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Infernal

Uno

Era el atardecer cuando el teléfono sonó. Bruno se encontraba en el sillón fumando un cigarrillo mientras miraba un punto fijo.

Ya no tenía nada, había acabado con todas las posibilidades para poder tener una vida digna.

A sus veinte años había tocado fondo, nada de nada. Su madre lo había criado en el ámbito del trabajo, pero estaba viviendo un momento en el cual no podía tener nada. Absolutamente nada.

Su madre había muerto cuando él tenía solo doce años, y se había criado en orfanatos. Cuando cumplió la mayoría de edad tuvo que salir a trabajar duro.

Sin embargo ahora, había perdido el trabajo debido a que su jefe decidió cerrar todo e irse a otro país. Buscó bastante desde entonces, pero no encontró nada. El dinero que había ahorrado ya se había acabado y no encontró trabajo alguno.

Ahora, solo en esa habitación, ubicada en la peor zona de la ciudad, pensaba en lo que debería hacer. Porque algo tenía que hacer, no podía quedarse cruzado de brazos.

El teléfono volvió a sonar por segunda vez. Respirando profundo se levantó del sillón y sujetó el tubo. Lo que escuchó del otro lado lo dejó sin habla.

- Señor Bruno debe venir a la dirección que le enviaré por fax. Acaba de heredar la fortuna de su abuelo Minos Archer. Usted es el único heredero en condiciones.

- ¿De qué habla? - Le pareció una broma de muy mal gusto aquello. El fax sonó y recibió una hoja. Sin colgar, leyó lo que estaba escrito.

- Lo esperamos en una hora a más tardar señor Bruno.

Inmediatamente colgó. Bruno quedó mirando el teléfono sin lograr entender qué había sucedido. ¿En verdad estaba ocurriendo aquello?

Suspiró profundo y tras colgar, se duchó. Quince minutos después, salía de su departamento para tomar el colectivo y dirigirse a la dirección que le enviaron.

No le importaba ir a lo desconocido, debido a que nada tenía ya que lo había perdido todo. El paisaje fue cambiando desde el peor de los aspectos hasta la mejor de las vistas. Una tras otra las mansiones se veían con sus lujosas fachadas.

Transcurrida casi una hora, había llegado a destino. Recién empezó a sentirse nervioso, sus manos transpiraban y su corazón latía como un tambor.

Cerró los ojos para intentar calmarse y tras unos instantes los volvió a abrir. Tocó el timbre y aguardo. Un hombre alto de muy mala expresión abrió la puerta. La forma en que lo miró lo irritó, como si fuese un bicho raro.

Apretó los labios en un intento por controlarse, ya que súbitamente sintió el impulso de estrangularlo.

Dijo que había sido citado ahí. El hombre abrió más la puerta y tras hacerse a un lado le permitió entrar. Lo condujo por aquel increíble lugar hasta llegar al despacho, un lugar muchísimo más grande que su departamento completo.

Bruno tuvo que usar su voluntad, para discimular su asombro por ese lugar. Al entrar al despacho, que luego supo que se trataba del lugar favorito de su abuelo, observó detenidamente ese sitio.

El lujo en que había vivido su abuelo era increíble. Frunció el ceño al ser conciente de la avaricia en que había vivido el anciano. Las fotos cautivaron su atención, ahí estaban sus abuelos paternos y su padre. Sujetó la foto que mostraba a su padre sonriendo feliz con un nudo en la garganta.

- Padre ¿qué fue de tí?

- Señor Archer - la voz del abogado lo sobresaltó. Dejó el retrato y volteó para mirarlo. - Tome asiento, iremos al grano directamente.

Obedeció en silencio, el abogado le detalló las cosas mostrándole los papeles y el testamento que su abuelo le dejó.

-Podrá hacerse cargo de toda su fortuna siendo su heredero pero solo será momentánea.

-¿Cómo momentáneo? Usted no dijo nada....

- Bueno, ahora se lo estoy diciendo. Su abuelo puso una cláusula como requisito fundamental.

-¿Y cuál es?

-Deberá contraer matrimonio y el plazo solo es de seis meses.

-¿Qué pasará si no cumplo eso?

-Volverá al lugar dónde vino.

No le gustaba nada aquello ¿Cómo se suponía que debía casarse, si ni siquiera tenía novia? Lo que es peor ¡No le gustan las mujeres!

- Es broma ¿cierto?

- Nunca, lea.

Así lo hizo y para su asombro confirmó lo que el abogado le decía. Cerró los ojos preocupado ¿qué podría hacer? Aunque algo se activó en su persona, al descubrir que el testamento solo decía que debía casarse. No especificaba con quién.

-Bien, lo haré. ¿Cuándo podré trasladarme aquí?

- Ahora mismo.

La entrevista pasó y empezó con los trámites. Por supuesto se fue a vivir a esa hermosa mansión al instante. Lo demás, su abogado

se estaba ocupando.

Llegada la noche sintió que había entrado a otro mundo totalmente diferente. Empezaría una vida nueva, y no pensaba perder ésta maravillosa oportunidad.

Pero cuando estuvo instalado ahí el mayordomo le dijo:

-Señor, ahora que será usted el nuevo dueño del lugar debo informarle sobre su padre.

-¿Qué?

-Su abuelo así lo quiso.

Nunca había sabido nada sobre su padre, su madre hablaba muy poco de su persona. El mayordomo prosiguió

- Será mejor que lo vea por usted mismo.

Sintiendo una gran curiosidad lo siguió. El mayordomo le dijo en tanto:

- Hace más de trece años que sufrió aquel accidente.

Al abrir la puerta de una habitación, entró sintiendo el fuerte olor a fármacos que casi lo voltea.

Un hombre de treinta y ocho años de blancos cabellos platinados de ojos celestes yacía en la cama. Respiraba pero no se movía.

Ahí se estaba enterando que había sufrido un accidente de auto y su abuelo lo mantuvo vivo en ese estado. La habitación era lúgubre y carente de vida.

-¿Padre? - Nos miramos y él empezó a respirar entrecortado. Podía notar su desesperación.

- No pierda su tiempo señor Bruno, su padre no entiende nada. - el mayordomo quiso cerrar la puerta con llave.

¿Con llave? ¿Por qué demonios hacia eso? Fruncí el ceño. Pero cuando quiso llevar a cabo menuda acción se lo prohibí.

- No, me quedaré aquí con él y deme las llaves. - Ví la turbación en el mayordomo y levanté una ceja - Soy el dueño del lugar y él es mi padre.

- Dueño momentáneo - me recordó el muy maldito - Así que aún no es reconocido como nuestro patrón. De todas maneras aquí las tiene. Pero procure ser cuidadoso. Su padre debe ser protegido y asistido siempre.

- Muy bien.- Cuando lo ví alejarse cerré la puerta y me acerqué a mi papà. No podía dar crédito a lo que estaba pasandome. - Papá, al fin te puedo ver. Al fin te...te encontré...papá...me hiciste tanta falta ¿sabes? Aún ahora te sigo necesitando....papá....- la voz se me quebró de la emoción.

Él respiraba entrecortado mientras me miraba. Me sentía extraño y él estaba desesperado, era evidente eso. Era inhumano aquello.

¿Cómo su abuelo pudo tratar así a su propio hijo? Había muchas cosas ocultas en esa mansión y él las encontraría.

Además ayudaría a su padre, era evidente que la estaba pensando muy mal.

Dos

Habían pasado tres días desde que Bruno llegó a la mansión instalándose allí. Eligió una habitación situada junto a la de su padre.

En ese tiempo se dedicó a conocer lo que hacía falta saber, así supo que los criados y sirvientes si lo reconocían a él como patrón y hasta se alegraban de tenerlo allí. No obstante el mayordomo era otro cantar, él no solo no lo reconocía sino que lo despreciaba conciderándolo un molesto usurpador. Con esto el joven sabía que tenía un enemigo en potencia.

Despreciaba incluso a su padre, patrón suyo. Podía verlo en su rostro cada vez que hablaba de él o tenía que asearlo. Por tal razón había decidido ocuparse él personalmente de su padre. Necesitaba recuperar el tiempo perdido y lo alegraba poder tenerlo a su lado.

Aunque deseaba con toda el alma poder ayudarlo a recuperarse, quería oírlo con su propia voz, verlo moverse. Reír con la intensidad en que reía en las diversas fotos que había visto por la mansión.

Soñaba incluso escucharlo decir lo mucho que lo quería a él, su único hijo. Ardía en deseos por conversar horas con su padre, conocerlo a fondo. Pasear con él, hasta viajar. En definitiva se sentía inmensamente feliz de haberlo encontrado.

Saberse querido otra vez por un ser humano era lo mejor del mundo. La única persona que lo había querido de verdad fue su madre, lamentablemente tuvo que morir muy pronto por culpa de esa maldita enfermedad.

Y todo por no contar con los recursos económicos necesarios para poder curarse.Se había sentido muy solo desde entonces, aprendió a convivir con ello. Pero ahora que tenía a su papá volvía a sentir esa inmensa felicidad por saber que al menos a alguien él le importaba.

Porque él, de alguna manera sentía que podía comunicarse con su padre, que él si entendía las cosas, no como el maldito mayordomo le quería hacer creer.

Era plenamente conciente de que su estadía en ese lugar sería muy breve, porque definitivamente no lograría casarse en tan poco tiempo, debido a que ni siquiera estaba en pareja. Todo eso llevaba tiempo. Su maldito abuelo ¿en qué demonios estaba pensando al poner menuda cláusula? Ese día había dispuesto todo para mejorar la habitación de su padre, volviéndola más alegre y llena de vida.

Los criados estuvieron trabajando en ello pese a las incontables protestas del mayordomo. Aquel vejestorio se había tomado demasiadas atribuciones y para colmo de males no reconocía su autoridad de dueño de la fortuna de los Archer.

Pero lo que más lo molestaba era ver los obstáculos que intentaba poner cuando de su papá se trataba. Reprochaba toda iniciativa de su parte que induciera a su papá a hacerlo sentir mejor. Parecería que lo odiaba en serio, y disfrutaba viéndolo padecer. Encima era él quien se ocupaba expresamente de su cuidado y del doctor que lo atendía.

Pero ese día Bruno se plantó ante ese maldito, tomaría el control de su papá, sus remedios y doctores. Después de todo era su padre. Ellos estaban en el salón de arte mientras remodelaban la habitación de Nerón, padre de Bruno.

La discusión se hubo vuelto muy acalorada entre ambos, frente a Nerón, que se encontraba sentado en el sillón sin poder hacer otra cosa más que mirar y oír.

- ¡Deje de meterse en lo que a mí padre respecta! ¡Usted no es familiar alguno!

- Todo lo relacionado con Nerón Archer es responsabilidad exclusivamente mía. Así fue decidido.

-¿Por quién?

- Su difundo abuelo

- Él está muerto, ahora yo estoy a cargo de todo. ¡Soy su heredero! Y en todo caso es mi padre ¡No de usted!

- Tu padre no puede decidir por sí mismo, porque nada entiende. En cuanto a tí, no eres dueño de nada. No importa que sea tu padre, en seis meses te irás y ni siquiera podrás llevarte a tu padre.

- No me importa, la relación con mi padre es fuerte y eterna. Lo seguiré viendo.

- Eres un extraño aquí, además él nunca te aceptó como hijo.

Aquello me tomó desprevenido, en verdad no esperaba que ese maldito me saliera con eso.

- Mentira

- ¿Por qué crees que nunca fue a buscarte? Él siempre supo de tu existencia muchacho. ¿Seguirás apoyándolo?

- Por supuesto, ahora deje de estorbar y vayase.

A resgañadientes lo ví irse del salón, pero me dolió el alma. Fue como si me hicieran añicos el corazón. Me había hecho tantas ilusiones. Observé a mi padre con dolor y furia.

- Con que sabías de mi, pero no te importó nunca conocerme siquiera. Maldita sea padre y yo aquí feliz de haberte encontrado.

No pude evitar llorar, pero me sequé las lágrimas con furia. No debía sorprenderme ¿o sí? Nunca nadie me quiso, salvó mi madre.

- Bueno qué más da padre, después de todo solo mi propia madre me quiso. No me sorprende que hasta tú, mi propio padre, me despreciara. No cambia nada.

Me senté en el sillón, pero al ver el libro que había elegido de la biblioteca para leerle y así compartir con él mis gustos, me provocó una singular angustia. Estaba en el peor de mis momentos, sin trabajo, sin plata, sin un lugar a donde ir. Ésta herencia era solo apariencias, porque todo me sería arrebatado a los pocos meses. Y como broche de oro mi padre me despreciaba. Solo tenía que atenderlo imaginándome que me quería, pero sabiendo que en realidad seguro sentiría asco de tener que estar a mi lado.

No pude más y empecé a llorar amargamente, estaba en mi límite emocional. Lo miré con intenso dolor y por primera vez desde que llegué a este lugar no supe cómo interpretar su mirada.

—¿Sabes? No entiendo por qué tú y mamá me trajeron a éste maldito mundo papá. Nadie me acepta, nadie siente por mí persona afecto, no hablemos de amor. Lo único que sienten por mí es desprecio, odio e indiferencia. Creí estúpidamente que al menos tú por ser mi papá me querías. Veo que no, porque no creo que el mayordomo mienta al respecto. En fin, seguramente no te importa nada de lo que venga de un plebeyo como yo. Pero te trataré como es debido, porque eres un ser humano que padece lo peor de los castigos. El encierro en tu propio cuerpo.

Transcurridas un par de horas la habitación de mi padre estaba renovada al completo, con perfume de jazmín, vistas al jardín, cortinas de colores claros. Había vida y se podía respirar mejor. Al entrar, llevaba a mi padre en la silla de ruedas, todo era diferente. Pude ver la alegría en su rostro, otra vez sabía que sentía. Nuestra comunicación renacía al parecer. La angustia se esfumaba de mi alma, esa angustia que el mayordomo me dejó.

Tendría que trabajar en la creación de un escudo que me proteja de su veneno. Sonriendo miré a mi papá, ya no había rastros de lágrimas en mi rostro.

- Papá, dejaremos el pasado atrás ¿de acuerdo? Importa lo que ocurra a partir de éste momento. Yo te quiero y te necesito, solo me basta saber que ahora me aceptas como tú hijo.

Sin poder contenerme lo abracé fuertemente, estaba muy delgado. Tendría que trabajar en su alimentación. Luego lo besé en la frente.

- Me siento feliz de haberte encontrado papá, no me importa la fortuna del abuelo. Solo quiero contar con tu amor, tu apoyo...papá. - Él me sonrió levemente debido a su parálisis - Lograré que puedas volver a hablar y a moverte papá. Solo confía en mí.

Tres

Me encantaba la medicina y era la carrera que había elegido que, a pesar de ser muy cara y solo estar en la universidad que está situada en la zona de la aristocracia, la había iniciado.

Durante dos años me dedique solo a la carrera, porque pude obtener una beca universitaria y además tenía trabajo.

Con eso me la podía pagar, pero al iniciar éste año dónde debía comenzar con el tercer curso, mi patrón decidió vender todo e irse del país.

No solo me quedé sin trabajo, sino que además la universidad me sacó la beca estudiantil. Nunca supe a qué se debió eso, porque mis notas fueron las mejores.

Cuando recibí el llamado del abogado, anunciandome que heredaba la fortuna de mi abuelo, era el último día que podía permanecer en el departamento donde estuve viviendo durante dos años desde que había empezado la carrera de medicina.

Ahora estaba en ésta mansión pero solo era temporal, al cabo de seis meses estaría literalmente en la calle. Y todo por culpa de la maldita cláusula del matrimonio.

Pero no me daría por vencido, lucharía buscando la forma de poder quedarme aquí y no por la fortuna. Sino por mi padre, al fin lo pude encontrar. Aquí encontré una nueva motivación para mí vida.

Sería médico, y buscaría la forma de devolverle a mi papá la salud. Lo veo tan mal para ser el hijo de un aristócrata, mi abuelo no invirtió un centavo en su salud. Se limitó a tenerlo vivo. Eso lo pude descubrir por los criados y las anotaciones que mi propio abuelo hizo en su libreta personal. Hacía dos semanas que estaba en la mansión.

Opte por ignorar al maldito mayordomo, quien destilaba veneno continuo. Había iniciado el tercer curso de medicina, aprovechando la plata que ahora poseía aunque más no sea por seis meses. Quería indagar sobre la parálisis de mi padre, y así encontrar una solución a su problema.

Entre la facultad, mi investigación para ayudar a mi papá y el tiempo que le dedicaba a él, a atenderlo como era debido, aseándolo y alimentándolo ¿qué puedo decir? No me quedaba tiempo para buscar pareja y así poder casarme. Además nunca fuí alguien que creyera en el amor precisamente, eso sumando al echo de costarme muchísimo la relación con los demás era lo que me hacía saber que jamás podré cumplir con esa maldita cláusula. A medida que iba avanzando en mi investigación podía ver demasiadas irregularidades en lo que respecta a mi padre.

No parecía ser real esa parálisis, quizás se deba a un shock padecido por el accidente. Pero tenía que hacerle distintos tipos de estudios y para ello debía llevarlo a los médicos o llamarlos a que vinieran a la mansión.

Pero tanto el mayordomo como el abogado me lo impidieron mediante medios muy rebuscados. El peor de todos era el echo de ser heredero momentáneo de todo. Aunque fuese su hijo, legalmente no estaba reconocido por mi padre por ende no era su hijo ante la ley.

No tenía los derechos que un hijo tendría. En cuanto a lo económico, no me era posible hacer grandes gastos. Esa tarde me encontraba en el consultorio del abogado. Necesitaba poder hacerle los análisis adecuados a mi papá, quería saber si esa parálisis era algo físico o psicológico. El tratamiento sería totalmente diferente. Pero el abogado muy molesto me respondió:

- No molestes más mocoso, estoy ocupado.

- Es su deber atenderme de lo contrario no es necesario que sea el abogado de la familia Archer

– En seis meses te irás, si no presentas los papeles que demuestren tu casamiento. Por lo tanto no puedes disponer así nada más de la.inmensa fortuna de los Archer.

-Mi papá necesita ser atendido.

- El mayordomo se ocupará de eso.

-¡No! ¡Él, junto a mi abuelo lo mantuvieron vivo pero nunca lo hicieron tratar para que pueda curarse!

-Nada puedes hacer por él porque no eres su hijo.

- Lo soy

-No está probado.

-Me haré una prueba de ADN si es necesario.

-Imposible muchacho.

Sentía una intensa impotencia que me mataba por dentro. ¿Nada podía hacer? Al parecer se pusieron todos de acuerdo para evitar que mi padre se cure.

-Lo voy a hacer, voy a llamar a los médicos y lo haré tratar. Es mi padre y la fortuna es una herencia de mi abuelo. Tú al igual que el mayordomo son desconocidos. Los despediré y listo.

- Actúas como si ya fueses el dueño muchacho. No puedes despedir a nadie.

- Por favor...ayúdeme con mi papá...por favor...¿es que no se dió cuenta? No es para mí, es para su salud.

- Estás usando dinero para pagarte la carrera de medicina cuando antes debiste pedir permiso legal muchacho.

- Lo hice por mi padre, solo así podría indagar en la gran biblioteca de medicina.

- Eso no importa. Cuando se cumplan los seis meses tendrás que devolver todo el dinero gastado hasta el momento.

-No estará hablando en serio ¿cierto?

-Estás en serios problemas Bruno, problemas legales. Por tal razón te recomiendo no inmiscuirte en lo que respecta a la salud de tu padre.

Era mi papá y necesitaba urgentemente ser atendido como era debido, era increíble que mi abuelo haya condenado a su propio hijo así. El abogado no estaba dispuesto a colaborar con nada. Necesitaría quedarme solo para echar a éste maldito abogado y al mayordomo. Para poder dedicarme a mi papá, necesitaba más tiempo y ser el verdadero heredero.

-Cuando ví a mi papá estaba en muy mal estado, descuidado totalmente. Por favor ayúdeme con eso, no quiero el dinero de mi abuelo para mí. Quiero ayudar a mi papá y estudiar la carrera de medicina que de otra forma no me es posible hacerlo. Por favor, por favor se lo pido.

-No - fue la fría y dura respuesta del abogado. No entendía por qué era tan cruel.

- Es mi padre...

-Quizas no lo sea, recuerda siempre esa posibilidad. Yo en tu lugar dudaría de ser su hijo ya que nunca te buscó sabiendo que existías y él todavía tenía una excelente salud. Podía moverse con libertad.

No me importaba eso, yo lo sentía mi papá. Pero el abogado me dijo lo mismo que el mayordomo maldita sea.

-Tu padre nunca te quiso y estás perdiendo tu valioso y escaso tiempo en su persona, en vez de aprovecharlo para encontrar pareja.

Claro, sabía que tenía razón. Hasta yo mismo me decía eso pero era más fuerte que yo. Quería ayudar a mi papá, quería curarlo, deseaba oírlo hablar y verlo libre. Era alguien muy importante para mí. Era mi padre. Salí del estudio de ese maldito abogado, y mientras caminaba sin rumbo fijo encendí un cigarrillo. Me sentía destrozado ¿cómo era posible que siendo el hijo de Nerón Archer no podía usar mi parentesco directo para decidir ayudarlo?

Siendo el nieto de Minos Archer, dueño de semejante fortuna, no podía usarla para pagar el tratamiento que curaría a mi papá. Sentía una gran impotencia y furia que me inundó el alma de una intensa angustia. Además recién lo había encontrado y ya lo iba a perder. En cinco meses y medio lo perdería definitivamente.

Intenté saber si pasados los seis meses podría seguir frecuentando a mi padre pero al parecer no me sería posible tal cosa, debido a que legalmente mi papá no puede valerse por sí mismo. No puede tomar decisiones propias. Tanto él como toda la fortuna de mi abuelo iría a manos de un primo suyo llamado Hades Archer, quien odiaba a mi papá.

Él informó al abogado, quien me transmitió dicha información, que Hades le hubo pedido hacer un seguimiento de los gastos generados desde mi llegada a la mansión durante los seis meses ¿Cuál era el motivo de dicho pedido? Demandarme de esos gastos para que le devuelva a Hades hasta el último centavo gastado. Y si no pagaba me denunciaría por robo.

Con semejante panorama, era más que sabido que no me permitiría seguir viendo a mi papá. Acabe el cigarrillo y encendí otro. Me sentía acorralado. Sin más energías entré a un bar, necesitaba un trago luego de la visita al abogado. Era un hermoso lugar, sería la primera y única vez que estaría en un lugar tan fino y elegante como éste. La cerveza era exquisita. Deseaba morirme en verdad.

"Papá, te necesito tanto y tú...tú también me necesitas.¿Qué puedo hacer para que tengas el tratamiento que necesitas siendo el hijo de un millonario? Parece un mal chiste todo esto".

Desolado. Así me sentía. Tras beber la cerveza, pague la cuenta y me levanté para irme. Con todo lo que estaba viviendo, el matrimonio era un imposible. Pensando en todo ésto me encaminé hacia la puerta, sin mirar por dónde iba. Así me fue también, choqué con alguien que ví que volteaba sus libros.

-Disculpa - dije mirándolo y me quedé hipnotizado por la belleza del jóven que tenía frente mío. Era un pelirrojo de ojos verdes y blanca piel lozana.

- Fue mi error, estaba distraído - me dijo levantando sus libros. Me apuré a ayudarlo - Gracias....

- Bruno Archer es mi nombre ¿y tú eres...?

- Soy Shinki Stevens. Es un gusto.... Bruno...

- El placer es mío Shinki....

Cuando quise seguir mi camino él me detuvo:

-¿Estás apurado Bruno?

-Quizás ¿Por qué?

-¿Quieres tomar una cerveza conmigo?

Lo miré en silencio unos momentos y finalmente sonreí al tiempo que aceptaba. Shinki tenía algo que me hipnotizaba.

-De acuerdo

-Estupendo.

Nos sentamos en un sitio algo apartado para conversar tranquilos.

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