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La Niñera

Un poco de mi

Mi nombre es Clara Sarmiento tengo apenas 19 años, por un tiempo mi familia era feliz mi mamá mi papá los hermanos y yo, pero la felicidad no lo es todo.

La vida nos pone diferentes tipos de pruebas las cuales nos dan un nuevo sentido y nos permiten saber quiénes están a nuestro lado, en las buenas y en las malas. Mi padre era un constructor lo querían mucho, pero desgraciadamente una noche antes de llegar a casa un auto lo arrollo.

El muy bastardo se dio a la fuga, o eso fue lo que dijeron los policías. Él estuvo dos semanas en el hospital y como resultado fue que el accidente lo dejó parapléjico.

Al llegar de nuevo a casa mi madre nos tenía una gran sorpresa, sus maletas estaban listas, no nos dio una explicación lo único que dijo fue que no quería vivir con un hombre incompleto, que ella ya tenía a alguien que le daba todo. Dos meses después mi hermano mayor nos dejó, se aburrió de tener que mantenernos.

Y sin más, a mi me tocó empezar a buscar trabajo, mi hermana menor estudiaba mi papá, se quedaba en la casa ayudándome a los quehaceres, bueno a los que podía hacer.

- Hola papá buen día. - mi papá a pesar de que no tiene que hacerlo, me espera a las cuatro de la mañana.

- Como estuvo tu trabajo.

- Agotador, es fin de semana y el bar se llena mucho más.

- Lamento mucho que tengas que trabajar - una discusión que ya hemos tenido, no le gusto la idea de que trabajará en el bar, pero mi amiga fue lo bastante amable para ofrecerme el trabajo en uno de los bares de su papá.

Es un poco peligroso, hay días buenos y días malos, tener que lidiar con borrachos no es lo que hubiera querido, pero que más da, hay que comer y pagar las cuentas.

- No te preocupes, vamos a salir de esta, lo del bar es temporal. - le doy un beso en la frente. - voy a descansar dos horas para poder llevar a Sara al colegio.

- Ve a descansar mientras tanto yo prepararé el desayuno.

Los días pasaban y las cosas iban bien, mi papá estaba feliz y mi pequeña hermana también.

- Hola Clara, no se te olvide que hoy tienes que atender la zona VIP. - mil veces preferiría atender las zonas públicas que esa.

Los hombres ricos creen que por tener dinero pueden tratar a las mujeres como quieren, más se una sé nuestras compañeras al terminar el turno se ponen a llorar, porque han sido golpeadas, manoseadas y hasta violadas. Mental mente me voy preparando para la larga noche, que voy a tener.

La noche avanza y la sala comienza a llenarse poco a poco, celebridades, políticos, importantes empresarios van llenando el lugar.

- Señorita por favor me puede traer una botella de vino.

- Si señor. - mientras me alejo el muy maldito me da un golpe en las nalgas, sé que tengo que aguantar, todo para no perder el trabajo.

Indignada salgo de la sala y voy a recoger el pedido, mis compañeros ven mi estado de ánimo y ya saben lo que está pasando.

- Ya empezaron.

- Sí.

- Trata de no quedarte mucho tiempo, así no tendrán tiempo de hacerte nada.

- Está bien Arturo haré lo que me dices.

Tomo el pedido y entro a la sala de nuevo, el olor a trago me comienza a marear, y no solo eso, en las mesas hay evidencia de que están consumiendo drogas.

- Mamacita venga y se sienta con nosotros.

- No se preocupe estoy trabajando.

Mientras camino hacia la salida de la sala más y más hombres se van interponiendo en mi camino. A punto de llegar a la salida un hombre se interpone en mi camino.

- No vas a salir de acá, hasta que complazcas a todos nosotros.

Llena de miedo retrocedo y entro en una de las habitaciones, un hombre guapo se encuentra sentado y no se inmuta cuando entro, pero eso no detiene a los demás hombres que entran como si nada.

- Que pensaste, que este hombre te salvaría, que equivocada estás pequeña. - no puedo dejar que me toquen, sé que puedo perder mi trabajo, pero nadie me va a haber daño.

El hombre sigue sentado sin mover un músculo, mientras que los demás se acercan yo tomo una botella que está cerca de mí y sin pensarlo dos veces la rompo.

Este gesto hace reír a los hombres, muerta de miedo por dentro, y sin dejar que se le acerquen atacó, no es mucho lo que puede haber, pero vale la pena ya que me da tiempo de llegar a la puerta y salir corriendo hasta la parte principal del bar.

Los demás meseros al ver mi estado y sé que tengo sangre en mis manos y ropa, corren a ayudarme.

- Clara que está pasando, estás herida.

- Yo... yo.

En estado de shock me dejó caer en el suelo, el caos se apodera del lugar, en mi mente están las imágenes de todos los hombres rodearme.

- Como es posible que tengan una persona tan agresiva trabajando acá, miren como nos ha dejado, pero se van a enterar de nosotros, no volverá a abrir este maldito lugar.

- Señor por favor le pido disculpas esto no volverá a pasar. - me sobresalto al escuchar la voz del gerente. Este es mi fin.

- Claro que no, está acabado.

- Por favor señor, hablemos decentemente, los gastos de esta noche corren por nuestra cuenta y les voy a pagar las camisas que ella dañó, pero no me vaya a cerrar.

- La quiero a ella. - el bastardo me señala, mientas me pongo de pie dos de los guardias del lugar me cogen de los brazos y comienzan a arrastrarme, nuevamente hacia la zona VIP.

- Usted no puede estar de acuerdo con esto, yo no soy un objeto que puede ofrecer cuando quiera.

- Cállese, usted cumple con lo que los clientes quieren y punto.

- No quiero hacer esto. - mis ojos se comienzan a llenar de lágrimas. Por mas que luche no puedo salir de esta, resignada a mi maldito destino, así que dejo de luchar.

Cap 2

Detengan está mierda ahora mismo - ahora sí habla el maldito insensible de hace un rato.

- Que pena señor Rodrigo Santo Domingo, pero usted no debería de meterse en lo que no le importa.

A pesar de que las luces del lugar son tenues, puedo ver en sus ojos una frialdad que nunca había visto, si yo estuviera delante de este hombre daría un paso atrás y haría lo que él dice.

Los hombres que me sostienen reanudan su marcha nuevamente, esto no pasa desapercibido por él señor Rodrigo quién con una sola mirada los detiene.

- He dicho que se detengan, o es que no escucharon.

- Y yo le he dicho que usted no se meta, puede que sea uno de nuestros mejores clientes, pero eso no le da derecho de intervenir, prefiero que usted se vaya del lugar y no vuelva.

- Se ve que no ha hablado con Sergio. - ese es el padre de mi amiga. - Yo soy el socio mayoritario de este lugar, desde hace un par de semanas.

El lugar se queda en completo silencio, es una noticia, que al parecer nadie esperaba. Sé que el nombre de Rodrigo lo he escuchado en algún lado, sé que es importante, pero de dónde no lo sé todavía.

- Suelten a la chica. - los hombres hacen caso, pero antes de que yo pudiera siquiera dar un paso. - No vuelva a poner un pie en este lugar, si lo hace las consecuencias van a ser muy graves para usted.

Miro por última vez aquel lugar y salgo sin decir una sola palabra, el frío de la madrugada me recibe y por fin puedo llorar libremente.

Me siento de cierta manera feliz, por lo que acaba de pasar, pero al mismo tiempo no sé que vaya a hacer el cobro de las facturas no se va a detener y mi padre hace lo que puede también para ayudarme.

En el momento en que me he calmado, saco mi celular y pido un taxi, mientras espero a que llegue un hombre alto, guapo no se puede negar que el señor Rodrigo tiene su encanto.

Cómo si él sintiera mi presencia se gira y me mira, al igual que en el interior del bar su mirada me atraviesa, pero no de una manera agradable. Unos segundos bastan para que me quede sin aliento ante tal situación. Su desprecio por mi presencia se le hace tan notable que vuelve a concentrarse en su camino.

Los hombres a su alrededor le hacen la venía, como si fuera un presidente o hasta un maldito príncipe, hombres ricos, se creen que por tener dinero pueden humillar al resto del mundo. No puedo negar que me acaba de salvar, pero lo que hizo adentro lo acaba de borrar con una sola maldita mirada.

Al igual que el mío taxi llega y ambos nos subimos a nuestros respectivos autos, no sé cómo mi padre va a tomar está noticia, la vida sigue y tenemos que afrontarla de la mejor manera.

- ¿Por qué tan temprano en casa?, te esperaba hasta dentro de dos horas. - siempre pendiente de mí.

- Salí temprano, no me sentía muy bien. - trato de ofrecerle la mejor sonrisa que puedo.

- No me ocultes la verdad, sabes que podemos hablar de lo que sea. - como no amar a este hombre si sabe de qué manera me puedo sentir y a pesar de todo me apoya y nos ama también.

- Me despidieron.

- Y sea lo que hayas hecho se lo merecen. - por mi mente pasan los momentos en los que rompí la botella y lastime a un bastardo. - Algo muy bueno o muy malo paso, y lo disfrutaste.

- Bueno papá.

Mientras tomábamos un café, le conté lo que había pasado, estaba realmente furioso por lo que hizo mi jefe y agradecido con aquel hombre.

Mi padre me da un abrazo fuerte y me dice que todo va a salir bien. Con tantas cosas en las que pensar, no puedo dormir nada.

Los días pasan, por mi corta edad y falta de experiencia no me salía nada. Es que hasta para servicios generales requerían experiencia. Solo había una persona a la que podía llamar.

Es una gran persona, estudiamos juntas en el instituto, a pesar de tener bastante dinero, su humildad estaba por encima de todo, cuando nos graduamos me dio su número y me dijo que cuando necesitará algo la llamara.

- Hola Silvia cómo estás. - al otro lado del teléfono se escucha un grito de alegría.

- Hola Clara cómo estás, me enteré de que estabas trabajando en uno de los bares de mi padre pero...

- Me despidieron, si eso pasó. - sé que ella sabe el resto de la historia, pero no quiero profundizar en el tema.

- Lamento oír eso, pero sé que no me llamaste para hacer una visita social. - la humanidad solo tiende a buscar a las personas cuando necesitan un favor, y eso estoy haciendo.

Soy como el resto de la humanidad, y me da asco serlo, pero es mi última opción.

- Estás en lo cierto y lamento mucho tener que comunicarme contigo solo para pedirte un favor, pero no sé a quién más recurrir.

- Dime cuánto dinero necesitas. - casi boto el teléfono, ella piensa que le voy a pedir dinero y tengo que aclarar esto.

- No necesito dinero, sé que no es mi mejor situación, pero no es eso lo que quiero.

- Si no es dinero, entonces que es.

- Sé que tienes varios contactos y la verdad me urge un trabajo, no importa si es de servicios generales, la verdad es que he estado pasando hojas de vida y nada, y sé que si es con una recomendación puede ser más fácil.

- Está bien, cuando sepa algo te llamo y por favor no dejes de llamarme si tu situación no mejora.

- Gracias Silvia eres un ángel.

Después de adelantar un poco de chisme por teléfono, cuelgo y me voy a descansar, puedo estar segura de que ella me va a ayudar.

Los días pasaban y nada que me salía trabajo, mis pocos ahorros ya se estaban agotando y la renta del apartamento la teníamos atrasada.

Decepcionada y abatida por la situación tomé la decisión de salir a la calle y vender postres, duraba el día completo tratando de venderlos pero lo lograba.

- Hola pequeña cómo estás.

Mi cansancio se desvanece apenas poner un pie dentro de esa casa, ver la sonrisa de mi hermana me pone feliz.

- Hola hermanita, vendiste todo.

Antes de poder responderle mi teléfono suena y al ver de quién se trata me alegre mucho.

De frente contra el monstruo

Podría ser que está llamada me diera un alivio a la situación que estábamos viviendo.

- Hola Silvia cómo estás.

- Bien y tú.

- Muy bien. - no es del todo cierto, pero ella no debe enterarse sobre mi situación.

- Te tengo una buena noticia, uno de los socios de mi padre necesita una señora de servicios generales, sé que me dijiste que si salía de eso lo tomarías.

- Claro que sí me interesa. - estaba feliz menos podía tener un ingreso más alto.

- Es en una empresa, te envío los detalles por mensaje y cuando tengas un tiempo libre podemos salir a tomar algo.

- No sé cómo voy a hacer para pagarte este favor tan grande.

- Por ahora ve a la entrevista sé que te van a contratar, después hablaremos de como me vas a pagar.

- Eres un ángel en verdad.

Me despido de ella prometiéndole que en cuanto tenga un tiempo libre la llamaría para poder salir a divertirnos un buen rato.

Con esta buena noticia, mi ánimo sube y en todo el día me la paso pensando en la entrevista, mi padre y mi hermana estaban muy contentos.

Por ellos daría cualquier cosa, con tal de sacarlos adelante, son mi felicidad y pilar, los que impiden que me derrumbe por momentos. Nunca los abandonaría, no como lo hicieron mi madre y mi querido hermano. La familia es lo primero y sin ellos lo que deben de estar ahí en las buenas y en las malas, pero no siempre es así.

Con una energía renovada me dirijo a la dirección que me dio Silvia, el edificio es muy opulento, nadie de mi nivel social podría algún día llegar a tener algo tan grande. Aunque no me desanimo, si logro trabajar duro y ahorrar lo suficiente puedo estudiar y tener un mejor trabajo.

- Buen día, señorita, vengo a ver a la señora Rebeca.

- Tú eres Clara la recomendada de la señorita Silvia.

- Si señorita, soy yo.

- Te están esperando, en el segundo piso oficina 206.

- Muchas gracias.

Nerviosa tomo el ascensor hasta el segundo piso, mientras busco la oficina, veo a una señora con una carriola y en ella hay dos hermosos niños, deben de ser de alguien importante no todos acá podrían traer a sus hijos.

Al llegar a la oficina tomo aire y llamo a la puerta, desde adentro me responde. La señora Rebeca es una persona muy amable, me pregunta sobre mi familia y el porqué no estoy estudiando, le cuento parte de la historia, ella es como una hermosa madre su forma de hablar y de tratarme es lo que yo hubiera deseado.

- Vamos, te voy a entregar tu uniforme y a decirte que es lo que tienes que hacer, como vienes recomendada vas a trabajar en el piso superior, no todos podemos estar en ese lugar, solo gente de entera confianza.

Asiento y la señora Rebeca me lleva a conocer todo el edificio, me muestra las zonas comunes y en las que por seguridad no puedo entrar.

Al llegar al piso de arriba, nos recibe una hermosa recepción y también hay un par de puertas enormes, algo muy hermoso y que de seguro toca mantener impecable.

- Y acá estamos, tienes que mantener todo en orden, las oficinas abren a las 5 de la mañana, son las primeras que tienes que limpiar los dueños llegan a eso de las 9 de la mañana. No les gusta llegar y que sus oficinas estén sucias, también tienes que tener en cuenta que mientras ellos estén acá tú por ningún motivo te debes dejar ver.

En serio esto es una locura, como pretenden que se haga el aseo y se mantenga todo limpio si ninguno de los dueños me puede ver cuando se encuentren acá.

- Hay tres turnos, empezaras con el turno de la mañana.

- Si señora.

Los días siguientes se me hacen un poco duros, la limpieza de las oficinas no es nada sencillo, son bastantes grandes y no solamente toca limpiar el escritorio y el piso, también hay que quitar el polvo de las dos grandes bibliotecas que cada una tiene.

Y como la señora Rebeca dijo a los dueños no les gusta ver a nadie de servicios generales cuando están en la oficina. Lo pude comprobar una semana después cuando estábamos cambiando de turno, la muchacha a la que le iba a recibir salió en el mismo momento en el que los dueños salían y se regaron como nadie.

O solamente fue uno, me hubiera gustado ver la cara de aquel hombre, ya que su voz se me hacía bastante conocida.

- Hola Clara, no se te olvide que los señores salen a almorzar y tienes que entrar a sus oficinas a recoger los pocillos y limpiar de nuevo, solo tienes una hora para hacerlo.

- De acuerdo Miranda.

Mi compañera me entrega mi puesto y comienzo a hacer las labores, al ver que ya se han ido voy corriendo a las oficinas.

Mientras voy terminando una de las oficinas unas risas me sobresaltan, no son de adultos parecen de niños pequeños, pero eso sería imposible, ya que esta parte de la empresa está limitada solo a los altos mandos.

Con mucho cuidado salgo de la oficina y en la recepción veo a dos pequeños bebés, unos hermosos gemelos. Están gateando por toda la recepción, sin ningún adulto a su lado.

- Hola pequeños, ¿por qué están solitos?, dónde están sus padres. - parezco una boba tratando de hablar con ellos y esperando una respuesta. Sé que no debo descuidar mis labores, pero no los puedo dejar solos. Y si se hacen daño, no.

- Me quedaré con ustedes dos mientras llega alguien, ya después podré terminar de hacer mi oficio.

Los minutos pasan y nadie aparece para reclamar a los niños.

- Son muy lindos, vamos a seguir jugando.

Poco a poco. Los pequeños se van quedando dormidos y como no tengo un lugar muy adecuado para acostarlos, los pongo en el pequeño sofá que está en la recepción.

- Pero que demonios es esto. - un grito despierta a los niños los cuales comienzan a llorar de inmediato. No presto mucha atención al hombre que acaba de gritar y me concentro en los bebés.

- Calma pequeños. - comienzo a tararear una canción de cuna que me cantaba mi madre y casi de inmediato se comienzan a calmar.

Cuando vuelven a quedarse dormidos, me pongo de pie dispuesta a enfrentarme al hombre que acaba de gritar, pero al girarme casi me caigo de culo. Nada más y nada menos el hombre que acaba de gritar es Rodrigo Santo Domingo.

Mi valentía se va al piso, y hasta el calor de mi cuerpo me abandona porque al parecer he empezado a temblar como una maldita gelatina.

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