—¿Hoy te volvieron a atacar tus compañeros? —preguntó la mujer que estaba sentada a su lado. Él no la miró, pero asintió con desánimo—. Lo siento, cariño, es mi culpa. En este lugar, la vida de los omegas es horrible —murmuró y suspiró pesadamente al ver el rostro golpeado de su hijo. Siempre se culpaba a sí misma, como solía hacerlo.
—Señora, de nuevo está aquí con su hijo. Y veo que al chico no le va muy bien en la escuela —intervino repentinamente un hombre que era conocido para ellos. La mujer frunció el ceño al verlo, sabiendo perfectamente qué pretendía.
—Eso no es asunto tuyo, César —gruñó ella, con un notable fastidio en su voz. El niño se acurrucó junto a su madre, tratando de evitar el aroma de feromonas que aquel hombre desprendía intencionalmente.
—Señora, mire, yo podría hacerme cargo del chico. Sé que usted no puede estar siempre con él, y siempre hay escasez de dinero en su hogar. Por eso, me ofrezco a cuidarlo. Yo puedo darle una buena suma de dinero por el omega. Sería un ganar-ganar —explicó el hombre, enfrentando a la mujer como lo había hecho en múltiples ocasiones.
—Nunca venderé a mi hijo. Ahora, déjenos en paz —ordenó la omega con determinación. Su enojo y ofensa eran evidentes. Siempre se enfadaba cuando aquel alfa mencionaba esa absurda propuesta.
—Como quieras —dijo él, encogiéndose de hombros. Luego, dirigió rápidamente su mirada hacia el niño, que no tenía más de diez años—. Sé que un día suplicarás que te tome y te marque, porque eso es lo promiscuos que son los omegas como tú —susurró.
La mujer se levantó y empujó al hombre, obligándolo a retroceder.
—Estás enfermo —reprochó ella, tomando la mano de su hijo. Ambos corrieron a casa, donde se refugiaron el resto de aquel día de verano.
Una vez que ambos se calmaron, el niño lloró y su madre lo abrazó. Ella le suplicó perdón por ser tan incompetente. Lloraron juntos hasta que ella se calmó y susurró:
—Tranquilo. A partir de ahora, haré las cosas bien, Ciaran. Te llevaré a donde siempre deberías haber estado. Yo ya no tengo futuro, pero tú sí, cariño —Su madre derramaba lágrimas de dolor al decir esas palabras. Ciaran sollozó, tomando en cuenta las palabras de su madre.
EL OMEGA DE LA FAMILIA MIRACLE.
La noche cayó como un mal presagio para muchos, pero para aquellos que planeaban escapar de ese lugar, era perfecta. Los senderos se desplegaban despejados y bien iluminados por la radiante luz de la luna, guiando a los fugitivos.
Ambos exploraron el terreno con cautela, asegurándose de que era seguro avanzar. Después de casi una hora de caminar, se detuvieron para tomar un breve descanso.
—Mami, ¿qué significa mi nombre? Sé que siempre pregunto lo mismo, pero se me olvida —murmuró Ciaran, mientras mordía su manzana colorada.
—Naciste en los brazos de una noche oscura, cariño. Aquella noche, la luna se negó a salir y no te bañó con su luz, pero el crepúsculo te envolvió. Por eso te llamé "Ciaran", que significa oscuro. Es perfecto para ti, ya que no heredaste mi cabello rubio, sino el intenso azabache de tu padre. Y, sin embargo, de ambos obtuviste esa extraña mezcla en tus hermosos ojos, Ciaran. Tus ojos son zafiros y amatistas a la vez. Lo único que pude darte de mí fue la piel blanca salpicada de pecas suaves, mi niño. —Sonrió y acarició su pálida mejilla. Ciaran asintió sin decir mucho más.
Después de ese breve descanso, ambos continuaron su escape bajo la atenta mirada de la luna. Pasó otra hora y Ciaran y su madre encontraron una imponente mansión. Estaba rodeada de hermosos jardines, piscinas y rejas doradas. A los ojos del niño, era como un castillo, y se maravilló ante su visión. Sin embargo, se preocupó porque su madre nunca le había dicho a quién iban a ver. Temía que su madre realmente lo vendiera, algo que parecían hacer todas las madres del pueblo con sus hijos omegas no reconocidos por sus padres.
Zaira tocó el timbre, nerviosa, mientras acariciaba el cabello liso y fino de su hijo, lo que despertó la curiosidad en él. La vio inquieta y eso lo asustó.
—M-mami, ¿por qué vinimos aquí? —preguntó el niño en voz baja. Su miedo aumentó al ver que una figura alta, oscura y tenebrosa como la noche misma, se acercaba a la puerta de la mansión. Era un hombre imponente y dominante, un alfa. Ciaran empezó a forcejear, tratando de soltarse de su madre.
—¿Qué deseas, Zaira? Hace mucho que perdimos contacto —habló el hombre. Su voz era intimidante, al igual que su presencia dominante. Esto aterrorizó al niño, quien luchaba por liberarse.
—Duncan, sé que es repentino, pero necesito un favor. No sé qué hacer, temo que le hagan daño —argumentó Zaira, sollozando y aferrándose fuertemente a su hijo—. Sé que negué antes que fuera tuyo, pero estaba asustada. Te juro que es tuyo.
—Lo sé, Zaira. Es imposible que no sepa quiénes son mis hijos. Además, tú eres la única mujer con la que he estado hasta ahora. Entiendo lo que pides, pero el trato debe cumplirse. Aceptaste y esto viola lo acordado —dictaminó Duncan y abrió las puertas tras introducir una clave en un dispositivo. Rápidamente, dos hombres más aparecieron en la entrada y se colocaron a cada lado de Zaira, quien asintió resignada.
Zaira se volvió rápidamente hacia su hijo, quien ya se había cansado de luchar. El terror se reflejaba en sus ojos.
—Mi niño, te quedarás con tu padre. Él cuidará de ti, procurará que no te falte nada y te protegerá. Yo no puedo quedarme contigo, cariño, tengo que cumplir mi palabra. Así que, adiós, mi niño —murmuró Zaira, presionando su rostro contra el de su hijo, empapándolo con sus lágrimas.
—¿Por qué, mami? Prometo portarme bien, así que debes venir a verme algún día —sollozó Ciaran, abrazando fuertemente a su madre. Ella le devolvió el abrazo por unos minutos antes de separarse de él. Se levantó, arregló su falda y siguió a los dos hombres que la esperaban. Los tres desaparecieron en la oscuridad, alejándose entre la maleza del lugar.
—¡Mami! —sollozó Ciaran, deseando perseguirlos, pero Duncan, el alfa, lo impidió—. ¡Quiero ir con ella!
—Niño, lo mejor que hizo fue dejarte conmigo. Ahora, entremos, la noche está fresca. Estarás bien. Lo que tu madre te dijo es cierto, aquí no te faltará nada.
—¡Mentira! Me falta mi mamá —sollozó Ciaran. Duncan se sintió afectado por sus palabras. Podía parecer frío y distante, pero era muy sensible y emocional, especialmente con los niños.
Es una pena que tu mami no haya hecho las cosas bien en su momento. Ahora tendrá que enfrentar las consecuencias de sus acciones, incluso si eso significa perder su vida. Pensó Duncan, pero no lo dijo en voz alta, especialmente delante del niño que lloraba desconsoladamente en su hombro mientras lo llevaba al interior de la mansión.
AÑOS DESPUÉS.
El hombre, Duncan, caminaba por los silenciosos pasillos de la mansión, con la mirada buscando al joven Ciaran. Sabía que el chico solía escaparse sin avisar, pero algo no estaba bien. El silencio parecía pesar sobre los cimientos de la casa, y su ausencia era más notoria que nunca.
Con pasos cautelosos, Duncan recorría los pisos encerados, cruzando el vestíbulo con la esperanza de encontrar a Ciaran disfrutando de una malteada de chocolate. Sin embargo, las paredes de cuarzo fino no guardaban ninguna esperanza, solo reflejaban una escena solitaria.
Aunque sus pasos eran silenciosos, el silencio mismo resonaba en los cimientos de la hermosa estructura. Ciaran solía llenar esos espacios con sus risas y su presencia encantadora. Era un torbellino de carisma y belleza.
Duncan continuó buscando y finalmente suspiró al encontrar a Ciaran dormitando en el jardín trasero, junto a la piscina. Su presencia allí no era inusual, pero esta vez algo lo preocupaba. El joven descansaba con la cabeza apoyada en un almohadón hecho a mano, su cabello liso revoloteado por la brisa otoñal. Sus largas pestañas acariciaban su mejilla, y su figura esbelta se mostraba con gracia.
Cuando Ciaran llegó a la mansión a los seis años, ya mostraba los finos rasgos de un omega dominante. Duncan lo había notado de inmediato, aunque ya lo sospechaba. Después de todo, él mismo era un dominante, al igual que Zaira, la madre de Ciaran. Duncan estaba agradecido de que ella hubiera llevado a Ciaran con él antes de que algo malo le sucediera debido a su rara y especial variación como omega dominante. Y Ciaran, como omega dominante, era una belleza en todos los sentidos de la palabra.
—Ciaran, tengo que irme. Además, te resfriarás si te quedas aquí —informó Duncan, elevando un poco su tono de voz para asegurarse de ser escuchado. Sin recibir respuesta, decidió tomar cartas en el asunto. Levantó suavemente el cuerpo delgado de Ciaran y lo llevó al interior de la mansión. Lo dejó reposar en el sofá de tapiz y encendió la calefacción.
Después de darle un beso en la frente, Duncan se despidió de Ciaran y llamó a Randall, la ama de llaves.
—Randall, por favor dile a Ciaran que me llame cuando despierte y prepárale algo de comer —pidió Duncan, ajustándose el traje antes de partir.
—Sin pimientos, porque los detesta —añadió Randall, riendo junto a Duncan.
—Sin pimientos. Nos vemos —respondió Duncan antes de salir de la mansión y subirse a su automóvil. Indicó al chófer su destino y el vehículo se puso en marcha.
Ciaran Miracle, heredero de la dinastía Miracle, era un joven omega puro fuerte y dominante. Era una belleza de apariencia refinada y delicada. Con veinte años, tenía una estatura baja para un alfa y alta para un omega común. Sus cabellos azabaches eran finos y suaves, y sus ojos presentaban dos colores diferentes: un azul medianoche que se transformaba en violeta en el centro. Su piel estaba adornada con pecas y tenía un tono blanco como la luz de la luna. Era curioso, considerando que el día en que nació, la luna no hizo su aparición.
Desde que Ciaran cumplió la mayoría de edad, había sido perseguido por alfas que deseaban cortejarlo y embarazarlo. Sin embargo, había un problema. Ciaran podía parecer dulce, inocente y fácil de manejar, dócil, frágil y sumiso, todo lo que las alfas buscaban en un omega. Pero en realidad, era todo lo contrario. Su cuerpo delgado y frágil, su personalidad risueña y esbelta, y su rostro angelical escondían una fuerza y determinación sorprendentes.
Debe ser mío.
Desprende un aroma seductor.
Tengo que embarazarlo.
Los pensamientos desagradables que atraían a algunos individuos indeseables hacia el joven omega de la familia Miracle contrastaban drásticamente con la realidad cuando se le conocía de cerca.
Resultó ser astuto, inteligente, audaz y difícil de engañar. Se le otorgó el título de "Monarca de Sísifo" debido a su habilidad para evadir los engaños. Nadie podía acercarse a él, nadie podía poseer a su omega, ya que era prácticamente inmune a las feromonas de los alfas que intentaban seducirlo. Era ampliamente conocido que, para alcanzar el puesto más alto en la jerarquía de la familia Miracle, primero debían someter al obstinado, altanero y hermoso omega dominante, el futuro heredero de todas las riquezas, lealtades, negocios y contratos que Duncan Miracle, el alfa líder y cabeza de la familia, poseía.
Duncan Miracle, como dominante, era prácticamente invulnerable y resistente, excepto cuando se trataba del joven al que cuidaba. Cualquiera que intentara derrocar al rey debía enfrentar a la reina, y esa reina era Ciaran. Por lo tanto, la presencia del omega en la peligrosa vida de Duncan se convirtió en una bomba de tiempo que estalló el día que Ciaran tuvo su primer celo.
Conocida como "Derroque de la Reina", una familia y una organización "aliada" llevaron a cabo una operación para secuestrar a Ciaran, quien tenía doce años en ese momento y luchaba contra su primer celo. La antigua casa Miracle se llenó de horror al ver a Duncan completamente fuera de sí debido a la furia que sentía al ver cómo le arrebataban lo único que debía proteger como si no tuviera valor alguno.
Se sabía lo que le esperaba al pequeño. Si querían destruir al rey, debían apoderarse de la reina, y nadie se detendría a considerar que la reina tenía tan solo doce años y que lo último que deseaba era un alfa enloquecido susurrándole atrocidades al oído, como "un omega como tú incluso puede dar a luz tan joven". Era una mentira, lo único que conseguirían era acabar con la vida del niño.
Duncan logró dar con el paradero de su hijo en tres horas y solo le tomó quince minutos más arrasar con el castillo en el que lo tenían cautivo, una fortaleza dorada diseñada para contener a Ciaran y cortarle las alas. El rescate de Ciaran y la aniquilación de toda esa familia fueron un éxito. Sin embargo, para Duncan, todo fue un fracaso desde el momento en que permitió que su hijo se convirtiera en objetivo de algo tan morboso e inmoral.
Ciaran no salió ileso, sufrió abusos, aunque ninguno de ellos llegó a consumarse por completo. Sin embargo, el niño pasó por momentos difíciles. Le llevó mucho tiempo superar esas horas de terror, encerrado en una habitación dorada, rodeado de cuatro alfas que lo obligaban a mirarlos, a besarse y a realizar actos repugnantes mientras luchaba contra su celo. Nunca lo olvidaría, pero utilizó esa experiencia oscura para convertirse en lo que era en ese momento.
Desde entonces, Ciaran fue sobreprotegido por Duncan hasta la adolescencia del joven omega. Durante esa etapa, Duncan luchó con rebeldía y desobediencia por parte de su hijo. Ciaran se negaba a quedarse en casa todo el tiempo, odiaba que su padre intentara encerrarlo en la mansión y lo rodeara de lujos para persuadirlo. Odiaba que intentaran comprarlo con joyas, peluches caros, autos de última generación y ropa fina.
Duncan tuvo que entender que Ciaran no era un omega común, no era un chico que se conformaría con una tarjeta de crédito sin límites o citas en lujosos spas. Ciaran era exactamente como su padre, por lo que tuvo que aprender a adaptarse al carácter del joven, y, a su vez, Ciaran tuvo que moldearse al suyo.
La habitación estaba impregnada de un penetrante aroma a alfa, mezclado con el humo de tabaco caro y el olor del alcohol de calidad. Los alfas apostaban grandes sumas de dinero, aparentemente preocupados, aunque en realidad era solo calderilla para ellos. Mientras jugaban a los dados o miraban las cartas, tenían a diferentes omegas jóvenes en sus regazos. Estas omegas, hermosas y cuidadosamente vestidas, perfumadas y maquilladas, se presentaban como una atracción para aquellos que se aburrían de las apuestas y los negocios.
En ese ambiente, la puerta fue bruscamente azotada y un joven chico se asomó. Su sonrisa estaba impregnada de superioridad mientras caminaba elegantemente hacia el centro de la habitación. Muchos alfas no le prestaron atención, pero algunos con un olfato más agudo pudieron percibir el embriagador aroma a chocolate y caramelo que desprendía el recién llegado. Incluso para aquellos que no pudieron captar el dulce aroma, sus delicados rasgos faciales y su figura curvilínea gritaban "omega".
—Disculpen la intromisión, señores, pero vengo por el pago de este mes —anunció el intruso. Las cejas de los alfas se alzaron en sorpresa. Ningún omega se atrevería a entrar en una reunión de alfas peligrosos que podrían hacer desaparecer a cualquiera con solo chasquear los dedos. Sin embargo, existía un omega astuto, descarado y atractivo que se atrevía a hacer precisamente eso: adentrarse en la guarida del lobo.
—El omega de la familia Miracle —susurró uno de ellos.
—El Monarca de Sísifo...
El omega de la familia Miracle, un chico que lograba sacar de quicio a cualquiera porque sabía que era intocable. Siendo el hijo del líder de la mafia más poderosa del mundo, nadie se atrevería a tocarle un cabello. Sin embargo, despertaba deseos en muchos, quienes ansiaban borrar esa risa irritante de su rostro, someterlo a su voluntad. Era una tentación andante.
Miradas lujuriosas escudriñaron el esbelto cuerpo del joven omega, quien sonrió con mayor intensidad y se movió con sensualidad hacia una mesa. Sabía cómo utilizar su belleza a su favor, y todos lo miraban con intriga debido a sus cautivadores movimientos.
—Ciaran Miracle, un placer, señores. Por favor, hagan los pagos, o de lo contrario, tendré que cortar cabezas.
Con estas palabras, Ciaran se presentó ante ellos, su nombre, llevando consigo el peso de su poderosa familia. Los alfas en la habitación quedaron cautivados por su presencia, sabiendo que, aunque desearan tomarlo, eran incapaces de hacerle daño. Ciaran había aprendido a enfrentar el mundo de los alfas, utilizando su astucia y encanto para mantener su posición privilegiada.
(…)
—Si su compañía dona este dinero, podríamos empezar con la construcción hoy mismo.
El alfa dominante, sentado en la gran silla de la punta, analizaba las palabras del tipo que tenía en frente. Sus ojos, de un extravagante color violeta, se deslizaban con cuidado por toda la habitación, pues se aseguraba de que todo el personal estuviera en su lugar.
—Olvídalo. No hago trato con sucios embusteros —renegó el alfa. Su figura imponente se puso de pie y sus cabellos oscuros se sacudieron por el movimiento—. Sé muy bien a qué juegas con ese dinero, Kelvin. Tus descuidadas acciones me lo indicaron hace tiempo —habló. Su voz era grave, pero suave. Aunque, sonaba amenazador de todas formas. El tal Kelvin tembló en su lugar.
—S-señor Duncan —susurró una plegaria al elegante alfa de gran porte. Creía que sus oraciones serían escuchadas por aquel hombre, que fácilmente podría considerarse algún tipo de Dios. Y, tal vez, lo era, aunque no de los del tipo benevolente.
—Vous—llamó a unos de los tantos peones que se encontraban de pie, trajeados y con auriculares en sus orejas. De hecho, era difícil distinguirlos, ya que todos traían consigo la misma vibra, atemorizante—, emporte ça. Et je veux un rapport sur Ciaran.
El dialecto tan fluido y sensual solo podía ser uno: francés. Kelvin pudo saberlo, pero no entenderlo. Mantuvo su vista fijada en el alfa y rápidamente volteó cuando un tipo alto, de traje y con unas gafas de sol, se acercó para levantarlo de un solo tirón. Gritó, pero no había nada que hacer.
Por su parte, Duncan sostuvo su celular con cautela, a la espera de la llamada del chico, Ciaran.
De pie, frente a un espejo desgastado, observaba su figura agraciada y reparó en la suciedad del lugar. Estaba repleto de basura, moho, humedad en cada rincón y un desagradable olor pútrido. El color beige desgastado de las paredes se mezclaba con el amarillento tono de los azulejos viejos del suelo. No podía decir con esa exactitud por qué el lugar estaba en esas condiciones ni cómo terminó allí. Pensó que tal vez solo buscaba un refugio momentáneo. Además, el hombre que le permitió ingresar y descansar, parecía buena persona pese a todo y beta encima.
Meditó un poco más frente al espejo ennegrecido y luego se volteó para buscar el cargador de su teléfono. El dueño del apartamento, no era exactamente una persona del todo higiénica, eso era obvio, pero al menos tenía electricidad y la necesitaba con urgencia para comunicarse. Al conectar el aparato, este sonó anunciando su carga rápida. Suspiró y dejó que cargara lo suficiente para poder hablarse a su padre y pedirle que lo mandaran a recoger. No se arrepentía de salir sin la supervisión de su progenitor, aunque debió traer consigo a algún guardaespaldas. Le pareció que hizo algo muy tonto e infantil, y él no era así. Se descuidó, bajó la guardia y se perdió en alguna ciudad, en algún barrio bajo con mala señal.
El dueño no hacía nada más que mirar televisión, cambiaba el canal de vez en cuando y tosía fuertemente. No habló con él más que para decirle que podía quedarse el tiempo que quisiera, tal vez porque pensaba que le daría alguna recompensa, después de todo, su apariencia lo delataba y eso lo hizo sentirse mal. No quería resaltar en ese lugar, pero no podía hacer otra cosa, aunque notó una muda de ropa doblada sobre la tapa del váter. Parecía limpia pese a lo desgastada que se le apreciaba.
—Señor, ¿podría usar esta ropa de aquí? —preguntó desde el baño, su voz resonó tranquila y el hombre lo escuchó.
—Claro, usa lo que quieras —le respondió con serenidad luego de toser un par de veces. No entendía muy bien la actitud tan amable del hombre, pero se lo agradecía. Tomo las prendas y se vistió con rapidez luego de asegurarse de que el hombre no lo estuviera viendo o algo parecido, ya que no había una puerta que cerrar.
Una vez vestido, revisó su celular, el cual ya tenía la suficiente carga como para salir de ahí y buscar un lugar con buena señal para llamar a su padre. Desconectó y guardó el cargador, revisó que los medicamentos que tomaba estuvieran en su lugar y se preparó para salir. Sin embargo, escuchó un estruendo en lo que era la sala, donde se encontraba el dueño del lugar, y se asomó para saber qué pasaba. Después de todo, el hombre no gozaba de una buena salud y capaz había colapsado de repente. Al fisgonear cautelosamente, vio un grupo de hombres, grandes y altos, trajeados y con auriculares en sus orejas, algunos llevaban puestos unos lentes oscuros, lo que le resultó totalmente irónico, ya que era de noche.
—Venim pentru plata —habló uno de ellos. Eran como cinco hombres y todos parecían tener mal humor, pues se los notaba serios. No quiso entrometerse, después de todo, le resultó familiar el escenario y, por experiencia, era mejor no decir nada cuando no se es el deudor. Dedujo, por la entonación, que era rumano y ellos hablaban acerca de un dinero. Estaban ahí por una deuda.
—No tengo nada de dinero —renegó el dueño, desde el sofá dañado de la sala. Los cobradores, dedujo, se miraron entre ellos y luego se adentraron sin permiso alguno. Tampoco les hacía falta permiso alguno. Quiso esconderse y evitar un confrontamiento, pero era demasiado tarde. La privacidad en ese lugar era inexistente y ni mencionar los escondites. Lograron verlo, pero no actuaron precipitadamente.
—Acest copil? —preguntó uno, que tenía una enorme cicatriz en el rostro, al menos, pudo diferenciarlos. Supo que hablaban de él y, aunque no estaba asustado, se enfadó por quedar atrapado en esa discusión—. Dacă este fiul tău, îl vom duce la șef. Este un omega, deci poate fi folosit pentru cauțiune —continuó y se acercó a él. No se atrevió a luchar cuando lo sacaron del baño para arrastrarlo a la sala. Descubrió, entonces, que ellos sabían que era omega y lo usarían para la fianza, pues creían que era hijo o pariente del dueño. No protestó porque no podía huir sin sus pertenencias. Además, el dueño de casa seguramente aclararía el malentendido.
—Ah, sí. —Fue lo único que dijo, por lo que aquellos hombres lo acorralaron y tomaron bruscamente para sacarlo del lugar. Recogieron sus pertenencias, pero no se las dieron. Quiso protestar y lo hizo, pero nadie le prestó atención. Lo subieron a una de las tres camionetas negras estacionadas en la entrada y manejaron con rumbo a un destino que desconocía totalmente. Ahora sí que estaba en serios problemas.
—Nu cred că plătește. Cu siguranță acest omega va ajunge să fie vândut la afacerea șefului. —Otra vez hablaron de él, pero esta vez comentaban el hecho de que era muy probable que el dueño no pagara y él terminaría siendo prostituido. Ahora, prácticamente, lo habían vendido sin siquiera fijarse realmente en algún documento que avalara el hecho de que era hijo o pariente de aquel hombre. Quería asesinar a todos, eran betas, así que no sería difícil, pero no se movió.
No pudo llamar a su padre, quien estaría seriamente preocupado por él. Ahora se arrepentía, terminó de esa forma por actuar sin pensar. Quería retroceder el tiempo y no haber salido de casa sin sus guardaespaldas. Miró el suelo del automóvil y se mantuvo así hasta que, una hora o dos después, hicieron una parada. Lo obligaron a bajar para que hiciera del baño si lo requería, lastimosamente, tuvo que rechazar la oferta, pues no le era urgente.
El de la cicatriz estaba parado a un lado de él y le ofreció un aperitivo. Lo estaban alimentando y, dentro de todo, lo trataban cuidadosamente. Agradeció el sándwich de jamón y comió con ganas. Al terminar, el de la cicatriz gruñó cuando recibió una llamada y se alejó un poco para contestar.
—Suntem la câteva ore distanță. Spune-i șefului că i-am adus plata. da este un omega —murmuró el hombre al teléfono, creyendo que el chico no le entendía, pero era todo lo contrario. Una vez más se refirieron a él como un pago y se lo estaba informando a alguien—. La tânărul maestru? BINE. —Cortó y se giró para mirarlo, aunque este mantuvo su atención en el envoltorio del aperitivo, entendió que hablaban de un “joven amo”, uno al que verían al llegar.
Otro de los hombres le arrojó una botella de agua al de la cicatriz, quien la atrapó con agilidad y se la ofreció. Él aceptó y bebió con lentitud, retrasando su eminente destino. Esperaba que no faltara mucho, pero escuchó que todavía quedaban un par de horas de viaje y eso le hizo enfadar. Finalmente, lo subieron de nueva cuenta al automóvil y se resignó. Aceptó la idea de que sería prostituido nada más llegar, tal vez ahora le pertenecía un hombre viejo, alfa y enorme que lo obligaría a satisfacerlo en la intimidad a toda hora. Ridículo, pensó.
Él era un joven veinteañero, omega y de cualidades físicas agradables, y ya estaba vendido en el mercado de las organizaciones criminales. Le pareció un chiste sin gracia. Quiso hacer una rabieta, después de todo, odiaba que las cosas no salieran como él quería. Se retorcía de la rabia.
Uno de los hombres que estaba sentado junto a él, del lado derecho, le dio un papel y un bolígrafo. Él lo recibió sin entender mucho, pues ninguno dijo nada. Entonces, el de la cicatriz, quien estaba del lado izquierdo, lo señaló con el dedo índice y luego apuntó el papel. Entendió bien, esperaba, y escribió su nombre y edad. Al menos se sintió aliviado, pues ellos no estaban enterados de que él podía entenderlos a la perfección. Devolvió el papel y el bolígrafo. El hombre que lo recibió enarcó una ceja.
—Miracol Ciaran? —le preguntó el hombre. Aunque pronunció con dificultad, él entendió lo que quería decir.
—Ciaran Miracle —respondió y corrigió la pronunciación. Claramente, ellos debían saber los datos de la persona que llevaban, pero no lo hicieron antes y eso había sido un error. Sin embargo, no dijo nada y esperó la reacción del hombre. Este asintió y guardó el papel sin mediar palabra, el ambiente se volvió silencioso. Y todo el camino estuvo así.
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