lo bien que nos veíamos juntos, (también estaba el hecho de que nuestras madres eran muy buenas amigas) al cabo de un corto tiempo, a mi padre no le quedo más remedio que terminar aceptándolo. Todo el mundo no se cansaba de repetirnos cuán perfectos nos veíamos juntos, al igual que lo hacía mi madre, a tal punto, que llegue a creer que es esa una de las más fuertes razones por las que aún sigo estado con mi novio, y él sigue soportándome. Ante los ojos de cualquier extraño, nuestra relación se podría catalogar como "perfecta", aunque la verdad es, que la mayoría del tiempo la cago y él me perdona, pero, dudo que esta vez sea así, y no pienso negarlo, duele, duele saber que por otra de mis estupideces puedo llegar a perderlo. Colin ha estado para mi en los peores momentos, todo este tiempo ha sido mi compañero de lágrimas y de risas, siempre fue una de la pocas personas que nunca me dejo sola, le tengo demasiado aprecio en verdad, y le estoy muy agradecida por todos estos años en los que siempre permaneció fiel a mi lado, no voy a mentir, no sé en verdad si lo que siento por él es realmente amor, quise convencerme a mi misma de que lo era, tal vez por el miedo enorme que tengo de quedarme sola, de perder a alguien más, de ya no tenerlo para mí cada vez que lo necesitó, suena egoísta, es egoísta, realmente me siento mal por no poder amarlo de la misma manera que él lo hace conmigo, porque se que Colin me ama, me lo ha demostrado de todas las formas que ha podido, lo intenté, intenté de todas las maneras habidas y por haber poder corresponderle, pero simplemente no pude, y el amor no es algo que se pueda obligar a sentir.
Yo sé que a veces hago cosas sin medir las consecuencias. Bueno. Quizás casi siempre, a quien voy a engañar. Pero ¿A caso es mi culpa que la prensa este por todos lados? Resulta que ahora, si me toman una foto borracha es culpa mía, a veces me gustaría que mi padre no sea una persona tan importante en nuestra ciudad, sin querer, todo lo que hago siempre termina afectándolo, y eso, lo hace enfadar muchísimo, no le gusta que su imagen se vea dañada por mi culpa. Pero, están en todas partes, en la escuela, fuera de casa, en el centro comercial, en la copa de los árboles, debajo de las piedras, es imposible deshacerse de ellos, y lo peor, es que mi padre siempre se niega a escuchar mis explicaciones, si mi madre estuviera con nosotros, regañaria a mi padre por eso (era una especie de juego que ella solía hacer cuando yo era niña, y mi padre me castigaba sin antes permitirme darle una explicación). Me tiré sobre mi cama, cerré los ojos y recordé esa tarde que ella lo había hecho por primera vez.
—Mamá.—Entré corriendo a la habitación de mis padres, en medios de sollozos.
—Mi niña ¿Por qué estás llorando?—Preguntó mi mamá, doblando sus rodillas para quedar a mi misma altura.
—Fue papá.—Dije comenzando a llorar aún más fuerte al recordarlo.
—¿Qué te hizo ese hombre malvado?— Preguntó ella de manera divertida.— Ya no llores cariño.—Dijo comenzando a acariciar mi cabello.
—Él di-dijo que ahora es-estoy castigada y no pu-puedo ir a casa de Li.—Pude ver el esfuerzo que mi madre hizo para entender lo que intentaba explicarle en medio de tanto llanto.
—¿Y por qué él dijo eso? ¿Acaso hiciste algo Meg?— Solo negué con un movimiento de cabeza a su pregunta.— Bueno, cuéntame qué pasó entonces.
—Se e-enojo porque le hi-hice un dibujo.—Mamá me miro sin entender.— Y usé uno de sus pa-papeles importantes.
—Megan, sabes que esas cosas no se hacen cariño ¿Por qué usaste esos papeles?
—Es que yo no sa-sabía ma, papá di-dijo que podía dibujar, y solo tomé un papel, no sabía que era importante.—Finalicé calmando un poco mi llanto.
—Ya entiendo.—Dijo mamá sonriendo.—Y ese malvado no dejó que le explicaras ¿Cierto?
—No.— Solté. Había pasado de estar triste a estar enojada con mi padre en solo cuestión de segundos.—No me pidió ni perdón.
—En ese caso tendré que castigarlo a él, ven vamos.—Tomé la mano que mi madre me ofrecía y bajamos en busca de papá.
—Nicolás.—Lo llamó mamá, usando ese tono característico de cuando estaba enojada.
—¿Que sucede cariño?— Preguntó él mirándonos a ambas con intriga.
—Castigaste a Megan, sin antes permitirle que te explique lo que sucedió.— Dijo mi madre de forma divertida.—Te voy a pedir que por favor te disculpes con ella.
—Ella rayó mis cosas ¿No tendría que disculparse Megan conmigo?— Preguntó papá clavando su mirada en mí.
—Cariño, discúlpate o tendré que castigarte a ti, vas a quedarte sin postres por una semana.—Sentenció llevando sus manos a su cintura.
—Un mes mami.—Le sugerí, tirando de la punta de su vestido.
—Oh, si, un mes Nicolás.—Dijo provocando la risa de mí padre.
—Esta bien, esta bien.— Caminó hacia nosotras y se arrodilló delante de mí.— Meg, cielo ¿Puedes perdonarme? No debí castigarte sin que antes me explicaras lo que sucedió, pero, la próxima vez pregunta antes de tomar algo de mi escritorio.— Sonrió, y al ver que yo seguía en silencio volvió a hablar.—Entonces ¿Disculpas aceptadas?
—Lo voy a pensar.—Dije y salí de la habitación, logrando que mis padres estallaran en carcajadas.
Pero esta vez no era así, y por más que llorara, gritara o pataleara, mi madre ya no estaba aquí, esa era la estúpida realidad, y tenía que aprender a vivir con ella, así que ahora, era yo la que tenia que soportar los castigos de mi padre.
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—Adelante.—Dijo cuando me vio parada de brazos cruzados sobre el umbral de la puerta.
—No gracias, aquí estoy bien.—Respondí llevando mis manos hacia mi cintura.—Tenemos que hablar.—Solté, logrando que toda su atención se dirigiera a mí.
-Megan no voy a cambiar de opinión, esta vez no vas a lograr nada, así que prefiero que te marches y me dejes terminar con mi trabajo, si a eso venías, te lo advertí muchas veces, sabes que te amo Meg, pero lo de anoche fue demasiado, la decisión ya esta tomada, cuando termine de preparar algunas cosas te informare tu castigo.
-¿Estás jugando?- Pregunté acercándome a su escritorio.- Por favor dime ¿Esto es un juego?- Comencé a reír de manera exagerada.-Oh, el futuro alcalde de la ciudad está jugando a comportarse como un verdadero padre.
-Basta Megan, no voy a permitir que me faltes el respeto.- Podía notar cuan furioso se había puesto con mis hirientes palabras, a veces sabia que se me iba un poco la mano con las cosas que decía, pero ya había llegado el momento de decir todo lo que pensaba, y por más que fueran cosas hirientes, no podía seguir más callada.
-¿Cual respeto?- Volví a reír.- Perdona si lo que te voy a decir te duele, pero siento más respeto por Clara que por ti, al menos ella se acuerda de mí cumpleaños.- Dije, logrando que la cara de mi padre se desencajara por mis palabras, era obvio, él ni siquiera sabía que se había olvidado de mi cumpleaños.
-¿Viniste a eso Megan? ¿Solo a echarme cosas en cara?.- Su semblante era serio.- ¿Sabes qué? No me interesa en absoluto, solo no voy a permitir que sigas arruinando mi imagen con estupideces.- Y sin darse cuenta, término dándome la razón, él solo se preocupaba por su reputación, y a mí, me importaba una mierda lo que la gente pensara.
-Claro es por eso, lo sabia, es lo único que realmente te importa.- Nos quedemos en silencio, mirándonos por varios segundos, hasta que volví a hablar.- Te doy vergüenza ¿No?
-¿Qué esperabas? ¿Qué este orgulloso de ti?- Dijo mirándome seriamente, sabía que todas mis palabras le habían causado dolor, pero yo solo había sido sincera, él nunca estaba. No respondí y tampoco deje que siguiera hablando, salí de ese lugar lo más rápido que pude y me dirigí a mi habitación nuevamente, solo quería estar sola, aunque ya me sentía mejor por haber dicho lo que pensaba, hacia tiempo que necesitaba hacerlo.
***
Después de la gran discusión que tuve con mi padre, pasé todo el día encerrada en mi habitación, no tenía ganas de verlo, ni a él, ni a nadie, no podía creer lo injusto que estaba siendo conmigo. "No tears left to cry" sonaba en mi habitación tan fuerte como mi reproductor me lo permitía, como iba a tener toda la tarde sola para mí, decidí que la iba a usar para leer, era mi pasatiempo favorito, aunque pocas eran las personas que sabían de mi amor hacia la literatura, fue un amor que surgió desde que era muy chiquita, desde el día que mi madre llegó con aquel libro en sus manos como regalo de mi cumpleaños, no pude dejar de leer, solía pasar días enteros encerrada con mis libros, me desvelaba noches completas porque estaba tan enamora de las historias, de los personajes, que no podía parar. Me encontraba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que papá me estaba llamando, la verdad no sé cuanto tiempo estuvo haciéndolo, y como seguía insistiendo, me levante de muy mala gana de mi cama y caminé hacia la puerta para abrirla.
-¿Qué?- Pregunté mirándome las uñas, no tenia ganas de hablar con él.
-En una semana llega Scott, espero seas amable con él, y de una vez por todas dejes de meterte en líos Megan.- Dijo. Podía sentir sus ojos clavados en mí, y aunque no entendía quien era Scott, presentía que no era algo bueno.
-¿Y quién se supone que es?- Pregunté lo más seria que podía estar.
-Tu guardaespaldas.- Soltó sin más.- Como no sabes cuidarte sola, no sabes mantenerte lejos de los escándalos, me vi obligado a buscar una persona que lo haga por ti, pero para ahorrarte que pases vergüenza, vas a decirles a todos que es tu guardaespaldas.
-¿Acaso estas loco?- Ahora si que mi padre se había pasado.- ¿Por qué no te vas como siempre y me dejas tranquila?
-Ya te lo dije, no me interesa en absoluto lo que digas.- Sonrió, él estaba disfrutando demasiado esto. Iba a responderle, pero como siempre, con un movimiento de manos me pidió que me callara y se marchó. Seguía sin entender que era lo que acababa de pasar ¿Ahora se suponía qué tenía un guardaespaldas? ¡No! ¡No! ¡No! Mi padre estaba equivocado si pensaba que iba a permitir eso.
Ya había pasado una semana de esa jodida fiesta, casi terminaba enero, el primer mes de mis vacaciones estaba a punto de acabar y yo no podia creer como me había metido en tantos líos juntos, lo peor de todo este asunto, es que Colin seguia sin responder a mis llamados y a mis mensajes, ni siquiera quiso abrirme cuando fui a buscarlo a su casa. Me quedé casi una hora llamando a su puerta como una tonta y no respondió. Quise convencerme a mi misma de que tal vez, no se encontraba en casa en esos momentos, y por eso no recibí respuestas de su parte. Pero a quien iba a engañar, su coche estaba estacionado afuera y se escuchaba el ruido de la televisión encendida.
Di varios golpes a su puerta una vez que había llegado a su casa. Esperé al rededor de cinco minutos, pero nadie respondió a mis llamados. Volví a insistir dando nuevamente una serie de golpes, pero obtuve lo mismo que unos instantes antes, nada.
-Colin, amor.- Lo llamé, sabía que se encontraba en casa, el ruido de la televisión me lo confirmaba.- Necesito que hablemos, deja que te explique un par de cosas.- Tampoco obtuve ninguna respuesta al hablarle.- Cielo, se que estás ahí, no me ignores, no pienso marcharme hasta que hablemos.- Me recosté sobre la puerta y lentamente me deje caer hacia el suelo, para terminar sentada en este, en verdad tenía pensado quedarme a esperar.
-Mi amor.- Volví a llamarlo, ya había pasado una hora desde que estaba fuera de su casa.- Por favor Colin, no sé que es lo que piensas que pasó, pero te juro que no fue nada malo, escúchame.- La noche comenzaba a caer y yo ya no soportaba el frío.- Bueno, voy a irme, si en algún momento quieres hablar, solo llama Colin. Adiós.- Me despedí para luego marcharme de su casa.
Todavía no podía creer que me haya dejado más de una hora fuera de su casa, me hubiese conformado con que me pidiera que me marchase al menos. Aunque lo que más me molestaba y consideraba la peor parte de todo este lío, era que mañana llegaba esa especie de niñera/guardaespaldas que mi padre había contratado. No podía creer que mi papá al final lo hubiese terminado haciendo.
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Me di cuenta que no era sano para mi seguir pensando más en el asunto del guardaespaldas, ni en Colin, y mucho menos en mi padre. Comencé a vestirme para salir lo antes posible de mi casa, no soportaba estar una hora más encerrada, ya comenzaba a dolerme la cabeza, y, tenía en mente el lugar perfecto al que podía escapar. Cuando termine de alistarme, amarre mi cabello (ya casi descolorido en su totalidad.) en una gran coleta, y salí de mi habitación.
-Definitivamente necesito pintarme lo antes posible el pelo.- Dije, mientras me miraba en uno de los espejos del pasillo. Me gustaba pintar mi cabello de colores. Me hacia sentir menos... menos común. Baje corriendo las escaleras, pero hice silencio cuando pase por enfrente de la oficina de mi padre, ni siquiera sabía si se encontraba en casa, pero no quería tener que escuchar sus sermones una vez más. Minutos después ya me encontraba en mi coche yendo a casa de Lina. Ella era mi mejor amiga, la única que tenia en realidad, las demás personas solo se acercaban a mí por el dinero de mi padre, o por que este es una persona reconocida, a eso, si le sumábamos el hecho de que no suelo ser una persona muy amigable. Mi vida social era una completa mierda. Li y yo llevábamos demasiados años juntas, desde que empezamos el nivel primario. Y sin dudas fue una de las mejores cosas que me paso en la vida.
Era mi primer día de clases, papá había prometido que vendría a buscarme para llevarme con mamá hasta el colegio. Tenía tantos nervios que mis manitos temblaban.
-Tranquila dulce, tendrás un día increíble.- Dijo mamá, con su voz tan melodiosa que logro por un momento tranquilizarme.
-¿Y si me caigo?¿Si hago algo vergonzoso?¿Qué pasa si nadie quiere ser mi amigo ma?- Le pregunté, en verdad me creía capaz de hacer algo vergonzoso el primer día de clases.
-Eso no va a pasar.- Contestó mamá riendo ante mis ocurrencias.
Papá llegó. Tarde pero llegó. Se disculpó
y nos dirigimos a la cual sería mi escuela. El lugar era bastante lindo. Había niños corriendo por todas partes, otros llevaban unas caras de miedo mucho peores que la mía, y no recuerdo bien pero creo haber visto que dos o tres lloraban aferrándose a las piernas de sus padres, lo cual estaba pensando en imitar. Al cabo de unos minutos papá y mamá se despidieron dejandome sola. Decidí que lo mejor era quedarme sentada en uno de los bancos del salón en el cual se suponía nos íbamos a reunir con los profesores. Y fue en ese momento que la vi. Llevaba su pelo rubio en una larga trenza y miraba a todas partes igual de perdida que yo. No era una niña que hiciera amigos con facilidad, pero por una razón que desconozco, me acerque hacia ella y comencé a hablarle.
-Hola soy Megan.- La saludé, y le dedique una amplia sonrisa, que seguramente dejaba ver todos mis dientes.
-Hola yo me llamo Lina, pero puedes decirme Li.- Respondió, devolviéndome una sonrisa tan grande como la mía.
Y desde ese momento nos volvimos inseparables, la consideraba una hermana.
Tardaría un buen rato en llegar a casa de mi amiga, así que encendí la radio, "We Don't Talk Anymore", estaba sonando en ese momento y comencé a cantarla a todo pulmón. Se me da bastante bien eso de cantar, al menos eso me decía mi shampoo cada vez que le daba un concierto en la ducha. Una vez intenté ser cantante. Fracasé. El pánico escénico arruino mi carrera, y eso que para nada era una chica tímida, pero al subir al escenario, y ver tantos pares de ojos clavados en mí, no pude ni abrir la boca. Iba tan entretenida cantando, que ni cuenta me había dado de que ya había llegado a casa de Lina. Así que después de veinticinco minutos conduciendo, ya me encontraba charlando gustosamente con mi amiga.
-¿De verdad ni siquiera te contestó un mensaje? ¿Y te hizo estar una hora fuera de su casa?- Preguntó la rubia sorprendida. Lina era una chica rubia al igual que yo, solo que ella no pintaba su cabello, teníamos la misma edad, pero ella era bastante alta, mucho a comparación mía, demasiado para ser sincera. Y tenia unos ojos verdes que enamoraban a cualquiera que los miraba. Otras nos teníamos que conformar con unos simples ojos color marrón.
-De verdad, creo que esta vez si la cagué con Colin.- Contesté tirándome sobre un sillón y tapando mi cara con unos almohadones.- Ya no sé que hacer Li.
-Y si yo fuera el tampoco te contestaría.- Respondió sincera, sonriendo. La sinceridad era algo que nos caracterizaba a las dos, a veces era una virtud y otras un defecto.
-No me estas ayudando mucho Lina.- Reproché.
-Lo siento.- Dijo y comenzó a reír.- ¿Sabes qué? dejemos de pensar en Colin, ya todo se va a solucionar, él seguramente va a buscarte para hablar y asunto arreglado. Y ¿Sobre tu guardaespaldas sabes algo?
-No, papá no dijo más nada, sólo mando a Clara para que me avisará que hoy llegaría, casi me atraganto con la comida.- Desde nuestra pelea, con mi padre, solo habíamos hablado una vez, luego solo había mandado a Clara y a Ricardo para que me dijeran lo que él pedía.- O sea, creí que solo lo había dicho para amenazarme, pero al parecer hablaba enserio.
¿Y escapaste de él?- Li se recostó a mi lado.- Ojalá sea sexy, así logro sacar provecho de tu castigo.
Lina.- Grite en forma de reproché.- Eres asquerosa, seguramente es un viejo, que tranquilamente podría ser tu abuelo.
-A mí me gustan mayoreeees.- Comenzó a cantar mi amiga levantándose de mi lado para empezar a bailar. Sus movimientos eran extraños y no pude evitar reír.
-Querida.- La llamé.- Eso ya lo sabía ¿Acaso ya te olvidaste de nuestros querido profesor Fernández?- Comencé a reír fuertemente al recordar el enamoramiento que había tenido mi amiga hacía un año con uno de nuestros profesores de matemáticas.
-Megan.- Me miró fingiendo estar molesta.- Prometiste no volver a tocar este tema. Voy a pedir pizza y mientras tanto pon una película.- Iba sabiendo de la habitación, cuando se dio media vuelta y habló.- Hagamos como que la conversación de recién nunca existió.
-Li, encarga helado también, esta chica necesita ahogar las penas.- Grité, para asegurarme de que me escuche.
El resto de la tarde y la noche con mi amiga fue increíble, en realidad todos los momentos que pasábamos juntas lo eran, sabíamos como alegrarnos la vida la una a la otra. Así que como siempre había sido la mejor decisión venir a verla. Ya se estaba haciendo algo tarde, así que quise volver a casa. No me gustaba la idea de conducir de noche.
-Li, yo ya tengo que irme.- Le dije.
-¿No quieres quedarte a dormir? Sabes que no tengo problema.- Preguntó apagando la televisión.
-No, gracias, se suponía que hoy llegaba Scott y yo no estuve en casa. Si mañana no llego a estar me voy a meter en más líos, ya veo que me terminan mandando a un internado, quien sabe, mi padre tiene ideas extrañas últimamente.
-Esta bien. Te acompaño hasta tu coche.- Luego de despedirme de mi amiga, me monté en mi automóvil y comencé a conducir rumbo a mí casa. Después de diez minutos conduciendo, estaba dispuesta a comenzar un segundo concierto en el día, cuando empezó a sonar mi celular desde el asiento trasero del automóvil. Solo podía pensar que se trataba de Colin por fin queriendo hablar conmigo, reduje la velocidad y aparte mi vista dos segundos de la calle. Lo próximo que sentí fue un golpe, no tan fuerte como para hacerme daño, pero si para hacer que el conductor del otro coche saliera furioso gritando.
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***
Nicolás
Había sido bastante claro con Megan cuando le dije que hoy llegaría Scott y que la quería en casa para predentarlos, pero, lejos de hacerme caso, decidió irse, quiera saber Dios a dónde. No sabía cómo manejar la situación, desde que mi esposa había muerto, yo simplemente no había podido solo, no sabía que era lo que tenía que hacer con Megan, no la comprendía, ni siquiera podía soportar más de dos días en casa sin sentir que la ausencia Luci quemara. Y, aunque era verdad que yo tenía una nueva pareja, y la quería demasiado, lamentablemente ella nunca lograría llenar el vacío tan enorme que sentía desde la partida de Lucía. Cristina lo sabía muy bien, sin embargo había querido permanecer a mí lado, y se lo agradecí enormemente.
-Hola cariño.- Hablé, luego de marcar el número de Cristina en mi celular y llamarla, necesitaba poder descargarme con alguien, y ella era en quien más podía confiar.
-Hola mi amor ¿Cómo estás? ¿Ya hablaste con Megan?
-No Cris, aún no tuve oportunidad de contarle lo nuestro. Lo siento.
-Oh, esta bien, no importa, todo a su debido tiempo, solo que tenía ganas de saber que era lo que Meg pensaba de mi. Quiero ver su reacción, espero sea buena.
-¿Buena? Conociendo a mi pequeño demonio rubio, lo primero que va a hacer es declararte la guerra.
-Jajaja no importa. Tengo esperanza ¿Cómo les fue con Scott?
-Oh, increíble.
-¿En verdad? Me alegro tanto Nicolás, él es un buen chico, sabia que a Megan le iba a agradar.
-Ni siquiera fue capaz de aparecer, yo no sé en que momento salio de casa.
-Oh, ya me parecía raro. Bueno cariño, tranquilo, no la regañes más, demasiado ya es el castigo que le has puesto.
-Esta bien, pero Scott no es un castigo tan malo, ella lo tomó tan así Cris.
-Se que tu intención no es mala amor. Por eso te recomendé a Scott, porque se que se pueden volver buenos amigos. Tranquilo, ya vas a solucionar las cosas.
-Si, eso espero. Aunque ya había contratado un par de veces al padre de Scott ¿No te lo había contado? Bueno cariño mañana te llamo, debo terminar con unos papeles.
-Esta bien. No me habias dicho nada, yo conocia a Scott porque trabajo de guardaespaldas de una amiga, bueno en realidad de su hijo, y ellos hablan muy bien de él. Bueno, adiós cariño.
Corté la llamada, y me recosté sobre mi asiento, no había ninguna duda de que Megan jamás aceptaría que haya otra mujer en mi vida. Ni siquiera sabía cómo decírselo a mi hija sin lograr que se vuelva loca.
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