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Corazón Rebelde

MI ILUSIÓN

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Cuando llegué al palacio por primera vez fué como si una puerta de uno de los libros que solía leer se hubiera abierto ante mis ojos, parecía como si estuviese sumergida en un mundo de fantasía, era tan diferente, tan precioso, había un palacio majestuoso, jardines con fuentes y esculturas. Estaba impresionada, en todos esos meses estuve en las cuatro paredes de mi habitación y el estar allí me devolvió las ganas de dejar mi pequeño mundo para entrar en uno nuevo, tal vez en ese podría dejar mis miedos y las sombras que me atormentaban. No tuve la sensación de correr a esconderme y eso me dió la fuerza para volver a vivir.

Aunque en ocasiones mis pesadillas resurgían para hacer de las suyas, pero sabía mantenerlas solo en mis sueños, al momento de despertar trataba de no hurgar en ese tormentoso recuerdo que me obligó a encerrarme, aunque no podía evitar recordar el miedo cuando veía aquellos uniformes alrededor de mí.

Los recuerdos volvían, aquel soldado de la maleza aparecía de nuevo de la larga y seca maleza para derribar mi cuerpo contra el suelo, sus ojos lascivos en mí, sus manos recorriendo mi cuerpo de esa forma que hizo querer arrancarme la piel de la horrible sensación.

Esas sensaciones jamás me dejarán en paz, pero con el tiempo aprendí a no esconderme y en el palacio, al rodearme de mi familia y mi nueva familia, la adolescente fantasiosa e ingenua volvió, aquella que soñaba con vivir su propia historia como la de los libros y que quería enamorarse de un príncipe.

Mis hermanas lo habían logrado, ellas habían vivido su propias historias de libros con hombres hermosos y eran felices. Esa adolescente ilusionada tenía aquellas esperanzas de que llegara su turno de encontrar el amor y cuando ante mis ojos apareció el Príncipe Eidan, me llene de admiración, se ilusión. Era un príncipe y era de verdad, apuesto, con ojos verdes y cabello liso castaño, ropas elegantes y sonrisa galante, parecía como si hubiera abierto la puerta de un libro al mundo real y estaba ante mí.

Fue un hermoso apoyo en los peores momentos de mi vida cuando la desesperación me devoraba, él había estado allí para calmarme y sacarme sonrisas con sus bromas.

Era mi amigo y me gustaba mucho en ese tiempo, la chica adolescente estaba tan ilusionada que quería cumplir la mayoría de edad al día siguiente, mientras más tiempo pasaba con Eidan me llenaba de más ilusión y expectativa. A pesar de nuestros carácteres diferentes nos llevábamos muy bien, yo solía ser muy intolerante y altanera, él en ocasiones era muy bufón y demasiado positivo, nunca estaba de mal humor, siempre con una sonrisa y una expresión entusiasta.

A pesar de eso éramos muy buenos amigos, aunque en ocasiones no faltaba un piropo de su parte y me ilusionaba más, yo también le gustaba. Empecé a soñar con mi primer beso, con el sabor de sus labios, era muy cierto que yo no tenía ninguna experiencia con los hombres, pero mis lecturas me abrieron la imaginación y eso me permitía soñar con los momentos venideros con Eidan, estaba muy expectante, sin notar lo que faltaba.

Con tanta ilusión no me había percatado de que faltaba algo, estaba apresurada a sentir todo lo que mis hermanas me contaban, había algo que las había impulsado a estar con sus respectivos esposos, una sensación fuerte e intensa, algo en su interior del que también había leído en los libros de romance. Algo que se sentía en el estómago al ver al ser querido, también había un toque de nervios, latidos apresurados a cada acercamiento, los vellos erizados que hacían una intensa mezcla de sensaciones, entre otras cosas que se guardaron para ellas y esa era la atracción según mis hermanas.

Al ver a Eidan no había muchas sensaciones, alegría y cariño, pero no esas sensaciones de las que hablaban mis hermanas y de las que se describían en mis libros, en aquel entonces era muy joven para entenderlo y lo atribuía a mi adolescencia, al ser inmadura no podía sentir aquello.

Me entusiasme y seguí pasando momentos con él, pero al cumplir la mayoría de edad lo veía más claro y sentí una triste desilusión, no hacia Eidan, si no hacia mí. Había esperado con tantas ansias ser una mujer para empezar a experimentar las emociones intensas que me mantenían inquieta.

Después de cuatro años de espera mi amistad con Eidan fue más intensa, aunque él era diferente a mí en todo, no le gustaba la lectura como a mí, prefería las actividades que implicaban deportes como la lucha, esgrima, montar a caballo, también tenía otros entretenimientos como disfrutar de las celebraciones, bailes y bebidas, pero odiaba todo aquello que implicaba sentarse a escribir o leer, era por eso que se había ganado muchos regaños del Rey Evans, porque odiaba todo lo tedioso y según él leer lo era. Yo como no podía contener las palabras que salían de mi boca terminaba discutiendo con Eidan y lo que más me enojaba era que se lo tomara tan indiferente, solía hacer un chiste sobre mi rostro, sobre las arrugas que se formaban en mi entre cejo o mi boca, o mis mejillas y eso me enfurecía más.

Yo era demasiado intolerante para aguantar sus bromas y su actitud relajada y esa fue la primera grieta que nos hacía incompatibles.

Él jamás hizo un movimiento atrevido conmigo, siempre me respeto, aunque en ocasiones hacía un piropo, mantuvo su palabra de no forzar nada hasta que fuera mayor de edad y esa ilusión de cumplir la mayoría de edad para tener eso que tanto anhelaba, quería enamorarme, quería sentir la fuerza del amor y creía que con Eidan podría hacerlo, era el único chico que me hacía sentir ilusión.

Estaba tan apegada a mis libros que quería vivir lo mismo que los protagonistas, tener mi propia aventura amorosa, llena de pasión, aunque mis miedos seguían, sabía que las intensas sensaciones me permitirían disfrutar de las caricias, los besos y los abrazos de un hombre.

En cuatro años viví del palacio a la hacienda, pero la mayoría del tiempo me quedaba en el palacio, allí tenía el cariño de Liliam y de mi sobrina Eveli que estaba creciendo mucho, ya podía correr por la habitación, riendo y saltando, tenía tanta energía que solía agotarme, pero yo disfrutaba mucho de sus travesuras y era parte de ellas, más cuando me pedía con su voz dulce que la llevara en mi espalda para cabalgar, corría con ella y saltamos sobre la cama en ocasiones.

Cuando Liliam no podía yo le leía cuentos para dormir, yo era su tía favorita, aunque lo mismo le decía a Sandra cuando venía a visitarnos para que ambos niños jugaran en el jardín.

A veces me quedaba en el palacio de ella, pero solo cuando quería un poco de paz, el mar siempre me ayudaba a relajarme.

Me percaté en una noche de desvelo que yo no tenía un hogar propio, ni un sueño, siempre había vivido a costa de los demás, nunca hacía nada por mi misma y eso fue lo primero que me impulsó a dejar mi vida de ensueño.

Empecé a escribir textos y pensamientos en mi tiempo libre, la biblioteca del palacio de Urla era lo bastante silenciosa y grande para darme concentración, así que comencé con mi nuevo pasatiempo.

Incluí el hermoso hábito de escribir, no era nada en concreto, únicamente era un diario de mi vida y mis temores.

En poco tiempo tenía un montón de hojas apiladas y una loca idea surgió, quería que todos leyeran lo que yo escribía.

Mi primer sueño había llegado a mi vida y me llené de emoción.

Quería empezar mi propia vida y quería ser independiente, dejar de depender de mi padre.

Pero mi principal razón era que mi anhelada ilusión de amar, de sentir se estaba apagando.

Quería a Eidan y mucho, era mi mejor amigo, pero faltaban esas sensaciones hermosas y lamentablemente me percaté de que no lo sentía por él.

DECIDIDA POR UN SUEÑO

...CLARA:...

Ya tenía diecinueve años, esperando que mi confusión se aclarara, pero no hubo un cambio y Eidan no había hecho ningún movimiento para cambiar nuestra amistad por una relación romántica.

No quería lastimarlo de ninguna forma, aunque lo evitara no podría lograr que no sintiera dolor al enterarse de lo que estaba apunto de hacer, había llegado el momento de tomar mi propio camino y lamentablemente Eidan no estaba incluído, siempre lo vería como mi amigo, lo quería mucho, pero no podía estar a su lado de la forma que él quería.

Acompañé a Liliam al jardín para plantearle mi decisión, ya era momento de desplegar mis alas de casa, a pesar de ser mayor de edad aún no me sabía valer por mi misma y eso me hacía sentir como una inútil, me arrepentía de no haber ayudado a Sandra cuando se quedó a cargo de los trabajos de la hacienda, eso me hubiese dado un poco de experiencia y más fuerzas, debí actuar y ser más considerada con mi hermana, también me habría ayudado a que mi padre no me viera como una debilucha que no servía para nada, nunca me lo había dicho pero lo sentía en cada poco trato y abandono, jamás intentó sacarme de mi habitación, no se preocupó en lo que me estaba sucediendo, solo le importaron sus negocios mientras yo me consumía.

Mi relación con él no había cambiado mucho en los cuatro años, pero al menos podía mantener una conversación sin querer sacarle en cara las malas decisiones que había tomado en el pasado y que ensuciaron la buena imagen que tenía de él como padre.

Ahora la distancia había aumentado, estaba enfrascado en sus asuntos, casi no venía al palacio y yo evitaba ir a la hacienda porque sinceramente allí no me quedaba nada que valiera la pena.

Bebimos té en la mesita de hierro, mientras Eveli perseguía una mariposa por el jardín, sus cabellos negros rizados volaban detrás de ella, era la viva imagen del Rey Evans, aunque la diferencia eran los ojos oscuros, esos eran de Liliam.

Mi hermana ya estaba esperando su segundo hijo, pero seguía tan hermosa y radiante, la mayoría del tiempo utilizaba pantalones, pero con su nuevo embarazo tuvo que volver a los vestidos.

Aquella moda de los pantalones se veía más en las mujeres del reinado, aunque todavía eran pocas las que se atrevían a semejante cambio, yo era una de las que seguía usando vestidos.

 Mi hermana se había convertido en un ejemplo a seguir, no solamente por su forma de vestir, desde que llegó al trono generó mucha controversia por sus ideas revolucionarias que favorecían a las mujeres y ahora la presencia femenina se imponía de igual forma que la masculina, en el mismo palacio se veía el cambio, en la filas del ejército se veían muchas mujeres con sus propios uniformes.

Y gracias a ella podría lograr lo que quería, publicar un libro no sería problema con las nuevas leyes protegiendo mis derechos.

— Estás muy pensativa — Dijo Liliam, sacándome de mis pensamientos.

— Tengo algo que debo decirte — Dije, después de dejar la taza sobre el plato.

Mi hermana no había oído ese tono tan firme en mí.

— ¿Sucedió algo con Eidan? — Se tensó de inmediato.

— No, él no tiene nada que ver con lo que me inquieta.

Eidan no era responsable de mis decisiones, pero se había convertido en algo que estaba allí como mi apoyo y mi amigo, pero que no formaría parte de mi vida como un esposo.

— ¿Qué sucede? — Alzó sus cejas.

— Quería informarte que he tomado una decisión, quiero vivir aparte — Dije y su expresión pasó a ser desconcertante.

— ¿Te sientes mal aquí?

 — No, me encanta el palacio, estar contigo y mi sobrina, pero quisiera emprender mi propio camino — Traté de que sonara lo más suave posible, no quería que se lo tomara mal — Me gusta escribir, ya tengo un manuscrito, deseo publicarlo, pero también me gustaría vivir sola, tener mi propio espacio para seguir mi escritura y tal vez conseguir un trabajo para cubrir mis gastos.

Su expresión se aligeró, me tomó la mano y sonrió débilmente.

— Me parece un buena idea, te apoyo, me alegra que tengas sueños que cumplir y que quieras ser independiente.

— Muchas gracias Liliam, sabía que lo entenderías — Me alegré.

— ¿Quieres qué te ayude a buscar un buen lugar?

Negué con la cabeza — Descuida hermana, tengo todo listo, renté un apartamento aquí en la ciudad con parte de los ahorros de las piezas que mi padre me ha dado y con eso cubriré los primeros meses de renta y comida mientras encuentro un trabajo.

Se sorprendió — Veo que tu decisión es firme.

— Sí, lo es.

— ¿Ya le dijiste a Eidan? — Preguntó ella, mi sonrisa se borró y frunció el ceño.

— No, aún no se lo digo, hablaré con él luego — Dije un poco insegura.

— ¿ Estás segura de qué no sucede algo con Eidan? — Insistió preocupada — ¿Rompió la promesa que me hizo?

— No, a pesar de que ya soy mayor de edad no se ha tomado atrevimientos conmigo, él no hará nada que yo no apruebe, Eidan ha sido el mejor y único amigo que he tenido — Suspiré, sintiéndome tan culpable conmigo misma.

— ¿Pero? — Ella arqueó las cejas.

Todos estaban convencidos de que yo terminaría casada con Eidan, con un buen título de princesa, incluso Naya, también era mi amiga, pero en ella veía la ilusión que yo siempre quise, estaba casi segura de que Naya sentía algo por Eidan, siempre fuí buena para deducir la atracción en los demás.

 Aquella habilidad también me hacía sospechar de que mi padre tenía algo con la Señora Heady.

— De adolescente estaba convencida de que mi destino era Eidan y todo lo que quería era cumplir la mayoría de edad para poder estar a su lado — Dije y mi hermana solo se limitó a observarme con detenimiento — Pero, no me esperaba que mis sentimientos y mis deseos cambiaran completamente, veo a Eidan como un amigo, pero no siento lo que debería sentir si lo amara, no sé lo que sucede, ha sido tan bueno conmigo que no me explico esa ausencia en mí — Empecé a soltar lágrimas silenciosas.

— No llores hermana, esto no es tu culpa, el corazón no elige — Me limpió las lágrimas de mis mejillas — Es una pena, todos estábamos ilusionados con la idea de verlos casados, pero si no estás segura no debes hacerlo.

— Me siento tan mal, siempre soñé con esto, Eidan era para mí el amor de mi vida... Tal vez con lo que me sucedió con ese soldado tenga algo que ver...

— No, eso no es así, hermana — Gruñó en desacuerdo, abrió su boca para seguir hablando pero Eveli se acercó para tomar una galleta, mi sobrina me observó con curiosidad y preocupación.

— Tía ¿Estás triste? — Preguntó mientras apoyaba sus manos de mis piernas.

— Tal vez un poco, es porque voy a mudarme — Dije y frunció sus labios en un gesto de desilusión.

— ¿Por qué te vas?

— Porque quiero cumplir un sueño...

— ¿Vendrás a visitarme? — Preguntó con su voz de dulce y chillona.

La cargué, se sentó en mis piernas.

— Por supuesto que sí, no voy a dejar de venir, necesito serciorarme de que te estés portando bien — La abracé y se rió.

— Yo si me porto bien... ¿Verdad mamá?— Se quejó ella.

— Sí, muy bien — Liliam me guiñó un ojo.

Empecé a hacerle cosquillas a mi sobrina.

— Reunión de chicas sin mi permiso — Dijo Eidan mientras se reía, apareciendo por sorpresa en el jardín.

Eidan seguía siendo muy guapo, aunque se había hecho un cambio en su cabello, ahora lo usaba corto, rozando su frente y llevaba un traje celeste.

Me tensé, todas nos quedamos en silencio.

— ¿A caso estaban hablando mal de mí? ¿Por qué ese silencio? — Preguntó burlón, acercándose para robar una galleta del plato.

— No, no eres el centro de atención — Me burlé de la misma forma, elevó una ceja mientras masticaba el trozo de galleta.

— Estaban secreteando, a mí no me engañan, ni siquiera tú Eveli — Tomó a mi sobrina, elevándola y girando a la pequeña, las carcajadas infantes llenaron el jardín.

— ¡ Tío, bájame! — Dijo entre risas.

— La harás vomitar — Se quejó Liliam.

— Lo siento mi reina — Se disculpó Eidan, dejando a la pequeña de nuevo en el suelo — Es que me encanta ser un tío divertido.

— Si, eres muy divertido — Se rió Eveli mientras tiraba del brazo de Eidan para intentar derribarlo.

— El puesto de tío bufón ya lo tienes — Me burlé de nuevo.

— Y el de la tía amargada es para tí — Contraatacó.

— Mi tía no es amargada, es muy divertida — Eveli cruzó sus pequeños brazos.

— Solo con los niños, cuando crezca conocerás la verdadera Clara, es todo un mounstro — Dijo Eidan como si fuera un secreto, lo fulminé con la mirada.

— No, ella me quiere, mamá eso no es cierto — Eveli hizo una rabieta, corriendo hacia Liliam, se aferró a ella.

— No no lo es, no le creas a tu tío bromista y Eidan, deja decir esas cosas frente a la niña — Liliam también lo fulminó con la mirada.

— De acuerdo, estaba bromeando, Clara es un amor — Me observó de forma intensa.

— Mi tía se irá pero vendrá de visita — Dijo Eveli y me tensé, Eidan se quedó confundido y me observó.

— ¿Irás a visitar a Sandra o a tu padre?

Liliam apretó su boca en una línea, nos observabamos por un instante.

— No, Eidan, me voy definitivamente, rente un apartamento y me mudaré mañana — Dije con la barbilla elevada.

— ¿Qué? — Jadeó, tan desconcertado — ¿Cuándo pensabas decirme?

— ¡ No tengo porque hacerlo, no somos pareja ! — Gruñí y se estremeció, me arrepentí de hablar de ese modo, a veces se me salían las palabras sin poder controlarlo, cuando me molestaba lo hacía sin pensar, lastimando y enfureciendo a los que se las dirigía, era mi gran defecto, pero con los años había corregido un poco aquello.

Me dí cuenta de que responder altanera eran puros berrinches que no solucionaban nada, estar a la defensiva siempre únicamente lograba el disgusto de los demás hacia mí.

Ni hablar de mis pasados choques con el Rey Evans, ahora me daba vergüenza recordar mis desastrosas escenas que me dejaron como una adolescente rebelde en lugar de una chica sensata, era cierto que en un principio no me agradaba ese hombre tan autoritario e intimidante, menos para mi hermana, por él estuvo en peligro de muerte.

Aún seguía tratando de que hallarle atributos que no fueran físicos, pero debía aceptar que era un esposo y un padre ejemplar.

— ¡ Pues muchas gracias por dejarme por fuera en esto ! — Gruñó Eidan, devolviendo mi mente al ahora.

Me levanté de la silla y me acerqué a él.

— Hablemos en privado en la biblioteca.

Apretó su mandíbula, pero aceptó.

— Está bien, faltó el "por favor" pero acepto.

Nos marchamos del jardín y entramos en el palacio.

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Llegamos a la biblioteca, Eidan me dejó entrar primero y luego cerró la puerta.

Caminé hacia la mesa, entrelazando mis manos y tomé aire, lo que vendría sería difícil para ambos.

— ¿Por qué quieres irte? — Preguntó desconcertado, lo enfrente y suspiré antes de hablar.

— Quiero independizarse, necesito cumplir mis propios sueños, me di cuenta de que no tengo nada propio, siempre he dependido de los demás y ahora que soy mayor de edad me siento preparada para hacerlo, escribí unos manuscritos y quiero publicarlos — Dije mientras lo evaluaba detenidamente.

— Guao, Clara eso está excelente — Sonrió acercándose y me tomó las manos — Espero de todo corazón que logres lo que quieres.

— Gracias, muchas gracias Eidan.

— Quisiera visitarte en tu nuevo hogar cuando gustes ¿Dónde vivirás?

Me quedé en silencio un momento.

— Eidan, aún hay otra cosa — Dije, tensa, notó que mis manos estaban sudando y se preocupó.

— ¿Por qué estás nerviosa?

— Al irme no solamente me estoy yendo a cumplir un sueño, estoy cambiando mi futuro Eidan, yo te quiero mucho y eres mi único amigo, pero no creo estar preparada para comprometerme contigo... No..

Hizo un gesto de despreocupación, tocó mis mejillas.

— Descuida, cuando te sientas segura yo estaré aquí para tí Clara, sé que ahora tu prioridad son tus sueños de escritora — Besó mi frente — No te preocupes.

Me separé y negué con la cabeza, se desconcertó.

— Todavía no comprendes lo que quiero decir — Dije frustrada, empecé a sentir como mis ojos ardían.

— No hay nada que comprender, tienes derecho a soñar y no voy a cortar tus alas.

— Eidan, no me voy a comprometer contigo — Sollocé, se quedó quieto, sin ninguna expresión, el brillo de dolor se asomó en sus ojos pero con un parpadeo se había ido.

— ¿Estás segura de eso?

— Llevo mucho tiempo pensándolo y es una decisión firme — Tragué mi nudo.

— De acuerdo Clara, si es lo que quieres no me voy a oponer — Suspiró, tragando con fuerza — Siempre supe muy en el fondo que solo veías en mi a un amigo, no quería verlo, pero estaba allí.

— Eidan, lo siento tanto, perdóname por esto — Me acerqué y lo abracé.

— Descuida, no es tu culpa, debes prometer que seguiremos siendo amigos y no te olvidarás de mí — Dijo, sonriendo, fingiendo que no le estaba doliendo, lo conocía muy bien para saberlo.

— Lo prometo, te escribiré la dirección de mi apartamento para que vayas a visitarme — Busqué en la mesa un trozo de papel, siempre dejaba mis materiales sobre la mesa, escribí la dirección después e untar la pluma con tinta.

Le entregué la nota a Eidan, él la tomó pensativo, se acercó y me abrazó con tanta fuerza.

Solté más lágrimas, odiaba romperle el corazón.

— Tranquila, estás haciendo bien, estás eligiendo tus sueños y eso es lo que importa — Dijo contra mi oído.

— Te quiero mucho ¿Lo sabes?

— Sí lo sé, yo también te quiero mi pequeña gruñona.

...****************...

Salí de la biblioteca para preparar mis pertenencias y mudarme a mi nuevo apartamento, pero aún envuelta en mis pensamientos y en lo que había dejado concluido en la biblioteca.

 Las decisiones eran duras y horribles, no había vuelta atrás y lo único que me quedaba era cumplir con lo que soñaba, por ahora el amor estaba tachado de mi lista de sueños frustrados, tal vez había forzado, queriendo sentir lo que mis hermanas sentían y me había apresurado a querer eso con Eidan.

Estaba distraída y quería mudarme ya, estaba ansiosa también por ir a la editorial más conocida de Urla y presentar mi manuscrito, ese sería el comienzo, una vez lo entregara, comenzaría otro.

Crucé el pasillo hacia el vestíbulo pero alguien me golpeó con tanta fuerza que caí al suelo, golpeando fuertemente mis rodillas.

Solté un quejido seguido de una maldición en alto.

El sujeto con el que había chocado también estaba a mi lado, habíamos tropezado y gracias al cruce no lo había visto.

Un sombrero negro aterrizó en el mármol pulido junto a mi.

Me quedé quejándome, ocupada en el dolor de mis rodillas que no me enfoqué en el hombre junto a mí.

Una mano pálida se extendió hasta el sombrero y de dedos lleno de cicatrices.

Elevé mi mirada.

Aquel hombre también tenía el rostro tan blanco que parecía haberse expuesto al hielo y las sombras por largo tiempo.

Sus ojos giraron hacia mí, eran grises, un color que en cualquier otra persona hubiese pasado desapercibido, pero su piel blanca le daban un aspecto sobrenatural.

Tenía el cabello tan negro como el de Evans, se le había despeinado con la caída.

Fué solo un segundo, recogió su sombrero y se levantó con agilidad.

Llevaba una capa oscura, una camisa oscura con pantalones negros y botas trenzadas negras.

Sacudió su sombrero como si el suelo estuviera sucio y se lo colocó con elegancia, cubriendo su cabello de nuevo.

Lo siguiente que supuse que haría por educación sería ayudarme a levantarme.

— Tenga más cuidado, señorita — Dijo con un tono misterioso y sin observarme.

Empezó a caminar de nuevo, alejándose tan rápido que me quedé sin asimilar nada hasta que la punta de la capa desapareció por la esquina.

Me levanté, dando tumbos y enojada por semejante desfachatez.

¿Quién era aquel sujeto tan maleducado?

Recordé que lo había visto solo un par de veces en el palacio en todos estos años y por eso no lo recordaba, siempre aparecieron y desapareciendo de esa forma.

Mis pensamientos no duraron mucho tiempo cuando recordé que debía empacar y olvidé lo sucedido por un instante.

DESASTROSA VISITA AL TEATRO

...CLARA:...

Volví a mi habitación, empecé a empacar mis pertenencias, no había mucho, ya que la mayoría de mis cosas estaban en la hacienda, pero no las necesitabas como para ir a buscarlas, mi padre no sabía absolutamente nada de lo que iba hacer, después se encargarían mis hermanas de llevarles la noticia, yo no iba esperar su aprobación.

Tenía muchos libros, en una valija coloqué todos los que pude, los demás tendría que dejarlos y pedirle a Liliam que ordenara un carruaje para poder trasladarlos con más calma.

Cerré las valijas, empujando con fuerza la cubierta, estaban demasiado llenas y solté un suspiro cuando lo logré.

A parte de que todavía me dolían las rodillas por la caída, me revisé las piernas y me encontré con dos moretones muy feos, al menos allí no eran visibles. Me enojé de nuevo de solo recordar a ese sujeto, con lo que había dicho me había echado la culpa a mí de nuestro tropiezo, él también tenía culpa por ir con tanto afán y más cuando no tuvo la cortesía de ayudarme a levantarme y no pude reclamarle por eso.

Sacudí mi enojo, no tenía tiempo para enfrascar mis pensamientos en esa tontería.

Bajé de nuevo al vestíbulo para almorzar algo en la cocina cuando me encontré con Evans en uno de los pasillos. Después de cuatro años el hombre seguía igual, no había envejecido nada, parecía que no tuviera cuarenta y tantos años, pero su cabello estaba más largo y no llevaba barba.

Nos saludamos con una pequeña reverencia y seguí mi camino, él opinaba lo mismo sobre mí, yo no era de su agrado, aunque tuvimos que tolerar la presencia del otro solamente por el bien de la convivencia familiar, era mejor cuando ninguno dirigía su palabra al otro pero no aguanté la curiosidad.

— Evans — Lo llamé después de girarme, se detuvo en seco y se giró lentamente.

— Estoy ocupado cuñada ¿Qué se le ofrece? — Preguntó con ese tono arrogante.

— Seré breve, yo también tengo afán, ésta mañana uno de sus hombres me a tropezado y no me ha pedido disculpas, ni siquiera tuvo la decencia de ayudarme a levantarme del suelo — Dije, después de cruzar mis brazos, Evans se quedó parpadeando y luego parecía que quisiese reírse de mí, pero solo hizo un gesto de confusión.

— ¿Cuál de mis hombres?

— No lo sé, uno de capa y sombrero, bastante maleducado por cierto — Gruñí y Evans soltó una carcajada tan irritante, pero apreté mi boca en una línea para no responderle como mis pensamientos demandaban.

— Tal vez se asustó, cualquier persona con juicio huiría de usted.

Fruncí el ceño — No me parece gracioso ¿Quién es?

— ¿Por qué quiere saberlo? — Preguntó, volviendo a su tono serio.

Ni yo lo sabía.

— Simple curiosidad, debería enseñarle a sus hombres modales — Elevé mi barbilla y Evans únicamente se encogió de hombros.

— Es uno de mis espías... Descuide, no volverá a tropezar con él porque únicamente viene al palacio cuando tiene noticias importantes... Hace tres años que no pisaba el palacio.

Espía.

No necesitaba saber más, no dije nada más.

— Me iré del palacio, viviré en la ciudad de ahora en adelante — Dije, aprovechando que lo había encontrado para darle esa grata noticia, se asombró.

— Espero que le vaya de maravilla — Hizo ademán de marcharse.

— Ya no me casaré con Eidan.

Se tensó y giró sus ojos dorados hacia mí, estaba desconcertado por lo que salió de mis labios, no pudo esconder su extrañeza, pero no preguntó y siguió su camino.

...****************...

Por la tarde me dirigí a la habitación de Eveli, ella dormía cerca de la mía, sus padres estaban ocupados con sus asuntos de gobiernos, Liliam en ocasiones no podía ocuparse de dormirla.

La encontré saltando sobre la cama y riendo, la pequeña traviesa estaba haciendo de las suyas, Heady estaba tratando de darle órdenes, la mujer parecía haber perdido la paciencia, intentando que se acostara.

Dejó de saltar al verme.

— ¡ Tía, ven a leerme un cuento ! — Pidió con euforia.

— ¿Por qué tienes tanta energía? — Pregunté extrañada.

— Mi abuela me dió unos bombones chocolates y estaban muy ricos — Tomó una de sus muñecas y empezó a jugar.

Le dí una mirada a Heady.

— ¡Qué bueno que llegaste Clara, a ver si logras dormirla ! — Suspiró cansada mientras se sentaba en uno de los sillones.

— No debiste darle chocolate, eso es lo que está haciendo que no se duerma.

Se sorprendió — No lo sabía.

— El azúcar es muy mala para los niños, sobre todo en las noches.

— Tampoco sabía eso — Hizo un gesto de asombro.

Puse los ojos en blanco sin que lo notara, pero recordé que ella jamás había tenido que criar al arrogante de su hijo.

Tomé uno de los libros que habían en la repisa y me senté en la cama de Eveli.

— Te leeré el cuento si prometes dormirte después — Dije con severidad, dejó la muñeca a un lado de su cama y se metió bajo las mantas.

— Si, me dormiré ¿Cuándo vendrá Israel? — Preguntó, faltando a la promesa — Quiero jugar con él.

— Pronto, ahora debes dormir.

Empecé a leer cuando se quedó callada.

El cuento trataba sobre una princesa que se extravió en el bosque por desobedecer a sus padres y se encontró con un gigante que la encerró en una enorme jaula como castigo.

Pero a la mitad del cuento Eveli se había dormido, apagué las lámparas y salí junto a Heady.

— Eres muy buena con los niños — Dijo cuando salimos al pasillo.

— No, no lo soy, es mi sobrina y debo tratarla bien.

Sonrió — Claro.

Entré a mi habitación para dormir y me encontré con Naya, estaba sentada en mi sofá de lectura.

— Hola, Clara — Dijo con una sonrisa cálida.

— ¿Qué haces aquí?

— ¿Lo olvidaste? — Se levantó y me quedé parpadeando sin saber a lo que se refería.

Llevaba sus típicos pantalones de cuero y su camisa campesina con corset, las botas trenzadas y el cabello suelto de forma rebelde.

— ¿A qué te refieres?

Puso los ojos en blanco — Iríamos al teatro hoy.

Lo recordé al instante y puse los ojos como plato.

— Lo siento, lo olvidé — Me cubrí el rostro avergonzada — He estado muy distraída empacando.

— ¿Empacando? — Preguntó mientras me seguía a la cómoda, empecé a soltar mi peinado para arreglarlo, estaba despeinada.

— Me voy a mudar a la ciudad — Le dije y la misma expresión que me habían dado los demás se formó en ella.

— ¿Y eso?

— Quiero vivir sola y en mi propio espacio — Le dije mientras peinaba mi cabello y alzó sus cejas — Tengo planeado conseguir mi propio trabajo para independizarme.

— Guao, eso está muy bien Clara.

Me hice una trenza y coloqué ganchos en forma de flores en mis mechones rebeldes, me pinté los labios de roza y sonreí a mi reflejo.

— Vamos al teatro, insistí mucho en que me llevaras para cancelar éste plan — Me giré, alisando la falda de mi vestido celeste.

— Claro, por supuesto, he invitado a Eidan pero no ha querido venir, me dijo que tenía otros planes, iba a una celebración en un club privado — Me dijo extrañada, me preocupó que Eidan no quisiera estar a mi lado y que nuestra amistad se disipara, pero comprendía que necesitaba tiempo.

— Entonces será una noche de chicas — Sonreí para que no notara mi tensión.

Naya y yo nos habíamos hecho muy buenas amigas a pesar de lo que le ocurría con Eidan, ella no había dicho nada al respecto, pero no necesitaba hacerlo, yo ya me había dado cuenta. Tal vez pensaba que se iba estropear la amistad, pero no iba suceder eso porque ya tenía el camino libre para conquistar a Eidan, aunque ella estaba en la misma posición que él conmigo, podría correr el riesgo de salir rechazada.

No le mencioné nada de que mi relación con Eidan se mantendría en la amistad únicamente, no quería volver al mismo tema.

Salimos juntas del palacio en un carruaje y en el camino íbamos charlando amenamente sobre cosas de chicas, sobre sus presentaciones en el teatro y sobre la obra que iba presentarse esa noche, era una obra de acción, sobre piratas y sirenas.

Excelente para distraer mi mente.

Le dí mi nueva dirección para que fuera a visitarme y se mostró encantada.

El carruaje se movía por la ciudad, a pesar de ser de noche el lugar estaba muy iluminado y había mucho movimiento en las calles, era la primera vez que saldría de noche, en el pasado me hubiese negado, pero tendría que acostumbrarme a ser más libre y dejar los miedos.

Llegamos al teatro, era una estructura gigantesca, con una amplia entrada de columnas con diseños de esculturas de criaturas fantasiosas, todo en mármol y en la entrada había una larga fila para la obra, que se extendía hasta las escaleras y la orilla de la calle, pero gracias a que Naya era la hija de los dueños pasamos directo sin tener que hacer la fila y entramos al teatro, todo estaba oscuro, no había empezado la obra y los asientos estaban vacíos.

No estaba acostumbrada a la oscuridad y tuve que aferrarme al brazo de Naya mientras bajamos las escaleras a los mejores asientos en la primera fila.

Había muy pocas personas allí, pero no pude visualizar sus rostros porque la penumbra se mantenía, me senté junto a Naya, había un asiento vacío a mi lado y eso me tranquilizó un poco, no me agradaba estar tan cerca de un desconocido.

El telón se mantuvo cerrado y gente hablaba en susurros.

— ¿Cuándo va empezar? — Le pregunté a Naya, impaciente.

— En unos minutos, deja la impaciencia.

— Lo bueno de estás filas es que nadie más se sentará aquí — Susurré de nuevo.

— Por supuesto que sí, aún no han terminado de llegar, hay mucha gente prestigiosa, las mejores filas son las que se llenan — Me desilusionó ella de inmediato, no quería que nadie se sentara a mi lado, me incomodaba, pero debía acostumbrarme si quería ser independiente y vivir sola, iba estar rodeada de extraños la mayoría del tiempo.

No me tranquilice con eso.

Una figura pasó frente a nosotras, desprendía un olor a lavanda, suplique para que no se sentara a mi lado, pero se detuvo y dejó caer su peso justamente en el asiento junto a mí.

Me quedé quieta, guardando silencio y arrimando mi cuerpo al lado de Naya.

Las luces se enfocaron en el telón de color vinotinto, junto con el sonido de un tambor como aviso de que iba comenzar la función, me relajé y olvidé por completo que estaba rodeada de extraños cuando el telón se abrió y la primera escena empezó.

Unos actores disfrazados de piratas, estaban sobre un barco que se movía sobre las aguas, todo eso era hecho con increíbles materiales que lo hacían parecer tan real, se sentía como si estuviera en el mar, era fantástico.

Solté un gemido de impresión.

— Esto está increíble — Le dije a Naya, ahora si podía observar su rostro, ella parecía estar acostumbrada a eso, porque no parecía impresionada.

— Son buenos actores, pero la escenografía es la que da el toque realista, son talentosos — Dijo ella y asentí.

— ¡ Me encanta, parece como si estuviera sumergida en mi habitación! — Grité tan eufórica cuando empezaron a pelear con sus espadas en el barco.

— ¡ Shhh! — Siseó la persona que estaba a mi lado, mandándome a callar como si mi voz se proyectara más alto que los sonidos del escenario.

Mi irritación me hizo girar mi cabeza hacia el infeliz que me había mandado a callar, pero me quedé helada.

El hombre a mi lado tenía su vista en el escenario, pero con una expresión de indiferencia, las luces revoloteaban en su rostro pálido, dejando ver el brillo de unos ojos grises y un cabello negro liso.

A pesar de que iba vestido de una forma completamente diferente, con un traje fino de color café y un pañuelo al cuello, lo reconocí de inmediato.

¡Era el espía del Evans! ¡No podía creerlo! ¿Qué hacía ese hombre allí? ¡Y me había mandado a callar! ¿A caso me había seguido? Negué la posibilidad, yo no me creía tan importante y Evans no perdería su tiempo al mandar a un espía a seguirme, más bien se alegraba de que yo desapareciera.

Enterré mis dedos contra los reposabrazos.

Me quedé observando detenidamente, tratando de salir de mi asombro que no disimulé en mi mirada en él.

Sus ojos giraron de reojo hacia mí, con molestia.

Volteé mi rostro en seguida a la obra teatral, fingiendo estar concentrada en lo que sucedía, pero la verdad es que había perdido el hilo de la historia por culpa de ese sujeto.

Ahora sentía su mirada en mí y me empecé a poner nerviosa.

No podía dejar de poner mi atención al maleducado, giré mis ojos de nuevo, con disimulo.

Tenía un perfil atractivo, una nariz varonil y unos labios sensuales.

Era muy guapo, anteriormente no me había fijado en eso.

De nuevo sintió mi mirada y volví mi vista a la obra.

No me esperaba lo que iba venir, un mounstro salió de detrás de una piedra repentinamente al escenario y me sobresalté, grité del susto, moví mi brazo bruscamente y sentí como una mano fría me tomó de la muñeca.

Me giré, mi mano estaba cerca del rostro del hombre, estuve apunto de darle un manotazo, pero él había detenido el golpe justo a tiempo.

Sentí como la vergüenza me llenaba, mi rostro ardió cuando me dirigió otra mirada de irritación y su ceño estaba tan fruncido.

Me soltó y enseguida me separé, pero no le pedí disculpas ni mucho menos, esa era una buena cucharada de su propia medicina.

Lo observé con altanería y volví mis ojos hacia el escenario, pero con el corazón tan desbocado que me costó respirar.

La obra terminó tan rápido que no me percaté cuando todos se levantaron a aplaudir, lo hice y aplaudí con fuerza, pero me percaté de que el hombre no estaba en su sitio, una vez más se había marchado misteriosamente, sin dejar rastro alguno de su presencia.

Me empezó a inquietar aquel sujeto tan misterioso.

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