El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos cálidos y dorados. Theodore James Anderson, un niño de diez años con rasgos delicados y una actitud distintivamente afeminada, avanzaba por el sendero polvoriento que serpenteaba hacia el bosque cercano a su hogar.
Una melancolía profunda y un sentimiento de vergüenza lo embargaban, una carga emocional que había acumulado durante su corta vida. Las burlas y los insultos que enfrentaba en la escuela a causa de su comportamiento “diferente” lo atormentaban, generando una lucha interna entre su autenticidad y la necesidad de encajar en una sociedad que no comprendía su sensibilidad.
Un torrente de frustración lo embargó y, en un arrebato de ira, golpeó una roca que se desprendió y se estrelló a pocos metros de distancia. Su impotencia se convirtió en una llama ardiente, y un cúmulo de lágrimas se formó en sus ojos, amenazando con desbordarse.
Finalmente, sus pasos lo llevaron a un pequeño claro en el bosque, un refugio de verdor y tranquilidad donde podía escapar del mundo hostil que lo rodeaba. Sentado en un tronco caído, Theo buscó consuelo en el susurro de las hojas y el canto distante de los pájaros.
Quitándose la mochila de los hombros, sacó una botella de agua y bebió un sorbo, sin importarle que estuviera tibia. Los problemas no solo se limitaban a la escuela; en casa, también enfrentaba el desdén y las burlas de los hijos del capataz del rancho, Jack y Matt. Los mismos insultos y la misma crueldad parecían seguirlo a dondequiera que fuera.
Su madre, sumida en las responsabilidades de dirigir el rancho de cría de caballos pura sangre, apenas estaba en casa. Aunque Theo sabía montar a caballo, las caballerizas representaban un lugar de tormento donde los recuerdos de los hermanos hostiles lo acosaban constantemente.
—Si tan solo hubiera alguien que me entendiera, alguien especial en mi vida... —susurró Theo, sintiendo un nudo en la garganta mientras luchaba por mantener las lágrimas a raya.
Y así, en ese momento de vulnerabilidad y anhelo, nació una idea dentro de Theo, una idea que lo envolvió como un rayo de luz en la oscuridad. Decidió dar vida a un compañero en su imaginación, un amigo que fuera su igual, alguien que lo aceptara tal como era. Cerró los ojos, permitiendo que su creatividad fluyera libremente.
De pronto, ante sus ojos cerrados, emergió una figura, un joven de cabello rubio que irradiaba amabilidad y calidez. Con hoyuelos en las mejillas y unos ojos verdes llenos de complicidad y dulzura, el chico imaginario sonrió con ternura.
—Hola, soy Gabriel, tu amigo especial —susurró el chico imaginario con una voz que parecía un bálsamo para el alma de Theo.
Los ojos de Theo se iluminaron con asombro y alegría, sintiendo como si un rincón secreto de su corazón finalmente hubiera sido descubierto. Gabriel se sentó a su lado en el tronco, emanando una presencia tan real que parecía palpable.
—¿Cómo es posible que te vea? —preguntó Theo, desconcertado y fascinado al mismo tiempo.
Gabriel sonrió con gentileza y respondió:
—Soy tan real como tú me permitas serlo, Theo. Soy tu amigo, y siempre estaré aquí contigo.
Theo extendió una mano, hacia el rostro del chico. El miró su mano acercarse a su mejilla, en ese momento le soltó una falsa mordida a la mano de Theo.
Theo se sobresalto, y los dos empezaron a reír. Por fin había encontrado a alguien especial para el.
A lo largo de la tarde, Theo y Gabriel compartieron risas, juegos y confidencias. Corrieron entre los árboles, saltaron charcos imaginarios y se contaron historias fantásticas que solo existían en su mundo interior.
—Eres el amigo más genial que podría tener, Gabriel. Gracias por estar aquí conmigo —dijo Theo, tomando la mano de su compañero imaginario.
Gabriel miró a Theo con una sonrisa, mientras unos hermosos hoyuelos se marcaban en sus mejillas y en un gesto juguetón, Gabriel dejó un suave beso en los labios de Theo. Un cosquilleo de sorpresa y emoción recorrió el cuerpo de Theo, y su corazón latió con una intensidad nueva.
—¿Un beso? —murmuró Theo, sintiéndose como si el mundo hubiera dado un vuelco.
Gabriel sonrió con dulzura y respondió:
—A veces, un pequeño gesto puede expresar más que mil palabras, Theo. Estoy aquí para acompañarte, sin importar lo que sientas.
Un calor reconfortante se extendió por el pecho de Theo, y en ese instante, su corazón se abrió a una conexión especial que iba más allá de lo que conocía.
Mientras el sol se sumergía detrás de las majestuosas montañas, Theo se sintió acompañado de una manera única y poderosa, como si un lazo profundo se hubiera formado entre él y su amigo imaginario.
Juntos, compartieron risas, sueños y la promesa de una amistad eterna que iluminaría su camino en los días por venir.
Era una hermosa mañana de inicios de primavera en el acogedor apartamento de Theo y Alex en Nueva York. Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, tiñendo la habitación con una luz dorada y cálida. Las sábanas blancas y las cortinas de encaje aportaban un toque romántico, creando un ambiente íntimo mientras Theo y Alex se entregaban el uno al otro con pasión desbordante.
Theo, con su piel pálida y cabello oscuro revuelto, yacía tumbado boca arriba en la cama. Mientras tanto, Alex, cuyo cabello oscuro enmarcaba su rostro, se encontraba sobre él, sus cuerpos entrelazados en un abrazo apasionado. Alex alzó las piernas de Theo con gentileza, permitiendo una conexión aún más profunda entre ellos mientras se entregaban al placer mutuo.
Las manos de Alex se deslizaban con suavidad sobre el torso de Theo, sus caricias generando escalofríos placenteros. Sus labios se encontraban en un beso ardiente, un reflejo del deseo y la intensidad que compartían.
Entre susurros y jadeos, se profesaban palabras de amor que resonaban en la habitación, un lenguaje secreto que solo ellos entendían. Los suspiros llenaban el aire, y cada caricia y roce de sus cuerpos encendía una chispa de éxtasis compartido. En ese instante, estaban completamente inmersos en la pasión y la conexión que compartían, sin preocuparse por el mundo exterior.
Sin embargo, el mundo exterior no podía ser ignorado por mucho tiempo. El teléfono de Theo comenzó a vibrar sobre la mesita de noche, interrumpiendo su momento de intimidad. Aunque al principio intentaron ignorarlo, la persistencia del celular los obligó a separarse con una mezcla de frustración y risas.
—Creo que deberías atender eso, cariño. Podemos retomar donde lo dejamos más tarde —dijo Alex con una sonrisa cómplice mientras se levantaba de la cama y se dirigía al baño.
Theo asintió, mirando a Alex con una expresión entre desilusión y diversión. Mientras su esposo se alejaba, Theo tomó el teléfono en su mano, examinando la pantalla con una mezcla de curiosidad y molestia.
Con un suspiro resignado, Theo contestó la llamada:
—¿Hola? Robert, espero que esto sea importante, me estás interrumpiendo en un momento complicado...
—Theo, lamento interrumpir, pero necesito que vengas al rancho en Colorado lo antes posible —la voz de Robert, su tono urgente y preocupado, resonó a través del teléfono.
—¿Al rancho? ¿Qué sucede? —preguntó Theo, sintiendo una punzada de intriga y nerviosismo.
—Han ocurrido algunos problemas allí, Theo. Han encontrado animales muertos y varias áreas han sido vandalizadas. Además, es posible que necesitemos tu ayuda para revisar algunas cuestiones relacionadas con tu herencia —explicó Robert con seriedad.
Theo frunció el ceño, sorprendido y preocupado por la noticia. No había regresado al rancho en mucho tiempo, y la idea de enfrentar su pasado y sus memorias dolorosas no le resultaba atractiva en absoluto.
—Está bien, Robert. Haré lo posible por organizarme y tomar un vuelo cuanto antes. ¿Tienes idea de quién podría estar detrás de esto? —preguntó Theo, buscando más detalles sobre la situación.
—El capataz del rancho y sus hijos fueron quienes encontraron todo. Recuerda que ellos también son parte de la herencia, así que sería conveniente que estuvieras presente para resolver cualquier conflicto que pueda surgir —explicó Robert.
Theo asintió, comprendiendo la importancia de su presencia. Aunque no sabía exactamente qué esperar en el rancho, sabía que no podía eludirlo por más tiempo.
—Voy a organizarme y tratar de tomar un vuelo a Colorado lo más pronto posible. Aunque no prometo que me sienta emocionado por esto —dijo Theo, preparándose mentalmente para el viaje.
Después de colgar, se dirigió al baño donde Alex lo esperaba con una expresión comprensiva en el rostro.
—¿Todo bien, cariño? —preguntó Alex, preocupado por la llamada.
—Ha ocurrido algo en el rancho. Han encontrado animales muertos y vandalismo. Robert quiere que vaya allá para solucionarlo —confesó Theo, con una mezcla de nerviosismo y determinación en su voz.—Parece que no puedo evitar este asunto por más tiempo. Y no entiendo por qué Robert no puede ocuparse de todo.
Alex se acercó y lo envolvió en un abrazo reconfortante, apoyando su cabeza en el hombro de Theo.
—No puedes huir de tu pasado para siempre, mi amor. Sé que es difícil, pero estoy aquí para apoyarte en lo que necesites —dijo Alex sinceramente.
—Tienes razón, Alex. Iré al rancho y veré qué está pasando. Pero prométeme que estarás aquí cuando regrese —pidió Theo, buscando la seguridad en los ojos de su esposo.
Theo giró hacia él y lo abrazó con ternura, sintiendo la calidez del pecho de Alex contra el suyo.
Alex sonrió y selló la promesa con un beso suave en los labios de Theo.
—Siempre estaré contigo, no importa lo que pase. Afrontaremos esto juntos —afirmó Alex con convicción.
Theo asintió, agradecido por tener a Alex a su lado. Sin embargo, en ese momento de complicidad y conexión, Theo sintió un cosquilleo en su interior. Inclinándose hacia Alex, susurró en su oído:
—Sabes, creo que... tienes tiempo suficiente para llegar a esa cita, ¿no crees?
Una risa juguetona escapó de los labios de Alex, mientras arrinconada a Theo contra la pared y lo levantaba para dejar su culo expuesto.
El bullicio de la ciudad de Nueva York se desplegaba ante Theo mientras caminaba por las concurridas calles. Los rascacielos se alzaban majestuosos, contrastando con la vida agitada de sus habitantes. Era una ciudad llena de energía y oportunidades, y Theo la amaba por completo.
A pesar del clima todavía fresco, Theo se abrigó con una ligera cazadora, una camisa azul marino, pantalones de mezclilla y unos tenis rojos. Aunque pasaba desapercibido en medio de las celebridades que transitaban por la ciudad, Theo nunca trataba de ocultarse; después de todo, no era tan conocido y prefería moverse sin pretensiones.
La carrera de Theo como escritor de obras de teatro había florecido en la Gran Manzana. Sus historias cautivadoras y su talento para crear personajes complejos y creíbles le habían ganado reconocimiento en la industria teatral. Aunque solo había cosechado un par de éxitos hasta el momento, estaba seguro de que habría más triunfos en su futuro.
Llegó al teatro donde su amiga Olivia estaba dirigiendo el ensayo de una nueva obra. Aunque Theo no era el autor de esta pieza en particular, conocía al escritor y era amigo tanto de él como de Olivia. La obra en cuestión era una tragedia contemporánea, un género que no era su favorito, pero Theo siempre disfrutaba de buenas obras y estaba seguro de que esta sería una de ellas. Olivia era una directora talentosa y apasionada por el teatro, y Theo admiraba profundamente su trabajo.
Theo entró al teatro y se acomodó en una de las butacas traseras. Observó con entusiasmo cómo los actores y actrices ensayaban en el escenario, sumergiéndose en sus personajes y dando vida a la historia.
Sus ojos se detuvieron en un joven actor de cabello oscuro y ojos brillantes de un llamativo tono verde. El chico parecía estar en sus veinte años y emanaba una presencia magnética en el escenario. Sus habilidades actorales eran impresionantes, y Theo no pudo evitar sonreír cuando sus miradas se cruzaron por un instante, compartiendo un breve pero significativo momento de conexión.
Al finalizar el ensayo, Theo esperó a que Olivia saliera del escenario y se acercó a ella con una sonrisa sincera.
—¡Liv, ha sido increíble! —exclamó Theo, abrazando a Olivia con cariño—. Siempre me ha encantado cómo diriges, y estoy seguro de que esta obra será otro gran éxito bajo tu dirección.
Olivia le devolvió el abrazo con cariño y le dio un beso en la mejilla.
—Gracias, querido. Eres un amor —respondió Olivia con gratitud—. ¿Y qué te trae por aquí hoy?
Theo miró de reojo al joven actor que había captado su atención durante el ensayo, y luego miró de nuevo a Olivia.
—Oh, ya sabes, solo quería echar un vistazo y disfrutar del arte en acción. Además, siempre me emociona ver lo que estás creando aquí en el escenario —respondió Theo con una sonrisa traviesa.
Olivia rió suavemente y le dio un golpecito amistoso en el brazo.
—Siempre tan encantador, Theo. ¿Vamos a tomar un café y me cuentas más sobre lo que has estado haciendo?
Theo asintió emocionado y los dos amigos salieron del teatro juntos.
Caminaron por las animadas calles de Nueva York, compartiendo risas y conversación. Olivia le habló sobre el ensayo, mientras Theo la escuchaba con atención y admiración por su pasión y dedicación al teatro.
—Un chico, Tim, está en su primer papel importante —dijo Olivia con entusiasmo—. Le estoy dando consejos y tratando de calmar sus nervios. ¡Es tan adorable! Aunque tiene un poco de miedo escénico.
Theo soltó una risita comprensiva.
—Entiendo cómo se siente. Actuar en un escenario puede ser aterrador, especialmente al principio.
El recuerdo de sus experiencias en el escenario durante su infancia en el rancho le envió un escalofrío por la espalda, pero lo apartó rápidamente de su mente.
—Exacto, pero lo bueno es que hay otros actores más experimentados que están ayudando a Tim a superar sus nervios. ¡Incluso le mostraron una técnica de respiración para relajarse!
Theo sonrió, recordando cómo también había recibido consejos similares en su breve paso como actor.
Finalmente, llegaron a una pequeña y acogedora cafetería que ambos adoraban. Se sentaron en una mesa en un rincón tranquilo y esperaron a que les sirvieran sus bebidas.
—Cuéntame, Theo, ¿cómo va todo en tu vida? ¿Tienes alguna nueva obra en camino? —preguntó Olivia con genuino interés.
Mientras esperaban, Theo le habló a Olivia sobre su proceso creativo y los desafíos que enfrentaba al escribir su próxima obra.
—Llevo ya tres borradores, pero siento que algo todavía no encaja del todo. No quiero forzar nada, pero también siento la presión de seguir produciendo.
Olivia asintió comprensiva y extendió su mano para darle ánimo.
—No te preocupes, Theo. La inspiración llegará en su momento. A veces, solo tienes que disfrutar de la procesión y permitirte explorar nuevos caminos puede ser justo lo que necesitas para que todo fluya naturalmente.
Theo asintió, agradecido por las palabras de aliento de su amiga. Sus preocupaciones parecían menos pesadas cuando las compartía con Olivia.
Llegaron las bebidas, y Theo tomó un sorbo de su café mientras Olivia continuaba hablando.
—Además, recuerda que enfrentar tu pasado puede ser una fuente valiosa de inspiración. No puedes huir de tus recuerdos para siempre, y a veces, mirar hacia atrás puede ayudarte a crear historias más auténticas y poderosas.
Theo reflexionó sobre las palabras de Olivia. Si bien enfrentar su pasado no era algo que esperara con ansias, entendía que tenía un propósito mayor en su proceso creativo y en su crecimiento personal.
—Tienes razón, Liv. No puedo esconderme de mi pasado para siempre. Tengo que enfrentar mis demonios y tomar decisiones sobre el rancho y mi herencia —dijo Theo, tomando un sorbo de su café para fortalecer su determinación.
Olivia sonrió con orgullo y apoyo.
—Así se habla, Theo. Cuenta conmigo para lo que necesites. Estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino.
El resto de la tarde transcurrió en medio de conversaciones animadas, risas compartidas y una sensación reconfortante de camaradería. Theo se sentía agradecido por tener a Olivia y a Alex en su vida, dos personas que lo inspiraban y lo respaldaban en momentos difíciles.
Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse y las luces de la ciudad comenzaron a brillar, Theo y Olivia decidieron despedirse por el día.
—Gracias por este rato, Liv. Siempre logras levantarme el ánimo y darme una perspectiva fresca —dijo Theo, abrazando a su amiga con cariño.
Olivia correspondió al abrazo con entusiasmo.
—El placer es mío, querido. Sabes que siempre estaré aquí para ti. Y no olvides que tienes a Alex también, él siempre te respaldará.
Theo asintió, con una sonrisa en el rostro.
—Lo sé. Tengo mucha suerte de tenerlos a ambos en mi vida.
Con esa sensación de gratitud y fortaleza, Theo y Olivia se despidieron y cada uno continuó su camino en la ciudad que nunca dormía. Theo sabía que había desafíos por delante, pero también tenía confianza en que estaba rodeado de personas que lo apoyarían sin importar lo que viniera.
Mientras se alejaba de la cafetería y se sumergía nuevamente en las concurridas calles de Nueva York, Theo estaba decidido a enfrentar su pasado, resolver los problemas en el rancho y encontrar la inspiración que necesitaba para su próxima obra. Con el amor y apoyo de Alex y Olivia, sabía que podía superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
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