Hace un año exactamente que me liberé de él, mi único amor, el único que amé o amaré, sentada en esta banca mis lágrimas salen sin poder detenerlas, aún recuerdo lo que pasó ese día.
Me llevaron ante él como otras veces, ya sabía por qué, me dijeron que había conseguido a una nueva chica, lo que vi me dejó asqueada, se trataba de una jovencita, ¿cuántos años tendría quizá apenas era mayor de edad? fue mi pensamiento, mientras mi esposo jugaba con ella salvajemente, a estas alturas ya no me interesaba cuántas veces me había engañado, pero no debía darle importancia decía él, necesitaba demostrar quién era el jefe, el hombre; nunca terminaba en ellas, sólo en mí, sólo yo podría ser madre de sus hijos. Qué hipócrita, él mismo sabía que yo nunca tendría hijos propios, mi útero había sido dañado por quien nos crio. Cuando estaba por llegar al orgasmo pidió que yo fuera puesta en la cama, casi sin preparación entró en mí, viendo a la adolescente que aturdida y enfadada me miraba aguanté a que él terminara, odiaba disfrutarlo a veces porque me hacía sentir sucia.
- Sáquenla de aquí – señaló a la chica que gimió negándose– páguenle – me miró de nuevo y siguió unas dos horas más conmigo, ninguna mujer lo satisfacía como yo decía, me amaba juraba, había cambiado tanto que apenas le reconocía, mis lágrimas llenaban mis mejillas desesperadamente
- Mateo – susurré cansada reprochándole como muchas veces antes – era casi una niña, ¿por qué?
- Shhh amor, le pagué cien mil por su virginidad, ella me lo rogó, debo mantener las apariencias– acarició mi rostro dejando un beso en la comisura de los labios, estaba segura que había consumido de nuevo, sus ojos rojos lo delataban, cuando inició el cambió fue tremendo me dolía más que sus infidelidades, no hay nada peor que ver al amor de tu vida convertirse en aquello que más has odiado
- Prometiste que no serías como él – recriminé llena de resentimiento, con los sentimientos encontrados de amor odio, por perder a mi pareja, amigo, confidente - En este mundo no se puede ser así, ingenuo, nos hubieran asesinado hace mucho – me tapó con la sábana – Apolo – llamó a su mano derecha y mi amigo Apolo entró, me miró apenas por lo que acababa de suceder de seguro se sentía como yo – llévala a casa, que se dé un baño y descanse – siempre era lo mismo hacía un mes que yo no salía de “casa”, se temía que yo fuera capaz de huir obviamente la idea no salía de mi cabeza, me conocía muy bien; tomó mi cuerpo envuelto por la sábana, dispuesto a cargarme y llevarme a un vehículo que me llevaría a casa, un pensamiento se apoderó de mi
- Deja que me bañe y vista, ¿sí? – pregunté, ya casi nunca miraba a mi esposo, casi nunca despertábamos juntos como antes ¿cómo sucedió esto sin que me diera cuenta?
- Está bien – respondió tomando un vaso de whisky con hielo lentamente, Apolo salió se notaba aliviado, me duché y vestí, ahí tenía ropa mía en el club la Luciérnaga que era donde Mateo hacía sus negocios, en donde ambos nos criamos y fuimos “educados”, cuando me vestí con un pantalón de mezclilla y un suéter holgado muy delgado; mi esposo me miró fijamente
- Eres hermosa – comentó al verme era la misma mirada que indicaba que me amaba, odiaba que fingiera que todo estaba bien, aún no comprendía quién le había envenenado de este modo yo sólo le contesté enfadada
- Aun así, prefieres estar con muchas otras – la humillación que tenía hacía hervir mi sangre, esta no era mi verdadero yo, me estaba ahogando en estas circunstancias
- A ellas les hago cosas que no podría hacer contigo, tú eres mi esposa, ellas son golfas – me contestó como miles de veces antes, suspiré resignada, llevaba mi bolso conmigo, lo sujete con casualidad, el pensamiento de antes me golpeó con fuerza, me había preparado tres meses antes, llevaba una identificación falsa, efectivo y una cuenta fantasma que me había creado, mi plan de escape de emergencia, en ciudad Magnolia nadie me
ayudaría a huir de Mateo eso lo sabía perfectamente, mejor que nadie, era la mente criminal más grande de la ciudad o del país así que no pondría a nadie en peligro. Decidí ignorar lo que me decía porque era tiempo perdido a estas alturas.
Abrí la puerta y lo primero que recibí fue un golpe en el vientre, era la chica de antes, me miraba furiosa, estaba despeinada sólo la miré confundida; porque se supone que ya debería haberse marchado, ahora sí me encontraba bastante enojada. Tratando de tomar distancia en posición defensiva, levanté mis manos y cerré los puños dispuesta a regresar lo que me había hecho hace un momento, una cosa era que mi esposo me engañara, otra muy distinta que cualquiera quisiera humillarme.
- Maldita desgraciada Mateo es mío – gritó con cara de desquiciada, obviamente esta mujer me estaba retando, entrecerré los ojos retrocedí medio paso para lanzar una patada mientras ella gritaba – yo gobernaré la ciudad a su lado – Apolo me sujetó al tropezar con su espalda, observó a la chica y negó con la cabeza no sabía a quién provocaba
- Infeliz, ¿Qué acabas de hacerle a mi mujer? – la voz de Mateo indicaba que estaba mortalmente enojado había salido de la habitación aparentemente tras de mí, para él había dos cosas intocables sus cuatro hermanos y yo, aunque mi posición siempre fui superior
- Yo le amo señor y ésta vino a interrumpir lo que estábamos disfrutando – tenía odio en sus ojos, era casi una adolescente, no podía creerlo, Apolo seguía sujetándome, creo que era más para controlarse que por otra razón, estaba claro que la chica también había consumido lo que
- Ella es MI esposa – siseó Mateo fuera de sus casillas con los ojos llenos de furia la chica abrió los ojos con
incredulidad – la única digna de ser mi reina, - sacó una pistola y le disparó directo en la frente, eso me abrió los ojos, Mateo se había vuelto en el nuevo Ronaldo, el infeliz que me dejó en este estado, con tantas cicatrices en mi
vientre, en el hombre que Mateo asesinó por mí, grité llena de dolor liberándome del agarre de Apolo que estaba igual de incrédulo que yo; comencé a correr hacia la puerta de salida sabiendo que de no huir terminaré siendo
asesinada – deténganla – ordenó con desesperación mientras esquivaba a los hombres que intentaban bloquear mi camino sin hacerme daño, algunos ni se atrevían a tocarme, más de uno sufrió castigos por hacerlo en el pasado, esto era una ventaja para mí
Corrí con todas mis fuerzas abrazando mi bolso pues en él estaba mi futura vida, sabía las rutas de autobús que pasaban por ahí, Apolo estaba muy cerca subí al vehículo y cuando mi amigo iba a subir me miró a los ojos, entendió que ya no podía más lo vi volver a mirarme y dejó que el autobús partiera sin él, sin bajarme a mí un suspiro dejó mis labios casi sin ser consciente había contenido la respiración. Estaba condenando a Mateo y a mí misma con esta acción, jamás amaré a nadie como a él, ni él a nadie como a mí, sólo entonces recordé que ese día era nuestro aniversario, el día que nos conocimos cuando yo tenía cinco años, el mismo día que se me declaró cuando cumplí dieciséis, el mismo que nos casamos cuando cumplí 18 y el día que murió Ronaldo. El mismo hacía diez años. Lloré en el autobús todos me veían como loca, cuando pasamos tres paradas me bajé con una gran cantidad de personas cubriéndome, para evitar ser captada por las cámaras, me dirigí a la estación de metro con rapidez, subí a la línea 6 la que me dejaba en el aeropuerto, revisé el contenido de mi bolso, pasaporte, dinero, tarjeta todo. Tomé el celular y lo apagué sacando la batería me dirigí al mostrador y compré boleto para el país extranjero más próximo a partir, se trataba de Trana uno muy alejado, donde casualmente Mateo aún no metía sus manos, me alegré este debería ser el destino, justo antes de abordar coloqué la batería de nuevo, llamé a mi esposo.
- Mateo – susurré apenas con la duda en mi cabeza, con el corazón deseando volver y la mente suplicando huir
- Amor, vuelve, por favor – suplicó llorando en un susurro, era la única con la que se comportaba vulnerable, la única que lo conoce realmente, mis lágrimas rodaron y las personas delante de mí me miraron molestas
- No puedo, ya no más, si me quedo me volveré loca – sollocé mientras caminaba por el túnel para abordar el avión ignorando las miradas de lástima, molestia y curiosidad – te amo
- Yo te amo a ti – escuché como la desesperación se apoderaba de su voz, mi alma estaba destrozada, quizá provocaría la muerte de quien amaba, quizá por fin abriera los ojos, no lo sabía, la imagen de saltar al vacío me pareció la más probable para describir este momento en mi vida – no me dejes - su súplica me destrozaba
- Tú me abandonaste hace mucho amor - le recordé un poco dolida
- Si es por las mujeres no volveré a estar con ninguna - juró de nuevo
- No son sólo las mujeres – repliqué porque esta era la verdad, sabía que en realidad a él no le importaban estas mujeres, ¿lo justificaba? claro que no, pero de lo que había vivido no era lo peor de todo, además entre Mateo y yo había un lazo inquebrantable, no era ceguera de mujer, esta era la verdad
- Yo… - sé que intentaba decir algo más, pero no podía él sabía que tenía razón llevaba dos semanas mirando cómo me deprimía paulatinamente, aunque suene extraño sé que ese día me sacó para sacudirme, sin sospechar que me daría la oportunidad de huir, su máximo temor, el de perderme, se estaba haciendo realidad
- Mateo – sonreí, eso me lo había prometido muchas veces antes jamás ser como Ronaldo – sabes que no cumplirás, déjame marchar por favor
- No puedo – replicó – malditos para qué les pago – gritó a sus hombres - ¿dónde estás?
- Me iré muy lejos, feliz aniversario – dije en una voz, colgué y quité la batería del teléfono, y así abordé el avión que me alejó de mi país natal Mirra y me llevó a Trana.
En cuanto la mujer salió de la habitación, Mateo se quedó pensando en lo que había estado haciendo estos meses, había sido el peor de los hombres, de los maridos, donde Humberto le enseñaba como ahora todos le temían, como imponía según el respeto, él mismo se había dejado convencer de sus palabras, que lo que hacía era con el fin de consolidar el poder que tenía de esta manera lo quisieran o no en la sociedad de Magnolia, nadie tendría el derecho de ver despectivamente a su mujer, la respetarían y le invitarían a la alta sociedad, si no era por las buenas, lo harían por las malas. Para poder soportar lo que hacía era que consumía, para callar su propia conciencia y estando en este estado cada vez cometía más barbaridades y por ello volvía a consumir, se trataba de un círculo vicioso y tortuoso.
Por ello estaba apostando por nuevos negocios, cada vez más arriesgados, para lo grarlo necesitaba tener más poder y dinero, claro a estas alturas varios competidores de la ciudad habían salido o bien le llamaron para hacer alianzas, algunos le felicitaban por sus jóvenes conquistas, le envidiaban y esto hacía que su ego se inflara, durante el baño de su esposa recordó la mirada vacía de la misma y sus lágrimas, se preguntó a si mismo que demonios estaba haciendo, las palabras que le había reprochado le dejaron completamente mudo, era verdad, ella jamás le pidió que le diera mansiones, poder, dinero o nada que no fuera su amor, ambos habían jurado que estarían juntos, que se amarían, le había prometido no volverse una bestia que ansiaba el poder como el hombre que los crió, quería volver a los días de su matrimonio feliz y lleno de vida, ¿hace cuánto que no veía la sonrisa de su amada?, un pensamiento le golpeó fuertemente hoy era su aniversario y en vez de llevarla a un lugar para celebrar le había hecho pasar por esta vergüenza, no era una humillación, su mujer no soportaría esto por un largo periodo; necesitaba cambiar urgentemente, pensó para que ella ya no lo odiara si ella lo abandonara moriría.
Cuando le comentó lo bella que era intentaba congraciarse, buscando llevar las cosas de mejor forma, en vez de eso le dolió la respuesta que ella le dio, era verdad, en los últimos meses ella y él apenas convivían, eso lo molestó, necesitaba justificarse, hacerle saber que ella no era como las otras, eso sólo empeoró las cosas, ni siquiera se dió cuenta cuando salió ella de la habitación, al hacerlo fué cuando escuchó la conmoción afuera sus pensamientos fueron detenidos, la mujer de antes no se había ido, ¿cuántos tenía? dijo 18 y se atrevía a ser tan grosera, le enseñaría quién era él, sacó la pistola sin siquiera pensarlo, para alguien como él esto era normal como respirar, cuando te crías en las calles aprendes muchas cosas y te pierdes de otras, entonces al ver a la mujer que adoraba en guardia entendió que fue agraviada se dio cuenta del error que cometió, la estaba perdiendo, verla correr desesperada como antes huyó de Ronaldo le hizo doler el corazón, ella se estaba alejando y no sólo emocionalmente y él era el único culpable de esta situación, comprendió ella se alejaba literalmente, todos sus hombres perdieron a su mujer, ninguno logró detenerla, a los pocos minutos Apolo llegó triste le dijo que la perdió antes que abordara un autobús, estaba en camino a la central de autobuses porque era la ruta 84 dio la orden de búsqueda, no podría salir de la ciudad perderla sería su fin, Apolo al ver los ojos llenos de dolor de su amigo le hicieron preguntarse si era lo mejor.
Por su parte Apolo recordó que claramente decidió detenerse sólo diez segundos, estos instantes le bastaron para darse cuenta que su hermana jurada ya no podría volver a estar con su jefe y amigo, el sufrimiento en su mirada le obligaron a dejarla marcharse, sólo Dios sabría si alguna vez volverían a verse, cerró los ojos y el conductor del autobús público permitió que tomara unos días libres pensó que era lo que necesitaba, poco sabrían ellos que en las siguientes paradas se bajó la mujer del mafioso y tomó el metro, no tenía conocimiento de su pasaporte falso, estaban suponiendo que ella tendría un poco de dinero y quizás saliera de la ciudad a una vecina.
Nadie se percató de lo precavida que ella había sido al planear un futuro escape, Mateo le golpeó la cara con un puñetazo cuando le reportó no haberla alcanzado, su amiga necesitaba unos días de descanso volvió a recordarse estoico, no merecía lo que le hacían a la esposa, deseaba sacudir a su amigo que se estaba transformando en un monstruo y este era su modo de protesta, jamás confesaría que la dejó ir. Se arrepentiría de esta decisión tiempo después porque ella había desaparecido del mapa, la esperaron en la central de autobuses, pero nunca llegó, el escalofrío recorrió al mafioso cuando ella llamó para despedirse, al darse cuenta de que las cosas no serían nunca más como antes. Comprendió que huyó lejos y quizá para siempre, su mirada se fijó en Mateo que destrozaba todo a su paso gritando como si lo torturaran.
El mafioso vociferaba que necesitaban hallarla en ese instante cinco hombres murieron esa tarde por su furia desatada, Humberto el causante del desastre casi muere y fue trasladado al hospital, él mismo se hirió al romperse la mano al estrellarla contra la pared, Mateo estaba fuera de control, cuando vieron los videos de las cámaras de seguridad en el metro y en el aeropuerto, sólo consiguieron ubicarla en el mismo, las cámaras no captaron el vuelo que tomó, ni el destino, la habían perdido y probablemente a su amigo y jefe junto con ella, esa misma noche se embriagó, le encontró con una intoxicación alcohólica al día siguiente, y al siguiente hasta que su cuerpo colapsó, la pesadilla de todos sus hombres iniciaba porque la mujer de Mateo lo contenía. Pero derrocarlo no era una opción porque de otro modo todos podrían estar en peligro, Apolo habló con sus hermanos y entre los cuatro decidieron hacerse cargo de la organización hasta que su amigo volviera a sus cabales y si era posible cuando Andrea volviera
He vivido en este pequeño poblado costero desde mi huida puse una tienda hace unos ocho meses y de ahí gano suficiente para vivir, ya tengo treinta años y me parece que me veo más vieja, bueno no es que busque un novio ni nada parecido; pero sigo siendo una mujer vamos que me gusta verme bonita. A veces como hoy me da envidia ver a las mujeres con sus niños, miré a otro lado, había hecho arreglos para que le llegara una tarjeta a Mateo después de todo era nuestro aniversario, me aseguré que no podría rastrearla, lo bueno de haber pertenecido a una organización criminal como la que manejaba Ronaldo Silva es que nos crió para ser delincuentes, así que no era rastreable, ¿Mateo estaría bien?, las lágrimas volvieron a escapar de mi rostro “es lo mejor” murmuré, centré mi atención en el cielo, ese banco frente al mar me encantaba tristemente no podía acudir seguido porque vivía un poco lejos, como no necesitaba trabajar se dió el día libre. Algunas veces buscaba noticias suyas, pero no había ninguna, era como si nada sucediera, por temor a ser encontrada no se atrevía a buscar más información.
Esperaba con todo mi corazón estuviera mejor que cuando me marché, al principio me escondí esperando que pudiera dar con mi pista, eso me aterraba, por las noches recordaba mi infancia de delincuente, las peleas, y a mis hermanos, los extrañaba demasiado, pero a nadie como a Mateo, a él verdaderamente deseaba verlo, un mal presentimiento me invadía, podría hacerse daño a sí mismo, pero ya no podía estar cerca de él, no es que me hubiera criado en el mejor de los entornos, pero sabíamos los límites uno del otro y él los rompió, no sólo al matar a la chica o serme infiel, sino al convertirse en Ronaldo, ese hombre tampoco fue malo al principio, se corrompió, mis ojos se llenaron de lágrimas, miré ese cielo estaba lleno de nubes y me deprimía aún más pensé.
- ¿también estás triste? – esa vocecita me sacó de mis pensamientos, un chico de cinco o siete años me miraba con curiosidad, parpadeé un par de veces tratando de encontrar a sus padres alrededor – me escapé de casa – dijo el chico sentándose a un lado mío como si leyera mi mente, observé su reloj era de marca cara sin duda, fruncí el ceño, lo que menos quería era que me acusaran de secuestrar a un niño, este país era bastante bueno conteniendo a los delincuentes y si me encontraban los antecedentes estaría frita, mi identificación servía para engañar al ciudadano promedio, no a la policía y menos la que se involucraría con un crío como este.
- Te llevaré con tus padres – dije resoplando pensando que el chico se perdió, después de todo no era común ver turistas en este pueblito
- No, deja quedarme hasta la puesta de sol, mamá me prometió que hoy la veríamos, es mi cumpleaños – dijo el chico mostrando una sonrisa, también era el mío, eso me ablandó, lo admito
- ¿Y tu madre? – enarqué una ceja con incredulidad
- Murió hace un mes – el chico sollozó ahogando su voz, me dio un brincó el corazón, tan joven y sin su madre, no tuve el valor para alejarlo, no podría.
- Está bien después de la puesta de sol te llevo a casa con tu padre – el niño asintió con la cabeza, me sorprendí a mí misma por permitirle quedarse conmigo, quizá me estaba ablandando
- También es mi cumpleaños – le dije al chico que ensanchó su sonrisa, sus ojitos tan azules parecieron brillar un poco, hablamos un poco de todo y nada, tratando de disfrutar, incluso compartí el pastel que compré por la mañana tratando de alegrarme, hacía tanto que no disfrutaba.
Al ocultarse el sol le indiqué que era hora de volver a casa, el chico sacó una chaqueta de su mochila, estaba refrescando; me gustaba su sonrisa, hasta cierto punto me recordaba a mi Mateo, ya saben esa manera de mostrar los dientes de forma franca y sincera, sin mencionar el aura de una persona fuerte, esto no se aprende, se nace con este poder interno; estaba encantada en un modo extraño pues era la primera persona con la que hablaba por más de media hora desde que llegué a este país. Cuando le dije al chico que le llevaría a casa preguntó dos veces si estaba segura, al confirmarlo me dio su dirección y casi me desmayé.
Ni en sueños me hubiera imaginado que el chiquillo hubiera tomado dos autobuses para llegar a mi pequeño pueblo, a su edad dependía de Mateo para todo lo que concernía a mi persona, me tenía impactada por su independencia. Literalmente yo sólo le acompañaba, él me indicaba qué hacer y cómo viajar, por fin llegamos hasta la entrada de su casa la miré con asombro, era una mansión, sabía que tenía dinero debido al reloj que llevaba, pero esto me superó, se notaba que era parte de la crema innata de Trana, Mateo y yo nunca encajamos en la sociedad de Magnolia en Mirra, decían que éramos nuevos ricos y aunque vivíamos en una mansión nunca fue cerca de las familias de abolengo, el corazón latía con rapidez disparando mis alarmas internas quiero irme y rápido.
- Bueno, ya te dejé en casa ahora toca el timbre y como buen chico entra ¿sí? – le di una palmada en la cabeza y me disponía a irme cuando varios autos nos rodearon instintivamente coloqué al chico detrás de mí, salió un hombre de unos treinta y cinco años, miraba al chico y luego a mí incrédulo y alternando la mirada.
- Luciano ¿qué estás haciendo despierto a estas horas? – un señor mayor salió agitado de la casa lucía preocupado
- Joven, le hemos buscado todo el día – parecía angustiado, más que el hombre frente a mí que supongo es el padre ya que se parece al niño del que apenas estaba escuchando el nombre tan a gusto estaba que no le pregunté
- ¿Qué sucedió? – inquirió el hombre visiblemente disgustado
- Amo Sebastián – susurró el hombre – perdimos al amo Luciano por la mañana y no sabíamos dónde estaba, estaba angustiado
- Fui a ver la puesta de sol, donde mamá me prometió que lo haríamos – vociferó el chico – donde tú no quisiste llevarme
- Y esta – dijo señalándome el hombre- ¿te llevó? – el niño bajó la cabeza, no me gustó su tono
- Yo sólo lo encontré en mi pueblo y lo traje de regreso, de haber sabido que ni era de la zona le hubiera dejado en el autobús – repliqué enojada, a mí nadie me señala con desprecio – bueno chico hasta aquí llegué, estás en casa como lo prometí, feliz cumpleaños – le dije dándole un abrazo que el niño respondió, comencé a alejarme, necesitaba poner las ciudades por el medio para evitar golpear al hombre, como algunas veces antes deseé poder volar
- No puedes irte – dijo el hombre, estaba impuesto a mandar, seguí caminando tratando de ignorarlo pero tres hombres me cerraron el paso y otros dos los acompañaron atrás, me quedé parada – vamos a la casa, señorita…
- Me llamo Sandra Vera – le di mi nombre ficticio, creo que podría al menos abrirme un camino, pero al final decidí acompañarlos no valía la pena llamar la atención necesitaba saber con quién me topé antes de actuar
- Señorita Vera, por aquí por favor – me indicaron, no quedó otra opción más que entrar, atravesé la reja contando el número de guardias que era alto, había cámaras de seguridad de última generación, comenzaba a sentir que este lugar no era común, establecí una posible ruta de escape, pero era improbable que lo lograra sin ser herida, decidí esperar un poco a ver que sucedía
Cuando entramos pude ver el lujo que existía en esa mansión, tenía buen gusto, el retrato de una mujer muy hermosa y parecida al chico llamado Luciano llamó mi atención, era enorme, miré al hombre frente a mí, me señaló el camino al despacho.
- Envía a Luciano a la cama, después hablaré contigo – gruñó el padre, no estaba nada contento, pero me indicó que le siguiera
- Si señor – replicó el mayordomo con una inclinación solemne, nos dirigimos a lo que asumí era su despacho, caminaba con paso firme y decidido rápidamente apresuré el paso
- ¿A qué se dedica? – preguntó el hombre mientras se servía una copa de vino tinto mirándome como si fuera un bicho raro, me indicó si quería y negué, estaba mirando las ventanas y las puertas por si acaso necesitaba correr
- Tengo una pequeña tienda en la costa – repliqué tranquila, era un mal día para llevar vestido pensé para mis adentros además era de mis favoritos
- Un oficio humilde – indicó el hombre, lo miré retadoramente tratando de leer sus emociones sin éxito, parecía una maldita estatua
- Pero honesto – repliqué molesta por su comentario, procuraba no moverme ni parecer nerviosa
- Es verdad, - coincidió mirándome fijamente luego preguntó – ¿cómo conoció a mi hijo?
- Nos sentamos juntos en la misma banca para ver la puesta de sol – repliqué aún de pie honestamente incómoda
- Qué le dijo mi hijo – no preguntaba ni nada, así que no supe a que se refería – sobre porqué estaba solo – añadió tratando de darme una pista
- Nada que su madre falleció hace un mes y que prometieron ver esa puesta de sol, como era su cumpleaños – me encogí de hombros, el hombre hizo una mueca obviamente se encontraba molesto, por primera vez leí una expresión en él
- Mi esposa no ha muerto, bueno ex esposa – suspiró, abrí mis ojos, ese niño me engañó pensé sintiéndome molesta yo también, este chico era bueno engañando – es sólo que Luciano no puede aceptar que ella nos dejó por otro hombre y que se embarazó de él, no me mire así, ella misma le dijo cuanto lo odiaba hace un mes, por eso dice que murió – dio otro trago a su vino – usted es la primera mujer a la que se acerca en ese tiempo, incluso le permitió abrazarlo, ella y Luciano pasaron por un pueblo pesquero hace un año y le prometió ver junto a él esa puesta de sol, sin embargo, creo que ni lo recordó siquiera, supongo él pensó que podría encontrarse con ella allá. Otra promesa que rompe para variar, a estas alturas no me sorprende - concluyó más para sí mismo
- Todo esto es muy triste, pero ¿por qué me lo cuenta? – pregunté curiosa porque no tenía nada que ver conmigo
- Le ofrezco ser la niñera de Luciano – soltó de pronto era un hombre experimentado en negociaciones porque lo dijo tranquilamente como si me ofreciera mi mejor oportunidad, me sorprendí por supuesto – ha despedido dos docenas en este mes y me temo que de seguir así no podré trabajar en paz
- No me diga que por la preocupación no puede hacerlo, ni cuenta se dio que no estaba – contesté casi sin pensarlo, intenté callarme ese fue mi problema antes, de no ser por Mateo o mis hermanos hubiera sido castigada mucho más severamente en el pasado; el hombre se puso de pie colocó su rostro hasta la altura de mi cara, buscaba intimidarme, pero si al final ni Ronaldo pudo, menos este, le devolví la mirada retadoramente, en el peor de los casos lo mataba y me iba del país tenía todo lo que necesitaba en mi bolso, desde hacía un año era así amaba mi nueva vida, pero podría reiniciar otra vez
- Tiene razón, no me enteré, Jacobo no me dijo nada, ayer fue el primer día que salí a trabajar fuera de casa – intentaba leerme como yo a él, no le dejaría
- Debió celebrar el cumpleaños de su hijo – reproché, yo que no había tenido una familia normal sabía lo que un niño deseaba especialmente en su cumpleaños, ser felicitado por sus padres y festejando aunque sea humildemente
- ¿Está casada? – preguntó de pronto sacándome de mis pensamientos
- Me separé de mi esposo – respondí evasiva, no le iba a contar la historia de mi vida ¿o si?
- Ya veo – murmuró - ¿pero no se ha divorciado?
- No podría – repliqué con una sonrisa de medio lado, Mateo nunca lo aceptaría y expondría mi ubicación, quizá el piense que amo a mi esposo, no me importa es la verdad, le amo, pero esa no es la razón por la cual no puedo divorciarme
- ¿Tiene hijos? – sus preguntas comenzaban a sacarme de quicio resoplé indicándole claramente mi estado emocional
- No – respondí categóricamente molesta
- Acepte mi oferta, le pagaré la compra de su tienda un sueldo de siete cifras al año, ¿qué le parece? – volvió al punto, me sorprendió cómo me conducía de un tema a otro así trabajan muchos estafadores
- Déjeme pensarlo – contesté sin mirarlo
- De acuerdo – dijo presionando una campana, casi me reí, era como en esas películas del siglo pasado ¿dónde vine a caer? reflexioné – mi mayordomo le preparará una habitación, el hombre entró y me condujo a una habitación en la planta baja, era amplia y limpia, me sorprendió que estuviera lista, me indicaron que era para los sirvientes de confianza.
En realidad lo pensé por dos días, ¿cómo me decidí? bueno, al día siguiente Luciano llegó y desayunamos juntos, era una creatura encantadora, no podía concebir que su madre le confesara una aventura y un embarazo, mucho menos que le dijera que lo odiaba, piénsalo era su propia madre, bueno tampoco tuve mucha suerte con mis padres la verdad, yo nunca podría tener hijos y a pesar de donde me crié jamás le diría algo así a mis pequeños, lloré esa tarde como una loca al dejarlo tomar su siesta. Mis emociones se estaban apoderando de mí con una rapidez que me daba miedo porque de seguir así me involucraría.
Mientras en ciudad Magnolia Mateo “celebraba” su aniversario, con mucha bebida y música aunque sin mujeres esta vez, sus cuatro hermanos estaban a su lado, les faltaba Andrea, el verdadero nombre de Sandra, desde el día que ella se marchó el no volvió a tener una mujer, cada vez que lo intentaba la miraba a ella, y terminaba golpeando a la desafortunada llamándola copia barata, estrelló la botella que terminó en la pared y Apolo le pidió que se retiraran todos a descansar, así lo hizo, llorando por la pérdida de su esposa y odiándose por su comportamiento. La amargura y desesperación eran su única compañía junto al arrepentimiento, recibió una hermosa tarjeta virtual, al menos Andrea estaba con vida.
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