Un hermoso sol de verano, se posaba sobre aquel joven pescador sentado en un pequeño bote mientras quedaba su piel, tenía sus ojos azules tan profundos como el océano, fijos en el agua, estaba totalmente concentrado con su caña y solo acompañado de las suaves olas del mar, los gritos de las gaviotas hambrientas y el viento que rozaba su nuca.
Era un día como cualquier otro para Simon, nadie más que él y el enorme sol posado sobre su cabeza, la tranquilidad del bote se cortó al sentir los jalones en su caña, un pez había caído en su carnada. Con toda su fuerza, Simon jalo la caña de pescar y de un tirón salió volando el pez atrapado por el anzuelo.
Esbozo una sonrisa victoriosa al ver lo grande que era el pescado, lo tomó con cuidado y lo colocó sobre el balde a su lado lleno de otros peces cazados.
-Esto será suficiente por hoy- dijo muy orgulloso de su trabajo.
El muchacho se preparó todo como de costumbre y comenzó a dirigirse de regreso a la orilla con sus remos, todavía estaba juntando para poder comprarse un motor de pesca para su bote, ahorraría mucho más tiempo de ida y vuelta.
Al llegar al muelle, amarró su bote en el mismo lugar de todos los días, la gente del muelle ya lo conocía y no tomaban su lugar, estaba hace no mucho como pescador pero se había vuelto una persona frecuente en el lugar. Simon con balde en mano caminó hasta una pescadería cerca del muelle, al entrar se hizo oír de inmediato.
-¡Don Carlos traje la pesca de hoy!-
Un hombre gordo adulto aparece detrás del mostrador para recibir con sus manos el balde, Carlos Villa a pesar de ser duro y molesto, ha sido respetuoso con el, edreams de ser el único que aceptó a un joven de 18 años inexperto que provenía de otra ciudad como su ayudante, Simón estaba muy agradecido con el.
Salió de la tienda con su pequeña paga, había logrado juntar lo necesario para la renta de este mes y eso lo llenó de satisfacción.
Decidió volver a su casa en los bajos suburbios de la gran ciudad de Balta, un barrio de gente de bajos recursos económicos y lleno de indigentes. El también parecía uno de ellos, porque trataba de ahorrar todo lo posible, no escatimaba en gastos para comprar nuevas prendas y a veces se bañaba en el océano para no gastar tanta agua, lo que le daba un olor y una apariencia desagradable.
Simon estaba tan perdido en sus pensamientos que no se percató del auto deportivo y lujoso que se encontraba en esa zona, dentro había un hombre joven que lo estaba observando fijamente con una sonrisa desagradable en el rostro. El hombre se bajó del auto con prisa al ver a Simon alejándose del lugar, se acercó hasta Simon sumamente emocionado y con miedo a perderlo de vista lo llamo.
-¡Muchacho!- gritaba mientras se acercaba.
-Ah.. ¿Si..?- preguntó Simon mientras giraba su cabeza
Quedó confundido al ver quien lo llamaba, no lo conocía pero con solo mirarlo se podía ver que era un ricachón, tenía un traje caro y accesorios de lujo puesto, Simon lo miró confundido al verlo en la zona más pobre de la ciudad y se preguntó a sí mismo “¿Qué hace este tipo aquí?”
-Hoy es tu día de suerte- Dijo con toda la alegría del mundo.
-¿Como dice..?-
- Hay una joven muy hermosa que necesita un hombre para contraer matrimonio- tomó sus hombros y lo miro a los ojos con entusiasmo- y tu, eres el candidato perfecto para ello.
-....¿que?- Simón quedó todavía más confundido.
-¡Si! Te prometo que no te arrepentirás, es una joven muy hermosa que no juzga a los demás- Habla mientras rodeaba a Simon con sus brazos y lo arrastraba hasta su auto.
Simon estaba aturdido por la situación pero tenía curiosidad por ver a la joven que tanto quería un esposo, pero sentía aun mas curiosidad por saber porque este hombre rico, tenía una mirada de alegría llena de malicia en su rostro.
-Mi nombre es Simon Masson ¿Como se llama usted?- el hombre no respondió a la pregunta, parecía perdido en sus fantasías.
El hombre salió de barrios bajos del puerto, comenzó a entrar por el centro de la ciudad, cada vez la zonas por donde entraban se volvían más elegantes y lujosas, hasta llegar a una residencia privada, un barrio de clase alta para gente de la elite.
Para este punto del viaje la curiosidad del pescador se convirtió en preocupación, su mirada se volvió tensa y se sentía incómodo, comenzó a dudar de su decisión de acompañar a este hombre..
Entraron en un zona residencial muy apartada del resto que resguardaba una enorme mansión que era visible desde la entrada del barrio. En la entrada de la mansión se encontraban más autos de lujos estacionados, eran varios parecía que habían llegado a una reunión. Simon no tuvo tiempo de hacer o decir algo, porque fue bajado del auto y llevado a toda prisa hasta el interior de la gran mansión.
En el porche fueron recibidos por empleados que saludaron al hombre elegante.
-¿Están todos?-
-Si, toda la familia ya se encuentra en el salon Sir. Gustav-
-Perfecto- su sonrisa aún estaba intacta- Ven conmigo- le dijo a Simón.
Llegaron a una enorme puerta, que fue abierta de par en par, mostrando un enorme salón que ya estaba ocupado, adentro se encontraba mucha gente reunida, hombres, mujeres y niños, que dejaron todo lo que hacían para observar a los dos individuos. Los rostros de los invitados eran de alegría al ver a Gustav pero se transformaban al ver a un hombre extraño detrás de él, sobre todo porque al mirarlo parecía un vagabundo de las calles.
-¡Familia, tengo grandes noticias!- su voz alegre resonó por todo el salón, no hubo alguien que no lo escuchara- ¡Ingrid! Querida prima, ven aquí por favor-
Todas las miradas se dirigieron hacia un solo lugar en la sala, en el fondo estaban sentadas un grupo de jóvenes hablando entre sí, de ellos una joven muy hermosa se levantó de su asiento, su rostro se veía confundido al ser llamada de tal manera.
Incómodamente camino hasta Gustav mientras el resto de la familia murmuraba por lo bajo preguntando qué estaba ocurriendo, la joven aunque tenía un semblante tranquilo se sentía agobiada por la atención.
-Ingrid quiero que conozcas a alguien- miró a Simón con su extraña sonrisa - Simon esta es la joven de la que te hable, Ingrid Bonett ¿Porque no le hablas de ti, Simón?
-Ah..- Simon se sentía muy incómodo, era una situación extraña- Me llamo Simon Masson y soy pescador- La chica lo miró con confusión pero no dijo nada.
-¿Qué te parece Ingrid? espero que te guste porque este hombre se convertirá en tu esposo-
El rostro de la joven se desfiguró por completo y todos en el salón quedaron en shock ante la noticia mientras que Simon quedo inmovil en el mismo sitio sin saber que hacer.
-Simon esta hermosa mujer de aquí se convertirá en tu esposa desde ahora serás parte de nuestra familia- dijo Gustav con un rostro de satisfacción.
Aunque solo llegó hasta aquí por la curiosidad no podía evitar sentirse mal por la chica que estaba enfrente suyo, no tenía ni idea que esto le iba a ocurrir “Esto parece una broma muy cruel” pensó Simon.
-¡¿Nuevo esposo?!- interrumpió el silencio mortal de la sala una mujer de mediana edad, se levantó a toda prisa de su asiento, se veía totalmente disgustada ante la noticia- ¡¿Qué significa esto?!-
-Mamá detente...- dijo la joven desolada-
-¿Gustav de qué diablos habla?- preguntó un hombre muy confundido que se encontraba al lado de la mujer.
-Señora Elena, tío Luis esta fue una petición hecha por el mismo abuelo, si tiene un inconveniente vayan a hablar con él- su mirada de satisfacción se hizo más grande al decir eso.
-¡Esto no puede ser! ¡No puede ser!- Elena Durand Bonett salió hecha una furia del salón y armó una enorme conmoción dentro de la mansión, su esposo Luis Bonett salió detrás de ella.
Las personas que aún quedaban en la sala estaban exaltadas y confundidas, no podían procesar la gran noticia aún, no podían creer que la joven más hermosa de la prestigiosa familia Bonett se iba a casar con un pobre pescador.
En una boutique más exclusiva de la ciudad de Balta se encontraba Simón con un rostro preocupado esperando de pie en el probador más grande que había visto en su vida, miraba con ansiedad a las cortinas de terciopelo rojas que ocultaban a su futura esposa, de repente las cortinas se abren y dejan al descubierto a una hermosa Ingrid con un precioso vestido blanco que acentuaba su esbelta figura. Simón aunque maravillado por su belleza no pudo evitar sentirse triste al verla tan desganada.
Con suma delicadeza Ingrid camino hasta los grandes espejos del salón para observarse y Simón la siguió de atrás.
-Puedes negarte a esto, puedes simplemente irte y no mirar atrás- Simón lo decía mientras observaba aquella hermosa joven de tan solo 20 años a punto de cambiar su vida solo porque otros lo decidieron.
Un mes había pasado desde aquella desagradable reunión familiar, los preparativos de la boda se habían hecho con una gran rapidez, aquella horrible reunión había sido su fiesta de compromiso para que toda la familia supiera quién sería el nuevo miembro de la familia. No había durado ni una hora, todos se fueron de inmediato y únicamente los novios se quedaron, hasta el final, sin emitir ninguna palabra.
En todo este mes él había esperado una sola cosa, que Ingrid se negara a casarse con él, que dijera algo para detener esto, pero para su sorpresa Ingrid jamás se rehusó o discutió al respecto, ni siquiera la vio contradecir a su familia.
-No puedo hacer eso…. No puedo abandonar a mi familia- La respuesta provocó una mueca de desagrado en él.
Simón se quedó en silencio, estaba muy preocupado por esta chica y su poco interés en ella misma, dejaba de lado su bienestar por su familia, una familia que la uniría en matrimonio con un pobre extraño.
Ingrid rompió el incómodo silencio.
-No estás obligado a casarte, encontrarán a alguien más- dijo resignada- Volverán al mismo barrio de donde saliste y traerán a alguien más- ya había aceptado por completo su destino, lo que puso triste a Simón.
Él no quería que la casaran a la fuerza, pero no podía hacer nada más que tratar de convencerla de algo que ella misma ya había aceptado, se sentía impotente, si se negaba se casaría con otra escoria, pero podría ser una mucho peor que un pobre pescador como él, en la zona donde él vivía había gente que merecía vivir en la miseria. Esto lo llevó a pensar lo que él debía hacer al respecto y al final supo que haría, Simón tomó una decisión. Se subió al podio de novias donde estaba Ingrid y se paró enfrente de ella.
-Ingrid- La llamó suavemente se miraron fijamente a los ojos por primera vez.- Me casaré contigo- Estaba determinado y seguro.
-No puedo darte lo que te han dado hasta ahora, pero te prometo que no haré nada que no quieras- Ella abrió los ojos de la sorpresa ante sus palabras- y además el pescado jamás faltará en tu mesa- apretó sus manos con delicadeza y le dio una pequeña sonrisa.
Esas palabras le dieron un poco de alivio al triste corazón de Ingrid, se sentía agradecida de que al menos este hombre fuera una persona decente.
Así fue como comenzó la vida de casado de Simón con la mujer que hoy día es su esposa, han pasado tres años desde aquella promesa que hizo y la cumplió al pie de la letra, pero a pesar de todo, las cosas no mejoraron para ninguno de los dos.
Al provenir de una familia de élite reconocida tenía mucho que aparentar ante los demás, pero el matrimonio entre ella con una pobre diablo solo le causó una vergüenza a la familia Bonett antes las otras familias de ricos y poderosos, la familia se había convertido en el hazme reír de las reuniones sociales provocando que Ingrid y sus padres se volvieran los bufones de la familia, rechazados por sus propios parientes y avergonzados en cada oportunidad.
Los Bonett son una familia con mucho prestigio y poder, cabecillas en el mundo de la tecnología en el país y a nivel internacional con su empresa Red company, fundada por Arnold Bonett en su juventud, trabajó toda su vida por esta empresa y en el camino tuvo cuatro hijos, uno de ellos era Luis, el padre de Ingrid.
En estos tres años, Simón descubrió que su matrimonio fue un castigo para los padres de Ingrid, que habían cometido infracciones dentro Red Company cometieron fraude fiscal y evasión de impuestos para obtener mucho más dinero además de haberle robado a la compañía, lo que les trajo una enorme multa a pagar y la pérdida de grandes inversores, manchando su imagen y reputación, la cabeza de la familia, Arnold Bonett en un ataque de cólera ordenó que casaran a su nieta con una escoria de la calle, no importaban sus orígenes o su estilo de vida, porque conocía las intenciones de su hijo de casarla con una persona con dinero.
Como Simón se veía como un hombre sin hogar y sin futuro, fue escogido para la tarea.
Simón se rio amargamente al recordar esos sucesos tan extraños, en sus manos llevaba un bote con algunos pescados y en el otro el dinero que había hecho en el día, subía las escaleras del apartamento del cual se había mudado después de casarse, era uno común sin ascensores y solo tenía algunos pisos, se encontraba centrado en una zona de clase media baja, pero era mucho mejor que su viejo barrio.
Se encontraba dispuesto a abrir la puerta, hasta que escuchó a su suegra, Elena Duran Bonett gritar del otro lado. Simón suspiró con amargura al escuchar aquella voz insoportable.
-¿¡Puedes creerlo!? ¡Después de todo lo que he hecho por ellos, es así como me pagan!- Elena sonaba indignada y al borde de las lágrimas-
Simón sabía lo que se avecinaba, se preparó mentalmente unos segundos y abrió la puerta con delicadeza. Adentro encontró a la mujer llorando desconsoladamente junto a su esposo, sentados en el sofá, aunque intentó hacer silencio al entrar, Elena lo vio de inmediato y su semblante cambia de tristeza a uno de rabia, Luis, su esposo también le dedico una mirada de desaprobación cuando lo miro.
-¡Gracias a la ayuda de esta basura, es que tenemos que soportar estos tratos!- dijo con rabia Elena.
-Hola señora Elena, veo que volvieron a faltarle el respeto.-
-¿De quién piensas que es la culpa? ¡Gracias ti, parásito chupa sangre es que todos nos ven como parias!- La mujer comenzó a llorar y su voz se quebraba más con cada palabra- Nos hemos hundido en la miseria y tú solo nos traes más vergüenza, eres una mancha en nuestra familia-
-Cálmate, Elena, de nada sirve ponerte de esa manera.- dijo Luis Bonett, el suegro de Simón, mientras abrazaba a Elena.
Simón por su parte rodó los ojos ante el berrinche de su suegra, siempre era un calvario diferente cada día y siempre algo sin importancia, decidió hace mucho solo ignorarla y tragarse las molestias que esos dos le causaban.
Continuó su camino hasta la cocina, mientras Elena continuaba con sus gritos y sus lágrimas, dejó el pescado en la nevera y se fue a dar una ducha. Aún se podían escuchar los lamentos de Elena por todo el departamento, algo a lo que Simón se había acostumbrado y los vecinos de igual manera.
Decidió ir directamente a bañarse, dentro de su vida matrimonial Ingrid le pidió que se bañara más seguido para quitarse el olor del océano y del pescado de la tienda donde trabajaba. Cuando terminó, la señora Elena había terminado de llorar y lamentarse, entonces decidió acercarse a ella, sacó de su ropa sucia un pequeño fajo de billetes.
-Señora Elena, aquí tiene el dinero de esta semana- Elena se lo quitó con brusquedad de las manos sin mirarlo y sin hablarle.
Para ayudar con los gastos del departamento Simón, le entregaba un poco del dinero que ganaba.
-¿Esto es todo?- dijo furiosa- Dios que miseria ¿Para esto pasas todo el maldito día en ese sucio barco? ¡Solo para perder el tiempo!- Simon no dijo nada solo agacho la cabeza y la dejó gritar.
Su suegra desde el primer momento le exigió a Simon cada centavo que ganara en la pesca, como un pago por vivir con ellos. Si no lo hacía lo acosaba todo el tiempo, con insultos y toda clase de maltratos verbales, para zafarse de todo esa molestia, se le ocurrió poner un monto fijo para entregarle cada semana y el resto lo guardaba en su cuenta bancaria. Muy en el fondo él sospechaba que ese dinero no lo usaba para las necesidades del departamento pero no le importaba porque era el alquiler más barato que había conseguido, más que el de su antigua casa.
-No entendemos porque rechazaste el trabajo que te ofrecieron en la empresa familiar, era una buena oportunidad para mejorar nuestra reputación- Dijo su suegro molesto.
-Todavía no puedo creerlo, ¡deberías sentirte afortunado de que nuestra familia te de algo! y tú lo rechazas como si no fuera nada!-
-Tenemos que cambiar eso, no puede seguir trayendo migajas a mi hija, tenemos que buscarte un trabajo real-
Era costumbre que sus suegros insultaran la cantidad que le daba todas las semanas, para luego darle un sermón para que cambie de trabajo en alguna empresa o de llamo dentro de la familiar. Aunque él sabía que el trabajo que le dieran sería mejor y con una gran paga, Simon se rehusaba a ser parte de esa empresa porque accidentalmente escuchó una conversación privada entre Gustav, quien tiene un cargo muy importante en la empresa, y Elena, donde acordaron que el dinero que ganara sería entregado totalmente a Elena. Gustav se ofreció a dárselo a Ingrid junto con su sueldo, pero Elena insistió en que ella debería recibirlo.
Eso molestó mucho a Simón, no pensaba convertirse en el esclavo de esta familia y mucho menos depender de ellos económicamente.
-Mi trabajo es real y estoy bien con ello- defendió.
-¡Callate! tu trabajo es una basura y estás llevando a mi hija a la miseria con el- Grito Elena molesta.
Elena continuó insultando sus esfuerzos en la pesca, mientras Luis apoyaba cada cosa que ella decía. Simon decidió ignorarlos de nuevo y se fue directamente a otra habitación, con celular en mano.
Le envió un mensaje a Ingrid.
-“¿Hoy llegarás tarde?”-
“Voy en camino”
-"Ok"
Simón se dirigió a la cocina, comenzó a preparar una cena para su esposa, desde que se casaron él cocina para ella, no es un profesional pero su comida es decente e Ingrid la come sin problemas hasta que dicho que le gusta su cocina. Esa noche iba a preparar un guiso de carne, aunque siempre traía pescado, no lo cocinaba tan seguido para no cansar a Ingrid con lo mismo.
Unos 20 minutos después Ingrid llegó al departamento, entró por la puerta y fue recibida por sus padres mientras Simón estaba en la cocina. Él dejó la comida en la estufa y fue directo a ver a su esposa, al llegar y cruzar sus miradas, se encontró con el rostro de una hermosa mujer cansada y derrotada.
Había tenido un día difícil, de nuevo
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