NovelToon NovelToon

Seth Lennox #1

Capítulo 1: El ataque y la huida.

—Ya llegué —anunció el joven—. Te lo diré por última vez, si no vas a pasar por mí, avísame una hora antes de que salga del Instituto, no cuando ya cerraron todas las aulas —renegó, acomodando su abrigo en el perchero de la entrada. Caminó hasta la sala y se extrañó al no ver a su cuidador. Siempre avisaba cuando tenía que salir de imprevisto.

Vio que la calefacción estaba encendida, lo que le pareció mucho más raro. Se quitó los guantes y las botas, antes de seguir mirando. El invierno en Nueva York era terrible para él, lo odiaba. Por fin, con menos ropa invernal, se adentró a la cocina y encontró la estufa encendida. Aunque no parecía que fuera grave, puesto que lo que sea que estuviera en aquella olla, estaba quieto. Si no se mueve, no pasa nada.

El aroma a especies aromáticas inundó el ambiente cuando destapó la olla. Inmediatamente, sintió una terrible hambre. Dentro del recipiente humeante, había un gran estofado. Se le hizo agua la boca, pero sabía que, si tocaba eso antes de servirse, lo castigarían. Trago con dureza y tapó la olla.

—Tengo hambre… —renegó y acomodó el repasador sobre la mesada de mármol.

De repente, escuchó el sonido del panel numérico de la entrada. Alguien estaba afuera y sabía la clave porque la puerta se abrió. Salió rápidamente y encontró a su cuidador.

—Tom —murmuró el chico—. ¿Dónde andabas? Muero de hambre y casi de frío porque no fuiste a recogerme —le reclamó al hombre rubio parado en la entrada.

—¿Ya era hora de recogerte? Discúlpame, tuve una emergencia —lamentó Tom, observando el reloj de su muñeca—. Sí, es muy tarde. Lo siento mucho, hijo. Últimamente, he tenido demasiado de qué encargarme. En serio, no es una excusa, simplemente lo lamento —expresó y acomodó su abrigo, botas y guantes.

—Está bien, no importa igual. ¿Pero qué es lo que te tiene tan ocupado? —Quiso saber el muchacho pelirrojo. Siguió a Tom por todo su recorrido. Siempre era así, después de todo, Thomas Bennett era su padre. Adoptivo, claro, pero su padre al fin. Se preocupaba por él.

Thomas Bennett, un hombre tranquilo, pero con carácter. De estatura promedio, un metro ochenta, de piel morena, cabellos rubios y ojos de un azul profundo. A simple vista, un hombre común. Sin embargo, él conocía algo sobre su padre, algo que difería de los demás, una diferenciación exacta. Claro que muchas personas no lo creerían.

—Hay unos problemas con los informantes de una ciudad cercana; han estado desapareciendo sin más y, sinceramente, me preocupa —explicó el rubio y caminó presuroso a sacar la olla del fuego.

—¿Tu amigo no te ayuda? —inquirió el chico, acomodándose en una de las sillas del comedor. La cocina se podía observar desde allí y era fácil de con-versar porque, aunque la ciudad era ruidosa, las paredes estaban insonorizadas, excepto las de su habitación.

—Bueno, físicamente no. También tiene un problema similar en su ciudad. Algo está pasando, pero no logramos saber qué —respondió Thomas, deambulando de un lado a otro en la cocina—. Cambiando de tema, ¿cómo te fue un el colegio? Dijiste que tenías examen. —El chico, Seth, giró su cabeza y miró a su padre.

—El colegio estuvo tranquilo, quiero decir, no pasó nada fuera de lo común. Excepto por una chica de otro curso que actuaba de manera extraña a mi alrededor —comentó el muchacho y se encogió de hombros—. En cuanto al examen, bueno, me fue bien. Obtuve una puntuación de ochenta sobre cien.

—Eso está bien, me alegro por ti —felicitó el rubio, sonriéndole de manera agradable, como siempre.

La sala cayó en un silencio, tranquilo y hogareño. Seth esperaba ansioso la comida, estaba feliz por varias cosas, una de ellas era sus calificaciones en el colegio y, la otra, que Thomas lo llevaría al parque de diversiones. ¿Por qué no ir con sus amigos? Porque apreciaba más la compañía de su cuidador y amigo, que la de sus compañeros del colegio. No porque fueran malos ni nada por el estilo, simplemente prefería ir a esos lugares con su padre.

—Cierto, Tom —murmuró Seth al verlo llegar con una bandeja plateada y el almuerzo. Ayudó a colocarlos en la mesa mientras veía al rubio tomar asiento.

—¿Qué sucede? —Quiso saber Thomas, acomodando los cubiertos. Aunque no lo pareciese, Tom había sido educado con elegancia y excelentes modales, por lo que mantenía un porte recto y usaba la vajilla con gran destreza y delicadeza.

—Hoy tuve un sueño raro —contó el chico. Thomas lo observó. Para él, su protegido lo era todo. Había adoptado a Seth bajo circunstancias complicadas y sentía el deber de protegerlo, escucharlo y contenerlo de ser necesario. Era una promesa que debía cumplir, costara lo que costara.

A simple vista, nadie creería que él era su padre, sobre todo, por los rasgos de Seth; pelirrojo, alto para su edad y moreno. Sin embargo, eran sus ojos los que más destacaban y dejaban en claro su nulo parentesco sanguíneo. El dorado tan peculiar de sus fanales le eran tan extraños como curiosos tanto para él como para las personas que lo conocían. Pero, aunque no se pareciesen en nada, Seth siempre le decía “papá” o “padre” cuando se presentaban en cualquier lugar. También era fácil escucharlo diciéndole “Tom” o “Thomas”, puesto que también era un amigo para el adolescente.

Que su protegido le contara cosas acerca de sus sueños no era raro.

—Aunque no lo recuerdo bien, sentí una tristeza profunda —murmuró y luego le dio un bocado a su comida. La saboreó y le llegó el deleite; Thomas era excelente cocinando—. Siendo sincero, me pareció más un recuerdo nostálgico que un sueño.

Thomas arqueó una ceja, cuestionando al muchacho con la mirada. Seth se inclinó con desgano y saboreó más del almuerzo. Sufrió una breve crisis al no saber cómo responderle al rubio. Él mismo no lograba entenderse; así que, suponía que su benefactor tampoco lo haría si lo explicaba con sus palabras.

Capítulo 1.2: El ataque y la huida.

—Bueno, aunque quisiese explicarlo, temo que no entenderías. Pero fue extraño, ¿sabes? —agregó, Seth, masticando lentamente—. Al comienzo pude verme a mí mismo, parado en un gran bosque nevado, estaba mirando algo, pero no logro recordar qué. E-entonces, hubo una fuerte ventisca y oí el llamado de una mujer. ¿Tiene sentido? Bueno, los sueños no tienen sentido alguno —explicó y luego habló consigo mismo. Thomas lo observó durante un tiempo, con una expresión extraña. Fuera lo que fuese, el rubio les encontraba significado a las palabras del pelirrojo.

—Sí, fue un sueño, no hay nada extraño en que fuese así de ilógico. Ahora termina tu almuerzo —dictaminó Thomas, poniéndose de pie para llevar la vajilla al fregadero. La charla finalizó allí y Seth se despreocupó mientras almorzaba.

Por suerte, estás bien. El accidente no ha dañado tu cuerpo. Eres fuerte, Seth, y con esa fuerza deberías ser capaz de muchas cosas.

Vamos, Seth… despierta, demuéstrale al mundo de lo que eres capaz. ¡Abre los ojos!

Los ojos se abrieron de par en par, sorprendidos. Esquivaron violentamente la luz mañanera que se colaba por las rendijas de las persianas y se refugiaron en el pálido color del techo grisáceo. Una mancha amarronada se mostraba adherida al material del techo, odiosa de querer irse. Los ojos se lucieron dorados, con un brillo extraño, y se escaparon a la puerta azulada de la habitación que, en ese momento, se veía adornada por la resolana y el olor al comienzo de un arisco y cruel invierno, por el ruido eterno de carros y camiones, recordando con fervor el rumor propio de las calles de Nueva York.

Con recelo y poca astucia, el cuerpo se removió debajo de las mantas blancas, que se arrugaron ante el violento ajetreo impuesto por el dueño de los cansados fanales dorados. El aroma a café inundó el ambiente de la habitación y se coló por las fosas nasales del chico que se veía molesto; frunciendo levemente el ceño, chasqueando ágilmente la lengua y encogiéndose en la comodidad de la, suave y acogedora, cama. Él entendió esa indirecta y se sentó pesadamente, miró con suspicacia las paredes blancas, adornadas vehementemente con dibujos, pinturas y pósteres de diversas bandas, grupos y series. Tan típico de un adolescente promedio.

Meditó con sosiego, buscando en su mente y formando alguna razón, una excusa válida, que le impidiese ir ese día al colegio. Su mirada se perdió en las agujas del reloj que marcaban el comienzo de otro día, el inicio de un futuro incierto. Y su ensoñación se vio interrumpida por el escándalo de la puerta azul. La figura alta y fornida de un hombre, se hizo presente en la monotonía del lugar. Con destreza, el hombre de piel bronceada, ojos azules y cabellos rubios cenizas, se acercó al chico de los orbes de oro.

—Seth, ya son las ocho. Tienes clases a las nueve, levántate de una buena vez —gruñó su tutor, quitándole las sábanas.

—No quiero ir. —Atacó Seth, arrebatándole las mantas de las manos. El hombre moreno soltó un sonoro suspiro, dejando un aroma a menta y chocolate. Se puso de espaldas al chico y sacó un celular negro de su bolsillo. Correteó a los segundos y puso, de nueva cuenta, su vista azulada en los rojos cabellos de Seth.

—No me interesa —declaró el moreno y se peinó con la mano—. Te espero abajo —Indicó tomando el pomo de la puerta. Salió luego de amenazar al chico con esa mirada azul y dejó el suave y característico bálsamo masculino que, traviesamente, jugueteó en la pieza y luego se perdió en la fuerte pestilencia de un café amargo.

El chico puso una mueca extraña y sintió acidez en su estómago. No había nada peor que el café para él, lo odiaba.

—¡Quiero chocolate con medialunas! —manifestó con rudeza palpable el pelirrojo. Si tengo que tomar café de nuevo, me suicidaré. Pensó. Sus pies alcanzaron el frío del suelo y se perdieron detrás de una puerta achocolatada que daba a un pequeño, pero ordenado baño blanquecino. Dejó sus ropas; una gastada remera blanca y unos shorts negros que utilizaba para dormir, en una cesta y abrió la canilla de la ducha. Miró con recelo su marca de nacimiento; un león bien formado, y bufó. Se despojó de su ropa interior y, sin muchas ganas, se puso debajo del chorro caliente de agua.

Recordó la salida de la tarde anterior y se emocionó sin quererlo; había visitado el parque de diversiones y se divirtió allí junto a su padre. Y, aunque intentó mantenerse en ese bonito recuerdo, lo atormentó una inesperada visita del sueño que tuvo. No era la primera vez que sucedía, pero esta vez realmente percibió la presencia de alguien más dentro de esa fantasía. Un escalofrío indeseado le recorrió el cuerpo, haciéndolo temblar bajo el chorro de agua.

No me gusta esto que estoy sintiendo.

El moreno, Thomas, tarareaba una suave melodía mientras servía el líquido dulce y espeso en una taza de porcelana, delicada, adornada gentilmente por estampados elegantes de unas rosas imponentes. Colocó con suavidad las medialunas en una bandeja de plata, dejó cuidadosamente una cuchara con el mango entrelazado, formando una flor, y adornó el sitio con una seda blanca que servía como una servilleta.

—Siento que algo malo va a suceder, Tom —comentó el joven del nombre característico y ojos llamativos. Con desgano y una mirada cansada, se acomodó en una silla de madera oscura. Thomas, o Tom, lo miró sosiego. Ignoró momentáneamente ese miedo que, involuntariamente, le salía al pelirrojo por los poros, y colocó con cuidado una taza llena de chocolate caliente.

—¿Qué piensas que es? —articuló Tom, sentándose en frente del mucha-cho, quien bebía emocionado el líquido dulce. Entendía, algunas veces, el comportamiento ajeno de su protegido, pues, siendo un miembro del ya inexistente Clan Bennett, un clan de magos poderoso, era normal sentir cambios de humor, emociones y dolencias en las personas.

No obstante, que alguien como Seth; taciturno y de aspecto raro, tuviera un mal presentimiento, era preocupante.

No puedo estar seguro de lo que piensa este chico…

—Tú eres el de los poderes, dímelo —ordenó Seth, llenándose la boca con una medialuna. Con suavidad bebió un poco de chocolatada y observó detenidamente los ojos zafiros de su padre. Para Seth, Tom, representaba la figura paterna que nunca tuvo. Thomas era una especie de soldado retirado, quien cuidó de él desde que era un niño. Y el pelirrojo sabía de la existencia de las cosas sobrenaturales que rodeaban al rubio, pues era un extraño mago, soldado y espadachín, que conocía tanto del mundo como su propio creador, además, poseía una inteligencia superior que podía hacer temblar a cualquiera.

Entre tantos desvaríos, notó la sutil sonrisa en el rostro de Tom. Tan suave y acogedora que hizo fruncir el ceño a Seth. Ya sé qué me responderá, maldita sea, replicó en silencio.

—Sabes que no puedo decir cómo te sientes, Seth, tú debes esforzarte por descifrar esas emociones y aprender a controlarlas —reiteró como un poema el hombre. Seth puso los ojos en blanco, con la molestia pintada en su rostro. Aquellas palabras eran dichas día tras día sin descanso, deseosas por ser escuchadas por el pelirrojo de ojos dorados. Pero este se negaba a navegar en sus emociones y no tenía intención de convertirse en un soldado para aprender a controlarlas. No lo necesitaba, eso pensaba.

2.1

Sin querer continuar con tan absurda charla, Seth se terminó su desayuno y salió de la casa hogareña luego de recoger sus cosas. Tom, con una sonrisa más amplia, siguió al joven.

Cuando estuvieron en el jardín delantero, Seth, con su desgano matutino, se quedó admirando el lugar. El frío del invierno acarició su rostro y deambuló entre las flores sin florecer. Extrañamente, una mariposa de grandes alas rojas se posó suavemente en la nariz respingada del pelirrojo, este se congeló para evitar el escape de tan bonita criatura. No pasó mucho cuando el insecto se transformó en diminutas partículas rojizas que, accidentalmente, Seth inhaló. Estornudó dos veces hasta que logró componerse. Tom no prestaba atención y a Seth lo atacó un horrible dolor de cabeza, obligándolo a arrodillarse y agarrar su rostro, cubriéndose los oídos. El sonido que perforaba sus tímpanos también era el causante del dolor punzante que sentía calar profundamente en su cerebro. Tom, al ver al chico encogido sobre sí, corrió a socorrerlo.

El rubio le habló exasperado al pelirrojo, pero este solo escuchaba cada palabra embotellada, ahogada en el intenso tañido que lo torturaba con odio. Cuando cesó, Seth tocó sus orejas, en busca de sangre o alguna herida, y por fin lo aturdieron los gritos cargados de preocupación de Tom.

—¡Seth, hijo! —llamó vigoroso el hombre mientras lo agitaba. El chico posó su vista en el mayor y dejó de tocar su oreja. Ambos se miraron en busca de respuestas, pero ninguno podía darlas.

—Un… una mariposa… —balbuceó Seth y Tom ladeó su cabeza mostrando su incomprensión. Seth se tocó la nariz buscando rastros del polvo que le causó dolor hace unos segundos—. Una mariposa se hizo polvo, justo aquí —expresó aturdido el pelirrojo. Thomas entendió y su entrecejo se frunció inesperadamente.

Tom conocía la conexión de Seth con las entidades sobrenaturales; era fuerte, profunda, era diferente a la de él. Por esa razón, Seth, podía ver, oír y sentir a las cosas que, convencionalmente, se las conoce como “sobrenaturales”. Ninguna de estas cosas se atrevió a lastimar o atacar a Seth por una sola razón: Thomas Bennett, un mago polifacético. El poder de Tom era lo que ahuyentaba a las entidades, pero ahora apareció algo o alguien a quien no parecía afectarle, o eso creía.

—¿De qué color era la mariposa? —preguntó rápidamente el rubio, ayudando a Seth a ponerse de pie. Este se tambaleó un poco y se apoyó en los brazos de Tom. Parpadeó un par de veces e intentó regular su respiración mientras miraba el paisaje invernal que se formó a sus espaldas.

—Roja… —articuló el pelirrojo mientras sacudía su uniforme sin dejar de observar lo extraño que se mostraba el jardín delante de él—. Una mariposa roja.

—Ah… —Suspiró Tom—. Esas son mariposas mensajeras, tal vez te dijo algo. —Levantó una ceja, esperando que Seth dijera algo, pero solo miraba al jardín. Thomas se volteó y descubrió a sus flores bañadas en la fría nieve de invierno. Dio un vistazo rápido alrededor y notó que había estado nevando hace tiempo, pero no comprendía por qué no lo notaron antes—. La nevada se adelantó este año. —Atinó a decir y vio que Seth ya se había metido al auto, era un chico enemigo del invierno. Lo imitó sentándose en el lado del conductor, se abrochó el cinturón y arranco. Su destino era la escuela de Seth.

Al llegar a la institución, de grandes columnas y colores sobrios, Seth miró a Thomas, como queriendo decirle algo, y Thomas entendió, así que, bajó del auto para acercarse al preocupado pelirrojo.

—¿Qué es? —preguntó el rubio y se apoyó en su coche.

—Tengo un muy mal presentimiento, Tom, ¿en serio tienes que irte? —murmuró Seth, esperando que los jóvenes que pasaban a su costado no se percataran de su extraña actitud.

Thomas frunció el ceño.

—Tengo que ir, es algo importante. Regresaré mañana por la noche y no me pasará nada, te lo aseguro. Te dije que es un problema relacionado con las desapariciones de los informantes de la ciudad vecina —respondió el moreno, cruzándose de brazos al ver que Seth estaba a punto de empezar un berrinche—. En serio, Seth, nada pasará. Seguramente solo estás preocupado por quedarte solo. —Ahora fue Seth quien frunció el ceño y se dio vuelta para caminar hacia el colegio.

Una vez que Seth estuvo dentro de la institución, Thomas condujo con destino a la casa de un viejo amigo, también un mago que perteneció a un Clan de magos. El camino no era largo, además, era fácil de llegar. Únicamente quería que le informara de las entidades potencialmente peligrosas para él, pero sobre todo para Seth. Durante el trayecto, Thomas no pudo dejar de pensar en la mariposa mensajera que se le acercó a su protegido, era raro que esos insectos actuaran por sí solos. De repente, la melodía de Angel, de la banda Theory of a Deadman resonó por todo el automóvil. El rubio se estiró hasta alcanzar su celular y lo conectó a sistema del coche, así no tenía que andar con el aparato en la mano; era una llamada de Richy, su viejo amigo.

—¡Eh, Richy! —saludó con euforia. Al otro lado se escuchaban risas y otros ruidos raros—. ¿Estás acomodando? —preguntó, aunque sabía que un tipo como Richy jamás pondría orden. Incluso podría decirse que toda la existencia de Richy era desordenada.

—“Nada de eso, este viejo no haría eso” —negó con voz relajada entre risotadas—. “Es que encontré algo interesante y no tenía lugar, así que arrojé unos papeles, lápices y una lámpara al suelo. ¿Sabes lo incómodo que era? Bueno, un señorito como tú no lo entendería” —protestó riendo más alto. Tom también sonrió por el comentario como si pudiera verlo—. “Ah, sí. Descubrí que se están movilizando grandes grupos, exactamente no sé de qué criaturas, pero lo hacen y muy bien. No me creerás, pero mi fuente me reveló que algo está pasando. Las criaturas se están congregando”. —Soltó con preocupación. Thomas borró su sonrisa y atinó a fruncir el ceño.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play