Hace mucho tiempo, recuerdo haber leído una novela de fantasía oscura que me llamó la atención por su lamentable villana.
Su nombre era Eris.
Era hija ilegítima del rey de un país cuyo nombre ya no recordaba. Una niña, producto de una violacion.
A pesar de ello, había nacido con grandes dotes mágicos, incluso hasta creían que podría ser la reencarnación del fundador del imperio debido al gran control que tenía sobre el fuego. Por supuesto, por mucho tiempo ella había ocultado dichas habilidades ya que tenía mucho miedo de las represalias. Si descubrían ese poder en ella, automáticamente se convertiría en una poderosa candidata al trono y se ganaría el odio de sus hermanos, incluyendo al protagonista masculino de la historia. Un chico que en mi opinión, nunca me agradó a pesar de su condición como protagonista.
Era sumamente egocéntrico e ignoraba a su media hermana la cual (por alguna razón totalmente incomprensible para mí) guardaba sentimientos de amor incestuoso hacia él. En fin, típica trama trillada de una novela de fantasía. Solo la leía con la esperanza de que Eris tuviera al menos un final decente.
Pero no podría estar más equivocada. Su final no fue para nada bonito.
Debido a que era una bastarda, era despreciada y constantemente maltratada en el palacio.
Su madre luego de tenerla, había sido encarcelada y encerrada cruelmente bajo los simientos de palacio, por lo que Eris no tenía más opción que soportar los maltratos. Todo por el bien de su madre que apenas había visto unas cuantas veces al año.
La gota que derramó el vaso de la discordia, fué cuando por fin la protagonista femenina hizo su aparición, llamando la atención inmediata de nuestro principe nada encantador.
Era una chica con gran inteligencia y coraje. De hecho, su personaje no me desagradaba totalmente. Tenía muchos conocimientos de medicina, incluso al principio se llegó a creer que era una bruja debido a que no había enfermedad que ella no pudiera curar. Era bastante independiente para ser una mujer de la época y fue la única que defendió a Eris cuando la maltrataban. Pero eso no evitó los celos descontrolados de la villana.
Básicamente la novela trataba de la protagonista y el protagonista desarrollando su historia de amor, y de Eris tratando de separarlos.
Pero todo empeoró aún más cuando su madre enfermó gravemente. No solo eso, uno de sus hermanos intentó violarla y por supuesto, Eris lo asesina usando sus poderes en defensa propia. Eso no le gustó para nada al emperador y castigó a Eris dejando morir a su madre, justo en frente de sus ojos.
Eris enloquece totalmente y de manera poco realista, se convierte en un enorme dragón y prácticamente destruye el palacio y toda la capital.
Nunca entendí porque se había convertido en dragón. Me enteré que había salido un segundo libro, pero no tuve tiempo de leerlo si quiera. Todavía tengo, o al menos eso espero, el primer libro guardado en algún rincón polvoriento de mi apartamento.
Al final, la sociedad actual me engulló completamente. Luego de graduarme, terminé trabajando en una empresa sumamente explotadora donde recibí todo tipo de maltratos y gritos… al igual que la villana Eris.
Incluso hasta acoso sexual recibía, sobretodo, de parte de los jefes. Me prometían comodidades y aumento salarial en la empresa si complacía sus peticiones, y yo indignada por supuesto me negaba rotundamente. Ahora que lo pienso, tal vez debería haber aceptado.
Las cargas de trabajos aumentaron cada vez más y más hasta el punto de que muchas veces no dormía varios días seguidos. Mi apariencia se volvió descuidada y poco agraciada. Lo bueno es que dejé de llamar la atención del sexo masculino, y prácticamente me convertí en un trabajador más. Lo malo es que ya ni siquiera recordaba quien era.
Solo pensaba en trabajar y trabajar día y noche.
Mi casa era un desastre. Creo que no limpiaba desde hace un año, realmente no tenía tiempo ni para eso. Los ojos se me hinchaban y enrojecían de tanto estar frente a la pc y ni siquiera comía adecuadamente.
Mi dieta se basaba totalmente en bebidas energizantes y café. Llegué a pesar inclusive menos de 40 kilos.
Por obvias razones, mi salud no era la mejor y pronto comencé a sentir dolores punzantes en mis riñones. Sabía que debía ir al médico, pero tenía tanto trabajo que no tenía tiempo ni para pensar en mi propia salud.
Al final, luego de cuatro años de intenso trabajo, terminé muriendo patéticamente en la soledad de mi pequeño apartamento, rodeada de montañas de basura acumulada y papeleo.
Lo recuerdo todo, por alguna razón. Recuerdo incluso que no encontraron mi cadaver hasta dos semana después, cuando los vecinos ya comenzaban a quejarse del mal olor. Ni siquiera mis compañeros de trabajo o mi jefe se preocuparon por haber faltado tantos días al trabajo. Estoy segura de que solo enviaron mi carta de despedida por correo, sin siquiera dignarse en preguntar por mi bienestar o al menos tratar de averiguar que me había pasado.
¿Mis padres? A ellos tampoco les importaba demasiado. Mientras continuara enviando todos los meses su respectiva mesada, ellos no se preocupaban. Ni siquiera me llamaban, solo lo hacían cuando me atrasaba en enviarles su mensualidad.
Me pregunto ¿que habrán pensado al enterarse de mi muerte? De seguro llorarían de frustración por haber perdido a su cajero automático andante.
Nadie se preocupaba por mi. Era una hormiga más en esta asquerosa sociedad.
Pensé que tal vez tendría un poco de paz en la muerte, pero no podría estar más equivocada.
Un intenso dolor me removió de pies a cabeza, y cuando abrí los ojos, me encontraba en un lugar totalmente diferente. Estaba acostada, bajo un techo de madera y paja. Miré mi entorno y noté que tenía las piernas abiertas. Solo cubría mi desnudez un camisón blanco que en ese momento estaba manchado de sangre y sudor.
Otro dolor intenso proveniente de mi vientre abultado me llegó y esta vez no pude evitar gritar.
«¿Qué diablos está pasando? ¿Por qué siento tanto dolor?»
—Eso es mi señora, siga pujando —espetó una persona desconocida que se encontraba posicionada entre mis piernas. Pude notar su rostro cuando ella lo alzó sobre mi enorme panza para dedicarme esas palabras.
Tampoco la conocía, era una mujer de rasgos occidentales que nunca en mi vida había visto.
—¿Quién… —intenté preguntar pero otra fuerte contracción me aquejó y tuve que gritar nuevamente.
No tarde en averiguar qué diablos estaba pasando. Estaba teniendo un parto y ni siquiera sabía todavía como diablos había llegado a este lugar. Me sentía tan impotente y confundida, pero todo eso quedó atrás cuando un intenso dolor aún más fuerte que el anterior me hizo gritar y pujar como nunca antes lo había hecho.
Otras dos mujeres, cuya presencia no había notado, me agarraron de los hombros para evitar que me incorporara. Las miré confundida e intenté forcejear para soltarme de su agarre, pero mi mente se puso en blanco totalmente al escuchar aquel llanto tan conocido de bebé.
—Felicidades señora —me dijo la mujer que no conocía, poniéndose en pie y sosteniendo en sus brazos un pequeño montículo de carne y piel enrojecida— Es una niña…
Me acercó a la bebe para que pudiera ver su rostro. No daba crédito a lo que veía. Era una pequeña bebe de cabello negro y ojos rojos.
—¿Qué diablos? —dije prácticamente sin pensarlo y ahí caí en la cuenta de todo.
Era difícil, por no decir imposible, ver niños con ojos rojos en el mundo real. Esa característica sólo la había visto en cierto libro que había leído con tan solo 17 años. Literalmente toda mi cordura se derrumbó en ese preciso instante y no pude evitar formar una sonrisa quebradiza en mis labios resecos, que nada de agradable tenía.
Comencé a reír como toda una desquiciada. Las mujeres se miraron entre ellas confundidas, pero eso no podía importarme menos en ese momento.
—Esto tiene que ser una maldita broma…
La maternidad definitivamente no estaba dentro de mis planes, por lo menos no tan pronto.
Ya había pasado alrededor de tres semanas y aún no había podido salir de la cama. Sin embargo, todos esos días sola me sirvieron para pensar. Ya no había duda, de alguna manera había transmigrado al mundo de la novela que había leído en mi adolescencia. No entendía como ni porqué, pero pensar en eso era inútil ahora mismo.
Tal vez todo esto era solo un sueño, tal vez no morí y simplemente me encontraba en una especie de coma. No sabía nada con exactitud pero si de algo estaba segura, es que no tendría un final muy feliz si no hacía nada ahora mismo.
Miré a la bebe en mis brazos y no pude evitar enternecerme al ver como bebía la leche de mis pechos. Sus enormes ojos rojos me miraban con intensidad y cierta sabiduría que me dejaba un tanto descolocada. Sentía como si me estuviera analizando o que se yo.
Aún no le había puesto nombre. Pensé en llamarla “Eris” como en la historia original pero sería algo contraproducente. Si quería evitar el destino que nos esperaba en el futuro, debía actuar con inteligencia.
Intenté recordar hasta el más pequeño detalle de esta historia. No se mencionaba mucho en el libro sobre la madre de Eris. Lo único que se sabía, es que había sido una simple sirvienta en el palacio que debido a su gran belleza, captó de inmediato la atención del emperador el cual no tardó en cortejarla.
Por supuesto, se había negado, lo que provocó que el emperador la secuestrara y la violara múltiples veces hasta saciar su apetito.
Sin duda alguna, ese hombre era más que detestable. Uno de los personajes que más odiaba en el libro. A veces hasta pensaba que era malo porque si, un personaje plano más cuya función era ser solamente ser el “malo” y punto. No entiendo como una novela tan cliché como esta se volvió tan popular.
Con eso en mente, recordé un suceso que no tardaría en suceder. En unos días, o quizás mañana, debería aparecer en cualquier momento el emperador en busca de su hija y de mi. Así encerrarnos en palacio y evitar que el rumor de que su hija bastarda había nacido de una violacion, se extendiera por todo el país como pólvora. Lo cual afectaría notablemente su imagen intachable como soberano.
De hecho, estaba bastante segura de que las mujeres que me ayudaron en el parto trabajaban para él. Ya les había preguntado varías veces donde estaba o como había llegado hasta aquí, pero ninguna quizo decirme. Por el paisaje que se veía a través de la ventana de la habitación, debía encontrarme bastante lejos de la capital. Desde mi posición solo se podía ver árboles y montañas.
Una pizca de curiosidad me llegó y las ansias de conocer este nuevo mundo de fantasía se iluminaron en mi mente. Si tan solo pudiera averiguar cómo huir de aquí, todo ese mundo desconocido estaría a mi alcance. No debía desaprovechar esta segunda oportunidad de vivir. Más en un cuerpo tan hermoso como este. Había que admitir que la madre de Eris tenía muy buenos atributos.
Mi cabello era negro como el azabache, largo hasta llegar a mi espalda baja. Mis ojos eran de un ambarino sumamente enigmático y mi piel de un color algo oscuro como las almendras. Mi anterior cuerpo no se comparaba con este. Eso sin mencionar el exuberante busto que colgaba en mi pecho.
No me extrañaría que el emperador se obsesionara con este cuerpo.
Unos golpes en la puerta me hicieron reaccionar y mi corazón palpitó con fuerza ante la expectación. Por un segundo creí que se trataría del emperador, pero cuando la puerta se abrió y una mujer bajita y regordeta se adentró sosteniendo una bandeja con comida, no pude evitar suspirar aliviada.
—¿Cómo amaneció la señora hoy? —preguntó la mujer con una sonrisa amable mientras se acercaba a mi posición. Dejó la bandeja con estofado humeante encima de la mesita al lado de la cama y extendió sus manos para agarrar a la bebe.
Por instinto, rápidamente aparte a la bebe de su alcance.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté un tanto molesta. Definitivamente no confiaba en ella.
La mujer suspiró con cierta pesadez y contestó con otra pregunta.
—¿Cómo se supone que vas a comer sosteniendo a la bebe?
Bueno, tenía un buen punto.
Algo reticente, le di a la niña y no le quité ni un ojo de encima hasta que la colocó en la cuna de madera al otro lado de la habitación.
Luego de eso volvió a mi posición y colocó la bandeja en mi regazo.
—Asegúrese de comerlo todo. Necesitará todas sus fuerzas para alimentar a la bebé.
Luego se dio la vuelta disponiéndose a retirarse, pero la detuve de inmediato.
—¡Espera! —me miró con el ceño fruncido— Luego de comer… ¿crees que pueda salir un rato? El sol me vendría muy bien.
La mujer me miró un tanto insegura y de inmediato volví a hablar antes de que se negara.
—Solo será un momento, por favor no he salido de aquí desde que la bebe nació y está haciendo algo de frío. ¿Acaso quieres que me enferme? ¿Cómo alimentaré a la bebe estando enferma?
Si no la convencía con eso, entonces no lo haría con nada más.
La mujer me miró silenciosa por unos segundos tan intensos que los sentí prácticamente eternos. Por un momento creí que se negaría, pero para mi sorpresa la señora suspiró relajando sus hombros y asintió con la cabeza.
—De acuerdo —sonreí aliviada y ella agregó alzando su dedo índice— Pero no saldrás sola, lo harás con una de nosotras siempre.
Asentí con la cabeza ciertamente emocionada y cuando por fin esa maldita vieja salió de la habitación, la sonrisa inocente en mis labios desapareció.
Este será el mejor momento para estudiar mi entorno y crear una vía de escape. Dependiendo del pronóstico, esta misma noche será el momento de mi huída.
Nunca en toda mi vida había respirado un aire tan limpio como este.
Inspiré y exhalé hasta llenar mis pulmones por completo y fue la mejor sensación del mundo. Definitivamente me encontraba en un mundo de fantasía, ya no podía negarlo.
El cielo era tan azul como si estuviera pintado en lienzo, y el pequeño bosque que rodeaba la cabaña me incitaba a adentrarme cada vez más y descubrir los secretos que guardaba. Miré fijamente mi entorno descubriendo cada detalle, sosteniendo a la bebé en mis brazos, la cual no dejaba de observar el exterior con igual curiosidad.
De hecho, había notado que era una niña muy tranquila. Apenas lloraba y a veces sentía como si me entendiera de alguna forma.
—No se acerque demasiado al bosque mi señora —espetó una joven voz a mi espalda. Ni siquiera había notado que caminaba al bosque inconscientemente. Noté que una verja de madera rodeaba toda la propiedad, seguramente para impedir la entrada de los animales salvajes.
—Lo siento —declaré con fingida timidez y enseguida volví hacia la sombra de un enorme árbol donde las sirvientas habían colocado una manta para sentarse.
Debía fingir ser una mujer ingenua y tímida, así esas mujeres bajarían un poco la guardia.
Esta vez, la mujer que me acompañaba era mucho más joven que las demás. Asumí que seguramente debía tener mi edad. Si no me equivoco, la madre de Eris la había tenido con solo 18 años.
Me senté en la manta con la espalda recostada a la madera del árbol y suspiré profundamente, algo relajada. Debía asegurarme de no olvidar la hermosa sensación que sentía al estar en el exterior. Si mi plan no funcionaba, de seguro no volvería a ver la luz del sol en lo que me queda de vida.
Le dí un vistazo a la bebé y noté que se estaba quedando dormida.
—Es una niña muy tranquila —dijo la sirvienta sentada cerca de mi— Aún no le ha puesto nombre. ¿Ya sabe cómo la llamará?
Fruncí el ceño pensativa ante su comentario. La verdad es que había intentado evitar ese tema en especial. No quería encariñarme con esta niña, ya que tenía pensado abandonarla aquí. La verdad es que viajar con una bebe recién nacida sería muy contraproducente, además de que sería fácilmente encontrada.
—No lo sé —admití un tanto triste.
—Debe asegurarse de ponerle un nombre antes de que el emperador llegue.
Ante aquellas palabras, miré a la joven sirvienta. Era la primera vez que las escuchaba hablar del emperador. Lo cual rectificó de inmediato mis sospechas. Todas ellas trabajaban para él.
Al parecer ella notó el error que había cometido porque de inmediato cubrió su boca arrepentida e intentó retractar sus palabras.
Aunque ya era demasiado tarde.
Me hice la boba, como si no hubiera entendido sus palabras. Eso la tranquilizó un poco y para distraerse empezó a hablar del clima y el paisaje. Yo le seguí la corriente con fingida inocencia, aunque en el fondo no dejaba de pensar en mis posibles vías de escape.
Ya en el atardecer, nuevamente en mi habitacion comencé a maquinar el plan de huida definitivo. Mientras la bebé dormía en su cuna, yo me encontraba sentada en el escritorio con los codos apoyados en la madera y una expresión pensativa marcando mis gestos.
Aún estaba un tanto débil por el parto, por lo que debía evitar de cualquier forma luchar contra ellas. Mi habitación se encontraba en el segundo piso, para bajar por la ventana necesitaría algún tipo de amarre lo suficientemente fuerte para soportar mi peso. Esas malditas me subestimaban. Ni siquiera vigilaban el exterior, solo el interior de la casa.
Eso era una ventaja para mi. Ellas no esperarían que una débil mujer como yo pudiera superar la altura entre la ventana de mi habitación y el pasto del jardín. Lo que no sabían es que en mi vida pasada practicaba mucho deporte y alpinismo en la escuela. También solía practicar esgrima en el dojo de mi padre, por lo que mis conocimientos en el uso de la espada se mantenían marcados en mi mente.
La única desventaja es que este cuerpo tenía el aspecto de nunca haber hecho ejercicio en toda su vida. Luego resolvería ese detalle más adelante, cuando ya estuviera fuera de peligro.
Miré nuevamente a la bebé y noté que ya estaba despierta. Estaba sentada en la cuna, observándome fijamente como si me estuviera reprochando por pensar en abandonarla.
—No tengo más opción —admití un tanto triste, como si ella pudiera entenderme. Algo que claramente era imposible, aunque a veces me diera esa sensación.
Unos golpes en la puerta me alertaron de inmediato y no tarde en notar la figura de la joven sirvienta adentrándose en la habitación sosteniendo una bandeja de humeante estofado en sus manos.
La colocó justo en mi escritorio y yo le agradecí con una sonrisa amable.
Agarré los cubierto y dispuse a devorar todo lo que había, después de todo necesitaría todas las fuerzas que pudiera reunir, pero me detuve al notar que la sirvienta seguía parada a mi lado. Lo cual me extrañó, normalmente me dejaban la comida y se retiraban de inmediato.
—¿Qué ocurre? —le pregunté un tanto confundida. Noté que una expresión algo triste marcaba su rostro.
—Mi señora, usted es una muy buena mujer —admitió algo arrepentida— Lo siento mucho, en verdad. Lamento no poder hacer nada para ayudarla.
Me sorprendí mucho al escuchar eso. Tuve el impulso de contarle sobre mis planes de huida pero detuve esos pensamientos de inmediato. No podía arriesgarme.
Permanecí en silencio, con una línea recta marcando mis mullidos labios. La sirvienta hizo una reverencia rápida y evitando mi mirada, se retiró de la habitación casi corriendo.
Una vez sola nuevamente, suspiré un tanto agotada. Realmente me vendría bien una aliada, pero no tenía tanto tiempo para asegurarme de que era confiable. En cualquier momento podría aparecer el emperador y en ese instante estaría condenada.
—Está bien Soo Min —me dije a mi misma, intentando calmar los repentinos nervios que me envolvieron de pies a cabeza— Todo estará bien. Saldrás de esta como sea.
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