Rigoberto, o Rig para sus amigos, se hundía en las profundidades del sueño, anhelando una noche de descanso después de un día interminable en la escuela. La jornada había sido abrumadora: clases pesadas, tareas interminables y la presión constante de cumplir con expectativas que parecían aumentar sin fin. La noche prometía ser un refugio, un escape del estrés diario, pero en lugar de encontrar consuelo, Rig se encontró atrapado en una pesadilla que lo arrastró a un abismo de terror y confusión.
En el sueño, Rig se encontraba en un callejón oscuro y estrecho, donde la humedad impregnaba el aire y el suelo estaba cubierto de escombros y charcos oscuros. Las paredes, hechas de ladrillos antiguos y desgastados, se alzaban imponentes a ambos lados, cubiertas de musgo y telarañas. La niebla espesa y opaca parecía envolverse a su alrededor, distorsionando la realidad y haciendo que cada paso se sintiera como si estuviera avanzando en un túnel sin fin. El silencio era absoluto, roto solo por el eco de sus pasos, que resonaban de manera inquietante en la atmósfera opresiva del callejón.
A medida que Rig avanzaba, un sentimiento de inquietud se apoderaba de él. La niebla parecía cerrar el callejón, cada vez más densa y difícil de atravesar. Su respiración se volvía cada vez más rápida, y el corazón latía con fuerza, como si intentara escapar del encierro de ese laberinto de sombras. De repente, dos ojos brillantes emergieron en la oscuridad, destellando con un verde luminoso que perforaba la niebla. La intensidad de esos ojos era tan penetrante que Rig sintió que le observaban con una curiosidad maliciosa.
Rig intentó avanzar, pero sus piernas se sentían pesadas, como si estuvieran atrapadas en un lodo espeso. El miedo se apoderaba de él, y cada paso se sentía como una lucha contra una fuerza invisible que lo mantenía anclado en el lugar. Los ojos verdes se acercaron lentamente, revelando al dueño de esa mirada inquietante: un gato negro con un rostro grotescamente humano. La combinación de rasgos felinos y humanos en el rostro del gato creaba una imagen perturbadora y surrealista. La boca del gato se curvaba en una mueca cruel, y sus ojos resplandecían con una malicia que parecía saber secretos oscuros.
El felino avanzaba con una gracia perturbadora, cada paso resonando en el silencio sepulcral del callejón. Rig intentó retroceder, pero se sentía como si estuviera atrapado en una telaraña invisible. El aire se volvía cada vez más denso, y la presión en su pecho se intensificaba, como si estuviera siendo asfixiado por el mismo sueño. El gato se acercaba con una calma inquietante, y Rig sentía cómo su miedo se transformaba en una opresión insoportable, un terror que parecía tener vida propia.
Cuando el gato estaba a punto de tocarlo, Rig sintió una presión en el pecho que era casi insoportable. Los ojos del gato parecían devorar cada rincón de su ser, y el terror se apoderó por completo de su mente. Era como si el propio sueño estuviera tratando de aplastarlo, despojarlo de su capacidad de moverse y respirar. En el momento más aterrador, justo cuando el gato parecía estar a punto de capturarlo, Rig despertó bruscamente en su cama, jadeando y empapado en sudor frío.
La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, y el sonido de la ciudad despertando afuera parecía un contraste surrealista con el terror que aún sentía. Aunque el día había comenzado, el eco de la pesadilla seguía resonando en su mente, como un eco persistente de una oscuridad que no podía dejar atrás. Rig se quedó en la cama, tratando de calmar su respiración agitada, mientras la sombra de la pesadilla seguía acechando, como un presagio inquietante de lo que estaba por venir.
Rig se quedó inmóvil en la cama, su mente luchando por despejar las imágenes aterradoras del sueño. La luz de la mañana, aunque tenue, ofrecía un pequeño consuelo. A través de las cortinas, los rayos del sol empezaban a filtrarse, creando un contraste entre la calidez del día y la frialdad que aún sentía en su pecho. Sin embargo, el eco de los ojos verdes brillantes seguía presente, como si hubieran dejado una marca indeleble en su mente.
Se levantó lentamente, tratando de sacudirse el sentimiento de opresión que lo envolvía. La habitación estaba en un orden meticuloso, pero la presencia de la pesadilla parecía haber desordenado su percepción de la realidad. Los muebles, las paredes decoradas con posters y las estanterías llenas de libros parecían ahora ser testigos mudos de un terror que no podía comprender completamente. El reloj despertador en la mesita de noche marcaba las seis y media, y el día apenas comenzaba.
Rig decidió que una ducha caliente podría ayudar a despejar su mente. Se dirigió al baño con pasos pesados, cada movimiento sintiéndose como un esfuerzo para deshacerse del peso emocional que cargaba. Mientras el agua caía sobre él, intentó concentrarse en la sensación reconfortante del calor, en lugar de en el frío y la oscuridad de la pesadilla. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos bajo el chorro de agua, los ojos verdes del gato volvían a aparecer, brillando en la oscuridad con una intensidad inquietante.
Salió de la ducha, envuelto en una toalla, y se dirigió a la cocina para prepararse el desayuno. La rutina diaria estaba a punto de comenzar, pero Rig se sentía como si estuviera atrapado en una burbuja de inquietud, incapaz de dejar atrás la pesadilla que lo había perturbado. Su madre ya estaba en la cocina, preparándose para ir al trabajo. Le saludó con una sonrisa cálida, pero Rig no podía evitar notar una preocupación subyacente en sus ojos.
—Buenos días, Rig. ¿Dormiste bien? —preguntó ella, con un tono que intentaba ser casual, pero que Rig percibió como cargado de una preocupación que no podía expresar del todo.
—Más o menos —respondió Rig, intentando sonar lo más natural posible mientras se servía un tazón de cereal. La conversación se desvió rápidamente hacia temas triviales: la lista de tareas para el día, los planes para el fin de semana, y otras pequeñas preocupaciones cotidianas. Aunque intentaba participar en la conversación, su mente seguía regresando a la pesadilla, a los ojos brillantes y al rostro perturbador del gato.
Después del desayuno, Rig se preparó para ir a la escuela. El trayecto en el autobús parecía interminable, cada bache en la carretera y cada conversación a su alrededor se sentían como parte de un escenario distorsionado. Al llegar al colegio, el bullicio de los estudiantes y el ritmo frenético del día escolar contrastaban bruscamente con la quietud y el terror de la pesadilla. Sin embargo, a pesar de estar rodeado de compañeros y profesores, Rig se sentía completamente solo, atrapado en una burbuja de ansiedad que no podía romper.
Las clases transcurrieron de manera rutinaria, pero Rig notó que su concentración estaba afectada. Las materias parecían borrosas, las explicaciones de los profesores se desvanecían en su mente, y el tiempo se arrastraba lentamente. En los pasillos, los murmullos de sus compañeros y los sonidos de las taquillas abriéndose y cerrándose se convirtieron en un telón de fondo difuso para su creciente sensación de inquietud.
Durante el recreo, Rig se encontró en el patio, observando a los demás estudiantes interactuar con facilidad, riendo y jugando. Quería unirse a ellos, pero la pesadilla seguía presente, como una sombra oscura que se interponía entre él y la normalidad. A cada paso, a cada mirada, sentía que algo estaba a punto de romperse, que la pesadilla de la noche pasada no era solo un sueño, sino un presagio de algo mucho más oscuro que estaba por llegar.
Rig salió de la escuela con una sensación de alivio y agotamiento, deseando que el día terminara lo antes posible. El cielo se había nublado, y una ligera llovizna comenzó a caer mientras se dirigía a casa. El clima gris y la lluvia parecían reflejar su estado emocional: oscuro y sombrío. Cada gota que caía parecía ser una extensión de la pesadilla, recordándole el terror que había experimentado durante la noche.
Al llegar a casa, Rig se dirigió directamente a su habitación. No tenía ánimos para socializar ni para realizar las tareas pendientes. Simplemente quería refugiarse en su espacio personal, donde pudiera tratar de deshacerse de la sensación persistente de inquietud que lo acompañaba. Se deshizo de sus zapatos y se dejó caer en la cama, mirando al techo mientras la lluvia seguía cayendo suavemente afuera.
La habitación de Rig estaba ordenada, pero la atmósfera se sentía pesada. Los posters en las paredes, que solían ser una fuente de inspiración, ahora parecían inertes y vacíos. Su escritorio estaba lleno de libros y papeles, pero Rig no tenía fuerzas para abordarlos. El sonido de la lluvia era lo único que parecía ofrecer algún tipo de calma, aunque en el fondo también intensificaba su sensación de aislamiento.
Mientras se tumbaba en la cama, Rig intentó distraerse revisando el teléfono, pero la pantalla solo mostraba mensajes y notificaciones que no lograban capturar su atención. Los ojos verdes del gato seguían persiguiéndolo, una presencia constante que parecía observarlo desde la penumbra de su mente. La angustia crecía a medida que el día se desvanecía y la noche se acercaba, trayendo consigo la promesa de otra posible pesadilla.
Decidió que sería mejor intentar descansar y distraerse antes de que llegara la noche. Se levantó y comenzó a ordenar su habitación, organizando los libros y limpiando el polvo acumulado. La acción de ordenar parecía un intento de poner orden en su mente desordenada, pero la inquietud persistía. A medida que el sol comenzaba a ponerse, el ambiente en su habitación se volvía más sombrío, y el brillo de la tarde se convertía en una penumbra creciente.
Cuando la cena se acercó, Rig se sentó a la mesa con su familia, pero la comida le parecía insípida y sin sabor. Su madre y su padre conversaban sobre los eventos del día, pero Rig apenas participaba en la conversación. Las palabras de sus padres sonaban lejanas, como si estuvieran hablando a través de una capa de niebla. La inquietud que sentía le hacía incapaz de disfrutar de la compañía familiar.
Después de la cena, Rig regresó a su habitación, intentando prepararse para la noche. Se duchó de nuevo, con la esperanza de que el agua caliente pudiera relajarlo y alejar las sombras que lo acechaban. Sin embargo, al salir de la ducha y envolver su cuerpo en una toalla, el temor se mantenía, persistente y palpable.
Se acomodó en la cama, tratando de relajarse, pero el sueño no llegaba con facilidad. La mente de Rig estaba llena de pensamientos perturbadores, y cada vez que comenzaba a quedarse dormido, el miedo a la pesadilla se apoderaba de él. Los ojos del gato negro brillaban en la oscuridad de su mente, una imagen que no podía sacudirse.
Rig trató de distraerse leyendo un libro, pero las palabras en la página se volvían borrosas y sin sentido. La sensación de sudor frío en su espalda no desaparecía, y el eco de la pesadilla parecía resonar en cada rincón de su habitación. El miedo a enfrentar otra noche de terror se volvía cada vez más abrumador, y Rig se preguntaba si alguna vez podría liberarse de las sombras que lo perseguían.
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