En medio de una fría y solitaria noche, las pisadas sin rumbo eran difíciles de distinguirse. Un oscuro callejón era de todo menos cálido, pero a pesar de ello, uno joven de cabellera rubia intentaba encontrar calor en este mientras se refugiaba del frío.
Aun así, la única calidez que esta sentía, era la del cálido líquido que salía de su costado. La joven sentía que sus pulmones iban a explotar a causa de su acelerada respiración, no obstante, el dolor en su corazón era todavía más insoportable para ella.
Acababa de recibir una puñalada, lo más doloroso es que había sido apuñalada por su pareja, al parecer él ya no la amaba, pero Helena no sabía la razón por la que él había intentado matarla, tal vez nunca lo sabría, puesto que ya estaba perdiendo la consciencia y probablemente moriría.
Al menos eso era lo que ella crecía, pues, una sombra oscura y borrosa se paró frente a ella, tal vez tenía una mala vista causada por la abundante perdida de sangre, pero no lograba distinguir el género o apariencia de la persona frente a ella, por lo que lo único que pudo hacer fue susurrar un simple “ayúdame”, con la esperanza de ser salvada.
Después de ese leve murmullo, Helena cerro sus ojos y se resignó a morir, nadie la extrañaría y probablemente nadie lloraría genuinamente por ella en su funeral.
Una abrazadora calidez y oscuridad abrazaban el débil cuerpo, la comodidad era sumamente increíble, tanto, que la joven creía estar muerta, si no, no había razón por la que estuviera tan cómoda; sin embargo, cuando sus pesados parpados se abrieron se sorprendió al encontrarse con otra persona.
Era extraño, no solo estaba entre los brazos de un hombre, en un lugar el cual no había visto antes, sino que también este hombre tenía una apariencia nunca antes vista. Piel pálida, tal vez asemejándose a la nieve o tiza, un cabello tan oscuro como la mismísima noche, pero lo más característico eran los ojos de este, un color tan rojo como la cálida sangre, un carmesí tan fuerte que era brillante, parecía brillar en la oscuridad, por lo que Helena creyó estar alucinando.
-¿Quién...? -murmuro ella totalmente confundida, su voz se escuchaba adormilada y un tanto ronca-. ¿Dónde estoy?, mejor dicho, ¿sigo viva?.
Una sonrisa un tanto cínica se formó en los labios del desconocido, tal vez le hacía gracia el estado confundido de la joven en sus brazos.
-Por supuesto que sigues con vida, ¿acaso no es obvio? -dijo este con un tono bastante soberbio-. ¿Quién soy?, es difícil saberlo, pero mi nombre es Apolo, gracias a mí sigues con vida.
Helena simplemente se sintió más confundida, ella intentó responder, pero sentía su garganta reseca e irritada, Apolo giro sus ojos con fastidio y se levantó, salió por solo unos pocos minutos y regreso para entregarle un vaso de agua a Helena, ella lo bebió sin siquiera dudar.
Cuando Apolo abrió las cortinas la habitación quedo totalmente clara, las paredes eran blancas, tanto que se asemejaban a las de un hospital, con la diferencia de que la habitación era mucho más grande y con una apariencia más placentera y pacifica.
-Estabas a punto de morir cuando te encontré -dijo Apolo un tono más formal, sin embargo, este evito la mirada de Helena mientras miraba a través de la ventana-. Tuviste mucha suerte de cruzarte en mi camino, pero tal parece que no recuerdas nada.
-¿Recordar? -exclamo Helena un poco fuera de sí-. Mi nombre es Helena, vivo sola y estaba... bueno, tuve una mala relación.
-Lo sé... -murmuro Apolo- tu novio, bueno, anterior novio, te apuñalo, ibas a participar en una audición que cambiaria tu vida para bien, pero tu novio era tu competencia y él sabía que la mejor manera de ganar era sacándote de su camino, además de que ya estaba en otra relación, sé todo sobre tu deplorable vida.
-¿Qué...?, ¿cómo lo...? -Helena estaba inquieta, ¿cómo aquel desconocido sabía cosas que ni siquiera ella sabía?, mucho más importante, ¿podía confiar en él?.
Inconscientemente, Helena llevo su mano a la zona de su abdomen, para ser más precisos, al lugar donde antes fue apuñalada, pero para su sorpresa, no había nada., la herida que casi la mata ya no estaba. Rápidamente, alzo la camiseta que cubría su cuerpo, no había nada, ni siquiera una cicatriz, la camiseta que llevaba tampoco era suya.
El miedo y la confusión estaban reflejados en el rostro y expresión de Helena, sus manos temblaban sin cesar y ni siquiera podía gesticular una palabra.
-Hice un buen trabajo -dijo Apolo con cierto orgullo-. No quedo huella alguna de tu desgracia, lamentablemente perdiste la oportunidad de ir a la audición, pero al menos sigues con vida, el precio es alto, pero algo es algo.
-Sigo sin entender nada, ¿cómo sabes tanto sobre mí?, ¿por qué razón me salvaste?, y mucho más importante, ¿Por qué no hay cicatriz?.
-Helena, tienes muchas peguntas, pero te daré las respuestas que gustes -dijo Apolo con un tono desvergonzado, su sonrisa cínica era verdaderamente inusual y poco confiable-. No quiero andar con rodeos, puesto que a partir de ahora tu vida está atada a mí, te salve, pero a cambio tome tu vida como pago, soy un ser que guía a las almas al plano astral, sin embargo, decidí no tomar tu vida.
-¿Guía?, no lo entiendo -Helena replicó mientras miraba incrédula al hombre de ojos brillantes, tal vez este solo estaba en medio de una mala pasada, un vil broma, pero sus ojos reflejaban demasiada seriedad como para estar hablando de una simple broma.
-Estás frente a un ángel de la muerte, bueno, perdí mi título de ángel, soy un vil demonio que se dedica a guiar a las personas fallecidas hasta su destino, sea el cielo o el inferno, pero tú eres un caso singular, me pediste ayuda y por supuesto, gracias a eso estás aquí.
-Debe ser una broma, los ángeles y demonios son cosas que un humano no debería ver, claramente no soy una fiel creyente, pero tampoco puedo negar su existencia, aun así... esto es demasiado -Helena sentía que tal vez estaba en medio de un extraño sueño.
-Si no me crees, está bien, de todos modos tu alma está atada a mí, si lo deseo podrías dejar de respirar en cualquier momento -exclamó Apolo con cierto desinterés y un tono bajo.
-¿Cómo puedo creerte? -pregunto Helena, la cual seguía sin creer plenamente en las palabras del hombre frente a ella.
Apolo sonrió, tal vez sintió que era un reto, sin embargo, salió de la habitación sin decir nada, Helena observo la habitación, se levantó de la cama, al observar por la ventana se dio cuenta de que ni siquiera reconocía el exterior.
Pero había algo extraño, aunque no supiera donde estaba y el jardín que observaba a través de esa ventana se veía extravagante, al verlo sentía una profunda paz, los breves rayos de sol le brindaban fragmentos de tranquilidad nunca antes sentida.
El sonido de la puerta abriéndose saco a Helena de sus pensamientos, Apolo había entrado con un cuchillo en sus manos, su mirada mostraba bastante determinación, cosa que preocupo a Helena.
-Extiende tu mano -dijo Apolo mirando a Helena.
-¿Para qué?.
-Solo hazlo, querías pruebas.
Helena suspiro con pesadez, no tenía nada que perder, de todos modos en el fondo creía que Apolo estaba mintiendo, pero también había una parte de ella que quería ver que en la vida había una frontera mucho más lejana a la que ella conocía.
Cuando estiro su brazo, Apolo lo sujeto con cierta delicadeza, delicadeza que realmente no sirvió de nada, puesto que segundos después Helena vio como las gotas de sangre caían al suelo, Apolo había pasado el filo del cuchillo en la muñeca de esta.
-¿¡Estás loco!? -exclamo Helena con cierto pánico.
-Solo observa.
Apolo puso su mano derecha sobre la herida, aunque la sangre manchaba sus manos, este no parecía estar alterado, al contrario, una sonrisa satisfecha estaba en sus labios, en cuestión de segundos la sangre se detuvo, cuando Apolo quito su mano, no había ninguna herida, dolor o siquiera una cicatriz.
-¿Como...? -Aunque Helena preguntara, no había ningún tipo de respuesta lógica, las palabras de Apolo eran reales.
-La regeneración y curación son más efectivas a causa del lazo que nos une -dijo Apolo apartándose de Helena-. Por lo general no sano o perdono la vida de nadie, mi tarea es llevar almas de lado a otro o matar a todo aquel que interrumpa el ciclo de vida o muerte, sea un ángel o demonio, claro, siempre hay excepciones.
Aunque Helena siguiera sin creer del todo lo que estaba pasando, todo era real, estaba frente a un demonio de ojos brillantes, estaba viva y también estaba atada a un demonio, ¿por qué le pasaba a ella?.
-¿Por qué atarme a mí?, simplemente pudiste tomar mi alma.
-Tu alma no vale nada para mí, no me alimento de ellas y de por sí, mi trabajo consiste en guiar almas, no importa que tan pura y preciosa sea tu alma, no me interesa.
-¿Qué ganabas ayudándome?.
-Preguntas demasiado, solo agradece que estás viva, en una hora te traerán ropa, después continuaremos con nuestra cálida charla -dijo Apolo para posteriormente salir de la habitación.
Helena seguía sintiéndose extraña, no entendía nada y tampoco sabia si estaba segura, pero su corazón seguía doliendo, había sido traicionada por la persona que amaba, estaba sola y había perdido una gran oportunidad para retomar su camino en la música, su vida era un chiste sin gracia.
Como Apolo había dicho, una hora después comenzaron a resonar un par de golpes en la puerta, Helena, la cual sentía cierto miedo a salir de la habitación, abrió la puerta un poco temerosa.
Para su sorpresa, un hombre de cabello con un tono avellana, ojos de un verde bastante cautivador, esto acompañado de una agradable sonrisa, era un hombre bastante atractivo, sin embargo, no transmitía mucha confianza.
-Eres Helena, ¿verdad? -pregunto este con un tono indiferente.
-Oh, sí, ¿puedo saber tu nombre? -pregunto Helena un tanto curiosa.
Aquel hombre miró a Helena de pies a cabeza y le entrego una pequeña pila de ropa.
-Mi nombre es Alfonso, un placer conocerte -dijo este con una sonrisa amable-. Es extraño tener visitas, espero puedas quedarte por bastante tiempo.
-Oh, en realidad -dijo esta con cierta incomodidad-, pienso regresar hoy a casa.
-No creo que Apolo te deje volver, pero suerte con eso.
Tras esas palabras, Alfonso ya había girado su cuerpo con la intención de irse, sin embargo, Helena sujeto su mano.
-¿No puedo regresar? -pregunto Helena mientras desviaba su mirada, estaba más nerviosa de lo normal.
-No me malentiendas, no quise decir que no podías regresar, sino más bien que vivirías aquí, dudo que puedas estar lejos de aquí por ti misma, estás viva gracias a Apolo, por lo que si alguien descubre que deberías estar muerta no dudaran en matarte y Apolo tendría muchos problemas.
-¿Quiénes son los que no deben saberlo?.
-Nuestros superiores, por supuesto.
-¿También eres un demonio? -preguntó Helena con curiosidad.
-Era un ser humano nacido para hacer milagros, sin embargo, mi destino me llevo a pecar y como castigo se me condeno a vivir en la tierra como un demonio -respondió Alfonso con un tono un tanto amargo-. Mi mayor problema en mi anterior vida fueron los seres humanos, todos poseen codicia, pero es algo con lo que aprendí a vivir.
Después de esas palabras, Alfonso se fue sin siquiera despedirse o mirar a Helena.
Helena se quedó en blanco mientras observaba la ropa en sus manos, sin pensarlo volvió al interior de la habitación, lo mejor era no molestar hasta que su mente fuese más consciente de la situación.
La habitación se veía cada vez más espaciosa, no había pinturas o fotografías en este, todo estaba perfectamente ordenado, incluso el closet era tres veces más grande que el que ella tenía en su departamento, sin mirar más Helena entro al baño.
Un lugar espacioso y limpio, toallas perfectamente dobladas y guardadas, varios jabones y champoos de buena marca para escoger, el nivel de orden era tan sorprende que parecía que el lugar jamás era usado, al igual con la habitación, una casa tan pulcra le recordaba a la antigua casa de sus padres, los cuales casi nunca estaban con ella.
La sensación nostálgica que siempre la atormentaba se hacía cada vez más fuerte al recordar a sus padres, pero era inútil pensar en ellos, después de todo, jamás se sintieron orgullosos de ella, siempre la dejaron de lado. Incluso el día que Helena abandono su casa no hicieron nada para detenerla, solo le prohibieron llevarse cualquier cosa que ellos hubieran pagado o comprado directamente.
De esa forma, Helena comenzó su vida independiente, sin un centavo o un sitio donde dormir, sus amigos la abandonaron y lo mejor que pudo hacer fue tocar el piano en algunos bares o restaurantes, si tenía suerte recibía una buena cantidad, cantidad que era estando a comida y moteles baratos, eso hasta que logro alquilar un departamento.
Mientras Helena estaba en la bañera su cabeza comenzó a hacer función, ni siquiera sabía la razón por la que seguía viva, de seguro había personas que merecían vivir, personas que merecían una segunda oportunidad, sin embargo, debía aprovechar la oportunidad de vida que se dio.
Después de ducharse, Helena se vistió, sin embargo, al entrar a la habitación Apolo la miraba fijamente, además el lugar donde antes había una mancha de su propia sangre estaba limpio, no había huella alguna de sangre.
-¿Cuánto tiempo estaré aquí? -preguntó Helena casi murmurando, mientras evitaba la mirada de Apolo.
-No te irás, a partir de hoy eres de mi propiedad -respondió Apolo con una mirada fría y un tono de voz severo.
-Soy una persona, un ser humano, no un simple objeto, tengo una vida, ¿de qué te sirve que esté aquí encerrada? -Helena miró con cierta agresividad a Apolo, ella simplemente lo miró fijamente con cierta rabia.
-No hay diferencia, por ahora simplemente descansa, nadie debe sospechar que te deje vivir, mañana debes ir a presentar una denuncia formal a tu expareja, casi te mata, tienes muchas cosas en las que pensar, deja de pensar en huir o alejarte de aquí, a partir de hoy esta es tu casa.
-¿Por qué te importa tanto lo que me pase? -pregunto Helena sonando más despectiva de lo planeado.
-No eres especial, simplemente, deber ser más agradecida, es desesperante tener que responder tus preguntas estúpidas o escuchar tu fastidiosa voz, solo debes callarte y mantenerte viva un poco más de tiempo, tú me rogaste por ayuda, ¿para qué me pediste vivir si ni siquiera valoras tu vida?.
-¿Cómo quieres que no pregunte?, no sé nada sobre ti, a penas se sobre la existencia de demonios, ángeles y esas cosas, hasta ayer estaba bien y el día de hoy estoy viva, en la casa de un demonio y no sé nada sobre lo que supuestamente debo temer, estoy confundida.
Apolo soltó un largo y profundo suspiro, acto seguido paso sus manos por su cabello acomodando minuciosamente cada mechón que golpeaba su frente y miró a Helena con cierta pereza.
-En estos momentos no hay nada por lo que debas preocuparte, solo adáptate a estar aquí, si alguien descubre que te salve la visa, los problemas serán para mí.
-Está bien -respondió Helena-. Antes eras un ángel, ¿verdad?, es un poco difícil de imaginar.
-Lo fui, uno de alto rango y de los mejores, pero las cosas cambias y el precio por los errores a veces es demasiado alto, mi error me hizo perder mi lugar en el cielo y también mi título como ángel.
-¿Cuál error cometiste?
-Es un secreto, en unos minutos podrás comer, espero que te lleves bien con Alfonso, pasarás mucho tiempo con él a partir de ahora.
Apolo volvió a salir de la habitación con una sonrisa ladina, por el momento su mente estaba tranquila, solo debía evitar que alguien supiese de la existencia de Helena, mientras ella viviera su día a día como si nada, lo más probable es que nadie se enteraría de nada.
La noche era más fría de lo habitual, la misteriosa luz nocturna ocultaba mucha más de lo que dejaba ver, el pequeño hilo de luz que se colaba en la habitación dejaba a simple vista el rostro tranquilo de Helena, la cual estaba en medio de un profundo sueño, Apolo, escuchaba los tranquilos ronquidos y palabras incomprensibles de la joven.
Los dulces susurros pocos entendibles eran un deleite para cualquier oído, esto a causa de la dulce y relajante voz de la joven, sin embargo, Apolo seguía en medio de una insoportable inquietud, mejor que nadie lo sabía, había perturbado el ciclo de vida y muere, ni siquiera podía imaginar lo que le ocurriría si se descubría su “error”.
Al salir de sus pensamientos, Apolo salió evitando hacer cualquier ruido que pudiese perturbas el sueño de Helena, cuando estuvo en el jardín se pudo percatar de la presencia de Alfonso.
-¿Por qué me sigues? -preguntó Apolo un tanto arisco.
-Solo tenía curiosidad, además estoy bastante aburrido -respondió Alfonso un tanto relajado.
-No soy un centro de entretenimiento, si estás aburrido, busca algo que hacer, no tengo tiempo para ti.
-Ambos sabemos que lo mejor que puedes hacer es romper la marca sobre Helena -dijo Alfonso con un tono más severo-. Si tiene que morir, déjala morir, ni siquiera piensas en defenderla del idiota que intento matarla, mientras más lejos este de nosotros mejor será.
-No te metas en mis asuntos Alfonso, lo que haga o no con Helena es solo mi problema, sobre lo que pase con el idiota de su exnovio, solo le interesa a ella, no meteré mis manos hasta allí.
-No lo entiendo, por años has estado bien, estás a punto de cumplir tu condena, si este asunto se revela jamás regresarás al cielo, ¿qué harás si esta vez te dan una condena peor?, perder un título y pagar doscientos años vagando no es nada en comparación con un castigo más severo.
-No tienes que entenderlo, estoy cansado de decirte que no te entrometas en mi camino o mis problemas.
-Solo me preocupo por ti, pero es inútil, solo te preguntaré una última cosa, ¿borraste su nombre de tu libro?.
-Si -respondió Apolo con un nudo en la garganta-. Nadie lo notó, será mejor de esa forma, además no creo que nadie quiero supervisar los nombres qué pongo o quito de mi libro.
-Bien, si vas a trabajar vete, yo cuidaré de ella esta noche, ¿Está bien?.
-Volveré en el amanecer, simplemente iré tras un par de demonios que se pasaron de listos.
-En el caso de que ella pregunte algo, ¿Qué le digo? -preguntó Alfonso con cierta preocupación.
-Solo responde sin ocultar nada -respondió Apolo rápidamente-. En algún punto ella sabrá todo, sea lo que sea intenta explicarle un poco sobre nosotros, aunque seamos demonios, no somos iguales a aquello que fueron creados desde cero como tal, ella debe temer más a ese tipo de seres.
Apolo desapareció en la oscuridad del jardín y tras un largo suspiro, Alfonso, decidió ingresar de nuevo a la casa.
Las cosas que pasaban por las noches estaban ocultas para el ojo humano, incluso en los rincones más claros y visibles había algún secreto.
La mayoría de los seres míticos y sobrenaturales se ocultaban fácilmente entre los humanos, aunque no se relacionaban fácilmente con ellos, puesto que el corazón de los humanos podía albergar mucho más rencor y odio del que se podía imaginar, aunque la mayoría de los ángeles existía para proteger a los humanos, estos no tenían permitido relacionarse con algún humano.
El olor metálico era ciertamente común para Apolo, en su día a día trataba con ángeles y demonios con pecados parecidos al suyo, incluso peores o más simples, el trabajo de Apolo consistía en borrar la existencia de aquellos seres, en el caso humano, este solo debía ir por las almas de las personas que aprecian en su libro.
En algunos casos, él mismo debía acabar con la vida de la persona en cuestión, fuese de forma rápida, que eran los peores casos, o de forma lenta, ya fuese con una maldición o enfermedad.
En esos momentos el olor a metal y gritos de dolor eran mayores de lo habitual, aquel fatigante olor tan característico provenía de un demonio a sus pies, este ya no tenía fuerza, incluso la apariencia humana había desaparecido mostrando con fuerza sus atributos demoniacos.
-¡Ahhhhh! -un grito desgarrador salió de lo más profundo de la garganta del demonio.
-Si sigues quejándote todo será más difícil, lo único que me da gracia sobre esto, es que intentaste hacerme frente -dijo Apolo con una sonrisa cínica en su rostro.
Apolo estaba manchado de la sangre, su rostro no mostraba expresión alguna, la indiferencia en su rostro inquietaba todavía más a la víctima frente a él.
-¡Ten piedad! -exclamó aquel demonio al borde de la locura.
-Ambos sabemos que estás haciendo una petición absurda, lo mejor será que cedas, claro, a menos que desees alargar tu sufrimiento un poco más, con gusto puedo hacerlo.
Apolo pisó con fuerza la mano del ser ahora deforme que se arrastraba frente a él, el agudo y ruidoso grito hizo que los oídos de Apolo vibraran.
-Estoy cansado de oír tus quejas, tengo cosas más importantes que hacer -dijo Apolo remarcando su indiferencia.
De un tirón Apolo arranco las oscuras alas, aquel demonio dejo de forcejear o quejarse, ya no le quedaba ningún símbolo de su inmortalidad, y sin previo aviso Apolo acabo con la vida de este.
Por más cínico que Apolo pudiese lucir a ojos de los demás, en el fondo este no sentía nada, se había acostumbrado a ver como la vida se desvanecía frente a él, hiciera lo que hiciera, así de terrible era su trabajo.
La falta de empatía fue algo adquirido con el paso de los años y justo como era de esperarse, esta indiferencia era parte incluso de la vida sentimental de este, tampoco tenía algo que lo pudiese motivar.
Todo lo que una vez tuvo se le fue arrebatado, incluso sus esperanzas fueron destruidas por sus errores y el tiempo.
Cuando Apolo regreso a casa, el sol todavía no había salido, Helena seguía en medio de un profundo sueño. En el fondo, Apolo sabía que ella no confiaba en él, podría decirse que incluso sentía miedo al estar cerca de él, pero solo era cuestión de tiempo para que se adaptara.
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