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No Me Odies

Uno

Denisse Taylor era una chica como otra cualquiera, tenía el pelo rojo, aunque no de un tono fuego y una piel tan blanca que a veces parecía rara, sin contar un gran lunar en forma espiral que adornaba la parte trasera de su cuello, había nacido en Inglaterra,  y vivido toda su vida allí,  hasta que por alcanzar su sueño, se fue con su tía a Los Estados Unidos.

Toda la vida había querido estudiar Ingeniería Naval, los barcos eran un tema que la mantenía por horas embobada frente a un libro o una pantalla, y no sólo desde el punto de su belleza estética, también su construcción,  la instalación y el uso de las maquinarias, todo lo que tenía que ver con ellos le atraía,  pero por desgracia en su país natal aquello era un sueño inalcanzable para ella que no había nacido en una familia rica,  por eso se montó en un avión y decidió cambiar de vida sí o sí.

Al llegar a su destino no todo se le hizo tan fácil como esperaba, tenía a su tía que vivía allí hacía muchos años y ella la acogió con cariño, pero al final terminó estudiando secretariado y por azares de la vida, siendo la secretaria de el dueño de una gran empresa naval,  lo que la ayudó a conseguir una beca para comenzar su sueño y estudiar después de salir del trabajo.

En busca de su tan soñada carrera pasaban los días en la vida de Denisse sin pensar en otra cosa que no fuera trabajar y estudiar, quería terminar pronto, y terminar como una de las mejores, y aunque sin tiempo para nada, una noche en la biblioteca de la universidad conoció a Damián, un joven dos años mayor que ella, pero que tenía unos intereses similares, ser el mejor en lo que estudiaba.

Una noche de biblioteca se convirtió en muchas más y un día él la convidó a salir, y ella que nunca se había dado la oportunidad ni siquiera de mirar a un chico desde que había llegado a los dieciocho años a aquel país, y ya habiendo cumplido sus veinte, no vio nada malo en aceptar.

Una invitación vino seguida de otra, y otra y una noche sin más él le pidió que fuera su novia y ella que ya había dejado entrar una ilusión en su vida aceptó.

Y así ya habían pasado dos años, él ya se había graduado, y aunque no lograba su anhelo de tener una empresa propia, trabajaba día y noche en eso y ella en unos meses lograría su sueño de ser la ingeniera que siempre quiso.

La pareja hacía tiempo ya venía planificando que antes de que ella se graduara, se casarían,  dos años de relación lo veían suficiente,  y más no querían esperar, sobre todo porque nunca habían llegado a la cama, era un acuerdo que tenían entre los dos de dejar la sorpresa más grande para la noche de bodas, según él la virginidad de la mujer era una parte importante en un matrimonio.

Pero la sorpresa más grande la recibió ella dos días antes de la celebración, cuando recibió un mensaje de WhatsApp de su novio, diciéndole que lo sentía mucho pero que no se iba a casar.

Para ella fue duro, ella lo amaba, él no le había dado ninguna explicación y por mucho que lo llamara nadie contestaba a su teléfono, y en el departamento en donde vivía el portero le dijo que el día antes el chico había sacado todas sus cosas y se había mudado, a dónde,  no dijo.

Su tía la consoló diciéndole que no se preocupara, que todo iba a mejorar,  y que por suerte no había sido tan cabrón de dejarla esperando en el altar, que al menos avisó antes para poder cancelar todo, la pobre mujer no sabía que inventarse para no ver a su sobrina llorar, ella no se lo merecía,  pero si por un momento ellas pensaron que aquello era lo único,  se equivocaron.

Al otro día Denisse recibió una llamada de la agencia inmobiliaria que habían contratado para escoger la casa que comprarían para ir a vivir después del matrimonio. La agente la llamaba para indicarle que ese era el último día para hacer el depósito de la entrada para la casa que ellos habían escogido o se la cedería a otro comprador y ella no entendía nada, ella había transferido cincuenta mil hacía una semana a una cuenta conjunta que habían abierto ella y Damián para los pagos de todo lo que tuviera que ver con la casa, querían una hipoteca baja y los dos pondrían una cantidad similar.

- Lo siento señorita,  nosotros no hemos recibido nada de lo que me habla.- fue todo lo que pudo decirle la mujer y la chica colgó.

Rápidamente tomó otra vez el teléfono y marcó las claves de aquella cuenta conjunta,  y lo que vio en la pantalla la horrorizó, estaba vacía,  no solo faltaba el dinero de la casa, también el de el auto que habían decidido comprar y todo lo de la boda, resumiendo, junto con sus ilusiones, él se había llevado todo el dinero que había depositado para hacer más fácil la vida de casados, y ahora estaba segura que no la había dejado totalmente limpia por que él nunca supo como acceder a su otra cuenta, donde ella iba poniendo todos los ahorros que con mucho esfuerzo había logrado juntar.

Después de mirar lo de la cuenta llamó a la empresa encargada de la boda y allí le dijeron que los pagos nunca llegaron y que hacía dos días el novio había llamado para cancelar todo diciendo que se había roto el compromiso y pagó solamente la cuota por la cancelación.

Ella se sentó al borde de la cama derrotada, no entendía como Damián había podido engañarla de aquella manera, habían hecho tantos planes juntos,  habían hablado de hijos, de luchar sin cansancio para que él lograra su sueño de tener una empresa propia y hacerla grande, incluso su jefe le había prometido que cuando supieran que empresa iban a colocar él los ayudaría poniéndolos en contacto con los representantes de el ramo que escogieran, no entendía como el hombre había sido tan ruín con ella, como había podido hacer todo aquello sin pensar en lo que le iba a causar.

Su teléfono sonó y vio que era un mensaje, lo leyó y dejó escapar una sonrisa triste, era de la tienda dónde había comprado el vestido de novia, le avisaban que ya podía recogerlo y pensó que al menos eso no se lo había llevado, algo le devolverían del pago que realizó para ella no retirarlo.

Después de ese siguieron entrando mensajes, los del catering querían saber si lo querían todo para la hora acordada pues no podían contactar con la organizadora de la boda,  al parecer la mujer, al recibir la cancelación de sus servicios no se había ocupado de llamar a todos los otros implicados, y lo mismo el auto de las damas de honor y hasta el sacristán de la iglesia en la que se celebraría la ceremonia.

- Denisse- entró su tía a la habitación con una cara peor que la de la chica.

- Por favor tía,  no me digas que sucede algo más,  no creo soportar mucho.- le pidió con ganas de volver a llorar.

- Quisiera decirte que no hay ningún problema más y que puedes olvidarte de todo, pero no es así,  tenemos que llamar a los invitados,  no es que sean muchos,  pero no podemos hacer a algunos venir hasta aquí para encontrar nada, ya le avisé a tus padres- le dijo llegando hasta ella y sentándose a su lado- Por suerte salían para el aeropuerto en ese momento, tu madre quería venir, pero no la dejé- la madre de Denisse estaba enferma y esa era otra de las razones de este matrimonio,  que su madre la viera felizmente casada antes de morir- No sé si estás de acuerdo, pero solamente le avisaremos a los invitados de nuestro lado, los otros si el sinvergüenza no les avisó que vengan por gusto, no me interesa.

- Tía,  no me importa, mientras a menos gente le tenga que avisar mejor,  vamos a comenzar, así apago mi teléfono lo más pronto posible a ver si puedo descansar de esta pesadilla y no recibir un mensaje más de todas las calamidades que dejó atrás Damián sin importarle nada.

Dos

Dos días después del que se debía celebrar el acontecimiento más feliz de la vida de la chica, ella estaba acostada en una tumbona a la orilla de la piscina de uno de los tantos cruceros de lujo que pertenecían a la familia Roberts, empresa para la que trabajaba.

Ese viaje había sido el regalo de matrimonio de su jefe, todo un mes en la suite principal del barco, la que se reservaba solo para la familia dueña, con todos los gastos cubiertos y escatimando en nada, ella podía sentirse una reina por esos días y nadie le reclamaría.

La chica se había negado a recibir el regalo después de los últimos acontecimientos,  incluso se había presentado a trabajar el día que debía de celebrarse la boda, lo que menos quería era quedarse en su casa revolcándose en su dolor, pero para su sorpresa la recibió un enfadado señor Roberts,  ordenándole que se fuera a buscar su maleta,  que él mismo la llevaría hasta el crucero para asegurarse de que subía a bordo.

Su jefe era ya un hombre mayor,  viudo desde hacía muchos años, y solamente tenía un hijo al que había terminado de criar él sólo después de la muerte de su esposa, un hijo al que nunca veían por la empresa aunque el padre se lo pidiera, él tenía otras funciones que cumplir y prefería no estar detrás de un escritorio.

Y allí estaba Denisse sola, subió al crucero bajo la amenaza de que de no hacerlo sería despedida y aunque ella sabía de sobra que el señor Roberts no lo haría,  obedeció,  ya no le quedaban fuerza para discutir y menos con alguien que se había portado con ella como un verdadero padre desde que había comenzado a trabajar en aquella empresa.

- Es muy agradable estar aquí- le dijo un hombre acostado en la tumbona de al lado de la suya y la chica quiso pensar que no le hablaba a ella- A veces necesitamos alejarnos de todo y descansar.- ella siguió sin mirarlo y sin contestar.- Y conocer gente que no imaginamos.- Denisse ni siquiera lo miró,  tomó su toalla y se fue del lugar, no quería hablar con nadie y menos con un hombre, su agradable habitación y un buen libro eran lo mejor para ella.

Cuando cayó la noche salió a cenar, buscó una mesa apartada y se sentó sola, pero en esa ocasión no perdió la oportunidad de mirar a las personas que tenía alrededor en aquel viaje, todos reían,  parecía que aquel era un mundo paralelo al que ella estaba viviendo en ese momento, un mundo en el que nadie tenía preocupaciones o nadie sufría por nada.

- ¿Puedo sentarme aquí?- escuchó la misma voz de la piscina.

- Puede hacerlo, ya me voy.- le respondió y se levantó sin mirarlo como la vez anterior.

Después de salir de allí Denisse decidió dar una vuelta por la parte superior del barco, todo estaba tranquilo, la noche era hermosa y la brisa del mar le daba en la cara sin molestar,  era un paraiso para ella, sin embargo no estuvo todo lo relajada que hubiera querido,  en todo momento tuvo la sensación de que la observaban.

Otro día de despertar en la ciudad flotante perteneciente a los Roberts,  otro día que salió a caminar la chica, pero esta vez todo lo bajo que se le permitió llegar, quería escuchar el sonido de los motores del barco, eso era música para sus oídos,  debido a el puesto que tenía en la empresa y a los estudios que casi terminaba, sabía ciertas cosas propias de las embarcaciones y el sonido que emitía cada parte era importante para conocer sobre su funcionamiento.

Denisse estuvo todo el día yendo y viniendo en lugares en los que podía saber de la embarcación y a pesar de que se seguía sintiendo vigilada,  pasó el día en paz, sin pensar en todo lo que le había ocurrido a lo largo de la semana y que quería mantener alejado de su mente.

En la noche volvió a subir a la parte más alta del barco, y esta vez no se sentó en una de las sillas preparadas para descansar,  esta vez buscó un lugar donde no molestara el paso y se acostó en la cubierta mirando al cielo estrellado.

- El cielo es hermoso visto desde un lugar como este.- volvió a escuchar la voz del misterioso hombre parado a su lado.

- ¿Me está siguiendo?- le dijo sin miedo alguno al extraño sujeto al que no se había molestado en mirar ni una vez- Si es así quiero saber por qué,  a lo mejor lo saco de dudas y puede seguir su camino y olvidarse de mi.

- ¿Por qué la estaría siguiendo? Estamos en un crucero, somos como vecinos, nos podemos encontrar sin querer.- trató el hombre de disuadirla de su creencia persecutoria.

- Este crucero tiene más de dos mil camarotes en sus dieciocho pisos; en cada uno de sus pisos tiene una piscina , varias tiendas y un restaurante entre otras cosas, y usted intenta convencerme de que nos estamos encontrando por casualidad.- le dijo con sarcasmo.

- Si que sabe usted de cruceros. - le contestó el hombre.

- Si que sabe usted como desviar una conversación para llevarla a donde quiere.- él ahora no contestó nada, en cambio se tumbó en la cubierta al lado de ella.

- Espero que no le moleste que me quede aquí a mirar las estrellas.- le habló bajo, pero con un volumen que ella escuchó perfectamente.

- No se preocupe,  no soy la dueña del barco, puede ponerse donde quiera,  solo deje de seguirme o me obligará a no salir de mi camarote.

- ¿Tan mal le sienta que le hablen?- le preguntó y la chica no le contestó nada- Vamos a hacer un trato, podemos hablar por una semana, encontrarnos por casualidad en cualquier lugar del barco, compartir la cena, o la comida, o el desayuno,  lo que prefieras, no tienes que contarme nada de tu vida ni yo le contaré de la mía,  pasar las noches aquí viendo las estrellas y conversando de cualquier cosa que se nos ocurra, y si después de una semana, sigue odiando que le hable,  la dejaré tranquila y no insistiré más. - ella siguió en silencio, sin ni siquiera virar el rostro para mirarlo- ¿No le parece un trato justo?- volvió a preguntar.

- ¿Me jura que me dejará en paz?- le contestó con otra pregunta.

- Lo haré,  pero tenga en cuenta que intentaré por todos los medios hacerla cambiar de opinión. - él se había girado y estaba acostado de lado,  con la cabeza apoyada en su mano izquierda.

- Quiero decirle que no me sienta mal que me hablen, pero necesito estar callada, y al parecer usted no conoce de sutilezas, sólo por eso acepto la locura de trato que me está proponiendo y del que todavía no sé que gano yo.

- ¿Cómo qué que gana? Hablar conmigo ¿ Le parece poco?- la chica sonrió sin voltear la cara a mirarlo- La vi sonreir, no lo puede negar, ya no soy tan pesado, aunque sea de payaso le sirvo.

- Sí,  aunque sea eso.- le dijo y siguió mirando al cielo estrellado.

- ¿Ahora que ya tenemos un trato puedo saber su nombre?

- Denisse- le contestó.

- ¿Sólo Denisse ?

- Solo Denisse.

- Bueno solo Denisse,  aunque no hayas preguntado el mío soy Arthur Davies, y es un gusto compartir contigo este espacio en medio del mar- le extendió la mano derecha y ella levantó la suya sin voltear a mirarlo.

Tres

Denisse desayunó como los días anteriores temprano, estaba acostumbrada a levantarse siempre con el amanecer y hacerlo en aquel lugar era un privilegio, ver el sol salir contrastando con el mar era un espectáculo que merecía la pena ser visto y ella no lo desaprovecharía.

- Buenos días solo Denisse- le dijo Arthur al encontrarla en la puerta del restaurante cuando ya ella salía y él llegaba- ¿Ya terminaste?- le preguntó extrañado por la hora, él pensó llegar temprano para esperar por la chica.

- Sí,  me gusta desayunar temprano y ahora voy a caminar.- le respondió.

- Espero poder encontrarte cuando yo termine,  no te escondas.- bromeó con la chica.

- No me voy a esconder, pero tampoco voy a estar esperando a que aparezcas, lo siento pero yo tengo mis planes.

- ¿Y esos planes incluyen...?- preguntó curioso.

- Caminar y ver lo que me interesa.- le contestó sin concretar nada.

- Eres dura,  no me das ni una pista.- se quejó el hombre.

- Lo siento, pero yo te advertí que no me interesaba tenerte pegado a mi.- volvió a aclararle ella.

- Ya veo, tendré que luchar y encontrarte entre la gente, me gustan los retos.- le sonrió mostrando una hilera de dientes perfectos.

- Hasta luego, a lo mejor nos vemos. - le dijo la chica y se fue.

El hombre siguió al interior del restaurante y un momento después tenía delante de él al gerente principal del crucero.

- Señor Roberts- le dijo y el hombre de pelo castaño lo miro furioso.

- Le dije bien claro que no me llamara por mi nombre.

- Lo siento señor, es que no sé como decirle.- intentó disculparse.

- No creo que usted deba saberse el nombre de todos los huéspedes del barco, solamente no me diga ninguno, y ya que empezó, termine y diga que quiere.- escuchar su verdadero nombre lo había enfadado bastante, eso podría acabar con sus planes.

- Señor, es que tenemos un problema con una de las cajas fuertes de uno de los camarotes vip.

- Y yo tengo cara de reparador de cajas fuertes, vamos a dejar muy claro algo, esta vez yo estoy de vacaciones,  no me moleste con cosas de trabajo,  entendió.

- Si señor- fue lo único que respondió el gerente y lo dejó solo para que desayunara.

Y sentado en aquella mesa el hombre analizaba su presencia en el crucero, su nombre no era Arthur Davies como le había dicho a Denisse,  ni siquiera sabía de donde le había salido nombrarse así,  en realidad el no era otro que  Óscar Roberts único heredero de la Naviera Roberts,  fundada por su abuelo y que en estos momentos se encontraba bajo el mando de su padre.

Había llegado como otras tantas veces de imprevisto a uno de los cruceros de su familia y se encontró con la sorpresa de que la habitación que le correspondía estaba ocupada, y al preguntar el nombre de la persona que la usaba se quedó de piedra,  era la secretaria de su padre.

Ellos nunca se habían visto personalmente, pero él sí la conocía, en más de una ocasión,  mientras hablaba en videollamadas con su padre la había notado pasar de un lado a otro poniendo en orden las cosas de la oficina, y siempre le llamó la atención la forma desenfadada que el viejo señor Roberts hablaba de ella, lo que lo llevó a creer que eran amantes,  pero de eso a darle un lugar que le corresponde solamente a él iba mucho, por eso decidió que se haría pasar por quien no era y le demostraría a su padre que ella no era más que una oportunista que buscaba aprovecharse de él.

La chica parecía hacerse la muy poco accesible,  pero él estaba seguro de que tarde o temprano la vería caer, y ese sería su momento, el que iba a estar esperando con toda la calma del mundo, él era un león en los negocios y en la vida, y un león analiza a su presa, espera y cuando la tiene acorralada, ataca, pero ataca para quedarse con todo, no para ver como escapa.

Terminó de desayunar con sus pensamientos y agradeció que poca gente de la tripulación lo conociera, por lo generar los que atendían personalmente a los huéspedes variaban mucho, eran estudiantes que necesitaban dinero para algo o simplemente querían darse el lujo de viajar en un lugar que no podían pagar y aunque tuvieran que trabajar, cuando estaban en su horario de descanso podían usar las instalaciones,  así que eso lo dejaba con muy poca gente que pudiera reconocerlo y si la chica no lo había hecho hasta ahora es que no tenía idea de quien era él.

Salió a la cubierta de ese piso y peinó con la vista el lugar, y como se imaginó no la encontró así que pensó,  situaciones desesperadas, llevan medidas desesperadas, y se dirigió a la oficina del capitán sabiendo que allí podía encontrar la solución a su primera dificultad del día.

- Buenos días capitán. - lo escuchó hablar un fornido hombre al que le adornaba la cabeza más de un pelo plateado.

- Señor Roberts,  esta visita la recibo casi siempre al final del viaje ¿ Qué lo trae por aquí tan pronto?- preguntó extrañado el hombre, pues el joven siempre que viajaba con ellos iba a hacer una revisión de todo lo que había sucedido en la travesía,  pero no a los tres días de zarpar.

- Hoy he venido por otra cosa, necesito su cámara un momento- el hombre lo miró extrañado, era una petición muy rara, aunque siendo el dueño no era un secreto para él que en la oficina del capitán había un acceso a todas las cámaras del barco.

El hombre de blanco se acercó a su ordenador y tecleó una clave.

- Toda suya- le dijo y vio al joven buscar la cámara del uno de los restaurantes,  se detuvo en una chica que salía y así la fue siguiendo piso por piso hasta llegar a donde se encontraba en estos momentos.

La chica estaba en el lugar más bajo que se le permite el paso a los huéspedes,  y hacía algo que al capitán y su acompañante les pareció raro, tocaba la pared que daba al interior, pero era como si la acariciara, y pegaba su oído a ella.

- ¿Qué hace?- dijo el capitán más para sí que para recibir una respuesta.

- Creo que escucha, pero ahí no hay más nada que el ruido de los motores.

- Sí,  por eso los huéspedes no llegan nunca hasta ahí,  no es algo ensordecedor,  pero mucho rato se convierte en molesto.

- Gracias capitán- le dijo el joven y salió rápidamente de la oficina dejando al hombre lleno de dudas.

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