John el Menor
«Puedo soportar el sol abrazador, el hambre de mil días y sus noches. Puedo…»
No. No creo que esa idiotez le gusten. Borro el mensaje, y empiezo a escribir otra cosa. Tal vez le guste algo así:
«Que no daría por tenerte, disfrutar cada parte de tu cuerpo y descubrir junto a ti un mundo nuevo, nena estás siempre en mi mente.»
Creo que ese le puede gustar. Solo espero que no se de cuanta de que no lo escribí yo. Envío el mensaje. Y la respuesta no hace esperar.
«Oh, te adoro. Eres un encanto. Gracias por decir eso de mi»
«Es la verdad»
«Te adoro. Mándame una foto»
Hay vamos otra vez.
«Pronto. Aún no es el momento»
«¡Que misterioso¡ Me encantas»
«A mi también, preciosa»
Y con eso soy finalizada mi sesión de hoy. Estaba en mi computadora la noche de un viernes, sin nada mejor que hacer que robar poemas de otros sitio para mandárselos por Instagram a mi «Novia».
Que patético.
Regreso la atención a mi computadora y Abro de nuevo el perfil de la chica. Selena Houston. Selena, lo que en griego quiere decir luna, nombre perfecto, ya que cuando ella sonríe, brilla con la misma intensidad. Valla eso se me ocurrió en el momento. Creo que de tanto leer poesía, se me está pegando algo.
Tomo la bolsa de papitas, de nuevo, y meto la mano en ellas. Rebusco. Nada, debe haber algo más. ¡Mierda! Solo quedan pedazos. Da igual, no los voy a desperdiciar, ¿o si?. Tomo los pocos pedazos que quedan en mi bolsa, los junto en mi puño, y lo saco de la bolsa. Me los llevo de un solo movimiento y los dejo entrar a mi boca sin quejarme.
Mientras mastico las pocas papitas que me quedan, devuelvo mi atención a las fotos de la chica. Ella era hermosa. No la conocía en persona. Pero me había topado con su perfil, justamente una noche solitaria como está. Era de los Ángeles California, tenia diecisiete años (¡Dos más que yo!), y tenía un lugar en la universidad de Yale asegurado. Era capitana del equipo de porristas de su preparatoria, y tenía el segundo mejor promedio de su clase. Era alta, esbelta, tenía unos encantadores y traviesos ojos azules, unos grandes pechos, y el cabello rubio asta la cintura… era perfecta.
Lastima que era falso. Si, era falso. No era que lo hubiera descubierto yo directamente, pero… bueno, ¿Qué hacía una chica como ella, un viernes por la noche a finales del verano con la cara fija en una pantalla?
Lo más probable, es que fuera un treintañero gordo de Ohio, con la voz suave (por qué ya hemos hablado por teléfono), que aún vive con su madre. O tal vez, es mi vecino, el señor Velázquez, que resultó ser un pervertido. ¡Que miedo! ¿No?
Pero bueno ¿Qué se podía hacer?
Con mi otra mano, golpee la bolsa, y la hice bolita, asta que quedó lo suficientemente gruesa, como para poder lanzarla, al bote de basura.
¡¿Preparado?!
¡Uno! ¡Dos! ¡Tres…!
¡Mierda!
No aterrizó. Solo por unos centímetros.
Vuelvo mi vista a la computadora. La verdad yo tampoco he sido muy honesto, pero es por qué sabía que el perfil era falso. Aunque tampoco podía criticar al viejo avaricioso y pervertido que estaba detrás del perfil de la dulce y bella Selena Houston, por qué yo no era una preciosidad. Aunque tampoco mentí… solo omití un par de verdades. Dije que: era alto, tenía el cabello corto color castaño, ojos avellana. Que tocaba el saxofón, leer, ver televisión y… bueno, eso es todo. Soy alguien de gusto sencillos.
Pero lo que no le dije, y tal vez sea lo más importante es que, peso 115 kilos. Así es, ¡115, putos kilos! Un total de 253 libras. Dios santo.
Pero bueno, si me ama es por mi personalidad ¿No…?
—¡John, ya está la comida!—grita Drew, desde el pasillo.
—¡Ya voy!—grito de respuesta. Me levanto, y camino a la puerta, no sin antes apagar mi computadora, y tirar la bolsa de papitas, al sesto de basura.
—¡¿Qué hacías, gordo?!—me dice tan cariñosamente (nótese el sarcasmo) Drew.
—¿Qué te importa?
—Tienes razón. Bajemos o mi mamá se va a poner como loca.
Los dos bajamos las escaleras, para ir a la sala.
Drew es mi hermano mayor, solo por dieciséis meses, y mi contrario, en casi todo. El es un deportista nato, juega fútbol, béisbol y básquetbol, y sale a correr todas las mañanas, lo invitan a fiestas y tiene a la chica más hermosa de novia. Tiene el cabello bien cuidado y rubio. Y sobre todas las cosas, el es delgado.
En el comedor, me encuentro al resto de mi familia.
Me siento, y mi mamá, que es la mamá más dulce de todas, pone frente a mi dos hamburguesas de pavo caseras, con un puñado de papas al lado. Y claro un vaso lleno de refresco de cola. Le sonríe, y ella me la devuelve.
—¿Qué hicieron hoy?—pregunta a las tres personas sentadas a la mesa.
El otro es mi papá. El no dice nada. De echo me tiene retirada la palabra desde que supere los noventa quilos. En su juventud fue un deportista de alto rendimiento, pero no en fútbol o béisbol como Drew, sino en pista a pie. Corría (usando su palabras) mejor que un jodido nigeriano. Un poco racista ¿No? Pero así era.
El hubiera querido que uno de sus hijos siguieran sus paso y lo superará en la pista. Pero a Drew se le dio mejor los juegos de pelota. Así que se enfoco en mi… y bueno ya vemos que pasó.
—¿Y… cómo están las cosas en el trabajo papá?—pregunte esperanzado en por una respuesta. Pero nada.
—¿Y cómo están las cosas en el trabajo papá?—pregunto Drew viéndome de manera burlona.
—Bien.. hubo dos partos., y… un herido de bala.—mientras habla Drew me mira de manera burlona.
¡Maldito idiota! Que ganas tengo de golpearlo.
Mi mamá nos observa con tristeza. Yo le sonrió para que se calme. Ella y yo tenemos un lenguaje secreto, y sabe lo que quiero hacer así que también me sonríe.
Mi papá es un reconocido médico internista, y mi mamá es diseñadora de interiores. De ella fue de quién saque mi lado artístico.
Pero bueno ¿Qué se le puede hacer? Solo lo primordial: seguir comiendo.
John el Mayor
Mi puño se separa de la cara del idiota lo suficiente como para dejarme verle el rostro. Tiene la cara roja de coraje, y los ojos parece que se le van a llenar de lagrimas en cualquier momento. No me compadezco. Y grito a pleno pulmón, para que el y cualquier otro idiota que este pasamos por ahí lo supiera:
—¡Dilo otra vez idiota! ¡Dilo!
—¡Ya déjalo, monstruo!—me grita la chica, que probablemente es su novia.
Volteo a ver a la chica. Y como antes que nada soy un caballero, le hago caso, y arrojó a ese idiota a un lado, y le lanzo el más asqueroso escupitajo que pude hacer. Volteo hacia donde está ella que de repente se encoge atemorizada.
—Dile a este idiota que no se vuelva a meter con migo ¿Entiendes?—la chica cabizbaja asiente —. Bien muñeca.
Y remato lanzándole un beso. Me volteo triunfante, pero entonces aparece el señor Green. Mi martirio. Primero mira al chico, y después a mi, y no le hace falta tener un título de la estatal de florida, para saber que sucedió.
—¡¿Qué rayos es esto?!—mira a la chica y después a mi.
La chica no dice nada. Pero yo tan boca suelta como siempre le suelto:
—El chico de callo y se golpeó la nariz.
—Oh si. Sobre tu puño ¿Verdad?
Volteo de la manera más inocente a ver mi manos, para después decir con sorpresa:
—¿Cómo lo supo?
—¡Basta! No tengo tiempo para tus idioteces. Los dos a mi oficina ¡Pero ya!.
En la oficina, el chico está contando los más claro que puede su versión de la historia. Tiene una gran memoria, y narra todo lo ocurrido, desde cómo lo encarre, cómo lo tome de la camisa, asta como mi puño revoto por su nariz. Que buena memoria… salvo el por qué lo hice. Aunque claro, yo no le permitiré saltarse ese punto vital. Así que cuando termina su parloteo, yo en palabras simples digo:
—El me llamo idiota ignorante, y me escupió a los pies.
El señor Green instintivamente baja los ojos para verse sus propios pies, y en esa fracción de segundo aprovecho para levantar mi puño y mirar lo más amenazante que pueda al chico. El rehuyó mi mirada, mientras se removía incómodo. Cobarde.
—Bueno felicidades chicos. ¡Su primer día y ya tienen un castigo! Muy bien —dice en tono irónico.
—¿Nos va hacer una fiesta?—digo yo, con el mismo tono irónico de el.
Me lanza una mirada que intimidaría a cualquiera. Ahora soy yo el que se remueve incómodo.
—¿Pero como que tenemos? ¡El me golpeó!—dice el chico indignado.
—Y tú lo llamaste idiota ignorante ¿Verdad?
El chico baja la mirada y dice:
—Si, pero…
—Pero nada —lo interrumpe el señor Green —. Un insulto es un insulto. Ahora váyanse a sus clases.
Los dos nos levantamos, y nos dirigimos a la puerta. Cuando estuviéramos fuera pensaba darle una última advertencia pero el señor Green me llamo:
—Espere un momento señor Beers. Quiero hablar con usted.
Me quedé de pie en medio de la puerta y el escritorio. Mire fijamente al chico quien no volteo hacia atrás y se apresuró a salir. Un cobarde, pero de esos hay muchos.
Me volteo hacia el señor Green, y le sonrió.
—¿Quiere pedirme un autógrafo?
—Ja jajá —se burla sarcástico —. No puedes estar así. Es tu primer día John, ¡Tu primer maldito día!
—Lo se —digo hablando serio por primera vez —. Pero que quieres. Que deje que me llamen idiota, como este imbécil de… me importa una mierda como se llame. Pero no puedo dejar que me traten así. ¡Yo era el orgullo de está escuela…!
—¡Ya no!—me interrumpe, y ahí es donde me doy cuanta de que tengo las mejillas ardiendo y siento ganas de golpear a alguien.
Guardo mis manos en mis bolsillos y me vuelvo a sentar.
—Ya no —repite el señor Green, pero parece que está hablando más para si que para mí —. Ya no, John. Ya no, y tienes que aprender a vivir con eso. Con las consecuencias de tu error.
Baje la vista, y sentí un nudo en la garganta. ¡Mierda! No podía llorar.
—Esta bien.—dije aguantándome con todas las fuerzas que tenía para evitar llorar.
—Bueno, ya puedes irte a tus clases—dijo y hico una señal con la mano para que saliera de su oficina.
Salí. Camine por el pasillo cansado y sin ilusiones, y deseando estar en cualquier lugar menos ahí. Mire mi reloj. Faltaban diez minutos para terminar la primera clase, así que no tiene sentido entrar. Camine al salón de álgebra, y me pare a un lado de la puerta esperando a que las clases terminaron.
Después de un rato, la campana sonó, y las puertas se abrieron. Y los pasillos se llenaron de parloteos sobre sus aventuras veraniegas. Yo me quedé ahí en medio viendo, era prácticamente invisible para todos, y los que no me lanzaban miradas de odio como si me quisieran eliminar ahí mismo.
Pero entonces alguien se acercó a mi.
—Hola John—Mierda, sabía quién era.
Cody me miro de los pies a la cabeza con una sonrisa burlona en su horrible rostro, quería quitársela de un golpe en la nariz, pero no podía arriesgarme después de lo que había echó en la mañana. Además de que esté no estaba solo, tenía a sus perros guardianes a los lado: Devon y matt, a uno solo podía noquearlo, tal vez a Matt y Devon juntos, pero con Cody no.
—¿Qué quieres?—dije con la voz más cortante que tenía.
El alzó las manos ofendido, y sus dos guardaespaldas comenzaron a reír.
—¡Calma John! Solo queríamos saludar.
—Ya saludaron. Ahora váyanse.
—¡Cálmate!—dijo acercándose asia mi, asta que solo unos centímetros separaban nuestros rostros —¿O te sientes muy valiente?
Yo no iba a provocar una pelea, pero si el quería, ¿Quiénes era yo para negársela?
Cuando estaba a punto de responder, sentí una mano caerme a la espalda, y una voz sonó detrás de mi:
—¡Hola chicos, que hacen!—era mi primo Drew.—. ¿Qué están haciendo? ¿están platicando con John?
—¡Si, solo hablábamos! —contesto Cody—¿Verdad John?
Solo asentí, y los tres chicos se fueron. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Drew me dijo:
—Son unos idiotas. No te preocupes John. Solo necesitas no cagarla y la gente lo olvidará.
—¿A si? No te creo una mierda. Esto es horrible, tú no sabes….
—Calmare John, bien. Estás demasiado nervioso. Escucha, supe lo de la mañana, y tienes que controlarte, no puedes estar golpeando a la gente solo por que no te gusta como te miran.
—¿Cómo lo supiste?
—¿Qué? ¿Lo que golpeaste a Kyle McCartney? Toda la escuela lo sabe.
—Espera ¿Era Kyle McCartney?
—Si. ¿No lo reconociste? Es el hermano gemelo de…
—Si lo se, es hermano de ese fenómeno…
—No le digas así ¿Esta bien?—me interrumpe Drew. Después voltea a los lados y agrego: —. Ya me voy, y ahora prométeme que no la vas a cagar ¿Bien?
—Claro papá—me burló. El solo sonríe se da vuelta y se va.
No tengo hermanos mayores, de echo no tengo hermanos. Y Drew es mi primo mayor, y es casi como si fuera mi hermano, nos criamos juntos. Aunque se que si de verdad fuera mi hermano, no nos llevaríamos tan bien. Sería como el y John. John mi otro primo, el hermano de Drew, siempre fue un poco confuso, cuando eran visitas familiares, pero te terminas acostumbrado. Así el paso a ser John el menor y yo el mayor, como si fuéramos filósofos griegos.
—Hola John —me saluda Lizbeth.
—Hola ¿Qué tal todo? —La saludo yo.
Ella se levanta de puntillas, se inclina hacia mi y como respuesta deja un beso en mi mejilla. Ciento una oleada de calor recorrerme el cuerpo.
Antes de que pasara lo que (válgame la redundancia) paso, yo era alguien conocido y popular, y Elizabeth y yo solíamos estudiar juntos en el sótano de su casa. Por una parte estudiábamos geometría, pero casi siempre estudiábamos anatomía , y valla que estudiaba SU cuerpo humano. Aunque nunca pasamos de besos, caricias y algunos arrimones, y claro abecés me dejaba meterle mano a su sostén, para ver si sus pechos eran reales, o unos calcetines hechos bola (y valla que no eran falsos).
Después de que paso “eso”, el resto de las “Amigas” que tenía como la buena Lizbeth, se alejaron de mi, prácticamente fue como si nunca hubiera existido para ellas. Lo mismo pasó con mis amigos deportistas, y con los no deportistas la cosa fue gradualmente. Al final solo quedaron unos cuantos, y la única mujer «Amiga», que seguía teniendo era Lizbeth, aunque claro mis visitas a su sótano se hicieron esporádicas, y no me daba entrada para que mis dedos tocaran piel.
—¿Cómo te sientes? —Me pregunto —. Supe lo de McCartney.
Ya me había empezado a fastidiar que me preguntaran como me siento, pero con esa linda chica rubia… bueno, no podía tratarla mal.
—Un poco cansado —Dije lo mas seductor que pude —. Golpear idiotas es cansado.
Y levante mi puño y lo mire como si estuviera buscando algo. Ella tomó mi mano y beso el nudillo que hacía un rato se había separado de la nariz sangrante de Kyle McCartney.
—Si quieres puedes pasar por mi casa hoy. Ya sabes… para estudiar.
—Me encantaría… pero hoy no puedo. ¿Qué tal mañana?
—Entonces mañana será. —Dejo mi mano, se dio vuelta y se fue.
Eso era el único rastro de mi antigua vida. Lo único que indicaba que un día fui querido y popular.
Ah pero bueno ¿Qué se puede hacer? Solo continuar con mi vida.
John el Menor
Estaba en el pasillo, sacando cosas de mi casillero, cuando Kyle me acercó.
—Oye, dile a tu primo que es un idiota —me dice Kyle, dejando caer su mano sobre el casillero de al lado.
Puse la mochila en mi pecho como una manera de protección. Como si eso lo fuera a detener ¿Verdad?
—Dile tú. Yo no tengo nada que ver con sus líos.
Obviamente, yo ya sabía lo que había pasado. Esas cosas corren como pólvora.
—¿Qué nuestros líos?—dijo acercándose a mí de manera agresiva. Yo levanto instintivamente mi mochila, como si fuera a golpearlo con él — ¡Ese idiota me golpeó!
—¡Cálmense chicos! ¿Qué no todos somos amigos?—dijo Chris poniendo una mano sobre nuestros hombros, pero Kyle la quita como si tuviera peste, o algo peor.
—Lo serán ustedes, par de idiotas.
Y se fue, viéndonos con rabia. Chris me mira, y después lo mira alejarse, y cuando está lo suficientemente lejos, se lleva la mano a la frente, y finge quitarse el sudor de manera burlona.
—Es un idiota.
—¿A si? No me había dado cuenta.
Chris comenzó a reírse, al tiempo que quitaba la mochila de su espalda, y se acercaba a su casillero. El suyo estaba al lado del mío. Bueno, estaba al lado de mío, pero En medio había otro (en el que kyle había dejado caer su mano). Esos casilleros eran más amplios que uno normal, además de que no eran las típicas viejas y ruidosas cajas metálicas que había en cualquier otra preparatoria. Eran de madera. Además, no se necesitaba llave, había paneles en el que ponías un código de cinco o seis números, y ya está. Era lo bueno de la preparatoria Sabrina P. Harper.
Hablamos un poco de las clases, y sobre la tarea que nos habían dejado la de Química ||. Carajo, ¿a quién se le ocurre dejar tares el primer día?. Pero bueno. La verdad soy pésimo para las materias de ciencias, prefiero literatura, historia, o cualquier cosa en la que no te va que hacer algún maldito cálculo. De todas maneras, me va bien (o así lo siento yo). Pero Chris es un aficionado a todo eso.
Él y yo somos polos opuestos. No es que sea un deportista atlético y guapo, no por supuesto que no, si no que… Bueno es delgado, pero no demasiado. Es alto, pero no demasiado. Tiene el cabello largo, pero no demasiado. Básicamente, era un no demasiado, con un miedo atroz a convertirse de «No demasiado», a un «No suficiente», cosas de la edad, supongo.
En ese momento apareció Ryan. De el era el casillero en el que Kyle había dejado caer su mano. Se puso en medio de nosotros y empezó a sacar las cosas de su mochila al tiempo que nos saludaba.
—Hola , chicos que tal les fue en su primer día.
—Bien —Dijimos los dos al unesimo. Pero yo agregué:
—Y a ti ¿Qué tal te fue? ¿Cómo estás con el futbol?
El equipo de fútbol de la Harper, quería que de inmediato se lanzará la convocatoria para saber quien jugaría en los diferentes equipos, futbol americano, basquetbol, béisbol, tenis y correr a pie, eran los deportes favoritos de la escuela. Y a lo que recordaba el buen Ryan Ford, jugaba americano y basquetbol, y bien podía jugar también al tenis, pero él prefería no competir ahí.
La preparatoria Sabrina p. Harper, tenía diversidad (como toda la ciudad), y para la buena relación de los alumnos, se ponían carteles en español (aunque muchos lo entendían apenas, y preferían comunicarse en inglés), y era muy inclusiva en cuando a los alumnos provenientes de varias nacionalidades. Bueno pues Ryan era el chico, que recordaba que estábamos en estados unidos, era rubio, blanco y ojos claros (verdes).
Bueno creo que estoy divagando un poco (o un mucho, como lo prefieran ver), Ryan solo me contesto con un movimiento de cabeza. Como diciéndome «Podría estar mejor», y por si no lo habíamos entendido lo dijo en palabras.
—Bueno… podía estar mejor. —Se quedó un rato callado, cono tratando de pensar, y después continuo: —. ¿Y a ti? Mire a Kyle caminar por ahí, y supe lo de tu primo.
—Oh bueno…—dijo Chris — vino e hizo un escándalo. Como si este John fuera el que lo golpeó.
—Si bueno —empezó Ryan —, John ha estado un poco… ¿Estresado? Podría ser. Y Kevin… bueno él tiene poca paciencia.
—¿Un poco estrenado? —Repitió Chris — Valla eso es muy poco. Es un maldito loco.
—Yo no diría loco, más bien… bueno., no hay que decir loco ¿o si?
—Como tú digas papito. Por cierto ¿No crees que a John le convendría baja un poco de peso?
No sé que tenía Chris. Tenía todo el maldito día diciéndome eso: «No piensas que deberías enflacar un poco», «Estás más gordo que la última vez que te vi. ¿No opinas que deberías enflacar?» y cosas por el estilo. Si estaba un poco más gordo, pero… bueno a el que le importa.
Chris y Ryan seguían discutiendo, mientras yo estaba buscando entre los cuadernos de mi casillero, un paquete de plumas que había dejado ahí por la mañana.
Mierda. Pienso que tendría que comprar más. ¿oh tenía en la casa? No lo recuerdo. Levante la vista y por el pasillo venía caminando John, con la cabeza gacha, y los audífonos puestos.
Voltee hacia Chris, que seguía entusiasmado discutiendo (o como diría él, dialogando en voz alta) con Ryan. Él me miro,, pero no me entendió, hasta que Ryan volteo hacia él y lo miro.
—Eh John —saludo Ryan.
Levanto la cabeza y lo miro.
—Hola —Fue un «Hola», seco y sin demasiado interés. Pero Ryan no lo estemos así, porque se acercó más a él.
—Quería saber como estabas —dijo Ryan frente a el.
El pasillo quedó en silencio, con lo que había ocurrido en la mañana, cualquiera estaría interesado de puro morbo, en ver si John se volvería a pelear. Inclusive (había oído yo, y claro que no participe), se había corrido las apuestas.
—¡Oye idiota! —se escuchó de alguien que venía entrando al pasillo—. Así te quería ver.
Era Alice McCartney, antiguamente conocida como Aarón McCartney, ex hermano (actual hermana) gemelo del idiota de Kyle McCartney. Oh mierda.
—Sabías que mi hermano no te golpearla, es un pacifista, y por eso te aprovechas de él.
Se puso frente a él, y le planto cara. Era igual de alta que él, y por lo que se miraba era fuerte.
Mierda
Si el idiota de John , la golpeaba lo mandarían al carajo.
Quise intervenir, pero Ryan se me adelanto.
—Chicos cálmense ¿quieren? No vale la pena pelearse aquí.
—Tranquilo —Dijo John —. El NIÑERO, del cobarde de Kevin, parece que quiere decirme algo.
—Mira idiota —Empezó a decir Alice, que estaba roja como un tomate —, no permitiré, que hables de mi, y de mi hermano, porque si podemos defendernos, más de un abusón como tú.
Ahí fue cuando “ella”, se pasó de la raya.
Alzó sus manos, las coloco rápidamente en el pecho de mi primo, y empujó hacia atrás, inclinándose sobre sus pies para dar más impulso al golpe. Seguro John no se lo esperaba. Yo no me lo esperaba. Ryan, Chris y seguramente ninguno de los demás curiosos se lo esperaban, por qué cuando esto pasó, un silencio sepulcral inundó todo el pasillo, interrumpido por el clásico «Oooh», que siguió al silencio. Todos (incluido yo), admiramos con horror la escena.
John había retrocedido por el golpe de Alice. En sus ojos se miraba una mezcla de sorpresa, confusión y enojo. Mucho enojo. Mi primo acortó los pasos que lo separaban de Alice, casi al punto en el que sus alientos chocaban.
Golpeara a Alice, pensé (y seguramente no fui el único ahí que lo hizo), pero el no lo hizo, o por lo menos no de momento.
—¿Acaso piensa que por que ahora tienes tetas no puedo romperte el culo, maldito anormal?
Alice le sostuvo la mirada, aun con expresión de absoluto desprecio por mi primo. No retrocedía tan fácil. No ahora que había dado el primer golpe.
—Te diré lo que pienso. Pienso que eres un miserable, y un poco hombre, que sería capaz de levantarle la mano a una mujer —Después, aún gritando añadió: —¡Vamos golpearme, maldito cobarde!
—¡Yo respeto a las mujeres! —Respondió John —. A las de verdad no a los malditos fenómenos.
Mierda. La golpearla. No tenía ni idea, pero claro estaría ahí para verla. De la nada sentí un que alguien me tomó del brazo. Era Chris. Me miro suplicante y después volteo hacia la escena. ¿Qué quería que hiciera? ¿Qué lo detuviera? Por la expresión de su cara, era obvio que si. Carajo. Esta bien lo haré.
Me adelante hasta estar al lado de Ryan, quien había quedado mudo después de que lo callaron.
—Amigos —Empecé yo, pero ninguno me ponía atención —. Deberían calmarse.
—No te metas en esto, gordo —Respondió Alice.
¿Cómo mierda me acababa de llamar? ¿Quién se cree…? Bueno, al carajo, no importa ¿o si? A la mierda. Debería calmar eso.
—John —A Alice “casi” no la conocía (el “casi”, era de forma meramente honorífica, por qué no había tenido ni un poco de convivencia con ella, sabía quien era, claro. Pero era obvio que ella no sabía quién era yo) y John… bueno éramos primos así que… podía hacerme más caso —, no seas idiota y déjala.
—Vete al diablo gordo —me respondió con furia —. Esto es entre el maldito fenómeno y yo.
—¿Quién es el fenómeno? —Pregunto Alice — ¿tu o yo?
—Bien —dije —. Si quieres pasar tu primer mes aquí con tu amigo el señor Green , entonces a la mierda.
Me iba a voltear, pero sentí una extraña sensación en el hombro. Voltio y como si mi maldita boca lo hubiera invocado, el señor Green miraba asombrado la imagen. Todos miraron hacia el tutor. Y como si de un grupo de gacelas frente a un león se tratase, todos se dispersaron. Incluso John y Alice, se alejaron. Demasiado tarde.
—Ustedes a mi oficina ¡Ahora!
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